S?bado, 12 de enero de 2008
ZENITPublicamos la homil?a que pronunci? Benedicto XVI el 6 de enero de 2008 en la celebraci?n eucar?stica que presidi? en la Bas?lica de San Pedro del Vaticano con motivo de la solemnidad de la Epifan?a del Se?or, el 6 de enero.


Queridos hermanos y hermanas:
Celebramos hoy a Cristo, luz del mundo, y su manifestaci?n a las naciones. En el d?a de Navidad el mensaje de la liturgia era: "Hodie descendit lux magna super terram", "Hoy desciende una gran luz a la tierra" (Misal romano). En Bel?n, esta "gran luz" se present? a un peque?o grupo de personas, a un min?sculo "resto de Israel": a la Virgen Mar?a, a su esposo Jos?, y a algunos pastores. Una luz humilde, seg?n el estilo del verdadero Dios. Una llamita encendida en la noche: un fr?gil ni?o reci?n nacido, que da vagidos en el silencio del mundo... Pero en torno a ese nacimiento oculto y desconocido resonaba el himno de alabanza de los coros celestiales, que cantaban gloria y paz (cf. Lc 2, 13-14).


As?, aquella luz, aun siendo peque?a cuando apareci? en la tierra, se proyectaba con fuerza en los cielos. El nacimiento del Rey de los jud?os hab?a sido anunciado por una estrella que se pod?a ver desde muy lejos. Este fue el testimonio de "algunos Magos" que llegaron desde Oriente a Jerusal?n poco despu?s del nacimiento de Jes?s, en tiempos del rey Herodes (cf. Mt 2, 1-2).


Una vez m?s, se comunican y se responden el cielo y la tierra, el cosmos y la historia. Las antiguas profec?as se cumplen con el lenguaje de los astros. "De Jacob avanza una estrella, un cetro surge de Israel" (Nm 24, 17), hab?a anunciado el vidente pagano Balaam, llamado a maldecir al pueblo de Israel y que, al contrario, lo bendijo porque, como Dios le revel?, "ese pueblo es bendito" (Nm 22, 12).


Cromacio de Aquileya, en su Comentario al evangelio de san Mateo, relacionando a Balaam con los Magos, escribe: "Aquel profetiz? que Cristo vendr?a; estos lo vieron con los ojos de la fe". Y a?ade una observaci?n importante: "Todos vieron la estrella, pero no todos comprendieron su sentido. Del mismo modo, nuestro Se?or y Salvador naci? para todos, pero no todos lo acogieron" (ib., 4, 1-2). Este es, en la perspectiva hist?rica, el significado del s?mbolo de la luz aplicado al nacimiento de Cristo: expresa la bendici?n especial de Dios en favor de la descendencia de Abraham, destinada a extenderse a todos los pueblos de la tierra.
De este modo, el acontecimiento evang?lico que recordamos en la Epifan?a, la visita de los Magos al Ni?o Jes?s en Bel?n, nos remite a los or?genes de la historia del pueblo de Dios, es decir, a la llamada de Abraham, que encontramos en el cap?tulo 12 del libro del G?nesis. Los primeros once cap?tulos son como grandes cuadros que responden a algunas preguntas fundamentales de la humanidad: ?Cu?l es el origen del universo y del g?nero humano? ?De d?nde viene el mal? ?Por qu? hay diversas lenguas y civilizaciones?


Entre los relatos iniciales de la Biblia aparece una primera "alianza", establecida por Dios con No?, despu?s del diluvio. Se trata de una alianza universal, que ata?e a toda la humanidad: el nuevo pacto con la familia de No? es, a la vez, un pacto con "toda carne" (cf. Gn 9, 15). Luego, antes de la llamada de Abraham, se encuentra otro gran cuadro, muy importante para comprender el sentido de la Epifan?a: el de la torre de Babel. El texto sagrado afirma que en los or?genes "todo el mundo ten?a un mismo lenguaje e id?nticas palabras" (Gn 11, 1). Despu?s los hombres dijeron: "Ea, vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la c?spide en los cielos, y hag?monos famosos, por si nos desperdigamos por toda la haz de la tierra" (Gn 11, 4). La consecuencia de este pecado de orgullo, an?logo al de Ad?n y Eva, fue la confusi?n de las lenguas y la dispersi?n de la humanidad por toda la tierra (cf. Gn 11, 7-8). Esto es lo que significa "Babel"; fue una especie de maldici?n, semejante a la expulsi?n del para?so terrenal.


En este punto se inicia la historia de la bendici?n, con la llamada de Abraham: comienza el gran plan de Dios para hacer de la humanidad una familia, mediante la alianza con un pueblo nuevo, elegido por ?l para que sea una bendici?n en medio de todas las naciones (cf. Gn 12, 1-3). Este plan divino se sigue realizando todav?a y tuvo su momento culminante en el misterio de Cristo. Desde entonces se iniciaron "los ?ltimos tiempos", en el sentido de que el plan fue plenamente revelado y realizado en Cristo, pero debe ser acogido por la historia humana, que sigue siendo siempre historia de fidelidad por parte de Dios y, lamentablemente, tambi?n de infidelidad por parte de nosotros los hombres.


La Iglesia misma, depositaria de la bendici?n, es santa y a la vez est? compuesta de pecadores; est? marcada por la tensi?n entre el "ya" y el "todav?a no". En la plenitud de los tiempos Jesucristo vino a establecer la alianza: ?l mismo, verdadero Dios y verdadero hombre, es el Sacramento de la fidelidad de Dios a su plan de salvaci?n para la humanidad entera, para todos nosotros.


La llegada de los Magos de Oriente a Bel?n, para adorar al Mes?as reci?n nacido, es la se?al de la manifestaci?n del Rey universal a los pueblos y a todos los hombres que buscan la verdad. Es el inicio de un movimiento opuesto al de Babel: de la confusi?n a la comprensi?n, de la dispersi?n a la reconciliaci?n. Por consiguiente, descubrimos un v?nculo entre la Epifan?a y Pentecost?s: si el nacimiento de Cristo, la Cabeza, es tambi?n el nacimiento de la Iglesia, su cuerpo, en los Magos vemos a los pueblos que se agregan al resto de Israel, anunciando la gran se?al de la "Iglesia pol?glota" realizada por el Esp?ritu Santo cincuenta d?as despu?s de la Pascua.


El amor fiel y tenaz de Dios, que mantiene siempre su alianza de generaci?n en generaci?n. Este es el "misterio" del que habla san Pablo en sus cartas, tambi?n en el pasaje de la carta a los Efesios que se acaba de proclamar. El Ap?stol afirma que este misterio le "fue comunicado por una revelaci?n" (Ef 3, 3) y ?l se encarg? de darlo a conocer.
Este "misterio" de la fidelidad de Dios constituye la esperanza de la historia. Ciertamente, se le oponen fuerzas de divisi?n y atropello, que desgarran a la humanidad a causa del pecado y del conflicto de ego?smos. En la historia, la Iglesia est? al servicio de este "misterio" de bendici?n para la humanidad entera. En este misterio de la fidelidad de Dios, la Iglesia s?lo cumple plenamente su misi?n cuando refleja en s? misma la luz de Cristo Se?or, y as? sirve de ayuda a los pueblos del mundo por el camino de la paz y del aut?ntico progreso.


En efecto, sigue siendo siempre v?lida la palabra de Dios revelada por medio del profeta Isa?as: "La oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, mas sobre ti amanece el Se?or y su gloria sobre ti aparece" (Is 60, 2). Lo que el profeta anuncia a Jerusal?n se cumple en la Iglesia de Cristo: "A tu luz caminar?n las naciones, y los reyes al resplandor de tu aurora" (Is 60, 3).


Con Jesucristo la bendici?n de Abraham se extendi? a todos los pueblos, a la Iglesia universal como nuevo Israel que acoge en su seno a la humanidad entera. Con todo, tambi?n hoy sigue siendo verdad lo que dec?a el profeta: "Espesa nube cubre a los pueblos" y nuestra historia. En efecto, no se puede decir que la globalizaci?n sea sin?nimo de orden mundial; todo lo contrario. Los conflictos por la supremac?a econ?mica y el acaparamiento de los recursos energ?ticos e h?dricos, y de las materias primas, dificultan el trabajo de quienes, en todos los niveles, se esfuerzan por construir un mundo justo y solidario.


Es necesaria una esperanza mayor, que permita preferir el bien com?n de todos al lujo de pocos y a la miseria de muchos. "Esta gran esperanza s?lo puede ser Dios, (...) pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano" (Spe salvi, 31), el Dios que se manifest? en el Ni?o de Bel?n y en el Crucificado Resucitado.


Si hay una gran esperanza, se puede perseverar en la sobriedad. Si falta la verdadera esperanza, se busca la felicidad en la embriaguez, en lo superfluo, en los excesos, y los hombres se arruinan a s? mismos y al mundo. La moderaci?n no s?lo es una regla asc?tica, sino tambi?n un camino de salvaci?n para la humanidad.


Ya resulta evidente que s?lo adoptando un estilo de vida sobrio, acompa?ado del serio compromiso por una distribuci?n equitativa de las riquezas, ser? posible instaurar un orden de desarrollo justo y sostenible. Por esto, hacen falta hombres que alimenten una gran esperanza y posean por ello una gran valent?a. La valent?a de los Magos, que emprendieron un largo viaje siguiendo una estrella, y que supieron arrodillarse ante un Ni?o y ofrecerle sus dones preciosos. Todos necesitamos esta valent?a, anclada en una firme esperanza.


Que nos la obtenga Mar?a, acompa??ndonos en nuestra peregrinaci?n terrena con su protecci?n materna. Am?n.

Traducci?n distribuida por ?L'Osservatore Romano?

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Publicado por verdenaranja @ 0:16  | Habla el Papa
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