Jueves, 25 de octubre de 2007
ZENITPublicamos la intervenci?n de Benedicto XVI en la audiencia general del mi?rcoles, 23 de Octubre de 2007, dedicada a presentar la figura de san Ambrosio, obispo de Mil?n.


Queridos hermanos y hermanas:
El santo obispo Ambrosio, del que quien os hablar? hoy, falleci? en Mil?n en la noche entre el 3 y el 4 de abril del a?o 397. Era el alba del s?bado santo. El d?a anterior, hacia las cinco de la tarde, se hab?a puesto a rezar, postrado en el lecho, con los brazos abiertos en forma de cruz. De este modo participaba en el solemne triduo pascual, en la muerte y en la resurrecci?n del Se?or. ?Nosotros ve?amos que se mov?an sus labios?, atestigua Paulino, el di?cono fiel que por invitaci?n de Agust?n escribi? su ?Vida?, ?pero no escuch?bamos su voz?.

De repente, parec?a que la situaci?n llegaba a su fin. Honorato, obispo de Verceli, que estaba ayudando a Ambrosio y que dorm?a en el piso superior, se despert? al escuchar una voz que le repet?a: ??Lev?ntate pronto! Ambrosio est? a punto de morir??. Honorato baj? inmediatamente --sigue contando Paulino-- ?y le ofreci? el santo Cuerpo del Se?or. Nada m?s tomarlo, Ambrosio entreg? el esp?ritu, llev?ndose consigo el vi?tico. De este modo, su alma, alimentada por la virtud de esa comida, goza ahora de la compa??a de los ?ngeles? (?Vida? 47).

En aquel viernes santo del a?o 397 los brazos abiertos de Ambrosio moribundo expresaban su participaci?n m?stica en la muerte y resurrecci?n del Se?or. Era su ?ltima catequesis: en el silencio de las palabras, segu?a hablando con el testimonio de la vida.

Ambrosio no era anciano cuando falleci?. No ten?a ni siquiera sesenta a?os, pues naci? en torno al a?o 340 a Tr?veris, donde su padre era prefecto de las Galias. La familia era cristiana. Cuando falleci? su padre, su madre le llev? a Roma, siento todav?a un muchacho, y le prepar? para la carrera civil, d?ndole una s?lida educaci?n ret?rica y jur?dica. Hacia el a?o 370 le propusieron gobernar las provincias de Emilia y Liguria, con sede en Mil?n. Precisamente all? herv?a la lucha entre ortodoxos y arrianos, sobre todo despu?s de la muerte del obispo arriano Ausencio. Ambrosio intervino para pacificar los esp?ritus de las dos facciones enfrentadas, y su autoridad fue tal que, a pesar de que no era m?s que un simple catec?meno, fue proclamado por el pueblo obispo de Mil?n.

Hasta ese momento, Ambrosio era el m?s alto magistrado del Imperio en Italia del norte. Sumamente preparado culturalmente, pero desprovisto del conocimiento de las Escrituras, el nuevo obispo se puso a estudiarlas con fervor. Aprendi? a conocer y a comentar la Biblia a trav?s de las obras de Or?genes, el indiscutible maestro de la ?escuela de Alejandr?a?. De este modo, Ambrosio llev? al ambiente latino la meditaci?n de las Escrituras comenzada por Or?genes, comenzando en occidente la pr?ctica de la ?lectio divina?.

El m?todo de la ?lectio? lleg? a guiar toda la predicaci?n y los escritos de Ambrosio, que surgen precisamente de la escucha orante de la Palabra de Dios. Un c?lebre inicio de una catequesis ambrosiana muestra egregiamente la manera en que el santo obispo aplicaba el Antiguo Testamento a la vida cristiana: ?Cuando hemos le?do las historias de los Patriarcas y las m?ximas de los Proverbios, hemos afrontado cada d?a la moral --dice el obispo de Mil?n a sus catec?menos y a los ne?fitos-- para que, formados por ellos, os acostumbr?is a entrar en la vida de los Padres y a segur el camino de la obediencia a los preceptos divinos? (?Los misterios? 1,1).

En otras palabras, los ne?fitos y los catec?menos, seg?n el obispo, tras haber aprendido el arte de vivir moralmente, pod?a considerarse que ya estaban preparados para los grandes misterios de Cristo. De este modo, la predicaci?n de Ambrosio, que representa el coraz?n de su ingente obra literaria, parte de la lectura de los libros sagrados (?los Patriarcas?, es decir, los libros hist?ricos, y ?los Proverbios?, es decir, los libros sapienciales), para vivir seg?n la Revelaci?n divina.

Es evidente que el testimonio personal del predicador y la ejemplaridad de la comunidad cristiana condicionan la eficacia de la predicaci?n. Desde este punto de vista es significativo un pasaje de las ?Confesiones? de san Agust?n. Hab?a venido a Mil?n como profesor de ret?rica; era esc?ptico, no cristiano. Estaba buscando, pero no era capaz de encontrar realmente la verdad cristiana. Al joven ret?rico africano, esc?ptico y desesperado, no le movieron a convertirse definitivamente las bellas homil?as de Ambrosio (a pesar de que las apreciaba mucho). Fue m?s bien el testimonio del obispo y de su Iglesia milanesa, que rezaba y cantaba, unida como un solo cuerpo. Una Iglesia capaz de resistir a la prepotencia del emperador y de su madre, que en los primeros d?as del a?o 386 hab?an vuelto a exigir la expropiaci?n de un edificio de culto para las ceremonias de los arrianos. En el edificio que ten?a que ser expropiado, cuenta Agust?n, ?el pueblo devoto velaba, dispuesto a morir con su propio obispo?. Este testimonio de las ?Confesiones? es precioso, pues muestra que algo se estaba moviendo en la intimidad de Agust?n, quien sigue diciendo: ?Y nosotros tambi?n, a pesar de que todav?a ?ramos tibios particip?bamos en la excitaci?n de todo el pueblo? (?Confesiones? 9, 7).

De la vida y del ejemplo del obispo Ambrosio, Agust?n aprendi? a creer y a predicar. Podemos hacer referencia a un famoso serm?n del africano, que mereci? ser citado muchos siglos despu?s en la Constituci?n conciliar ?Dei Verbum?: ?Es necesario --advierte de hecho la ?Dei Verbum? en el n?mero 25--, que todos los cl?rigos, sobre todo los sacerdotes de Cristo y los dem?s que como los di?conos y catequistas se dedican leg?timamente al ministerio de la palabra, se sumerjan en las Escrituras con asidua lectura y con estudio diligente, para que ninguno de ellos resulte --y aqu? viene la cita de Agust?n??predicador vac?o y superfluo de la palabra de Dios que no la escucha en su interior??. Hab?a aprendido precisamente de Ambrosio esta ?escucha en su interior?, esta asiduidad con la lectura de la Sagrada Escritura con actitud de oraci?n para acoger realmente en el coraz?n y asimilar la Palabra de Dios.

Queridos hermanos y hermanas: quisiera presentaros una especie de ?icono patr?stico? que, interpretado a la luz de lo que hemos dicho, representa eficazmente el coraz?n de la doctrina de Ambrosio. En el mismo libro de las ?Confesiones?, Agust?n narra su encuentro con Ambrosio, ciertamente un encuentro de gran importancia para la historia de la Iglesia. Escribe textualmente que, cuando visitaba al obispo de Mil?n, siempre le ve?a rodeado de un mont?n de personas llenas de problemas, por quienes se desviv?a para atender sus necesidades. Siempre hab?a una larga fila que estaba esperando hablar con Ambrosio para encontrar en ?l consuelo y esperanza. Cuando Ambrosio no estaba con ellos, con la gente (y esto suced?a en brev?simos espacios de tiempo), o estaba alimentando el cuerpo con la comida necesaria o el esp?ritu con las lecturas. Aqu? Agust?n canta sus maravillas, porque Ambrosio le?a las escrituras con la boca cerrada, s?lo con los ojos (Cf. ?Confesiones?. 6, 3). De hecho, en los primeros siglos cristianos la lectura s?lo se conceb?a para ser proclamada, y leer en voz alta facilitaba tambi?n la comprensi?n a quien le?a. El hecho de que Ambrosio pudiera pasar las p?ginas s?lo con los ojos es para el admirado Agust?n una capacidad singular de lectura y de familiaridad con las Escrituras. Pues bien, en esa lectura, en la que el coraz?n se empe?a por alcanzar la comprensi?n de la Palabra de Dios --este es el ?icono? del que estamos hablando--, se puede entrever el m?todo de la catequesis de Ambrosio: la misma Escritura, ?ntimamente asimilada, sugiere los contenidos que hay que anunciar para llevar a la conversi?n de los corazones.

De este modo, seg?n el magisterio de Ambrosio y de Agust?n, la catequesis es inseparable del testimonio de vida. Puede servir tambi?n para el catequista lo que escrib? en la ?Introducci?n al cristianismo? sobre los te?logos. Quien educa en la fe no puede correr el riesgo de presentarse como una especie de ?clown?, que recita un papel ?por oficio?. M?s bien, utilizando una imagen de Or?genes, escritor particularmente apreciado por Ambrosio, tiene que ser como el disc?pulo amado, que apoy? la cabeza en el coraz?n del Maestro, y all? aprendi? la manera de pensar, de hablar, de actuar. Al final de todo, el verdadero disc?pulo es quien anuncia el Evangelio de la manera m?s cre?ble y eficaz.

Al igual que el ap?stol Juan, el obispo Ambrosio, que nunca se cansaba e repetir: ?"Omnia Christus est nobis!?; ?Cristo es todo para nosotros!?, sigue siendo un aut?ntico testigo del Se?or. Con sus mismas palabras, llenas de amor por Jes?s, concluimos as? nuestra catequesis: ?"Omnia Christus est nobis!?. Si quieres curar una herida, ?l es el m?dico; si est?s ardiendo de fiebre, ?l es la fuente; si est?s oprimido por la iniquidad, ?l es la justicia; si tienes necesidad de ayuda, ?l es la fuerza; si tienes miedo de la muerte, ?l es la vida; si deseas el cielo, ?l es el camino; si est?s en las tinieblas, ?l es la luz?Gustad y ved qu? bueno es el Se?or, ?bienaventurado el hombre que espera en ?l!? (?De virginitate? 16,99). Nosotros tambi?n esperamos en Cristo. De este modo seremos bienaventurados y viviremos en la paz.

[Traducci?n del original italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia, Benedicto XVI salud? en varios idiomas a los peregrinos. En espa?ol, dijo:]

Queridos hermanos y hermanas:
San Ambrosio, Obispo de Mil?n, aprendi? de Or?genes a conocer y comentar la Biblia. Traslad? al ambiente latino la meditaci?n de las Escrituras, iniciando en Occidente la pr?ctica de la lectio divina, la cual orient? su predicaci?n y escritos, que brotan precisamente de la escucha orante de la Palabra de Dios.

San Agust?n, que aprendi? a predicar de la vida y ejemplo de san Ambrosio, relata en sus Confesiones que su conversi?n no fue debida tanto a las homil?as de ?ste, como al testimonio de la Iglesia milanesa, que rezando como un solo cuerpo fue capaz de resistir a la prepotencia del emperador. Refiere tambi?n su sorpresa al ver como Ambrosio le?a las Escrituras con la boca cerrada, ya que en aquel tiempo la lectura estaba concebida para ser proclamada en voz alta, a fin de facilitar su comprensi?n. En eso se entrev? el m?todo de la catequesis ambrosiana: la Escritura, ?ntimamente asimilada, sugiere los contenidos que se deben anunciar para convertir los corazones. La catequesis es, pues, inseparable del testimonio de vida.

Saludo a los peregrinos de lengua espa?ola, especialmente a los mexicanos de Puebla, Culiac?n y Guadalajara, y a la parroquia San Anastasio, de Panam?. Tambi?n a los grupos de espa?oles, particularmente al de Castellana del Mar, a las Asociaciones de Gallegos en Madrid y al Colegio de las Esclavas de La Coru?a. Concluyamos con las palabras de san Ambrosio "?Cristo es todo para nosotros!" Aprended de su coraz?n su modo de pensar, hablar y actuar ya que los verdaderos disc?pulos, principalmente los educadores en la fe, son aquellos que anuncian el Evangelio del modo m?s cre?ble y eficaz. ?Muchas gracias!

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Publicado por verdenaranja @ 23:39  | Habla el Papa
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