Discurso que dirigi? Benedicto XVI a los enfermos, m?dicos y personal del hospital San Mateo de Pav?a, durante la visita pastoral que hizo a esa ciudad el 22 de abril de 2007. Queridos hermanos y hermanas:
En el programa de mi visita pastoral a Pav?a no pod?a faltar una etapa en el hospital policl?nico "San Mateo" para encontrarme con vosotros, queridos enfermos, que proven?s no s?lo de la provincia de Pav?a sino tambi?n de toda Italia. A cada uno le expreso mi cercan?a personal y mi solidaridad, a la vez que abrazo espiritualmente tambi?n a los enfermos, a los que sufren y a las personas con dificultades que se encuentran en vuestra di?cesis y a todos los que los asisten con amorosa solicitud. Quisiera dirigir a todos unas palabras de aliento y de esperanza.
Saludo cordialmente al presidente del hospital policl?nico, se?or Alberto Guglielmo, y le agradezco las amables palabras que acaba de dirigirme. Mi gratitud se extiende a los m?dicos, a los enfermeros y a todo el personal que trabaja diariamente aqu?. Saludo y expreso mi agradecimiento a los padres camilos, que con gran celo pastoral llevan cada d?a a los enfermos el consuelo de la fe, as? como a las Religiosas de la Providencia, comprometidas en un generoso servicio seg?n el carisma de su fundador, san Luis Scrosoppi. Doy las gracias de coraz?n a la representante de los enfermos, y tambi?n saludo con afecto a los familiares de los enfermos, que con sus seres queridos comparten momentos de preocupaci?n y de espera confiada.
El hospital es un lugar que, en cierto modo, podr?amos llamar "sagrado", donde se experimenta la fragilidad de la naturaleza humana, pero tambi?n las enormes potencialidades y recursos del ingenio del hombre y de la t?cnica al servicio de la vida. ?La vida del hombre! Este gran don, por m?s que se lo explore, sigue siendo siempre un misterio.
S? que vuestro hospital, el policl?nico "San Mateo", es muy conocido en esta ciudad y en Italia entera, sobre todo por algunas operaciones de vanguardia. Aqu? os esforz?is por aliviar el sufrimiento de las personas, con el fin de que puedan recuperar plenamente la salud, y muy a menudo esto sucede, tambi?n gracias a los modernos descubrimientos cient?ficos. Aqu? se obtienen resultados verdaderamente confortantes. Deseo vivamente que el necesario progreso cient?fico y tecnol?gico vaya acompa?ado siempre de la conciencia de promover tambi?n, junto con el bien del enfermo, los valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida en todas sus fases, de los que depende la calidad aut?nticamente humana de una convivencia.
Encontr?ndome entre vosotros, pienso de modo espont?neo en Jes?s, que durante su existencia terrena siempre mostr? una particular atenci?n a los que sufr?an, cur?ndolos y d?ndoles la posibilidad de volver a la vida de relaci?n familiar y social, que la enfermedad hab?a impedido. Pienso tambi?n en la primera comunidad cristiana, donde, como leemos durante estos d?as en los Hechos de los Ap?stoles, muchas curaciones y prodigios acompa?aban la predicaci?n de los Ap?stoles. La Iglesia, siguiendo el ejemplo de su Se?or, manifiesta siempre una predilecci?n especial por quienes sufren, y, como ha dicho el se?or presidente, ve en el que sufre a Cristo mismo, y no cesa de prestar a los enfermos la ayuda necesaria, la ayuda t?cnica y el amor humano, consciente de que est? llamada a manifestar el amor y la solicitud de Cristo a ellos y a quienes los atienden. El progreso t?cnico, tecnol?gico, y el amor humano deben ir siempre juntos.
En este lugar, adem?s, resultan particularmente actuales las palabras de Jes?s: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos m?os m?s peque?os, a m? me lo hicisteis" (Mt 25, 40. 45). En toda persona afectada por la enfermedad, es ?l mismo quien espera nuestro amor. Ciertamente, el sufrimiento repugna a la sensibilidad humana; pero es verdad que, cuando se lo acoge con amor, con compasi?n, y est? iluminado por la fe, se convierte en una valiosa ocasi?n que une de manera misteriosa a Cristo Redentor, Var?n de dolores, que en la cruz carg? sobre s? el dolor y la muerte del hombre. Con el sacrificio de su vida, redimi? el sufrimiento humano y lo transform? en el medio fundamental de la salvaci?n.
Queridos enfermos, encomendad al Se?or las molestias y los dolores que deb?is afrontar, y en su plan se transformar?n en medios de purificaci?n y de redenci?n para todo el mundo. Queridos amigos, os aseguro a cada uno mi recuerdo en la oraci?n y, a la vez que invoco a Mar?a sant?sima, Salus infirmorum, Salud de los enfermos, para que os proteja a vosotros y a vuestras familias, a los dirigentes, a los m?dicos y a toda la comunidad del hospital policl?nico, con afecto os imparto a todos una especial bendici?n apost?lica.
[Taducci?n distribuida por la Santa Sede
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