Domingo, 01 de abril de 2007
Los tormentos físicos
de Jesucristo durante las
tres horas de su agonía




Que los tormentos de Jesús en la Cruz hubieron de ser muy superiores a los de la generalidad de los ajusticiados, bien claramente nos lo dice el hecho de haber sobrevivido sólo tres horas a la crucifixión.

Téngase presente que la agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos fue tan vehemente que le hizo sudar sangre por todos los poros de su cuerpo; que según el unánime sentir de los Santos Padres no comió ni bebió cosa alguna desde la Ultima Cena hasta el Calvario; que no descansó en toda la noche; y sobre no dormir estuvo recibiendo salivazos, bofetones en el Palacio de Caifás hasta la madrugadas: júntese a todo esto la especialísima crueldad con que fue azotado4; el tormento que ocasionó a su cabeza la corona de espinas; los golpes recibidos en el atrio del Pretorio de parte de los legionarios que formaban la cohorte que guarnecía la Torre Antonia6.

Para completar esta enumeración, añádase la fatiga con que ha subido hasta el Calvario cargando con su Cruz; el nuevo destrozo que ha causado en su cuerpo el violento despojo de la túnica inconsútil, muy adherida a las llagas de la flagelación; la corona de espinas que probablemente más de una o de dos veces volvieron a colocarla los soldados sobre su cabeza; el no haber querido beber la porción embriagadora que embotaba considerablemente los sentidos de los ajusticiados'.

Quien todo esto tenga presente comprenderá que los dolores de Jesús en la Cruz hubieron de exceder en mucho a los que sufrían la generalidad de los crucificados y a los que padecían los mismos ladrones ajusticiados a sus lados.

Así que la agonía de Jesús comienza desde los primeros momentos de su erección sobre la Cruz. La sangre que derrama copiosamente por sus heridas de las manos y los pies va dejando exhaustas sus venas, aumentando con ello la sed abrasadora que ha debido de torturarle desde el Huerto de los Olivos.

Cada momento que pasa agudiza los tormentos y aumenta la postración del Divino Redentor.

Notas

1 "El crucificado solía vivir sobre el infamante patíbulo en este espantoso martirio ordinariamente unos tres días, siempre que se tratase de naturalezas robustas y que hubiesen padecido poco antes de la crucifixión".
La crucifixión no era directamente pena capital, ya que la muerte debía ser provocada por el fuego, las fieras o el alanceamiento.
Ejemplos: San Andrés, quien por espacio de tres días seguía exhortando al pueblo desde la Cruz; de los mártires de Egipto, de quienes refiere Eusebio que llegaron a morir de hambre y San Victoriano, que crucificado con la cabeza hacia abajo, conservó la vida por espacio de tres días.

2 Cf Lc 22,44.

3 Cf. Mt 26,67-68; Mc 14,65; Lc 22,63-65.

a Cf. Mt 27,26; Mc 15,15; Jn 19,1.

Cf. Mt 27,27-29; Mc 15,16-18; Jn 19,2-3a.

6 Cf. Mt 27,30; Mc 15,19; Jn 19,3b.

Cf. Mt 27,35; Mc 15,23; Jn 19,23.

8 Cf. Mt 27,34; Mc 15,23.




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