V CONFERENCIA DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO
Intervenci?n del Vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Chile en la
V Conferencia General del Episcopado de Am?rica Latina y el Caribe
Aparecida, 15 de mayo de 2007
1) Hablo en nombre de los 32 Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile, que servimos en 27 circunscripciones eclesi?sticas, 26 territoriales m?s el Obispado Castrense.
2) Hemos llegado a Aparecida con la inmensa certeza de haber sido convocados por el Se?or a vivir un nuevo Pentecost?s. Reunidos, como estamos, en nombre de Jes?s nos confirman en esta convicci?n la cercan?a y acompa?amiento de Nuestra Se?ora de Aparecida, en ?sta su casa; la comuni?n afectuosa con el Sucesor de Pedro y saber que contamos con la oraci?n y el afecto de nuestras Iglesias.
3) Tenemos conciencia de vivir tiempos de grandes y hermosos desaf?os. Pero tambi?n de sombras. Nuestros pueblos -el chileno incluido- no est?n contentos. Hay muchos signos de desesperanza e incluso de ira. El modelo socio-econ?mico neo-liberal favorece a las minor?as ricas en desmedro de las mayor?as empobrecidas. Y si bien en algunos pa?ses el porcentaje de quienes viven bajo la l?nea de pobreza ha disminuido -Chile, por ejemplo- sin embargo la brecha de creciente inequidad se acent?a peligrosamente, particularmente en el tema fundamental de la educaci?n, y especialmente en las barriadas de las grandes ciudades, en el campo y entre las poblaciones originarias. Por otra parte, el sistema democr?tico recuperado -no sin sufrimiento- en casi todos nuestros pa?ses, no ha cumplido las expectativas que en ?l hab?amos puesto. En efecto, la llegada de la democracia no ha favorecido, como se esperaba, la participaci?n, y nuestros conciudadanos se sienten marginados de las grandes decisiones que afectan su vida y el futuro de sus hijos. Mientras tanto contemplan a una clase pol?tica desprestigiada -seg?n lo se?alan reiteradamente las encuestas- enredada muchas veces en temas menores y con gran apetito de poder. Esto ha favorecido el surgimiento, en algunos pa?ses, de gobiernos que los polit?logos califican de ?populistas?.
4) La situaci?n de la Iglesia es paradojal. Si bien todav?a congrega a la mayor?a del pueblo Latinoamericano y del Caribe, porque ha sido su Madre y defensora, sin embargo ha ido disminuyendo paulatinamente el porcentaje de sus miembros, que han buscado acogida en otras confesiones religiosas y no pocas veces en sectas. Aunque nuestros templos est?n llenos -sobre todo para las grandes fiestas- y a nuestros Santuarios, particularmente a los Marianos, acuden miles y miles de fieles -generalmente los m?s pobres- no debemos enga?arnos. Vivimos arremetidas culturales que pretenden desterrar el sustrato religioso y cristiano de nuestra cultura. La sociedad sin Dios, ego?sta y deshumanizante que ha llegado hasta nosotros, ha calado profundamente en nuestras sociedades, tanto en el ?mbito del pensamiento, de las leyes, como en la vida diaria, y ha da?ado muy profundamente a la familia. En este contexto, no es de sorprender que la ense?anza de la Iglesia no sea escuchada tanto en la vida p?blica como privada.
Sin embargo creemos que no basta con estas explicaciones. Nos parece, en efecto, indispensable hacer un valiente examen de conciencia respecto de nuestra fidelidad al Evangelio y a los acuerdos y orientaciones de las anteriores Conferencias Generales del Episcopado de Am?rica Latina y El Caribe. Tambi?n llevar a cabo una seria evaluaci?n de nuestra actitud como Iglesia frente a las necesidades y clamores de los pobres, de los que no comparten nuestra fe y de quienes no encuentran sentido a su vida. Debemos escuchar lealmente a nuestros detractores para discernir cu?nto de verdad hay en su cr?tica. Y revisar, a la luz del Evangelio, nuestro estilo de vida y de acci?n, como tambi?n el contenido y la pedagog?a de nuestra pastoral.
5) Pero nuestra Iglesia Latinoamericana y del Caribe ha sido y sigue siendo bendecida por Dios y por su Santa Madre. Una prueba manifiesta de ello, entre muchas otras, son estas Conferencias Generales del Episcopado, cada una de las cuales ha sido, en su momento, un potente y providencial soplo del Esp?ritu.
6) La de R?o de Janeiro nos llam? a asumir el tema del crecimiento de otras religiones y las enormes carencias de los pobres, especialmente de los campesinos. Nos lanz?, tambi?n, en la gran tarea de la Pastoral Vocacional e invit? a abrir nuestras puertas a sacerdotes, consagrados y consagradas que, como misioneros, generosamente vinieron de distintos lugares de Europa. Pero quiz?s el fruto m?s significativo de ella fue el nacimiento del CELAM, con un n?tido esp?ritu de integraci?n en lo social, lo eclesial, y de fraternidad y comuni?n episcopal.
7) La de Medell?n nos sorprende en la puesta en pr?ctica del Concilio Vaticano II, especialmente la Reforma Lit?rgica, la restauraci?n del Diaconado Permanente, los inicios de las Comunidades Eclesiales, la renovaci?n de la Catequesis y la acogida de la ?Gaudium et Spes?. En Chile se viven momentos particularmente intensos en lo social, llevando adelante la promoci?n popular e impulsando el compromiso socio-pol?tico de los laicos. Son tiempos, tambi?n, en que empieza a reinar la ideolog?a y la confrontaci?n social, que lamentablemente condujeron al quiebre de la vida democr?tica en nuestra Patria y tambi?n en otros pa?ses del Continente, y a profundas divisiones en el clero y en la Iglesia en general.
8) La de Puebla, en nuestro pa?s y en varios otros, se gesta en pleno gobierno militar y significa un refuerzo para asumir como un elemento claramente evangelizador la promoci?n y defensa de los derechos humanos. Nos impactaron los ?rostros sufrientes? descritos en el Documento emanado de dicha Conferencia y reforzaron en muchas de nuestras Iglesias una pastoral social y de solidaridad que buscaba encarnar al Buen Samaritano, superando algunos conflictos ideol?gicos precedentes. Aportes invaluables para la acci?n pastoral fueron la Opci?n Preferencial por los Pobres, la Opci?n Preferencial por los j?venes, as? como la mayor preocupaci?n por los ?Constructores de la Sociedad?, que incluye tambi?n a quienes la construyen desde la base social.
9) La de Santo Domingo no tuvo, en Chile al menos, el impacto de las anteriores, quiz?s porque no hubo preparaci?n suficiente en las bases de la Iglesia. Por otra parte, nuestras ?Orientaciones Pastorales? ya nos hab?an animado a la ?Nueva Evangelizaci?n? pedida por Juan Pablo II como preparaci?n del 5? Centenario de la Evangelizaci?n del Continente. Nos ayud?, sin embargo, a profundizar en las opciones en que est?bamos comprometidos, nos confirm? en las opciones pastorales por los pobres y los j?venes, y nos hizo m?s sensibles respecto de la Pastoral Familiar en un Continente que estaba experimentado profundos cambios culturales.
10) La Iglesia en Chile agradece profundamente al Se?or los dones con que la ha bendecido. Particularmente en estos ?ltimos tiempos, la Visita Pastoral del Papa Juan Pablo II, de la cual acabamos de celebrar los 20 a?os; el fortalecimiento de la participaci?n laical; el desarrollo del diaconado permanente; el desarrollo creciente de la animaci?n b?blica de la pastoral; la mejor evangelizaci?n y catequesis de la devoci?n mariana y de la piedad popular; los progresos en la Pastoral Familiar; el testimonio de fe de los j?venes; la educaci?n cat?lica, que abarca alrededor del 15% de la cobertura educacional del pa?s; la preocupaci?n por la Pastoral Social; el desarrollo de la Pastoral Vocacional; los avances en el Di?logo Ecum?nico e Interreligioso; el florecimiento de nuevos Movimientos y Comunidades; el esfuerzo por llevar adelante una Pastoral Org?nica. Junto a todos estos signos de crecimiento de nuestra Iglesia, pensamos que los m?s grandes dones con que el Se?or nos ha bendecido son nuestros santos: Santa Teresa de Jes?s de los Andes, joven carmelita fallecida a los 20 a?os, con s?lo diez meses en el monasterio; San Alberto Hurtado, sacerdote jesuita, padre de los pobres, amigo de los j?venes, defensor de los trabajadores, formador de laicos y promotor de vocaciones consagradas, y la Beata Laurita Vicu?a, alumna salesiana fallecida a los 12 a?os, ofreciendo al Se?or su vida por la conversi?n de su madre. Ellos son para nosotros modelo, est?mulo e intercesores cercanos.
11) Son muchos los signos de esperanza que han precedido la celebraci?n de esta 5?. Conferencia de Aparecida. La esperanza es el gran don de Cristo resucitado a los disc?pulos de Ema?s, la virtud que les permitir? caminar en la fe. Eso esperamos de este cen?culo: animarnos mutuamente en la esperanza que nos regala el Se?or Resucitado; vivir un ?nuevo Pentecost?s? que nos colme de fe y confianza evang?lica para vida de nuestros pueblos. Queremos volver a escuchar con amor las palabras de Jes?s: ?No teman, yo he vencido al mundo? (Juan 16, 33). Queremos buscar, en comuni?n de hermanos y hermanas, las l?neas y la pedagog?a pastoral necesaria para enfrentar los fascinantes desaf?os de los tiempos que vivimos -que tambi?n son ?tiempos de Dios?- para llevar a la pr?ctica lo que el Se?or nos ha planteado por medio del Santo Padre: ser ?Disc?pulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en ?l tengan Vida. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida?.
? Gonzalo Duarte Garc?a de Cort?zar ss.cc.
Obispo de Valpara?so
Vice-Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile