ZENITPublicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap., predicador de la Casa Pontificia, a la liturgia del domingo, XXVIII del tiempo ordinario, 14 de Octubre de 2007.
XXVIII Domingo del tiempo ordinario [C]
2 Reyes 5,14-17; 2 Timoteo 2, 8-15; Lucas 17, 11-19
?Para qu? sirven los milagros?
Mientras Jes?s estaba de camino a Jerusal?n, a la entrada de un pueblo le salieron al encuentro diez leprosos. Par?ndose a distancia, le dijeron en voz alta: ??Jes?s, Maestro, ten compasi?n de nosotros!?. Jes?s se apiad? de ellos y les dijo: ?Id y presentaos a los sacerdotes?. Durante el trayecto, los diez leprosos se descubrieron milagrosamente curados. Tambi?n la primera lectura refiere una curaci?n milagrosa de la lepra: la de Naam?n el sirio por obra del profeta Eliseo. Es clara, por lo tanto, la intenci?n de la liturgia de invitarnos a reflexionar sobre el sentido del milagro y en particular del milagro que consiste en la sanaci?n de la enfermedad.
Digamos ante todo que la prerrogativa de hacer milagros se cuenta entre las m?s atestiguadas en la vida de Jes?s. Probablemente la idea dominante que la gente se hab?a hecho de Jes?s, durante su vida, m?s a?n que la de que fuera un profeta, era la de ser uno que hac?a milagros. Jes?s mismo presenta este hecho como prueba de la autenticidad mesi?nica de su misi?n: ?Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan? (Mateo 11, 5). No se puede eliminar el milagro de la vida de Jes?s sin deshacer toda la trama del Evangelio.
Junto a los relatos de milagros, la Escritura nos ofrece tambi?n los criterios para juzgar su autenticidad y su objetivo. El milagro nunca es, en la Biblia, un fin en s? mismo; menos a?n debe servir para ensalzar a quien lo realiza y poner al descubierto sus poderes extraordinarios, como casi siempre sucede en el caso de sanadores y taumaturgos que hacen publicidad de s? mismos. Es incentivo y premio de la fe. Es un signo y debe servir para elevar a un significado. Por esto Jes?s se muestra tan entristecido cuando, despu?s de haber multiplicado los panes, se da cuenta de que no han entendido de qu? era ?signo? (v. Marcos 6, 51).
El milagro aparece, en el propio Evangelio, como ambiguo. Se ve en unas ocasiones positivamente, en otras negativamente. Positivamente cuando es acogido con gratitud y alegr?a, suscita fe en Cristo y abre a la esperanza en un mundo futuro ya sin enfermedad ni muerte; negativamente cuando es solicitado, o incluso exigido, para creer. ??Qu? se?al haces para que vi?ndola creamos en ti?? (Juan 6, 30). ?Si no veis se?ales y prodigios no cre?is?, dec?a con tristeza Jes?s a quienes le escuchaban (Juan 4, 48). La ambig?edad contin?a, bajo otra forma, en el mundo de hoy. Por un lado hay quien busca el milagro a toda costa; est? siempre a la caza de hechos extraordinarios, se detiene en ellos y en su utilidad inmediata. En el lado opuesto, hay quienes no dejan espacio alguno al milagro; lo contemplan hasta con cierta molestia, como si se tratara de una manifestaci?n inferior de religiosidad, sin darse cuenta de que, de tal manera, se pretende ense?ar a Dios mismo qu? es o no la verdadera religiosidad.
Algunos debates recientes suscitados por el ?fen?meno padre P?o? han evidenciado cu?nta confusi?n existe a?n acerca del milagro. No es verdad, por ejemplo, que la Iglesia considere milagro todo hecho inexplicable (?de estos, se sabe, est? lleno el mundo y tambi?n la medicina!). Considera milagro s?lo aquel hecho inexplicable que, por las circunstancias en las que ocurre (rigurosamente comprobadas), reviste el car?cter de se?al divina, esto es, de confirmaci?n dada a una persona o de respuesta a una oraci?n. Si una mujer, de nacimiento sin pupilas, en cierto momento empieza a ver, a?n sin pupilas, esto puede ser catalogado como hecho inexplicable, pero si sucede precisamente mientras se confiesa con el padre P?o, como de hecho ocurri?, entonces ya no basta hablar sencillamente de ?hecho inexplicable?.
Nuestros amigos ?laicos?, con sus actitud cr?tica ante los milagros, ofrecen una contribuci?n preciosa a la fe misma, porque se muestran atentos a las falsificaciones f?ciles en este terreno. Sin embargo tambi?n aquellos deben contemplarse desde una aproximaci?n acr?tica. Es igual de equivocado creer a priori en todo lo que circula como milagroso como rechazar a priori todo, sin tomarse siquiera la molestia de examinar sus pruebas. Se puede ser cr?dulos, pero tambi?n... incr?dulos, que no es [una actitud] tan distinta.
[Traducci?n del original italiano realizada por Zenit]