VATICANO - Las palabras de la doctrina, a cargo de don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello- Desde el ?esp?ritu? al ?fantasma? del Concilio Ciudad del Vaticano (
Agencia Fides) - Si en el momento de enviar al mundo a sus disc?pulos, el Se?or les hubiese dado una agenda de problemas sobre la relaci?n que tendr?a que tener con las sociedades y las culturas, los pobres hubieran escapado. Los hechos se dieron de otro modo. Ellos deb?an ?solamente? anunciar que Dios ha venido en medio de nosotros, curar a los enfermos, expulsar a los demonios, dar gratuitamente aquello que hab?an recibido. Tampoco los Concilios de la Iglesia no se ocuparon de otra cosa sino de profundizar en la fe en la persona de Jes?s, para llevar al mundo a Dios. Pero sucede que, la tentaci?n de un malentendido ?eclesiocentrismo? -para nombrarlo con un lenguaje af?n- es dura hasta la muerte: hace sostener a algunos cristianos ?conciliares? que del Concilio Vaticano II brot? ?un nuevo vocabulario eclesial?.
He aqu? un ensayo ejemplar de lectura del escenario del mundo y de las tareas de la Iglesia ?a la luz del Concilio? -un intercalar obligado-, recurrente entre los adeptos a los trabajos intraeclesiales, en este caso uno de los tantos presuntos modernos y ?bien informados?: ?Una diversa manera de mirar el dialogo con el mundo contempor?neo, con las sociedades, con las culturas, con las ciencias, con los hombres y con las mujeres concretas. Desde el Concilio se dieron debates, hasta batallas, hasta el cisma consumado en 1988? - el de Lefevre. Y despu?s, un esc?ndalo inaudito: ?Decenas de te?logos fueron desautorizados, criticados, suspendidos de la ense?anza, reducidos al silencio, en algunos casos expulsados u obligados a la auto expulsi?n de la Iglesia, porque sus investigaciones, sus libros, sus ense?anzas, partiendo del Concilio, buscaban abrir nuevos caminos, no siempre gratos, no siempre comprendidos, no siempre claros?.
Parec?a que, antes del Concilio, la Iglesia no viv?a en la realidad, que la ?poca patr?stica, los te?logos medievales y los Santos modernos no hab?an conocido los debates y las confrontaciones cerradas. En lo que se refiere a los ?as? llamados? te?logos ?reducidos al silencio? realmente la afirmaci?n es incre?ble: visto que, por ejemplo, Leonardo Boff acaba de escribir hace poco un libro contra el pensamiento y la persona del Papa. Lo importante, en algunos casos, es que se hable ?partiendo del Concilio?; y en efecto solo se trata de la partida, para despu?s hablar de algo totalmente distinto, y ciertamente no de aquello que verdaderamente dijo el Concilio. Para muchos no es aquello que el Concilio Vaticano II realmente afirm? lo que cuenta, sino la interpretaci?n que debe ser dada al Concilio: por lo general se tiende a considerarlo una ?nueva creaci?n?, por la cual el rol de la Iglesia en el mundo se convierte sobre todo en el de ?denunciar las injusticas y comprometerse en lo social? en nombre de la fe, sin antes preguntarse qu? es la fe, ni preocuparse del silencio sobre la esperanza no m?s ultra terrena. ?Pero qu? virtud teologal ser?a si valiese solo para este mundo?
Parece que, para los adeptos a los trabajos, el ?esp?ritu del Concilio?, del que se hablaba hasta hace alg?n tiempo, ha dejado espacio a un fantasma ?globalizado y globalizante? que ?circunda en la Iglesia de todos los continentes y lleva consigo preguntas precisas e ineludibles: ?Qu? forma de dialogo tener con las m?ltiples sociedades, culturas y religiones? Y si hasta ahora la Iglesia se ha esforzado en encontrar la voluntad de Dios? -destacan que- ??ser? necesario que se comprometa para hacer que el mundo sea menos injusto??
A decir verdad, el buen pueblo cristiano sab?a que en la Iglesia esparcida por el mundo sopla el Esp?ritu Santo y que, si alguien circunda ?paralelamente?, no es un fantasma sino ?el diablo, como le?n rugiente? (1 Pe 5, 8). Adem?s, el pueblo cristiano sabe que el ?nico mandato de Cristo a la Iglesia es el dialogo, s?, pero aquello de la salvaci?n, que habla de Dios, o en una sola palabra el Evangelio; un dialogo siempre nuevo a cada generaci?n, como recuerda la Evageli nuntiandi de Pablo VI o la nueva Evangelizaci?n de Juan Pablo II. Es esta la tarea permanente de la Iglesia: curar al hombre del pecado, no con improbables recetas a la moda o con el activismo, sino con el f?rmaco de la inmortalidad que es Cristo, que cura y resucita al hombre de todas las generaciones, que de otro modo permanece enfermo y muere.
Esto no ha sido ?inventado? por alg?n Concilio, ni se podr?a inventar otra receta: val?a antes del Vaticano II y tendr? valor siempre. El sentido de la correcta interpretaci?n del Concilio que ha obrado una reforma y no una ruptura, es indicado por el Papa Benedicto XVI, es v?lido para toda ?poca y generaci?n eclesial y no es otra cosa que la actuaci?n continua de la palabra del Verbo: ?Yo hago nuevas todas las cosas? (Ap. 21, 5).
La aut?ntica novedad, hoy en d?a, ser?a el di?logo entre raz?n y fe, si no fuese en verdad un dialogo ya antiguo: r?sale al evangelista Juan que escribi?: ?Al principio era el Logos?, el Verbo, la Palabra, la Raz?n a partir de la cual han sido hechas todas las cosas. La Iglesia lee el Concilio, lo comprende y lo act?a solo a la luz del Logos eterno que es desde el inicio y que anima con el Esp?ritu Santo. No existe otro Esp?ritu, ni siquiera ?conciliar?, que pueda guiarla. Ser?a solo un fantasma. (Agencia Fides 18/10/2007; l?neas 59, palabras 918)