Mi?rcoles, 06 de febrero de 2008
Carta de Cuaresma del Obispo de Z?rate-Campana (Argentina), Mons. Oscar Domingo Sarlinga, en la que se?ala que "al momento de la imposici?n de la Ceniza, recibimos del sacerdote la exhortaci?n de ?convertirnos y creer en el Evangelio?", de donde surge la necesidad de hacer penitencia y tener un esp?ritu austero en el tiempo de Cuaresma.

MI?RCOLES de CENIZA
2008


Queridos sacerdotes, di?conos, religiosos, religiosas, seminaristas, laicos y laicas, de esta porci?n del Pueblo de Dios que peregrina en Z?rate-Campana

Los invito a remontarnos al G?nesis, a nuestros or?genes. Cuando el divino "?cono" o imagen sagrada qued? como obscurecido con el pecado de nuestros primeros padres, ellos perdieron la "Justicia" (en sentido b?blico) y la inmortalidad de la que gozaban en el ?jard?n del Ed?n?. En su intenci?n creadora, Dios hab?a "soplado en su nariz un aliento de vida" (cf. G?n 2, 7), a fin de que la dimensi?n material y terrena del ser humano tuviese como alma y "soplo" esa vida espiritual, que constituye lo esencial de la persona humana, hecha "a imagen y semejanza de Dios" (cf. G?n 1, 26-27). Aqu? reside la base de toda esperanza y de toda visi?n esperanzadora sobre el ser humano.

Con el pecado original se produjo entonces, en cierto sentido una ?frustraci?n? fundamental: la conversi?n de ellos en "polvo" (tierra), logrando alcance y dimensi?n la fragilidad, la caducidad, la mortalidad. Con ese t?rmino, el texto sagrado quiere representarnos la fragilidad de la naturaleza humana a consecuencia de dicho pecado. Pero Dios no abandona a sus hijos: Jesucristo venci? todo pecado, todo mal, toda muerte; ?l nos ha salvado. ?l nos dio su gracia, nos restableci? como hijos, por el bautismo. Subsiste, sin embargo, una tendencia al mal en nosotros, que tenemos que vencer con ?oraci?n y penitencia?. Ambas dos requieren de la abnegaci?n, de la entrega generosa.

Desear?a hoy, Mi?rcoles de Ceniza, insistir en esta carta a ustedes dirigida, con mucho amor, sobre estos dos aspectos principales de este tiempo cuaresmal que iniciamos, ?oraci?n y penitencia?. De ambas dos, la segunda se ha vuelto incluso un poco antip?tica a la mentalidad dominante, incluso en los cristianos. Y la primera no siempre es bien comprendida y estimada. Quisiera tambi?n darle a esta carta un particular sentido misional, a las puertas del comienzo del A?O PAULINO (1) , al que nos ha convocado el Santo Padre Benedicto XVI, porque de un coraz?n que se convierte emergen siempre energ?as misionales, para la evangelizaci?n.

La Cuaresma, en cambio, hace manifiesto, como en una magn?fica s?ntesis, todo el programa de la vida cristiana. La oraci?n nos abre al Misterio, nos recuerda la necesidad que tenemos de Dios, de su voluntad de su generosidad y ayuda. Me refiero a esa necesidad (que s?lo los ?pobres de Yahveh? experimentan) que tenemos de estar unidos a ?l.

Para experimentar esta necesidad hay que estar abiertos a la gracia. De hecho, un coraz?n ?cerrado a la gracia?, nada quiere saber de oraci?n, y menos todav?a de penitencia; antes bien, le da fastidio, rechazo (2) . Y casi necesariamente buscar? ?suced?neos?.

I
LA PENITENCIA


La Iglesia ha reafirmado siempre la primac?a de los valores religiosos y sobrenaturales de la penitencia, capaces incluso hoy d?a de devolver al ser humano el ?sentido primordial? de todo. Me refiero al ?sentido de Dios? y de su soberan?a sobre el hombre y el mundo. La autonom?a (?auto-nom?a? significa etimol?gicamente ?la propia ley?) es buena y querida por Dios, en tanto que surge de la libertad interior. Si por ella, en cambio, se entiende: ?darse cada uno su propia ley, despreciando a Dios y a los dem?s?, entonces se transforma en ego?smo o avasallamiento y, como dice San Gregorio Magno, debemos renunciar a ella (3), en la medida en que se vuelve??dolo de s? misma? (4).

Al momento de la imposici?n de la Ceniza, recibimos del sacerdote la exhortaci?n de ?convertirnos y creer en el Evangelio?, pues a cada uno de nosotros se dirige la monici?n: "Eres polvo y al polvo volver?s" (G?n 3, 19). En el Nuevo Testamento y en la historia de la Iglesia ?aunque el deber de hacer penitencia est? motivado sobre todo por la participaci?n en los sufrimientos de Cristo?, se afirma, sin embargo, la necesidad de la ?ascesis? (el sacrificio) que purifica el alma y el cuerpo, con particular insistencia para seguir el ejemplo de Cristo (5) . Este aspecto de la espiritualidad est? un tanto dejado de lado. Y es muy importante en todos los sentidos, tambi?n en la ?ascesis? moral, psicol?gica.

Aqu? vemos una vez m?s cu?nto nos ense?a la Cuaresma, tiempo privilegiado, aun en estas ?pocas en que no falta la increencia y la indiferencia; tiempo lit?rgico que nos recuerda que la vida cristiana es un ?combate sin pausa?, en el que se deben usar las pac?ficas "armas" de la oraci?n, el ayuno y la penitencia, como nos lo expresaba el Papa Benedicto: ?Combatir contra el mal, contra cualquier forma de ego?smo y de odio, y morir a s? mismos para vivir en Dios es el itinerario asc?tico? (6).

II.
LAS ?OBRAS DE LA CARNE? EN SAN PABLO


A poco que miremos con algo de atenci?n en nuestro interior, y, por qu? no, en el los ojos de los dem?s, y en el coraz?n de nuestras comunidades, veremos cu?nto estamos necesitados de ?Renovaci?n? y ?Reconciliaci?n?, ambos frutos que siguen a la penitencia. Sin embargo, ni la una ni la otra, tal como dijera una vez S.S. Pablo VI, dar?an efecto alguno si no se realiza en nosotros ?una ruptura? (7). ?Qu? ruptura? ?nos preguntaremos- ?No hay acaso bastantes rupturas? (las hay, y no pocas escisiones, incluso, tambi?n mentales y espirituales). Me refiero a la ruptura con ?las obras de la carne?. No se oye hablar tanto de ellas. Estas ?ltimas, en cambio, lejos de ser un lejano eco de la predicaci?n de San Pablo, poseen una incre?ble y tangible actualidad. Y requieren del perd?n.

Las ?obras de la carne? (cf. G?l 5, 11-21) que menciona San Pablo no constituyen ?s?lo? los conocidos como ?pecados carnales? (de hecho son mentados ?fornicaci?n, impureza, lascivia..., embriagueces, org?as?). El Ap?stol menciona tambi?n otros pecados devastadores ?y cuando digo tal, estoy seguro de no hacer una exageraci?n literaria-, cuya dimensi?n ?carnal? no es, ante una mirada de superficie, tan evidente: ?idolatr?a, hechicer?a, odios, discordias, celos, iras, peleas, disensiones, divisiones, envidias...? (G?l 5, 20-21).

Todo el que tiene cierta experiencia de convivencia humana, y m?s a?n, de ?realidad pastoral? sabe que la alusi?n de San Pablo ha sido, dir?amos, de un ?realismo dram?tico? cuando se refiere a lo que se refiere. Se trata de heridas producidas por ?pecados del esp?ritu? humano, visto ?ste en tanto contrapuesto al Esp?ritu Santo que act?a en el alma (en el esp?ritu) del hombre (8). Tomemos, como al paso, los dos primeros vicios de esta segunda lista (idolatr?a, hechicer?a?): ?son lejan?simos de nuestros ambientes?. Es una pregunta. Los invito a reflexionar tambi?n sobre el resto del listado paulino, en especial en lo que concierne a nuestras vidas y nuestros ambientes comunitarios: odios, discordias, celos, iras, peleas, disensiones, divisiones, envidias.

Cuaresma tiene que ser para nosotros un tiempo en que tomemos conciencia de algo fundamental: no tenemos derecho a darle v?a ?sobre rieles aceitados? (no pocas veces por inconciencia, o imprudencia) a la obra del esp?ritu del Maligno, el cual, seg?n la Escritura, desea abatir la fe, para que los fieles descrean de Jesucristo (Cf 2 Co 4.4), para que adhieran a da?osas doctrinas (Cf 1 Tm 4.3), procurando que el evangelio sea vituperado (Cf 2 Pe 2.2), para que en las comunidades cristianas haya divisiones, contiendas, malos entendidos, rivalidad, envidias (Cf, adem?s de la carta a los G?latas, Stg 3.13 y ss), y en el fondo, para que los fieles no guardemos la Palabra de Dios en el coraz?n (Cf Mc 4.15), al rev?s de como lo hizo, por excelencia, Mar?a, la Mujer creyente. Sin embargo, ese esp?ritu del mal no tiene sobre nosotros ning?n poder, si guardamos en el coraz?n la Palabra y recibimos a Jes?s, principalmente en la Eucarist?a, pues ?todo es posible para el que cree?. El Amor vence todo; en esto se pone en juego la herencia misma del Reino (9) que el Se?or nos ha prometido.

III.
EL SEGUIMIENTO EN LA CRUZ MADURADO


El seguimiento de Cristo se madura en la Cruz. Si la rechazamos, rechazamos el camino del Se?or. Dice Cristo: ?Si alguien quiere venir en pos de m?, que renuncie a s? mismo, tome su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perder?, pero el que pierda la vida por m?, la salvar?. De qu? sirve al hombre ganar el mundo, si pierde su vida?? (Mt. 16, 24-26)

Tomar la cruz. En ello tiene mucho que ver la penitencia, ejercitada con la fidelidad perseverante a los deberes del propio estado, con la aceptaci?n de las dificultades procedentes del trabajo propio y de la convivencia humana (a veces dif?cil, y oportunidad m?s que rica para ejercer juntas todas las obras de misericordia espirituales), con el paciente sufrimiento de las pruebas de la vida terrena y de la consiguiente inseguridad que la invade(10) .

Todos los miembros de la Iglesia, en tanto sufrientes, somos llamados a unir nuestros dolores al sufrimiento de Cristo, para ofrecer por nosotros mismos y por nuestros hermanos, la bienaventuranza que se promete en el Evangelio a quienes sufren ?(11): hacerlo es morir en cierto sentido, como el grano de trigo que cae en tierra y muere y que produce fruto (Cf Jn. 12, 24-26).

De lo dicho, sin embargo, nada hay de com?n entre la penitencia cristiana y el masoquismo, o el obsesivo y est?ril sufrimiento por el sufrimiento mismo (y menos todav?a con quien padece el sentimiento sufriente y que, por venganza o complejo, hace sufrir a prop?sito a los dem?s). Al contrario, el cristianismo es una invitaci?n constante a la alegr?a y al goce de todas las cosas buenas y los buenos valores del mundo, que el Se?or ha creado y redimido. Al mismo tiempo, y m?s que una invitaci?n, el cristianismo es deber de poner todas las fuerzas para nuestra vida en este tiempo, pues la mortificaci?n y la penitencia no se traducen en psicol?gicas formas de debilidad o de complejos de inferioridad (12), sino que surgen de la gracia y de la colaboraci?n del esfuerzo de la voluntad humana. En ese sentido, manifiestan formas de particular fortaleza, dos de cuyos ?conos vivientes fueron Mar?a Sant?sima, la Virgen, y el Ap?stol Juan, junto a la Cruz de Jes?s.

As?, el secreto del cristianismo es el Amor salvador de Dios, y por consiguiente de Cristo, el Cual, ?me am? y se entreg? a s? mismo por m?? (Gal. 2, 20). ?sta es la religi?n fundada por Jesucristo: una religi?n surgida de la Bondad infinita de Dios, hasta la inmolaci?n en la Cruz. As?, Cristo es para nosotros, como en el pensamiento del Padre, el punto focal del universo, en ?l todo se centra y se restaura (Cfr. Ef. 1, 10) .(13)

IV
AMOR SALV?FICO PARA LA MISI?N A EMPRENDER


La Cuaresma es un tiempo fuerte del Esp?ritu, en el que ?ste acompa?a y estimula a la Iglesia a evangelizar en la unidad, construyendo la unidad en la verdad. Es por ese motivo que Pentecost?s tuvo lugar cuando los disc?pulos "estaban todos reunidos en un mismo lugar" (Hech 2,1), cuando "todos ellos perseveraban en la oraci?n" (Hech 1,14), junto a Mar?a, la Madre de Jes?s..

Esta Cuaresma es ocasi?n tambi?n para nosotros en preguntarnos si mantenemos vivos el esp?ritu de Pentecost?s, que nos envi? a "evangelizar en el Esp?ritu Santo", lo cual, sint?ticamente, significa ?evangelizar con la fuerza, con la novedad y en la unidad del Santo Esp?ritu de Dios?(14) . Su fuerza es m?s necesaria que nunca para el cristiano de nuestro tiempo, a quien se le pide que d? testimonio de su fe, esperanza y caridad (tambi?n la ?caridad social? en su dimensi?n de solidaridad), en un ambiente exterior tantas veces todav?a favorable, a menudo indiferente, algunas veces incluso hostil, y marcado no poco ?m?s bien bastante- por el relativismo y el secularismo.

Esta visi?n no nos tiene que hacer perder esperanza, sino todo lo contrario. Nos debe dar fuerzas para la ?nueva evangelizaci?n?, con un amor a la Iglesia como Cristo la am? hasta el fin, al punto que San Agust?n pudo decir: "Poseemos el Espiritu Santo, si amamos a la Iglesia" (15). ?Qu? Iglesia?. ?La que est? en nuestra imaginaci?n, quiz? febril?. No. Amamos a LA Iglesia, la real, la comunidad de los que han "nacido de lo alto", "de agua y Esp?ritu", como dice el evangelio de san Juan (Jn 3,3; 3,5). Porque la adhesi?n de la fe a este don de vivir en la Iglesia y desde ella evangelizar, es suscitada por la gracia, no por otra cosa. Pues -como lo manifestara San Ireneo de Lyon, Obispo y te?logo- entre el Esp?ritu Santo y la Iglesia existe un v?nculo ?nico e indisoluble: "Donde esta la Iglesia, ah? est? tambi?n el Esp?ritu de Dios; y donde est? el Esp?ritu del Se?or, ah? est? la Iglesia y toda gracia"(16) .

Nuestro Papa nos ha convocado al A?o Jubilar de San Pablo, y con esa oportunidad nos dec?a: ?(?) como en los inicios, tambi?n hoy Cristo necesita ap?stoles dispuestos a sacrificarse. Necesita testigos y m?rtires como san Pablo: un tiempo perseguidor violento de los cristianos, cuando en el camino de Damasco cay? en tierra, cegado por la luz divina, se pas? sin vacilaciones al Crucificado y lo sigui? sin volverse atr?s. Vivi? y trabaj? por Cristo; por ?l sufri? y muri?. ?Qu? actual es su ejemplo! (17). Hoy Cristo necesita de todos nosotros, tambi?n de nuestro sacrificio. ?Recibiremos, perdonados, humildes, alegres, su amoroso llamado?.

Pido al Se?or para todos ustedes, en especial para quienes m?s sufren, para los que han perdido la fe y la esperanza, para los que se encomiendan a las oraciones de la Iglesia, Paz y Bendici?n, y todas las gracias que necesitan, en esta Cuaresma que nos prepara a la Gloriosa Resurrecci?n de Jesucristo en nuestros corazones, con la intercesi?n piadosa de la Virgen Madre de Dios, Madre de la Iglesia, Estrella de la Evangelizaci?n.

+Oscar Sarlinga

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1. Como todos sabemos, el Papa Benedicto XVI ha anunciado oficialmente que al ap?stol San Pablo dedicaremos un a?o jubilar especial, desde el 28 de junio de este a?o de 2008 al 29 de junio del pr?ximo 2009, con ocasi?n del bimilenario del nacimiento del Ap?stol de las Gentes, que los historiadores sit?an entre los a?os 7 y 10 d.C.

2 No es el momento aqu? de abundar en esto, pero invito a relacionar este ?rechazo? por la oraci?n y la penitencia
con el pecado capital de la llamada ?pereza? (t?rmino que hoy d?a no nos dice mucho), que es el pecado de la ?acedia?, y que consiste en el profundo disgusto por las cosas de Dios, por la oraci?n en especial.

3 Cf SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 32 in Ev., en: PL 76, 1232.

4 Cf. CONC. ECUM. VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, nn. 10 y 41.

5 Respecto a la ascesis y a la penitencia; cf. Mt 17, 20; 5, 29-30; 11, 21-243, 4; 11, 7-11 (Cristo elogia a Juan Bautista); 4, 2; Mc 1, 13; Lc 4, 1-2 (Cristo ayuna). En el testimonio y en la doctrina de san Pablo, v?ase: 1Co 9,
24-27; Ga 5, 16; 2Co 6,5; 11, 27; 3) En la primitiva Iglesia: Hch 13, 3; 14, 22. Los Santos Padres de la Iglesia se
refirieron continuamente a la penitencia, como constatamos en la antiqu?sima Didach?, 1, 4: F. X. Funk, I, p. 2; S, y en los Padres: Cf. CLEMENTE ROMANO, I Corinthios, 7, 4-8, 5: F. X. Funk, I, pp. 108-110; II Clementis, 16, 4: F. X. Funk, II, p.204; OR?GENES, Homiliae in Leviticum, homil?a 10, 2: PG 12, 528; SAN ATANASIO, De virginitate, 6: PG 28, 257; 7 8: PG 28, 260, 261; SAN BASILIO, Homiliae, homil?a 2, 5: PG 31, 192; 8. SAN AMBROSIO De virginibus, 3, 2, 5: PL 16, 221; De Elia et Ieiunio, 2, 2; 3, 4; 8, 22; 10, 33: PL, 698, 708; SAN JER?NIMO, Ep?stola 22, 17: PL 22, 404; Ep?stola 130,10: PL 22, 1115; SAN AGUST?N, Sermo 208, 2: PL 38, 1045; Ep?stola 211, 8 PL 33, 960; SAN LE?N MAGNO, Sermo 12, 4: PL 57, 171; Sermo 86, 1: PL 54, 437-438.

6 BENEDICTO XVI, Homil?a de S.S. Benedicto XVI, Mi?rcoles de Ceniza: ?Las armas del cristiano: oraci?n, ayuno y penitencia?, Ciudad del Vaticano, 1ro de marzo de 2006.

7 Cf PABLO VI, Alocuci?n del 9 de mayo 1973, Ciudad del Vaticano.

8 Cf SANTO TOM?S DE AQUINO, S.Theol., I-IIae, q. 70.

9 Cf Gal, 5,19-21; Rm 1, 28-32; 1 Co 6, 9-10; Ef 5, 3-5; Col 3, 5-8; 1 Tm 1, 9-10; 2 Tm 3, 2-5.

10 Cf. CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, nn. 34, 36 y 41; Id., Const. past. Gaudium et spes, n. 4.

11 Cf. Id. Const. dogm. Lumen gentium, 41.

12 Id. Const. past. Gaudium et Spes, 4.

13 Cf. SANTO TOM?S DE AQUINO, S. Theol. III, 1, 1.

14 El Evangelio nos dice que los oyentes se asombraban de Jes?s, porque "les ense?aba como quien tiene autoridad, y
no como los escribas" (Mc 1,22). De hecho, la palabra de Jes?s es ?preformativa?: expulsa a los demonios, aplaca
las tempestades, cura a los enfermos, perdona a los pecadores y resucita a los muertos.

15 SAN AGUST?N, In Io 32,8

16 SAN IRENEO DE LYON, Adv. haer., III, 24, 1.

17 BENEDICTO XVI, Anuncio papal del A?o de san Pablo, Homil?a en las v?speras de la solemnidad de San Pedro y San
Pablo, Ciudad del Vaticano, lunes, 23 de julio 2007.
Publicado por verdenaranja @ 23:05  | Hablan los obispos
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