VATICANO - AVE MARIA por don Luciano Alimandi - Jes?s, la ?nica roca de la existencia humana Ciudad del Vaticano (
Agencia Fides) - ?Y todo el que oye estas palabras m?as y no las pone en pr?ctica, ser? semejante a un hombre insensato que edific? su casa sobre la arena; y cay? la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; y cay?, y grande fue su destrucci?n? (Mt 7, 26-27). Podemos decir que seguimos al Se?or Jes?s s?lo cuando pongamos en pr?ctica Su palabra. No basta la escucha, es necesaria la vida. Si, sosteniendo nuestras bellas palabras sobre Jes?s, no est? el resultado de una vida vivida conforme a esas mismas palabras, entonces el Evangelio declara que hemos construido nuestra existencia sobre la arena y que todo, antes o despu?s, caer?.
La autorealizaci?n es, efectivamente, construir sobre la arena de nuestro pobre ?yo?, que se cree capaz de edificar la propia existencia, convenci?ndose de que la vida le pertenece, que es suya y que, por eso, la puede manejar como mejor cree. Cuando una existencia se deja atrapar por esta convicci?n y se da cuenta de un momento a otro de estar equivocada, de que la verdadera conversi?n no consiste solamente en cambiar algunos h?bitos - hacerse un poco m?s bueno y un poco m?s honesto -, comprender? que la ?nica construcci?n capaz de resiste se llama: el Se?or Jes?s.
Cuando Jes?s llam? a los primeros ap?stoles a seguirlo, el Evangelio narra que ?inmediatamente, dejando las redes, lo siguieron? (cfr. Mc 1, 18). ?Hab?an, sin embargo, dejado verdaderamente tambi?n las redes que los ataban a s? mismos, a la propia retribuci?n? Efectivamente, caminando descubrir?n la triste realidad que encierra al hombre viejo, reconocer?n las tantas redes que permanecen escondidas en la arena del propio ?yo?, de las cuales el Se?or, con infinita paciencia pero sin compromisos contra la verdad, los librar? en la medida de su sinceridad y de su confianza en ?l, la ?nica roca de la existencia humana.
Entre los disc?pulos de Jes?s hubo quien no lo hizo y simplemente se entusiasm?, comenz? a cambiar, pero s?lo en la superficie, enga??ndose con que eso bastase, olvidando que todo se basaba sobre un falso fundamento: la autorealizaci?n. Quer?a quiz?s seguir a Cristo, pero no imitarlo, perdi?ndose en ?l. Cuando la vida, aparentemente nueva, comienza a vacilar ante las exigencias de la verdadera ?sequela Christi?, falt? la valent?a de comenzar en un nuevo modo.
Tambi?n nosotros como los disc?pulos, siguiendo al Se?or, a veces sentimos el miedo de perder nuestras seguridades, nuestras ventajas; nos dejamos enga?ar por las apariencias y quiz?s preferimos quedarnos atrapados en nuestras redes, en nuestro peque?o mundo, antes que gritar al Se?or pidi?ndole que nos haga nuevas criaturas: ?el la angustia grit? al Se?or, ?l me respondi?, el Se?or, que me puso a salvo? (Sal 117, 5). Quien tiene la valent?a de hacer esto, quien ama al Se?or m?s que a la propia vida y encuentra en ?l la fuerza para olvidarse a s? mismo, experimentar? ciertamente la liberaci?n prometida por Jes?s: ?conocer?is la verdad y la verdad os har? libres? (Jn 8, 36). D?a tras d?as, mes tras mes, gustar? cada vez m?s la libertad de los hijos de Dios, para dedicarse con todo el coraz?n no s?lo a conquistarla para s? mismo, sino tambi?n a mostrar el camino a los dem?s. El camino tiene un nombre: el Se?or Jes?s, ?el camino, la verdad y la vida? (Jn 14, 6).
El ?nico programa que el Se?or nos da en cuanto al pecado, en cuanto a las redes, es el de liberarnos de ellas. En efecto, como nos ense?a la teolog?a m?stica, basta un s?lo vicio para bloquear el crecimiento en las virtudes, el desarrollo de nuestra libertad interior y la conformaci?n con Jesucristo. Basta un s?lo escollo para hacer encallar una nave.
Libres de pensar a Dios, de pensar en Dios, lo somos solamente cuando en nuestra vida no hay ninguna fijaci?n y dependencia de: poder, dinero, honor, placer, superioridad, tristeza, miedo, grandiosidad? En otras palabras, somos libres s?lo si no somos dependientes de la l?gica del pecado y del ego?smo, pero dependemos de la gracia santificante de Dios, que nos transforma cada vez m?s en criaturas nuevas, como lo describe admirablemente San Gregorio de Nisa: ?Cuando un alma se convierte, odia el pecado, se dedica con todo empe?o al bien, acoge en s? la gracia del Esp?ritu Santo y se hace un ser completamente nuevo. Se realiza entonces la palabra de la Escritura: ?Echad fuera la levadura vieja para ser una masa nueva? (1 Cor 5, 7) y tambi?n este dicho: ?Celebramos la fiesta no con la levadura vieja, sino con los ?zimos de sinceridad y de verdad? (1 Cor 5, 8).?
S?lo quien es libre de todo aquello que puede encadenarlo al mundo es verdaderamente capaz de virtud, es decir capaz de Cristo. ?Esta es la voluntad de Dios - nos dice San Pablo - vuestra santificaci?n? (1 Ts 4, 3).
Este camino de libertad ha fascinado innumerables personas durante estos veinte siglos de cristianismo, ha elevado hasta el cielo a todos los corazones humildes y a las mentes dispuestas a abrirse a la m?s bella aventura que exista sobre la tierra, la de acoger a Dios en Su Hijo Jes?s nacido de la Virgen Mar?a, quien nos Lo ofrece como Lo ofreci? a Jos?, Isabel, Juan Bautista y a Zacar?as, a los pastores y magos, a los esposos de Can? y a los disc?pulos, que contin?an reuni?ndose alrededor de Ella, bajo la Cruz y en el Cen?culo eucar?stico para acoger el Amor transformante de Dios. (Agencia Fides 10/10/2007; l?neas 56, palabras 925)