Jaime Nubiola
Profesor de Filosof?a30 de abril de 2007 La Gaceta de los Negocios (Madrid)
No es infrecuente escuchar que la culpa de los males que en el siglo XX han afligido a la humanidad se encuentra en la filosof?a moderna, sea por el individualismo de Descartes, el colectivismo de Marx o el nihilismo de Nietzsche. Quienes hacen afirmaciones as? suelen a?adir que el problema m?s grave del momento presente es que la cultura ha adoptado una mala filosof?a, un sistema err?neo de pensamiento. Esta posici?n resulta relativamente c?moda, pues traslada la soluci?n de los problemas al trabajo de unos especialistas, los fil?sofos, que son quienes deber?an proporcionar las soluciones, mientras que se estima que el individuo de a pie lamentablemente no puede hacer nada.
Sin embargo, esta manera de enfocar las cosas, de considerar que hay filosof?as buenas y malas como si fueran manteler?as de fiesta o de diario, colonias de lujo o a granel, no es la mejor manera de abordar esta cuesti?n crucial. No es que no sepamos lo que nos pasa, como dec?a Ortega, ni tampoco que pensemos mal o que hayamos optado por una mala filosof?a. Lo que nos pasa es m?s bien que en nuestra sociedad se ha renunciado a pensar. Quien se para un momento a reflexionar advierte de inmediato que en la aldea global cualquier forma de pensamiento libre y creativo ha ca?do v?ctima del ensordecedor ruido general. Aquello que escribi? Pascal de que ?toda la desgracia de los hombres viene de una sola cosa: el no saber quedarse a solas en su habitaci?n? es ahora m?s verdad que nunca.
Pensar es dif?cil. No proporciona una gratificaci?n instant?nea como la mayor parte de las cosas que consumen los j?venes. Quien piensa es considerado a menudo como un ser extra?o, como un extraterrestre. Precisamente somos los fil?sofos quienes tenemos como profesi?n recordar a la humanidad que no se puede vivir sin pensar, que no podemos trasladar nuestras decisiones a otros, sean las modas, las mayor?as o la tradici?n. S?crates, el primero de los fil?sofos, se ve?a a s? mismo como un t?bano puesto sobre su ciudad, Atenas, para que no se amodorrara. Su tarea era ense?ar a pensar con libertad. "M?s vale padecer el mal que cometerlo", dec?a, y afirmaciones como ?sta le llevaron a ser condenado a muerte. Posiblemente nunca ha estado de moda pensar.
La conflictividad es un rasgo inevitable de la convivencia humana en todos sus niveles: desde la familia hasta la comunidad internacional, pasando por la comunidad de vecinos, la organizaci?n profesional o, por supuesto, el Parlamento de una sociedad democr?tica. Muchos renuncian a pensar precisamente para evitarse conflictos: basta con hacer lo que hace la mayor?a. "Lo hacen todos" es el argumento moral definitivo en favor de una posici?n cualquiera porque nos exime de pensar. Cuando en mi infancia usaba yo este argumento ante mi madre, ella siempre me respond?a con enorme convicci?n "?si todos se tiraran por la ventana, t? te tirar?as?". Ante esa pregunta, yo me asomaba t?midamente a la ventana para mirar, "por si acaso" ?dec?a?, pero s?lo llegu? a entender la fuerza de su argumento muchos a?os despu?s.
Lo importante era la convicci?n de mi madre y quiz? se encuentre en ella el origen de mi vocaci?n filos?fica. S?lo vale la pena dialogar ?como ha escrito Rhonheimer? "donde las convicciones se toman en serio, como expresi?n de la convicci?n subjetiva de que la propia convicci?n corresponde a la verdad". Mi madre me daba sus razones porque estaba convencida de la verdad de su posici?n, pero sobre todo porque quer?a ense?arme a pensar por mi cuenta. Transferir las decisiones personales a "lo que hacen todos" equivale a tirarse por la ventana, esto es, a dejar de pensar.