El conocido pastoralista José Antonio Pagola realizó, en Tenerife, un curso para los profesores-tutores de Enseñanza Religiosa Escolar. La iniciativa surgió de la Delegación Diocesana de Enseñanza y la Fundación Santa María. El curso llevó el sugerente título de `Volver a Jesús'.
P.- ¿Por qué este título?
R.- En primer lugar porque me parece un tema esencial. En este momento de tanto relativismo, de tanta confusión, de una necesidad de conversión que todos experimentamos y que expresamos de diversas maneras, pienso que volver a Jesús es esencial. Además, histórica-mente vemos que siempre que la Iglesia ha querido renovarse ha tenido que ir sus raíces, al mismo Cristo.
P.- Ha hablado de la alternativa de Jesús, ¿a qué se refiere?
R.- El curso estuvo dividido en cuatro temas. El primero de ellos se tituló "La alternativa de Jesús" que consiste, de manera muy resumida, en exponer los rasgos del mensaje que Jesús quería proponer y que deseaba introducir en el mundo. Por eso, en el curso hemos hablado del reino de Dios, pero con otro lenguaje. Lo que quiero hacer ver es que Jesús quería promover un movimiento. del cual proviene la Iglesia, que posee las siguientes características: compasión, dignidad hacia los últimos, acción sana-dora y perdón como horizonte útil. En mi opinión la Iglesia cambiaría si supiéramos conjugar bien estos tres verbos: acoger mejor, escuchar más y acompañar.
P.- En algunos sectores de nuestra sociedad se palpa una cierta animadversión contra Jesús, en algunos casos se habla hasta de "cristofobia", ¿Es para tanto? ¿Podemos decir que Jesucristo en la actualidad goza de buena prensa?
R.- Estamos viviendo un momento apasionante. Cuando aparentemente todo está en crisis, hoy en día se habla de "omnicrisis", resulta sorprendente que Jesús no lo esté. Hay un interés desde los años 80, un nivel de investigación sobre la figura de Jesús, nunca visto antes, sobre todo en los países anglosajones y en el mismo Israel. El interés por Jesús crece porque es, probablemente, lo mejor que ha dado la humanidad. Desde el momento que la humanidad se aleja de las grandes religiones la pregunta es: "¿quién va a aportar hoy al mundo lo que hasta ahora las grandes religiones han aportado?" Esto es. un horizonte de esperanza, unos criterios éticos, un sentido de la vida, etc. Por ahora vivimos de inercia y no es fácil que las nuevas generaciones vuelvan a la doctrina religiosa y a la moral tal y corno ha sido presentada, pero sí que van a necesitar personas que se conviertan en auténticos referentes. Al respecto, se habla de tres personas en concreto: Jesús, Buda y Sócrates. Pero la figura de Jesús no sólo como fundador de la religión cristiana, sino como referente de vida ante el sufrimiento humano, ejemplo de solidaridad, etc. Estamos ante un estilo de vida que nos puede irritar e interpelar, pero que de ninguna manera puede ser rechazado va que se trata de una manera sana de vivar.
P.- ¿De qué forma cree que las diócesis deben centrar su trabajo pastoral hoy día?
R.- Creo que no podernos olvidar que la única manera para que una comunidad cristiana crezca es en torno al relato de Jesús, es decir, centrando su mensaje en el evangelio y situándose congo discípulos y seguidores de Cristo. A partir de ahí, hay que empezar a dar pasos. No se trata sólo de conservar lo que tenemos, sino de ir descubriendo, juntos, caminos para trabajar de forma más humana en el mundo actual. Lo que pasa es que aquí nos encontramos con un problema, nos daremos cuenta que somos una Iglesia del bienestar, y no es fácil desde el bienestar entender el evangelio.
BASÍLICA DE NUESTRA SEÑORA DE CANDELARIA
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El fin del Instituto es inculturar el Evangelio, o sea para prolongar la Encarnación en 'todo hombre, todo el hombre, y en todas las manifestaciones del hombre', de acuerdo con las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia ¿cómo se vive esto en la practica?
Cuando decimos “prolongar el Verbo” nos referimos a vivir siempre según el Evangelio a ejemplo de Jesucristo. El Evangelio no es sólo para nosotras religiosas, es para todos y debemos hacerlo conocer, llevarlo al mundo. Allí donde el mundo habla de odio y guerra, Jesucristo habla de perdón y paz.
Hay todavía tanta gente que no conoce Jesucristo y su mensaje, de ahí la urgencia de la misión, de prolongar el Verbo en las culturas del hombre, en todas las manifestaciones del hombre, especialmente en una cultura que prevalentemente es de muerte.
Nosotras somos primero de todo misioneras y podríamos decir que tenemos tres grandes líneas de apostolado, la primera es la proclamación de la Palabra, catequetizar. La segunda, las obras de misericordia, el reconocer a Jesús en el pobre, el anciano, el huérfano, el discapacitado. En el Evangelio está el valor de la vida, el amor por la vida desde su concepción hasta la muerte natural, el amor al prójimo y el amor a Dios. Y la tercera es la contemplación, conquistar gracias por medio de la oración. Nuestras hermanas contemplativas nos recuerdan que Dios es el Único Necesario, nos enseñan a elevar la mirada hacia el Cielo.
Ustedes respiran con los dos pulmones, latino y oriental ¿por qué han realizado esta elección? ¿Cómo se vive esto dentro de la comunidad?
Los dos pulmones están siempre presentes en la Iglesia, y es una expresión que usó Juan Pablo II, al que nos sentimos muy vinculadas por haber nacido bajo su Pontificado y por habernos iluminado con su ejemplo y doctrina.
Nuestro fundador, el Padre Carlos Miguel Buela, ha querido que tengamos en nuestro Instituto una rama oriental para poder ayudar a nuestros hermanos de las Iglesias Orientales ya que forman parte del patrimonio indiviso de la Iglesia Universal.
Los ritos orientales son una gran riqueza, son otras expresiones de una misma fe. Gracias a Dios podemos constatar este gran patrimonio en nuestras comunidades en Egipto, donde además del rito romano tenemos hermanas de rito copto; y en Ucrania con el rito bizantino. En ambos lugares Dios ha suscitado vocaciones llamadas a evangelizar por medio de su propio rito.
¿En qué consiste es su cuarto voto de esclavitud mariana?
Este voto es una consecuencia lógica de la encarnación del Verbo. Jesús se hizo hombre en el seno de la Virgen María. Por medio de María vamos a Él. Es parte de la espiritualidad de S. Luis María Grignon de Montfort escrito en su "Tratado de la Verdadera Devoción a María". La consagración consiste en darse enteramente a la Santísima Virgen para pertenecer por completo a Jesucristo por Ella. Darse enteramente significa darle todo lo que nos pertenece: nuestros bienes interiores y exteriores. Le entregamos nuestros bienes materiales para que ella nos preserve de todo apego a las cosas terrenas y nos inspire hacer el mejor uso de ellas. Le entregamos el cuerpo y nuestros sentidos para que ella los conserve en perfecta pureza; y también, todos los bienes espirituales.
Otro aspecto de la consagración se podría indicar con San Agustín, cuando llama a la Virgen “Forma Dei": molde viviente de Dios. María es el molde maravilloso de Dios, hecho por el Espíritu Santo para formar a la perfección a un Hombre-Dios por la encarnación y para hacer al hombre partícipe de la naturaleza divina mediante la gracia. María es el molde en el cual no falta ni un solo rasgo de la divinidad. Quien se arroje en él y se deje moldear, recibirá allí todos los rasgos de Jesucristo, verdadero Dios.
María es una presencia natural en nuestra vida, por María queremos llegar al corazón de su Hijo. Aparte de la fórmula tradicional de los tres votos (pobreza, castidad, obediencia) tenemos este cuarto voto mariano. Dicen nuestras Constituciones que somos esencialmente misioneras y marianas.
¿En que países están las hermanas y que tipo de trabajo realizan?
Actualmente estamos presentes en 23 Países: Albania, Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Ecuador, Egipto, España (Tenerife), Estados Unidos, Guyana, Islandia, Italia, Jordania, Países Bajos, Perú, Palestina (Belén), Papúa Nueva Guinea, Rusia, Tayikistán, Taiwán, Tunes, Ucrania
Durante el próximo mes de agosto abriremos dos nuevas comunidades en Siberia y en Kazajstán.
De acuerdo a nuestro carisma: "La evangelización de la cultura", las hermanas puedan realizar apostolados muy variados. Las Servidoras realizan trabajo parroquial, frecuentemente en unión con los sacerdotes del Instituto del Verbo Encarnado, con quienes compartimos el mismo Padre fundador y las mismas Constituciones. También hay hermanas que enseñan en escuelas, mientras otras realizan un trabajo intelectual por ejemplo, por medio del proyecto cultural Padre Cornelio Fabro, para la edición de la opera omnia de este gran filósofo tomista italiano. Una particular importancia reviste también el diálogo interreligioso y ecuménico, y el trabajo de publicación de diversos artículos afines en los sitios web de la Congregación; también en la reedición de otros libros de apostolado.
Realizamos misiones populares, oratorios para niños y colaboramos en la asistencia y predicación de los Ejercicios Espirituales según San Ignacio de Loyola.
Tenemos hogarcitos con niños abandonados y huérfanos, mamás solteras, ancianos, discapacitados, internados de jóvenes; trabajamos a favor de la vida, de la familia.
Por último, pero de importancia capital, tenemos hermanas de vida contemplativa, quienes según lo escrito en nuestras constituciones, están a la vanguardia de nuestra labor misionera.
Estas son, en grandes rasgos, las principales actividades pastorales de las Servidoras.
- ¿Dónde encuentran más dificultad las hermanas para realizar su apostolado?
Hay lugares dónde es difícil hablar abiertamente de Jesucristo, simplemente porque no se lo conoce, o porque se lo rechaza. En estos lugares el misionero tiene que aprender también a hablar de Dios por medio del testimonio de la propia vida, por medio de la caridad, el ejemplo de la primacía de la oración, y el respeto hacia la persona humana. Por ejemplo, sucedió varias veces a nuestras hermanas en Palestina que, cuidando niños discapacitados (en su mayoría musulmanes), los mismo familiares de los niños les preguntaban porque dejaban su Patria, cultura, idioma propio, renunciaban al matrimonio y a tener propios hijos para ir a ese lugar a cuidar sus niños discapacitados… y quedaban asombrados ante la respuesta de las hermanas: “lo hacemos por amor a Dios”.
De todas maneras, obstáculos para la evangelización existen en todas partes del mundo, pero hay que buscar de superarlos. Además hay una cruz reservado para cada misionero, independiente del lugar donde esté. Cada una de las hermanas tendrá que continuar su lucha mientras avanza por el camino estrecho.
Ciertamente, hay lugares donde se sufre en mayor grado la soledad, la incomprensión, la ignorancia de la Fe en Cristo, como en las misiones más alejadas en el territorio Ruso, en Egipto o en Papua-Nueva Guinea.
Por otro lado, hay ciertos peligros mayores en otros lugares como Tierra Santa o las favelas de Brasil, en la zona del Guasmo en Guayaquil, (Ecuador), o en Brooklyn y Harlem en los Estados Unidos, donde la violencia es un factor común en la vida cotidiana de la gente a las cuales se busca evangelizar.
También es un gran desafío la indiferencia religiosa que se experimenta cada vez más en el continente Europeo. Mucha gente ha apostatado, vive la frialdad y el egoísmo de la cultura de la muerte, como si Dios no existiera. En Holanda, pero también en Tenerife y Italia, chocamos con esta realidad; aunque también hay pequeñas luces al horizonte, que indican que la gente está cansada de vivir abandonada a sus pasiones, apartada de Jesús, quien es "el Único que tiene palabras de vida eterna".
¿Cuales son sus principales desafíos y deseos para la Congregación como superiora general?
La misión es ciertamente un gran desafío, especialmente en los lugares "de frontera", donde nadie quiere ir, donde los frutos serán pocos, la labor ardua y el desgaste del misionero mucho. Lo mismo vale con respecto a la difícil tarea de la re-evangelización de Europa, donde se está viviendo la triste realidad del hombre caído de Dios, también caído de si mismo.
Mi gran deseo para nuestra Congregación es que sus miembros y todas las personas que están en contacto con nosotras, puedan alcanzar la santidad. ¿Qué sentido tienen nuestras obras sin la santidad? No me gusta reducir la vida religiosa meramente a obras exteriores. Tenemos que ser "sal de la tierra y luz del mundo", hacer que aumente la vida de gracia en las personas.
En sus numerosos viajes como superiora general, ¿qué impresión tiene de las nuevas misiones? ¿Podría contarnos algo de las numerosas experiencias vividas en tantas partes del mundo?
Considero una gracia muy grande poder visitar a nuestros misioneros en sus distintos lugares de misión y poder pasar algunos días a su lado y ponerme a servir y a trabajar con ellos. De esta manera puedo encontrarme con muchas personas, y este contacto me ha hecho consciente de lo que dice Santa Teresita, que en todo hombre está "Jesús oculto en el fondo de su alma". El misionero misiona y a su vez es también misionado, porqué "la fe aumenta dándola".
Gracias al contacto con las misiones en países lejanos soy testigo directo de muchas señales de esperanza. "La mies es mucha y los trabajadores son pocos", pero veo que allí donde se inicia una labor misionera auténtica, la gente abre el alma a Dios y hace propio los valores del Evangelio. Esto lo veo en la respuesta generosa de jóvenes a la llamada de la vocación. Asimismo en la respuesta de las familias, laicos comprometidos con Dios, con la iglesia, abiertos a la vida. La bondad de estas personas atrae también a otros hacia Dios.
Nuestra Familia Religiosa cuenta, por iniciativa del P. Carlos Buela, con lo que él llama, "la ciudad de la caridad." En muchas partes donde hemos ido a misionar, de a poco han ido naciendo variadas iniciativas para ayudar a los pobres de Dios, atendiéndolos física y espiritualmente. En esta obra están involucradas muchas personas de buena voluntad, que comparten su tiempo, su profesionalidad, sus bienes materiales, para poner en obras su fe.
Consideramos que es necesario proclamar el Evangelio, para que Cristo pueda reinar en las almas. No solamente debemos vivir nosotros la vida de Cristo buscando en todo a Dios, sino también difundir la vida de Cristo en los demás. (Agencia Fdies 28 julio 2007)
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La Agencia Fides ha dirigido algunas preguntas a la señora Patti Gallagher Mansfield, que hace 40 años, junto a un grupo de colegas estudiantes universitarios, participaron en una retiro espiritual que marcó el inicio del movimiento mundial posteriormente denominado Renovación Carismática y al cual hacen hoy referencia 119 millones de católicos en 235 países de todo el mundo.
¿Nos podría contar los inicios de la Renovación Carismática católica?
Hace cuarenta años, del 17 al 19 de febrero de 1967, participamos en un retiro durante un fin de semana con 25 estudiantes de la Duquesne University de Pittsburgh, Pennsylvania, que tenía como tema los Hechos de los Apóstoles. Antes de iniciar cada sesión invocábamos al Espíritu Santo con el antiguo himno Veni Creator Spiritus. Durante el retiro surgió una pregunta: ¿por qué nosotros los católicos no teníamos la experiencia del Espíritu Santo de la misma manera en que la vivieron los apóstoles en Pentecostés? Se nos dijo que si bien habíamos recibido los sacramentos de la iniciación cristiana de niños era importante que de adultos ratificáramos la gracia de esos sacramentos y abandonáramos de manera incondicional nuestras vidas en Dios.
El sábado 18 de febrero un joven, David Mangan, propuso renovar al final del retiro el sacramento de la confirmación con una ceremonia, de la misma manera como cada año renovamos las promesas bautismales en la vigilia de Pascua. David y yo estábamos de acuerdo que aunque ningún otro hubiera querido renovar la propia confirmación nosotros lo habríamos hecho. Antes de que terminara el día tanto David como yo sentimos el impulso de ir a la capilla, cada uno de manera independiente del otro, y allí encontramos al Espíritu Santo de manera palpable.
Mientras me arrodillaba delante de Jesús en el Santísimo Sacramento literalmente temblaba ante la sensación de su majestad y santidad. Superado el miedo pronuncie una oración de completo abandono a él. Inmediatamente después me descubrí postrada e inundada del amor de Dios. David había estado en la misma capilla algunas horas antes y había tenido una experiencia idéntica. Casi la mitad de los estudiantes fueron a la capilla durante esa noche y encontraron al Espíritu Santo entre fervorosas oraciones, alabanzas, alegría, lagrimas y maravilla.
Entonces no me podía imaginar que un retiro, hoy conocido como el “Duquesne Weekend” sería el inicio de un movimiento a nivel mundial en la Iglesia Católica que posteriormente sería llamado Renovación Carismática. Se calcula que actualmente son unos 119 millones de católicos presentes en 235 países en todo el mundo los que han recibido la efusión del Espíritu Santo en el Espíritu Santo y que participan de alguna manera de la Renovación Carismática en la Iglesia.
¿Qué cosa te ha impulsado a buscar vivir en profundidad la experiencia del Espíritu Santo?
Como adolescente tenía el deseo de aprender más sobre mi fe y esto me llevó a frecuentar una universidad católica. Rápidamente me di cuenta que el estudio de la teología no era suficiente. Tenía hambre y sed no simplemente de conocer las cosas de Dios sino de conocer a Dios mismo. Comencé a asistir diariamente a Misa y a participar en un grupo de estudio sobre la Escritura en la Universidad de Duquesne. Fue ese grupo el que programo el retiro que se manifestó tan importante en mi vida personal y en la vida de la Iglesia.
¿Han habido otras personas que han vivido la misma experiencia? ¿También ellas han experimentado el mismo impulso que has sentido tú?
Algunos meses antes del “Duquesne Weekend”, dos de nuestros profesores habían comenzado a rezar pidiendo una experiencia más profunda del Espíritu Santo en su vida. Cotidianamente invocaban al Espíritu con el himno de la secuencia de Pentecostés. Durante esos meses de oración intensa algunos amigos les habían enviado dos libros: The Cross and the Switchblade (La Cruz y el puñal) de David Wilkerson y They Speak with Other Tongues (Ellos hablan en otras lenguas) de John Sherrill. Ambos libros describen la experiencia de recibir la efusión del Espíritu Santo. En enero de 1967 estos profesores frecuentaban un pequeño grupo de oración local compuesto por protestantes de distintas denominaciones que habían sido bautizados en el Espíritu Santo. En ese contexto recibieron el bautismo en el Espíritu Santo e inmediatamente sintieron los efectos de aquella gracia: un nuevo amor por Dios y por el próximo, una oración de pedido y de alabanza más profunda, una compresión inspirada de la Escritura, celo apostólico y acogida de los dones carismáticos. Ellos no contaron su experiencia a los otros miembros del grupo de estudio sobre la Escritura sino que llamaron la atención del grupo sobre la Persona y la obra del Espíritu Santo. Sólo la mitad de las 25 personas que habían participado en el “Duquesne Weekend” fueron bautizadas en el Espíritu. En mi libro As By A New Pentecost (Como un nuevo Pentecostés, Ediciones SERECA) he publicado el testimonio de doce personas que participaron en ese retiro.
A partir de ese momento, ¿cómo se ha desarrollado todo? ¿Qué cosa sucedió?
Puedo dar testimonio personalmente del modo como la noticia del bautismo en el Espíritu se difundió durante los primeros días de la Renovación, mucho tiempo antes de que llegara Internet y el correo electrónico. Uno de los testimonios de la difusión del Espíritu en Duquesne escribió a sus amigos usando copias en papel carbón (¡imagínense!) diciendo simplemente: “tengo una noticia demasiado hermosa para guardarla para mi”. Otro anunció: “no tengo necesidad de creer en Pentecostés, ¡yo lo he vivido!”.
Nació una red de amistades entre las personas de la Duquesne University, de la Michiagan State University y de la University of Notre Dame. Todos eran parte del movimiento de Cursillos o de otras realidades apostólicas juveniles. Pocas semanas después del “Duquesne Weekend”, Ralph Martin y Steve Clark visitaron la Universidad de Duquesne y participaron en una oración para recibir el bautismo en el Espíritu. No los conocía personalmente pero escribí en mi diario estas palabras: “¡Señor cuando te hagas presente en ellos, te harás presente en los Estados Unidos y después en el Mundo!” Estas palabras se demostraron proféticas desde el momento en que esos dos jóvenes, junto con otros como el Dr. Kevin Ranaghan y su mujer Dorothy, utilizaron sus dones para crear los primeros grupos de líderes, organizaciones, conferencias, comunidades y publicaciones carismáticas católicas. “Life in the Spirit Seminar” (La vida en el seminario del Espíritu) fue creada en los primeros años de la Renovación y todavía existe hoy en distintas formas en el mundo. Se trata de un breve curso que contiene el mensaje fundamental del Evangelio y prepara a las personas al bautismo en el Espíritu.
A partir de 1967, la Renovación Carismática (o Movimiento Pentecostal en la Iglesia Católica, como era llamado en los primeros años) se difunde en los campus de las universidades, en las capellanías, en los conventos y parroquias. Se iba propagando la buena noticia que gracias a una simple oración de fe, renovando el bautismo y la confirmación, católicos normales estaban comenzando a vivir una intensa vida en el Espíritu.
¿Se podría decir que vosotros sois los fundadores del Movimiento?
No, los que hemos participado en el Duquesne Weekend no somos fundadores en el sentido usual del término. Somos en primer lugar testigos de la intervención soberana de Dios. Aquellos que siguieron después de nosotros y han desarrollado programas para ayudar a difundir la noticia de la gracia de este “nuevo Pentecostés” han tenido un rol fundante pero ninguno de ellos reivindicaría el rol de fundador. En ese sentido somos distintos a otros movimientos eclesiales. La Renovación Carismática está mucho menos estructurada respecto a otros movimientos. Sustancialmente se basa en la gracia de recibir la efusión del Espíritu y la efusión de los dones carismáticos. Sin embargo siguiendo esa gracia fundamental se expresa de manera distinta en cada ocasión particular.
En tan sólo 40 años, el Movimiento se ha difundido por todo el mundo. ¿Cómo es esto posible?
El Papa Juan XXIII invitaba a la Iglesia entera a la oración: “Renovad hoy vuestros prodigios, como por una nueva Pentecostés”. El Concilio Vaticano II abrió de par en par las ventanas de la Iglesia a un viento nuevo del Espíritu Santo. La Renovación Carismática nació como respuesta a la oración de la Iglesia y a las necesidades de nuestro tiempo. Cuando se le preguntó a Pablo VI cuál era la más grande necesidad de la Iglesia de nuestro tiempo, respondió: “Es necesario decirlo, casi con temblor y en espíritu de oración, ya que, como bien sabéis, éste es el misterio de la vida de la Iglesia: el Espíritu, el Espíritu Santo… la Iglesia necesita de una nueva Pentecostés permanente, necesita tener fuego en el corazón, palabras en los labios, profecía en la mirada…” E Papa Juan Pablo II quería hacer a cada uno “dócil al Espíritu Santo”. Quién podría olvidar el modo en el que gritó, en la vigilia de Pentecostés de 1998: “¡Abríos con docilidad al Espíritu Santo! Aceptad con gratitud y obediencia los carismas que el Espíritu no deja jamás de conceder”. También nuestro Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, ha acogido y alentado a la Renovación Carismática.
El movimiento se ha difundido tan rápidamente porque el Señor quiere mandar delante su Espíritu y renovar la faz de la tierra. Él ve el mundo cada vez más secularizado, así como los grandes desafíos que debemos afrontar en la Iglesia. Él sabe que los laicos comunes necesitan de instrumentos justos para poder vivir el Evangelio en medio de situaciones hostiles. Para poder responder a la llamada universal a la santidad debemos acoger al Espíritu Santo y sus dones santificantes. Para hacer que el Pueblo de Dios esté en grade de tomar nuestro puesto en la misión evangelizadora de la Iglesia, necesitamos del Espíritu Santo y de sus dones carismáticos.
Una persona puede ser bautizada en el Espíritu Santo y experimentar los dones carismáticos (Cf. 1Cor 12,14) sin tomar parte en ninguna estructura específica al interior de la Renovación Carismática. Por esta razón, la gracia del bautismo en el Espíritu ha actuado libremente y rápidamente en todo el mundo.
¿Son momentáneos aquella experiencia y aquella fuerza que haz vivido, o están siempre vivas en ti?
La gracia de haber recibido el bautismo en el Espíritu ha seguido siendo real en el curso de estos cuarenta años. Obviamente, la vida espiritual debe alimentarse con la oración cotidiana, con la lectura de la Sagrada Escritura, con la participación en la vida sacramental de la Iglesia, creciendo en la virtud y en los frutos del Espíritu, muriendo a uno mismo, viviendo para Dios y para los demás. Ha habido tiempos de prueba, aridez y desilusión, como para cualquier persona. Por ejemplo, en el año 2005 perdimos nuestra casa; el huracán Katrina se llevó nuestras oficinas y la casa de retiros, como pasó con muchos residentes en la costa del Golfo de los Estados Unidos. Sin embargo, en medio de estos sufrimientos, el Espíritu Santo ha sido nuestro consuelo y nuestro auxilio. Experimentamos la estupefaciente Providencia del Señor y la comunión espiritual con los hermanos y hermanas en todo el mundo, que rezaron por nosotros y nos enviaron su ayuda. Esforzarse por cumplir con la voluntad del Padre, amar a Jesús y seguirlo, experimentar el poder del Espíritu Santo, fueron una aventura maravillosa. Me sobrepasó un sentimiento de gratitud por el don del amor de Dios. Todo es gracia.
¿Puedes explicarnos brevemente qué hay en el corazón de la Renovación Carismática?
¡El bautismo en el Espíritu Santo! La síntesis del bautismo en el Espíritu se encuentra en Rm 5,5: “… el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado”. Millones de personas conocen hoy al Padre como ‘Abbà’, un padre dulce y cercano. “Jesús es el Señor” no es solamente una frase de la Biblia. Es la vida, ¡una vida siempre más abundante! Conocer a Jesús como Salvador viviente, Maestro, Amigo, Aquel que nos ama, el SEÑOR –todo esto se realiza gracias al bautismo en el Espíritu. El Espíritu Santo no es más la persona olvidada de la Trinidad, sino Aquel a quien invocamos, con un continuo “¡Ven, Espíritu Santo!”, sobre cada aspecto de nuestra vida y nuestro trabajo.
Se puede comprender el bautismo en el Espíritu como una efusión de la gracia del bautismo y de la confirmación que se realiza cuando la persona acepta voluntariamente la señoría de Jesús sobre su vida y permite al Espíritu Santo actuar “como en una nueva Pentecostés”. Se puede también comprender el bautismo en el Espíritu como una nueva venida del Espíritu Santo para poder salir al encuentro de un nuevo momento en la propia vida espiritual. El Papa Juan Pablo II, en una de sus enseñanzas sobre la Santísima Virgen, en Pentecostés, dijo que María no estaba presente en la sala del Cenáculo solamente como maestra y modelo: tenía también Ella necesidad de una nueva venida del Espíritu Santo para salir el encuentro de su nueva misión de maternidad espiritual, cuyo encargo escuchó de los labios mismos de Jesús en la Cruz. La apertura a los dones carismáticos, como la oración en lenguas, la profecía, la curación, tiene también habitualmente parte en ello.
Esta gracia de recibir la efusión del Espíritu Santo es nuestra porque la pedimos. Jesús dijo en Lucas 11,9-13: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, le abrirán. […] Si, pues, vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!”. Nosotros, en la Renovación Carismática, creemos que el Señor quiere que todos los creyentes reciban la efusión del Espíritu con la experiencia de los dones carismáticos. No es necesario participar en nuestro movimiento para recibir esta gracia.
Cuando el Papa Benedicto XVI reunió a los miembros de todas las nuevas comunidades y movimientos eclesiales para la vigila de Pentecostés del 2006, nos guió hacia una renovación de la confirmación. Pensaba en cuán bello era ver que aquel mismo impulso que había visto nacer a la Renovación Carismática en la Iglesia estaba operando en Plaza San Pedro. ¡Ojalá todos los católicos pudieran renovar su confirmación y abrirse con docilidad al Espíritu Santo y a sus dones carismáticos!
¿Qué otras características tiene la Renovación Carismática como movimiento?
Una relación personal con Jesús como Señor y Salvador, el amor por la Escritura, una intensa vida de oración alimentada por los sacramentos de la Iglesia, el celo apostólico, la atención a los pobres y necesitados, la alegría, la alabanza, el uso de una gran variedad de dones carismáticos para evangelizar y una fe nutrida de esperanza. El Espíritu Santo hace nuevas todas las cosas: para los sacerdotes, los religiosos y las religiosas esto significa con frecuencia un nuevo fervor; para las personas casadas, un nuevo amor por el propio esposo o la propia esposa, una mayor paciencia y capacidad de perdón.
Par aquellos que desean información sobre la Renovación Carismática en su propio país, es posible contactar los servicio de la Renovación Carismática Católica Internacional en Roma (www.iccrs.org).
¿Es difícil encontrar un equilibrio entre tu intensa vida apostólica y la vida de familia, con tu vocación de madre y esposa?
Desde el inicio de mi vida en el Espíritu como joven mujer soltera, estaba convencida de que el matrimonio y la vida de familia eran una auténtica llamada a la santidad. Sentía el deseo de ser esposa y madre, y al mismo tiempo el deseo de difundir el Evangelio. El señor me mandó un marido maravilloso, un hombre de oración, santidad y cultura. Trabaja a tiempo completo para la Renovación Carismática y para la Arquidiócesis de Nueva Orleáns.
Cuando nuestros cuatro hijos eran más pequeños, mi actividad principal era la de ser madre a tiempo completo. Las lecciones aprendidas poniendo en práctica mi vocación a la maternidad han sido contadas en mi libro: Dios en cada cosa (Edición Renovación en el Espíritu Santo). En el curso de los últimos 15-20 años, el Espíritu Santo me ha impulsado a viajar más a nivel internacional, realizar conferencias y retiros para laicos y sacerdotes de todo el mundo. No es siempre fácil encontrar un equilibrio en una vida de este tipo, pero con la oración y la guía sabia de mi esposo y de mi director espiritual, es posible. Algunas veces pienso que la vida es como el signo de la Cruz. Nuestra mente debe estar puesta en el cielo, nuestros pies bien plantados sobre la tierra, un brazo sostiene nuestra familia y el otro el contacto con el mundo. Nuestro corazón de estar lleno del amor de Dios, derramado del Espíritu Santo que se nos ha dado (Cf. Rm 5,5)
¿Cómo te sientes respecto del hecho de haber estado presente desde el inicio y de ver ahora las dimensiones de este movimiento?
Siento que, en mi pequeñez, participo en el misterio de Nuestra Señora. ¡Cuánto puede hacer un simple “sí”! Cuando María dijo su “sí” a Dios, no podía imaginar las repercusiones de dicho consentimiento… aquellos misterios –de gozo, de luz, de dolor, de gloria– que le esperaban. Ese abandonarse de María cambió el curso de la historia humana y ahora todas las generaciones la llaman beata. Lo mismo vale para mi propio “sí” y para el tuyo. Dan vida a una cadena de eventos en la vida de los demás, cuya conversión está ligada a la nuestra. ¡Es verdaderamente misterioso y maravilloso! No puedo decirte cuantas personas en todo el mundo se tienen ligadas a mí simplemente porque pronuncié mi “sí” a Dios en el “Duquesne Weekend”, cuando era una joven de 20 años.
Quién sabe qué sorpresas tiene el Espíritu Santo preparadas para cada uno de nosotros si logramos ser como María y decir nuestro “sí” incondicional a Dios. “A Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que actúa en nosotros, a Él la gloria en la Iglesia y en todos los tiempos. Amén” (Ef 3,20-21)
Es la nota más conocida del Hermano Pedro. La que más fácilmente entra en todo el mundo. La que nadie discute.
Y es verdad, plenamente verdad, que el Hermano Pedro, el Santo Hermano Pedro es "el hombre que fue caridad". Pero he querido subrayar antes la piedad para que se vea su fuente, para que no se olvide, para que en un santo, como fue el Santo Hermano Pedro, no pensemos que la caridad fue algo así como un mero rasgo psicológico de una peculiar personalidad. Algo así como el rasgo de una solidaridad puramente humana, como nacido de sus propias fuerzas. De hecho, fue más bien un don de Dios, un fruto maduro de su santidad, un testimonio precioso de que vivía entero para Dios y su voluntad.
Imposible, también aquí, recoger todo lo que en este campo habría que anotar. Habría que recorrer de nuevo su vida entera. Desde ese primer momento en el que, todavía niño en Tenerife, se brinda a sus padres para ir de criado, con el señor que les había ganado un pleito, con tal de mantener la subsistencia de su familia, hasta el momento último en que, rodeado de sus Hermanos de Belén, muere pobre en el Hospital, por él promovido, el 25 de abril de 1667, a los cua¬renta y un años de edad en Ciudad Antigua Guatemala.
Toda su vida, ciertamente se puede explicar por la caridad. Una caridad que parecía hacerle omnipresente atendiendo enfermos, llevando comida a los pobres, visitando presos y socorriendo siempre, en definitiva, a los necesitados. La Ciudad Antigua Guatemala ha quedado para siempre marcada por este hombre, lleno de piedad y que fue caridad.
Sin intentar, tampoco aquí, recoger el inmenso servicio que el Hermano Pedro prestó a tantos y tantos necesitados de la Antigua Guatemala, baste aludir a dos obras bien significativas, y que nacieron, no de la noche a la mañana, sino como conclusión segura de sus múltiples pasos anteriores. Me estoy refiriendo, en concreto, a la Primera Escuela de Alfabetización que hubo 'en Guatemala y al Primer Hospital de Convalecientes, Ntra. Señora de Belén.
Quizá lo de la Primera Escuela de Alfabetización que hubo en Guatemala, tanto para niñas y niños como para adultos, en la que abundaron esclavos e indígenas, fundada por él en un pequeño cuartito en el que él mismo residía, sea menos conocido. Y, sin embargo, fue uno de sus primeros pasos en La Antigua Guatemala, cuando simultaneaba esta preocupación por la Escuela con su trabajo en los telares de D. Pedro de Armengol. Años más tarde, cuando puso en marcha su otra iniciativa, el Hospital de Convalecientes, en la casita que fuera de María Esquivel, que había logrado comprar con un préstamo, pronto se preocupó de que, al lado, en un pajar, se adecuara un lugar dedicado a la enseñanza de los niños y niñas, en horarios distintos y por separado, a quienes juntamente con algunos adultos, se procuraba enseñar a leer y escribir al mismo tiempo que se les instruía en los aspectos más fundamentales de la fe cristiana.
En cuanto a la segunda iniciativa, la del Hospital de Convalecientes, Ntra. Señora de Belén, es llamativa la forma en que nació y parece una florecilla viviente sacada del jardín de San Francisco de Asís, santo al que el Hermano Pedro, como buen terciario franciscano, profesaba tanta devoción. Porque fue un negro anciano, a quien él atendía como a tantos otros, el. que, viéndolo un día preocupado, le dijo: "advertid que no os trajo Dios a esta tierra sólo para cuidar del Calvario. Andad y salid de aquí, que hay muchos pobres y necesitados a quienes podéis ser de mucho provecho y en que sirváis a Dios, os aprovechéis a vos mismo y a ellos."
Con este aviso, venido para él del cielo, vio a las puertas del Calvario a un tullido, Marquitos, que, con un enorme esfuerzo, había venido hasta allí por ver al Hermano Pedro. A ese tullido le pidió humildemente consejo, el cual le propuso recorrer santuarios pidiendo la ayuda de lo Alto. Aceptó el consejo el Hermano Pedro y, en el recorrido, entraron a visitar a una anciana enferma, que estaba a punto de morir: Maria Esquivel. En efecto: A los pocos días, murió la buena mujer. Y, sin exponer aquí los detalles todos del caso, baste decir que, una vez muerta María Esquivel, cumplida su voluntad testamentaria, pudo el Hermano Pedro abordar la compra de la casita en que ella había fallecido y pudo situar ahí, por una parte, la escuela que ya venía funcionando y, por otra, las primeras cuatro camas para atender a "enfermos, forasteros y desacomodados..." La primera acogida fue una viejecita negra, antigua esclava. Nacía el Hospital de Ntra. Señora de Belén.
Corría el año 1658. Hacía siete años que Pedro de Betancur había llegado a Guatemala. Desde entonces, cada vez más, vivió el Hermano Pedro para sus niños, sus enfermos, tantos y tantos necesitados a quienes atendía no sólo en el Hospitalito sino en sus propias casas. Valgan, como resumen, las palabras del Papa Juan Pablo II en la homilía de su beatificación:
"... deja su patria y llega a Guatemala, enfermo, sin recursos, solo, desconocido, convirtiéndose en el apóstol de los esclavos negros, de los indios sometidos a trabajos inhumanos, de los emigrantes sin trabajo ni seguridad, de los niños abandonados. El Hermano Pedro animado por la caridad de Cristo, se hizo todo para todos, en particular para los pequeños vagabundos de cualquier raza y color, a favor de los cuales funda una escuela. Para los enfermos pobres, despedidos de los hospitales pero todavía necesitados de ayuda y asistencia, Pedro funda el primer hospital del mundo para convalecientes".
Imposible -hay que decirlo de nuevo- recoger aquí todo el caudal de caridad que, nacido de su piedad, se extendía por tantos y tantos rincones de la ciudad. Caridad, conviene decirlo también, al menos una vez, que no se quedaba en las atenciones corporales sino que abarcaba las necesidades espirituales. Allí quedó para siempre, en Ciudad Antigua Guatemala, la estampa del Hermano Pedro recorriendo las calles de la ciudad, por la noche, sonando y sonando su campanilla con su mano derecha y amonestando a quienes le oían con este original y singular mensaje:
Y es en este marco del Hospital, Escuela y Oratorio, que todo eso era a la vez la antigua casita de María Esquivel, donde hay que situar el origen de la Orden de los Hermanos Bethlemitas, origen que explica muy bien el autor de "Hechos de los apóstoles en América", José María Iraburu, tal y como lo recoge el biógrafo del Santo, Julio Ribot:
"El Hermano Pedro, a medida que crecía el hospital, comprendió pronto la necesidad de una comunidad religiosa que, centrada en la oración, la penitencia y el servicio de los pobres, lo atendiera de modo estable. Por entonces varios hermanos suyos terciarios se habían dedicado al hospital, y él les dio una regla de vida muy sencilla, en la que se prescribía un tiempo de culto al Santísimo, el rezo del rosario en varias horas del día, en lugar del oficio divino, sustitución habitual en los hermanos legos, la lectura de la Imitación de Cristo, y el servicio a los pobres y enfermos. Los franciscanos, especialmente el P. Espinel, apoyaban con cariño la obra del Hermano Pedro, aunque no todos, como el padre Juan de Araujo. Y permitió Dios en su providencia que éste, precisamente, fuera en 1667 nombrado guardián del convento. Una de sus primeras medidas fue poner estorbos y restricciones a los Hermanos Terciarios que servían el Hospital del Hermano Pedro, hasta el punto de que estos se vieron en la necesidad de abandonar el hábito de terciarios franciscanos y, con permiso del Obispo, vistieron uno nuevo. La Orden se le iba formando al Hermano Pedro según aquello del Evangelio: sin que él sepa cómo (Mc 4,27)"
Acabo de aludir al nacimiento de la Orden de los Hermanos de Belén. También nacieron del espíritu del Hermano Pedro la hoy llamadas Religiosas Bethlemitas. No nacieron en los días del Hermano Pedro porque él, para evitar habladurías, no quiso aceptar mujeres al servicio de los pobres en su Hospital. Ahora bien: una vez fallecido el Hermano Pedro, su sucesor, Fray Rodrigo de la Cruz, aceptó el ofrecimiento de algunas buenas mujeres que, acondicionando una casita no muy lejos del Hospital de los Hermanos, comenzaron a acoger mujeres nece¬sitadas en ella y acoger a un número cada vez mayor de otras mujeres que querían vivir según el espíritu del Hermano Pedro.
A través de muchas y complejas vicisitudes, hay que esperar al nacimiento de una niña, Vicenta Rosal Vázquez, en Quetzaltenango, el 26 de Octubre de 1820, quien, más tarde, religiosa bethlemita, con el nombre de Sor María Encarnación del Corazón de Jesús, le daría un gran impulso a las hijas en el espíritu del Hermano Pedro y que actualmente realizan una gran labor allí donde están. La Madre Encarnación ha sido declarada ya Beata por Juan Pablo II en el año 1997.
No debo dejar de aludir aquí tampoco a una Asociación de Laicos Bethlemitas, quienes se proponen encarnar, en medio de las realidades temporales, el espíritu de fe, de humildad, piedad y caridad del Hermano Pedro.
Hora es ya, de todos modos, de concluir aquí este apartado dedicado a recoger el ejemplo que nos dejó el Hermano Pedro, el que pronto será el Santo Hermano Pedro. Podríamos seguir escribiendo. Quedan tantas cosas por decir... Desde aquí recomiendo con toda el alma a todos mis diocesanos un sencillo esfuerzo por conocer mejor al Hermano Pedro leyendo, por ejemplo, alguna biografía de las que se ofrecen en la diócesis. Aunque no creo que venga mal, sino incluso puede ayudar, a la hora de leer cualquier biografía, subrayar estos dos pilares: la piedad y la caridad, sobre los que se construyó la vida del Santo Hermano Pedro y sobre los que puede construirse nuestra vida cristiana.
Es aquí donde cabría extenderse todo cuanto uno quisiera. Es aquí donde podría narrarse su vida entera. Porque toda su vida, de hecho, fue y es un ejemplo para nosotros.
"Lo santos -he leído en no sé ya qué autor francés- sólo tienen que existir. Su existencia es ya una palabra". El Hermano Pedro, el Santo Hermano Pedro, con su sola existencia es ya una palabra -o muchas palabras- para cada uno de nosotros.
No intentaré yo en esta Carta Pastoral hacer competencia alguna a tantos como han escrito, afortunadamente, valiosas biografías del Hermano Pedro. El último escritor, que yo conozca, el actual párroco de Vilaflor, D. Julio Ribot, que ha logrado recrear la figura del Santo en una vida breve, sencilla, pero suficientemente completa, amena y sabrosa como para ser la biografía más recomendada en nuestra diócesis. No intentaré yo, pues, competir con ninguna biografía del Santo.
Pero, puesto a decir algo, y tratando de decirlo resumido y claro, subrayando las lecciones que nos da el Hermano Pedro, me he atrevido a sintetizar su ejemplo en dos palabras que son como dos pilares que sostienen su figura y sobre los que se edificó su vida entera: la piedad y la caridad.
La piedad
Entiendo aquí por piedad aquel don del Espíritu Santo que nos hace sentirnos "hijos de Dios" y vivir como "hijos de Dios" en una relación filial, cercana y amorosa con Dios. En un trato frecuente y amistoso. Fiel. Con plena docilidad a sus caminos y con plena confianza en sus planes. Y entiendo también aquí por piedad los ejercicios piadosos con los que el hombre, "hijo de Dios", alimenta y cultiva su relación con Dios: la oración, la atención a los sacramentos, el trato con la Virgen María y los santos, la práctica de diversos modos populares de mantener contacto con Dios o con los santos como puede ser el vía crucis, el rezo del santo Rosario, la adoración eucarística...
Y si me he atrevido a centrarme en estos dos pilares de la vida del Hermano Pedro no ha sido así porque sí. Es sencillamente porque, si queremos conocer al Hermano Pedro real, al Santo Hermano Pedro, no podemos fijarnos exclusiva-mente en la caridad, en "el hombre que fue caridad", como, con toda razón, se titula una biografía suya. Porque sí es verdad que el Hermano Pedro es "el hombre que fue caridad", y bien lo veremos en estas páginas, pero si así es, y así fue, es porque también, y antes, me atrevo a decir, es el hombre que fue piedad, es decir, que tuvo un trato exquisito, sobresaliente, perseverante con Dios. Un hombre dócil a Dios. Un hombre de Dios y en las manos de Dios.
Quizá venga bien este sencillísimo esquema a la hora de acercarnos al "ejemplo" que nos dejó el Hermano Pedro. Quizá venga bien porque vale perfectamente para él y vale perfectamente para entender una vida cristiana. "Si no hay caridad -he escrito ya en otra ocasión- vivida de diversas formas según la vocación de cada uno en la Iglesia, no será verdadera la piedad. Si no hay piedad, poco durará la aparente caridad o, a lo sumo, quedará reducida a pura filantropía de cortos vuelos". De hecho no habrá verdadera caridad sin verdadera piedad. Porque la verdadera caridad brota de y se alimenta en la verdadera piedad. Y la verdadera piedad se expresa y se traduce en la verdadera caridad. Nos viene, pues, bien este sencillo esquema a la ahora de recoger el ejemplo del Hermano Pedro y a la hora de darlo a conocer.
Fijémonos, ahora, en la piedad...
A la hora de empezar a describir la piedad del Hermano Pedro, hay que volver los ojos, necesariamente, al hogar de Vilaflor, en el que nació. Ese hogar, formado por Amador y Ana, sus padres, y varios hermanos, de los que Pedro era el mayor. En ese hogar, pobre y humilde, pero donde brillaban la honra¬dez, el espíritu de trabajo, el cariño, aprendió Pedro a rezar y aprendió simultáneamente Pedro a vivir la solidaridad, la fraternidad, la alegría. En sus mismos padres, especialmente en su madre, a quienes menciona reiteradamente a lo largo de su vida, contempló, con sus propios ojos, esa gracia de una honda piedad que tenía, afortunadamente, consecuencia en la caridad familiar... "Mi madre fue muy contemplativa de la pasión del Señor", nos dirá más tarde, por citar un ejemplo, el mismo Hermano Pedro.
Sin entretenerme más en este punto, bueno sería sencillamente que cuantos valoramos la figura del Hermano Pedro y queremos al Hermano Pedro no olvidásemos hoy la familia en la que nació como la primera y la más definitiva escuela en la que él aprendió a vivir humana y cristianamente. Nos hace tanta falta hoy reflexionar sobre la familia...
Hay una nueva nota de su vida que tampoco queremos dejar pasar por alto: su vida de oración cuando comenzó a ejercer, niño todavía, el oficio de pastor. La costumbre de orar iba creciendo en él de día en día. Ya no le bastaba orar al comienzo y al final de la jornada, como lo había aprendido de sus padres, ni orar en cualquier momento por el camino. Solía buscar momentos de soledad y lugares apartados, para embeberse por largos ratos dedicados a la sola oración. Ahí comenzó, sin lugar a dudas, la originalidad de la actual "Cueva del Hermano Pedro", que la tradición popular ha mantenido como un lugar adonde él, escondiéndose de los piratas o por motivos de pura piedad, se retiraba a orar. Cueva, por cierto, que hoy es conservada, gracias al sentido popular, como un lugar prácticamente permanente de oración sencilla, espontánea, honda, por parte de la gente.
Puestos a subrayar su vida de piedad, y todavía antes de verlo dejar la isla de Tenerife camino de América, tampoco podemos olvidar ese momento decisivo en el que, en el fondo, se forjó su vocación y se hizo real su compromiso de consagrar-se sólo y del todo a Dios. No es posible entender, sin tener en cuenta su honda vida de piedad, que Pedro, cuyo deseo de ir a América se había despertado con la visita de un misionero a su familia, fuese capaz de poner en manos de Dios la propuesta de un posible y prometedor matrimonio y fuera capaz de acoger el discernimiento de una santa mujer: "El servicio de Dios te espera en Las Indias. Debes salir al encuentro de Dios".
No es posible entender esta decisión sin tener en cuenta un importante nivel de oración. De todo ello podría hablar-nos probablemente no poco la "Cueva del Hermano Pedro" y quizá nos hable todavía. A mí, al menos, bien me gustaría que ni un solo joven de nuestra diócesis decidiese el camino de su vida sin contar con Dios, sin hablar con Dios, sin invocar a Dios, sin escuchar a Dios. Que ninguno se dejase arrastrar por la vida. Que todos pudiésemos descubrir que hemos sido lla¬mados por Dios y que a Él tratásemos de responder antes que nada. En todo caso, en esta decisión del Hermano Pedro, que nace, sin duda, de una fuerte experiencia de Dios y de una honda piedad, está ya, en semilla, el futuro Hermano Pedro, "el hombre que fue caridad".
Si damos ahora un salto importante, como lo dio el Hermano Pedro en su tiempo, a sus 23 años, camino de América, y dejamos atrás su breve etapa en Cuba, en 1651 lo encontra¬mos ya en aquella bendita tierra donde iba a vivir el resto de sus años y donde un día iba a morir: Guatemala. Es aquí, sobre todo aquí, donde a través de los mil caminos misteriosos por los que Dios conduce a quienes se dejan conducir en fe, sobresale, con una fuerza que sorprende, la piedad del Hermano Pedro.
Imposible recorrer aquí con un mínimum de rigor el camino sostenido de su piedad. Baste decir de entrada y de un modo general que cultivó sin cesar y en forma más que extraordinaria, la oración, que cuidó siempre la confesión y la dirección espiritual, que era más que devoto de participar diariamente en la Eucaristía, que sobresalió -exageradamente, quizá, diríamos hoy- en ayunos y penitencias, y que no se con-tentó con practicar la piedad él solo, sino que promovió prácticas de piedad popular como el vía crucis por las calles, el rezo del santo Rosario por las calles, las famosas posadas de Belén, procesiones diversas...
Imposible, repito, recorrer aquí con un mínimum de rigor la vida piadosa del Hermano Pedro en Guatemala desde el mismo momento en que llegó a tan hermosas tierras, lleno de humildad, atribuyendo a sus pecados el terremoto que hubo, a su llegada, en la ciudad, hasta su muerte, el 25 de Abril de 1667.
También en Guatemala le fue ofrecida una interesan-te proposición matrimonial. Nada menos que con la hija del dueño del taller, el alférez Pedro de Armengol, en el que el Hermano Pedro trabajaba. Pero también aquí reafirma Pedro su voluntad de entregarse del todo a Dios.
Sin intentar en esta Carta un recorrido tan amplio como podría hacerse, no quiero prescindir, sin embargo, de algunos retazos que, a pesar del tiempo transcurrido, no dejan de tener su sentido, su gracia, y su interés para nosotros.
Pensemos en su tiernísima devoción, como buen terciario franciscano que fue, al Misterio de Belén y recojamos, al menos, alguna estrofa de un bellísimo villancico que nos dejó como muestra:
Recordemos su filial cariño a la Virgen y, entre otras muchas muestras, valgan unas palabras de su testamento y unos sencillos versos en honor del Misterio de la Purísima Concepción de María.
En su testamento, como fiel reflejo de lo que había sido su práctica personal y su inquietud apostólica, nos dice:
"Celébrense asimismo, en el oratorio de esta casa, las nueve festividades de la Virgen de Nuestra Señora, confesando y comulgando los Hermanos y convalecientes y rezando incesantemente a coros el rosario, y para ello se admiten muchas personas devotas, que concurren haciendo la misma diligencia."
Y en relación con el Misterio de la Purísima Concepción de la Virgen, valgan estos sentidos y expresivos versos:
Valga también, como gesto de su entrañable devoción a San José, el interés personal que puso porque se añadiese a su nombre el de San José, añadido que autorizó el obispo Fray Payo, con un documento cuya introducción reza así:
"Habiéndome dicho el Hermano Pedro de Betancur, que es muy de su devoción y deseo el mudar apellido, y llamarse Pedro de San José y juntamente que es de su consuelo que sea yo el pri¬mero que lo llame... Fray Payo, Obispo de Guatemala."
De su devoción a Cristo crucificado, especialmente cultivada por el Hermano Pedro en torno a la Ermita del Calvario, habría que escribir muchos libros. Me quedo, sin embargo, pensando en nosotros y en una espiritualidad bien centrada, con esta enseñanza suya, que recojo del libro de D. Julio Ribot:
"Vale más una pequeña cruz, un dolorcito, una pena o congoja o enfermedad que Dios envía, que los ayunos, discipli¬nas, cilicios, penitencias y mortificaciones que nosotros hace¬mos, si se lleva por Dios lo que el Señor concede... Porque en lo que nosotros hacemos y tomamos por nuestra mano, va envuelto nuestro propio querer, pero lo que Dios envía, si lo admitimos como de su mano con resignación y humildad, allí está la voluntad de Dios y, en nuestra conformidad con ella, nuestro logro y ganancia"
Finalmente, no puedo dejar de aludir a su exquisita sensibilidad en relación con el sacramento de la Eucaristía. Por recoger algo que pueda llegar con facilidad al pueblo de nuestra diócesis, valgan estos significativos versos:
"Yo no puedo más
con este misterio.
Ya que pierdo el juicio,
Él me dé remedio."
Séame permitido concluir esta parte de mi Pastoral con unos versos más del humilde, no muy inteligente, probable-mente, en cuestiones de estudios, pero sí muy sabio Hermano Pedro, el Santo Hermano Pedro. Son unos versos que todos podemos convertir en frecuente oración y que a mí, personal-mente, me parecen más que adecuados para que, por encima de cualquier fragilidad, busquemos una vez y otra vez descansar sencillamente en la voluntad de Dios. Dicen así:
8 de Julio
Desde muy temprano partió desde Zagreb el grupo “Parroquia de La Guancha” hacia el Parque Nacional de los Lagos de Plitvice que es el más conocido de los parques nacionales croatas.
Nos quedamos maravillados y casi sin palabras ante un paraje donde se alternan lagos, cascadas y manantiales de espectacular belleza. Realizamos la visita a pie a través de senderos y puentes de madera, uno de los lagos lo recorrimos en una silenciosa barca.
El parque tiene una superficie cercana a las 30.000 hectáreas, 22.000 de ellas cubiertas de bosques. La zona que se puede visitar se encuentra en el centro del parque, son 8 km² de valle poblado de bosques, donde la hidrografía ha conformado un paisaje formado por 16 lagos de diferente altitud comunicada por 92 cataratas y cascada. La vegetación se compone en un 90% de hayas.
He aquí unos datos extraídos de hoja oficial informativa:
El parque Nacional 'Los Lagos de Plitvice' por su extensión ( 294.82 km2), es el más grande entre ocho parques nacionales que tiene Croacia. La región de 'Los lagos de Plitvice' fue proclamado parque nacional en el año 1949; de este modo es el parque nacional más antiguo de Croacia. En el año 1979 el parque nacional 'Lagos de Plitvice' fue inscrito en la lista de patrimonio natural mundial de la UNESCO y el parque representa el fenómeno de hidrografía calcárea.
Los lagos se conocen por sus cascadas tobáceas y por el proceso biodinámico constante del crecimiento de la toba, en condiciones hidrológicas específicas. La toba calcárea es una roca caliza porosa formada por sedimentación del carbonato de calcio del agua, la cual forma barreras, umbrales y otras figuras en los ríos y manantiales de regiones calizas. El proceso de la formación de la toba predomina especialmente en las cascadas de los Lagos de Plitvice. Realizándose sin cesar incluso mientras los visitantes disfrutan de su paseo en el parque. Con el crecimiento de la toba aparecen magníficas innumerables cascadas. Con el tiempo, el agua cambia su curso dejando algunas de las barreras secas pero estimula el crecimiento de la toba en otros lugares. Este fenómeno causa una sensación de que los Lagos de Plitvice nunca son los mismos.
Un amplio área del parque Nacional esta cubierto por los ricos bosques y prados, habitat de una diversidad y numerosas especies de plantas y animales. La mayor parte del conjunto de bosque abarcan el conjunto de hayas y abetos. Particularmente, cave mencionar los bosques inexplorados de hayas y abetos de “Corkova ovala”, uno de los más hermosos de Europa. Hablando de su rica flora, hasta ahora se conoce 1267 especies de plantas, de las cuales 75 son endémicas e incluso 55 variedades de especies de orquídeas.
Hasta el momento las investigaciones en el área del parque han encontrado 321 especies de mariposas, 161 especies de aves y 21 especies de murciélagos la cual sólo demuestra la riqueza del mundo animal. Entre los más grandes depredadores, el habitante más atractivo de los bosques e Plitvice es el oso pardo (Ursus arctos).
Uno de los primeros investigadores de este fenómeno natural, el académico lvo Pevalek ya hace tiempo en el año 1937 dijo: 'aguas, lagos, cascadas y bosques hay en otros lugares, pero 'Los lagos de Plitvice' son únicos. "¡tiene que verlos!"
Posibles actividades en el parque: caminata, alpinismo, excursiones en barco eléctrico y tren, tomar fotos, montar en bicicletas, esquí y remo.