Discurso que dirigi? Benedicto XVI a la Confederaci?n de cofrad?as de las di?cesis de Italia el pasado 10 de noviembre.
Queridos hermanos y hermanas:
Me alegra acogeros y os saludo a todos vosotros, que idealmente represent?is el vasto y variado mundo de las cofrad?as presentes en todas las regiones y di?cesis de Italia. Saludo a los prelados que os acompa?an y, en particular, a monse?or Armando Brambilla, obispo auxiliar de Roma y delegado de la Conferencia episcopal italiana para las cofrad?as y las asociaciones, agradeci?ndole las palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Saludo al doctor Francesco Antonetti, presidente de la Confederaci?n de las cofrad?as italianas, as? como a los miembros de los consejos directivos y a vuestros consiliarios.
Vosotros, queridos amigos, hab?is venido a la plaza de San Pedro con vuestros trajes caracter?sticos, que evocan antiguas tradiciones cristianas muy arraigadas en el pueblo de Dios. Gracias por vuestra visita, que quiere ser una manifestaci?n coral de fe y, al mismo tiempo, un gesto que expresa adhesi?n filial al Sucesor de Pedro.
?C?mo no recordar inmediatamente la importancia y la influencia que las cofrad?as han ejercido en las comunidades cristianas de Italia ya desde los primeros siglos del milenio pasado? Muchas de ellas, suscitadas por personas llenas de celo, se han convertido pronto en asociaciones de fieles laicos dedicados a poner de relieve algunos rasgos de la religiosidad popular vinculados a la vida de Jesucristo, especialmente a su pasi?n, muerte y resurrecci?n, a la devoci?n a la Virgen Mar?a y a los santos, uniendo casi siempre obras concretas de misericordia y de solidaridad.
As?, desde los or?genes, vuestras cofrad?as se han distinguido por sus formas t?picas de piedad popular, a las que se un?an muchas iniciativas de caridad en favor de los pobres, los enfermos y los que sufren, implicando a numerosos voluntarios, de todas las clases sociales, en esta competici?n de ayuda generosa a los necesitados. Se comprende mejor este esp?ritu de caridad fraterna si se tiene en cuenta que comenzaron a surgir durante la Edad Media, cuando a?n no exist?an formas estructuradas de asistencia p?blica que garantizaran intervenciones sociales y sanitarias a los sectores m?s d?biles de la colectividad. Dicha situaci?n ha perdurado a lo largo de los siglos sucesivos, podr?amos decir hasta nuestros d?as, en que, a pesar del incremento del bienestar econ?mico, todav?a no han desaparecido las bolsas de pobreza y, por tanto, hoy como en el pasado, queda mucho por hacer en el campo de la solidaridad.
Sin embargo, las cofrad?as no son simples sociedades de ayuda mutua o asociaciones filantr?picas, sino un conjunto de hermanos que, queriendo vivir el Evangelio con la certeza de ser parte viva de la Iglesia, se proponen poner en pr?ctica el mandamiento del amor, que impulsa a abrir el coraz?n a los dem?s, de modo especial a quienes se encuentran en dificultades.
El amor evang?lico, amor a Dios y amor a los hermanos, es el signo distintivo y el programa de vida de todo disc?pulo de Cristo, as? como de toda comunidad eclesial. Es evidente que en la sagrada Escritura el amor a Dios est? ?ntimamente unido al amor al pr?jimo (cf. Mc 12, 29-31). "La caridad ?escrib? en la enc?clica ?Deus caritas est?? no es una especie de actividad de asistencia social que tambi?n se podr?a dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestaci?n irrenunciable de su propia esencia" (n. 25). Sin embargo, para comunicar a los hermanos la ternura previdente del Padre celestial es necesario surtirse en el manantial, que es Dios mismo, mediante momentos prolongados de oraci?n, mediante la escucha constante de su Palabra y mediante una existencia totalmente centrada en el Se?or y alimentada con los sacramentos, especialmente la Eucarist?a.
En la ?poca de grandes cambios que estamos atravesando, la Iglesia en Italia os necesita tambi?n a vosotros, queridos amigos, para llevar el anuncio del Evangelio de la caridad a todos, recorriendo caminos antiguos y nuevos. As? pues, vuestras benem?ritas cofrad?as, arraigadas en el s?lido fundamento de la fe en Cristo, con la singular multiplicidad de carismas y la vitalidad eclesial que las distingue, han de seguir difundiendo el mensaje de la salvaci?n en medio del pueblo, actuando en las m?ltiples fronteras de la nueva evangelizaci?n.
Para cumplir esta importante misi?n, necesit?is cultivar siempre un amor profundo al Se?or y una d?cil obediencia a vuestros pastores. Con estas condiciones, vuestras cofrad?as, manteniendo bien firmes los requisitos de "evangelicidad" y "eclesialidad", podr?n seguir siendo escuelas populares de fe vivida y talleres de santidad; podr?n seguir siendo en la sociedad "fermento" y "levadura" evang?lica, contribuyendo a suscitar la renovaci?n espiritual que todos deseamos.
Por tanto, es vasto el campo en el que deb?is trabajar, queridos amigos, y os animo a multiplicar las iniciativas y actividades de cada una de vuestras cofrad?as. Os pido sobre todo que cuid?is vuestra formaci?n espiritual y tend?is a la santidad, siguiendo los ejemplos de aut?ntica perfecci?n cristiana, que no faltan en la historia de vuestras cofrad?as. Muchos de vuestros hermanos, con valent?a y gran fe, se han distinguido a lo largo de los siglos como sinceros y generosos obreros del Evangelio, a veces hasta el sacrificio de la vida. Seguid sus pasos. Hoy es m?s necesario que nunca cultivar un verdadero impulso asc?tico y misionero para afrontar los numerosos desaf?os de la ?poca moderna.
La Virgen sant?sima os proteja y os gu?e, y desde el cielo os asistan vuestros santos patronos. Con estos sentimientos, formulo para vosotros aqu? presentes y para todas las cofrad?as de Italia el deseo de un fecundo apostolado y, a la vez que os aseguro mi recuerdo en la oraci?n, os bendigo a todos con afecto.
Traducci?n distribuida por la Santa Sede
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