ZENITPublicamos la intervenci?n de Benedicto XVI en la audiencia general del mi?rcoles, 17 de Octubre de 2007, dedicada a presentar la figura de san Eusebio de Verceli. Al final de la intervenci?n, el pont?fice anunci? la creaci?n de veintitr?s nuevos cardenales el pr?ximo 24 de noviembre. Queridos hermanos y hermanas:
En esta ma?ana os invito a reflexionar sobre san Eusebio de Verceli, primer obispo de Italia del norte del que tenemos noticias seguras. Nacido en Cerde?a a inicios del siglo IV, en su tierna edad se transfiri? a Roma con su familia. M?s tarde fue instituido lector: de este modo pas? a formar parte del clero de la Urbe, en tiempos en los que la Iglesia sufr?a la grave prueba de la herej?a arriana.
La gran estima que rodeaba a Eusebio explica su elecci?n, en el a?o 345, a la c?tedra episcopal de Verceli. El nuevo obispo comenz? inmediatamente una intensa obra de evangelizaci?n en un territorio que todav?a era en buena parte pagano, especialmente en las zonas rurales.
Inspirado por san Atanasio, que hab?a escrito ?La vida de san Antonio?, iniciador del monaquismo en Oriente, fund? en Verceli una comunidad sacerdotal, semejante a una comunidad mon?stica. Ese cenobio dio al clero de Italia del norte un significativo car?cter de santidad apost?lica, y suscit? figuras de importantes obispos, como Limenio y Onorato, sucesores de Eusebio en Verceli, Gaudencio en Novara, Esuperancio en Tortona, Eustasio en Aosta, Eulogio en Ivrea, M?ximo en Tur?n, todos ellos venerados por la Iglesia como santos.
S?lidamente formado en la fe del Concilio de Nicea, Eusebio defendi? con todas sus fuerzas la plena divinidad de Jesucristo, definido por el ?Credo? de Nicea ?de la misma naturaleza? del Padre. Con este objetivo se ali? con los grandes padres del siglo IV, sobre todo con san Atanasio, el heraldo de la ortodoxia nicena, contra la pol?tica filo-arriana del emperador.
Para el emperador la fe arriana, m?s sencilla, era pol?ticamente m?s ?til como ideolog?a del imperio. Para ?l no contaba la verdad, sino la oportunidad pol?tica: quer?a utilizar la religi?n como lazo de unidad del imperio. Pero estos grandes padres resistieron defendiendo la verdad contra la dominaci?n de la pol?tica. Por este motivo, Eusebio fue condenado al exilio, al igual que otros obispos de Oriente y de Occidente: como el mismo Atanasio, como Hilario de Poiters --de quien hablamos la semana pasada-- como Osio de C?rdoba. En Escit?polis, en Palestina, donde fue confinado entre el a?o 355 y el 360, Eusebio escribi? una p?gina estupenda de su vida.
Tambi?n all? fund? un cenobio con un peque?o grupo de disc?pulos y desde all? mantuvo el carteo con sus fieles de Piamonte, como demuestra sobre todo la segunda de las tres Cartas de Eusebio reconocidas como aut?nticas.
Posteriormente, despu?s del a?o 350, fue exiliado en Capadocia y Tebaida, donde sufri? graves malos tratos f?sicos. En el a?o 361, al fallecer Constancio II, le sucedi? el emperador Juliano, llamado el ap?stata, a quien no le interesaba el cristianismo como religi?n del imperio, sino que quer?a m?s bien restaurar el paganismo. Acab? con el exilio de estos obispos y de este modo permiti? tambi?n que Eusebio volviera a tomar posesi?n de su sede.
En el a?o 362 fue invitado por Anastasio a participar en el Concilio de Alejandr?a, que decidi? el perd?n a los obispos arrianos a condici?n de que regresaran al estado laical. Eusebio pudo seguir ejerciendo durante unos diez a?os su ministerio episcopal, hasta la muerte, entablando con su ciudad una relaci?n ejemplar, que inspir? el servicio pastoral de otros obispos de Italia del norte, de quienes hablaremos en las pr?ximas catequesis, como san Ambrosio de Mil?n y san M?ximo de Tur?n.
La relaci?n entre el obispo de Verceli y su ciudad queda iluminada sobre todo por dos testimonios epistolares. El primero se encuentra en la Carta ya citada, que Eusebio escribi? desde el exilio de Escit?polis ?a los querid?simos hijos y a los presb?teros tan deseados, as? como a los santos pueblos firmes en la fe de Verceli, Novara, Ivrea y Tortona? (?Ep. Secunda?, CCL 9, p. 104). Estas expresiones iniciales, que muestran la conmoci?n del buen pastor ante su grey, encuentran amplia confirmaci?n al final de la Carta, en los saludos afectuos?simos del padre a todos y a cada uno de sus hijos de Verceli, con expresiones desbordantes de cari?o y amor.
Hay que destacar ante todo la relaci?n expl?cita que une al obispo con las ?sanctae plebes? no s?lo de Verceli --la primera, y por a?os la ?nica di?cesis del Piamonte--, sino tambi?n con las de Novara, Ivrea y Tortona, es decir, las comunidades que, dentro de la misma di?cesis, hab?an logrado una cierta consistencia y autonom?a.
Otro elemento interesante aparece en la despedida de la Carta: Eusebio pide a sus hijos y a sus hijas que saluden ?tambi?n a quienes est?n fuera de la Iglesia, y que se dignan amarnos: ?etiam hos, qui foris sunt et nos dignantur diligere"?. Signo evidente de que la relaci?n del obispo con su ciudad no se limitaba a la poblaci?n cristiana, sino que se extend?a tambi?n a aqu?llos que, estando fuera de la Iglesia, reconoc?an en cierto sentido su autoridad espiritual y amaban a este hombre ejemplar.
El segundo testimonio de la relaci?n singular que se daba entre el obispo y su ciudad aparece en la Carta que san Ambrosio de Mil?n escribi? a los cristianos de Verceli en torno al a?o 394, m?s de 20 a?os despu?s de la muerte de Eusebio (?Ep. extra collectionem 14?: Maur. 63). La Iglesia de Verceli estaba pasando un momento dif?cil: estaba dividida y sin pastor. Con franqueza, Ambrosio declara que le cuesta reconocer en ellos a ?la descendencia de los santos padres, que dieron su aprobaci?n a Eusebio nada m?s verle, sin haberle conocido antes, olvidando incluso a sus propios conciudadanos?.
En la misma Carta, el obispo de Mil?n atestigua clar?simamente su estima por Eusebio: ?Un hombre grande?, escribe perentoriamente, que ?mereci? ser elegido por toda la Iglesia?. La admiraci?n de Ambrosio por Eusebio se basaba sobre todo en el hecho de que el obispo de Verceli gobernaba su di?cesis con el testimonio de su vida: ?Con la austeridad del ayuno gobernaba su Iglesia?. De hecho, tambi?n Ambrosio estaba fascinado, como lo reconoce ?l mismo, por el ideal mon?stico de la contemplaci?n de Dios, que Eusebio hab?a buscado siguiendo las huellas del profeta El?as.
En primer lugar, escribe Ambrosio, el obispo de Verceli reuni? al propio clero en ?vita communis? y le educ? en la ?observancia de las reglas mon?sticas, a pesar de que viv?a en medio de la ciudad?. El obispo y su clero ten?an que compartir los problemas de sus conciudadanos, y lo hicieron de una manera cre?ble cultivando al mismo tiempo una ciudadan?a diferente, la del Cielo (Cf. Hebreos 13, 14). Y de este modo edificaron una aut?ntica ciudadan?a, una aut?ntica solidaridad com?n entre los ciudadanos de Verceli.
De este modo, Eusebio, asumiendo la causa de la ?sancta plebs? de Verceli, viv?a en medio de la ciudad como un monje, abriendo la ciudad a Dios. Esta dimensi?n, por tanto, no le quit? nada a su ejemplar dinamismo pastoral. Entre otras cosas, parece que instituy? en Verceli las iglesias rurales para un servicio eclesial ordenado y estable, y promovi? los santuarios marianos para la conversi?n de las poblaciones rurales paganas. Por el contrario, este ?car?cter mon?stico? daba una dimensi?n particular a la relaci?n del obispo con su ciudad. Al igual que los ap?stoles, por quienes Jes?s rezaba en la ?ltima Cena, los pastores y los fieles de la Iglesia ?est?n en el mundo? (Juan 17, 11), pero no son ?del mundo?.
Por este motivo, los pastores, recordaba Eusebio, tienen que exhortar a los fieles a no considerar las ciudades del mundo como su morada estable, sino que deben buscar la Ciudad futura, la Jerusal?n definitiva del cielo. Esta ?dimensi?n escatol?gica? permite a los pastores y a los fieles salvaguardar la jerarqu?a justa de valores, sin doblegarse jam?s a las modas del momento y a las injustas pretensiones del poder pol?tico. La aut?ntica jerarqu?a de valores, parece decir toda la vida de Eusebio, no la deciden los emperadores de ayer o de hoy, sino que procede de Jesucristo, el Hombre perfecto, igual al Padre en la divinidad, y al mismo tiempo hombre como nosotros.
Refiri?ndose a esta jerarqu?a de valores, Eusebio no se cansa de ?recomendar efusivamente? a sus fieles que custodien ?con todos los medios la fe, que mantengan la concordia, que sean asiduos en la oraci?n? (?Ep. Secunda?, cit.).
Queridos amigos, tambi?n yo os recomiendo de todo coraz?n estos valores perennes, y os bendigo y saludo con las mismas palabras con las que el santo obispo Eusebio conclu?a su segunda Carta: ?Me dirijo a todo vosotros, hermanos m?os y santas hermanas, hijos e hijas, fieles de los dos sexos y de toda edad, para que? llev?is nuestro saludo tambi?n a aqu?llos que est?n fuera de la Iglesia, y que se dignan amarnos? (ib?dem).
[Traducci?n del original italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia, Benedicto XVI salud? a los peregrinos en varios idiomas. En espa?ol, dijo:]
Queridos hermanos y hermanas:
San Eusebio de Verceli naci? en Cerde?a a comienzos del siglo IV. Trasladado a Roma, m?s tarde fue elegido Obispo de Vercelli. Formado s?lidamente en la fe nicena, defendi? la plena divinidad de Cristo frente a la pol?tica imperial filoarriana, siendo por ello desterrado a Palestina, donde escribi? algunas Cartas a su grey. Una vez puesto en libertad, pudo regresar a su ciudad, en la que estableci? una relaci?n encomiable no s?lo con los cristianos, sino con toda la poblaci?n, lo cual fue fuente de inspiraci?n para otros Obispos. En el ejercicio de su ministerio episcopal, su estilo monacal no merm? su dinamismo pastoral. Este Santo Pastor nos dice con su vida que la aut?ntica escala de valores no proviene de los Emperadores de ayer o de hoy, sino de Jesucristo, igual al Padre en la divinidad, sin dejar por ello de ser hombre. Por eso, Eusebio recomienda siempre a sus fieles ?custodiar con especial esmero la fe, mantener la concordia y ser asiduos en la oraci?n?. Tambi?n yo os recomiendo con todo el coraz?n estos valores perennes.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua espa?ola. En particular, a las Hermanas Agustinas Misioneras, que celebran su Cap?tulo General, y a los grupos venidos de Espa?a, Panam?, Puerto Rico, M?xico, Colombia, Per?, Argentina y de otros pa?ses latinoamericanos. Siguiendo la ense?anza y ejemplo de san Eusebio de Verceli, no veamos las ciudades del mundo como nuestra morada definitiva, sino busquemos m?s bien la Jerusal?n del cielo, fieles a Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Muchas gracias.
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