D?a 25 DE Diciembre (medianoche)
Solemnidad de la Natividad del Se?or
Amor a Dios y a los hombres
Recordamos ahora el mayor acontecimiento jam?s sucedido en el mundo: Dios, que no es del mundo viene al mundo, se hace uno de los nuestros. Hoy recordamos con toda la solemnidad posible, que no estamos solos en esta vida, que Dios est? con nosotros; que los afaness e inquietudes de los hombres no son ya algo solamente humano, porque Dios se ha hecho hombre y permanece en el mundo precisamente por esos afanes.
Resalta enseguida ante nuestros ojos, como ante los de aquellos pastores de Bel?n, que el Mes?as, Dios encarnado, se conf?a a unas manos humanas, al calor y al cuidado de unas criaturas: a su cari?o, a su prudencia, a sus posibilidades... Lo vemos, Ni?o de verdad, con la debilidad propia de los ni?os, necesitado de todo como ellos, dej?ndose cuidar, alimentar, protejer: confiando. Dios conf?a en el hombre.
Es Dios y hombre perfecto. Porque es Dios que se nos entrega, que se pone al alcance de nuestro cuidado, de nuestra protecci?n, de nuestro amor como los dem?s hombres. Y, siendo hombre, su indigencia de ni?o reclama nuestro desvelo porque es indigencia humana de Dios. Posiblemente nacieron otros ni?os en aquellos d?as en la comarca de Bel?n. S?lo por Jes?s, sin embargo, se movilizaron los pastores hasta el Portal y los ?ngeles prorrumpieron en alabanzas a Dios. ?Qu? haremos t? y yo por ese Dios que se nos ha hecho tan Ni?o? No queramos consentir que pueda sentirse defraudado de confiar en nosotros. Tendremos que mimarlo, querremos que sea el centro exclusivo de nuestra atenci?n, la raz?n de nuestra vida. Haremos lo que sea preciso por no perderlo. Organizaremos las cosas para que cada d?a est? m?s a gusto entre nosotros, en cada uno de nosotros.
Y si ?l conf?a..., ?no confiaremos t? y yo? Es buena ocasi?n el d?a de Navidad para preguntarnos, al contemplar a Jes?s, quiz? dormido en los brazos de su Madre, si procuramos confiar as? en las personas, particularmente en los que nos quieren: en los que nos ayudan, en los que cuidan de nuestras cosas o nos prestan alg?n servicio. No vaya a ser que, demasiado a menudo, estemos como prevenidos, pensando que tal vez lo har?n mal, y nos salga la cr?tica, el reproche..., casi antes de que haya materialmente tiempo para dar motiv?.
No dejemos pasar este d?a de gracia, sin elevar el coraz?n a Dios en favor de aquellos con quienes convivimos en casa, en el trabajo, en el descanso... Es con ellos precisamente con quienes en ocasiones tenemos diferencias. Nos ayudar? a valorarlos, considerar que, de entrada, no hay raz?n para pensar que har?n lo que les corresponde y nos afecta con poco inter?s o peor de lo que deben. Nuestro concepto positivo de los dem?s, alentado en la oraci?n por ellos, nos llevar? a tener en mucho y alegrarnos por tanto bien como recibimos de ellos; y a estimular o corregir, en su caso, con sentido optimista, lo que deba ser mejor en la conducta de otros. Es razonable que, al igual que nosotros, tambi?n ellos deban superar sus imperfecciones. Esos defectos, sin embargo, en ning?n caso podr?n justificar rencor por nuestra parte. Ser?n, m?s bien, ocasi?n de comprensi?n, oraci?n y ayuda leal.
Estamos contemplando al Se?or, Ni?o reci?n nacido. Dentro de unos meses... sus primeras risas y, con el tiempo, los primeros pasos, las primeras palabras... Lo normal en cualquier ni?o. San Lucas nos dir? que
Jes?s crec?a (...) delante de Dios y de los hombres. Como para que nos admiremos de hasta qu? punto ha querido Dios hacerse como nosotros. Le veremos tambi?n ya crecido en Jerusal?n, y junto a sus padres, y, en plena maduez humana, como Maestro del pueblo. Pero quiso mostr?rsenos antes ?por la docilidad de los evangelistas? infante totalmente necesitado, sin lugar d?nde nacer, acogiendo, a traves de su Madre y del Santo Patriarca, el cari?o, el calor, los regalos, de unos pastores y de los Magos; de los que, como nosotros ahora, recibieron la noticia de su venida.
Es necesario alegrarse y fomentar el deseo de volcarse en cari?o con Jes?s. Consideremos serenamente su secilla venida y su permanente presencia entre nosotros:
Navidad. ?Cantan: "venite, venite..." ?Vayamos, que El ya ha nacido.
Y, despu?s de contemplar c?mo Mar?a y Jos? cuidan del Ni?o, me atrevo a sugerirte: m?rale de nuevo, m?rale sin descanso. As? se expresaba san Josemar?a.
Bastar? con mirarle, porque el Espiritu Santo y su Madre, que es tambi?n la nuestra, nos sugerir?n e impulsar?n a amarle tambi?n con obras.