Bogota (Agencia Fides) - Mons. Andr?s Stanovnik OFMCap., Obispo de Reconquista (Argentina) y Secretario General del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) ha ofrecido algunas claves para la lectura del documento de participaci?n de la V Conferencia General del CELAM. Mons. Andr?s Stanovnik OFMCap., obispo de Reconqui
Claves de lectura para el documento de participaci?n Orientaciones para la lectura
del documento de participaci?n
de la V Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano y del Caribe
(28 de marzo de 2007)
La V? Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (VCG) se propone abordar, a la luz de la fe y de las grandes orientaciones recibidas del magisterio pontificio, principalmente en Ecclesia in America , Novo Millennio Ineunte , Pastores Gregis y en Ecclesia de Eucharistia , los desaf?os nuevos y urgentes que vive la Iglesia en Am?rica Latina y el Caribe en la hora actual, para buscar y acordar juntos l?neas pastorales que orienten y animen la identidad cat?lica de nuestros pueblos, y den un nuevo y fuerte impulso evangelizador a todo el continente.
?ste es el contexto eclesial en el cual nos movemos con el prop?sito de identificar aquellos elementos que nos faciliten la lectura, comprensi?n y utilizaci?n del Documento de Participaci?n (DPa). Este Documento es el instrumento m?s inmediato y universal, a trav?s del cual podemos participar activamente en la preparaci?n de la V ? CG, que se celebrar? en el mes de mayo de 2007 en Aparecida, Brasil. Es un instrumento inmediato porque es el medio que tenemos m?s ?a la mano? para concretar nuestra participaci?n.
Hoy es posible acceder a este material a trav?s del portal de la V Conferencia: http://www.celam.info/content/view/6/26. All? se podr? encontrar, adem?s, informaci?n muy ?til acerca de c?mo trabajar con el Documento y las fichas. Por su parte, las Conferencias Episcopales de Am?rica Latina han hecho publicaciones de este material y lo han enviado a las Iglesias particulares, a fin de que las comunidades y todos los que est?n interesados puedan hacer uso del mismo.
Las reflexiones que siguen quieren ofrecer aquellos elementos que faciliten la lectura de dicho material. Cuando decimos lectura, entendemos que se trata de una lectura comprensiva, que nos permita ?entrar? en el texto y familiarizarnos con su contenido. Para ello, es oportuno hacer una reflexi?n sobre las claves que nos ayuden a hacer ese ?ingreso?, a fin de poder comprender el texto.
Trat?ndose de un acontecimiento eclesial, es ineludible que enseguida destaquemos la actitud creyente, como condici?n necesaria para una adecuada lectura del acontecimiento en s? mismo y, en ese marco, del Documento que ayuda a prepararlo.
La V Conferencia General : ejercicio de comuni?n episcopal
La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano remite a las cuatro Conferencias anteriores celebradas en R?o de Janeiro (1955), Medell?n (1968). Puebla (1979) y Santo Domingo (1992), y evoca la memoria de estos grandes acontecimientos eclesiales con un profundo sentido de gratitud a Dios por el medio siglo de historia que lleva esta experiencia de colegialidad episcopal en nuestro Continente y de efectiva y afectiva comuni?n cum Petro et sub Petro.
Esta modalidad colegial se desprende del Decreto Conciliar Christus Dominus, donde se afirma que ?la misma potestad colegial? pueden ejercerla conjuntamente con el Papa los Obispos dispersos en toda la tierra, con tal que la Cabeza del Colegio los convoque a una acci?n colegial o, a lo menos, apruebe o reciba libremente la acci?n unida de los obispos dispersos, de forma que se constituye un verdadero acto colegial? (Cap?tulo 1, n. 4). Luego, en Apostolos Suos , se afirma que ?la suprema potestad que el cuerpo de los Obispos posee sobre toda la Iglesia no puede ser ejercida por ellos si no es colegialmente, ya sea de manera solemne reunidos en Concilio ecum?nico, o dispersos por el mundo, a condici?n de que el Sumo Pont?fice los convoque para un acto colegial o al menos apruebe o acepte su acci?n conjunta?.
A diferencia de una Conferencia Episcopal, la Conferencia General no se concibe si no es convocada por el Santo Padre o acepte su acci?n conjunta. La pregunta que nos podemos hacer es si esta modalidad puede alg?n d?a constituirse una pr?ctica m?s frecuente en la Iglesia universal y encontrar una forma can?nica permanente. Actualmente, sabemos, que esta modalidad de ejercicio de la colegialidad episcopal no fue asumida en el cuerpo legislativo de la Iglesia. Por eso, es el Papa quien aprueba un Reglamento propio para cada Conferencia General.
En las cuatro Conferencias Generales, fue muy importante la presencia y la palabra orientadora del Santo Padre. Podemos recordar que, excepto la I Conferencia , en todas las dem?s estuvo presente el Papa. Su discurso inaugural marc? profundamente la reflexi?n de los Obispos. Adem?s, en todos los discursos, incluyendo la carta que envi? el Papa P?o XII a los Obispos, reunidos en la I Conferencia General , podemos recoger algunas valiosas expresiones que reflejan la estima y el reconocimiento que los Papas han tenido de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano. Ya en la I Conferencia General podemos recoger expresiones de gratitud y reconocimiento de parte de los Obispos sobre lo que signific? la presencia de la palabra del Papa en ese encuentro:?Nos ha sido motivo de sumo consuelo y aliento la generos?sima participaci?n que el Augusto Pont?fice gloriosamente reinante ha querido tomar en nuestra Asamblea, sobre todo dirigi?ndonos las important?simas letras apost?licas Ad Ecclesiam Christi , que constituyeron para nosotros la Magna Charca en los trabajos y en las conclusiones de la Conferencia (Conclusiones, R?o de Janeiro, 4 de agosto de 1950).
Como podemos notar, todo este esfuerzo de comuni?n fraterna y de corresponsabilidad pastoral, ocurre en profunda comuni?n con el Santo Padre. Es ?l quien acoge el prop?sito de reunirse y el tema que se ha elegido, quien convoca la reuni?n y sus participantes, quien aprueba, precisa y enriquece el tema propuesto, quien ilumina la reflexi?n con los Documentos que le ha confiado a la Iglesia sobre las materias que se traten, quien abre la Asamblea y la orienta con su discurso inicial, quien env?a a colaboradores suyos y a otros obispos a fin de que participen en la Asamblea y profundicen juntos la comuni?n con la Iglesia universal, y quien recibe, acoge y da su aprobaci?n a las conclusiones del modo que estima m?s adecuado, para vigorizar la conducci?n pastoral con ?nuevo ardor, nuevos m?todos y nuevas expresiones?.
Desde esta perspectiva, podemos traer a colaci?n una bell?sima consideraci?n que hace Juan Pablo II en Pastores gregis sobre el ministerio pastoral que recibe el Obispo en la consagraci?n y aplicarlo, por extensi?n y analog?a, a la Conferencia General , como cuerpo colegial. Dice el texto: ?El ministerio pastoral recibido en la consagraci?n, que pone al Obispo ?ante? los dem?s fieles, se expresa en un ?ser para? los otros fieles, lo cual no lo separa de ?ser con? ellos. Eso vale tanto para su santificaci?n personal, que ha de buscar en el ejercicio de su ministerio, como para el estilo con que lleva a cabo el ministerio mismo en todas sus funciones. La reciprocidad que existe entre sacerdocio com?n de los fieles y sacerdocio ministerial, y que se encuentra en el mismo ministerio episcopal, muestra una especie de ?circularidad? entre las dos formas de sacerdocio: circularidad entre la vida santa de los fieles y los medios de santificaci?n que el Obispo les ofrece; circularidad, por fin, entre la responsabilidad personal del Obispo respecto al bien de la Iglesia que se le ha confiado y la corresponsabilidad de todos los fieles respecto al bien de la misma? (Pastores gregis, 10).
Es muy bella, profunda y clara la relaci?n que plantea el Papa Juan Pablo II con la imagen de la circularidad entre las dos formas de sacerdocio. En esta funci?n circular, el Obispo es un ?ser para? los fieles y, al mismo tiempo, un ?ser con? ellos. Esto recuerda la feliz expresi?n de San Agust?n ? con ustedes soy cristiano, para ustedes soy obispo ?. Estos pensamientos nos pueden ayudar a desentra?ar elementos muy valiosos para fundamentar e iluminar adecuadamente la participaci?n y corresponsabilidad de los fieles en la preparaci?n de la pr?xima reuni?n episcopal en nuestro continente.
Para una lectura creyente del acontecimiento
La fe nos capacita para acoger y entender la V Conferencia como un verdadero don del Amor de Dios a su Iglesia. La respuesta que corresponde al creyente ante tal don es recibirlo con humildad y gozoso agradecimiento, junto con una confiada s?plica al Esp?ritu Santo para que este don sea fecundo para toda la Iglesia y, en particular, para nuestro Continente. La fe se convierte as? en una clave fundamental para situarse ante la V Conferencia General y, en concreto, tambi?n ante el Documento de Participaci?n. La fe nos coloca en las coordenadas m?s hondas de la comuni?n y participaci?n, y desde all? dispone nuestro esp?ritu y nuestra mente para comprender la finalidad de este Documento y realizar los aportes al mismo.
Por eso, el Santo Padre, adem?s de convocarnos para este encuentro, de entregarnos el tema y se?alar el lugar donde celebrarlo, nos regala la ?Oraci?n para la V Conferencia General de Episcopado Latinoamericano y del Caribe?. En efecto, en la Ficha N ? 0, adem?s de las orientaciones generales para el trabajo que all? encontramos, tambi?n podemos leer la motivaci?n que se hace sobre la oraci?n para todo el proceso de preparaci?n de la V Conferencia y, desde ya, tambi?n para su celebraci?n. En esa ficha se recuerda que ?si el Se?or no edifica la casa, en vano trabaja el obrero? (cf. Sal 127, 1). Por eso, para la fecundidad espiritual de nuestro trabajo, es muy importante que lo abramos y clausuremos con un momento de oraci?n. Para ello, les proponemos invocar la asistencia y la luz del Esp?ritu Santo en todos nuestros encuentros de trabajo. Oremos tambi?n por la y Conferencia General y muy especialmente durante los d?as de su celebraci?n. Al inicio y al final les recomendamos especialmente la oraci?n que nos entreg? el Santo Padre por la VCG. Tambi?n podemos agregar otras oraciones que les sugerimos para estos encuentros.
Como dec?amos, la fe nos permite vivir la V Conferencia como un verdadero don de Dios. Durante el proceso de su preparaci?n, el DPa es un instrumento muy importante y, como tal, tambi?n debe ser acogido en la fe como un don de Dios. Ser?a un error si consider?semos este escrito como mero resultado del esfuerzo humano o como un producto m?s o menos acertado de las diversas reuniones episcopales que lo precedieron y gestaron. Precisamente el don de la fe le permite al creyente ?ver? la presencia y acci?n del Esp?ritu Santo, que nos libera de la privatizaci?n del acontecimiento y nos coloca en ese misterio de circularidad que se gesta en la comuni?n y nos abre a la trascendencia. Por eso la mirada contemplativa se distingue por la capacidad de asombro, de gratitud y de alabanza, e invita a la humildad y a la acogida. Por eso est? bien decir que hemos ?recibido? el DPa, puesto que tambi?n hemos ?recibido? el acontecimiento de la V Conferencia General.
Una verdadera actitud de acogida no se contrapone a una mirada cr?tica. Al contrario, la dispone positivamente para buscar la verdad y discernir el bien. Disponerse positivamente es tomar como punto de partida una mirada buena sobre la realidad. La bondad, que da lugar a esa ?mirada?, es propiedad de Dios. Propiedad que ?l revel? en la creaci?n y en la redenci?n. Dios Creador tuvo esa mirada: ?y vio Dios que era muy bueno?. Jesucristo la mantuvo hasta el final: ?Padre, perd?nalos...?. El disc?pulo de Jesucristo est? llamado a ?seguirle?, aprendiendo a mirar como ?l. Este modo de ver acoge, implica, integra, crea comuni?n, genera solidaridad y supera toda exclusi?n. Es importante partir con este modo de ver, porque luego cualifica y determina todo el proceso.
El Papa Juan Pablo II, con el paso del milenio, nos invit? a contemplar el rostro de Cristo. ?se es el ?punto de partida? al que siempre necesitamos volver para rectificar nuestra mirada. Es precisamente ese punto de partida que nos da la disposici?n interior y la luz necesaria para ver ?desde Dios?. El ver de Dios se distingue, como dec?amos, por el bien, lo cual no se opone a una profunda ?observaci?n cr?tica?. La profundidad cr?tica de este modo de ver se mide por la bondad. Para ilustrar esto, recordemos las primeras p?ginas del G?nesis y las dos preguntas cr?ticas que Dios dirige al hombre:? ?D?nde est?s? y ?D?nde est? tu hermano??. Estas preguntas surgen de las profundidades de la bondad de Dios. Esta sabidur?a de Dios, nos invita a nosotros, imagen y semejanza suya, a aprender de ?l su modo de ver y desde esa perspectiva aportar todas las observaciones cr?ticas al DPa, que se vieran necesarias y oportunas. Es necesario someter este escrito a la dura prueba del trabajo y de la cr?tica para purificarlo y completarlo. Pero todo depende del ?nimo espiritual que adoptamos para realizar este trabajo. Y ese ??nimo espiritual? lo da la fe, que nos permite ver con ojos de fe estos acontecimientos.
El encuentro con Jesucristo: identidad, vocaci?n y misi?n
Nos toca vivir en medio de cambios tan formidables y profundos que comprenden y afectan al ser humano en sus mismas ra?ces, a sus sentimientos e ideas, a sus valores y a su identidad, a sus leyes y costumbres; en consecuencia, a su memoria y a sus instituciones; en fin, nada de lo que es humano escapa al cambio. En toda ?poca de profundo cambio, la pregunta inquietante que emerge y se instala en el coraz?n humano tiene que ver con su identidad, su vocaci?n y su misi?n: ?qui?n soy, de d?nde vengo, hacia donde voy? ?Qu? es la verdad? ?Qui?n es el otro? Preguntas en torno a la vida...
Por eso, el primer cap?tulo del Dpa se abre con el t?tulo ?El anhelo de felicidad, de verdad, de fraternidad y de paz?, constatando que ?en lo hondo de nuestro ser, hay hambre de amor y de justicia, de libertad y de verdad, sed de contemplaci?n, de belleza y de paz, ambici?n de plenitud, ansias de hogar y fraternidad; deseos de vida y felicidad?. En seguida, se afirma que como cristianos no podemos separar esos anhelos de la luz de la fe. La revelaci?n ilumina los anhelos m?s profundos que Dios puso en nuestro coraz?n al crearnos a imagen y semejanza suya.
Luego de un breve recorrido por los principales acontecimientos de la historia de la Salvaci?n, el texto nos revela que por el misterio de la encarnaci?n, el Hijo de Dios se hizo nuestro hermano y salvador ?pues todas las promesas de Dios se han cumplido en ?l?. ?l sacia nuestra sed de amistad, siendo nuestro hermano y llam?ndonos no siervos, sino amigos. El nuevo c?digo de la felicidad son las Bienaventuranzas. El acontecimiento que revela definitivamente el infinito Amor de Dios es la cruz gloriosa de Cristo Jes?s. Su respuesta a los profundos anhelos de felicidad se encuentra en ?l. As?, el cristianismo se expandi? por la antig?edad corno una verdadera explosi?n de gozo, como una corriente de fe, sabidur?a y esperanza, proclamando la verdad sobre Dios y la dignidad del hombre y de la comunidad.
El segundo cap?tulo completa el primero. En ?l se reconoce con gratitud la llegada del Evangelio a Am?rica Latina y el Caribe. Las dos partes de este cap?tulo presentan el encuentro con Jesucristo vivo. En la primera parte se reconoce la bendici?n que recibieron nuestros pueblos por el encuentro con Jesucristo vivo. La presencia de la virgen de Guadalupe, el ejemplo de quienes plantaron la vida cristiana en nuestros pueblos latinoamericanos, los intr?pidos luchadores por la justicia y evangelizadores de la paz, son motivos de gratitud porque a trav?s de ellos se abri? camino en el continente la verdad sobre Dios y sobre el hombre. A?n cuando ?la Evangelizaci?n, como tarea humana, est? sometida a las vicisitudes hist?ricas, pero siempre busca transfigurarlas con el fuego del Esp?ritu en el camino de Cristo, centro y sentido de la historia universal, de todos y cada uno de los hombres?, recordaba el Documento de Puebla (n. 6).
En la segunda parte de este cap?tulo, se agradece el signo actual m?s notable: el crecimiento del n?mero de quienes se encuentran con Jesucristo y se comprometen con ?l, por eso reconoce en el t?tulo de esta segunda parte una Iglesia viva, fermentada por la experiencia de la gracia de Dios. A continuaci?n, los p?rrafos dan cuenta de los signos de una Iglesia viva, con una particular gratitud al Papa Juan Pablo II, como hombre de Dios, por su fecundo Magisterio, su testimonio y su presencia en nuestros pa?ses. M?s adelante se comprueba que la fe en Dios pertenece al patrimonio de nuestros pueblos; crece la vitalidad de la fe en quienes participan en las gozosas celebraciones lit?rgicas y en la vida de las parroquias, de sus comunidades de base, de los movimientos eclesiales y de otros itinerarios de iniciaci?n y formaci?n cristiana. Siguen creciendo las manifestaciones de la piedad y la religiosidad populares, el amor a la Sant?sima Virgen, la devoci?n al Santo Padre, hay referencias positivas al compromiso de incontables laicos, al abnegado ministerio y formaci?n de los di?conos permanentes, al desarrollo de la pastoral de juventud y vocacional, a los planes pastorales de la familia, de los presb?teros, de la pastoral social y la opci?n preferencial por los pobres; al esfuerzo por despertar en los pastores y en los laicos el esp?ritu de comuni?n, participaci?n y corresponsabilidad; al compromiso creciente con el autofinanciamiento de nuestras Iglesias particulares; a las iniciativas del di?logo ecum?nico e interreligioso. Esta constataci?n de las fortalezas se realiza con un profundo sentido de gratitud y reconocimiento como un don del amor de Dios que ?hemos recibido gracias al esp?ritu misionero y solidario que nace entre quienes han recibido la gracia de experimentar el encuentro con Jesucristo, vivo Evangelio del Padre, el gran amor a la Virgen Mar?a, que nos precedi? por los caminos de la fe, la esperanza y el amor y tantos otros dones de Dios?.
Estos dos primeros cap?tulos recogen, por una parte el desaf?o de las preguntas fundamentales que inquietan hoy al ser humano en medio de una ?poca de profundo cambio y, por otra parte, recrea la memoria cristiana y cat?lica, mediante la cual hemos recibido el anuncio de Jesucristo vivo, verdadera respuesta a los anhelos m?s profundos que se agitan en el coraz?n humano.
Por eso, el encuentro con Jesucristo es la clave principal para comprender de qu? se trata cuando hablamos de disc?pulos y misioneros. El encuentro con Jesucristo vivo es la clave principal para comprender la identidad, la vocaci?n y la misi?n del hombre. Ser disc?pulo y misionero es responder al llamado de Jesucristo para ir al encuentro con ?l y experimentar vivamente que, a partir de ese encuentro, adquieren respuesta los interrogantes m?s Profundos de la existencia humana. Ser disc?pulo y misionero de Jesucristo es descubrir y madurar en plenitud la identidad, vocaci?n y misi?n humanas. Ser disc?pulo y misionero de Jesucristo es la propuesta para vivir en plenitud la condici?n humana.
Esta clave de lectura nos abre el camino hacia el cap?tulo central del DPa, cuyo t?tulo es: ?Disc?pulos y misioneros de Jesucristo?, que se nos convierte en la clave central para la lectura del Documento.
Disc?pulos y misioneros de Jesucristo
Disc?pulos y misioneros de Jesucristo es la clave central para la lectura del DPa y al mismo tiempo el t?tulo del tercer cap?tulo. Hacia ?l confluyen los dem?s cap?tulos buscando una respuesta a las preguntas inquietantes sobre la existencia humana; y desde ?l parten con una experiencia nueva que inunda y da sentido a la vida del ser humano. El secreto de la clave central est? dada en la experiencia del encuentro con Jesucristo, que transforma al que lo vive en disc?pulo y misionero suyo. El fundamento del discipulado y la misi?n es el encuentro con Jesucristo.
Para una mejor comprensi?n de esta clave de lectura es necesario detenerse en cada una de las cuatro partes de este cap?tulo: a) Por el encuentro con Jesucristo vivo, disc?pulos y misioneros suyos; b) Disc?pulos de Jesucristo; c) Disc?pulos en comuni?n eclesial; y d) Disc?pulos para la misi?n.
Varios p?rrafos describen la experiencia del disc?pulo que se encuentra con Jesucristo, desde el llamado personal que te hace Jes?s y la respuesta creyente y amorosa que lleva al disc?pulo a configurarse con ?l; esa experiencia lo vincula inmediatamente a una comunidad de fieles, en la que discierne luego cu?l es su misi?n en la Iglesia y en la Sociedad. M?s adelante se se?ala la importancia de vivir con fidelidad el seguimiento del Se?or a trav?s de la vivencia sacramental, que consiste en el Bautismo, que junto con la Confirmaci?n y la Eucarist?a constituyen los sacramentos de la iniciaci?n cristiana. Una expl?cita referencia a la Eucarist?a, fuente y cumbre del encuentro del disc?pulo con Jesucristo vivo, y al sacramento de la Reconciliaci?n, mediante el cual por Cristo, los sacramentos de la iniciaci?n cristiana. Una expl?cita referencia a 1 Eucarist?a, fuente y cumbre del encuentro del disc?pulo con jesucrist vivo, y al sacramento de la Reconciliaci?n, mediante el cual por Cristo nuestro ?nico Mediador y Salvador, renueva por obra del Esp?ritu Sant la Nueva Alianza, reincotpor?ndolo a la celebraci?n de la Eucarist?a envi?ndolo nuevamente a ser sal de la tierra y luz del mundo.
En comuni?n eciesial
La comuni?n eclesial es una dimensi?n esencial de la identidad y misi?n del disc?pulo. Esta comuni?n nace del llamado y el amor predilecto de Jesucristo por sus disc?pulos y crea entre ellos la comuni?n fraterna. Esta comuni?n se concreta y visibiliza en la Iglesia, que sigue la voluntad del Maestro, bajo la gu?a y en esp?ritu de comuni?n y obediencia hacia Pedro y los sucesores de los ap?stoles.
El disc?pulo de Jesucristo es un disc?pulo en comunidad. La dimensi?n eciesial es esencial para comprender de qu? discipulado se trata. Por eso, disc?pulos de Jesucristo en la Iglesia cat?lica. La ?poca de cambio que nos toca vivir, con sus desconciertos, vacilaciones y ambig?edades nos exige precisar con especial cuidado la identidad cat?lica del disc?pulo. Ante la proliferaci?n de ofertas religiosas en el mercado de las religiones, cobra una relevancia particular la identidad cat?lica del disc?pulo y su inserci?n viva en la comunidad. Desde luego, tambi?n para el di?logo ecum?nico e interreligioso es fundamental la claridad de identidades en aquellos que se disponen a compartir entre s? sus riquezas y diversidades. El disc?pulo madura su vocaci?n cristiana en la comunidad, con un compromiso activo en ella, descubriendo la riqueza y la gracia que encierra ser miembro de la Iglesia Cat?lica. La inserci?n real en la comunidad y "no poder vivir sin el domingo" es algo que debe distinguir tambi?n en nuestro tiempo a los fieles cristianos.
Al inicio del Tercer Milenio
El cap?tulo cuarto es un esfuerzo por "abrir los ojos a la realidad del mundo y de la Iglesia" desde la perspectiva de fe. Es una lectura creyente de la realidad que se abre a la voz de Dios "que nos habla a trav?s de los acontecimientos y de las situaciones por las cuales atravesamos en nuestro peregrinar". La finalidad a la que tiende esta visi?n cr?tica de la realidad, es abordar los desaf?os nuevos Y urgentes que vive la Iglesia en Am?rica Latina y el Caribe en la hora actual, para buscar y acordar juntos l?neas pastorales que orienten y animen la identidad cat?lica de nuestros pueblos, y den un nuevo y fuerte impulso evangelizador a todo el continente.
Este cap?tulo est? subdividido en cuatro partes: a) vivimos en medio de los dolores de parto de una nueva ?poca; b) la globalizaci?n, un desaf?o para la Iglesia; c) las esperanzas y las tristezas de nuestros pueblos nos interpelan; y d) los cat?licos y la Iglesia, tambi?n ante otros desaf?os.
Este cap?tulo es un esfuerzo por remar mar adentro de la realidad con toda la complejidad que ello implica. Aqu? es importante que se?alemos cu?l es el esp?ritu que nos anima al adentrarnos en este campo. Ante todo, es preciso decir que esta mirada parte desde la fe, es decir, es una mirada creyente sobre la realidad. Esta perspectiva no desestima los instrumentos de an?lisis cient?fico, muy ?tiles para objetivar los complejos fen?menos de la realidad, sino que los convierte en servicios en la medida que ayudan a comprender esos fen?menos desde la fundamental perspectiva de la fe. Esta perspectiva ofrece una iluminaci?n que va m?s all? de? mero an?lisis racional de la realidad, que por cierto no lo desconoce, al contrario, lo valora, asume y trasciende. As?, la raz?n se ve iluminada con la luz de la fe.
Por ello, el creyente que realiza el ejercicio de ?ver? la realidad, no puede dejar de verla como creyente. Su experiencia del encuentro con Jesucristo vivo, su pertenencia viva y activa en la Iglesia, conforman su identidad cat?lica, de tal manera que su ver, juzgar y obrar en ning?n momento del proceso pueden prescindir de la luz de la fe. La primera nota que distingue el modo de ver creyente es la acogida. El creyente recibe el mundo, la realidad, como un don, por eso su ?ver? es un ver desde su identidad de imagen y semejanza de Dios. El disc?pulo aprende a ver la realidad en el encuentro con Jesucristo, se esfuerza por mirar el mundo como ?l lo mira, de amarlo como ?l lo ama. El m?s alto grado de visi?n cr?tica de la realidad se adquiere junto al Crucificado. La Mesa de la Palabra y la Mesa de la Eucarist?a son para el creyente la escuela donde se aprende a ver la realidad acogi?ndola como un don, a discernirla y luego comprometerse a transformarla para que responda al querer amoroso del Creador.
Desde esta perspectiva podemos volver a leer los subt?tulos de este cap?tulo y notar que en sus enunciados se transparenta ese mirar creyente del disc?pulo. Por ejemplo, comprenderse que vivimos en medio de dolores de parto, es acoger con esperanza el advenimiento de los tiempos nuevos que se manifiestan en tantos fen?menos positivos y, al mismo tiempo, reconocer los dolores como se?ales que amenazan con ahogar ese advenimiento de vida nueva. Los p?rrafos que tratan sobre esto son ilustrativos sobre todo por la descripci?n de los principales fen?menos que caracterizan nuestra ?poca y, entre otros, justifican la realizaci?n de la V Conferencia General.
Un apartado propio se dedica la globalizaci?n, como un fen?meno real y complejo, valorado primero en sus aspectos positivos. Sin embargo, ?como toda criatura gestada por el hombre, la globalizaci?n ser? aquello que nosotros hagamos de ella?. Entonces la mirada cr?tica sobre este fen?meno parte de ?nuestra cosmovisi?n cristiana que nos aproxima al fen?meno de la globalizaci?n desde los criterios fundamentales de la dignidad humana?, y ?sta se mide por el Amor de Dios, cuya medida es el Amor sin medida manifestado por Cristo Jes?s.
?Las esperanzas y tristezas de nuestros pueblos nos interpelan? es otro subt?tulo donde encontramos una mirada que reconoce grandes esperanzas en nuestros pueblos, por una parte, y dolorosas tristezas por otra, que contin?an agobiando a grandes sectores de pobres en nuestros pueblos, que ?retardan e imposibilitan hasta ahora los procesos de integraci?n en Latinoam?rica y el Caribe? (n. 139).
Por ?ltimo, en el apartado sobre ?Los cat?licos y la Iglesia, tambi?n ante otros desaf?os?, ?constatamos nuestras propias debilidades?. Por ejemplo, se se?alan amenazas erosivas al substrato cat?lico de nuestra cultura, ?lo que debilita la presencia evangelizadora de la Iglesia y carcome algo medular del patrimonio espiritual y moral de Am?rica Latina y el Caribe?.
En este apartado se da espacio a un fen?meno relativamente nuevo entre nosotros que se manifiesta en ?una mentalidad que en la pr?ctica prescinde de Dios en la vida concreta y a?n en el pensamiento, dando paso a un indiferentismo religioso, un agnosticismo intelectual y a una autonom?a total ante el Creador?. En esa l?nea se constata ?que emerge con renovada fuerza un laicismo militante, que niega a los creyentes posibilidad de manifestarse p?blicamente?. La presencia de la Iglesia en el continente ha realizado ?desde sus inicios un amplio camino evangelizador?, que ha fortalecido la comuni?n eclesial, ha promovido un di?logo m?s abierto con el mundo y ha motivado la creciente participaci?n de los laicos en la construcci?n de la Iglesia y, al parecer en menor grado, en la configuraci?n del mundo mediante su compromiso sociopol?tico?. En los p?rrafos siguientes se mencionan otros desaf?os que interpelan la responsabilidad, el testimonio y la coherencia cristiana de los disc?pulos del Se?or tambi?n da cuenta de la fuerte disminuci?n del n?mero de cat?licos en los ?ltimos diez a?os, entre otros temas, que reclaman un mayor ardor evangelizador y nuevas iniciativas pastorales de parte de los cat?licos.
Para que nuestros pueblos en ?l tengan vida
?ste es el t?tulo del ?ltimo cap?tulo del DPa y completa la segunda parte del tema de la V? Conferencia: ?Disc?pulos de Jesucristo, para que nuestros pueblos en ?l tengan vida?. Recordemos que pertenece al Papa Benedicto XVI la inclusi?n ?en ?l?, con lo cual enriqueci? la redacci?n del tema que se le hab?a propuesto. Esa inclusi?n, m?s la cita de b?blica ?Yo soy el Camino, la verdad y la vida? (fn 14,6), tambi?n a?adida por el Santo Padre, confiere una consistencia interna muy fuerte a la identidad y la misi?n del disc?pulo y misionero. As? como la identidad del discipulado se define en el encuentro con Jesucristo y la inserci?n viva en la Iglesia, tambi?n la identidad de su acci?n evangelizadora y de su compromiso con la transformaci?n de las realidades temporales seg?n los valores del Evangelio se define en tanto en cuanto se realizan ?en ?l', con ?l y por ?l. El compromiso del disc?pulo para transformar el mundo construyendo el Reino para la vida de nuestros pueblos tiene su fuente, su centro y su culminaci?n en ?l.
Aqu? viene bien detenerse brevemente en la persona de Jesucristo y en el Reino que fue el centro de su predicaci?n. Podemos observar que el tema de la V Conferencia y su desarrollo en el DPa, privilegia ampliamente la persona viva de Jesucristo, la experiencia original y ?nica del encuentro con ?l, constitutiva de la identidad y misi?n del disc?pulo, pero casi no aparece el Reino que ?l vino a anunciar y a instaurar. Estamos ante una laguna importante en el Documento, que tenemos que subsanar con la tarea de los aportes.
Sin embargo, me permito se?alar que la construcci?n del Reino de Dios, que consiste en la enorme tarea que se propone en el tema: ?para que nuestros pueblos en ?l tengan vida?, es el ?Reino de justicia, paz y gozo en el Esp?ritu Santo? (Rm 14,17), es el Reino de Dios que est? cerca (cf. Lc 10, 9) y el que fuimos enviados a proclamar y construir como disc?pulos y misioneros de Jesucristo (cf. Lc 9, 2). Este Reino tiene su ra?z, fuente y cumbre en el encuentro con Jesucristo y es el fundamento del discipulado y la misi?n. El Reino sin Jesucristo se vuelve ideolog?a. Jesucristo sin el Reino se convierte en espiritualismo superficial y est?ril. Desde esta perspectiva, cobra una importancia determinante la inclusi?n ?en ?l? que el Santo Padre coloc? en la segunda parte del tema: ?para que nuestros pueblos en ?l tengan vida?.
Puesto que la predicaci?n y construcci?n del Reino es una consecuencia necesaria del encuentro con Jesucristo vivo, ese encuentro con ?l, vivido en la comuni?n y misi?n de la Iglesia, en la cual estamos llamados a ser disc?pulos y misioneros, nos previene tanto de la ideologizaci?n como de una falsa espiritualidad.
Hacia la misi?n continental
La misi?n continental forma parte del conjunto principal de claves de lectura del DPa. 12 primera propuesta de redacci?n del tema (febrero de 2004): ?Disc?pulos de Jesucristo en la Iglesia Cat?lica para la Nueva Evangelizaci?n de Am?rica Latina y el Caribe al inicio del Tercer Milenio?, reflejaba la intenci?n de dar un nuevo impulso a la evangelizaci?n en el continente. Este deseo inicial fue tomando fuerza en la medida que se avanzaba sobre la reflexi?n en torno al tema, los n?cleos tem?ticos y los desaf?os. Pronto se empez? a hablar sobre una ?gran misi?n continental? que ser?a convocada en la V Conferencia General.
El texto del tema, tal cual nos lo entreg? el Santo Padre, recoge expl?citamente la dimensi?n misionera que quiere distinguir la V Conferencia General: ?disc?pulos y misioneros?. La nota evangelizadora del ?disc?pulo de Jesucristo?, como aparec?a en la primera redacci?n del tema, qued? m?s expl?cita y casi redundante en la expresi?n ?disc?pulos y misioneros?. Es cierto, como se?alaban algunos, que ser disc?pulo incluye por naturaleza la dimensi?n misionera. Sin embargo, el lenguaje nos permite rescatar y destacar significados que complementan y refuerzan los conceptos. Por eso, es oportuna la expresi?n ?disc?pulos y misioneros? para no dejar lugar a dudas de que la necesidad del tiempo presente nos exige desentra?ar y poner en acci?n todo el vigor y ardor evangelizador que encierra para el disc?pulo el encuentro con Jesucristo vivo.
La idea de dar un fuerte impulso a la evangelizaci?n del continente no es una originalidad exclusiva de esta Conferencia General. Las Conferencias de R?o de Janeiro, Medell?n, Puebla y Santo Domingo, tambi?n fueron preparadas y celebradas como grandes acontecimientos orientados hacia la evangelizaci?n, buscando cada una responder a los desaf?os propios de su tiempo. Sus conclusiones y orientaciones pastorales reflejan el esp?ritu evangelizador que las distingu?a a todas. Sin embargo, en ninguna de ellas se plante? la evangelizaci?n del continente en t?rminos de una ?gran misi?n continental?.Y en esto consiste la novedad de la actual propuesta sobre una Gran Misi?n en Am?rica Latina y el Caribe,?que los Obispos deseamos convocar en la V Conferencia General, a fin de que nuestra Iglesia tenga realmente ardor misionero?, como podemos leer en la Presentaci?n y en la Introducci?n del DPa.
Los tres ?ltimos n?meros del Documento est?n dedicados expl?citamente a la misi?n continental y, como a?adido final, se propone en el Anexo N? 2, a modo de inspiraci?n, un itinerario misionero, con la intenci?n de ?recibir aportaciones que se refieran a la metodolog?a misionera, ya sea confirmando la experiencia expuesta, agregando nuevos elementos, o proporcionando las experiencias de otros caminos misioneros?. Como se puede apreciar, no hay una definici?n preestablecida sobre qu? estilo de misi?n se llevar? a cabo luego de la V Conferencia. Lo que s? tiene un fuerte arraigo intencional, es darle un nuevo y fuerte impulso evangelizador al continente.
CONCLUSI?N
Para quienes estamos estudiando el DPa y trabajando sobre los aportes es indispensable que tengamos presente estas claves de lectura por dos razones. Una raz?n es m?s operativo y tiene que ver con la ayuda que ?sas nos dan para una adecuada comprensi?n del texto, para la reflexi?n sobre el mismo y para la consiguiente elaboraci?n de las aportaciones. Pero el objetivo del Documento no se agota en este ejercicio intelectual. Por eso, la otra raz?n mira al proceso de conversi?n espiritual de quienes tenemos la gracia de participar en la preparaci?n de la V Conferencia. Esta disposici?n interior, mientras realizamos la tarea con el DPa, nos invita a dejarnos evangelizar, a ser los primeros en sentir la necesidad de que el Se?or Jesucristo nos convierta en disc?pulos suyos y renueve en nosotros el ardor de anunciarlo vivo a nuestros hermanos.
Como hemos visto, no hay duda de que la clave principal para la lectura del DPa est? en el tema de la V Conferencia. Y al interior del tema, destac?bamos la expresi?n ?disc?pulos y misioneros? como los dos elementos esenciales que configuran la identidad de aquel que fue elegido y llamado por Jesucristo e incorporado a la comunidad eclesial para una misi?n. Su misi?n, record?bamos, deber? ser un servicio a la construcci?n del Reino de Dios ?para que nuestros pueblos en ?l tengan vida?. Las otras claves de lectura son como los rayos de una circunferencia que convergen hacia esta clave principal, y en ella se alimentan y dan sentido a los dem?s temas del Documento.
Probablemente el aspecto m?s novedoso de esta clave principal se encuentra en la expresi?n 'disc?pulo'. Con ella se quiere identificar a todo creyente en Jesucristo, y no exclusivamente a los que fueron ?sus disc?pulos?, como com?nmente suele entenderse. En realidad, el empleo de ese t?rmino, referido a todos los fieles, ya estaba en uso durante el Concilio Vaticano II7 y luego el Papa Juan Pablo 11 lo ha utilizado con frecuencia desde el inicio del su pontificado'.
Hay un hermoso texto de la homil?a de Juan Pablo II, pronunciada en la Bas?lica de Nuestra Se?ora de Guadalupe de Ciudad de M?xico, el 27 de enero de 1979, durante la solemne concelebraci?n con los participantes en la Conferencia, donde afirma expl?citamente la identidad del cristiano en su condici?n de disc?pulo: ??Salve, Madre de Dios! Tu Hijo Jesucristo es nuestro Redentor y Se?or. Es nuestro Maestro. Todos nosotros aqu? reunidos somos sus disc?pulos. Somos los sucesores de los ap?stoles, de aquellos a quienes el Se?or dijo: ?Vayan, pues; ense?en a todas las gentes, bautiz?ndolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Esp?ritu Santo, ense??ndoles a observar todo cuanto yo les he mandado. Yo estar? con ustedes hasta la consumaci?n del mundo? (Mt 28,19-20)?. Notemos el modo inclusivo de utilizar la expresi?n ?disc?pulo?: ?Todos nosotros aqu? reunidos somos sus disc?pulos?. Con todo, el discipulado, no ha tomado carta de ciudadan?a ni en Puebla, ni en Santo Domingo. En su lugar se prefer?a utilizar los t?rminos testimonio y testigo.
S.S. Benedicto XVI utiliz? recientemente las dos expresiones juntas, disc?pulos y testigos, con motivo de la jomada Mundial de la juventud. Dijo que esa jornada ?fue un acontecimiento providencial de gracia para toda la Iglesia. Hablando con los obispos de Alemania, poco antes de emprender el regreso a Italia, dije que los j?venes han dirigido a sus pastores, y en cierto modo a todos los creyentes, un mensaje que es al mismo tiempo una petici?n: ?Ayudadnos a ser disc?pulos y testigos de Cristo. Como los Magos, hemos venido a encontrarlo y adorarlo?? (Angelus, 28 de agosto de 2005).
Creo que vale la pena destacar las dos referencias pontificias al discipulado como invitaci?n inclusivo a ser disc?pulos: ?Salve, Madre de Dios! Tu Hijo Jesucristo es nuestro Redentor y Se?or. Es nuestro Maestro. Todos nosotros aqu? reunidos somos sus disc?pulos?.Ayudadnos a ser disc?pulos y testigos de Cristo?.
La V Conferencia General es un ejercicio de colegialidad episcopal y un acto de magisterio, realizado cum Petro et sub Petro. En esta perspectiva, podr?amos decir que para un aut?ntico ejercicio de esta colegialidad y magisterio es necesario aprender a ser disc?pulo. Todos estamos llamados a serlo, pero este llamado nos incumbe de un modo especial a los Obispos, que estamos implicados directamente en la preparaci?n y realizaci?n de esta Conferencia General. La colegialidad es un verdadero ejercicio de comuni?n, con el que nos disponemos a escuchar juntos lo que ?el Esp?ritu dice a las Iglesias?. La apertura, escucha y fidelidad en este ejercicio har? m?s aut?ntico y fecundo nuestro magisterio.
Por eso, en esta etapa de preparaci?n de la V Conferencia todos los creyentes nos sentimos implicados en estudiar el Documento de Participaci?n y realizar nuestros aportes para enriquecer la reflexi?n sobre los diversos temas que all? se abordan. Por el esp?ritu que nos anima en esta tarea hacemos nuestra la s?plica del Santo Padre: ?ay?dennos a ser disc?pulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en ?l tengan vida?.
Mons. Andr?s Stanovnik OFMCap., obispo de Reconquista
Mons. Andr?s Stanovnik OFMCap., obispo de Reconqui (2007-03-30)