D?a 18 de Octubre
Fiesta: San Lucas Evangelista
Talante de ap?stol
El pasaje de san Lucas que nos ofrece la Iglesia en su Liturgia en el d?a de su fiesta, es de gran utilidad para nuestra meditaci?n; pues los cristianos deseamos ardientemente extender, m?s y m?s en el mundo, el mensaje y la vida que el Hijo Dios vino a entregarnos como inapreciable tesoro para toda la humanidad.
Reparamos primeramente en el inter?s de Jes?s por nosotros: en ese cuidado por facilitarnos las cosas, preparando una buena acogida al Evangelio de la salvaci?n de los hombres. Para ello env?a por delante a un grupo numeroso de disc?pulos, para que su posterior presencia y sus palabras fueran m?s eficaces: si la gente hab?a tenido con antelaci?n alguna noticia de ?l, comprender?an mejor el sentido de sus palabras y de sus obras. No hab?a tiempo que perder
?la mies es mucha, pero los obreros pocos?; conven?a, pues, organizar el trabajo apost?lico del modo m?s eficaz.
En todo caso, advierte a aquellos primeros disc?pulos ?colaboradores suyos en la propagaci?n de la Gran Noticia de la Salvaci?n prevista por el Creador para todos los hombres?, que la suplica a Dios, rog?ndole m?s trabajadores para la Empresa evangelizadora, debe ser lo primero. Se trata, en efecto, de una tarea que excede con mucho las capacidades de quienes a ella se dedican materialmente. Nunca ser? suficiente la sola gesti?n apost?lica: hablar, moverse, insistir, convencer a unos y otros por un cierto talento para ser persuasivos... Ya lo advert?a el Esp?ritu Santo por un salmo:
Si el Se?or no edifica la casa, en vano trabajan los constructores. Cuanto queremos que sea relevante para la Vida Eterna, debemos llevarlo a cabo con la fuerza que Dios nos da: con su Gracia. Y no quiere negar nuestro Padre Dios esa ayuda a sus hijos que con sencillez y confiados le suplican.
Para que no tuvieran duda alguna de la necesidad imprescindible de esa Fuerza del Cielo, insiste Jesucristo en su advertencia, haci?ndoles ver que no lo tendr?n f?cil. La imagen es muy gr?fica: ser?n ellos como
ovejas entre
lobos. Encontrar?n de ordinario oposici?n a sus palabras. Recordemos que no pocas veces fueron perseguidos hasta la muerte, cuantos practicaban y difund?an el Evangelio. Sin embargo, con igual rotundidad les garantiza el ?xito en su misi?n. Regresan, en efecto, triunfantes y gozosos habiendo experimentado la verdad de las palabras de Cristo. Experiencia, por otra parte, no ausente de sacrificios; pues no debieron poner su confianza en los instrumentos humanos, que tan razonablemente y con tanto esmero se preparan y aseguran como algo imprescindible para las empresas humanas.
No llev?is bolsa, ni alforja, ni sandalias, les dice: ni siquiera lo que puede parecer m?s imprescindible ser? necesario. Lo ?nico verdaderamente necesario e imprescindible es el auxilio divino.
Aprovechemos este d?a para preguntarnos, en el silencio de nuestra meditaci?n ante nuestro Padre Dios, si nos sentimos tambi?n, en medio de nuestro mundo y de nuestros quehaceres de cada d?a, enviados como aquellos
setenta y dos a preparar como mejor sepamos las almas de amigos y conocidos, que deben dar una respuesta m?s afirmativa y generosa a los requerimientos del Cielo. ?Cu?ntos cambiar?an si fu?ramos m?s apost?licos...! Bastantes perder?an parte ?al menos? de su c?moda tranquilidad y sentir?an la urgencia de complicarse la vida, de renunciar a esa paz pasiva, al descubrir la apasionante belleza de extender el Reino de Dios en el mundo. Pronto iban a comprobar ?tal vez con sorpresa?, que nada de aquello tan apetecible, o que en otro tiempo parec?a vital, es en realidad necesario. M?s bien se cae en la cuenta de que lo ?nico verdaderamente necesario, es cumplir la voluntad de Dios, amarle sobre todas las cosas, y as? aseguramos la felicidad en esta vida y la Bienaventuranza Eterna.
Nuestra Madre de el Cielo es tambi?n Reina de los Ap?stoles. ?Dej?monos gobernar por nuestra
Reina y Madre! Con suavidad y fortaleza sabe conducirnos al cumplimiento de los deseos del Se?or en el trato con nuestros iguales. Podremos as? entender ?con su ayuda? que, en todo apostolado, lo primero es la oraci?n y, todo lo dem?s, debe ser consecuencia de ella.