S?bado, 27 de octubre de 2007
div style="text-align:center">D?a 28 de Octubre
Domingo XXX del Tiempo Ordinario


Veracidad de vida cristiana



La par?bola que consideramos este domingo en la Santa Misa nos pone ante los ojos un ejemplo de falta de conocimiento propio. Nos conviene por eso a todos sentirnos aludidos, ya que deseamos mejorar rectificando nuestros errores, que siempre tendremos en esta vida. El reconocimiento de nuestros defectos nos es imprescindible para combatirlos. No es malo, por tanto, advertir que, en mayor o menor medida, hay en cada uno un fariseo como el de la par?bola; por el contrario, nos conviene saberlo para luchar contra ?l. Para empezar, ya estamos, como aquel, en actitud de oraci?n. De sobra sabemos que es bueno rezar, pero es a partir de la oraci?n ?defectuosa? como se presenta el problema. Un verdadero problema, si acabamos pensando que no es necesario exigirnos m?s, que ya hacemos bastante ante Dios. Quien piensa as?, como consecuencia, no se arrepiente ni pide perd?n, no hace prop?sitos de mejora, porque no siente dolor de sus pecados. Posiblemente en su oraci?n se dedica ?nicamente a pedir favores.

No es infrecuente encontrarse con personas que se extra?an de que se les plantee la posibilidad de hacer m?s. Los hay que casi piensan se exceden, que hacen un favor a alguien ?a Dios tal vez? por cumplir algunas normas de piedad. Los fallos, las omisiones, sus defectos en definitiva, plasmados una y otra vez en la conducta de cada d?a ?la que Dios espera de ellos? les parecen siempre comprensibles; lo cual es cierto y hasta bueno que as? lo consideren; lo malo es que, adem?s, esas faltas les parecen disculpables ante s? mismos y, por su puesto, ante los dem?s. El resultado o conclusi?n de ese modo de pensar es que no se rectifica, pues no se ve la necesidad, no habiendo dolor por faltas cometidas. El verdadero prop?sito de la enmienda es manifestaci?n natural s?lo del verdadero dolor de los pecados. Est?, por as? decir, inclu?do en ese "pesar" en el alma por haber ofendido a Dios o por no haber sabido amarle.

Pidamos al Se?or que nos libre de esa actitud que convive tantas veces con nosotros, que no es otra cosa que falta de aut?ntica oraci?n, falta de inter?s por amar a Dios y de ego?smo y exceso de amor propio. La preocupaci?n de algunos por ser buenos cristianos, en el fondo, puede ser eso: amor propio, no propiamente amor de Dios. Se busca, en efecto, m?s la tranquilidad de la conciencia y el sentirse justificado o satisfecho de uno mismo, que amar a Dios todo lo posible, con toda la capacidad de amar ?mucha o poca? de que se dispone. No es raro que, pensando as?, m?s de uno pueda sentirse aludido por aquel punto de Camino, en el que se retrata al que intenta ser cristiano sin verdadero amor al Se?or: Ya s? que evitas los pecados mortales. ??Quieres salvarte! ?Pero no te preocupa ese continuo caer deliberadamente en pecados veniales, aunque sientes la llamada de Dios, para vencerte en cada caso.
?Tu tibieza hace que tengas esa mala voluntad.

Aquel hombre fariseo estaba demasiado preocupado por cumplir, en el m?s estricto sentido de la expresi?n. Actuaba correctamente por miedo: porque si no ... sufrir?a las consecuencias. Ten?a de Dios un concepto negativo y monstruoso. Pensaba que hab?a que cumplir la ley "por la cuenta que te trae...", en el fondo, por lo mismo. No se hab?a enterado de que tenemos en Dios, por su infinita bondad, una permanente y gratuita ocasi?n de desarrollo. Podemos engrandecernos a su medida, fundirnos con ?l por el amor, amando con obras lo que ?l ama. As? es nuestra vida como Dios la espera de cada uno.

?Qu? pretendo, qu? pretendemos cada uno en el fondo, con nuestro empe?o por ser un buen cristiano? ?Tengo muy presente que mi vida, precisamente por ser humana ?no meramente animal?, es una permanente ocasi?n de amar a Dios? Debemos considerarlo en profundidad, no vaya a ser que todo el empe?o por ser buen cristiano, por seguir a Jesucristo, por vivir el Evangelio, o como quiera que expresemos el inter?s por Dios, acabe siendo, de hecho, tan s?lo un vulgar inter?s por el propio yo. Podr?a tratarse en realidad de una reacci?n de miedo: "porque si no...", por lo que podr?a perder si menosprecio ciertas pr?cticas. Ser?a, desde luego, como para dudar de que quiero agradar a Dios con mi vida, porque le amo.

Cuando se quiere a Dios de verdad, todo lo propio deseamos dirigirlo hacia ?l. Nada por ?l parece demasiado, al contrario, cualquier detalle de generosidad, hasta el m?s heroico, parece peque?o, una insignificancia, para el alma que ama. Se quisiera dar mucho m?s, pues todo parece poco para lo que merece el Ser Amado: Dios, para el alma cristiana. No parece, por eso, demasiado cuidar un detalle peque?o: de poca importancia se suele decir... Por el contrario, si es peque?o, raz?n de m?s para no resistirse, para ofrecerlo a Dios con ilusionado primor con tal de agradarle. Si no, es que flaquea el amor: siendo tan peque?o, tan f?cil... Y por lo mismo, el alma enamorada se examina intentando descubrir un detalle y otro, grandes y peque?os, con los que mejorar la conducta, pues sabe que en las obras est? la verdad de lo que se quiere a otro, que en este caso es Dios.

La vida de nuestra Madre fue un continuo empe?o de su parte para que en Ella se cumpliera la voluntad del Se?or. A Santa Mar?a nos encomendamos, rog?ndole nos conceda un esp?ritu sincero que busque no s?lo mejorar si no, ante todo, agradar a Dios: amarle.


Publicado por verdenaranja @ 14:24  | Espiritualidad
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