Art?culo publicado en Bolet?n Informativo de la obra "Mater Christi", n?mero 66, Septiembre-Diciembre 2007.
Qu? f?cil es encontrar al culpable, y no precisamente uno mismo, cuando una situaci?n se torna negativa o es an?mala.
Es algo que se puede comprobar con gran facilidad y sin necesidad de ir muy lejos.
Cualquiera sabe que le resulta muy dif?cil reconocer los propios errores, tanto para s? como ante los dem?s, aunque esto ?ltimo sea a?n m?s complicado, porque el res-peto humano, la falta de sencillez o de humildad, el orgullo, la vanidad... llevan a la persona a no mostrarse con la transparencia deseada y necesaria.
Pero estos motivos no parece que sean los que realmente hagan que la persona reaccione con un comportamiento, social, comunitario o personal, poco defendible, y tantas veces injustificable.
Mas bien habr? que encontrar la respuesta en el escaso sentido de la responsabilidad con el que se vive.
Echar la culpa al otro por sistema, o querer justificar la situaci?n incorrecta, con todos los perjuicios que ello acarrea, sin aceptar lo que puede ser m?s que probable: que alguna responsabilidad tiene uno mismo en el hecho o situaci?n negativa surgida, no deja de ser algo, cuando menos, bochornoso.
Parece que estos tiempos no se caracterizan, precisamente, por encontrar en la sociedad personas capaces de un compromiso coherente con el lugar que les ocupa o la responsabilidad que les corresponde. Se prefiere pasar sin significarse, y poder, as?, marchar subidos al tren de la vida sin complicaciones.
Estimulados por la sociedad de consumo y apegados a todo lo que ella ofrece, se va dando de lado a valores importantes para la persona y el entorno vital que la acompa?a.
No se quiere atender a las condiciones y consecuencias que impone este "tren de la vida sin complicaciones", a las "exigencias" que va imponiendo progresivamente y que terminar?n condicion?ndolo todo, de tal forma, que puede llevar a la persona a situaciones definitivas y sin retorno.
Se puede llegar a verdaderas esclavitudes sutiles, que, sin tal apariencia, hacen que las personas vivan inmersas en unos roles impropios de su situaci?n personal y social real, o lejos de unos principios morales que recibi? en su momento; que cultiv? y que, de una forma bastarda y enga?osa, abandon? en un momento dado, ante cualquier se?uelo de bienestar: dinero, parcelas de influencia y de poder, vanidades del mundo, etc.
Y a cambio de todo esto, la persona, que aparentar? felicidad, en el fondo ser? una felicidad ficticia, porque realmente no est? viviendo como sus principios marcaban y exig?an. Disfrutar? de un bienestar exterior, que no pocas veces se le har? cuesta arriba, porque tambi?n ?ste pedir? unas compensaciones duras de satisfacer. Bienestar material que quisiera cambiar por la paz de su con-ciencia, que, con alguna frecuencia, se ve violentada al tener que aceptar y secundar pensamientos y acciones que la repugnan, o simplemente contrarios a sus principios morales.
L?gicamente toda esta situaci?n no termina en la persona individual, sujeto de un comportamiento responsable o irresponsable, sino que por derivaci?n l?gica afecta e influye en su entorno de influencia: familiar, laboral, social, etc.
Y lo hace de una forma tan determinante, que sin poder evitarlo ejerce unas con-secuencias ben?ficas o negativas, seg?n la realidad y el desarrollo del comportamiento en cuesti?n.
Sin duda que est? bien que la persona se esfuerce por conseguir un bienestar familiar, laboral y social adecuado, y lo m?s beneficioso posible para s? y los suyos, pero lo que nunca debe hacer es hipotecar los valores esenciales, que han de ser el motor de la vida, por realidades terrenales que son tan superfluas como transitorias.
Es una verdadera l?stima que el hombre, ser trascendente en su esencia misma, se comporte tantas veces como algo exclusivo de este mundo terrenal, con la paradoja de que, como interiormente siente su trascendencia, reduzca esta vida trascendente a la misma materialidad, y pretenda que lo transitorio y caduco sea como si fuera a durar siempre, aunque en el fondo sepa que no es as?, pero todas sus respuestas a la vida pretenden que testimonien lo contrario.
A la base de toda esta realidad est? el sentido de la responsabilidad, de la que lamentablemente se abdica con alguna frecuencia, sin reparar en que al vivir sin este sentido de la responsabilidad, lo que termina logr?ndose es, de alguna manera, la degradaci?n misma de la persona, porque entre las p?rdidas m?s sensibles estar? la p?rdida de su aut?ntica la libertad.
Se quiera o no, la persona tiene una capacidad de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de lo que hace libremente. Y esta capacidad se llama responsabilidad.
Cuando la persona se comporta responsablemente quiere decir que para ella no cabe el "todo vale", que se ejercita con demasiada frecuencia en nuestra sociedad contempor?nea, porque priman los ego?smos y deseos de cualquier tipo, que han de conseguirse "como sea". Se dice que no, porque la justicia y los derechos humanos prevalecen por encima de todo, pero al fin, en la brega diaria de la vida, se comprueba infinidad de veces que el comportamiento personal no es as?.
Los medios de comunicaci?n, particularmente los denominados 'de masas', hacen un muy mal servicio a las personas y a la sociedad cuando no fomentan este sentido de la responsabilidad, mostrando modelos de comportamiento que para nada est?n determinados por los principios de la libertad interior aut?ntica, que ha de llevar a la exigencia personal del reconocimiento y asunci?n de las consecuencias en todas sus dimensiones y las respuestas que ?stas demanden.
No valen los modelos de vida que aparecen como unos adalides de la libertad, porque pueden hacer lo que quieren en muchos aspectos de la vida, pero en el fondo no viven responsablemente al no aceptar y asumir las verdaderas consecuencias de sus actos.
Vivir con un verdadero sentido de la responsabilidad, exige mucho a la persona, porque a todo lo que es importante y trascendente en la vida ha de tener y d?rsele una respuesta adecuada.
Se puede decir, finalmente, que una persona, cuando quiere ser responsable y vivir como tal, ha de reflexionar mucho sobre sus opciones y sus comportamientos, as? como en las consecuencias que tendr?n, por-que no puede aceptar cualquier cosa para conseguir un fin, ya que ni "todo vale", ni "el fin justifica los medios".