S?bado, 29 de septiembre de 2007
D?a 30 de Septiembre
XXVI Domingo del Tiempo Ordinario - c


La virtud de la pobreza



Entre los varios detalles que podr?an ser objeto de nuestra meditaci?n en este domingo, a partir del fragmento del evangelio seg?n San Lucas que hoy nos ofrece la Iglesia, nos fijaremos esta vez, de modo particular, en la virtud humana y cristiana de la pobreza. Conviene declararlo de este modo, desde el comienzo de nuestras consideraciones, precisamente porque est? muy extendida la convicci?n de que pobreza es ?nicamente sin?nimo de lamentable desgracia. Se tratar?a, de acuerdo con esa mentalidad, muy presente en los medios de comunicaci?n y en el hablar cotidiano, de uno de tantos males como pueden pesar sobre los hombres: como la enfermedad, el deshonor, la opresi?n injustala o la guerra. La pobreza, en fin, ser?a una lacra que condiciona decisivamente a la existencia de algunas personas o de ciertos pueblos, y que afecta de modo m?s particular a amplias regiones del planeta. La pobreza reclama, en consecuencia, la solidaridad de la comunidad internacional, por una parte; y tambi?n de cada uno en concreto, pues cada uno somos responsables de que nuestros semejantes, los dem?s hombres ?esos que est?n al alcance de las propias posibilidades de ayuda?, tengan una vida digna. As? entendida, la pobreza es una lesi?n a la dignidad de la persona que reclama la generosidad de todos.

L?zaro, el hombre pobre y enfermo que pasaba la vida junto a la opulencia del rico, se nos presenta como paradigma de bastantes situaciones actuales. A la vuelta de veinte siglos, las palabras que hoy consideramos, nos recuerdan situaciones actuales de id?ntica desigualdad. De hecho, no pocas veces, es adem?s una clamorosa injusticia lo que propicia tal estado de cosas. Es dif?cil que se pueda exagerar en esta cuesti?n sobradamente conocida por todos que, a pesar de ser divulgada de modo continuo por los medios de comunicaci?n, bastantes veces se conoce, sin embargo, s?lo muy parcialmente y sin el dramatismo que le es propio. Recordemos que los medios difusores de noticias y de informaci?n, est?n habitualmente en poder de los ricos-poderosos y a ellos sirven.

?Qu? pretenden los que desean ser ricos seg?n el mundo? Parece que sus objetivos acaban precisamente ah?: en el logro de esas riquezas y el bienestar consiguiente. Adem?s, la experiencia antigua ?seg?n nos muestra la par?bola del pobre L?zaro que padece a la puerta del rico? y actual ?que cada d?a contemplamos en tantas desigualdades vergonzosas e injustas? nos demuestra que esa riqueza es apetecida sin control, sin medida alguna; y se desea ego?stamente, m?s y m?s, sin que importe la situaci?n de los que padecen necesidad. Tambi?n es conocido el caso de algunos ricos que buscan de intento la pobreza, el subdesarrollo, la miseria, de los dem?s, para no perder as? su hegemon?a.

No se puede servir a Dios y a las riquezas, declar? Jes?s de modo tajante. Los que se preocupan por los bienes materiales consider?ndolos lo definitivo, lo necesario para que su vida est? colmada de sentido, el remedio suficiente para la soluci?n de eventuales problemas..., esos han errado en el sentido de su existencia. El dinero, la t?cnica, el desarrollo, la cultura, la salud, el progreso en general, la capacidad de influir o de dominio..., no pueden pasar de ser medios instrumentales. Nada de eso es malo de suyo, pero se vuelve en verdad nefasto si se lo coloca como objetivo, si no se contempla m?s all? otra cosa que el bienestar material y la seguridad terrena que puedan proporcionar esos medios; porque, de hecho, son s?lo eso: medios. Y el que confunde los medios con el fin de su vida, ha confundido el sentido de su vida. Su existencia est? destinada al fracaso, como la del pez que se empe?ar? en volar: no conseguir? su plenitud en absoluto, por m?s que se le antoje fascinante el vuelo de las aves y por volar escape del agua.

La tan conocida insatisfacci?n que producen en el hombre los bienes de este mundo ?aunque, desde luego, alguna satisfacci?n producen, y por eso arrastran a muchos?, deber?a ser motivo, m?s que suficiente, para que bastantes dieran un giro decisivo a sus planteamientos, tal vez no comprometidos lo suficiente, por el momento, con la b?squeda decidida de Dios mismo. La pobreza, entendida como desapego intencionado de las cosas, para que sea Dios el fin ?ltimo del hombre, pasa a ser as? una virtud. En este contexto se entienden bien las palabras Jesucristo, alabando a los pobres: Bienaventurados los pobres de esp?ritu, porque suyo es el Reino de los Cielos. De "esp?ritu", dice el Se?or. No ser?a pues obst?culo para la pobreza cristiana tanto la materialidad de poseer, cuanto el apego a lo que se tiene. Por eso, no ser?a pobre en el sentido evang?lico de la palabra, el que teniendo poco est?, sin embargo, obsesionado con lograr m?s como objetivo ?ltimo o decisivo de su existencia.

As? lo explica san Josemar?a: No consiste la verdadera pobreza en no tener, sino en estar desprendido: en renunciar voluntariamente al dominio sobre las cosas.
?Por eso hay pobres que realmente son ricos. Y al rev?s.


Y a prop?sito de tantas cosas buenas y apetecibles, a?ade: Desp?gate de los bienes del mundo. ?Ama y practica la pobreza de esp?ritu: cont?ntate con lo que basta para pasar la vida sobria y templadamente.
?Si no, nunca ser?s ap?stol
.

?Qu? tendr?a Santa Mar?a para s?? Ante todo ?como deseamos cada uno?, ten?a a Dios. ?Para qu? m?s? Nos ponemos bajo su protecci?n, pidi?ndole nos recuerde, cuantas veces sea preciso, que s?lo ?l deber es nuestro Tesoro.


Publicado por verdenaranja @ 15:44  | Espiritualidad
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