Lunes, 08 de octubre de 2007
Lecturas.- la Ap. 1- 5a. 6b - 7


Esta ma?ana dabais sepultura cristiana al cuerpo de vuestro familiar N. Ahora estamos reunidos aqu? para celebrar en la fe su paso de este mundo al Padre. Fijaos que es una reuni?n para "celebrar " la muerte. Lo cual quiere decir que no estamos aqu? s?lo para solidarizarnos con una familia dolorida. Esto ciertamente es algo que siempre se agradece.
Pero es que estamos en la presencia de Dios para unir la muerte de N. a la muerte de Jesucristo que se renueva en este altar. Estamos tambi?n reunidos para pedir al Se?or que le haga participar a N. de su triunfo definitivo por la Resurrecci?n.

Y hemos venido tambi?n a que la Palabra de Dios ilumine este acontecimiento. La fe y la esperanza en Jes?s nos aseguran que la muerte no es nuestra total aniquilaci?n, sino un dejar un modo de vivir para empezar otra forma nueva de seguir viviendo en el m?s all?. Fijaos que digo " para seguir viviendo", porque no hay m?s que una sola vida, que tiene su comienzo en el tiempo, cuando nacemos, y que tiene una prolongaci?n con duraci?n eterna en los Nuevos Cielos y en la Nueva tierra.

San Pablo nos ha dicho que "ni el ojo vio ni el o?do oy?. Ni el hombre ha podido experimentar jam?s lo que Dios tiene reservado para los que le aman". A veces nosotros en la vida nos afanamos hasta con exceso por lo material: el dinero, el confort, el ser m?s que los dem?s, en el poder, en la ambici?n, en la fama... Todo eso, todos los bienes que hemos acumulado con tanto af?n, todo eso por lo que tanto nos desvelamos, se va a quedar aqu?.

Sin embargo, lo que Dios nos ofrece es una dicha que no se va a acabar en la que no habr? sufrimiento, ni contrariedades, ni mal alguno. Todo ser? plenitud, todo ser? felicidad, todo bien sumo sin mezcla alguna de mal, reservado para los que le aman.

Esto lo est? conociendo ya nuestro hermano N. porque era un hombre creyente, un hombre practicante, que am? entra?ablemente al Se?or y al que recibi? tantas veces en la comuni?n. Un hombre que vivi? unido a Dios. Esta uni?n ha sido su mejor adorno y su mayor tesoro.

Naturalmente que habr? tenido sus fallos, sus limitaciones, como los tenemos todos, pero todo ello habr? quedado purificado por su amor a Dios y su confianza en El. En esta fe vivi? N. En esta fe vivo yo y viv?s muchos de vosotros. Ojal? viv?is todos.

N. ?ltimamente ha llevado la cruz de la enfermedad. Sus fuerzas iban desapareciendo, su cuerpo iba perdiendo energ?a. La enfermedad ha podido con ?l, pero ha muerto mirando al Se?or, con serenidad , entrando en su voluntad. Yo estoy seguro de que ahora est? descansando en sus brazos.
Y este acontecimiento nos tiene que servir para hacer una sencilla reflexi?n: Dios nos ha dado un manual de instrucciones para el camino. Y ah? tenemos los mandamientos, las obras de misericordia y, sobre todo, el Evangelio.
Son indicadores, pistas de luz para que las sigamos y acertemos en el recorrido. Dios quiere que nos amemos, que respetemos las cosas y las personas, que seamos creadores de paz, que seamos solidarios con los menos favorecidos.

Jes?s redujo los mandamientos a uno solo con dos caras: amar a Dios, ponerle en el centro de la vida, vivir de cara a El y amar tambi?n su m?s vivo retrato que es cada hombre.
En cada persona hay un retrato de Dios. Dios es amor y en cada persona ha dejado una chispita de su amor. A Dios no le podemos ver con nuestros ojos, pero s? vemos su imagen. Y todo lo que le hagamos a cualquier persona es como si se lo hici?semos a El.

Lo que m?s le gusta a Dios es que nos queramos y que vivamos como hermanos. Pero no tenemos m?s que abrir los ojos para darnos cuenta de que a nuestro alrededor hay muchas injusticias, muchos malos quereres, muchas diferencias, mucho sufrimiento provocado por nosotros mismos. No quiere esto Dios para nosotros. Pens?moslo un poco.

En esta Eucarist?a seguimos pidiendo por nuestro hermano N. y por cada uno de nosotros. Que no perdamos el Norte y el Norte es lo que nos dice el Evangelio.
Publicado por verdenaranja @ 21:42  | Homil?as
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