Audiencia del Santo Padre Benedicto XVI a los participantes en el encuentro del Consejo Superior de las Obras Misionales Pontificias y al Congreso Mundial de los Misioneros "Fidei Donum" (de DOSSIER FIDES -Octubre 2007)
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El Santo Padre Benedicto XVI ha recordado el 50? aniversario, el 21 de abril de 1957, de la publicaci?n de la Enc?clica "Fidei donum" del Siervo de Dios Papa Pio XII, durante la audiencia concedido el s?bado 5 de mayo de 2007 a los participantes en el encuentro del Consejo superior de las Obras Misionales Pontificias y el Congreso mundial de los Misioneros "Fidei donum", para conmemorar el 50? aniversario de la enc?clica. Este el texto del discurso del Santo Padre: Se?or Cardenal;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas:
Me alegra mucho encontrarme con vosotros despu?s de la solemne celebraci?n eucar?stica presidida por el se?or cardenal Ivan Dias, prefecto de la Congregaci?n para la evangelizaci?n de los pueblos. A ?l, en primer lugar, dirijo mi cordial saludo, a la vez que le agradezco las palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Hago extensivo mi saludo al secretario y a los colaboradores del dicasterio misionero, a los prelados y a los sacerdotes presentes, a los religiosos, a las religiosas y a todos los que han participado en el congreso celebrado en los d?as pasados para conmemorar el 50? aniversario de la carta enc?clica Fidei donum del siervo de Dios Papa P?o XII.
Han pasado cincuenta a?os desde que este venerado predecesor m?o, ante la evoluci?n de los tiempos y la aparici?n de nuevos pueblos y naciones en el escenario de la historia, con clarividente sabidur?a pastoral comprendi? que se abr?an in?ditos y providenciales horizontes e itinerarios misioneros para el anuncio del Evangelio en ?frica.
En efecto, P?o XII miraba especialmente a ?frica cuando, con intuici?n prof?tica, pens? en el nuevo "sujeto" misionero, que de las primeras palabras de la enc?clica tom? el nombre de "fidei donum". Quer?a estimular, adem?s de las formas tradicionales, un nuevo tipo de cooperaci?n misionera entre las comunidades cristianas llamadas "antiguas" y las que acababan de nacer o estaban naciendo en los territorios de reciente evangelizaci?n. A las primeras las invitaba a mandar en ayuda de las Iglesias "j?venes", que ten?an un crecimiento prometedor, algunos sacerdotes a fin de que colaboraran con los Ordinarios del lugar durante un tiempo determinado.
As? escrib?a el Papa Pacelli: "Considerando, por un lado, las innumerables legiones de hijos nuestros que, sobre todo en los pa?ses de antigua tradici?n cristiana, participan del bien de la fe y, por otro, la masa a?n m?s numerosa de los que todav?a esperan el mensaje de la salvaci?n, sentimos el ardiente deseo de exhortaros, venerables hermanos, a que con vuestro celo sosteng?is la causa santa de la expansi?n de la Iglesia en el mundo. Quiera Dios que, como consecuencia de nuestro llamamiento, el esp?ritu misionero penetre m?s a fondo en el coraz?n de todos los sacerdotes y que, a trav?s de su ministerio, inflame a todos los fieles" (AAS 49 [1957] 226).
Por tanto, era doble el objetivo que animaba al venerado Pont?fice: por una parte, suscitar en todos los miembros del pueblo cristiano un renovado "fuego" misionero; y, por otra, promover una colaboraci?n m?s consciente entre las di?cesis de antigua tradici?n y las regiones de primera evangelizaci?n. A lo largo de estos cinco decenios la invitaci?n de P?o XII ha sido reafirmada, en numerosas ocasiones, por todos mis predecesores y, tambi?n gracias al impulso que dio el concilio Vaticano II, se ha ido multiplicando el n?mero de los sacerdotes "fidei donum", que juntamente con religiosos y voluntarios laicos han partido en misi?n a ?frica y a otras regiones del mundo, a veces a costa de no pocos sacrificios para sus di?cesis de pertenencia.
Quisiera aqu? dar las gracias en particular a estos hermanos y hermanas nuestros, algunos de los cuales han derramado su sangre por difundir el Evangelio. Como sab?is bien, la experiencia misionera deja una huella indeleble en quienes la realizan y, al mismo tiempo, contribuye a alimentar la comuni?n eclesial que a todos los bautizados nos hace sentirnos miembros de la ?nica Iglesia, Cuerpo m?stico de Cristo.
A lo largo de estos decenios, se han intensificado los contactos y los intercambios misioneros, tambi?n gracias al desarrollo y al multiplicarse de los medios de comunicaci?n, de forma que la Iglesia pr?cticamente ha entrado en contacto con todas las civilizaciones y culturas. Por otra parte, el intercambio de dones entre las comunidades eclesiales de antigua y de reciente fundaci?n ha constituido un enriquecimiento mutuo y ha favorecido el aumento de la conciencia de que todos somos "misioneros", es decir, de que todos estamos implicados, aunque sea de modos diversos, en el anuncio y en el testimonio del Evangelio.
A la vez que damos gracias al Se?or por el compromiso misionero que se est? llevando a cabo, no podemos por menos de constatar simult?neamente las dificultades que se presentan hoy en este campo. Entre ellas, me limito a subrayar la disminuci?n y el envejecimiento del clero en las di?cesis que en otros tiempos enviaban misioneros a regiones lejanas. Ciertamente, en el contexto de una crisis vocacional generalizada, esto constituye un desaf?o que es preciso afrontar.
El congreso organizado por la Pontificia Uni?n misional para conmemorar el 50? aniversario de la Fidei donum, os ha permitido analizar atentamente esta situaci?n que vive hoy la Iglesia. Aunque no podemos ignorar los problemas y las sombras, debemos mirar al futuro con confianza, dando renovada y m?s aut?ntica identidad a los misioneros "fidei donum", en un contexto mundial que indudablemente ha cambiado con respecto al de los a?os 50 del siglo pasado.
Si son numerosos los desaf?os que afronta la evangelizaci?n en nuestra ?poca, tambi?n son numerosos los signos de esperanza que en todas las partes del mundo testimonian una estimulante vitalidad misionera del pueblo cristiano. Y, sobre todo, es necesario que nunca se pierda la conciencia de que el Se?or, antes de dejar a los disc?pulos para ir al cielo, al enviarlos a anunciar su Evangelio en todos los rincones del mundo, les asegur?: "He aqu? que yo estoy con vosotros todos los d?as, hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20).
Queridos hermanos y hermanas, esta certeza no nos debe abandonar nunca. El Due?o de la mies no dejar? que falten obreros en su mies, si con confianza e insistentemente se lo pedimos en la oraci?n y en la d?cil escucha de su palabra y de sus ense?anzas. A este respecto, deseo reiterar la invitaci?n que P?o XII dirigi? a los fieles de entonces: "Especialmente durante estos a?os ?escribi? en su enc?clica? tal vez decisivos para el porvenir del catolicismo en muchos pa?ses, multipliquemos las misas celebradas por las intenciones de las misiones; son las intenciones mismas de nuestro Se?or, que ama a su Iglesia y que la quisiera ver extendida y floreciente por todos los lugares de la tierra" (AAS 49 [1957] 239).
Hago m?a esta exhortaci?n, convencido de que el Se?or, saliendo al encuentro de nuestras incesantes s?plicas, seguir? bendiciendo con abundantes frutos apost?licos el compromiso misionero de la Iglesia. Encomiendo este deseo a Mar?a, Madre y Reina de los Ap?stoles, a la vez que de coraz?n os imparto a vosotros, aqu? presentes, y a todos los misioneros del mundo una bendici?n apost?lica especial. (Agencia Fides 7/5/2007)