S?bado, 13 de octubre de 2007
D?a 14 de Octubre
XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario


La vida como ocasi?n de amar


Lo que sucedi? aquel d?a, hace casi dos mil a?os, nos resula plenamente actual. La condici?n humana ?herida por el pecado original? y nuestro mal uso de la libertad son ocasi?n de manifestaciones de egoismo y desconsideraci?n, como la que narra san Lucas y la Iglesia hoy nos recuerda.

Pidamos al Esp?ritu Santo su luz para nuestro coraz?n, de modo que contemplemos las diversas circunstancias de nuestra existencia y, en general, de la vida de los hombres con los ojos de Cristo. Supliqu?mosle comprender el valor de la belleza y bondad natural, del agradecimiento, de la generosidad... Es necesario captar la verdad profunda, para muchos escondida, de aquella ense?anza permanente de Jes?s, seg?n la cual es mejor dar que recibir, atesorando as? verdadera riqueza en los cielos.

Lamentablemente, domina hoy ?como en otros tiempos? una cultura de intereses materiales para la que la categor?a individual se relaciona directamente con el confort, la capacidad de ?xito social, la riqueza, la salud, etc. Ser agradecido, ayudar a los que nos rodean o terminar bien un trabajo, no tendr?a, en cambio, especial inter?s a menos que se apreciara con claridad un cierto beneficio por ello. Estamos habituados a contemplar esta actitud con demasiada frecuencia. Y, de tal modo vamos a veces a lo nuestro, que ni caemos en la cuenta de que tenemos posibilidades ?con nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestros medios? de favorecer a otros que viven con necesidades de diverso tipo. En nuestros d?as est?n muy facilitadas las relaciones humanas. Los medios de comunicaci?n, asimismo hoy muy accesibles, nos hacen conocer cada d?a tantas situaciones lamentables, no pocas veces, en efecto, al alcance de nuestra generosidad si estamos dispuestos a tomarnos la molestia.

Bastantes carecen, por ejemplo, de la necesaria formaci?n espiritual-religiosa. Es un hecho muy f?cil de comprobar. Lo notamos a diario en las conversaciones con amigos y conocidos. ?Qu? actitud tomo ante esa deficiencia en personas que conozco? Porque hay quien se prepara especialmente bien, pensando no s?lo en su personal necesidad: el deber de conocer a Dios y la doctrina cristiana para agradarle con la propia vida, sino tambi?n considerando que se puede y se debe ayudar a otros a ser mejores. Pero para ello se requiere una espec?fica formaci?n doctrinal y apost?lica. Son personas que no s?lo piensan en s? y en lo suyo, sino tambi?n, y de modo permanente, en lo ajeno y act?an en consecuencia para mejorarlo.

Jes?s merec?a agradecimiento despu?s de aquel gran milagro, lo exig?a la justicia aunque no pudiera, en rigor, calificarse de delito la actitud de los que no volvieron a dar las gracias. Y es que estamos demasiado habituados a realizar las cosas por las malas: porque si no... sufriremos las consecuencias. Parece que tiende a desaparecer la cultura de la generosidad, seg?n la cual, "si puedo hacer el bien lo har?". Ciertamente me costar?, pues tendr? que renunciar a una conducta m?s c?moda o a cierto beneficio m?o en favor de otro, pero as? act?o mejor. Con este criterio agradeci? el milagro aquel samaritano curado de la lepra por Jes?s, que aparentemente ya estaba curado y no ten?a aparentemente m?s que ganar, por glorificar a Dios y postrarse ante Cristo.

Se reclama para la vida cristiana, tal como la pide Nuestro Se?or a todos, una actitud siempre positiva, de amor, de derroche en el amor. Es t?pico del cristiano una vida magn?nima, de la que Jes?s nos da buen ejemplo: pero vayamos a otras ciudades ?dice a sus disc?pulos tras algunos milagros o despu?s de haber ense?ado en cierto lugar? para que tambi?n all? ense?e la Buena Noticia. No se conforma con el bien realizado, ni ?nicamente sale al paso de las necesidades que unos y otros le manifiestan, ni est? exigente cristiana en no incurrir en delitos. Cuando ha conclu?do en una ciudad, enseguida se dirige a otra donde presupone que vendr? bien su ayuda y su doctrina. Y su amor espl?ndido se adelanta ?sin que se lo pidan? en otra ocasi?n, compadecido de la muchedunbre que pasar?a hambre sin su intervenci?n milagrosa: Me da mucha pena la muchedumbre, porque ya llevan tres d?as conmigo y no tienen qu? comer, y no quiero despedirlos en ayunas, no vaya a ser que desfallezcan en el camino. As? son los sentimientos de Cristo, que deben ser modelo de los nuestros.

?Qu? m?s puedo hacer?, ?a d?nde m?s puedo llegar?, ?c?mo puedo ayudar mejor a esa persona?, ?qu? m?s podr?a hacer por ella? Necesitamos esa actitud de amor propia de Dios, que no ganaba nada haci?ndose hombre, que no perd?a nada si no se hubiera encarnado. ?Qu? bien se expresa san Juan, diciendo: ?Dios es amor! Es donaci?n eterna de m?ximo bien. D?mosle gracias porque a ning?n otro ser, como al hombre, ha favorecido tanto: nos hizo hijos suyos en Jesucristo. Pid?mosle perd?n porque no sabemos valorar su cari?o. Incluso a veces podemos ver solamente una carga en lo que nos pide, y no ante todo una oportunidad de desarrollo personal, una oportunidad, una ocasi?n de amarle, y de enriquecernos de verdad con ese amor.

Es claro que, siendo as? por voluntad divina nuestra existencia: destinada a la intimidad y perfecci?n con ?l; no est?, sin embargo, exenta de esfuerzo y de dolor. La dimensi?n de trabajo, que acompa?a cada uno de nuestros d?as, es lo que garantiza la libertad humana, lo que asegura que no hacemos las cosas movidos por un instinto, ni por la mayor facilidad del asunto de que se trate. Si nos proponemos algo porque es bueno y lo hacemos aunque nos cuesta, es porque reconocemos en ello la voluntad de Dios y, en nuestro querer, el amor que le tenemos: ?D?mosle gracias!

A nuestra Madre le rogamos que nos consiga de la Trinidad Beat?sima una fe a la medida de su fe, para que nos sintamos, como Ella, dichosos por la elecci?n divina e ilusionados contemplando en el horizonte de nuestra existencia, junto a cada mandamiento, una permanente ocasi?n de amar.


Publicado por verdenaranja @ 23:52  | Espiritualidad
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