Viernes, 30 de marzo de 2007
Homil?a y el discurso final que pronunci? Benedicto XVI al celebrar la misa junto a los menores de edad internados en un centro penitenciario de la ciudad de Roma, en la calle Casal del Marmo, el domingo 18 de marzo de 2007.

Homil?a en la celebraci?n eucar?stica


Queridos hermanos y hermanas;
queridos muchachos y muchachas:

He venido de buen grado a visitaros, y el momento m?s importante de nuestro encuentro es la santa misa, en la que se renueva el don del amor de Dios: amor que nos consuela y da paz, especialmente en los momentos dif?ciles de la vida. En este clima de oraci?n quisiera dirigiros mi saludo a cada uno de vosotros: al ministro de Justicia, honorable Clemente Mastella, al que expreso en especial mi agradecimiento; al jefe del Departamento de justicia para menores, se?ora Melita Cavallo; a las dem?s autoridades que han participado; a los responsables, a los agentes, a los educadores y al personal de este establecimiento penal para menores, a los voluntarios, a los familiares y a todos los presentes. Saludo al cardenal vicario y al obispo auxiliar, monse?or Benedetto Tuzia. De modo especial, saludo a monse?or Giorgio Caniato, inspector general de los capellanes de los Institutos de prevenci?n y pena, y a vuestro capell?n, a quienes doy las gracias por haberse hecho int?rpretes de vuestros sentimientos al inicio de la santa misa.

En la celebraci?n eucar?stica es Cristo mismo quien se hace presente en medio de nosotros; m?s a?n, viene a iluminarnos con su ense?anza, en la liturgia de la Palabra, y a alimentarnos con su Cuerpo y su Sangre, en la liturgia eucar?stica y en la Comuni?n. De este modo viene a ense?arnos a amar, viene a capacitarnos para amar y, as?, para vivir. Pero, tal vez dig?is, ?cu?n dif?cil es amar en serio, vivir bien! ?Cu?l es el secreto del amor, el secreto de la vida? Volvamos al evangelio. En este evangelio aparecen tres personas: el padre y sus dos hijos. Pero detr?s de las personas hay dos proyectos de vida bastante diversos. Ambos hijos viven en paz, son agricultores muy ricos; por tanto, tienen con qu? vivir, venden bien sus productos, su vida parece buena.

Y, sin embargo, el hijo m?s joven siente poco a poco que esta vida es aburrida, que no le satisface. Piensa que no puede vivir as? toda la vida: levantarse cada d?a, no s?, quiz? a las 6; despu?s, seg?n las tradiciones de Israel, una oraci?n, una lectura de la sagrada Biblia; luego, el trabajo y, al final, otra vez una oraci?n. As?, d?a tras d?a; ?l piensa: no, la vida es algo m?s, debo encontrar otra vida, en la que sea realmente libre, en la que pueda hacer todo lo que me agrada; una vida libre de esta disciplina y de estas normas de los mandamientos de Dios, de las ?rdenes de mi padre; quisiera estar solo y que mi vida sea totalmente m?a, con todos sus placeres. En cambio, ahora es solamente trabajo.

As?, decide tomar todo su patrimonio y marcharse. Su padre es muy respetuoso y generoso; respeta la libertad de su hijo: es ?l quien debe encontrar su proyecto de vida. Y el joven, como dice el evangelio, se va a un pa?s muy lejano. Probablemente lejano desde un punto de vista geogr?fico, porque quiere un cambio, pero tambi?n desde un punto de vista interior, porque quiere una vida totalmente diversa. Ahora su idea es: libertad, hacer lo que me agrade, no reconocer estas normas de un Dios que es lejano, no estar en la c?rcel de esta disciplina de la casa, hacer lo que me guste, lo que me agrade, vivir la vida con toda su belleza y su plenitud.

Y en un primer momento ?quiz? durante algunos meses? todo va bien: cree que es hermoso haber alcanzado finalmente la vida, se siente feliz. Pero despu?s, poco a poco, siente tambi?n aqu? el aburrimiento, tambi?n aqu? es siempre lo mismo. Y al final queda un vac?o cada vez m?s inquietante; percibe cada vez con mayor intensidad que esa vida no es a?n la vida; m?s a?n, se da cuenta de que, continuando de esa forma, la vida se aleja cada vez m?s. Todo resulta vac?o: tambi?n ahora aparece de nuevo la esclavitud de hacer las mismas cosas. Y al final tambi?n el dinero se acaba, y el joven se da cuenta de que su nivel de vida est? por debajo del de los cerdos.

Entonces comienza a recapacitar y se pregunta si ese era realmente el camino de la vida: una libertad interpretada como hacer lo que me agrada, vivir s?lo para m?; o si, en cambio, no ser?a quiz? mejor vivir para los dem?s, contribuir a la construcci?n del mundo, al crecimiento de la comunidad humana... As? comienza el nuevo camino, un camino interior. El muchacho reflexiona y considera todos estos aspectos nuevos del problema y comienza a ver que era mucho m?s libre en su casa, siendo propietario tambi?n ?l, contribuyendo a la construcci?n de la casa y de la sociedad en comuni?n con el Creador, conociendo la finalidad de su vida, descubriendo el proyecto que Dios ten?a para ?l.

En este camino interior, en esta maduraci?n de un nuevo proyecto de vida, viviendo tambi?n el camino exterior, el hijo m?s joven se dispone a volver para recomenzar su vida, porque ya ha comprendido que hab?a emprendido el camino equivocado. Se dice a s? mismo: debo volver a empezar con otro concepto, debo recomenzar.

Y llega a la casa del padre, que le dej? su libertad para darle la posibilidad de comprender interiormente lo que significa vivir, y lo que significa no vivir. El padre, con todo su amor, lo abraza, le ofrece una fiesta, y la vida puede comenzar de nuevo partiendo de esta fiesta. El hijo comprende que precisamente el trabajo, la humildad, la disciplina de cada d?a crea la verdadera fiesta y la verdadera libertad. As?, vuelve a casa interiormente madurado y purificado: ha comprendido lo que significa vivir.

Ciertamente, en el futuro su vida tampoco ser? f?cil, las tentaciones volver?n, pero ?l ya es plenamente consciente de que una vida sin Dios no funciona: falta lo esencial, falta la luz, falta el porqu?, falta el gran sentido de ser hombre. Ha comprendido que s?lo podemos conocer a Dios por su Palabra. Los cristianos podemos a?adir que sabemos qui?n es Dios gracias a Jes?s, en el que se nos ha mostrado realmente el rostro de Dios.

El joven comprende que los mandamientos de Dios no son obst?culos para la libertad y para una vida bella, sino que son las se?ales que indican el camino que hay que recorrer para encontrar la vida. Comprende que tambi?n el trabajo, la disciplina, vivir no para s? mismo sino para los dem?s, alarga la vida. Y precisamente este esfuerzo de comprometerse en el trabajo da profundidad a la vida, porque al final se experimenta la satisfacci?n de haber contribuido a hacer crecer este mundo, que llega a ser m?s libre y m?s bello.

No quisiera hablar ahora del otro hijo, que permaneci? en casa, pero por su reacci?n de envidia vemos que interiormente tambi?n ?l so?aba que quiz? ser?a mucho mejor disfrutar de todas las libertades. Tambi?n ?l en su interior debe "volver a casa" y comprender de nuevo qu? significa la vida; comprende que s?lo se vive verdaderamente con Dios, con su palabra, en la comuni?n de su familia, del trabajo; en la comuni?n de la gran familia de Dios. No quisiera entrar ahora en estos detalles: dejemos que cada uno se aplique a su modo este evangelio. Nuestras situaciones son diversas, y cada uno tiene su mundo. Esto no quita que todos seamos interpelados y que todos podamos entrar, a trav?s de nuestro camino interior, en la profundidad del Evangelio.

A?ado s?lo algunas breves observaciones. El evangelio nos ayuda a comprender qui?n es verdaderamente Dios: es el Padre misericordioso que en Jes?s nos ama sin medida. Los errores que cometemos, aunque sean grandes, no menoscaban la fidelidad de su amor. En el sacramento de la Confesi?n podemos recomenzar siempre de nuevo con la vida: ?l nos acoge, nos devuelve la dignidad de hijos suyos. Por tanto, redescubramos este sacramento del perd?n, que hace brotar la alegr?a en un coraz?n que renace a la vida verdadera.

Adem?s, esta par?bola nos ayuda a comprender qui?n es el hombre: no es una "m?nada", una entidad aislada que vive s?lo para s? misma y debe tener la vida s?lo para s? misma. Al contrario, vivimos con los dem?s, hemos sido creados juntamente con los dem?s, y s?lo estando con los dem?s, entreg?ndonos a los dem?s, encontramos la vida. El hombre es una criatura en la que Dios ha impreso su imagen, una criatura que es atra?da al horizonte de su gracia, pero tambi?n es una criatura fr?gil, expuesta al mal; pero tambi?n es capaz de hacer el bien.

Y, por ?ltimo, el hombre es una persona libre. Debemos comprender lo que es la libertad y lo que es s?lo apariencia de libertad. Podr?amos decir que la libertad es un trampol?n para lanzarse al mar infinito de la bondad divina, pero puede transformarse tambi?n en un plano inclinado por el cual deslizarse hacia el abismo del pecado y del mal, perdiendo as? tambi?n la libertad y nuestra dignidad.

Queridos amigos, estamos en el tiempo de la Cuaresma, de los cuarenta d?as antes de la Pascua. En este tiempo de Cuaresma la Iglesia nos ayuda a recorrer este camino interior y nos invita a la conversi?n que, antes que ser un esfuerzo siempre importante para cambiar nuestra conducta, es una oportunidad para decidir levantarnos y recomenzar, es decir, abandonar el pecado y elegir volver a Dios.

Recorramos juntos este camino de liberaci?n interior; este es el imperativo de la Cuaresma. Cada vez que, como hoy, participamos en la Eucarist?a, fuente y escuela del amor, nos hacemos capaces de vivir este amor, de anunciarlo y testimoniarlo con nuestra vida. Pero es necesario que decidamos ir a Jes?s, como hizo el hijo pr?digo, volviendo interior y exteriormente al padre. Al mismo tiempo, debemos abandonar la actitud ego?sta del hijo mayor, seguro de s?, que condena f?cilmente a los dem?s, cierra el coraz?n a la comprensi?n, a la acogida y al perd?n de los hermanos, y olvida que tambi?n ?l necesita el perd?n.

Que nos obtengan este don la Virgen Mar?a y san Jos?, mi patrono, cuya fiesta celebraremos ma?ana, y a quien ahora invoco de modo particular por cada uno de vosotros y por vuestros seres queridos.


Alocuci?n de despedida


Queridos muchachos y muchachas:
Ante todo, quisiera daros las gracias por vuestra alegr?a. ?Gracias por esta participaci?n! Para m? es una gran alegr?a haberos dado un poco de luz con mi visita. As? se concluye ahora nuestro encuentro, as? se concluye mi breve pero intensa visita. Como se ha recordado, es mi primer contacto con el mundo de las c?rceles desde que soy Papa. He escuchado con atenci?n las palabras del director, del comandante y de un representante vuestro, y os agradezco los sentimientos cordiales que me hab?is manifestado, as? como la felicitaci?n que me hab?is dirigido con ocasi?n de mi onom?stico. Adem?s, he percibido que a?n sigue vivo entre vosotros el recuerdo del cardenal Casaroli, llamado familiarmente padre Agostino. ?l me habl? muchas veces de sus experiencias, a trav?s de las cuales se sent?a siempre muy amigo, muy cercano a todos los muchachos y muchachas presentes aqu?.

Vosotros, queridos muchachos y muchachas, proven?s de diversas naciones. Me gustar?a poder permanecer m?s tiempo con vosotros; pero, por desgracia, el tiempo es limitado. Quiz? en otra oportunidad encontremos una jornada m?s larga. Sin embargo, sabed que el Papa os quiere y os sigue con afecto. Asimismo, deseo aprovechar esta ocasi?n para extender mi saludo a todos los que est?n en la c?rcel y a cuantos, de diferentes maneras, trabajan en el ?mbito penitenciario.

Queridos muchachos y muchachas, hoy para vosotros, como se ha dicho, es una jornada de fiesta: ha venido a visitaros el Papa; est?n presentes el ministro de Justicia, diversas autoridades, el cardenal vicario, el obispo auxiliar, vuestro capell?n, muchas otras personalidades y amigos. Por tanto, es una jornada de alegr?a. La liturgia misma de este domingo comienza con una invitaci?n a estar alegres: "?Al?grate!" es la primera palabra de la misa. Pero, ?c?mo puede ser feliz quien sufre, quien est? privado de libertad, quien se siente abandonado?

Durante la misa hemos recordado que Dios nos ama: este es el manantial de la verdadera alegr?a. Aun teniendo todo lo que se desea, a veces se es infeliz; en cambio, se podr?a estar privado de todo, incluso de libertad y de salud, y estar en paz y en alegr?a, si dentro del coraz?n est? Dios. Por tanto, el secreto est? aqu?: es preciso que Dios ocupe siempre el primer lugar en nuestra vida. Jes?s nos revel? el verdadero rostro de Dios. Queridos amigos, antes de dejaros os aseguro de todo coraz?n que seguir? record?ndoos ante el Se?or. Estar?is siempre presentes en mis oraciones.

Os anticipo mi felicitaci?n por la pr?xima fiesta de Pascua, y os bendigo a todos. Que el Se?or os acompa?e siempre con su gracia y os gu?e en vuestra vida futura.

[Traducci?n distribuida por la Santa Sede
Publicado por verdenaranja @ 23:09  | Habla el Papa
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