Mi?rcoles, 21 de noviembre de 2007
VATICANO - Jornada Pro Orantibus - ?Vida contemplativa, riqueza y don?: una contribuci?n de las Benedictinas de Santa Mar?a de Rosano

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El Papa P?o XII instituy? el 21 de noviembre de 1953, memoria lit?rgica de la Presentaci?n de la Virgen Mar?a en el Templo, la ?Jornada Pro Orantibus?. En esta circunstancia todos los fieles son invitados a dar gracias al Se?or por el don de la vida claustral, y en particular por tantos hermanos y hermanas que en los conventos de clausura de todo el mundo contribuyen a la edificaci?n del Reino de Dios elevando al Se?or una oraci?n incesante y continua. La Jornada invita a dirigirse a los monasterios, para sostenerlos con nuestra ayuda espiritual y material, y recuerda al hombre contempor?neo, frecuentemente inmerso en los ritmos convulsivos y fren?ticos de la vida moderna, la importancia de poner en el centro de la propia existencia a Jesucristo y la oraci?n. Para esta ocasi?n, la Agencia Fides publica una contribuci?n de las Benedictinas de Santa Mar?a de Rosano que tiene por tema ?Vida contemplativa, riqueza y don?.

?La jornada ?pro orantibus?, nacida como ocasi?n de ayuda material a las comunidades de vida contemplativa claustral, se ha desarrollado en los a?os como una oportunidad para reproponer a los cristianos de todas las latitudes el misterio de la contemplaci?n, esa componente esencial de la vida de cada creyente en Cristo a la cual, con una vocaci?n de consagraci?n especial, son llamados en modo total y permanente hombres y mujeres que, don?ndose exclusivamente y enteramente a Dios, en la penitencia, la oraci?n y la alabanza, ofrecen a la iglesia este servicio para el bien com?n.

La ciencia biol?gica con sus estudios siempre m?s profundos y la ciencia social, que en los tiempos modernos ha evidenciado y clasificado los mecanismos de la vida relacional, han destacado el hecho que cada organismo existe y se desarrolla con la participaci?n de todos sus componentes que, a su modo, colaboran e interact?an para alcanzar la plenitud de su realizaci?n.

Ya San Pablo hab?a parangonado la Iglesia a un cuerpo cuya cabeza es Cristo, y cuyos miembros son todos los bautizados unidos por la caridad y comprometidos en conseguir la madurez plena en ?l. El pueblo de Dios, guiado por los ricos contenidos evidenciados por el Concilio Vaticano II y por los Pont?fices que se han ido sucediendo en la conducci?n de la Iglesia, ha realizado grandes progresos en la conciencia del deber de todos de hacerse cargo del anuncio del Evangelio y de la realizaci?n concreta del bien de los hermanos, pero con frecuencia la esfera en la que se siente la urgencia y la necesidad de un servicio est? ligada a la parte material del hombre. Todos est?n dispuestos a reconocer la utilidad de personas que se dediquen al cuidado de los enfermos, los ni?os, los pobres, o de quien busca soluciones concretas para los dramas de la droga, del rechazo de la vida, o del ?uso? de las personas para fines exclusivamente hedonistas y ego?stas.

Menos clara es la conciencia de que el hombre est? compuesto tambi?n de una parte espiritual y que, incluso llegado a eliminar todas las causas de sufrimientos materiales y de malestar social, no encentra su plena realizaci?n sino en el encuentro individual, concreto y vital con Dios. En este campo cada ser humano debe llevar a cabo un camino estrictamente personal que se desarrolla en la parte m?s secreta de su alma, donde entra solo Dios y donde el don incondicionado del Amor toca a su puerta para pedir a la criatura su consentimiento activo para hacerla plenamente feliz.

Nadie puede percibir las vetas de santidad y los abismos de miseria que pueden celarse en lo ?ntimo de la conciencia, s?lo el Se?or puede conocer e intervenir con una ayuda eficaz pero, seg?n el plano miserioso seg?n el cual Dios quiere necesitar de nosotros, incluso en esta obra, en realidad tan suya, ?l busca nuestra colaboraci?n.

Esta es la gran misi?n de las almas contemplativas: donar su propia vida a Dios para que ?l pueda usarla como y donde quiera, pueda servirse de ella como de una reserva inacabable de amor, de fuerza, de superaci?n, de generosidad, de esperanza y de perd?n con el cual corroborar y casi catalizar el compromiso del individuo concreto, tan necesario. A nosotras, monjas, que cada d?a alimentamos este tesoro, no nos importa saber qui?nes son los destinatarios de nuestra oraci?n, del sacrificio y del don, porque tenemos la certeza de que el Se?or los har? ciertamente alcanzar a quienes verdaderamente tienen necesidad, incluso aunque nadie desde el exterior pueda siquiera suponerlo.

Hoy, sobretodo en las sociedades occidentales siempre m?s ricas de cosas pero cada vez m?s pobres en valores, la vida contemplativa est? llamada a dar un gran testimonio del amor. En el contacto con un Monasterio, los hombres de hoy pueden aprender a descubrir aquello que verdaderamente realiza a la persona, pueden comprender que la fuente de la sonrisa serena y alegre que encuentran en la clausura viene de la certeza de que Dios es amor y que por ello todo lo que acontece en la existencia, que nosotros con una medida puramente humana dividimos en buenos y malos, es veh?culo de una gracia que nos ayuda a crecer y avanzar hacia la plenitud de la vida, de aquella vida que ya se inici? aqu?, en el tiempo, pero que encontrar? su pleno cumplimiento en Dios por toda la eternidad.

Cada criatura nace con una vocaci?n querida por el Se?or para aquella persona, en un momento hist?rico dado, en alg?n preciso lugar de la tierra; es ?l quien sabe verdaderamente de qu? hay necesidad y -sin descuidar la obra preciosa e insustituible de todos los religiosos comprometidos en el apostolado directo y en las diversas obras de servicio a los m?s peque?os, d?biles y sufrientes- se debe decir que es precisamente el gran vac?o que en nuestro tiempo parece invadir a las almas, lo que lo mueve a multiplicar las vocaciones a la vida contemplativa para que su presencia ayude a la humanidad a reencontrar el camino al Para?so, ?nico camino en el que todos los hombres pueden andar juntos en el respeto rec?proco, en la ayuda mutua, en la paz profunda que construye el amor.

Y tal vez, los j?venes de hoy en d?a, que experimentan la falsa libertad de la independencia de toda imposici?n externa y de todo valor que no encuentre en ellos la motivaci?n necesaria, pero junto con sus inevitables desfogues y gozos ef?meros que se convierten r?pidamente en depresi?n y en falta de sentido de la vida, precisamente por estos motivos -s?lo si encentran adultos capaces de ayudarlos y alentarlos- perciben m?s f?cilmente la fascinaci?n de un llamado al don total y gratuito de s?, para socorrer a la humanidad en sus necesidades m?s verdaderas y profundas: reencontrar la fe en Dios Creador y Padre, Verdad y Vida y en ?l reencontrar tambi?n el Camino y redescubrirse hermanos en la paz y en la verdadera alegr?a?. Las Benedictinas de S. Mar?a de Rosano (Agencia Fides 20/11/2007; l?neas 76, palabras 1171).
Publicado por verdenaranja @ 22:31  | Espiritualidad
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