Jueves, 28 de junio de 2007
Con motivo de haberse publicado recientemente el Decreto por el que se otorga reconocimiento pontificio -como asociaci?n privada internacional de fieles- a los Franciscanos de Mar?a, hemos querido conocer qui?nes son y cu?l es su espiritualidad. En su Web (www.frmaria.org ) leemos:

ESPIRITUALIDAD


La espiritualidad de los Franciscanos de Mar?a tiene dos "fuentes" o puntos de referencia: la Sant?sima Virgen Mar?a y San Francisco de As?s.

Con respecto a Mar?a, la clave de nuestra espiritualidad es la "imitaci?n". Tanto los laicos como los consagrados que se identifican con esta experiencia buscan, con las limitaciones inherentes a un ser humano pecador, imitar a la Virgen y repetir, con el auxilio de la gracia divina, la experiencia que Nuestra Se?ora llev? a cabo en la tierra.

De Mar?a queremos aprenderlo todo e imitar todo, pero nos fijamos especialmente en el motivo de su amor a Dios, a Jes?s y a la Iglesia. Ese motivo, ese "coraz?n" del Coraz?n de Mar?a, lo encontramos en una palabra: agradecimiento. Las virtudes t?picas de la Sant?sima Virgen -la amabilidad, la paz, la disponibilidad, la paciencia, la pureza, la uni?n con Dios, la obediencia, la humildad- son para nosotros pistas que orientan nuestro camino en la vida y nos ense?an a poner en pr?ctica el agradecimiento hacia Dios y hacia el pr?jimo. Con todo, hay tres aspectos de la vida y del ejemplo ofrecido por la Virgen en los que queremos poner particular empe?o para tratar de ser como ella.

El primero es el de la Anunciaci?n. Mar?a responde al saludo del ?ngel y a la petici?n transmitida por el mensajero divino con una frase que es todo un programa de vida: "He aqu? la esclava del Se?or, h?gase en m? seg?n tu palabra". Hacer la voluntad de Dios es, tambi?n para nosotros, un objetivo primordial. Hacer esa voluntad en la vida cotidiana tanto como en los grandes momentos de la existencia. Se trata, pues, de darle a Dios la prioridad en nuestras motivaciones y dejar que sea ?l quien decida sobre nuestro presente y nuestro futuro, como hizo Mar?a, con confianza y con alegr?a, con total disponibilidad. Una de las consecuencias de esta "imitaci?n" de Mar?a en su "s?" a Dios, es la de asumir que el Se?or es realmente Dios y no un "amuleto" o un "?dolo" al que podemos manejar a nuestro antojo y tener a nuestro servicio. Somos nosotros los que estamos al servicio de Dios y no Dios al servicio nuestro. Queremos hacer frente as? a la cada vez m?s extendida manipulaci?n de la imagen de Dios, reducida a una caricatura por la cual aparece como un simp?tico y condescendiente abuelete en lugar de como el Dios soberano. De esta actitud se deriva, como consecuencia inmediata, el asumir el concepto de "deber" en nuestra relaci?n con el Se?or. Si Dios es Dios, si existe, si es el Creador del mundo y de la propia persona, s?lo puede ocupar un lugar: el primero. Eso significa que nosotros tenemos deberes para con ?l y ?l tiene derechos sobre nosotros. El cumplimiento de nuestros deberes no ser? ning?n "favor" que le hacemos al Todopoderoso, sino algo normal, lo m?nimo que se puede esperar de nosotros, cumplido el cual tendremos que decir como aquel siervo de que habla el Evangelio: "No he hecho m?s que cumplir con mi obligaci?n".

El segundo momento de la vida de Mar?a que queremos tener en cuenta para imitar a Nuestra Se?ora es el del Nacimiento de Jes?s en Bel?n. All?, en la cueva de la Natividad, vemos a Mar?a con el Ni?o Jes?s en sus brazos. No es ya la jovencita nazarena, sino una madre que tiene en su regazo a una dulce y grande responsabilidad. Es la Madre de Dios. La Maternidad divina de Mar?a es la mayor aportaci?n hecha jam?s por ning?n ser humano a la propia historia de la Humanidad y a su destino. Por eso, imitar a Mar?a ser?a parcial si no se le pudiera imitar en esa maternidad; hacerlo as? ser?, en cambio, el mayor servicio que cualquiera pueda prestar tanto al individuo como a la sociedad. La imitaci?n de Mar?a en su divina maternidad es imposible en el sentido biol?gico del concepto. Nadie m?s que ella pudo llevar en su seno a Jes?s y prestarle su carne para que ?l la asumiera como propia. Sin embargo, el mismo Cristo ilumin? el camino para conseguir la imitaci?n de la maternidad divina de Mar?a en un sentido no f?sico sino espiritual; lo hizo cuando afirm? que todos aquellos que cumplan la voluntad del Padre son su Madre y sus hermanos. Por si fuera poco, el Se?or lig? su divina presencia a una condici?n que s? es accesible al hombre, a cualquier hombre. "Donde dos o tres est?n unidos en mi nombre, all? estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,20), dijo Jes?s en cierta ocasi?n en que explicaba a sus disc?pulos c?mo ten?an que rezar al Padre para ser escuchados por ?l. Por lo tanto, la unidad, cimentada en la caridad rec?proca, es seg?n el propio Cristo, la "materia" para que se produzca ese nuevo y real nacimiento suyo. La unidad, pues, es una de las claves de la espiritualidad de los Franciscanos de Mar?a, puesto que s?lo a trav?s de esa unidad se puede imitar a la Virgen en su divina maternidad. El amor rec?proco, la unidad como medio para la imitaci?n de la maternidad divina, requiere cumplir una condici?n: no es posible para el individuo aislado, sino que tiene que ser practicada por la colectividad, por "dos o m?s". Esta condici?n es tan importante que s?lo con su cumplimiento se evitar?an tantas luchas suicidas y fratricidas que desgarran la Iglesia por dentro o que minan la estabilidad y energ?a de tantos grupos religiosos. Por lo tanto, as? como en otras virtudes de Mar?a s? cabe la imitaci?n individual, la maternidad s?lo es accesible al conjunto, al grupo de cristianos unidos en el nombre de Jes?s. Para conseguir esta unidad habr? que esforzarse por mantener siempre viva la caridad entre los que desean praticar la imitaci?n mariana. Nada tendr? sentido si no es fruto del amor y nada merecer? la pena si para conseguirlo se rompe esa relaci?n de amor rec?proco. Una maestra en esta espiritualidad de la unidad, Chiara Lubich, dec?a a este prop?sito que "vale m?s lo menos perfecto en unidad que lo m?s perfecto en desunidad", porque en realidad lo que m?s vale es el amor. El amor, la principal de las virtudes cristianas, es el ?nico que garantiza que existan las condiciones para que el Se?or, si as? lo estima conveniente, pueda hacerse presente espiritual pero realmente en medio de los hombres. La unidad, por lo dem?s, lleva a los miembros de la asociaci?n a estar especialmente atentos a sintonizar con la Iglesia, con quienes la representan -el Papa, los obispos, los sacerdotes-, con las distintas realidades existentes en su seno -las parroquias, las congregaciones religiosas, los movimientos y dem?s asociaciones- y tambi?n con los miembros de otras confesiones as? como con todos los hombres de buena voluntad. Colaborar en la empresa de la unidad es una de las metas m?s nobles en que puede empe?arse un cristiano, pues no en vano Jes?s pidi? al Padre "que todos sean uno para que el mundo crea". Pero la maternidad de Mar?a no acaba en el momento del parto. Ella es Madre de Jes?s y no s?lo su "engendradora". Como Madre es, por tanto, educadora. En esa labor educativa est?n contenidas las semillas de la evangelizaci?n, puesto que un aspecto de esa educaci?n es la ense?anza de los valores espirituales y religiosos que deben animar al ser humano. As? pues, la imitaci?n de Mar?a en su maternidad lleva consigo una imitaci?n en el papel educador que Mar?a llev? a cabo con Jes?s, lo cual significa una llamada a la evangelizaci?n hacia todos aquellos que no conocen a Cristo o que lo conocen de manera deficiente. Evangelizar es cuidar de Jes?s, es ser Mar?a, imitar a Mar?a. Para llevar a cabo esta evangelizaci?n volvemos al "coraz?n" de nuestra espiritualidad: el agradecimiento. Evangelizar, para nosotros, es ayudar a comprender que Dios ama al hombre y que el hombre tiene un deber de gratitud hacia Dios. Evangelizar es ense?ar a agradecer, es ense?ar a tener con Dios una relaci?n basada en el amor, en la gratitud.

El tercer momento de la vida de la Virgen que los miembros de esta asociaci?n deben intentar imitar es aquel en el que se contempla a Mar?a al pie de la Cruz. Cuando casi todos se han ido, la Madre est? a su lado, persevera en la fe y en el amor. A Cristo, en aquella hora del G?lgota, le falt? casi todo: incluso le falt? el apoyo sensible del Padre, pues Dios permiti? esa tremenda noche oscura para que Jes?s pudiera hacerse uno con la humanidad hasta sus ?ltimas consecuencias. En cambio, el amor providente de Dios no permiti? que a su Hijo le faltara lo que no le es negado a ning?n ser humano: el cari?o de la Madre. Mar?a junto a la Cruz es la expresi?n m?s alta del amor humano, a la vez que la sublimaci?n de hasta d?nde tiene que llegar nuestro amor por Dios. Imitarle a ella en ese decisivo instante significa estar permanentemente junto a la Cruz y junto al Crucificado. De hecho, si el Se?or ha encontrado la manera de quedarse para siempre entre los hombres -en la Eucarist?a, en su Palabra, en el pr?jimo, en la jerarqu?a, en medio de la comunidad reunida en su nombre-, no ha sucedido as? con la Virgen. No hay una "eucarist?a" mariana, no hay una presencia real de Nuestra Se?ora en la tierra a trav?s de ning?n sacramento. Mar?a est? viva, en cuerpo y alma, pero est? en el Cielo. En cambio, su Hijo sigue aqu? en la tierra, vivo en medio nuestro, crucificado en tantas personas como sufren en el mundo. Est? solo, enfermo, pobre, triste, encarcelado, anciano, hu?rfano, golpeado, abandonado en millones y millones de seres humanos. Y lo que es peor, estos hermanos nuestros que llevan la imagen dolorosa del Crucificado no tienen a su lado a Mar?a para consolarles, para apoyarles en su subida al Calvario. Esa ser? nuestra vocaci?n como imitadores de la Virgen: hacer el papel que ella har?a si estuviera de nuevo f?sicamente presente en la tierra; estar al pie de la Cruz y junto al Crucificado para llevarle el consuelo que necesita, el alimento que reclama, el cari?o que alivie su soledad, la medicina que cure sus dolores. Imitar a Mar?a es servir y ayudar a Cristo crucificado. Ser Madre, como ella fue, significa no dejar que pase un Cristo doliente a nuestro lado sin hacer lo posible por aliviar su carga.

En cuanto a San Francisco de As?s, de ?l aprenden los Franciscanos de Mar?a esas cualidades que hicieron del santo de As?s un hermano de todos los hombres: su sencillez, su pobreza, su humildad, su libertad, su fidelidad a la Iglesia, su compasi?n hacia todo el que sufre, su profunda alegr?a, su aceptaci?n de la voluntad divina, su amor a la Cruz. Muchas de estas notas, t?picas de la espiritualidad franciscana, ya est?n recogidas en la figura de la Virgen, pero la aportaci?n de San Francisco de As?s a?ade un matiz especial que sirve para insistir en aquellos aspectos m?s ligados con el servicio a los pobres, con la vida austera, sencilla y alegre, con el amor apasionado a la Iglesia y el respeto hacia su jerarqu?a. Por otro lado, desde la perspectiva de la "espiritualidad del agradecimiento", nos fijamos, a la hora de imitar a San Francisco, en aquel momento de su vida en el cual, tras ver cu?l era el contenido de las oraciones de los hombres y comprobar su ego?smo, sali? llorando de aquella peque?a capilla de la Porci?ncula mientras gritaba: "El Amor no es amado". Nosotros, con la ayuda de Dios, queremos amar al Amor, queremos amar a Dios que es el Amor. Y queremos dirigir a los dem?s hacia ese amor, ayudarles a comprender que ese es el verdadero camino del cristiano: amar con todo el coraz?n al Dios que te ama.

Si de San Francisco pudieron decir sus bi?grafos que era un "alter Christus", "otro Cristo", de los Franciscanos de Mar?a se deber?a poder decir que son "otras Mar?a" y "otros Francisco", en el sentido de ser "otros Cristos" porque procuran imitar a Nuestro Se?or siguiendo las huellas y el modelo dejado por su Sant?sima Madre y por el santo de As?s. Unas huellas y unos modelos que se resumen en una sola palabra: agradecimiento.

(www.frmaria.org )
Publicado por verdenaranja @ 21:53  | Espiritualidad
Comentarios (0)  | Enviar
Comentarios