D?a 3 Domingo.
Solemnidad: La Sant?sima Trinidad
Somos para la Trinidad
La fidelidad de san Juan evangelista a la ense?anza del Se?or nos introduce, en este caso, en la intimidad misma de la Trinidad. Las palabras de Jes?s que acabamos de recordar deben ser objeto de nuestra pausada meditaci?n. Son suficientes para nosotros, aunque metidos a partir de ellas en el misterio insondable de la divinidad, el entendimiento humano no comprenda...; pues, como ya sab?amos, a Dios no lo podemos abarcar con la inteligencia.
"Creo en Dios Padre, creo en Dios Hijo, creo en Dios Esp?ritu Santo; espero en Dios Padre, espero en Dios Hijo, espero en Dios Esp?ritu Santo; amo a Dios Padre, amo a Dios Hijo, amo a Dios Esp?ritu Santo".
Es necesario que hagamos as?. Es preciso actualizar las tres virtudes teologales, que tienen por objeto al mismo Dios, para vivir de ellas. Debemos ser muy de este mundo, pero nuestra vida ha de ser a la vez una vida en Dios, de relaci?n permanente con el Padre, el Hijo y el Esp?ritu Santo. Si no fuera as? ?debemos reconocerlo? estar?amos qued?ndonos muy cortos, sin el desarrollo y la plenitud de que somos capaces:
Dios est? contigo. En tu alma en gracia habita la Trinidad Beat?sima.
?Por eso, t?, a pesar de tus miserias, puedes y debes estar en continua conversaci?n con el Se?or. Queramos empaparnos de este convencimiento tan vivo en san Josemar?a y en todos los santos. El prop?sito renovado de pensar en cada una de las divinas Personas, de invocarlas ?tal vez sin palabras muchas veces? ir? confirm?ndonos, por efecto de la Gracia santificante, en esa vida en Dios para la que fuimos creados. Una vida no solamente para el futuro, a partir de la muerte; puesto que debe ser una realidad ya actual. Mientras llevamos a cabo nuestros quehaceres m?s habituales, podemos ?debemos? mantener un trato lo m?s asiduo que sea posible con la Sant?sima Trinidad.
?C?mo busco a las Personas divinas durante la jornada? No es una empresa inaccesible ni demasiado espiritual que no pueda ir de acuerdo con los afanes del mundo que vivimos. Dios nos quiere aqu?, y aqu? nos esperan el Padre, el Hijo y el Esp?ritu Santo cada d?a, mientras nos desenvolvemos cada uno entre nuestros afanes. En cada instante podemos vernos ante el Padre, que ama entra?ablemente a sus hijos los hombres y espera de nosotros correspondencia. Y que descansemos en su bondad omnipotente, tambi?n si por un instante ?o por una temporada? perdimos de vista lo que somos y valemos por ?l.
Aunque queramos seriamente amar a Dios, siempre notamos nuestra fragilidad y, en ocasiones, parece que los defectos conocidos de siempre har?n in?til en la pr?ctica todo intento por corresponderle. Tal vez es entonces el momento de comprender, con una nueva luz, que para esta empresa sobrenatural siempre seremos d?biles; d?biles y desma?ados, por la tendencia al pecado, que proviene del pecado de Ad?n y de los otros pecados nuestros, personales. Entonces invocamos a Dios Padre. Nos apoyamos confiados en su ternura poderosa, en su comprensi?n de Padre que perdona y anima, que quiere salvarnos: vernos felices gozando con su Amor.
De Jesucristo, el Hijo encarnado, aprendemos.
Os he dado ejemplo..., nos dijo. El Se?or es
el hombre perfecto en quien encontramos, en todo momento, la respuesta a c?mo hay que actuar. Jes?s es la verdad acerca del hombre y, como afirm? el ?ltimo Concilio Ecum?nico:
manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocaci?n. Siempre hay unas palabras, una actitud de Nuestro Se?or que nos aconsejan una conducta suya como modelo nuestro para ese momento. Por eso es capital conocer la vida y las palabras del Se?or; estar muy familiarizados con el tesoro que son los Santos Evangelios; para que, casi sin querer, tengamos presente la vida de Cristo al vivir la nuestra.
Pero no est? la perfecci?n que Dios espera de sus hijos en la sola imitaci?n de la conducta de Jes?s. Quiere Dios que los hombres "saltemos", por la acci?n del Esp?ritu Santo, de nuestra condici?n a la suya. Quiere, como expres? san Juan para gozo perpetuo del todo hombre,
que nos llamemos hijos de Dios y lo seamos. La santificaci?n es entonces m?s obra de Dios que nuestra. A cada uno nos corresponde no poner obst?culos, ser d?ciles a la acci?n del Par?clito, para llevar a cabo la vida cristiana; es decir, ser propiamente "Cristo" que cumple por su amor, como Jes?s, la voluntad del Padre santificando el mundo. Por el Esp?ritu Santo, el cristiano comprende su vida como la ocasi?n permanente de amar a Dios, procurando que muchos m?s le amen.
Te contaba ?dec?a san Josemar?a?
que hasta personas que no han recibido el bautismo me han dicho conmovidas: "es verdad, yo comprendo que las almas santas tienen que ser felices, porque miran los sucesos con una visi?n que est? por encima de las cosas de la tierra, porque ven las cosas con ojos de eternidad".
?Ojal? no te falte esta visi?n! ?a?ad? despu?s?, para que seas consecuente con el trato de predilecci?n que de la Trinidad has recibido. ?Correspondamos a ese trato de predilecci?n! En Santa Mar?a no hay un momento de menos uni?n con las tres Personas. Es necesario acudir a su intercesi?n poderosa para que nos esmeremos por estar a la altura de lo que valemos por la voluntad del Creador
Dir?gete a la Virgen, nos aconseja el Fundador de la Obra
?Madre, Hija, Esposa de Dios, Madre nuestra?, y p?dele que te obtenga de la Trinidad Beat?sima m?s gracias: la gracia de la fe, de la esperanza, del amor, de la contrici?n, para que, cuando en la vida parezca que sopla un viento fuerte, seco, capaz de agostar esas flores del alma, no agoste las tuyas..., ni las de tus hermanos.