VATICANO - La misi?n de la Iglesia en el Magisterio postconciliar (primera parte) - a cura del P. Adriano Garuti y Lara De Angelis Ciudad del Vaticano (
Agencia Fides) - En el per?odo postconciliar se ha asistido, en nombre del pluralismo religioso, a una especie de nivelaci?n: Cristo era presentado como uno de tantos mediadores de salvaci?n y la Iglesia como una de las muchas v?as de salvaci?n, por lo que se lleg? a hablar de crisis de las misiones. En particular, se ha asistido a una crisis en la tradicional y meritoria labor misionera, hasta el punto que se preguntaban si mereciera la pena gastar hombres y energ?as en esta empresa. En realidad, m?s que desde el punto de vista eclesiol?gico, la crisis ven?a de una memoria equivocada de los errores realizados y de la nueva relaci?n con las otras religiones. Como estas ?ltimas ya no se ve?an en t?rminos de oposiciones sino de consideraci?n y de aprecio, por todo lo que tienen de aut?ntico y de santo (cfr. LG 17) nac?a, inevitablemente, el gran interrogante sobre el sentido de las misiones.
Contra tal tendencia los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI intervinieron, para reivindicar la unicidad salv?fica de Cristo y de la Iglesia y por consiguiente el derecho y deber de la Iglesia a desarrollar su actividad misionera. Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi, el 8 de diciembre de 1975, partiendo de la conciencia de que Cristo es evangelio de Dios, afirma que la Iglesia es una comunidad evangelizada y evangelizadora y por tanto, tiene como su identidad m?s profunda y como vocaci?n propia la evangelizaci?n, es decir, existe para evangelizar (n. 7). A continuaci?n indica el fundamento de tal afirmaci?n con estas precisas palabras: "La Iglesia nace de la acci?n evangelizadora de Jes?s y de los Doce? Nacida, por consiguiente, de la misi?n de Jesucristo, la Iglesia es a su vez enviada por El. La Iglesia permanece en el mundo hasta que el Se?or de la gloria vuelva al Padre. Permanece como un signo, opaco y luminoso al mismo tiempo, de una nueva presencia de Jesucristo?. Ella lo prolonga y lo contin?a" (n. 15). El compromiso misionero es un mandato divino, por el que toda la Iglesia "es misionera, y la obra evangelizadora es un deber fundamental del pueblo de Dios" (n. 59).
Juan Pablo II, en su primear enc?clica, en el que quiso trazar el programa de su Pontificado, la Redemptor hominis (4 de marzo de 1979), subraya la estrecha uni?n entre la misi?n de Cristo y la misi?n de la Iglesia: "la Iglesia vive el Misterio del Dios? y busca continuamente caminos para acercar este Misterio de Su Maestro Se?or al g?nero humano, a los pueblos, a los naciones a todo hombre. La Iglesia existe para la misi?n, es para la misi?n? existe para hacer posible el encuentro entre Cristo y el hombre" (n. 7). La misi?n constituye, pues, la sustancia de la Iglesia y su preocupaci?n fundamental. Para llegar a demostrar como la Iglesia pueda hacer posible este encuentro Juan Pablo II ha usado la expresi?n: "Jesucristo es la camino principal de la Iglesia", precisando que: "?l mismo es nuestro camino a la casa del Padre, y tambi?n es el camino de cada hombre". En la misma l?nea se enlaza la enc?clica Redemptoris Missio, del 7 de diciembre de 1995, dedicada a la permanente validez del mandato misionero: "La Iglesia es misionera por su propia naturaleza ya que el mandato de Cristo no es algo contingente y externo, sino que alcanza al coraz?n mismo de la Iglesia" (n. 62) (5 - continua) (Agencia Fides 27/11/2007; L?neas: 39 Palabras: 599)