S?bado, 31 de marzo de 2007
D?a 1 Domingo de Ramos
en la Pasi?n del Se?or



La necesidad de alabar a Dios


Hoy da comienzo la Semana Santa de la Pasi?n del Se?or y nos encomendamos con especial confianza al Esp?ritu Santo, porque deseamos tratarle con m?s intensidad y recibir profundamente su fortaleza, para saber identificarnos un poco m?s con Cristo que padece, muere y resucita glorioso por nuestras salvaci?n. La meditaci?n pausada de esos misterios de la vida del Se?or puede enriquecernos mucho en los pr?ximos d?as, con la gracia de Dios. Deseemos, pues, contemplar por nuestra cuenta en las pr?ximas jornadas, las escenas evang?licas que narran la oraci?n de Jes?s en Getseman?, el prendimiento y los interrogatorios inicuos que le condujeron a la flagelaci?n y al doloso Via Crucis hasta la muerte en la Cruz. Y finalmente la Pascua, la resurrecci?n gloriosa y definitiva de Cristo.

Contemplamos en este d?a a Jes?s que se dirige decidido a Jerusal?n, lugar de su Pasi?n y Muerte. Lugar tambi?n de proclamaci?n del Evangelio, la Buena Nueva de que Dios se ha hecho hombre en ?l para dar la vida por los hombres. Es algo que somos incapaces de comprender, que no podemos agradecer como se debe, ni tampoco manifestar adecuadamente el entusiasmo que ser?a razonable ante tal don. Si ?stos callan gritar?n las piedras, responde a los que ven con malos ojos que la gente lo aclame. Y a?n se quedaban cortos los que dicen: ?Bendito el Rey que viene en nombre del Se?or! ?Paz en el Cielo y gloria en las alturas! Era imprescindible, sin embargo, que al menos lo alabaran as?, si no eran capaces de afirmar su divinidad.

?C?mo exultamos nosotros por Dios, que se nos hace presente, mejor que a aquellos de Jerusal?n con los sacramentos y est? de continuo presente en nuestros sagrarios? Los que extend?an sus mantos y agitaban cantando ramas de los ?rboles, apenas le vieron pasar durante unos instantes. Y no se imaginaban su grandeza ni su poder salvador. Nosotros, en cambio, le hemos conocido a trav?s de una revelaci?n m?s completa y hemos recibido el ejemplo y el est?mulo de tantos santos que nos precedieron. Tenemos adem?s la continua ense?anza del Magisterio garantizando lo que creemos. No es preciso que nadie m?s asegure nuestra fe, habiendo investido el propio Cristo de infalibilidad a su Iglesia.

Nos conviene fijarnos y aprender de los que, confiados en Jes?s, fueron en busca del animal que luego montar?a; de los due?os, que lo entregaron enseguida, nada m?s saber que era para Jes?s; de los que pon?an los mantos y lo aclamaban en medio de la admiraci?n y el desconcierto de los poderosos. Cada uno, a su modo, contribuy? a que el Hijo de Dios se manifestase ante la gente y fuera aclamado, aunque aquellos v?tores no llegaran a hacerle justicia. Tampoco nosotros ?que hemos recibido todo de Dios? le hacemos justicia cuando libremente intentamos amarle con obras, pero como ellos debemos al menos intentarlo.

Por otra parte, tenemos bien presente lo sucedido muy pocos d?as despu?s en la misma Jerusal?n. Pronto iban a olvidar su adhesi?n los que exultaban en alabanzas por todos los prodigios que hab?an visto; y, h?bilmente manejados por los poderosos cambiar?an el, ?Bendito el Rey que viene en nombre del Se?or! ?Paz en el Cielo y gloria en las alturas!, por, ?crucif?cale, crucif?cale! Para que nosotros no olvidemos que somos capaces de lo mejor y de lo peor. Pensemos asimismo en este d?a en lo que podemos hacer por que se manifieste el Reino de Dios en el mundo, a pesar de las propias limitaciones, que bien las conocemos, como las conocer?an los que colaboraron con el Se?or la ma?ana del Domingo de Ramos. Que aprendamos a ser coherentes, a no dejarnos influir por circunstancias del ambiente, del momento, del estado de ?nimo, del qu? dir?n...

Pero hoy, Domingo de Ramos, deseamos fijarnos en Jesucristo que es aclamado por la gente. De continuo deber?a haber en el mundo un incesante clamor de alabanza y acci?n de gracias a Dios por Jesucristo ?casi siempre sin palabras, basta la oraci?n del coraz?n?, que sea expresi?n y como continuaci?n actual del desahogo de san Pablo a los de Efeso: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Se?or Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda bendici?n espiritual en los cielos, pues en ?l nos eligi? antes de la creaci?n del mundo para que fu?ramos santos y sin mancha en su presencia, por el amor; nos predestin? a ser sus hijos adoptivos por Jesucristo conforme al benepl?cito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo gratos en el Amado, por quien, mediante su sangre, nos es dada la redenci?n, el perd?n de los pecados, seg?n las riquezas de su gracia, que derram? sobre nosotros de modo sobreabundante con toda sabidur?a y prudencia.
Env?anos de continuo tu luz, Se?or, para que intentemos, aunque sea entre nuestros defectos, corresponder al amor que nos tienes. Le pedimos a tu Madre ?Madre nuestra? la gracia de contemplarte siempre esper?ndonos, y a nuestro lado.





Publicado por verdenaranja @ 14:40  | Espiritualidad
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