S?bado, 19 de enero de 2008
ZENIT publica el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap., predicador de la Casa Pontificia, a la Liturgia de la Palabra del domingo, II del Tiempo Ordinario, 20 de Enero de 2008.


II Domingo del Tiempo Ordinario


Isa?as 49, 3.5-6; I Corintios 1, 1-3; Juan 1, 29-34



??He ah? el Cordero de Dios!?



En el Evangelio escuchamos a Juan el Bautista que, presentando a Jes?s al mundo, exclama: ??He ah? el cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo!?. El cordero, en la Biblia, y en otras culturas, es el s?mbolo del ser inocente, que no puede hacer da?o a nadie, sino s?lo recibirlo. Siguiendo este simbolismo, la primera carta de Pedro llama a Cristo ?el cordero sin mancha?, que, ?ultrajado, no respond?a con ultrajes, y sufriendo no amenazaba con venganza?. En otras palabras, Jes?s es, por excelencia, el Inocente que sufre.

Se ha escrito que el dolor de los inocentes ?es la roca del ate?smo?. Despu?s de Auschwitz, el problema se ha planteado de manera m?s aguda todav?a. Son incontables los libros escritos en torno a este tema. Parece como si hubiera un proceso en marcha y se escuchara la voz del juez que ordena al imputado a levantarse. El imputado en este caso es Dios, la fe.

?Qu? tiene que responder la fe a todo esto? Ante todo es necesario que todos, creyentes o no, nos pongamos en una actitud de humildad, porque si la fe no es capaz de ?explicar? el dolor, menos a?n lo es la raz?n. El dolor de los inocentes es algo demasiado puro y misterioso como para poderlo encerrar en nuestras pobres ?explicaciones?. Jes?s, que ciertamente ten?a muchas m?s explicaciones para dar que nosotros, ante el dolor de la viuda de Na?m y de las hermanas de L?zaro no supo hacer nada mejor que conmoverse y llorar.

La respuesta cristiana al problema del dolor inocente se contiene en un nombre: ?Jesucristo! Jes?s no vino a darnos doctas explicaciones del dolor, sino que vino a tomarlo silenciosamente sobre s?. Al actuar as?, en cambio, lo transform? desde el interior: de signo de maldici?n, hizo del dolor un instrumento de redenci?n. M?s a?n: hizo de ?l el valor supremo, el orden de grandeza m?s elevado de este mundo. Despu?s del pecado, la verdadera grandeza de una criatura humana se mide por el hecho de llevar sobre s? el m?nimo posible de culpa y el m?ximo posible de pena del pecado mismo. No est? tanto en una u otra cosa tomadas por separado -esto es, o en la inocencia o en el sufrimiento--, sino en la presencia contempor?nea de las dos cosas en la misma persona. Este es un tipo de sufrimiento que acerca a Dios. S?lo Dios, de hecho, si sufre, sufre como inocente en sentido absoluto.

Sin embargo Jes?s no dio s?lo un sentido al dolor inocente; le confiri? tambi?n un poder nuevo, una misteriosa fecundidad. Contemplemos qu? brot? del sufrimiento de Cristo: la resurrecci?n y la esperanza para todo el g?nero humano. Pero miremos lo que sucede a nuestro alrededor. ?Cu?nta energ?a y hero?smo suscita con frecuencia, en una pareja, la aceptaci?n de un hijo discapacitado, postrado durante a?os! ?Cu?nta solidaridad insospechada en torno a ellos! ?Cu?nta capacidad de amor que, si no, ser?a desconocida!

Lo m?s importante, en cambio, cuando se habla de dolor inocente, no es explicarlo, sino evitar aumentarlo con nuestras acciones y nuestras omisiones. Pero tampoco basta con no aumentar el dolor inocente; ?es necesario procurar aliviar el que exista! Ante el espect?culo de una ni?a aterida de fr?o que lloraba de hambre, un hombre grit?, un d?a, en su coraz?n a Dios: ??Oh Dios! ?D?nde est?s? ?Por qu? no haces algo por esa peque?a inocente??. Y Dios le respondi?: ?Claro que he hecho algo por ella: ?te he hecho a ti!?.

[Traducci?n del original italiano realizada por Marta Lago]
Publicado por verdenaranja @ 14:23  | Espiritualidad
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