Jueves, 20 de diciembre de 2007
La Oficina de Prensa de la Di?cesis de Tenerife nos remite el siguiente art?culo:

Aborto libre y progresismo


POR MIGUEL DELIBES, reproducci?n art?culo publicado en 1986 y a finales de 1998 en ABC


En estos d?as en que tan frecuentes son las manifestaciones en favor del aborto libre, me ha llamado la atenci?n un grito que, como una exigencia natural, coreaban las manifestantes: ?Nosotras parimos, nosotras decidimos?. En principio, la reclamaci?n parece incontestable y as? lo ser?a si lo parido fuese algo inanimado, algo que el d?a de ma?ana no pudiese, a su vez, objetar dicha exigencia, esto es, parte interesada, hoy muda, de tan importante decisi?n. La defensa de la vida suele basarse en todas partes en razones ?ticas, generalmente de moral religiosa, y lo que se discute en principio es si el feto es o no es un ser portador de derechos y deberes desde el instante de la concepci?n. Yo creo que esto puede llevarnos a argumentaciones bizantinas a favor y en contra, pero una cosa est? clara: el ?vulo fecundado es algo vivo, un proyecto de ser, con un c?digo gen?tico propio que con toda probabilidad llegar? a serlo del todo si los que ya disponemos de raz?n no truncamos artificialmente el proceso de viabilidad. De aqu? se deduce que el aborto no es matar (parece muy fuerte eso de calificar al abortista de asesino), sino interrumpir vida; no es lo mismo suprimir a una persona hecha y derecha que impedir que un embri?n consume su desarrollo por las razones que sea. Lo importante, en este dilema, es que el feto a?n carece de voz, pero, como proyecto de persona que es, parece natural que alguien tome su defensa, puesto que es la parte d?bil del litigio.
La soci?loga americana Priscilla Conn, en un interesante ensayo, considera el aborto como un conflicto entre dos valores: santidad y libertad, pero tal vez no sea ?ste el punto de partida adecuado para plantear el problema. El t?rmino santidad parece incluir un componente religioso en la cuesti?n, pero desde el momento en que no se legisla ?nicamente para creyentes, convendr?a buscar otros argumentos ajenos a la noci?n de pecado. En lo concerniente a la libertad habr? que preguntarse en qu? momento hay que reconocer al feto tal derecho y resolver entonces en nombre de qu? libertad se le puede negar a un embri?n la libertad de nacer. Las partidarias del aborto sin limitaciones piden en todo el mundo libertad para su cuerpo. Eso est? muy bien y es de raz?n siempre que en su uso no haya perjuicio de tercero. Esa misma libertad es la que podr?a exigir el embri?n si dispusiera de voz, aunque en un plano m?s modesto: la libertad de tener un cuerpo para poder disponer ma?ana de ?l con la misma libertad que hoy reclaman sus presuntas y reacias madres. Seguramente el derecho a tener un cuerpo deber?a ser el que encabezara el m?s elemental c?digo de derechos humanos, en el que tambi?n se incluir?a el derecho a disponer de ?l, pero, naturalmente, subordin?ndole al otro.
Y el caso es que el abortismo ha venido a incluirse entre los postulados de la moderna ?progres?a?. En nuestro tiempo es casi inconcebible un progresista antiabortista. Para estos, todo aquel que se opone al aborto libre es un retr?grado, posici?n que, como suele decirse, deja a mucha gente, socialmente avanzada, con el culo al aire. Anta?o, el progresismo respond?a a un esquema muy simple: apoyar al d?bil, pacifismo y no violencia. A?os despu?s, el progresista a?adi? a este credo la defensa de la Naturaleza. Para el progresista, el d?bil era el obrero frente al patrono, el ni?o frente al adulto, el negro frente al blanco. Hab?a que tomar partido por ellos. Para el progresista eran recusables la guerra, la energ?a nuclear, la pena de muerte, cualquier forma de violencia. En consecuencia, hab?a que oponerse a la carrera de armamentos, a la bomba at?mica y al pat?bulo. El ideario progresista estaba claro y resultaba bastante sugestivo seguirlo. La vida era lo primero, lo que proced?a era procurar mejorar su calidad para los desheredados e indefensos. Hab?a, pues, tarea por delante. Pero surgi? el problema del aborto, del aborto en cadena, libre, y con ?l la pol?mica sobre si el feto era o no persona, y, ante ?l, el progresismo vacil?. El embri?n era vida, s?, pero no persona, mientras que la presunta madre lo era ya y con capacidad de decisi?n. No se pens? que la vida del feto estaba m?s desprotegida que la del obrero o la del negro, quiz? porque el embri?n carec?a de voz y voto, y pol?ticamente era irrelevante. Entonces se empez? a ceder en unos principios que parec?an inmutables: la protecci?n del d?bil y la no violencia. Contra el embri?n, una vida desamparada e inerme, pod?a atentarse impunemente. Nada importaba su debilidad si su eliminaci?n se efectuaba mediante una violencia indolora, cient?fica y esterilizada. Los dem?s fetos callar?an, no pod?an hacer manifestaciones callejeras, no pod?an protestar, eran a?n m?s d?biles que los m?s d?biles cuyos derechos proteg?a el progresismo; nadie pod?a recurrir. Y ante un fen?meno semejante, algunos progresistas se dijeron: esto va contra mi ideolog?a. Si el progresismo no es defender la vida, la m?s peque?a y menesterosa, contra la agresi?n social, y precisamente en la era de los anticonceptivos, ?qu? pinto yo aqu?? Porque para estos progresistas que a?n defienden a los indefensos y rechazan cualquier forma de violencia, esto es, siguen acatando los viejos principios, la n?usea se produce igualmente ante una explosi?n at?mica, una c?mara de gas o un quir?fano esterilizado.
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