Jueves, 30 de agosto de 2007
El obispo de Tenerife Monse?or Don Bernardo ?lvarez Afonso presenta el Plan Diocesano de Pastoral para su Di?cesis en el cuatrienio 2007-2011. El texto ha sido publicado en folleto, editado por EDOBITE (Ediciones Obispado de Tenerfe), como PRESENTACI?N del Plan Diocesano.


Queridos Diocesanos:

Con el curso pastoral 2007-2008 se pone en marcha un nuevo Plan Diocesano de Pastoral. Es el tercero despu?s de nuestro Primer S?nodo y, como los planes anteriores, este de ahora quiere ser un paso m?s en la aplicaci?n de las orientaciones y normas que -con la gu?a del Esp?ritu Santo- entonces se dieron y que siguen en vigor en nuestra Iglesia Diocesana Nivariense.

Para elaborar este Plan hemos procurado seguir las pautas establecidas en el Directorio para el Ministerio de los Obispos: "Para la elaboraci?n del plan de pastoral, el Obispo comprometa a las diferentes oficinas y Consejos diocesanos: de este modo la acci?n apost?lica de la Iglesia responder? verdaderamente a las necesidades de la di?cesis y lograr? aunar los esfuerzos de todos en su ejecuci?n, pero sin olvidar jam?s la acci?n del Esp?ritu Santo en la obra de la evangelizaci?n" (n. 164).
Es, por tanto, un Plan Pastoral hecho entre todos. No sin dificultades y desigual participaci?n (seg?n los arciprestazgos y sectores pastorales), dej?ndonos conducir por el Esp?ritu, hemos revisado el Plan anterior, hemos reflexionado sobre los distintos factores, sociales, culturales y eclesiales de la situaci?n actual y sobre su incidencia en la vida cristiana, y hemos hecho propuestas para el futuro.

Con sus intuiciones y propuestas de acci?n, el Plan Diocesano de Pastoral es reflejo de lo que hemos expresado y aprobado entre todos. Pero, permitidme, a?n a costa de alargar esta presentaci?n, que haga algunas reflexiones que nos permitan situar nuestro Plan de Pastoral en el marco m?s amplio de la misi?n de la Iglesia, de modo que no se entienda como un conjunto de actividades a realizar o que nos quedemos en el "hacer por hacer", sino que nos veamos nosotros -y veamos nuestro trabajo pastoral? formando parte del Plan Divino de Salvaci?n y al servicio del mismo.

Transmitir lo que hemos recibido

Han pasado casi dos mil a?os desde que Jes?s dijo a los ap?stoles: ?Id al mundo entero y haced disc?pulos a todas las gentes bautiz?ndolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Esp?ritu Santo, y ense??ndoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aqu? que yo estoy con vosotros todos los d?as hasta el fin del mundo? (Mt. 28,19-20).

Todo lo que la Iglesia ha sido, es y ser? es fruto del cumplimiento de esas palabras. Nosotros mismos, los que hoy formamos la Iglesia, hemos conocido y cre?do en Jesucristo porque otros seguidores de Jes?s, anteriores a nosotros, nos lo han presentado. El Se?or Jes?s, fiel a su promesa, ha estado, est? y estar? siempre presente. El es contempor?neo a toda persona en cualquier tiempo y lugar. Gracias a esa presencia, las palabras de San Juan, al comienzo de su primera carta, se han ido realizando ininterrumpidamente a trav?s de una larga cadena de cristianos hasta llegar a nosotros:

"Lo que exist?a desde el principio, lo que hemos o?do, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida, ?pues la Vida se manifest?, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la Vida eterna, que estaba vuelta hacia el Padre y que se nos manifest?- lo que hemos visto y o?do, os lo anunciamos, para que tambi?n vosotros est?is en comuni?n con nosotros. Y nosotros estamos en comuni?n con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (1 Jn. 1,1-3).

Pues bien, tambi?n nosotros, hombres y mujeres del Tercer Milenio, que hemos conocido y cre?do en Jesucristo, animados por la certeza de su presencia, estamos llamados a anunciar aqu? y ahora con -renovado impulso- "lo que hemos visto y o?do acerca de la Palabra de vida" para hacer a otros part?cipes de nuestra "comuni?n con el Padre y con su Hijo Jesucristo". Pero, para ello, necesitamos nosotros mismos afianzar nuestra fe. Necesitamos "o?r", "tocar con nuestras manos", "ver con nuestros ojos", a Cristo "la Palabra de vida". Es decir, necesitamos cultivar una fe viva, de adhesi?n y seguimiento de Jes?s, para poder dar testimonio de lo que hemos visto, porque de lo que se trata es de "presentar" a Jes?s a los dem?s, no s?lo de hablar de El.

Responsabilidad pastoral del Obispo

Esto que corresponde a todo cristiano, por el mismo hecho de serlo, adquiere una especial relevancia en la misi?n apost?lica del Obispo, pues a ?l se le encomienda la responsabilidad de ?suscitar, guiar y coordinar la obra evangelizadora de la comunidad diocesana, a fin de que la fe del Evangelio se difunda y crezca, las ovejas perdidas sean conducidas al redil de Cristo y el Reino de Dios se difunda entre todos los hombres? (Directorio para el ministerio de los obispos, 162).

Y es el mismo Directorio el que nos recuerda que ?para que la Palabra de Dios alcance los diversos ambientes y personas, es necesaria una estricta coordinaci?n de todas las obras de apostolado bajo la gu?a del Obispo, para que todos los proyectos e instituciones catequ?sticas, misionales, caritativas, sociales, familiares, escolares y cualquiera otra que se ordene a un fin pastoral, vayan de consuno, con lo que al mismo tiempo resalte m?s clara la unidad de la di?cesis? (n. 164).

Y, expresamente, se nos dice: ?El Obispo provea a organizar de manera adecuada el apostolado diocesano, seg?n un programa o plan pastoral que asegure una oportuna coordinaci?n de las diferentes ?reas pastorales especializadas (lit?rgica, catequ?tica, misionera, social, cultural, familiar, educativa, etc.)? (n. 164).

Es dentro de este marco general donde hay que situar el nuevo Plan Diocesano de Pastoral 2007-2011. Su motivaci?n y su finalidad no es otra que mantener viva en nuestras Di?cesis y en toda la Iglesia la cadena de la transmisi?n de la fe. Para ello, como ha ocurrido siempre, hemos de trabajar, coordinada y complementariamente, en todos los ?mbitos de la vida diocesana para,

a) recibir ?ntegramente la fe que nos transmitieron los ap?stoles;

b) hacerla propia en la mente, en el coraz?n y en la vida; y,

c) transmitirla fielmente a los hombres y mujeres de hoy.


Un Plan Pastoral
para evangelizar en la situaci?n actual


Como Iglesia estamos llamados recibir, vivir y tranmitir la verdad y la gracia de Cristo a todos los hombres. Ahora bien, la realizaci?n de esta tarea que glo?balmente llamamos "evangelizaci?n" asume aspectos y significados diferentes seg?n las ?pocas y lugares porque, como nos recuerda el Concilio, la Iglesia desarrolla su actividad apost?lica en un determinado ambiente que condiciona notablemente la vida de las personas (cf. CD. 16). Esto es lo que hace necesario un Proyecto o Plan Pastoral que sirva de instrumento para llevar a las personas a una cada vez m?s plena "comuni?n con el Padre y con su Hijo Jesucristo". Por tanto, como nos recordaba Juan Pablo II en "Novo millenio ineunte", al hacer un nuevo Plan Pastoral:

?No se trata, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradici?n viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en ?l la vida trinitaria y transformar con ?l la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusal?n celeste. Es un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas, aunque tiene cuenta del tiempo y de la cultura para un verdadero di?logo y una comunicaci?n eficaz.

Sin embargo, es necesario que el programa formule orientaciones pastorales adecuadas a las condiciones de cada comunidad [...] Dentro de las coordenadas universales e irrenunciables, es necesario que el ?nico programa del Evangelio siga introduci?ndose en la historia de cada comunidad eclesial, como siempre se ha hecho.

En las Iglesias locales es donde se pueden establecer aquellas indicaciones program?ticas concretas -objetivos y m?todos de trabajo, de formaci?n y valorizaci?n de los agentes y la b?squeda de los medios necesarios? que permiten que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evang?licos en la sociedad y en la cultura (NMI 29).

Un Plan Pastoral -como a veces se podr?a pensar- no es algo superfluo o una moda del momento, sino que responde a la necesidad de ser fieles, tanto a Jesucristo como a las personas a quienes se lo presentarnos y, en ?ltimo t?rmino -como nos recuerda el Concilio?, es un acto de obediencia al Esp?ritu Santo: "La Iglesia se ve impulsada por el Esp?ritu Santo a poner todos los medios para que se cumpla efectivamente el plan de Dios, que puso a Cristo como principio de salvaci?n para todo el mundo" (LG, 17). Y como ense?aba Pablo VI: ?El problema de c?mo evangelizar es siempre actual, porque las maneras de evangelizar cambian seg?n las diversas circunstancias de tiempo, lugar, cultura; por eso plantean casi un desafio a nuestra capacidad de descubrir y adaptar. A nosotros, Pastores de la Iglesia, incumbe especialmente el deber de descubrir con audacia y prudencia, conservando la fidelidad al contenido, las formas m?s ade?cuadas y eficaces de comunicar el mensaje evang?lico a los hombres de nuestro tiempo? (EN 40).


Un Plan Pastoral
para la renovaci?n personal y eclesial


Pero, no son s?lo los "condicionantes ambientales" los que tenemos que tomar en consideraci?n para que el apostolado responda siempre a las necesidades y a la forma de vida de las personas. Hay otro factor de suma importancia que tambi?n es necesario constatar y tener presente para comprender la necesidad e importancia de un Plan Pastoral.
"Jesucristo es el mismo ayer como hoy, y lo ser? siempre" (Heb. 13,8). En cambio nosotros, y la misma vida de la Iglesia, somos hijos de tiempo y estamos sometidos a cambios. Nuestra fr?gil condici?n humana ?constantemente amenazada por la fuerza del mal y del pecado? hace que tanto nuestros pensamientos y decisiones, como nuestros actos sean inconstantes e inseguros.

Esto explica que la Iglesia, siendo Santa ?pues Cristo est? en ella por su Esp?ritu? est? al mismo tiempo necesitada de purificaci?n y renovaci?n en sus miembros, en sus estructuras y en sus actuaciones. As? nos lo recuerda el Concilio Vaticano II:

"Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto instituci?n humana y terrena, tiene siempre necesidad hasta el punto de que si algunas cosas fue-ron menos cuidadosamente observadas, bien por circunstancias especiales, bien por costumbres, o por disciplina eclesi?stica, o tambi?n por formas de exponer la doctrina ?que debe cuidadosamente distinguirse del mismo dep?sito de la fe?, se restauren en el tiempo oportuno recta y debidamente" (UR 6).

Esta permanente necesidad de reforma, para poner remedio a los males de la vida eclesial y para llevar a plenitud la vocaci?n de santidad de todo el pueblo de Dios, no se realiza espont?neamente ni puede dejarse al azar. Es necesario "enfrentarse a lo que va mal" para disiparlo y al mismo tiempo empe?arse en instaurar la verdad del Evangelio. Puesto que no todo vale o vale igual, se trata, como le dijo el Se?or a Jerem?as, tanto de "extirpar y destruir" como de "reconstruir y plantar" (cf. Jer. 1,10). Las personas merecen siempre el m?ximo respeto, cualquiera que sea su condici?n y su conducta, pero no as? sus comportamientos, que en muchos casos pueden y deben ser cuestionados y corregidos. Lo que llamamos "la denuncia prof?tica", no es contra las personas, sino contra la fuerzas del mal que se encarnan en ellas.

Esto, como avisa el Se?or en el Evangelio, exige planificar las acciones a realizar, como si fu?ramos a librar una batalla o a construir una torre (cf. Le. 14,25-33). Pero, sobre todo, exige no amoldarse a este mundo, es decir, no dejarse modelar por las corrientes de pensamiento, por los poderes y por las costumbres del mundo presente, cuando son contrarias al mensaje de Jesucristo, y, para ello, nada mejor que seguir la recomendaci?n de San Pablo a los cristianos de Roma: "Transformaos mediante la renovaci?n de vuestra mente, de forma que pod?is distinguir cu?l es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto " (Rom. 12,2).

Decir "renovaci?n de la mente", es sin?nimo de "conversi?n" (metanoia = cambio de mentalidad). San Pablo dir? que los que somos de Cristo "tenemos la mente de Cristo" porque "nosotros no hemos recibido el esp?ritu del mundo, sino el Esp?ritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado, de las cuales tambi?n hablamos, no con palabras aprendidas de sabidur?a humana, sino aprendidas del Esp?ritu" (cf. 1Cor. 2,12-16).

Sin la "mentalidad de Cristo" es imposible conocer cual es la voluntad de Dios para nuestra vida personal y para nuestra acci?n pastoral en el tiempo presente. Har?amos, quiz?s, muchas cosas, incluso llamativas, pero seguramente estar?amos "corriendo en vano". Para no gastar fuerzas in?tilmente, para conocer y realizar lo m?s conveniente, es necesario abrirse a la acci?n del Esp?ritu y dejarse guiar por El.

Cuando nos falta esta experiencia del Esp?ritu, f?cilmente sustituimos el testimonio por un activismo estresante, sustituimos o camuflamos la falta de vida por la organizaci?n y la est?tica, cuidarnos el esplendor de las cosas en lugar de abrirnos al Misterio, reducimos el Evangelio en un conjunto de normas y doctrinas, etc.

Para evangelizar de verdad es necesario ser testigo (haber visto, o?do, palpado y vivido) lo que se anuncia. Ser una persona que ha vivido un encuentro personal con Cristo, alguien que puede decir como San Pablo: "vivo yo, pero no soy yo; es Cristo quien vive en m?" (Gal. 2,20), o lo que es lo mismo, hay que dejarse vivificar y conducir por el Esp?ritu Santo. ?Sin el Esp?ritu Santo, Cristo queda en el pasado y el Evangelio es letra muerta... Con el Esp?ritu Santo, Cristo resucitado se hace presente y el Evangelio es potencia de vida? (Mons. Ignacio Hazim).

Un Plan Pastoral
para cuatro a?os y para siempre.


El objetivo permanente de nuestro Plan Diocesano de Pastoral para los pr?ximos cuatro a?os (2007-2011) es una exhortaci?n del Ap?stol Pablo en la Segunda Carta a Timoteo: "Haz memoria de Jesucristo Resucitado" (2Tim. 2,8); esta clave se despliega en un sencillo esquema de tres dimensiones, complementarias e interdependientes, en torno a cada una de las cuales vamos orientar prioritariamente la acci?n pastoral: creer, celebrar y anunciar. Es hacer lo mismo que hacemos siempre, pero con los acentos, los medios y los m?todos que hagan posible vivir y anunciar el Misterio de Cristo en las circunstancias actuales.

Centr?ndonos en la persona de Jesucristo Resucitado, de quien queremos hacer memoria viva, en la pr?ctica seguimos el mismo esquema que usa el Catecismo de la Iglesia Cat?lica y que recientemente ha utilizado el Papa Benedicto XVI en la Exhortaci?n Apost?lica "Sacramentum Caritatis": Cristo, misterio que se ha de creer; Cristo, misterio que se ha de celebrar; Cristo, misterio que se ha de vivir. En nuestro caso, esta ?ltima dimensi?n la expresamos con el matiz de "anunciar a Cristo con la vida y con las palabras".

En todo caso, con distintas palabras, se repiten las constantes cl?sicas de la misi?n permanente de la Iglesia y que constituyen su naturaleza ?ntima, expresada en una triple tarea: predicar la palabra (kerigma), celebrar la fe (liturgia), vivir la caridad (diacon?a). Tareas, todas ellas, que se implican mutuamente y que no pueden separarse una de otra, pues aislada-mente perder?an su autenticidad.

Sea por unos caminos o por otros, lo importante es que los programas, lo medios que utilizamos, el testimonio de vida y el modo de actuar de los agentes de pastoral ?permitan que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evang?licos en la sociedad y en la cultura? (NMI 29).


"Haz memoria de Jesucristo Resucitado"

En ?ltimo t?rmino, con nuestro Plan Diocesano de Pas?toral para estos cuatro a?os, pretendemos unir en la mente y en el coraz?n de los fieles el "hacer memoria de Jesucristo" con el "ser nosotros mismos memoria viva de Jesucristo". Impulsados, guiados y fortalecidos por el Esp?ritu Santo, y por tanto en docilidad a El, queremos a trabajar con todos los medios a nuestro alcance para que nuestra Iglesia Diocesana sea, cada vez m?s, "memoria y profec?a" de Jesucristo Resucitado, es decir, para que nuestra Di?cesis ?en todo lo que es y en todo lo que hace sea una manifestaci?n viviente de Jesucristo Resucitado. Ser ?memoria y profec?a? de Cristo es llevarlo en el coraz?n y darlo a conocer, es permanecer vinculado a El y presentarlo a los dem?s.

?Hacer memoria? de alguien, lo mismo que ?recordarle?, significa ?tenerle presente?. La palabra ?recordar? viene del lat?n ??, formado por ?re? (de nuevo) y ?cordis? (coraz?n), No es s?lo tener a alguien presente en el pensamiento, sino que implica tambi?n ?volverle a traer al coraz?n?. Al hacer memoria, ?la mente y el coraz?n? van unidos. Si, por ejemplo, yo le digo a alguien que le estoy re?cordando, le estoy diciendo que les estoy volviendo a pasar por mi coraz?n. Consecuentemente, el hacer memoria de alguien no nos deja nunca indiferentes, por el contrario provoca unos afectos (positivos o negativos) hacia la persona recordada que nos impulsan a tomar postura y a actuar de un modo determinado.

Cuando San Pablo, le dice a Timoteo ?haz memoria de Jesucristo Resucitado?, conf?a que es as? como su disc?pulo podr? superar los temores y afrontar las dificultades por las que est? pasando en ese momento. Su llamada vale tambi?n para nosotros en el momento presente. Por eso, ?hacer memoria de Jesucristo?, tener presente su vida y su palabra, ?traerlo de nuevo al coraz?n?, es la tarea que nos proponemos realizar con nuestro Plan Diocesano de Pastoral.

Y, puesto que, en la fe de la Iglesia, la memoria de Jesucristo Resucitado se vive y act?a de manera especial en la Eucarist?a, hemos de prestar especial atenci?n a la celebraci?n de la Santa Misa. ?S?lo la Eucarist?a, verdadero memorial del misterio pascual de Cristo, es capaz de mantener vivo en nosotros el recuerdo de su amor? (Juan Pablo II). Esta memoria no es un mero recuerdo de algo que pas?, sino una realidad existencial y din?mica que implica la vida de quien hace memoria hasta el punto que "la participaci?n del cuerpo y sangre de Cristo no hace otra cosa sino que pasemos a ser aquello que recibimos" (San Le?n Magno). Por eso, de modo an?logo al sacramento de la Eucarist?a, que es presencia viva de Jesucristo y "carne para la vida del mundo" (Jn. 6,51), as? "la vocaci?n de cada uno de nosotros consiste en ser, junto con Jes?s, pan partido para la vida del mundo" (Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, 88).

Cultivar esta vocaci?n, tender cada vez hacia esa meta, es el contenido del actual Plan Diocesano de Pastoral. Ser "pan partido para la vida del mundo", equivale a convertirse en "memoria viva de Jesucristo" y eso s?lo es posible en la medida que crezca nuestra fe en El y en su Palabra y en la medida que nos alimentemos dignamente con su Cuerpo y San?gre, pues como nos dice el mismo Cristo: "El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mi, y yo en ?l. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, tambi?n el que me coma vivir? por m?". (Jn. 6,56-57).


En el nombre del Padre,
del Hijo y del Esp?ritu Santo


Queridos diocesanos:

Todos estamos llamados a trabajar en la vi?a del Se?or y hacemos bien en comprometernos cada vez m?s en la misi?n evangelizadora de la Iglesia, pero no olvidemos que "si el Se?or no construye la casa, en vano se cansan los alba?iles" (Salmo 127).

Conscientes, por tanto, de que "Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le pare ce" (Filp. 2,13) y que "quien nos ha llamado es fiel y es el quien lo realizar?" (1Tes. 5,24) iniciamos esta nueva etapa pastoral "en el Nombre del Padre, del Hijo y del Esp?ritu Santo".

As? pues, con esperanza, confiados en Dios y en su poder, ponemos en marcha un nuevo Plan Diocesano de Pastoral con el triple prop?sito de afianzar nuestra fe y adhesi?n personal a Jesucristo, de participar m?s plenamente en su vida celebrando los misterios de la salvaci?n, y de anunciarlo con la "parres?a" y el ardor que nos da el Esp?ritu Santo.

+ Bernardo ?lvarez Alonso
Obispo Nivariense

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