ZENITPublicamos el discurso que en la ma?ana del viernes, 21 de Septiembre, dirigi? Benedicto XVI en Castel Gandolfo a los participantes en el encuentro promovido por la Intencional Democr?tica de Centro y Dem?crata Cristiana (IDC), a quienes recibi? en audiencia. Se?or presidente,
honorables parlamentarios,
distinguidos se?ores y se?oras:
Me alegra recibirles durante los trabajos del Comit? Ejecutivo de la Internacional Democr?tica de Centro y Dem?crata Cristiana, y deseo, ante todo, dirigir un cordial saludo a las numerosas delegaciones presentes, que proceden de muchas naciones del mundo. Dirijo un saludo especial al presidente, el honorable Pier Ferdinando Casini, y le agradezco las corteses palabras que me ha dirigido en nombre de los presentes. Vuestra visita me da la oportunidad de ofrecer a vuestra atenci?n algunas consideraciones sobre valores e ideales que han sido forjados o profundizados de manera decisiva por la tradici?n cristiana en Europa y en el mundo entero.
S? que vosotros, a?n en la variedad de vuestras procedencias, compart?s no pocos de sus principios, como por ejemplo la centralidad de la persona y el respeto de los derechos humanos, el compromiso por la paz y la promoci?n de la justicia para todos. Hac?is por lo tanto referencia a principios fundamentales, que est?n relacionados entre s?, como demuestra la experiencia de la historia. Cuando, en efecto, los derechos humanos son violados, es la propia dignidad de la persona la que es herida; si la justicia vacila, la paz est? en peligro. Por otro lado, la justicia, por su parte, puede decirse verdaderamente humana s?lo si la visi?n ?tica y moral sobre la que se funda se centra en la persona y en su inalienable dignidad.
Honorables se?ores y se?oras: vuestra actividad, que se inspira en tales principios, se hace hoy m?s dif?cil todav?a por el clima de profundos cambios que viven nuestras comunidades. Por esto desear?a alentaros a?n m?s a proseguir en el esfuerzo de servir el bien com?n, actuando para que no se difundan ni se refuercen ideolog?as que pueden oscurecer o confundir las conciencias y transmitir una ilusoria visi?n de la verdad y del bien. Existe, por ejemplo, en el campo econ?mico una tendencia que identifica el bien con el beneficio y de tal forma disuelve la fuerza del ethos desde el interior, acabando por amenazar el beneficio mismo. Algunos sostienen que la raz?n humana es incapaz de captar la verdad y, por lo tanto, de perseguir el bien que corresponde a la dignidad de la persona. Hay tambi?n quien considera leg?tima la eliminaci?n de la vida humana en su fase prenatal o en la terminal. Preocupante es adem?s la crisis de la familia, c?lula fundamental de la sociedad fundada en el matrimonio indisoluble de un hombre y de una mujer. La experiencia demuestra que cuando la verdad del hombre es ultrajada, cuando la familia se mina en sus fundamentos, la paz misma est? amenazada, el derecho corre peligro de verse comprometido y, como consecuencia l?gica, se va hacia injusticias y violencias.
Existe otro ?mbito que os interesa mucho, y es el de la defensa de la libertad religiosa, derecho fundamental insuprimible, inalienable e inviolable, enraizado en la dignidad de todo ser humano y reconocido por varios documentos internacionales, entre ellos, sobre todo, la Declaraci?n Universal de los Derechos del Hombre. El ejercicio de tal libertad comprende tambi?n el derecho a cambiar de religi?n, que hay que garantir no s?lo jur?dicamente, sino tambi?n en la pr?ctica diaria. La libertad religiosa responde, en efecto, a la intr?nseca apertura de la criatura humana a Dios, Verdad plena y sumo Bien, y su valoraci?n constituye una expresi?n fundamental de respeto de la raz?n humana y de su capacidad de verdad. La apertura a la trascendencia constituye una garant?a indispensable para la dignidad humana porque existen anhelos y exigencias del coraz?n de cada persona que s?lo en Dios encuentran compresi?n y respuesta. ?No se puede por lo tanto excluir a Dios del horizonte del hombre y de la historia! He aqu? por qu? hay que acoger el deseo com?n a todas las tradiciones aut?nticamente religiosas de mostrar p?blicamente la propia identidad, sin estar obligados a esconderla o mimetizarla.
El respeto de la religi?n contribuye, adem?s, a desmentir el repetido reproche de haber olvidado a Dios, con el que algunas redes terroristas intentan justificar sus amenazas a la seguridad de las sociedades occidentales. El terrorismo representa un fen?meno grav?simo que frecuentemente llega a instrumentalizar a Dios y desprecia de manera injustificable la vida humana. La sociedad tiene ciertamente el derecho de defenderse, pero este derecho, como cualquier otro, hay que ejercerlo siempre en el pleno respeto de las reglas morales y jur?dicas tambi?n en lo relativo a la elecci?n de los objetivos y de los medios. En los sistemas democr?ticos el uso de la fuerza no justifica jam?s la renuncia a los principios del Estado de Derecho. ?Es que se puede proteger la democracia amenazando sus fundamentos? Por lo tanto es necesario tutelar incansablemente la seguridad de la sociedad y de sus miembros, salvaguardando en cambio los derechos inalienables de toda persona. El terrorismo hay que combatirlo con determinaci?n y eficacia en la conciencia de que, si el mal es un misterio difundido, la solidaridad de los hombres en el bien es un misterio a?n m?s extendido.
La doctrina social de la Iglesia cat?lica ofrece, al respecto, elementos de reflexi?n ?tiles para promover la seguridad y la justicia, tanto a nivel nacional como internacional, a partir de la raz?n, del derecho natural y tambi?n del Evangelio, esto es, a partir de cuanto es conforme a la naturaleza de todo ser humano y tambi?n la trasciende. La Iglesia sabe que no es su tarea hacer valer ella misma pol?ticamente esta doctrina suya: su objetivo es servir a la formaci?n de la conciencia en la pol?tica y contribuir para que crezca la percepci?n de las verdaderas exigencias de la justicia y, a la vez, la disponibilidad para actuar de acuerdo con ellas, tambi?n cuando ello estuviera en contraste con situaciones de inter?s personal (Deus caritas est, 28). En esta misi?n, la Iglesia se conduce por el amor por Dios y por el hombre, y por el deseo de colaborar con todas las personas de buena voluntad para construir un mundo donde se salvaguarden la dignidad y los derechos inalienables de todas las personas. A cuantos comparten la fe en Cristo, la Iglesia pide testimoniarla hoy, con mayor valor y generosidad. La coherencia de los cristianos es de hecho indispensable tambi?n en la vida pol?tica, para que la ?sal? del compromiso apost?lico no pierda su ?sabor?, y la ?luz? de los ideales evang?licos no sea oscurecida en su acci?n cotidiana.
Honorables se?ores y se?oras: gracias otra vez por esta grata visita. Mientras hago fervientes votos por vuestro trabajo, aseguro un recuerdo en la oraci?n para que Dios os bendiga a vosotros, a vuestras familias, y os obtenga sabidur?a, coherencia y vigor moral para servir a la grande y noble causa del hombre y del bien com?n.
[Traducci?n del original italiano realizada por Zenit
? Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]