Mi?rcoles, 18 de julio de 2007
Art?culo publicado en el Bolet?n "Misioneros Javerianos" JUNIO-JULIO 2007, n?mero 434.
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LA INCULTURACI?N EN EUROPA (III)


P. Carlos Collantes


En el ?ltimo n?mero escrib?amos que somos al mismo tiempo herederos y creadores de cultura, dejando abierta una cuesti?n: ?C?mo crear cultura ?en cuanto cristianos? en nuestra Europa actual tan pluralista y fragmentada, tan llena de posibilidades y de contradicciones, tan capaz de generar y ofrecer altos niveles de bienestar a millones de ciudadanos y de crear al mismo tiempo esclavitudes sutiles o manifiestas?

Dos rasgos claves definen nuestra cultura desde hace siglos: el valor de la persona y el sentido de la libertad. Ambos rasgos tienen un trasfondo b?blico. Los relatos de la creaci?n colocan al ser humano en la cima de la acci?n creadora de Dios, creado a imagen de un Dios Creador y misterio de comuni?n, creado con capacidad de dialogar y responder a Dios, creado libre y responsable. Dotado de una dignidad inviolable, sagrada. A partir del Renacimiento, se inicia una ?revoluci?n? en la manera de pensar ?en las ciencias, en la filosof?a, en la moral? al ser humano que se convierte en el centro y en la medida de todas las cosas. Es la emergencia del individuo

Sin ataduras

Desde entonces la valoraci?n del, individuo es una de las conquistas m?s importantes de nuestra cultura moderna. El individuo libre y protagonista de su propio destino y desarrollo ir? ocupando el centro del pensamiento en Occidente. Cada ser humano es ?nico e irrepetible,

no es un n?mero ni una pieza de un conjunto familiar o de un engranaje social. Los derechos humanos conquistados len-ta y progresivamente tiene ah? su punto de partida: la dignidad del ser humano. Y as? lo reconocen las diferentes declaraciones de derechos humanos. Esta convicci?n, presente hoy en el esp?ritu de las personas, ha favorecido la libertad y el progreso humano y social.

Siglos han transcurrido, y de la justa valoraci?n del individuo hemos pasado a la exaltaci?n del individuo, y de ah? a un individualismo exacerbado. Nuestra cultura favorece la creaci?n de individuos liberados de toda autoridad ?autoridad de la tradici?n y de la comunidad?, favorece la emergencia de individuos que quieren vivir sin ?ataduras?, sin ?v?nculos?, sin dependencias, queriendo disfrutar de una libertad sin frenos. Respiramos a veces un hiperindividualismo miope. En el fondo, el individualista no se siente vinculado de verdad a nada ni a nadie. Ni a tradiciones ni a colectividades humanas. Busca relaciones que refuerzan su satisfacci?n o su autoestima, relaciones pro-fundamente interesadas.

El ?yo? que aparece en tantos reclamos y anuncios publicitarios es un yo narcisista, obsesivamente colocado en el centro, un yo encerrado en s? mismo, prisionero de objetos y de sensaciones ef?meras, lleno de s?, vac?o en el fondo. Anuncios lisonjeros que construyen un yo profundamente inmaduro, obsesionado por su propio bienestar. ?Estar bien consigo mismo? se ha convertido en el supremo ideal de vida para muchos.

?Qu? libertad?

Hemos sido creados libres y responsable, y ambas: libertad y responsabilidad van unidas. Nuestro modelo m?s logrado y perfecto es Jes?s, paradigma de hombre libre, y para ?l la libertad es servicio, don de s? mismo hasta la entrega de la propia vida. Frente a esta libertad solidaria, ?exigente?, entendida y vivida como un ser-vicio y una entrega, se exalta otra libertad entendida ?nicamente como disfrute individual, expresi?n ?a veces? del m?s puro ego?smo. Una libertad marcada por el ambiente hedonista de fr?vola superficialidad, de miopes horizontes, libertad que termina en el vac?o de un yo sin ra?ces, un ser fragmentado cuya conciencia parece reducirse a un conjunto yuxtapuesto de flash.

Y en lugar de la libertad solidaria, en otros ?mbitos se difunde e inocula esa otra concepci?n ?liberal? de una libertad ego?sta, falaz donde predomina la b?squeda del propio inter?s, del beneficio, de la m?xima rentabilidad. Una libertad sin frenos aplicada al orden econ?mico, y defendida por el liberalismo econ?mico ?ultraliberalismo agresivo en nuestros d?as? que s?lo beneficia a los m?s poderosos, libertad del pez grande para comerse al chico. En nombre de la libertad de unos pocos privilegiados una gran mayor?a es privada, excluida del derecho a la justicia. Nos ofrecen migajas de libertad, libertad para escoger diferentes marcas del mismo o parecido producto en el supermercado del barrio pero no el tipo de sociedad que queremos. Hace unos meses pod?amos o?r y ver en la televisi?n un anuncio descarado. Un banco, claro. El anuncio manipulaba el c?lebre: ?libertad, igualdad, fraternidad?, traduci?ndolo por ?libertad, igual-dad y rentabilidad?. ?Desfachatez? ?cinismo? o simplemente ?realismo? ?La fraternidad es cosa de ingenuos, de est?pidos o de idealistas! y lo que se lleva es el negocio, el beneficio, la rentabilidad; libertad para enriquecerse y para generar desigualdades. iQu? lejos estamos de la fraternidad universal, de la b?squeda de condiciones de vida dignas para todos! Si ser persona consiste en ser libre y al mismo tiempo, en estar ligado, ?es posible la libertad sin interdependencia, sin fraternidad, sin ?ataduras? de amor?

Influjo social

Compartir los bienes es una exigencia de la justicia. El mundo, su progreso ha sido confiado por Dios al ser humano, y si queremos de verdad que el desarrollo sea humano es preciso que los bienes y recursos lleguen a todos hasta alcanzar una distribuci?n justa, solidaria, sin olvidar las generaciones futuras. Los bienes de la creaci?n est?n destinados a todos los seres humanos. Una propiedad privada que no sea solidaria, que no respete el destino universal de los bienes de la tierra se convierte en fuente de divisi?n, de explotaci?n, de conflictos.

Nuestra sociedad-cultura ejerce un enorme influjo sobre nosotros y sobre nuestras comunidades cristianas, nos es necesaria y saludable una actitud de vigilancia evang?lica sobre nues?tra escala de valores, nuestros criterios de juicio, o sobre nuestras actitudes m?s o menos ?espont?neas?.

?C?mo conjugar y armonizar independencia individual y mutua dependencia? ?Qu? visi?n del ser humano podemos aportar los cristianos a nuestra sociedad? Por ah? puede ir una de nuestras aportaciones m?s v?lidas a nuestra cultura. Un tipo de persona solidaria, comunitaria, entregada, servicial, responsable de los dem?s, de la sociedad, de la historia, animada por el gozo y la esperanza del Resucitado, opuesta a ese individuo aislado, egoc?ntrico, preocupado de manera obsesiva e inmadura por su bienestar, su imagen, su exclusivo inter?s.


?En la medida en que la niebla del individualismo envuelve e impregna a las personas, la conciencia sentida de estar ligados a Dios, vinculados a una comunidad, interiormente orientados a ser fieles y solidarios, invitados con apremio a amar, se vuelve m?s ?contracultural?, m?s extra?a. ?Quien no ama no conoce a Dios?. El individualismo puede inducir a lo sumo a formas de religiosidad que pretenden sobre todo el bienestar psicol?gico del individuo. Algunos ?nuevos movimientos religiosos? parecen responder a esta necesidad. No es, pues, sorprendente, la apat?a de tantos conciudadanos a aceptar la doctrina y la vida cristiana propuestas por la Iglesia?. (Carta pastoral de los obispos de Pamplona, Bilbao, San Sebasti?n y Vitoria, 2005)

?Hay un tipo de hombre que est? presidido por los productos ?light?, un hombre superficial que tiene cuatro ingredientes: hedonismo ?placer y m?s placer?, consumismo ?tanto tienes tanto vales?, permisividad ?haz lo que quieras? y relativismo ?nada tie?ne importancia?. Es un tipo de hombre brutal, devastador.? (Enrique Rojas, psiquiatra)

Publicado por verdenaranja @ 0:26  | Art?culos de inter?s
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