Mi?rcoles, 10 de octubre de 2007
Discurso que pronunci? Benedicto XVI el 22 de septiembre en la residencia pontificia de Castel Gandolfo a 107 obispos nombrados en los ?ltimos doce meses.


Queridos hermanos en el episcopado:

Ya es costumbre, desde hace varios a?os, que los obispos nombrados recientemente se re?nan en Roma para un encuentro que se vive como una peregrinaci?n a la tumba de san Pedro. Os acojo con particular afecto. La experiencia que est?is realizando, adem?s de estimularos en la reflexi?n sobre las responsabilidades y las tareas de un obispo, os permite reavivar en vuestra alma la certeza de que, al gobernar la Iglesia de Dios, no est?is solos, sino que, juntamente con la ayuda de la gracia, cont?is con el apoyo del Papa y el de vuestros hermanos en el episcopado.

Estar en el centro de la catolicidad, en esta Iglesia de Roma, abre vuestras almas a una percepci?n m?s viva de la universalidad del pueblo de Dios y aumenta en vosotros la solicitud por toda la Iglesia.

Agradezco al cardenal Giovanni Battista Re las palabras con que ha interpretado vuestros sentimientos y saludo en particular a monse?or Leonardo Sandri, prefecto de la Congregaci?n para las Iglesias orientales. Os saludo a cada uno de vosotros, pensando en vuestras di?cesis.
El d?a de la ordenaci?n episcopal, antes de la imposici?n de las manos, la Iglesia pide al candidato que asuma algunos compromisos, entre los cuales, adem?s del de anunciar con fidelidad el Evangelio y custodiar la fe, se encuentra el de "perseverar en la oraci?n a Dios todopoderoso por el bien de su pueblo santo". Hoy quiero reflexionar con vosotros precisamente sobre el car?cter apost?lico y pastoral de la oraci?n del obispo.

El evangelista san Lucas escribe que Jesucristo escogi? a los doce Ap?stoles despu?s de pasar toda la noche orando en el monte (cf. Lc 6, 12); y el evangelista san Marcos precisa que los Doce fueron elegidos para que "estuvieran con ?l y para enviarlos" (Mc 3, 14).

Al igual que los Ap?stoles, tambi?n nosotros, queridos hermanos en el episcopado, en cuanto sus sucesores, estamos llamados ante todo a estar con Cristo, para conocerlo m?s profundamente y participar de su misterio de amor y de su relaci?n llena de confianza con el Padre. En la oraci?n ?ntima y personal, el obispo, como todos los fieles y m?s que ellos, est? llamado a crecer en el esp?ritu filial con respecto a Dios, aprendiendo de Jes?s mismo la familiaridad, la confianza y la fidelidad, actitudes propias de ?l en su relaci?n con el Padre.

Y los Ap?stoles comprendieron muy bien que la escucha en la oraci?n y el anuncio de lo que hab?an escuchado deb?an tener el primado sobre las muchas cosas que es preciso hacer, porque decidieron: "Nosotros nos dedicaremos a la oraci?n y al ministerio de la Palabra" (Hch 6, 4). Este programa apost?lico es sumamente actual. Hoy, en el ministerio de un obispo, los aspectos organizativos son absorbentes; los compromisos, m?ltiples; las necesidades, numerosas; pero en la vida de un sucesor de los Ap?stoles el primer lugar debe estar reservado para Dios. Especialmente de este modo ayudamos a nuestros fieles.

Ya san Gregorio Magno, en la Regla pastoral afirmaba que el pastor "de modo singular debe destacar sobre todos los dem?s por la oraci?n y la contemplaci?n" (II, 5). Es lo que la tradici?n formul? despu?s con la conocida expresi?n: "Contemplata aliis tradere" (cf. santo Tom?s de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 188, a. 6).

En la enc?clica Deus caritas est, refiri?ndome a la narraci?n del episodio b?blico de la escala de Jacob, quise poner de relieve que precisamente a trav?s de la oraci?n el pastor se hace sensible a las necesidades de los dem?s y misericordioso con todos (cf. n. 7). Y record? el pensamiento de san Gregorio Magno, seg?n el cual el pastor arraigado en la contemplaci?n sabe acoger las necesidades de los dem?s, que en la oraci?n hace suyas: "per pietatis viscera in se infirmitatem caeterorum transferat" (Regla pastoral, ib. ).

La oraci?n educa en el amor y abre el coraz?n a la caridad pastoral para acoger a todos los que recurren al obispo. Este, modelado en su interior por el Esp?ritu Santo, consuela con el b?lsamo de la gracia divina, ilumina con la luz de la Palabra, reconcilia y edifica en la comuni?n fraterna.

En vuestra oraci?n, queridos hermanos, deben ocupar un lugar particular vuestros sacerdotes, para que perseveren siempre en su vocaci?n y sean fieles a la misi?n presbiteral que se les ha encomendado. Para todo sacerdote es muy edificante saber que el obispo, del que ha recibido el don del sacerdocio o que, en cualquier caso, es su padre y su amigo, lo tiene presente en la oraci?n, con afecto, y que est? siempre dispuesto a acogerlo, escucharlo, sostenerlo y animarlo.

Adem?s, en la oraci?n del obispo nunca debe faltar la s?plica por nuevas vocaciones. Debe pedirlas con insistencia a Dios, para que llame "a los que quiera" para su sagrado ministerio.

El munus sanctificandi que hab?is recibido os compromete, asimismo, a ser animadores de oraci?n en la sociedad. En las ciudades en las que viv?s y actu?is, a menudo agitadas y ruidosas, donde el hombre corre y se extrav?a, donde se vive como si Dios no existiera, deb?is crear espacios y ocasiones de oraci?n, donde en el silencio, en la escucha de Dios mediante la lectio divina, en la oraci?n personal y comunitaria, el hombre pueda encontrar a Dios y hacer una experiencia viva de Jesucristo que revela el aut?ntico rostro del Padre.

No os cans?is de procurar que las parroquias y los santuarios, los ambientes de educaci?n y de sufrimiento, pero tambi?n las familias, se conviertan en lugares de comuni?n con el Se?or. De modo especial, os exhorto a hacer de la catedral una casa ejemplar de oraci?n, sobre todo lit?rgica, donde la comunidad diocesana reunida con su obispo pueda alabar y dar gracias a Dios por la obra de la salvaci?n e interceder por todos los hombres.

San Ignacio de Antioqu?a nos recuerda la fuerza de la oraci?n comunitaria: "Si la oraci?n de uno o de dos tiene tanta fuerza, ?cu?nto m?s la del obispo y de toda la Iglesia!" (Carta a los Efesios, 5).

En pocas palabras, queridos hermanos en el episcopado, sed hombres de oraci?n. "La fecundidad espiritual del ministerio del obispo depende de la intensidad de su uni?n con el Se?or. Un obispo debe sacar de la oraci?n luz, fuerza y consuelo para su actividad pastoral", como escribe el Directorio para el ministerio pastoral de los obispos (Apostolorum successores, 36).

Al orar a Dios por vosotros mismos y por vuestros fieles, tened la confianza de los hijos, la audacia del amigo, la perseverancia de Abraham, que fue incansable en la intercesi?n. Como Mois?s, tened las manos elevadas hacia el cielo, mientras vuestros fieles libran el buen combate de la fe. Como Mar?a, alabad cada d?a a Dios por la salvaci?n que realiza en la Iglesia y en el mundo, convencidos de que para Dios nada es imposible (cf. Lc 1, 37).

Con estos sentimientos, os imparto a cada uno de vosotros, a vuestros sacerdotes, a los religiosos y las religiosas, a los seminaristas y a los fieles de vuestras di?cesis, una bendici?n apost?lica especial.

[Traducci?n distribuida por la Santa Sede
? Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]
Publicado por verdenaranja @ 23:55  | Habla el Papa
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