ZENIT publica la homil?a que pronunci? Benedicto XVI durante la celebraci?n de las primeras v?speras de la solemnidad de San Pedro y San Pablo en la bas?lica papal de San Pablo Extramuros el 28 de junio de 2007. Se?ores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas:
En estas primeras V?speras de la solemnidad de San Pedro y San Pablo recordamos con gratitud a estos dos Ap?stoles, cuya sangre, junto con la de tantos otros testigos del Evangelio, ha fecundado la Iglesia de Roma. En su recuerdo, me alegra saludaros a todos vosotros, queridos hermanos y hermanas: al se?or cardenal arcipreste y a los dem?s cardenales y obispos presentes, al padre abad y a la comunidad benedictina a la que est? encomendada esta bas?lica, a los eclesi?sticos, a las religiosas, a los religiosos y a los fieles laicos aqu? reunidos.
Dirijo un saludo particular a la delegaci?n del Patriarcado ecum?nico de Constantinopla, que devuelve la visita de la delegaci?n de la Santa Sede a Estambul, con ocasi?n de la fiesta de San Andr?s. Como dije hace unos d?as, estos encuentros e iniciativas no constituyen s?lo un intercambio de cortes?a entre Iglesias, sino que quieren expresar el compromiso com?n de hacer todo lo posible para apresurar el tiempo de la plena comuni?n entre el Oriente y el Occidente cristianos.
Con estos sentimientos, saludo con deferencia a los metropolitas Emmanuel y Gennadios, enviados por el querido hermano Bartolom? I, al que dirijo un saludo agradecido y cordial. Esta bas?lica, donde han tenido lugar acontecimientos de profundo significado ecum?nico, nos recuerda cu?n importante es orar juntos para implorar el don de la unidad, la unidad por la que san Pedro y san Pablo entregaron su vida hasta el supremo sacrificio de su sangre.
Una antiqu?sima tradici?n, que se remonta a los tiempos apost?licos, narra que precisamente a poca distancia de este lugar tuvo lugar su ?ltimo encuentro antes del martirio: los dos se habr?an abrazado, bendici?ndose rec?procamente. Y en el portal mayor de esta bas?lica est?n representados juntos, con las escenas del martirio de ambos. Por tanto, desde el inicio, la tradici?n cristiana ha considerado a san Pedro y san Pablo inseparables uno del otro, aunque cada uno tuvo una misi?n diversa que cumplir: san Pedro fue el primero en confesar la fe en Cristo; san Pablo obtuvo el don de poder profundizar su riqueza. San Pedro fund? la primera comunidad de cristianos provenientes del pueblo elegido; san Pablo se convirti? en el ap?stol de los gentiles. Con carismas diversos trabajaron por una ?nica causa: la construcci?n de la Iglesia de Cristo.
En el Oficio divino, la liturgia ofrece a nuestra meditaci?n este conocido texto de san Agust?n: "En un solo d?a se celebra la fiesta de dos ap?stoles. Pero tambi?n ellos eran uno. Aunque fueron martirizados en d?as diversos, eran uno. San Pedro fue el primero; lo sigui? san Pablo. (...) Por eso, celebramos este d?a de fiesta, consagrado para nosotros por la sangre de los Ap?stoles" (Disc. 295, 7. 8). Y san Le?n Magno comenta: "Con respecto a sus m?ritos y sus virtudes, mayores de lo que se pueda decir, nada debemos pensar que los oponga, nada que los divida, porque la elecci?n los hizo similares, la prueba semejantes y la muerte iguales" (In natali apostol., 69, 6-7).
En Roma, desde los primeros siglos, el v?nculo que une a san Pedro y san Pablo en la misi?n asumi? un significado muy espec?fico. Como la m?tica pareja de hermanos R?mulo y Remo, a los que se remontaba el nacimiento de Roma, as? san Pedro y san Pablo fueron considerados los fundadores de la Iglesia de Roma. A este prop?sito, dirigi?ndose a la ciudad, san Le?n Magno dice: "Estos son tus santos padres, tus verdaderos pastores, que para hacerte digna del reino de los cielos, edificaron mucho mejor y m?s felizmente que los que pusieron los primeros cimientos de tus murallas" (Homil?as 82, 7).
Por tanto, aunque humanamente eran diversos, y aunque la relaci?n entre ellos no estuviera exenta de tensiones, san Pedro y san Pablo aparecen como los iniciadores de una nueva ciudad, como concreci?n de un modo nuevo y aut?ntico de ser hermanos, hecho posible por el Evangelio de Jesucristo. Por eso, se podr?a decir que hoy la Iglesia de Roma celebra el d?a de su nacimiento, ya que los dos Ap?stoles pusieron sus cimientos. Y, adem?s, Roma comprende hoy con mayor claridad cu?l es su misi?n y su grandeza. San Juan Cris?stomo escribe: "El cielo no es tan espl?ndido cuando el sol difunde sus rayos como la ciudad de Roma, que irradia el esplendor de aquellas antorchas ardientes (san Pedro y san Pablo) por todo el mundo... Este es el motivo por el que amamos a esta ciudad... por estas dos columnas de la Iglesia" (Comm. a Rm 32).
Al ap?stol san Pedro lo recordaremos particularmente ma?ana, celebrando el divino sacrificio en la bas?lica vaticana, edificada en el lugar donde sufri? el martirio. Esta tarde nuestra mirada se dirige a san Pablo, cuyas reliquias se custodian con gran veneraci?n en esta bas?lica. Al inicio de la carta a los Romanos, como acabamos de escuchar, saluda a la comunidad de Roma present?ndose como "siervo de Cristo Jes?s, ap?stol por vocaci?n" (Rm 1, 1). Utiliza el t?rmino siervo, en griego doulos, que indica una relaci?n de pertenencia total e incondicional a Jes?s, el Se?or, y que traduce el hebreo 'ebed, aludiendo as? a los grandes siervos que Dios eligi? y llam? para una misi?n importante y espec?fica.
San Pablo tiene conciencia de que es "ap?stol por vocaci?n", es decir, no por auto-candidatura ni por encargo humano, sino solamente por llamada y elecci?n divina. En su epistolario, el Ap?stol de los gentiles repite muchas veces que todo en su vida es fruto de la iniciativa gratuita y misericordiosa de Dios (cf. 1 Co 15, 9-10; 2 Co 4, 1; Ga 1, 15). Fue escogido "para anunciar el Evangelio de Dios" (Rm 1, 1), para propagar el anuncio de la gracia divina que reconcilia en Cristo al hombre con Dios, consigo mismo y con los dem?s.
Por sus cartas sabemos que san Pablo no sab?a hablar muy bien; m?s a?n, compart?a con Mois?s y Jerem?as la falta de talento oratorio. "Su presencia f?sica es pobre y su palabra despreciable" (2 Co 10, 10), dec?an de ?l sus adversarios. Por tanto, los extraordinarios resultados apost?licos que pudo conseguir no se deben atribuir a una brillante ret?rica o a refinadas estrategias apolog?ticas y misioneras. El ?xito de su apostolado depende, sobre todo, de su compromiso personal al anunciar el Evangelio con total entrega a Cristo; entrega que no tem?a peligros, dificultades ni persecuciones: "Ni la muerte ni la vida ?escribi? a los Romanos? ni los ?ngeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podr? separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jes?s Se?or nuestro" (Rm 8, 38-39).
De aqu? podemos sacar una lecci?n muy importante para todos los cristianos. La acci?n de la Iglesia s?lo es cre?ble y eficaz en la medida en que quienes forman parte de ella est?n dispuestos a pagar personalmente su fidelidad a Cristo, en cualquier circunstancia. Donde falta esta disponibilidad, falta el argumento decisivo de la verdad, del que la Iglesia misma depende.
Queridos hermanos y hermanas, como en los inicios, tambi?n hoy Cristo necesita ap?stoles dispuestos a sacrificarse. Necesita testigos y m?rtires como san Pablo: un tiempo perseguidor violento de los cristianos, cuando en el camino de Damasco cay? en tierra, cegado por la luz divina, se pas? sin vacilaciones al Crucificado y lo sigui? sin volverse atr?s. Vivi? y trabaj? por Cristo; por ?l sufri? y muri?. ?Qu? actual es su ejemplo!
Precisamente por eso, me alegra anunciar oficialmente que al ap?stol san Pablo dedicaremos un a?o jubilar especial, del 28 de junio de 2008 al 29 de junio de 2009, con ocasi?n del bimilenario de su nacimiento, que los historiadores sit?an entre los a?os 7 y 10 d.C. Este "A?o paulino" podr? celebrarse de modo privilegiado en Roma, donde desde hace veinte siglos se conserva bajo el altar papal de esta bas?lica el sarc?fago que, seg?n el parecer concorde de los expertos y seg?n una incontrovertible tradici?n, conserva los restos del ap?stol san Pablo.
Por consiguiente, en la bas?lica papal y en la hom?nima abad?a benedictina contigua podr?n tener lugar una serie de acontecimientos lit?rgicos, culturales y ecum?nicos, as? como varias iniciativas pastorales y sociales, todas inspiradas en la espiritualidad paulina. Adem?s, se podr? dedicar atenci?n especial a las peregrinaciones que, desde varias partes, quieran acudir de forma penitencial a la tumba del Ap?stol para encontrar beneficio espiritual.
Asimismo, se promover?n congresos de estudio y publicaciones especiales sobre textos paulinos, para dar a conocer cada vez mejor la inmensa riqueza de la ense?anza contenida en ellos, verdadero patrimonio de la humanidad redimida por Cristo. Adem?s, en todas las partes del mundo se podr?n realizar iniciativas an?logas en las di?cesis, en los santuarios y en los lugares de culto, por obra de instituciones religiosas, de estudio o de ayuda que llevan el nombre de san Pablo o que se inspiran en su figura y en su ense?anza.
Por ?ltimo, durante la celebraci?n de los diversos momentos del bimilenario paulino, se deber? cuidar con singular atenci?n otro aspecto particular: me refiero a la dimensi?n ecum?nica. El Ap?stol de los gentiles, que se dedic? particularmente a llevar la buena nueva a todos los pueblos, se comprometi? con todas sus fuerzas por la unidad y la concordia de todos los cristianos. Que ?l nos gu?e y nos proteja en esta celebraci?n bimilenaria, ayud?ndonos a progresar en la b?squeda humilde y sincera de la plena unidad de todos los miembros del Cuerpo m?stico de Cristo. Am?n.
[Traducci?n distribuida por la Santa Sede
? Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]