Art?culo semanal del Padre Fernando Lorente, o.h., publicado en EL D?A en la secci?n "Criterios", bajo el ep?grafe "Luz en el Camino". Luz en el Camino Fernando Lorente, o. h. *
Reflexi?n veraniega: las palabras
?MUCHO CUIDADO CON ELLAS! Cuando o?mos unas palabras, casi siempre no sabemos si nos llegan desde la superficie de las personas que las dice o les brotan del fondo del coraz?n. Si les nacen en la piel, no reflejan lo que piensan y sienten, puede incluso que nos est?n enga?ando, pues en el interior de cada persona es donde se cuece su verdad m?s aut?ntica. Entonces, ?c?mo podremos saber distinguir, desde fuera, la verdad o la falsedad de las palabras que escuchamos? Pues, la verdad, no hay m?s que un modo de saberlo, y la historia de todos los tiempos nos lo viene demostrando: los hechos. A ellos, mucho m?s que a las palabras, se asoma la verdad m?s honda que poseemos. Ellos acaban por desenmascarar las m?s redomadas mentiras y por verificar las verdades m?s incre?bles.
Dios es el ?nico que conoce el fondo de cada persona. ?l sabe lo que hay detr?s
Y por dentro de cada palabra que decimos, la verdad o mentira de nuestras apariencias. ?l no se deja enga?ar por lo que digamos; sabe que acabar? aflorando lo que en verdad piensa y dice nuestro coraz?n. As? nos lo confirma Jes?s en la par?bola de los hijos, donde nos se?ala el camino para acercarnos al fondo del problema. ?Cu?l de los dos obedece de verdad al Padre?: ?el que se lo dice con palabras, o el que "hace" lo que el padre le pide? El hijo complaciente result? que no ten?a m?s que fachada; el hijo impulsivo, en cambio, a pesar de su pronto tosco y desagradable, pose?a un coraz?n sano que acab? por imponerse.
No nos enga?emos. S?lo la autenticidad en el pensar y en el obrar es lo que interesa. La verdad honda de las actitudes acaba saliendo a flote mientras que -seg?n aquel dicho tan sabroso- al embustero se le acaba alcanzando porque "la mentira tiene las piernas cortas". Cristo exige una clara definici?n en su seguimiento. La madera arde con facilidad, pero muy f?cilmente se apaga. El hierro arde con dificultad, pero mantiene, m?s prolongadamente, el fuego.
En la historia de muchos cristianos, el encuentro con Dios se celebr? con la espontaneidad del encuentro mismo con la vida. Dios fue una llama que ardi? desde el primer d?a pero, sometido al soplo constante de una existencia, excesivamente aireada por todos los costados de los afanes materiales, termin?, si no apag?ndose, manteniendo unos leves y p?lidos destellos apenas perceptibles. Es decir, se pueden mantener, por fuera, unas maneras externas repletas de gestos y, por dentro, un alma vac?a de Dios. Se puede decir s? al Amo y, luego, perderse en el camino sin llegar al tajo de la vi?a. Y, por el contrario, se puede caminar a contrapelo de Dios por la vida, desoyendo la llamada del Amo de la vi?a y, sin embargo, llevarse la gran sorpresa de encontrarse con unas personas que sudan y sangran su compromiso a favor de todos aquellos que tienen necesidad de sus servicios. Nunca fallan. Para estas personas, omitir esfuerzos posibles, cuando existen necesidades ciertas, es omitir obligaciones de justicia. Vivir este compromiso con el Amo de la Vi?a, que nos relata san Mateo (2l, 28-32), cu?nto importa que lo conozcamos, lo vivamos y lo trasmitamos con los hechos para no enga?arnos, ni enga?emos a los dem?s.
* Capell?n de la Cl?nica
S. Juan de Dios