Lunes, 21 de mayo de 2007
S?NTESIS
DE LOS APORTES RECIBIDOS
PARA LA V CONFERENCIA GENERAL
DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO





III
EL ESP?RITU NOS IMPULSAA SER DISC?PULOS MISIONEROS


172. La Iglesia ha recibido de su Se?or la misi?n de ir por el mundo ofreciendo a los hombres y mujeres el donde ser disc?pulos (cf. Mt 28, 19). Vocaci?n de la Iglesia es anunciar al Se?or resucitado, generando y acompa?ando el encuentro personal con ?l. Para cumplir con suvocaci?n el Se?or le infunde el don del Esp?ritu ?y con ?l la paz, el env?o misionero y el poder de perdonar lospecados?, que la anima e impulsa a llevar a cabo la misi?nde manifestar y construir un Pueblo santo, semilla de una humanidad fraterna y reconciliada.

173. Desde entonces, la Iglesia se encamina por todo el mundo para ?hacer disc?pulos a todos? cuando el Esp?ritu hace fecunda la proclamaci?n de la Buena noticia del Reino de vida y santidad (cf. Mc 16, 15). ?l reviste al ser humano del ?Hombre nuevo? (Jesucristo), para que lleve ?una vida verdaderamente recta y santa? (Ef 4, 23-24). Ayer como hoy, ?l trabaja para que la Iglesia por su santidad se convierta en ?Evangelio vivo?, anunciandoque la obra del Resucitado es camino de vida, de verdad y libertad (cf. Rm 8, 21).

1. EL ESP?RITU ANIMA LA EVANGELIZACI?N DE LA IGLESIA

1.1 El Esp?ritu de Dios en el Proyecto del Padre


174. Los disc?pulos, despu?s de la ascensi?n del Se?or a los cielos y cumpliendo con su palabra, volvieron a Jerusal?n.En oraci?n junto a Mar?a, la madre de Jes?s, y conun mismo esp?ritu, aguardaban la Promesa del Padre, el bautismo que recibir?an en el Esp?ritu Santo (cf. Hch 1,4s). Y efectivamente ocurre lo incre?ble: reciben el dondel Esp?ritu bajo la forma de lenguas de fuego, precedidode un viento impetuoso que invadi? la casa. Y todos?quedaron llenos del Esp?ritu Santo? (Hch 2, 1-4).

175. No reciben cualquier Esp?ritu, sino el Esp?ritu ya prefigurado en la antigua alianza: el ?esp?ritu de Dios?que aleteaba sobre las aguas ca?ticas del tiempo de la creaci?n (Gn 1, 2); el ?santo esp?ritu? que Dios infund?a en Mois?s (Is 63, 11-14) y en los profetas (cf. Mi 3, 8); el que penetraba en hombres y mujeres movi?ndolos a actuar (cf. 1 Sm 16, 13); el que cubr?a de vida huesos secos (cf. Ez 37, 1-10); el ?esp?ritu nuevo? prometido a Israel para que conozca a Dios y practique su voluntad (11,19). Reciben el ?esp?ritu? prometido al Ungido para que hiciera presente el reinado de Dios (cf. Is 11, 1-9). El Pentecost?s cristiano es la donaci?n del ?Esp?ritu prometido?(Ga 3, 14) que ?seg?n la Escritura? caracterizar?a los tiempos mesi?nicos (cf. Jl 3, 1-5).

176. En la nueva alianza, el Esp?ritu ya no se revelacomo atributo de Dios, sino como Persona divina de la misma naturaleza que el Padre y el Hijo (cf. Mt 28,19). Es la ?fuerza que viene de lo alto? (Lc 24, 49) que, al inicio del ministerio p?blico de Jes?s de Nazaret, desciende sobre el enviado por el Padre (cf. Mc 1, 9-11). Jes?s ,ungido por el Esp?ritu del Padre, es el Hijo primog?nito hecho ?mes?as? o ?cristo? para hacer presente hoy el Reino (cf. Lc 19, 9), y anunciar a pobres y marginados el torrente de agua viva que brota del trono de Dios y del Cordero (cf. Ap 22, 1), fuente de vida del Reino, de vida alternativa a los valores y a la vida del mundo (cf. Mt 5,2-12). El Esp?ritu de Dios, jam?s abandonar? al Mes?as (cf. Lc 4, 14), refrendando con portentos el encargo del Padre (cf. 6, 17-19). En el bautismo y en la vida de Jes?s, a obra de la salvaci?n se revela como obra trinitaria.

1.2 La Iglesia del Esp?ritu

177. La ascensi?n de Jes?s al cielo y su exaltaci?n junto a su Padre marcan el fin del ministerio del Mes?as en la tierra (cf. Hch 3, 21) y el comienzo de su ministeriouniversal como ?Se?or? y ?Salvador? (5, 31). Despu?s de Pentecost?s, las Iglesias locales experimentan de inmediato fecundas irrupciones del Esp?ritu, vitalidad divina que se expresa en diversos dones y carismas (cf. 1Co 12, 1-11) y variados oficios que edifican la Iglesia y sirven a la evangelizaci?n (cf. 12, 28-29). Por estos dones del Esp?ritu, la comunidad extiende el ministerio salv?fico del Se?or hasta que ?l de nuevo se manifiesteal final de los tiempos (cf. 1, 6-7). El Esp?ritu en la Iglesia forja misioneros decididos y valientes como Pedro(cf. Hch 6, 5) y Pablo (cf. 13, 9), se?ala los lugares que deben ser evangelizados y elige a qui?nes deben hacerlo(cf. 13, 2).

178. La Iglesia, en cuanto marcada y sellada ?con Esp?rituSanto y fuego? (Mt 3, 11), contin?a la obra del Mes?as, abriendo para el creyente las puertas de la salvaci?n (cf.1 Co 6, 11). Pablo lo afirma de este modo: ?Ustedes sonu na carta de Cristo redactada por ministerio nuestro y escrita no con tinta, sino con el Esp?ritu de Dios vivo? (2Co 3, 3). Uno y el mismo Esp?ritu gu?a y fortalece a la Iglesia en el anuncio de la Palabra, en la celebraci?n de la fe y en el servicio de la caridad hasta que el Cuerpo deCristo alcance la estatura de su Cabeza (cf. Ef 4, 15-16).De este modo, por la eficaz presencia de su Esp?ritu,Dios asegura hasta la parus?a su propuesta de vida para hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares.Por tanto, el Se?or sigue derramando hoy su Vida por la labor de la Iglesia que, con ?la fuerza del Esp?ritu Santo enviado desde el cielo? (1 P 1, 12), contin?a la misi?n que Jesucristo recibi? de su Padre (cf. Jn 20,21).

1.3 El Esp?ritu Santo, vida nueva de los disc?pulos

179. Los evangelizadores de la primera hora eran testigosprivilegiados de la vida que suscitaba el Esp?rituen todo aquel que cre?a en el Se?or resucitado (cf. Rm 5,5). En ellos y en los dem?s percib?an c?mo el Esp?ritu ?de Cristo? (8, 9) o ?de Dios vivo? (2 Co 3, 3) realmente ?davida? (3, 6). Esta experiencia es tambi?n hoy la de tantos cristianos y comunidades eclesiales.

180. Vida nueva en el Esp?ritu es el conocimiento delPadre y la participaci?n de los bienes que regala por suHijo (cf. 1 Co 2, 10-12). Es tambi?n el don inmerecido de hacernos, por los m?ritos del Mes?as, hijos adoptivos delPadre (cf. Rm 8, 14-15). Gracias a este Esp?ritu, podemosde verdad clamar: ?Abb?, es decir, ?Padre? (8, 15). Vida nueva son ?las primicias del Esp?ritu?, lo que explica el profundo anhelo de alcanzar alg?n d?a la vida plena de hijos, caminando ?seg?n el Esp?ritu?, acogiendo sus frutos(Ga 5, 22-26), liber?ndonos de nuestros apetitos ego?stase inclinaciones desordenadas (cf. 19-21). Vida nuevaes vivir reconciliados y en paz, porque el Esp?ritu nos hace ?morada de Dios? que por la cruz de su Hijo nos reconcili? (cf. Ef 2, 14-22). As?, consagrados a Dios porel Esp?ritu, tenemos una ?morada eterna en los cielos? (2 Co 5, 1), donde participaremos para siempre de su vida de Padre gracias a la entrega de su Hijo (cf. Rm 6,22-23).

181. Gracias a la vida en el Esp?ritu, todos los disc?pulosdel Se?or son ?familia de Dios, edificados sobreel cimiento de los ap?stoles y profetas, siendo el mismoCristo Jes?s la piedra fundamental? (Ef 2, 19-20). Dios espera de su familia el tributo de un culto sincero que es aquel ?culto nacido del Esp?ritu de Dios? (Flp 3, 3). Quien por el Esp?ritu es identificado con Jesucristo, ?Primog?nitode toda criatura? (Col 1, 15), se hace ?nueva creaci?n:lo viejo ha pasado y ha comenzado algo nuevo? (2Co 5, 17). Esta es la vida nueva del disc?pulo del Se?orque, impulsado por el Esp?ritu, debe testimoniar al mundo entero

2. EL PUEBLO DE DIOS MISIONERO AL SERVICIO DEL REINO

2.1 Disc?pulos Misioneros


182. Durante su ministerio, Jes?s forma a los suyos para que proclamen el Reino de vida y lo transformen en un acontecimiento siempre actual. Su manera de vivir la misi?n de ser el Enviado del Padre, es Camino para quienes lo siguen. As? los asocia al encargo recibido (cf. Jn20, 21). En la misma convivencia con Jes?s, los disc?pulosse inician en la vida en comuni?n, y aprenden c?mo ser ?ap?stol? o ?enviado? para hacer que otros tambi?n sean, en sus circunstancias concretas, disc?pulos de Jes?s.La formaci?n para la misi?n no es una formaci?n diversa a la de ser disc?pulo. ?Disc?pulo? y ?misionero?son dos t?rminos que mutuamente se reclaman.

183. Mediante met?foras, Jes?s indica a los suyos enqu? consiste la misi?n. Los har? ?pescadores de hombres?, para sacar al ser humano del dominio del pecado y hacerlo part?cipe del Reino; ?pastores del reba?o deDios?, para guiar a los hombres y ofrecerles la sabidur?a,la vida y el alimento de Dios, y ?jornaleros de la mies?, para cosechar los frutos del Reino que Dios hace crecer.Las im?genes acent?an la misi?n como acciones salv?ficasque realizan el misterio pascual. La misi?n no ser? f?cil, pues ?como corderos en medio de lobos? (Lc 10, 3) encontrar?n muchas dificultades, incluso la muerte. Pero ni el Resucitado ni su Esp?ritu los abandonar?n.

184. Luego de la ascensi?n de Jes?s y de la venidadel Esp?ritu Santo en Pentecost?s, los ap?stoles y disc?pulos?impulsados por el Esp?ritu y favorecidos por circunstancias hist?ricas providenciales? llevaron el Evangeliopor el mundo entonces conocido. Evangelizan proclamando la Palabra, constituyendo comunidades ycelebrando en ellas la fe, particularmente en la Eucarist?a.Su anuncio se nutre de la Escritura. Las comunidadesson abiertas y misioneras, a cuyo cargo est? un ap?stolo disc?pulo. En ellas, la celebraci?n del Bautismo y la Eucarist?a adquieren gran centralidad. Pronto entienden que, aun siendo uno solo el Evangelio del Padre, Jesucristo, no pueden evangelizar a jud?os y gentiles empleando los mismos ?nfasis y m?todos. Sin embargo, a unos y otros les anuncian la centralidad del Se?or Jes?s y del Reino. Las comunidades deben dar testimonio de ?l en las sociedades donde viven y act?an, para transformarlas como levadura en la masa.

185. La evangelizaci?n de los primeros siglos, seg?n el testimonio de los padres de la Iglesia, nos ense?a quela acci?n pastoral y misionera debe plantearse y ser evaluada por su capacidad de conducir al encuentro con Jes?s; por la disponibilidad de respuesta generosa que da a las mociones del Esp?ritu y a los nuevos caminos que se abren para evangelizar, y por acompa?ar el proceso integral de discipulado en la Iglesia para el serviciodel mundo.

2.2 Los grandes modelos del discipulado misionero

186. La Iglesia ha tenido la bendici?n de contar con numerosos testigos en Am?rica Latina y El Caribe: laVirgen Mar?a, los ap?stoles, santos y santas y, en especial, los santos y m?rtires que sembraron el Evangelio en el Continente. Recuerda, adem?s, a incontables disc?pulos y misioneros, hombres y mujeres de fe sencilla, laicos y consagrados, adultos, j?venes y ni?os, cuyo testimonioes cuidadosamente conservado en cada Iglesia Particular.Todos ellos estimulan a vivir con alegr?a, como miembrosdel pueblo de Dios, la belleza de ser cristianos, animan al encuentro liberador con Jesucristo, contagian el ardor apost?lico en la misi?n evangelizadora, ense?an a ser solidarios con la historia de los propios pueblos. Especialmenteen las fiestas patronales, la comunidad cristianainvoca su protecci?n y los propone como modelosde seguimiento del Se?or y de compromiso evang?lico en la construcci?n de una sociedad m?s justa y fraterna.Como ellos, los cristianos de hoy deseamos vivir el gozo de la pertenencia a Jesucristo, insertos en comunidades fraternas, vivas y santas, comprometidos con el desarrollo humano y espiritual de cada persona y de la entera sociedad latinoamericana.

2.2.1 Mar?a camina con nuestros Pueblos

187. En la vida de la Iglesia se destaca la figura de laVirgen Mar?a, venerada como Madre de Jes?s y Madrede la Iglesia. Desde el comienzo de la evangelizaci?n, son incontables las comunidades que han encontradoen ella la inspiraci?n m?s cercana para aprender c?mo ser disc?pulos y misioneros de Jes?s. Con gozo constatamos que se ha hecho parte del caminar de cada uno de nuestros pueblos, entrando profundamente en el tejido de su historia y acogiendo los rasgos m?s nobles y significativosde su gente. Las diversas advocaciones y los santuarios esparcidos a lo largo y ancho del Continentetestimonian la presencia cercana de Mar?a a la gente y,al mismo tiempo, manifiestan la fe y la confianza que los devotos sienten por ella. Ella les pertenece y ellos la sienten como madre y hermana. La historia de la mayor?a de los santuarios marianos del Continente, desde Guadalupe hasta Aparecida, testimonian el cari?o especial de Mar?a por los peque?os e insignificantes de este mundo. La devoci?n mariana presente en el Continente, con su multitud de expresiones culturales, nos dice que el Evangeliose ha inculturado en las facciones indias, criollas, negras y mestizas con las que se presenta a la Virgen,revelando en ello el rostro compasivo y materno de Dios hacia su pueblo.

188. Juan Pablo II la llam? ?Madre y Evangelizadorade Am?rica? (EiA, 11) e invit? a implorar de ella ?la fuerza para anunciar con valent?a la Palabra en la tarea de la nueva evangelizaci?n, para corroborar la esperanza en el mundo? (EiA, 76). Hoy tambi?n, con el ejemplo y el auxilio de la Virgen, las comunidades cristianas latinoamericanas contin?an la misi?n de conducir al encuentrocon Cristo y, por eso, la invocan como Estrella de la evangelizaci?n.A los ojos y al coraz?n de los creyentes, ella aparece como:

a) Mujer de fe

189. Acoge y hace suyo el proyecto del Padre. Con su ?s? invita a abrir el coraz?n a la confianza en Dios y al abandono confiado en su providente conducci?n. En ella hemos aprendido a descubrir el rostro materno de Dios,rico en piedad y misericordia, y a confiar en su amor paternal. Madre de Jes?s, nos muestra el ?fruto bendito de su vientre?, ?Camino, Verdad y Vida?, del cual queremos ser disc?pulos, y llena del Esp?ritu Santo nos ense?a a transformar los diversos momentos del acontecerhumano en historia de salvaci?n.

b) Mujer servicial y solidaria

190. Con los ojos puestos en sus hijos y en sus necesidades, como en Can? de Galilea, Mar?a ayuda a mantenervivas las actitudes de atenci?n, de servicio, de entrega yde gratuidad que deben distinguir a los disc?pulos de suHijo. Indica, adem?s, cu?l es la pedagog?a para que lospobres, en cada comunidad cristiana, ?se sientan comoen su casa? (NMI 50).c) Mujer de esperanza

191. Junto a la Cruz de Jes?s donde nos engendr? nuevamentecomo hijos, sigue acompa?ando el dolor denuestros pueblos sufrientes, invitando a los disc?pulos desu Hijo a recorrer con mayor coherencia y audacia elcamino de hacerse pr?jimos, a construir m?s justicia ysolidaridad, y a desplegar una nueva ?imaginaci?n de lacaridad?.d) Madre y formadora de comunidades de disc?pulosmisioneros

192. Crea comuni?n y educa a un estilo de vida compartida,en fraternidad, en atenci?n y acogida del otro,especialmente si es pobre o necesitado. En nuestras comunidades,su fuerte presencia ha enriquecido y seguir?98S?NTESIS de los aportes recibidos para la V Conferencia Generalenriqueciendo la dimensi?n materna de la Iglesia y suactitud acogedora, que la convierte en ?casa y escuelade la comuni?n? (NMI 43), y en espacio espiritual queprepara para la misi?n.

2.2.2 Los ap?stoles y los santos193. Tambi?n los ap?stoles de Jes?s han marcado laespiritualidad y el estilo de vida de nuestras Iglesias.Su testimonio se mantiene vigente y sus ense?anzas inspiranel ser y la acci?n de las comunidades cristianas delContinente. Entre ellos, el ap?stol a quien Jes?s confi? lamisi?n de confirmar la fe de sus hermanos (cf. Lc 22,32), las ayuda a estrechar el v?nculo de comuni?n con elPapa, sucesor de Pedro, y a buscar en Jes?s las palabrasde vida eterna (cf. Jn 6, 68). Pablo, el evangelizador incansable,les ha indicado el camino de la audacia misioneray la voluntad de acercarse a cada realidad culturalcon la Buena Noticia de la salvaci?n. Juan, el disc?puloamado por el Se?or, les ha revelado la fuerza transformadoradel mandamiento nuevo y la fecundidad de permaneceren su amor.194. Nuestras comunidades llevan el sello de los ap?stolesy, adem?s, reconocen el testimonio cristiano detantos hombres y mujeres que esparcieron en nuestrageograf?a las semillas del Evangelio, viviendo valientementesu fe, incluso derramando su sangre. Su ejemplode vida y santidad constituye un regalo precioso para elcamino creyente de los latinoamericanos y, a la vez, unest?mulo para emular sus virtudes en las nuevas expresionesculturales de la historia. Con la pasi?n de su amora Jesucristo, han sido miembros activos y misioneros ensu comunidad eclesial; con valent?a, han perseverado enla promoci?n de los derechos de las personas, fueronagudos en el discernimiento cr?tico de la realidad a la99El Esp?ritu nos impulsa a ser Disc?pulos Misionerosluz de la Ense?anza Social de la Iglesia y cre?bles por eltestimonio coherente de sus vidas. Los cristianos de hoyrecogemos su herencia y nos sentimos llamados a continuarel estilo evang?lico de vida que nos han trasmitido,conscientes de que ?el hombre contempor?neo escucham?s a gusto a los que dan testimonio que a los que ense?an,o si escuchan a los que ense?an, es porque dan testimonio?(EN 41).

2.2.3 Todos testigos al inicio del tercer milenio

195. En Am?rica Latina nos encontramos con el grandesaf?o de estar dispuestos ?a dar raz?n de nuestraesperanza? (1 P 3, 15). En el don de ser disc?pulos y misioneros,nos fortalece la palabra de Jes?s: ?Ustedes recibir?nla fuerza del Esp?ritu Santo; ?l vendr? sobre ustedespara que sean mis testigos?, hasta los extremos dela tierra? (Hch 1, 8). La historia de nuestras Iglesias Particularesda cuenta de la extraordinaria fecundidad delEsp?ritu en tantas situaciones dif?ciles. Tambi?n en el maragitado de nuestros d?as, ?l nos otorga la gracia de descubrirla presencia salvadora del Resucitado y la audaciapara proclamar: ??es el Se?or!? (Jn 21, 7).

196. Convocados por ?l, en la comunidad de los disc?pulosy misioneros de Jes?s, sentimos la urgencia delReino y la pasi?n de ser testigos y ap?stoles con nuestrapropia vida. Por eso, urge que cada miembro de laIglesia se renueve en la gracia del Bautismo y de la Confirmaci?nque capacitan para la misi?n, de manera quecada uno pueda confesar que Jesucristo es la Buena Noticiade su vida. As?, con la fuerza de la Palabra y el auxiliode los sacramentos, y con la audacia de la misi?nliberadora, la comunidad cristiana cumple con la misi?nde ser ?testigo del amor del Padre que, en su Hijo quierehacer de la humanidad, una sola familia? (DCE 19).100S?NTESIS de los aportes recibidos para la V Conferencia General197. La Iglesia de Am?rica Latina deber? promover una?verdadera cultura? vocacional para que cada bautizadodiscierna el don de la propia vocaci?n y haga de ellael proyecto cristiano de su propia existencia, en el amora Dios y el servicio de los hermanos.

2.3 Espiritualidad de la acci?n del disc?pulo

198. El Esp?ritu Santo que nos anima es el mismo queimpuls? a Jes?s (cf. Rm 8, 9-17). Sin ?l la evangelizaci?nes imposible. Por eso, desde nuestros temores, cansanciosy debilidades le pedimos: ?Ven, Padre de los pobres,ven a darnos tus dones?, ?danos el ardor por anunciar aJes?s al inicio de este siglo?.

199. Cuando hablamos de ?espiritualidad? pensamosen el impulso del Esp?ritu, en su potencia de vida quemoviliza y transfigura todas las dimensiones de la existenciay no se queda s?lo en los espacios privados de ladevoci?n. La acci?n del disc?pulo necesita de ese impulsoy de ese ardor que proviene del Esp?ritu, y que descubrimosen las notas que lo caracterizan.

2.3.1 La experiencia del amor de Dios despiertael ardor misionero200. En la tristeza de la soledad, la desilusi?n o el sufrimiento,los cristianos no olvidamos que ?Dios es amor?(1 Jn 4, 8).?l nos ha amado primero y sigue am?ndonosprimero (?) Dicho encuentro implica tambi?nnuestra voluntad y nuestro entendimiento (?) Lahistoria de amor entre Dios y el hombre consisteprecisamente en que esta comuni?n de voluntadcrece en la comuni?n del pensamiento y del sentimiento(Benedicto XVI, Deus Caritas est, 17).

101El Esp?ritu nos impulsa a ser Disc?pulos MisionerosTenemos la certeza de ser amados y de vivir cada d?asostenidos y guiados por la mano del Padre. Esta experienciay convicci?n interior nos sobrecoge y nos mantienefirmes en medio de un mundo desbordado por ladesconfianza, la inestabilidad y la inseguridad. Aunquenos sabemos pobres y d?biles nos fortalece el amor deDios que siempre toma la iniciativa (cf. 4, 10). Nosotroshemos cre?do en ese amor (cf. 4, 16).

201. El Esp?ritu nos lleva a una experiencia de Jesucristoque nos permite reconocer el amor cercano del Padre.Toda la evangelizaci?n es una respuesta agradecida,el intento de agradecer a ese amor infinito que da vida.La experiencia del amor de Dios en Jesucristo, cuando esaut?ntica y profunda, es nuestro tesoro y nos convierteen apasionados testigos, convencidos de que esa experienciaes lo que todos necesitan para encontrar el verdaderosentido de sus vidas.

202. A partir de esa convicci?n serena y feliz, somosmisioneros. Hemos recibido un bien que no queremosni podemos guardar en la intimidad. Cuando somostestigos valientes y ardorosos, experimentamos queevangelizar nos llena de alegr?a y es el gozo de la Iglesia,que por su naturaleza es evangelizadora. Porquesomos depositarios de un tesoro que humaniza y aportavida nueva, sentimos la ardiente fuerza misionera de laIglesia.

2.3.2 D?ciles a la novedad del Esp?ritu

203. Con frecuencia no hemos acertado a comunicar elmensaje del Evangelio por aferrarnos a modos de expresi?n,estructuras y m?todos propios del hombre viejo ode otra ?poca. La rigidez y el apego a los propios esquemasson contrarios al dinamismo del Esp?ritu y a la con102S?NTESIS de los aportes recibidos para la V Conferencia Generalfianza en ?l. Sabemos que no se trata s?lo de implementaruna mejor estrategia pastoral, sino de una actitud espiritualde docilidad a la acci?n del Esp?ritu.

204. Cuando leemos la Biblia vemos c?mo Jes?s (cf. Lc4, 1) y los primeros cristianos (cf. Hch 8, 39-40) se dejabanconducir por el Esp?ritu. Esa docilidad se manifiestaen una constante disposici?n para aceptar los cambiosque indique el Esp?ritu Santo a trav?s de un atento discernimiento.Esto nos dar? la mirada sapiencial y prof?ticaque reconoce lo que Dios quiere para el tiempopresente. Esto requiere oraci?n sincera, di?logo, lecturacreyente de los signos de los tiempos, y una gran libertadinterior. Pero exige, sobre todo, estar convencidos de queel Esp?ritu conoce mejor que nadie el proyecto del Reinopara nuestros pueblos.

2.3.3 Confianza y audacia

205. Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte.De los primeros disc?pulos san Marcos nos relata quesalieron a predicar por todas partes, y que el Se?or colaborabacon ellos y confirmaba la Palabra (cf. Mc 16, 20).Por eso, seguimos buscando una historia m?s justa, y nosalentamos unos a otros sin desanimarnos. Cristo resucitadoy glorioso es el manantial vivo de nuestra esperanza.Creemos que no nos faltar? su ayuda para cumplirla misi?n que nos encomienda. Un aut?ntico esp?ritude esperanza implica esfuerzo generoso. No es lamento,sino fortaleza que no se deja vencer; no es pesimismo,sino confianza fiel. La fe en la Providencia de Dios no espasividad, sino compromiso abnegado con los caminosde Dios. Esa misma esperanza nos ayuda a discernir yreconocer las semillas del Reino que nunca faltan enmedio de la oscuridad, y a descubrir con gozo la presenciadel Resucitado que nunca desaparece.103El Esp?ritu nos impulsa a ser Disc?pulos Misioneros

206. Esto implica reconocer el primado de la acci?n dela gracia en la vida pastoral, porque nosotros sembramos,regamos, cultivamos y cosechamos, ?pero es Diosel que hace crecer? (1 Co 3, 7). Por eso, procurando unarenovada escucha de la Palabra de Dios en la oraci?n,nos alimentamos de ella para ser sus servidores. Cuandonos detenemos a meditar la Palabra, reavivamos nuestraconciencia de que all? est? lo que todo ser humano necesitaescuchar, as? como en los sacramentos, la amistad yla gracia de Dios que necesitamos para vivir. No hay otromensaje ni otros medios mejores para iluminar y dar vidaa nuestros pueblos. Esta convicci?n nos alienta a entregarnosm?s.

207. A partir de esta confianza, si de verdad tenemosun o?do en el pueblo y otro en el Evangelio, brota unesp?ritu de audacia y de fortaleza. No renunciamos adecir la verdad sobre Dios, sobre el ser humano y sobrela Iglesia, aunque esa verdad no corresponda a loscriterios de muchos medios de comunicaci?n o de ambientesdonde nos movemos. No queremos permitir quelos mensajes deshumanizadores terminen penetrando lacultura de nuestros pueblos. Por eso presentamos siemprea Jesucristo sin temores y sin avergonzarnos, y procuramosser la voz de los que no tienen voz, m?s all? delos intereses de los sectores que detentan el poder delEstado o del mercado.

2.3.4 Espiritualidad de comuni?n

208. Jes?s, antes de entregarse a la pasi?n, implor?ardientemente al Padre que todos seamos uno para queel mundo crea (cf. Jn 17, 21). La adhesi?n a Jesucristonos introduce en la comuni?n misma de Dios Trino ynos abre a la gracia de la comuni?n con los hermanos.La relaci?n con Jes?s nos interpela y nos convoca a104S?NTESIS de los aportes recibidos para la V Conferencia Generalestrechar v?nculos, am?ndonos los unos a los otros como?l nos ha amado (cf. Jn 15, 12). Por eso, aun antes deprogramar acciones pastorales concretas, hace falta promoveruna espiritualidad de la comuni?n (cf. NMI 43).

209. Desde una aut?ntica conversi?n hacia cada hermanoy hermana, los cristianos elegimos vivir en fraternidadcuando oramos, dialogamos y planificamos.Tambi?n cuando trabajamos unidos, compartimos fraternalmentey celebramos en com?n. Esta espiritualidadnos permite valorarnos unos a otros y apreciar la riquezade los hermanos como im?genes de Dios. Y cuandocaemos en la tentaci?n de hacernos da?o, nos disponemosa optar una vez m?s por la reconciliaci?n. Creemosen Jes?s cuando nos dice: ?Donde est?n dos o tres reunidosen mi nombre, all? estoy yo en medio de ellos? (Mt18, 20).

210. En un mundo donde suele reinar el individualismoy cobra fuerza la competencia despiadada, que aveces nos contagia, los disc?pulos de Jesucristo nos sentimosllamados por Dios a optar por una manera de viviralternativa: a caminar junto a los hombres y mujeres debuena voluntad, a buscar coincidencias, a apoyarnosmutuamente y a superar los desencuentros para convivircomo hermanos. S?lo de este modo podemos ser testigosde Jesucristo y signos del Reino de vida y de paz,que estimule en nuestros pueblos un estilo de sociedadm?s fraterna y solidaria.

2.3.5 Vocaci?n, misi?n y santidad

211. El Esp?ritu Santo suscita en cada fiel un anhelo desantidad y un fuerte deseo de renovaci?n personal quese expresa en la vida, el trabajo y la misi?n cotidiana. Lasantidad se desarrolla y madura cuando procuramos que105El Esp?ritu nos impulsa a ser Disc?pulos Misionerosla vida de Dios fecunde las actividades y preocupacionesde cada d?a, y cuando colaboramos para que todaslas dimensiones de la vida se vean modeladas por el Evangeliode la gracia (cf. Ef 3, 17).

212. Si el impulso del Esp?ritu impregna y motiva todaslas ?reas de la vida, entonces tambi?n debe penetrary configurar la vocaci?n propia. As? se desarrolla laespiritualidad propia de presb?teros, de religiosos y religiosas,de consagradas seculares, de padres de familia,de empresarios, de catequistas, etc. Cada una de las vocacionestiene un modo espec?fico de vivir la espiritualidadque da identidad y profundidad al ejercicio concretode sus tareas. As?, la vida en el Esp?ritu nos convierteen personas generosas y alegres, originales y creativas,comprometidas con los reclamos de la realidad y capacesde tomar iniciativas y de encontrarle un profundosentido a todo lo que nos cabe hacer por la Iglesia y porel mundo.

2.4 El estilo de la acci?n del disc?pulo

213. Cuando la vida y el impulso del Esp?ritu impregnanla actividad de los disc?pulos y las disc?pulas, estenuevo dinamismo se traduce tambi?n en un modo detratar a los dem?s, en una manera de mirarlos, de escucharlos,de hablarles, de servirlos y de acompa?arlos. ElEsp?ritu hace presente en nosotros el modo de actuarde Jes?s. As?, la espiritualidad de la acci?n provoca unaserie de actitudes fraternas que conforman un estiloevangelizador.

2.4.1 Cercan?a y solidaridad en la vida social

214. En su vida p?blica, vemos a Jes?s cercano a todos.Com?a y beb?a con los pecadores, (cf. Mc 2, 16) se dete106S?NTESIS de los aportes recibidos para la V Conferencia Generaln?a a conversar con la gente (cf. Jn 3-4; Mc 10, 17-22) yse preocupaba por el ciego del camino (cf. Mc 10, 49-52).Cuando hablaba con alguien, no lo soportaba con desgano,sino que lo miraba con una profunda atenci?namorosa: ?Jes?s lo mir? con cari?o? (Mc 10, 21). El estilode Jes?s invita a que sus disc?pulos, sin ser delmundo vivan en ?l, comprometidos con ?l. Salvo quieneshan recibido una especial vocaci?n para vivir a solascon Dios y, de esa manera, la comuni?n con los hermanosen la oraci?n y el ofrecimiento de su vida; a todosnos cabe vivir activamente integrados en la sociedad,compartiendo la vida con todos, escuchando sus inquietudes,colaborando material y espiritualmente con ellosen sus necesidades, alegr?ndonos con los que est?n alegres,llorando con los que lloran y comprometi?ndonosen la construcci?n de la sociedad.

215. La tarea evangelizadora est? marcada por un sinceroamor, no s?lo afectivo sino realmente efectivo, aquienes nos necesitan. A veces se expresa como compa??asilenciosa y compasiva, otras veces es palabra quealienta, abrazo que consuela, paciencia que perdona,servicio que alivia, o disposici?n a compartir lo que seposee. En este mundo donde frecuentemente nos sentimosdesamparados y olvidados, se vuelve indispensableo?r el llamado del Esp?ritu a cuidarnos y sostenernosunos a otros de manera que nadie se sienta excluido omarginado.

2.4.2 Profundo respeto hacia los diversos procesospersonales y colectivos

216. El disc?pulo de Jesucristo sabe que el camino haciala santidad no se puede imponer a nadie, si bien se le hade presentar como un ideal atractivo, como un itinerariode maduraci?n en la fe, siempre posible con la ayuda de107El Esp?ritu nos impulsa a ser Disc?pulos Misionerosla gracia. Al proponer este ideal, queremos estar atentosa las situaciones y a los procesos particulares de las personasy comunidades.

217. Tampoco podemos ignorar las fragilidades de laspersonas, que requieren un largo y lento camino de liberaci?ny crecimiento. Aunque los principios morales hande ser siempre propuestos con claridad, el crecimientoespiritual y el desarrollo de la conciencia son procesosgraduales. La gracia de Dios trabaja con nuestra libertadd?bil y llena de condicionamientos, pero sin violentarla.No obstante, el Esp?ritu Santo quiere hacernoscrecer en la libertad de los hijos de Dios. Por eso no podemosrenunciar al deber de formar las conciencias, concomprensi?n y paciencia, de manera que los corazoneshumanos acepten y vivan la propuesta del Evangelio.

2.4.3 Pastoral org?nica como expresi?n departicipaci?n plena

218. La Iglesia de Jesucristo se encarna en cada Iglesiaparticular, donde se encuentran todos los elementos necesariospara la santificaci?n y la misi?n. En el seno deesta porci?n de la Familia de Dios estamos llamados arealizar las tareas de un modo arm?nico e integradoen el proyecto pastoral de la di?cesis, y no al margen delresto. Ese proyecto, que surge de un camino de variadaparticipaci?n, hace posible la pastoral org?nica.

219. La ?comuni?n pastoral? exige actitud de aperturay disposici?n a participar. De este modo queda de manifiestoque la apertura a los dem?s es capaz de enriquecery transfigurar el ejercicio de la propia misi?n, acogiendolos dones de los otros y aportando al bien de laIglesia y de la sociedad el servicio de los propios carismas.Implica tambi?n una constante ascesis, para asumir que108S?NTESIS de los aportes recibidos para la V Conferencia Generallos tiempos comunitarios no respondan a los propios proyectosy a los c?lculos personales.

2.4.4 Disposici?n al servicio humilde y cordial

220. Jes?s quiso compartir la vida sencilla de su gentehasta el punto que lo consideraban uno m?s del pueblo.Por eso dec?an: ??No es ?ste el carpintero?? (Mc 6,3). ?l nos ense?? a ejercer la propia misi?n en humildady servicio (cf. Mt 20, 25-26), para que nosotros hagamoslo mismo. Esto exige que renunciemos a hacer alarde det?tulos, dignidades o poder (cf. Flp 26s) y a posiciones deprivilegio. A la luz de la fe es preciso que valoremosprofundamente a cada ser humano, para descubrir quetodos merecen de nosotros una atenci?n humilde ycordial.

221. Queremos reconocer que cada persona es dignade nuestra entrega. No por su apariencia, por sus capacidadeso por las satisfacciones que nos brinde, sino porquees obra preciosa de Dios, criatura suya e hija de superd?n y de su gracia. ?l la cre? a su imagen, y por esorefleja algo de su gloria. Todo ser humano es objeto de laternura infinita del Se?or, y ?l mismo habita en su vida.Jesucristo dio su sangre en la cruz por todos. Entoncesesas personas son inmensamente sagradas y lo merecentodo. S?lo desde esta convicci?n podremos entregarnospor ellos.

2.4.5 Creatividad y renovaci?n constante

222. Amar al otro con sinceridad y mirarlo como Jes?slo mira, implica tambi?n poner a las personas en primerlugar, subordinando nuestros proyectos, gustos y costumbresal servicio de los otros. Esto supone la capacidad derenovar planes y estar dispuestos a cambiar m?todos,109El Esp?ritu nos impulsa a ser Disc?pulos Misionerostareas o expresiones, cuando la realidad de las personasnos muestra que ya no sirven para evangelizar. El amoral hermano exige una b?squeda permanente y unagenerosa creatividad de quien pone todos sus dones alservicio de los dem?s y acepta ejercitar esos carismas siemprede una manera nueva.223. Esta actitud se manifiesta particularmente a trav?sde las formas del lenguaje que son diversas, cambian yse modifican constantemente en el contacto con los dem?s.No se trata s?lo de una estrategia, sino de un estilo,de un modo de ir al encuentro del otro, poni?ndonos ensu lugar y adoptando las expresiones que manifiestenque realmente somos parte de sus vidas. Esto vale demanera particular para superar barreras generacionalesy culturales.

2.4.6 Opci?n permanente por los m?s pobres

224. En esta ?poca suele suceder que defendemos demasiadonuestros espacios de privacidad y disfrute, y nosdejamos contagiar f?cilmente por el consumismo individualista.Por eso nuestra opci?n por los pobres corre elriesgo de quedarse en un plano te?rico o meramenteemotivo, sin verdadera incidencia en nuestros comportamientosy en nuestras decisiones. Es necesario convertiresta opci?n gen?rica en una actitud permanenteque se manifieste en opciones y gestos concretos (cf.DCE 28. 31). En primer lugar, dedicando tiempo a lospobres, prest?ndoles una amable atenci?n, escuch?ndoloscon inter?s, acompa??ndolos en los momentos m?sdif?ciles, eligi?ndolos para compartir horas, semanas oa?os de nuestra vida, y buscando, desde ellos, la transformaci?nde su situaci?n. Jes?s lo propuso con su modode actuar y con sus palabras: ?Cuando des una comida110S?NTESIS de los aportes recibidos para la V Conferencia Generalo una cena invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos ya los ciegos? (Lc 14, 13).

225. S?lo la cercan?a que nos hace amigos nos permiteapreciar profundamente los valores de los pobres de hoy,sus leg?timos anhelos y su modo propio de vivir la fe. Ala luz del Evangelio reconocemos su inmensa dignidad ysu valor sagrado a los ojos de Cristo, pobre como ellos yexcluido entre ellos. Desde esta experiencia creyente,compartiremos con ellos la defensa de sus derechos,porque nuestro Padre com?n no quiere que vivan en lamiseria. As? estar?n marcadas por una sincera, vigorosay generosa actitud evang?lica, propia de los disc?pulos ydisc?pulas del Reino, nuestras palabras a favor de lospobres, como tambi?n las decisiones que tomemos parasuperar prejuicios, cambiar costumbres y modificar reglamentosy legislaciones que los discriminan.

2.5 Diversidad de identidades en comuni?ny participaci?n

226. Con mucha insistencia, las aportaciones al Documentode Participaci?n de las Conferencias Episcopales,destacan que la vida de los disc?pulos de Jesucristo es undon que muestra su unidad a trav?s de la diversidad ypluralidad de pueblos, lenguas, razas y costumbres.Nuestras Iglesias particulares deben aparecer, cada vezm?s, como una sola vocaci?n hecha de m?ltiples vocaciones;un solo cuerpo, en la variedad de sus miembros(cf. 1 Co 12, 12ss). Cada bautizado, en efecto, es portadorde una vocaci?n original, la que deber? desarrollaren unidad y complementariedad con la de los otros, a finde formar el ?nico Cuerpo de Cristo, entregado para lavida del mundo. El reconocimiento pr?ctico de la unidadorg?nica y la diversidad de funciones asegurar?111El Esp?ritu nos impulsa a ser Disc?pulos Misionerosmayor vitalidad misionera y un anuncio m?s incisivo delEvangelio.2.5.1 Diversidad de carismas, ministerios y servicios

227. Con el Concilio Vaticano II, ha crecido la concienciade que incumbe a los miembros de la Iglesia ir almundo entero para anunciar el Evangelio. Para ello, hasido dotada por el Esp?ritu de carismas y ministerios variados.?La Iglesia entera es misionera, la obra de laevangelizaci?n es un deber fundamental del pueblo deDios? (cf. LG 2. 23). Siguiendo la inspiraci?n conciliar,las orientaciones pastorales de las Conferencias Generalesde Puebla y de Santo Domingo han destacado el significadoy la fecundidad pastoral de la comuni?n y laparticipaci?n. Hoy podemos apreciar que ha crecido ennuestras comunidades la praxis y la espiritualidad de lacomuni?n, lo que se ha traducido tambi?n en un mayorreconocimiento y acogida de los dones personales de cadabautizado, optimizando as? la vida fraterna y la corresponsabilidadmisionera, especialmente de los laicos.

228. Se destacan, en particular, grupos y comunidadesde catequistas, ministros de la Palabra, servidores de losenfermos y animadores de muchos otros servicios, especialmenteen el campo de la solidaridad (Pastoral Social,Caritas, ayuda fraterna, etc.).

229. Sin embargo, en la pr?ctica, entre carismas y ministeriossurgen no pocas tensiones. Urge relacionarlosfecundamente entre s?, renovando el desaf?o de perseveraren el camino emprendido, recorri?ndolo conmayor audacia y con experiencias concretas de participaci?neclesial. Una Iglesia, en la cual se entrelazan lasdimensiones espirituales e institucionales, no puede descuidarlos servicios y los carismas m?s conocidos y los112S?NTESIS de los aportes recibidos para la V Conferencia Generalm?s silenciosos que el Esp?ritu concede en abundancia alos fieles. Es necesario abrirse m?s al mutuo descubrimientoy aprecio, a la colaboraci?n y al reconocimientode los carismas, ministerios y servicios que ?l suscita permanentemente.Esta actitud permitir? superar la tentaci?nde individualismos pastorales, del clericalismo o dela autoafirmaci?n y autosuficiencia de personas y de grupos.La Iglesia del Continente deber? fortalecer y buscarnuevos itinerarios pastorales a fin de hacer real la participaci?nde todos sus fieles, desde las diversas responsabilidadesvocacionales y talentos recibidos. Obispos, sacerdotes,di?conos permanentes, religiosas, religiosos ylaicos: una sola comunidad viva que recorre el mismocamino del discipulado tras el Maestro, y que maduraanunci?ndolo en corresponsabilidad como ?Camino,Verdad y Vida? para la existencia personal y social.

2.5.2 Movimientos, asociaciones y agrupaciones laicales

230. La tercera Conferencia General, celebrada en Puebla,ha definido a los laicos como ?hombres de Iglesiaen el coraz?n del mundo, y hombres del mundo en elcoraz?n de la Iglesia? (DP 786). Mediante ellos, los clamoresde nuestros pueblos son clamores de la comunidadcristiana, permitiendo que ?sta haga suyos los gozosy las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombresy mujeres de nuestro tiempo y que nada, verdaderamentehumano, quede sin eco en el coraz?n de la Iglesia(cf. GS 1). Como miembros plenos del pueblo de Dios,en forma personal y asociada, los fieles laicos recibendones y carismas del Esp?ritu Santo, para la edificaci?nde todo el cuerpo en la caridad (cf. AA 3).

231. La misi?n propia y espec?fica de los fieles laicos larealizan en el coraz?n del mundo, y les pide transformarel mundo seg?n Cristo. Su colaboraci?n con las diversas113El Esp?ritu nos impulsa a ser Disc?pulos Misionerosactividades pastorales al interior del Pueblo de Dios esvaliosa, pero no ha de disminuir el despliegue completode sus responsabilidades en medio del mundo. Hoy m?sque nunca necesitan espacios de formaci?n, intercambioy acompa?amiento, de manera que nunca se sientan soloscuando cumplen su misi?n laical con responsabilidadpersonal, dando testimonio de Cristo y de los valoresdel Reino al interior de la vida social, econ?mica,pol?tica y cultural. Es preciso que los fieles laicos recuperenla conciencia del car?cter cristiano-secular de suidentidad y misi?n. De ellos depende que el Evangelio deCristo renueve la vida p?blica de las naciones latinoamericanas.

232. Los aportes de las Conferencias Episcopales hablanmucho sobre la necesidad de dar mayor participaci?n alos laicos y a las laicas, en la planificaci?n de las accionespastorales, particularmente en los ?mbitos de decisi?n,y no s?lo en la ejecuci?n de las mismas (cf. ChL51). Si hoy toda la Iglesia en Am?rica Latina quiere ponerseen estado de misi?n, y si en esa misi?n quiere llegara todos, precisamente all? donde se encuentran, losmisioneros ya no podr?n ser s?lo los ministros ordenadosy los consagrados y consagradas, sino principalmentelos fieles laicos. Ellos podr?n apasionarse por la misi?n ydar vida, si verdaderamente son parte activa y creativade proyectos pastorales que sean de todos.233. Esto exige poner en pr?ctica un cambio de mentalidad,ya pedido en la Conferencia de Santo Domingo(cf. SD 96), pero cuya asimilaci?n y puesta en pr?cticaa?n se muestra muy insuficiente.
234. En este contexto el fortalecimiento de variadasasociaciones, movimientos apost?licos laicales e itinerariosde formaci?n cristiana, particularmente de gru114S?NTESIS de los aportes recibidos para la V Conferencia Generalpos evangelizadores, es un signo esperanzador. Favoreceque muchos bautizados y muchos grupos misionerosasuman con mayor responsabilidad su identidad cristianay colaboren m?s activamente en la misi?nevangelizadora. En las ?ltimas d?cadas, su presencia ymisi?n la han desarrollado con un fuerte protagonismo.Es por ello que un adecuado discernimiento, animaci?n,coordinaci?n y conducci?n pastoral, sobre todo de partede los sucesores de los ap?stoles, contribuir? a ordenareste don a la edificaci?n de la ?nica Iglesia (cf. Discursodel Papa Benedicto XVI a los Movimientos, V?speras dePentecost?s de 2006).

2.5.3 Comunidades eclesiales de base

235. En la experiencia eclesial de Am?rica Latina y ElCaribe, las comunidades eclesiales de base con frecuenciahan sido verdaderas escuelas que forman disc?pulosy misioneros del Se?or. Solidarias con la vida de laIglesia, alimentadas por sus ense?anzas y unidas a suspastores, son lugares de experiencia cristiana y de evangelizaci?n,que buscan alimento en la Palabra de Dios,en la oraci?n y en el compartir fraterno, mientras acrecientanla conciencia y la praxis solidaria y misionera desus miembros.

236. Sin embargo, percibimos que hoy en nuestrocontexto eclesial, especialmente urbano, las CEBs atraviesanpor un momento de dificultad y estancamiento.Esta situaci?n requiere ser analizada convenientementepara detectar las causas y encontrar nuevasexpresiones que renueven esta rica experiencia de la Iglesialatinoamericana.

237. La conducci?n pastoral y los itinerarios formativosdeber?n cuidar y desarrollar la experiencia positiva de115El Esp?ritu nos impulsa a ser Disc?pulos Misionerosestas comunidades, y prestar especial atenci?n para quefortalezcan el centro de su vida en la Eucarist?a, crezcanen solidaridad con quienes comparten con ellos su trabajoy su vida, se sientan firmemente unidas a sus comunidadesparroquiales, a todo el Pueblo de Dios y a susPastores. As? les ser? f?cil vivir con alegr?a todas las dimensionesde su fe, y evitar todo empobrecimiento de lamisma.

2.5.4 Comunidades de vida consagrada

238. En el camino del discipulado misionero, la vidaconsagrada tiene un valor y una misi?n insustituible.Es un camino de especial seguimiento de Cristo, paradedicarse a ?l con un coraz?n indiviso, y ponerse, como?l, al servicio de Dios y de la humanidad, asumiendola forma de vida que Cristo escogi? para venir a estemundo: una vida virgen, pobre y obediente (VC 14, 16y 18).

239. Para los dem?s miembros del Pueblo de Dios,ella est? llamada a ser signo de los bienes futuros prometidospor Dios, y para los hombres y mujeres de nuestrotiempo, profec?a de una humanidad reconciliada, llamadaa construir comuni?n y vida compartida a partir deor?genes y dones distintos.

240. En Am?rica Latina, como en todas partes, la vidaconsagrada no tiene solamente ?una historia gloriosapara recordar y contar; tiene una gran historia que construir?(VC 110). Su vida ?es un don de Dios Padre a suIglesia por medio del Esp?ritu? (VC 1), puesto ?como elementodecisivo para su misi?n?., y don precioso y necesariopara el presente y el futuro del Pueblo de Dios, porquepertenece ?ntimamente a su vida, a su santidad y sumisi?n? (VC 3).116S?NTESIS de los aportes recibidos para la V Conferencia General

241. En nuestros d?as, las comunidades de vida consagrada,junto con toda la Iglesia, se han percibido profundamenteafectadas por los diversos cambios de la sociedady de la cultura. A veces hablan de desencanto, decrisis y de desconcierto. Al mismo tiempo, la reducci?nen el n?mero de sus miembros hace que algunas formasde vida consagrada se pregunten por su futuro. Sin embargo,por otra parte se perciben signos de vitalidadque indican el camino por el cual la est? conduciendo elEsp?ritu: riqueza de los carismas fundacionales puestosal servicio del Reino en la Iglesia; opci?n por vivir pobremente,entregando lo mejor de s? en provecho de los m?safligidos, pobres y desesperanzados, renovada pasi?n porCristo y por la humanidad (m?stica y profec?a), ycentralidad del Evangelio y de la Eucarist?a como criterioy punto central de referencia para una valiente renovaci?nde las personas y de las estructuras.

242. La Iglesia de Am?rica Latina espera mucho de lavida consagrada, especialmente del testimonio y aportede las religiosas, contemplativas y de vida apost?lica, puesjunto a los dem?s hermanos religiosos, miembros de InstitutosSeculares y Comunidades de Vida Apost?lica,muestran el rostro materno de la Iglesia y su anhelode escucha, acogida, pobreza y servicio.

2.5.5 Presbiterio y Diaconado Permanente

243. La renovaci?n de nuestras comunidades eclesialescomienza ?como lo muestra la vida y la historia de laIglesia? mediante una profunda renovaci?n de las personasconsagradas. Las comunidades cristianas esperande sus pastores, testigos de la primac?a de Dios, unapresencia m?s cercana con su pueblo ?particularmentecon los grupos humanos en situaci?n de necesidad?; sutestimonio de hombres de oraci?n; una mayor dedica117El Esp?ritu nos impulsa a ser Disc?pulos Misionerosci?n al acompa?amiento espiritual; una gran coherenciacon lo que predican; una orientaci?n m?s decidida yprof?tica de la Iglesia y de la sociedad; y que sean promotoresy signo de unidad en el marco de una pastoralorg?nica. Los presb?teros son los primeros responsablesde asegurar la comuni?n fraterna en su comunidad, porquesus personas y su misi?n est?n ?ntimamente vinculadosa la Eucarist?a, que es el Sacramento que significa yrealiza la unidad de la Iglesia (cf. LG 3), y a la Palabra deDios que nos convoca y nos une. En cuanto promotoresy signos de unidad, los cl?rigos se deber?n abstener departicipar en compromisos que implican la participaci?nen el ejercicio del poder civil.

244. Las aportaciones de las Conferencias Episcopalesindican la necesidad de enfrentar, entre otros, tres desaf?osprincipales:

245. a) El primero dice relaci?n con la identidadteol?gica del ministerio presbiteral. El Concilio VaticanoII establece el ?sacerdocio ministerial? al serviciodel ?sacerdocio com?n de los fieles?, y a estos dos comoparticipaci?n del ??nico sacerdocio de Cristo?. Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, nos ha redimido y nos ha participadosu vida divina. En ?l, somos todos hijos del mismoPadre y hermanos entre nosotros; tambi?n los presb?teros.Antes que padre el presb?tero es un hermano.Esta ontol?gica dimensi?n fraterna no debiera quedarcomo un abstracto supuesto eclesiol?gico, sino transparentarseen el ejercicio pastoral. Esto significa que el presb?terono debe olvidar ser y aparecer, en primer lugar,como disc?pulo de Cristo, con-disc?pulo con los hermanosen la fe, y superar la tentaci?n del autoritarismo quelo a?sla de la comunidad y de la colaboraci?n con losdem?s miembros de la Iglesia.

246. b) El segundo desaf?o se refiere a la cultura. Elpresb?tero est? llamado a conocerla para sembrar en ellala semilla del Evangelio, es decir, para que el mensaje deJes?s llegue a ser una interpelaci?n v?lida, comprensible,esperanzadora y relevante para la vida del hombre y dela mujer de hoy, especialmente para los j?venes. Estedesaf?o incluye la necesidad de potenciar adecuadamentela formaci?n inicial y permanente de los presb?teros, especialmenteen orden a su competencia intelectual.

247. c) El tercero es de car?cter existencial. Este desaf?ose refiere a los aspectos vitales y afectivos, al celibatoy a una vida espiritual intensa fundada en la experienciade Dios; asimismo al cultivo de relaciones fraternascon los dem?s presb?teros, con el obispo y con los laicos.Para que el ministerio del presb?tero sea coherente y testimonial,?ste debe amar y realizar su tarea pastoral encomuni?n con el obispo y con sus pares. El ministeriosacerdotal que brota del Orden Sagrado tiene una ?radicalforma comunitaria? y s?lo puede ser desarrolladocomo una ?tarea colectiva? (PDV 17).

248. Una respuesta esmerada a estos desaf?os ayudar?a que los presb?teros vivan con mayor identidad su sersacramentos-personas de Cristo Pastor, en uni?n con todoel presbiterio de la Di?cesis.

249. Una menci?n especial merecen los di?conos permanentes.Su presencia num?rica ha crecido significativamenteen nuestras Iglesias, aunque con desigual desarrolloy valoraci?n. Fortalecidos, en su gran mayor?a, por ladoble sacramentalidad del Matrimonio y del Orden Sagrado, ofrecen un aporte significativo a la evangelizaci?n,a las celebraciones lit?rgicas, a la formaci?n de nuevascomunidades eclesiales, especialmente en las fronterasgeogr?ficas y culturales, donde ordinariamente no llega la acci?n evangelizadora de la Iglesia. Cada di?cono permanentedebe cultivar esmeradamente su inserci?n en elcuerpo diaconal y una estrecha relaci?n con su obispo, los presb?teros y dem?s miembros del pueblo de Dios.

2.5.6 Obispos y Conferencias Episcopales

250. Los obispos, imagen del ?nico Buen Pastor, con fey esperanza han aceptado su vocaci?n a servir al Pueblode Dios conforme a su coraz?n. Junto con todos los fielesy en virtud del Bautismo son, ante todo, disc?pulos ymiembros del Pueblo de Dios. Como todos los bautizados,y juntos con ellos, quieren seguir a Jes?s, Maestrode vida y de verdad, en la comuni?n de la Iglesia. ComoPastores, servidores del Evangelio, se saben llamados avivir el amor a la Iglesia en la intimidad de la oraci?n yde la donaci?n de s? a los hermanos y hermanas que presidenen la caridad. Est?n decididos a promover por todoslos medios, la caridad y la santidad de los fieles y seempe?an para que el pueblo de Dios crezca en la graciamediante la celebraci?n de los sacramentos. Est?n llamadosa anunciar la Buena Nueva, que es fuente de esperanzapara todos, y a ser ejemplo para sus sacerdotes, di?conos, consagrados, seminaristas y laicos, cultivandode manera especial el v?nculo que los une a sus sacerdotes.Sirven a Cristo y a la Iglesia mediante el discernimientode la voluntad del Padre, para reflejar al Se?oren su modo de pensar, de sentir, de hablar y de comportarseen medio de los hombres.

251. Las experiencias de comuni?n episcopal, sobretodo despu?s del Concilio Vaticano II con la consolidaci?ny difusi?n de las ConferenciasEpiscopales, deben entenderse como encuentroscon Cristo vivo, presente en los hermanosque est?n reunidos en su nombre (EiA 37). En la Conferencia Episcopal, expresi?n de comuni?nafectiva y efectiva del Colegio Episcopal, cada obispopuede encontrar la ayuda solidaria que necesita y el est?mulooportuno para vivir su vocaci?n espec?fica y misi?npastoral, en el seno de la Iglesia Particular de la cuales pastor, en la solicitud por las dem?s Iglesias, especialmentecon las m?s cercanas (Provincias Eclesi?sticas), conel Sucesor de Pedro y en fidelidad a ?l.

252. Para crecer en estas actitudes, los obispos debenprocurar el di?logo constante con el Se?or, cultivar laespiritualidad de la comuni?n con todos los que creen enCristo y acrecentar los v?nculos de colegialidad que losunen a los dem?s obispos de la Conferencia Episcopal yde la Iglesia, particularmente con el Obispo de Roma.

3. LA CONSTRUCCI?N DEL REINO EN AM?RICA LATINA Y EL CARIBE

253. El esp?ritu misionero de la Iglesia se desarrollaprincipalmente en el coraz?n de cada persona que, apartir del encuentro vivo con el Se?or, est? llamada ala conversi?n, a la comuni?n y a la solidaridad, a trav?sde un proceso que dura toda la vida y la convierte endisc?pula del Se?or y en misionera de su mensaje desalvaci?n.

254. Nos hacemos y crecemos como cristianos en el senode la Iglesia, en sus diferentes expresiones: la familia,Iglesia dom?stica; la parroquia, comunidad de comunidades;la Di?cesis o Iglesia Particular, en comuni?n conla Iglesia Universal. Los ejes que articulan todo este procesoson la Palabra de Dios, los Sacramentos ?especialmentela Eucarist?a?, la comuni?n fraterna y el amorhecho servicio.

255. Como Jes?s, la comunidad cristiana, vive y trabajapara la vida del mundo, es decir, ?para que nuestrospueblos en ?l tengan vida?.

3.1 Grandes ?mbitos de la misi?n

256. La vocaci?n al discipulado y al env?o misionerodebe alcanzar a las personas, en cada una de sus dimensionesy situaciones, personales, eclesiales y sociales ytambi?n a las instituciones, especialmente, la familia, lacomunidad eclesial y la sociedad civil. En cada una deestas realidades descubrimos un profundo anhelo porconocer y vivir el Evangelio, la presencia actuante delEsp?ritu Santo y, al mismo tiempo, nuevos desaf?os paradiscernir y obedecer a su conducci?n.

257. El Esp?ritu Santo que ungi? a Jes?s y lo impuls?, yaen el inicio de su misi?n, a realizar la obra de la salvaci?nen obediencia al Padre, es la fuerza y el impulsoorientador que anima a la Iglesia en la concreci?n de sumisi?n de comunicar la vida plena a todos, y en la tareade evangelizar de manera preferente los siguientes ?mbitos (cf. Lc 4, 18-19).

3.1.1 ?mbitos personales y familiares

a) Los ni?os


258. Por ser ?don y signo de la presencia de Dios? ennuestro mundo, por su capacidad de acoger con sencillezlo que ser? el fundamento de su vida, y por la situaci?nde vulnerabilidad a la que se encuentran expuestos,necesitan de una Pastoral de la Infancia que articulela familia, la escuela y la sociedad en la doble vertiente:de una dedicaci?n a ellos que ayude a crecer su amora Jes?s, y de una atenci?n preventiva que mejore sus condiciones de salud, alimentaci?n, educaci?n integral decalidad, afecto y cuidado; as? como tambi?n, de unaatenci?n especializada para aquellos ni?os que han sidoheridos en su dignidad y privados de su inocencia. Lacomunidad eclesial est? llamada a acompa?ar a losni?os y a sus padres hacia el encuentro con Jes?s, medianteel proceso de educaci?n en la fe y la catequesis (cf. EiA 48).

b) Los j?venes

259. Son la vida, colmada de vigor, creatividad y esperanza,que Dios regala a los pueblos latinoamericanos.Ellos, en su inmensa mayor?a, anhelan una orientaci?n yun acompa?amiento pastoral personal y personalizanterespecto a su formaci?n humano-cristiana, que les ofrezcael sentido ?verdadero de la vida y las condiciones id?neaspara realizar sus capacidades y aspiraciones? (EiA47). Es urgente, como lo mencionan las aportaciones delas Conferencias, impulsar y fortalecer una PastoralJuvenil-Vocacional que acompa?e a los j?venes y adolescentesen su proceso formativo integral, desde lapedagog?a de Jes?s, Buen Pastor. La Pastoral Educativaen sus niveles de educaci?n Media y Superior necesitaoptimizar estrategias que respondan a este desaf?o afavor de la juventud.

c) Las mujeres

260. Su presencia en el mundo, en la sociedad y en laIglesia hoy, es bienvenida. Ella requiere el reconocimientode su vocaci?n a participar plenamente en la vidaeclesial, familiar, cultural, social y econ?mica, creandoespacios y estructuras que favorezcan una mayor inclusi?n.Tambi?n necesitan ser valoradas y rescatadas detoda visi?n machista, excluyente y discriminatoria en lo que se refiere a su dignidad de persona. La sabidur?a delplan de Dios nos exige favorecer el desarrollo de su identidadfemenina en complementariedad y reciprocidad ala identidad del var?n. Por eso la Iglesia est? llamada acompartir, orientar y acompa?ar proyectos de promoci?nde la mujer con organismos sociales ya existentes, ya reconocer el ministerio esencial y espiritual que la mujerlleva en sus entra?as: recibir la vida, acogerla, alimentarla,darla a luz, sostenerla, acompa?arla y a desplegarsu ser de mujer creando espacios habitables decomunicaci?n ?personal y familiar?, de comunidad y decomuni?n. El compromiso de la Iglesia en este ?mbito es?tico y profundamente evang?lico.

d) La familia

261. La familia es el valor m?s querido por nuestrospueblos. Sobre todo de la familia dependen la cultura, lasuperaci?n de la pobreza y la transmisi?n de la fe. ElReino de la vida, el amor y la paz tiene su cuna en elseno de la familia, en la bondad, la fe y la sabidur?a delos padres de familia, en el respeto a la mujer, en la consagraci?nde ambos al bien de todos, y en la solidaridadde la comunicaci?n de bienes materiales y espirituales.Pero tenemos que constatar con dolor la grave crisis enque viven incontables familias en la sociedad. Se requiereuna Pastoral Familiar que apuntale acciones queproclamen el Evangelio de la Familia y promuevan lacultura de la vida contra todo relativismo, confusi?n demodelos, desconciertos e ideolog?as que desconocen lacentralidad de la persona humana y su dignidad, as?como el valor de la familia, basada en el matrimonio paratoda la vida entre un hombre y una mujer.

262. Para ello es urgente fortalecer e impulsar accionesy procesos que fortalezcan a la familia, tales como alentar y orientar, tambi?n por parte de los obispos, los movimientosmatrimoniales y familiares, y las mismas familias.La acci?n pastoral a favor de la familia y la defensade la vida deben ser un objetivo transversal de toda acci?npastoral, m?s a?n en las estructuras de pastoral familiara nivel nacional, diocesano y parroquial. Es precisoacompa?ar e impulsar la investigaci?n sobre la familiay la vida; promover en di?logo con los Gobiernos y laSociedad, pol?ticas y leyes a favor de la vida y del matrimoniocomo fundamento de la familia. Falta impulsar ypromover en la educaci?n integral la dimensi?n del amory la sexualidad; atender la comunidad familiar, ofreciendocuidado a los ni?os, a los discapacitados y al adultomayor. Ya no basta con preparar mediante unas pocascharlas para el matrimonio y la vida de familia. Se harevelado toda la importancia de la preparaci?n remota, adem?s de la pr?xima, con itinerarios pedag?gicos de fe.Es un deber pastoral promover proyectos de familiasevangelizadas y evangelizadoras, y ofrecer una adecuadaatenci?n a familias que viven en situaciones dif?ciles eirregulares.

e) Las personas con capacidades diferentes

263. Cada d?a se toma m?s conciencia en la sociedad dela grave situaci?n en que se encuentran quienes hansido considerados minusv?lidos, ya que no cuentan conespacios para su desarrollo personal, laboral y econ?mico.La comunidad eclesial necesita acompa?ar a estoshermanos nuestros desde una actitud compasiva, solidariay efectiva que los lleve a descubrir en Jes?s la fortalezaen su dolor; fomentar en la sociedad un trato deigualdad para ellos, que defienda su vida contra todaexplotaci?n y abuso; as? como tambi?n entablar un di?logocon el Estado con la finalidad de que se lleguen amodificar aspectos de las leyes de Educaci?n y de Trabajo que favorezcan los espacios de participaci?n, desarrolloy calidad de vida.

f) Los ind?genas y afrodescendientes

264. Es urgente para el proceso de Nueva Evangelizaci?nen nuestros pueblos, como lo se?alan las aportacionesde las Conferencias Episcopales, el imperativo deamar a los pueblos y las culturas ind?genas, y de cultivaruna actitud de respeto a sus identidades culturales, que encierran riquezas que Dios guardaba para nuestrotiempo. Es necesario asimismo favorecer la inculturaci?nde la fe, de modo que el Evangelio de Jesucristo y lasense?anzas de la Iglesia encuentren su expresi?n propiadentro de cada ?mbito cultural; apoyar sus aspiracionesa que sea apreciada la dignidad de cada persona y de lospueblos, como tambi?n respetado el derecho a la tierra,al territorio, al desarrollo econ?mico y al acceso a los serviciossociales de salud y educaci?n que ofrece la sociedad.Quienes promueven, en el contexto de su propiahistoria y su cultura, una reflexi?n teol?gica y lit?rgica,quieren hacer su discernimiento con otros te?logos yantrop?logos de la Iglesia. Asimismo en muchos lugaresesperan una presencia pastoral m?s numerosa y fraternade disc?pulos misioneros que compartan su vida y su fecon las comunidades.

g) Los migrantes

265. Frente a la situaci?n de sufrimiento de hermanosnuestros que dejan su h?bitat huyendo de la violencia ode la extrema pobreza, y emigran por eso a otras regionesde su patria, a otros pa?ses o aun a otros continentes,la Iglesia debe estar presente, acompa?ar con su pastoralespec?fica y concientizar sobre los derechos de laspersonas en movilidad. Asimismo deber? renovar y fortalecer su compromiso teol?gico-pastoral para promovery consolidar una ciudadan?a universal en la que nohaya distinci?n entre personas. Procurar? incrementarel ministerio ?buen samaritano? que garantice un avanceefectivo hacia la realizaci?n de una verdadera relaci?nfraterna en la familia humana.
Publicado por verdenaranja @ 1:02  | Hablan los obispos
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