Discurso que dirigi? Benedicto XVI el jueves, 5 de Julio de 2007, a los obispos de la Conferencia Episcopal de la Rep?blica Dominicana al recibirles con motivo de su quinquenal visita ad limina apostolorum.
Queridos hermanos en el Episcopado:
1. En este encuentro colectivo de vuestra visita ad limina Apostolorum siento el gozo de compartir la misma fe en Jesucristo, que acompa?a nuestro caminar y que est? vivo y presente en las comunidades confiadas a vuestro cuidado pastoral. Dirijo mi afectuoso saludo a vosotros y tambi?n a las Iglesias diocesanas que presid?s con tanta dedicaci?n y generosidad.
Agradezco a Monse?or Ram?n Benito de la Rosa y Carpio, Arzobispo de Santiago de los Caballeros y Presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano, las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Al mismo tiempo, me siento muy unido a vuestras preocupaciones y anhelos, rogando a Dios que esta visita a Roma sea fuente de bendiciones para todos los sacerdotes, comunidades religiosas y agentes pastorales que colaboran con vosotros en medio del querido pueblo dominicano, siendo conscientes de los retos del mundo globalizado que influyen en el tiempo actual.
2. En las relaciones quinquenales he podido constatar que vuestra Iglesia es una comunidad viva, din?mica, participativa y evangelizadora. Ella se siente interpelada por el mandato de Jes?s de anunciar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16,15) y se esfuerza para que este anuncio llegue a todos los hombres. Para alcanzar esta meta el mensaje debe ser claro y preciso a fin de que la palabra de vida proclamada se convierta en una adhesi?n personal a Jes?s, nuestro Salvador. Por eso, "urge recuperar y presentar una vez m?s el verdadero rostro de la fe cristiana, que no es simplemente un conjunto de proposiciones que se han de acoger y ratificar con la mente, sino un conocimiento de Cristo vivido personalmente, una memoria viva de sus mandamientos, una verdad que se ha de hacer vida" (Veritatis splendor, 88).
3. El objetivo primordial de vuestro ministerio pastoral ha de ser que la verdad sobre Cristo y la verdad sobre el hombre penetren m?s profundamente a?n en los diversos estratos de la sociedad dominicana, pues "no hay evangelizaci?n verdadera, mientras no se anuncia el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jes?s de Nazaret, Hijo de Dios" (Evangelii nuntiandi, 22).
Esta labor, no exenta de dificultades, se desarrolla en medio de un pueblo de esp?ritu abierto y sensible a la Buena Nueva. Es cierto que en vuestro Pa?s se dejan sentir tambi?n los s?ntomas de un proceso de secularizaci?n en el que para muchos Dios ya no representa el origen y la meta, ni el sentido ?ltimo de la vida. Pero, en el fondo, como sab?is muy bien, este pueblo tiene un alma profundamente cristiana. Prueba de ello son las comunidades eclesiales vivas y operantes, donde tantas personas, familias y grupos se esfuerzan por vivir y dar testimonio de su fe.
4. La nueva evangelizaci?n tiene tambi?n como un objetivo primordial la familia. Ella es la verdadera "Iglesia dom?stica", sobre todo cuando es fruto de las comunidades cristianas vivas de las que surgen j?venes con verdadera vocaci?n al sacramento del matrimonio. Las familias no est?n solas ante los grandes desaf?os que deben afrontar; la comunidad eclesial les da apoyo, las anima en la fe y salvaguarda su perseverancia en un proyecto cristiano de vida sujeto con frecuencia a tantos avatares y peligros. La Iglesia promueve que la familia sea de verdad el ?mbito donde la persona nace, crece y se educa para la vida, y donde los padres, amando con ternura a sus hijos, los van preparando para unas sanas relaciones interpersonales que encarnen los valores morales y humanos en medio de una sociedad tan marcada por el hedonismo o la indiferencia religiosa.
Al mismo tiempo, las Comunidades eclesiales, en colaboraci?n con las instancias p?blicas, velar?n por salvaguardar la estabilidad de la familia y favorecer su progreso espiritual y material, lo cual redundar? en una mejor formaci?n de los hijos. Por ello, es de desear que las Autoridades de vuestro amado Pa?s colaboren cada vez m?s en esta irrenunciable tarea de trabajar en favor de las familias. As? lo pon?a de relieve mi Predecesor en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1994: "La familia tiene derecho a todo el apoyo del Estado para realizar plenamente su peculiar misi?n" (n. 5). Pero tampoco ignoro las dificultades que la instituci?n familiar encuentra en vuestra Naci?n, especialmente con el drama del divorcio y las presiones para legalizar el aborto, as? como por la extensi?n de uniones no acordes con el designio del Creador sobre el matrimonio.
5. S? que cuid?is de modo especial las vocaciones sacerdotales para poder atender todas las necesidades diocesanas. En efecto, la promoci?n de las vocaciones sacerdotales y religiosas ha de ser una prioridad de los Obispos y un compromiso de todo el pueblo fiel. Por lo cual, pido fervientemente al Due?o de la mies que sigan acudiendo a vuestros seminarios - que han de ser como el coraz?n de la di?cesis (cf. Optatam totius, 5)- numerosos candidatos al sacerdocio para servir un d?a a sus hermanos como "ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios" (1 Co 4,1). Adem?s de una formaci?n integral, se requiere un profundo discernimiento sobre la idoneidad humana y cristiana de los seminaristas, para asegurar del mejor modo posible el digno desempe?o de su futuro ministerio.
Teniendo en cuenta que "la fisonom?a del presbiterio es [...] la de una verdadera familia" (Pastores dabo vobis, 74), es de desear que los lazos de caridad entre el Obispo y sus sacerdotes sean muy fuertes y cordiales. Si los j?venes ven que los presb?teros viven una verdadera espiritualidad de comuni?n en torno a su Obispo, dando testimonio de uni?n y caridad entre s?, de generosidad evang?lica y disponibilidad misionera, sentir?n mayor atracci?n por la vocaci?n sacerdotal. Es de suma importancia que el Obispo preste singular atenci?n a sus principales colaboradores, los sacerdotes (cf. Presbyterorum Ordinis, 8), siendo ecu?nime en el trato con ellos, cercano a sus necesidades personales y pastorales, paternal en sus dificultades y animador constante de su actividades y desvelos, que en el contexto de la nueva evangelizaci?n les empuja a ir en busca de quienes se han alejado.
6. El lema de este a?o, del Tercer Plan de Pastoral, "Disc?pulo del Se?or, acoge al cercano y busca al lejano", tiene una amplia proyecci?n en el complejo campo de la migraci?n que implica a tantas familias. Dedic?is muchos esfuerzos para atender a los grupos de dominicanos en el extranjero, pero tambi?n os invito de todo coraz?n a acompa?ar con gran caridad, como ya lo est?is haciendo, a los inmigrantes haitianos que han dejado su Pa?s buscando mejores condiciones de vida para ellos y sus familias. Me complace constatar que ya hab?is tenido contactos con los hermanos Obispos de Hait? para tratar de aliviar la situaci?n de pobreza, e incluso de miseria, que ofende la dignidad de tantas personas de esa Naci?n hermana.
7. En vuestro ministerio episcopal muchos de estos retos pastorales est?n estrechamente relacionados con la evangelizaci?n de la cultura, la cual ha de promover los valores humanos y evang?licos en toda su integridad. El ?mbito de la cultura es uno de los "are?pagos modernos", en los que ha de hacerse presente el Evangelio con toda su fuerza (cf. Redemptoris missio, 37). En esta tarea no puede prescindirse de los medios de comunicaci?n social: radio, producciones televisivas, videos y redes inform?ticas pueden ser de gran utilidad para una amplia difusi?n del Evangelio.
8. ?ste es un cometido que ata?e especialmente a los laicos, ya que es propio de su misi?n "la instauraci?n del orden temporal, y que act?en en ?l de una manera directa y concreta, guiados por la luz del Evangelio y el pensamiento de la Iglesia, y movidos por el amor cristiano" (Apostolicam actuositatem, 7). Por eso, es necesario proporcionarles una formaci?n religiosa adecuada, que les capacite para afrontar los numerosos retos de la sociedad actual. A ellos corresponde promover los valores humanos y cristianos que iluminen la realidad pol?tica, econ?mica y cultural del Pa?s, con el fin de instaurar un orden social m?s justo y equitativo, seg?n la Doctrina Social de la Iglesia. Al mismo tiempo, en coherencia con las normas ?ticas y morales, han de dar ejemplo de honestidad y transparencia en la gesti?n de sus actividades p?blicas, frente a la solapada y difundida lacra de la corrupci?n, que a veces alcanza incluso las ?reas del poder pol?tico y econ?mico, adem?s de otros ?mbitos p?blicos y sociales.
Los laicos han de ser fermento en medio de la sociedad, actuando en la vida p?blica para iluminar con los valores del Evangelio los diversos ?mbitos donde se fragua la identidad de un pueblo. Desde sus actividades diarias, han de "testificar c?mo la fe cristiana... constituye la ?nica respuesta plenamente v?lida a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad" (Christifideles laici, 34). Su condici?n de ciudadanos y seguidores de Cristo no ha de inducirlos a llevar como "dos vidas paralelas: por una parte, la denominada vida espiritual, con sus valores y exigencias; y por otra, la denominada vida secular, es decir, la vida de la familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromiso pol?tico y de la cultura" (ib?d., 59). Al contrario, han de esforzarse para que la coherencia entre su vida y su fe sea un elocuente testimonio de la verdad del mensaje cristiano.
9. Junto con vosotros, quiero confiar todas estas propuestas y anhelos a la Virgen de la Altagracia, advocaci?n con la que honr?is a vuestra Madre y Protectora de la Naci?n, para que siga acompa?ando vuestra labor pastoral. A Ella os encomiendo con plena esperanza, a la vez que os imparto la Bendici?n Apost?lica, que extiendo de coraz?n a vuestras Iglesias particulares, a sus sacerdotes, comunidades religiosas y personas consagradas, as? como a los fieles cat?licos de la Rep?blica Dominicana.
[? Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]