ZENIT publica el comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap. --predicador de la Casa Pontificia-- a la liturgia del domingo, XXXIV del tiempo ordinario, 25 de Noviembre. XXXIV Domingo del tiempo ordinario [C]
2 Samuel 5, 1-3; Colosenses 1,12-20; Lucas 23, 35-43
Jesucristo Rey del universo y de los corazones
La solemnidad de Cristo Rey, en cuanto a su instituci?n, es bastante reciente. La estableci? el Papa P?o XI en 1925 en respuesta a los reg?menes pol?ticos ateos y totalitarios que negaban los derechos de Dios y de la Iglesia. El clima del que naci? la solemnidad es, por ejemplo, el de la revoluci?n mexicana, cuando muchos cristianos afrontaron la muerte gritando hasta el ?ltimo aliento: ?Viva Cristo Rey?. Pero si la instituci?n de la fiesta es reciente, no as? su contenido y su idea central, que es en cambio antiqu?sima y nace, se puede decir, con el cristianismo. La frase ?Cristo reina? tiene su equivalente en la profesi?n de fe: ?Jes?s es el Se?or?, que ocupa un puesto central en la predicaci?n de los ap?stoles.
El pasaje evang?lico es el de la muerte de Cristo, porque es en ese momento cuando Cristo empieza a reinar en el mundo. La cruz es el trono de este rey. ?Hab?a encima de ?l una inscripci?n: "Este es el Rey de los jud?os"?. Aquello que en las intenciones de los enemigos deb?a ser la justificaci?n de su condena, era, a los ojos del Padre celestial, la proclamaci?n de su soberan?a universal.
Para descubrir c?mo nos toca de cerca esta fiesta, basta con recordar una distinci?n sencill?sima. Existen dos universos, dos mundos o cosmos: el macrocosmos, que es el universo grande y exterior a nosotros, y el microcosmos, o peque?o universo, que es cada hombre. La liturgia misma, en la reforma que sigui? al Concilio Vaticano II, sinti? la necesidad de trasladar el acento de la fiesta, haciendo ?nfasis en su aspecto humano y espiritual, m?s que en el ?por as? decirlo? pol?tico. La oraci?n de la solemnidad ya no pide, como hac?a en el pasado, que ?se conceda a todas las familias de los pueblos someterse a la dulce autoridad de Cristo?, sino que ?toda criatura, libre de la esclavitud del pecado, le sirva y alabe sin fin?.
En el momento de la muerte de Cristo, se lee en el pasaje evang?lico --record?moslo--, pend?a sobre su cabeza la inscripci?n ?Jes?s es el Rey de los jud?os?; los presentes le desafiaban a mostrar abiertamente su realeza y muchos, tambi?n entre los amigos; se esperaban una demostraci?n espectacular de su realeza. Pero ?l eligi? mostrar su realeza preocup?ndose de un solo hombre, y encima malhechor: ?Jes?s, acu?rdate de mi cuando est?s en tu reino. Le respondi?: "En verdad te digo, hoy estar?s conmigo en el para?so"?.
En esta perspectiva, el interrogante importante que hay que hacerse en la solemnidad de Cristo Rey no es si reina o no en el mundo, sino si reina o no dentro de m?; no si su realeza est? reconocida por los Estados y por los gobiernos, sino si es reconocida y vivida por m?. ?Cristo es Rey y Se?or de mi vida? ?Qui?n reina dentro de mi, qui?n fija los objetivos y establece las prioridades: Cristo o alg?n otro? Seg?n san Pablo, existen dos modos posibles de vivir: o para uno mismo o para el Se?or (Rm 14, 7-9). Vivir ?para uno mismo? significa vivir como quien tiene en s? mismo el propio principio y el propio fin; indica una existencia cerrada en s? misma, orientada s?lo a la propia satisfacci?n y a la propia gloria, sin perspectiva alguna de eternidad. Vivir ?para el Se?or?, al contrario, significa vivir por ?l, esto es, en vista de ?l, por y para su gloria, por y para su reino.
Se trata verdaderamente de una nueva existencia, frente a al cual la muerte ha perdido su car?cter irreparable. La contradicci?n m?xima que el hombre experimenta desde siempre ?aquella entre la vida y la muerte-- ha sido superada. La contradicci?n m?s radical ya no es aquella entre ?vivir? y ?morir?, sino entre vivir ?para uno mismo? y vivir ?para el Se?or?.
[Traducci?n del original italiano realizada por Zenit]