Predicador del Papa: Jes?s devuelve matrimonio y familia a su belleza originaria
Comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap., a la liturgia del pr?ximo domingo
ZENIT publica el comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap. - predicador de la Casa Pontificia- a la liturgia del domingo V de Cuaresma, 25 de Marzo.
Jes?s, la mujer y la familia
V Domingo de Cuaresma
Isa?as 43, 16-21; Filipenses 3, 8-14; Juan 8, 1-11
El Evangelio del V domingo de Cuaresma es el episodio de la mujer sorprendida en adulterio a la que Jes?s salva de la lapidaci?n. Jes?s no pretende con ello decir que el adulterio no es pecado o que es cosa de poco. Existe una condena expl?cita de ello, si bien delicad?sima, en las palabras dirigidas al final a la mujer: ?No peques m?s?. Jes?s no busca por lo tanto aprobar la acci?n de la mujer; intenta m?s bien condenar la actitud de quien siempre est? dispuesto a descubrir y denunciar el pecado ajeno. Lo vimos la vez pasada, analizando la actitud de Jes?s hacia los pecadores en general.
Pero ahora, como de costumbre, partiendo de este episodio, ampliemos nuestro horizontes examinando la actitud de Jes?s hacia el matrimonio y la familia en todo el Evangelio. Entre las muchas tesis extra?as apuntadas sobre Jes?s en a?os recientes, tambi?n est? la de un Jes?s que habr?a repudiado la familia natural y todos los v?nculos parentales en nombre de la pertenencia a una comunidad distinta, en la que Dios es el padre y los disc?pulos son todos hermanos y hermanas, y habr?a propuesto a los suyos una vida errante, como hac?an en aquel tiempo, fuera de Israel, los fil?sofos c?nicos.
Efectivamente hay en los evangelios palabras de Cristo sobre los v?nculos familiares que a primera vista suscitan desconcierto. Jes?s dice: ?Si alguno viene donde m? y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser disc?pulo m?o? (Lc 14, 26). Palabras duras, ciertamente, pero el evangelista Mateo se apresura a explicar el sentido de la palabra ?odiar? en este caso: ?El que ama a su padre o a su madre... a su hijo o a su hija m?s que a m?, no es digno de m?? (Mt 10, 37). Jes?s no pide por lo tanto odiar a los padres o a los hijos, sino no amarles hasta el punto de renunciar, por ellos, a seguirle.
Otro episodio que suscita desconcierto. Un d?a Jes?s dijo a uno: ? "S?gueme". Aqu?l respondi?: "D?jame ir primero a enterrar a mi padre". Jes?s le respondi?: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; t? vete a anunciar el Reino de Dios"? (Lc 9, 59 s.). ?Oh, cielos! Ciertos cr?ticos aqu? se desatan. ??sta es una petici?n escandalosa, una desobediencia a Dios, quien ordena atender a los padres; una clara violaci?n de los deberes filiales!
El esc?ndalo de estos cr?ticos constituye para nosotros una prueba preciosa. Ciertas palabras de Cristo no se explican mientras se le considere un simple hombre, por m?s que sea excepcional. S?lo Dios puede pedir que se le ame m?s que al padre y que, para seguirle, se renuncie hasta a acudir a su sepultura. Por lo dem?s, desde una perspectiva de fe como la de Cristo, ?qu? aprovechaba m?s al padre del difunto: que su hijo estuviera en casa en aquel momento para sepultar su cuerpo o que siguiera al enviado de ese Dios a quien su alma deb?a ahora presentarse?
Pero tal vez la explicaci?n en este caso es m?s sencilla a?n. Se sabe que la expresi?n ?D?jame ir primero a enterrar a mi padre? se usaba a veces (como se hace tambi?n hoy) para decir: ?d?jame ir a atender a mi padre mientras est? vivo; cuando muera, lo sepultar? y despu?s te seguir?. Jes?s pedir?a por lo tanto s?lo no posponer por tiempo indeterminado la respuesta a su llamada. Muchos de nosotros, religiosos, sacerdotes y religiosas, hemos tenido que hacer la misma elecci?n y a menudo los padres han sido los m?s felices por esta obediencia nuestra.
El desconcierto ante estas peticiones de Jes?s nace en gran parte de no tener en cuenta la diferencia entre lo que ?l ped?a a todos indistintamente y lo que ped?a s?lo a algunos llamados a compartir su vida enteramente dedicada al reino, como sucede hoy en la Iglesia.
Hay otros dichos de Jes?s que se podr?an examinar. Alguno hasta podr?a acusar a Jes?s de ser el responsable de la proverbial dificultad entre suegra y nuera para ponerse de acuerdo, porque dijo: ?He venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra? (Mt 10, 35). Pero no es ?l quien separar?; ser? la actitud diferente que cada uno adoptar? en la familia respecto a ?l lo que determinar? esta divisi?n. Un hecho que se verifica dolorosamente tambi?n hoy en muchas familias.
Todas las dudas sobre la actitud de Jes?s hacia la familia y el matrimonio caen si tenemos en cuenta todo el Evangelio, y no s?lo los pasajes que convienen. Jes?s es m?s riguroso que nadie acerca de la indisolubilidad del matrimonio, subraya con fuerza el mandamiento de honrar al padre y a la madre, hasta condenar la pr?ctica de sustraerse, con pretextos religiosos, al deber de asistirles ( Mc 7, 11-13). Cu?ntos milagros realiza Jes?s precisamente para salir al encuentro del dolor de padres (Jairo, el padre del epil?ptico), de madres (la cananea, o la viuda de Na?m), o de parientes (las hermanas de L?zaro), por lo tanto, para honrar los v?nculos de parentesco. ?l incluso en m?s de una ocasi?n comparte el dolor de parientes hasta llorar con ellos.
En un momento como el actual, en que todo parece conspirar para debilitar los v?nculos y los valores de la familia, ?ya s?lo faltar?a que pusi?ramos contra ella tambi?n a Jes?s y el Evangelio! Pero ?sta es una de las muchas extra?ezas sobre Cristo que debemos conocer para no dejarnos impresionar cuando oigamos hablar de nuevos descubrimientos sobre los evangelios. Jes?s ha venido a devolver al matrimonio a su belleza originaria (Mt 19, 4-9), para reforzarlo, no para debilitarlo.
[Traducci?n del original italiano realizada por Zenit]