Mi?rcoles, 09 de enero de 2008
Intervenci?n de Benedicto XVI el mi?rcoles 2 de enero durante la primera audiencia general que concedi? en el a?o 2008 en el aula Pablo VI del Vaticano.

Queridos hermanos y hermanas:

Una f?rmula de bendici?n muy antigua, recogida en el libro de los N?meros, reza as?: "El Se?or te bendiga y te guarde. El Se?or ilumine su rostro sobre ti y te sea propicio. El Se?or te muestre su rostro y te conceda la paz" (Nm 6, 24-26). Con estas palabras que la liturgia nos hizo volver a escuchar ayer, primer d?a del a?o, os expreso mis mejores deseos a vosotros, aqu? presentes, y a todos los que en estas fiestas navide?as me han enviado testimonios de afectuosa cercan?a espiritual.

Ayer celebramos la solemne fiesta de Mar?a, Madre de Dios. "Madre de Dios", Theotokos, es el t?tulo que se atribuy? oficialmente a Mar?a en el siglo V, exactamente en el concilio de ?feso, del a?o 431, pero que ya se hab?a consolidado en la devoci?n del pueblo cristiano desde el siglo III, en el contexto de las fuertes disputas de ese per?odo sobre la persona de Cristo.

Con ese t?tulo se subrayaba que Cristo es Dios y que realmente naci? como hombre de Mar?a. As? se preservaba su unidad de verdadero Dios y de verdadero hombre. En verdad, aunque el debate parec?a centrarse en Mar?a, se refer?a esencialmente al Hijo. Algunos Padres, queriendo salvaguardar la plena humanidad de Jes?s, suger?an un t?rmino m?s atenuado: en vez de Theotokos, propon?an Christotokos, Madre de Cristo. Pero precisamente eso se consider? una amenaza contra la doctrina de la plena unidad de la divinidad con la humanidad de Cristo. Por eso, despu?s de una larga discusi?n, en el concilio de ?feso, del a?o 431, como he dicho, se confirm? solemnemente, por una parte, la unidad de las dos naturalezas, la divina y la humana, en la persona del Hijo de Dios (cf. DS 250) y, por otra, la legitimidad de la atribuci?n a la Virgen del t?tulo de Theotokos, Madre de Dios (cf. ib., 251).

Despu?s de ese concilio se produjo una aut?ntica explosi?n de devoci?n mariana, y se construyeron numerosas iglesias dedicadas a la Madre de Dios. Entre ellas sobresale la bas?lica de Santa Mar?a la Mayor, aqu? en Roma. La doctrina relativa a Mar?a, Madre de Dios, fue confirmada de nuevo en el concilio de Calcedonia (a?o 451), en el que Cristo fue declarado "verdadero Dios y verdadero hombre (...), nacido por nosotros y por nuestra salvaci?n de Mar?a, Virgen y Madre de Dios, en su humanidad" (DS 301). Como es sabido, el concilio Vaticano II recogi? en un cap?tulo de la constituci?n dogm?tica Lumen gentium sobre la Iglesia, el octavo, la doctrina acerca de Mar?a, reafirmando su maternidad divina. El cap?tulo se titula: "La bienaventurada Virgen Mar?a, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia".

El t?tulo de Madre de Dios, tan profundamente vinculado a las festividades navide?as, es, por consiguiente, el apelativo fundamental con que la comunidad de los creyentes honra, podr?amos decir, desde siempre a la Virgen sant?sima. Expresa muy bien la misi?n de Mar?a en la historia de la salvaci?n. Todos los dem?s t?tulos atribuidos a la Virgen se fundamentan en su vocaci?n de Madre del Redentor, la criatura humana elegida por Dios para realizar el plan de la salvaci?n, centrado en el gran misterio de la encarnaci?n del Verbo divino.

En estos d?a de fiesta nos hemos detenido a contemplar en el bel?n la representaci?n del Nacimiento. En el centro de esta escena encontramos a la Virgen Madre que ofrece al Ni?o Jes?s a la contemplaci?n de quienes acuden a adorar al Salvador: los pastores, la gente pobre de Bel?n, los Magos llegados de Oriente. M?s tarde, en la fiesta de la "Presentaci?n del Se?or", que celebraremos el 2 de febrero, ser?n el anciano Sime?n y la profetisa Ana quienes recibir?n de las manos de la Madre al peque?o Ni?o y lo adorar?n. La devoci?n del pueblo cristiano siempre ha considerado el nacimiento de Jes?s y la maternidad divina de Mar?a como dos aspectos del mismo misterio de la encarnaci?n del Verbo divino. Por eso, nunca ha considerado la Navidad como algo del pasado. Somos "contempor?neos" de los pastores, de los Magos, de Sime?n y Ana, y mientras vamos con ellos nos sentimos llenos de alegr?a, porque Dios ha querido ser Dios con nosotros y tiene una madre, que es nuestra madre.

Del t?tulo de "Madre de Dios" derivan luego todos los dem?s t?tulos con los que la Iglesia honra a la Virgen, pero este es el fundamental. Pensemos en el privilegio de la "Inmaculada Concepci?n", es decir, en el hecho de haber sido inmune del pecado desde su concepci?n. Mar?a fue preservada de toda mancha de pecado, porque deb?a ser la Madre del Redentor. Lo mismo vale con respecto a la "Asunci?n": no pod?a estar sujeta a la corrupci?n que deriva del pecado original la Mujer que hab?a engendrado al Salvador.

Y todos sabemos que estos privilegios no fueron concedidos a Mar?a para alejarla de nosotros, sino, al contrario, para que estuviera m?s cerca. En efecto, al estar totalmente con Dios, esta Mujer se encuentra muy cerca de nosotros y nos ayuda como madre y como hermana. Tambi?n el puesto ?nico e irrepetible que Mar?a ocupa en la comunidad de los creyentes deriva de esta vocaci?n suya fundamental a ser la Madre del Redentor. Precisamente en cuanto tal, Mar?a es tambi?n la Madre del Cuerpo m?stico de Cristo, que es la Iglesia. As? pues, justamente, durante el concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964, Pablo VI atribuy? solemnemente a Mar?a el t?tulo de "Madre de la Iglesia".

Precisamente por ser Madre de la Iglesia, la Virgen es tambi?n Madre de cada uno de nosotros, que somos miembros del Cuerpo m?stico de Cristo. Desde la cruz Jes?s encomend? a su Madre a cada uno de sus disc?pulos y, al mismo tiempo, encomend? a cada uno de sus disc?pulos al amor de su Madre. El evangelista san Juan concluye el breve y sugestivo relato con las palabras: "Y desde aquella hora el disc?pulo la acogi? en su casa" (Jn 19, 27). As? es la traducci?n espa?ola del texto griego: εiς tά ?δια; la acogi? en su propia realidad, en su propio ser. As? forma parte de su vida y las dos vidas se compenetran. Este aceptarla en la propia vida (εiς tά ?δια) es el testamento del Se?or. Por tanto, en el momento supremo del cumplimiento de la misi?n mesi?nica, Jes?s deja a cada uno de sus disc?pulos, como herencia preciosa, a su misma Madre, la Virgen Mar?a.

Queridos hermanos y hermanas, en estos primeros d?as del a?o se nos invita a considerar atentamente la importancia de la presencia de Mar?a en la vida de la Iglesia y en nuestra existencia personal. Encomend?monos a ella, para que gu?e nuestros pasos en este nuevo per?odo de tiempo que el Se?or nos concede vivir, y nos ayude a ser aut?nticos amigos de su Hijo, y as? tambi?n valientes art?fices de su reino en el mundo, reino de luz y de verdad.

?Feliz a?o a todos! Este es el deseo que os expreso a vosotros, aqu? presentes, y a vuestros seres queridos durante esta primera audiencia general del a?o 2008. Que el nuevo a?o, iniciado bajo el signo de la Virgen Mar?a, nos haga sentir m?s vivamente su presencia materna, de forma que, sostenidos y confortados por la protecci?n de la Virgen, podamos contemplar con ojos renovados el rostro de su Hijo Jes?s y caminar m?s ?gilmente por la senda del bien.

Una vez m?s: ?Feliz a?o a todos!

[Tras la audiencia, el Papa salud? a los peregrinos en varios idiomas. En espa?ol, dijo:]


Saludo a los peregrinos venidos de Espa?a y Latinoam?rica. Confi?monos a la Virgen Mar?a, para que nos conduzca a su Hijo Jesucristo y nos haga valientes constructores de su reino en este mundo. ?Feliz a?o nuevo!


[En italiano]


A todos los peregrinos de lengua italiana presentes en esta primera audiencia general de 2008 les expreso un afectuoso deseo de serenidad y bien para el nuevo a?o.
Dirijo un saludo especial a la comunidad de los Legionarios de Cristo, que provienen de diversos pa?ses, y en particular a los nuevos sacerdotes y a los representantes del "Regnum Christi". Queridos hermanos, el misterio de la encarnaci?n que celebramos en este tiempo lit?rgico os ilumine en el camino de fidelidad a Cristo. A ejemplo de Mar?a, conservad, meditad y seguid al Verbo que en Bel?n se hizo carne, y difundid con entusiasmo su mensaje de salvaci?n.

Saludo, por ?ltimo, a los j?venes, a los enfermos y a los reci?n casados. A vosotros, queridos j?venes, os deseo que consider?is cada d?a como un don de Dios, que es preciso acoger con gratitud y vivir con rectitud. A vosotros, queridos enfermos, que el nuevo a?o os conforte en el cuerpo y en el esp?ritu. Y vosotros, queridos reci?n casados, entrad en la escuela de la Sagrada Familia de Nazaret, para aprender a realizar una aut?ntica comuni?n de vida y amor.

Traducci?n distribuida por la Santa Sede

? Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana
Publicado por verdenaranja @ 23:09  | Habla el Papa
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