Intervenci?n en Asamblea Plenaria de la V Conferencia General del Episcopado de Am?rica Latina y el Caribe Horacio Valenzuela A, Obispo de Talca, Chile
Quisiera hablar de la necesidad de un nuevo lugar de nuestros santos en nuestra acci?n evangelizadora. Hablar de la ?nube de testigos? como lugar teol?gico, como lugar donde se comprende, se nutre y crece la Iglesia. Quiero destacar a nuestros santos como lugar en que se ha desplegado con extraordinaria pertinencia , riqueza y cercan?a, la acci?n salvadora de Jesucristo. Ellos son el fruto m?s precioso de la Evangelizaci?n en nuestro continente Nuestra Am?rica Latina est? sembrada de testimonios de hombres y mujeres que han sido heroicos disc?pulos y misioneros de Jesucristo y que fueron y son promotores de su Vida Nueva.
Parece necesario hoy volver a mirar nuestros santos como una irrupci?n de Dios en la historia concreta de nuestros pueblos. Hasta ahora, me parece, no han tenido el lugar que les corresponde en nuestra vida pastoral ordinaria . No han tenido protagonismo suficiente en nuestra acci?n pastoral ?m?s oficial ? . Hemos subrayado los favores de los santos, que son importantes, pero hemos obscurecido a los santos que est?n detr?s de los favores ?dej?ndolos s?lo en el ?mbito ?necesario por cierto - de la piedad y la devoci?n.
Me parece que habr?a que incorporarlos a nuestra vida espiritual y pastoral, para favorecer ?una nueva amistad con los santos? . Ellos, rezamos en la liturgia, ?fecundan y renuevan la vida de la Iglesia?.
Al hablar de los santos, el Concilio Vaticano II ense?a que Dios manifiesta su presencia y su rostro de modo v?vido en aquellos que se han dejado transformar a imagen de Cristo, y que, en este mundo cambiante, los santos son un camino seguro a la uni?n con Cristo (cf. Lumen Gentium VII, n? 50). Dios nos revela, entonces, algo de s? mismo en la vida de los santos y, por ello, podemos decir que, en cierto sentido, el santo es un lugar teol?gico y uno de los m?s elocuentes signos de los tiempos. Tanto la teolog?a como nuestra propia experiencia pastoral, nos ense?an que los santos no tienen un lugar \'optativo\' en la vida cristiana, sino que manifiestan el car?cter concreto de la revelaci?n, de modo particular los m?s cercanos por cultura y ?poca, actualizan para nosotros la revelaci?n de Dios en la historia y le otorga carne y sangre al Evangelio. Guiado por esta convicci?n, he querido estructurar esta breve exposici?n en referencia a San Alberto Hurtado, un sacerdote chileno recientemente canonizado por su Santidad Benedicto XVI.
La S?ntesis de los aportes recibidos para la V Conferencia, en el n? 15, nos habla de una ?alternativa crucial?.El Santo Padre nos ha hablado de ?nueva encrucijada?. Y la soluci?n a esta encrucijada es ?el encuentro vivificante y transformador con Cristo?. Para esto, es necesario renovar la visi?n de fe sobre nuestra vida, la Iglesia y el mundo.
Unas prof?ticas e inc?modas palabras de San Alberto Hurtado nos iluminan: ?Hasta los cristianos ?nos incluimos los pastores? A fuerza de respirar esta atm?sfera estamos impregnados de materialismo, de materialismo pr?ctico. Confesamos a Dios con los labios, pero nuestra vida de cada d?a est? lejos de ?l. Nos absorben las mil ocupaciones... nuestra vida de cada d?a es pagana. En ella no hay oraci?n, ni estudio del dogma, ni tiempo para practicar la caridad o para defender la justicia. La vida de muchos de nosotros ?no es, acaso, un absoluto vac?o? ?No leemos los mismos libros, asistimos a los mismos espect?culos, emitimos los mismos juicios... que los ateos?? (1).
Estas palabras son un llamado a renovar nuestra visi?n de fe, a mirar la vida a la luz de la fe y a la luz de la eternidad. A planificar y evaluar nuestras actividades pastorales con criterio de fe (no empresarialmente). A confiar en la oraci?n que, como lo ha dicho recientemente el Papa Benedicto, ?no es algo accesorio, algo opcional; es cuesti?n de vida o muerte? (2) . Que nuestros planes pastorales cuenten con la acci?n de Dios al punto de que sin ella sean un fracaso. El Santo Padre Benedicto XVI nos advierte ?
?Aqu? se ve claro el n?cleo de la tentaci?n: Quitar a Dios? poner orden en el mundo, por nosotros mismos, sin Dios; contar solamente con nuestra propia capacidad; reconocer como verdaderas s?lo las realidades pol?ticas y materiales, y dejar a Dios a parte, como una ilusi?n, ?sta es la tentaci?n que nos amenaza en m?ltiples formas? (J. Ratzinger - Benedicto XVI, Ges? di Nazaret, Rizzoli 2007, p. 50).
Es necesaria la visi?n de fe porque el fin que persigue la Iglesia es sobrenatural, y hay, por tanto, una insalvable desproporci?n entre la misi?n de la Iglesia y nuestras capacidades. De ah? que los medios humanos en s? mismos son, por definici?n, insuficientes. Cuando una Empresa inicia una campa?a publicitaria, si dispone de recursos, cuenta con medios proporcionados para realizar lo que se propone; pero la misi?n de la Iglesia es la de ser sacramento de Cristo y del Esp?ritu, lo que supera todas las capacidades humanas.
?Significa esto que para vivir en la fe no hay que valerse de medios humanos? De ning?n modo. Se trata de poner nuestra esperanza en la acci?n de Dios y, a la vez, ofrecer toda nuestra colaboraci?n humana a la acci?n divina. En otras palabras, ofrecer toda nuestra activa y creativa colaboraci?n a la obra de Dios, que sabemos que supera absolutamente nuestras propias capacidades. Esta es la experiencia de los santos.
Estas afirmaciones est?n muy arraigadas en la revelaci?n pero no siempre encuentran acogida en las din?micas pastorales de nuestras di?cesis. Muchas veces trabajamos como si la evangelizaci?n fuera una empresa humana. En palabras del Padre Hurtado, debemos trabajar al ritmo de Dios, en una perfecta sincronizaci?n con la voluntad del Padre, ni m?s lento ni m?s r?pido, puesto que nuestra acci?n llega a ser da?ina si rompe su uni?n con Dios (3).
Comentando la multiplicaci?n de los panes, San Alberto Hurtado se complace tanto en destacar la pobreza como en insistir en la necesidad de los panes y de los pescados, s?lo as? Jes?s alimenta la multitud. Los panes estaban duros y los pescados, machucados y descompuestos, pero eran necesarios para que el Se?or saciara la muchedumbre (4). ?sta es la din?mica de la Eucarist?a que es fuente y cumbre, puesto que no s?lo manifiesta sino que causa la comuni?n y le otorga a la vida humana su ?forma eucar?stica?(5).
El Padre Hurtado comprendi? su vida sacerdotal como una entrega eucar?stica. En uni?n con Cristo, ofreci? creativamente todas sus capacidades humanas al servicio de los dem?s: trabaj? con los pobres, estudi? las causas de la injusticia, llam? a los universitarios a buscar soluciones estructurales a los des?rdenes de la sociedad y a los trabajadores a participar en su propia elevaci?n...Su pasi?n por Cristo y su Reino, su amor al la Virgen Mar?a y a los pobres suscit? numerosas vocaciones .Todo lo vivi? como prolongaci?n de la Eucarist?a, siempre apoyado en la oraci?n y en plena fidelidad a la ense?anza de la Iglesia. Unos apuntes revelan su secreto: ?Hacer de la Misa el centro de mi vida. Prepararme a ella con mi vida interior, mis sacrificios, que ser?n hostia de ofrecimiento; continuarla durante el d?a dej?ndome partir y d?ndome... en uni?n con Cristo. ?Mi Misa es mi vida, y mi vida es una Misa prolongada!?(6).
S?lo la visi?n de fe impulsa a reconocer a con radicalidad a Cristo en cada hombre, en especial los m?s pobres, y es capaz de sostener una entrega tan generosa, profunda y constante como la de San Alberto Hurtado. S?lo la visi?n de fe logra la s?ntesis entre la radical entrega de s? mismo y la plena confianza en la acci?n de Dios, evitando as? tanto el quietismo como el pelagianismo.
El encuentro personal con Jesucristo, ?nica soluci?n a la ?alternativa crucial? que enfrenta hoy la Iglesia latinoamericana, no ser? el resultado de una calculada estrategia humana, sino el don gratuito de Dios a una Iglesia renovada en la fe, consciente de la insuficiencia de sus propias capacidades y entregada eucar?sticamente a imagen de Aquel ?que no vino a ser servido sino a servir?. Con esta esperanza se puede mirar el futuro con un renovado optimismo cristiano.
La acci?n de Dios en la historia tiene su cumbre en la Encarnaci?n. El di?logo de la Anunciaci?n se muestra como el paradigma del actuar de Dios y, por tanto, el modelo perfecto de la acci?n eclesial. Como lo destac? el Documento de Puebla, y es oportuno recordarlo en esta casa de Mar?a Aparecida; la virginidad de Mar?a es total disponibilidad que s?lo se vuelve fecunda por obra del Esp?ritu (7). La Madre de Jes?s colabora activa y plenamente y, por ello, posibilita la acci?n divina, que no se realiza sin su cooperaci?n, pero ella sabe que su colaboraci?n s?lo es fecunda por la acci?n gratuita e incondicionada de Dios. La maternidad de la Iglesia siempre ser? virginal, dada la absoluta desproporci?n entre nuestros propios medios y la fecundidad de la Iglesia.
La devoci?n a Mar?a Sant?sima, tan arraigada en nuestro continente, es promesa y prenda de que nuestra acci?n eclesial tendr? siempre como modelo a aquella que se ofreci? sin l?mites y en quien Dios hizo obras grandes.
?Conscientes de esta presencia del Resucitado entre nosotros, nos planteamos hoy la pregunta dirigida a Pedro en Jerusal?n, inmediatamente despu?s de su discurso de Pentecost?s: ? ?Qu? hemos de hacer, hermanos? ? (Hch 2,37).
Nos lo preguntamos con confiado optimismo, aunque sin minusvalorar los problemas. No nos satisface ciertamente la ingenua convicci?n de que haya una f?rmula m?gica para los grandes desaf?os de nuestro tiempo. No, no ser? una f?rmula lo que nos salve, pero s? una Persona y la certeza que ella nos infunde: ?Yo estoy con vosotros!
?No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradici?n viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en ?l la vida trinitaria y transformar con ?l la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusal?n celeste. Es un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas, aunque tiene cuenta del tiempo y de la cultura para un verdadero di?logo y una comunicaci?n eficaz. ? ( NMI 29 )
?La vida entera de la comunidad eclesial y de las familias cristianas debe ir en esta direcci?n. Pero tambi?n es evidente que los caminos de la santidad son personales y exigen una pedagog?a de la santidad verdadera y propia, que sea capaz de adaptarse a los ritmos de cada persona. Esta pedagog?a debe enriquecer la propuesta dirigida a todos con las formas tradicionales de ayuda personal y de grupo, y con las formas m?s recientes ofrecidas en las asociaciones y en los movimientos reconocidos por la Iglesia. ? ( NMI 31)
El papa Juan pablo II propuso siete prioridades pastorales para este tiempo de inicios del nuevo milenio : santidad, oraci?n, Misa Dominical, Sacramento de la Reconciliaci?n, primac?a de la Gracia , escucha de la Palabra y anuncio de la Palabra.
NOTAS
(1) La b?squeda de Dios. Conferencias, art?culos y discursos pastorales del Padre Alberto Hurtado, S.J. Escritos in?ditos del Padre Hurtado, vol. 4. Santiago 2005, p. 124.
(2) Benedicto XVI, palabras despu?s del rezo del ?ngelus, 4 de marzo 2007.
(3) Cf. La b?squeda de Dios, pp. 19-22.
(4) Cf. Un disparo a la eternidad. Retiros espirituales predicados por el Padre Alberto Hurtado, S.J. Escritos in?ditos del Padre Hurtado, vol. 1, Santiago 2002, pp. 136-137.
(5) Cf. Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, nn? 70; 76; 80-82.
(6) La b?squeda de Dios, p. 216.
(7) Puebla 294. ?[Mar?a] nos ense?a que la virginidad es un don exclusivo a Jesucristo, en que la fe, la pobreza y la obediencia al Se?or se hacen fecundas por la acci?n del Esp?ritu?.