Mi?rcoles, 08 de agosto de 2007
Alfonso Aguil?
www.interrogantes.net



?Yo quiero mucho a mi hija peque?a ?explicaba una mujer bastante sensata en una conversaci?n con otros matrimonios amigos?; y procuro manifestarlo de modo concreto cada d?a. Pero hay veces en que realmente mi hija se porta mal.
?Tengo amigas que me dicen que a esa edad nadie se porta mal, sino que hace inocentemente algo que todav?a no ha aprendido a saber que est? mal. Pero yo no estoy de acuerdo. Aunque sea peque?a, he visto a mi hija comportarse mal y saberlo.

?Es verdad que son cosas peque?as, que es malicia sencilla, a su nivel, pero es malicia al fin y al cabo. Son cosas que a nosotros nos parecen de poca entidad, pero que para ella s? tienen importancia. Y por su bien y por el m?o tengo que actuar con firmeza, tengo que decirle no, un no bien claro, para que lo comprenda y obedezca enseguida.

?No tiene por qu? suceder con frecuencia, pero cuando sucede hay que hacerle ver que de ninguna manera debe hacer eso. Y que ah? estoy yo dispuesta a mantenerme bien firme. Y si no le gusta lo que hago lo sentir? mucho, y podr? llorar y llorar, y yo pasar? tambi?n un mal rato, pero no ceder?, porque creo que eso est? mal, y hay veces en que hay que trazar una raya en la arena y ella ha de comprender que no debe traspasar esa raya. Y as? hasta que por s? misma oiga en su interior la palabra no, y no s?lo la que yo le digo.?

??Y cuando los hijos son ya m?s mayores?, ?pregunt? uno de los presentes.

?Es un poco distinto, pero tambi?n hay que aprender a decir que no. ?Qu? hago? Me siento y hablo con ?l, o con ella. No le doy voces ni le grito. Pero le digo en qu? creo y por qu?, y no tengo pelos en la lengua. Intento ir al grano. Y yo tambi?n escucho con atenci?n, porque a veces con sus razones me han hecho cambiar de opini?n. No tengo ning?n miedo a cambiar de opini?n si me convencen, pero tampoco tengo miedo a emplear la palabra bien y la palabra mal.?

?Pero hay temas dif?ciles, y edades dif?ciles. Por ejemplo, ?qu? haces para que te escuche en cuesti?n de sexo? ?todos escuchaban con atenci?n, y ella no necesit? mucho tiempo para recoger sus pensamientos y contestar:

?Hablo a solas con ?l, o con ella, y siempre me escucha. No siempre est? de acuerdo conmigo, sobre todo al principio, pero al final logramos entendernos casi totalmente. Hay algunas veces en que no lo entiende del todo, pero por lo menos sabe bien que yo deseo que est? de acuerdo conmigo, aunque no lo entienda del todo, es decir, que quiero que conf?e en lo que le digo, porque soy su madre y quiero lo mejor para ellos. Y se lo digo as?. Lo hago pocas veces, pero a veces lo hago. Le pido que me obedezca en ese asunto concreto, incluso aunque al principio no lo entienda del todo, y aunque sepa que probablemente yo no voy a poder controlarle. S? que esto parecer? extra?o a mucha gente, pero yo le digo a mi hijos adolescentes que hasta que se casen no deben tener relaciones sexuales en ninguna circunstancia, con nadie en absoluto.

?Mi teor?a consiste en hablar con cada hijo, escucharle, intentar persuadirle, pero tambi?n a veces ?sencillamente? decirle que no. Y no tengo miedo de emplear valores morales, que en la familia hemos tenido siempre.?

Escuchando esa conversaci?n, me ven?an a la memoria, por contraste, unas palabras de la protagonista de aquella novela de Susanna Tamaro: ?El remordimiento m?s grande es el de no haber tenido nunca la valent?a de plantarle cara, el de no haberle dicho nunca: "Hija m?a, est?s equivocada". Sent?a que en sus palabras hab?a unos esl?ganes peligros?simos, cosas que, por su bien, yo hubiera tenido que cortar de cuajo inmediatamente; y, sin embargo, me absten?a de intervenir. Los asuntos de que habl?bamos eran esenciales. Lo que me hac?a actuar ?mejor dicho, no actuar? era la idea de que para ser amada ten?a que eludir el choque, simular que era lo que no era.

?Mi hija era dominante por naturaleza, ten?a m?s car?cter que yo, y yo tem?a el enfrentamiento abierto, ten?a miedo de oponerme. Si la hubiese amado verdaderamente habr?a tenido que indignarme, incluso tratarla a veces con dureza; habr?a tenido que obligarla a hacer determinadas cosas o a no hacerlas en absoluto. Tal vez era justamente eso lo que ella quer?a, lo que necesitaba. ?A saber por qu? las verdades elementales son las m?s dif?ciles de entender! Si en aquella circunstancia yo hubiese comprendido que la primera cualidad del amor es la fuerza, probablemente los sucesos se habr?an desarrollado de otra manera.?


Comentarios (0)  | Enviar
Comentarios