Viernes, 29 de febrero de 2008
VATICANO - “La Dominus Iesus y las religiones" de Su Exc. Mons. Angelo Amato, Arzobispo Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe (cuarta parte)

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Por gentil concesión de "L’Osservatore Romano", la Agencia Fides publica el texto integral de la Conferencia del año Académico 2007-2008 del instituto Teológico de Asís, pronunciada por Su Exc. Mons. Angelo Amato, Arzobispo Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre el tema “la Dominus Iesus y las religiones". Las traducciones en las diversas lenguas han sido realizadas por la Agencia Fides, no revisadas por el autor.

La doctrina eclesiológica: la Iglesia único sacramento de salvación

En relación a las afirmaciones cristológicas, la Declaración dedica otros tres capítulos a la enunciación de la doctrina eclesiológica, resaltando algunos aspectos esenciales del misterio de la Iglesia.
En correspondencia con la unicidad y la universalidad del misterio salvífico de Cristo, se afirma la existencia de una única Iglesia: «debe ser firmemente creída como verdad de fe católica la unicidad de la Iglesia por él fundada. Así como hay un solo Cristo, uno solo es su cuerpo, una sola es su Esposa: una sola Iglesia católica y apostólica» (n. 16).

En lo que se refiere a la relación entre Iglesia y Reino de Dios, se resalta que la Iglesia es el reino de Cristo ya presente «en germen y en principio» en la historia, aunque su definitiva realización llegará con el fin y el cumplimiento de la historia (n. 18).

En correspondencia con la universalidad salvífica del misterio de Cristo, es motivada la necesidad de la Iglesia para la salvación de la humanidad. En el designio de Dios, la Iglesia, en cuanto «sacramento universal de salvación» (Lumen gentium, n. 48) y en cuanto íntimamente unida a Cristo su cabeza, tiene una imprescindible relación con la salvación de todo hombre.

Sobre las concretas modalidades de actuación de este influjo salvífico, la Declaración afirma: «Acerca del modo en el cual la gracia salvífica de Dios, que es donada siempre por medio de Cristo en el Espíritu y tiene una misteriosa relación con la Iglesia, llega a los individuos no cristianos, el Concilio Vaticano II se limitó a afirmar que Dios la dona “por caminos que Él sabe”» (DI n. 21). Esta afirmación será profundizada más adelante.

No se puede, por lo tanto, considerar a la Iglesia como un camino de salvación junto a otros, constituidos por otras religiones, las cuales serían complementarias o equivalentes a ella. No se puede reducir la función única y peculiar de la Iglesia, como instrumento de salvación para la humanidad entera: «Si bien es cierto que los no cristianos pueden recibir la gracia divina, también es cierto que objetivamente se hallan en una situación gravemente deficitaria si se compara con la de aquellos que, en la Iglesia, tienen la plenitud de los medios salvíficos» (DI n. 22).

La identidad reafirmada

Como se puede observar, la Declaración no dice cosas nuevas. Todo es, en efecto, tomado del magisterio conciliar y post conciliar de la Iglesia. Reafirma, sin embargo, con un lenguaje claro y preciso, algunos elementos doctrinales centrales de la identidad católica, con frecuencia olvidados o negados por tesis ambiguas o erróneas. La investigación teológica no es detenida, más aún es invitada varias veces a proseguir en su reflexión.

En el capítulo sobre la unicidad y la universalidad del misterio salvífico de Cristo, por ejemplo, la teología es «invitada a explorar si es posible, y en qué medida, que también figuras y elementos positivos de otras religiones puedan entrar en el plan divino de la salvación» (n. 14).

Además, debe ser estudiada en toda su profundidad la afirmación conciliar (Lumen gentium, n. 62) sobre la única mediación del Redentor, que no excluye, sino que suscita en las criaturas una propia cooperación: «Se debe profundizar el contenido de esta mediación participada, siempre bajo la norma del principio de la única mediación de Cristo» (DI n. 14).

Debe ser ilustrado en modo adecuado el misterioso don de la gracia donada también a los no cristianos: «El Concilio Vaticano II se limitó a afirmar que Dios la dona “por caminos que Él sabe”. La Teología está tratando de profundizar este argumento» (DI n. 21).

Finalmente, la Declaración desde su introducción precisó que el diálogo interreligioso, así como el diálogo ecuménico, debían continuar su camino, desde el momento que «en la práctica y profundización teórica del diálogo entre la fe cristiana y las otras tradiciones religiosas surgen cuestiones nuevas, las cuales se trata de afrontar recorriendo nuevas pistas de búsqueda, adelantando propuestas y sugiriendo comportamientos, que necesitan un cuidadoso discernimiento» (DI n. 3). La Declaración ha buscado cerrar solamente aquellos caminos que llevan a calles sin salida. De tal modo el diálogo interreligioso se libera del peligro de una religiosidad universal indiferenciada, con un mínimo común denominador, y lo hace volver al camino de la verdad, en el respeto de la propia identidad así como de aquella de los otros: «De hecho, la Iglesia, guiada por la caridad y el respeto de la libertad, debe empeñarse primariamente en anunciar a todos los hombres la verdad definitivamente revelada por el Señor, y a proclamar la necesidad de la conversión a Jesucristo y la adhesión a la Iglesia a través del bautismo y los otros sacramentos, para participar plenamente de la comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo» (DI n. 22). (4- continua) (Agencia Fides 29/2/2008 Líneas: 66 Palabras: 896)


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VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA por don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - Política, católicos, testimonio y misión

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “Tengan bien presente que ha sido el Señor, mi Dios, el que me ordenó enseñarles los preceptos y las leyes que ustedes deberán cumplir en la tierra de la que van a tomar posesión. Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque ellos serán vuestra sabiduría y prudencia a los ojos de los pueblos” (Deuteronomio 4,5-6).

Esta declaración de Moisés al pueblo de Israel debería ser meditada por los políticos católicos que consideran prescindir de su identidad en nombre de la superación de “empalizados”. Podríamos actualizar las palabras: “ellos serán vuestra sabiduría y prudencia a los ojos de los pueblos”, traduciendo “ellos serán vuestra identidad ante los demás”.

Si partido viene de parte, ¿cómo podrían estar juntos en él “dos partes”, dos identidades sustancialmente diferentes y contrapuestas, pensando ser una sola? Se responde: en nombre de la laicidad. Bien: ¿qué laicidad?

Para la doctrina social católica la laicidad es autonomía de la esfera civil y política de aquella religiosa y eclesiástica, pero no de aquella moral (ver “Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política”, n. 6). Esta es la “sana laicidad” o la “laicidad bien entendida” como ha frecuentemente recordado el Santo Padre Benedicto XVI, de otro modo es “mal entendida” y confundida como “pluralismo en clave de relativismo moral, nociva para la misma vida democrática, pues ésta tiene necesidad de fundamentos verdaderos y sólidos, esto es, de principios éticos que, por su naturaleza y papel fundacional de la vida social, no son negociables” (Ibidem, n. 3).

No por casualidad se han multiplicado, en varios ámbitos sociales, los pedidos de ‘códigos éticos’: estos, en realidad, no son sino el “entrar por la ventana”, lamentablemente en versión caricaturesca, del Decálogo del Sinaí puesto “afuera de la puerta” por cierto laicismo ideológico de nuestra parte y europeo.

Regresa, en forma descentrada, la ética del Estado de hegeliana memoria que sustituyó la de Dios y se divinizó en las formas estatales nazistas y comunistas. Sobre todo esto quisiéramos que mediten aquello católicos tan prontos, en modo irenista e ideológico, a promover, sobre los justos valores de la paz y de la moratoria de la pena de muerte, meetings y moratorias con cualquiera, pero renuentes para unirse con los mismos hermanos de fe para “observar y poner en práctica en el país” al menos la ética del Sinaí, si no la del Discurso de la Montaña.

¿No deberían dar testimonio de este ética, como a la raíz de una Nación como Italia, y de un continente como Europa, cada vez más territorio de misión y de nuevo anuncio del Evangelio? Una falsa concordia, fruto de compromisos identitarios, en nombre de los valores, ante todo el de la falsa paz construida por el hombre y según los dictámenes de los poderes fuertes del mundo, es obra del Anticristo, como preveía Solov’ev al inicio del siglo pasado.

El significado profundo de ser cristianos, hoy como siempre, está representado por el binomio imprescindible de unidad y misión. La búsqueda de la unidad entre los creyentes en Cristo “para que todos sean uno”, y la misión, la evangelización como elemento irrenunciable del vivir cristiano, como cumplimiento del mandamiento de Cristo, deben caracterizar toda existencia cristiana en todo ámbito, incluso en el político. La evangelización es hoy absolutamente prioritaria y esencial en una Europa sacudida por una crisis de fe sin igual en la historia, como en los demás continentes: “La Misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse. A finales del segundo milenio después de su venida, una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio” (Redemptoris missio,1).

Aquí continúa el discurso de Moisés: “los cuales (pueblos) al oír todas estas leyes, dirán: Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación. ¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos?” (Dt 4,6-7).

Es necesario superar ese “respeto humano” que hace que la parte laica se queje de injerencia, o de integralismo en la misma parte católica, cada vez que un católico continúa a ser tal, incluso si se sienta en uno de los parlamentos de las democracias del mundo. Como reafirmó el Santo Padre Benedicto XVI a los Padres de la Congregación General de la Compañía de Jesús: “tenéis que estar también atentos para que vuestras obras e instituciones conserven siempre una clara y explícita identidad, para que el fin de vuestra actividad [...] no sea ambigua u oscura, y para que tantas otras personas puedan compartir vuestros ideales y unirse a vosotros eficazmente y con entusiasmo” (Discurso del 21 de febrero de 2008).

¿Es posible que eso no valga también para los católicos comprometidos en política? ¡Muy distinto a dejar fuera de la política los valores éticos! Los católicos están llamados a tener una presencia y una unidad visible en cualquier lugar del mundo donde se encuentren. Ser testigos auténticos del Evangelio es la misión a la que están llamados por el bautismo, ningún creyente se puede excluir del deber supremo de anunciar a Cristo a todos los pueblos. (Agencia Fides 28/2/2008; líneas 62, palabras 886)


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  Desde la Delegación de Justicia y Paz de la Diócesis de Tenerife nos remiten el siguiente Decálogo para tiempo de Elecciones.            


 Ofrecemos este "Decálogo para tiempo de elecciones" de Justicia y Paz, queriendo aportar una reflexión que nos ayude a todos -candidatos y  efectos- a tomar responsabilidad, coherencia y respeto a los Derechos Humanos, en este momento tan importante de la vida ciudadana.
                       Nuestro agradecimiento, de ante mano, porque sabemos que lo difundirás desde todas tus posibilidades.
                       Un Saludo.

                       Carmen Luisa González Expósito
                       Presidenta de La Comisión Diocesana Justicia y Paz de Tenerife. 

 

DECÁLOGO PARA UN TIEMPO DE ELECCIONES

           

Llegan las elecciones y toca pensar en qué hacer para que nuestro comportamiento se corresponda con el de un ciudadano responsable, con el de un cristiano comprometido con su tiempo. Por eso, desde las líneas que siguen, queremos ofrecer, como en otras ocasiones, elementos para el análisis y la reflexión sobre el comportamiento de candidatos y electores.

 

            Así, te presentamos un decálogo que, contra las posturas más habituales, ofrece la alternativa de un mejor comportamiento:

 

1.- El tiempo de elecciones es un tiempo en el que florecen las ofertas, las gangas... Como en un mercado, los candidatos ofrecen todo un conjunto de beneficios o ventajas para el consumidor, para el elector, muchas veces, no como fruto de las posibilidades que contienen sus propios proyectos, sino simplemente para mejorar la oferta del adversario.


                        Por ello, estimamos que, contra la promesa fácil de los candidatos, el elector debe considerar la confianza que le inspire su compromiso para el cumplimiento responsable de los programas y la valoración de su comportamiento.

 

2.- El tiempo de elecciones suele ser ocasión para la descalificación y el insulto a los contrarios, simplificando los mensajes y utilizando etiquetas que ya deberían estar superadas como, izquierdas versus derechas, reaccionarios-progresistas, fascistas-antifascistas...


                        Por ello, desde una actitud respetuosa con los oponentes, contra el vicio de la descalificación y el ataque al adversario, debemos valorar un comportamiento centrado en la defensa y la justificación de los propios programas.

 

3.- Hoy vivimos un tiempo en que, a falta de convicciones y valores más profundos y contrastados, se percibe una credulidad y simpleza generadora de hombres y mujeres cándidos y fáciles de seducir. Por ello, contra la admiración excesiva, simple y poco crítica de los líderes avalados por los medios de comunicación, proponemos el apoyo de trayectorias comprometidas con la mejora de los derechos de todos.

 

                        ¿Y qué mejor contraste y de mayor confianza para los cristianos que la evaluación de esas trayectorias a la luz del Evangelio?

 

4.- También echamos de menos en estos días de campaña, caracterizados por un ambiente de mayor crispación, que con frecuencia cae en el insulto, la serenidad de una crítica reflexiva de las posiciones del adversario.

 

                        La crispación nace de entender que la mejor defensa de nuestras      “verdades” se logra destacando los “errores” del otro; por el contrario, la serenidad nace del fundamento y la confianza en nuestros propios argumentos. ¿A qué obedecerá la actitud de quienes desean ganarse el favor de los electores suscitando la crispación, sino a la debilidad de sus propios argumentos?

 

5.- Llegado el día de las elecciones, contra la irresponsabilidad o el pasotismo de quienes se abstienen, y desde la defensa del compromiso social del cristiano, nos parece obligada nuestra participación, al menos como votantes. Antes de denostar la política y los políticos, debemos pensar que son indispensables para la democracia y que son un reflejo de la sociedad y de todos nosotros.

 

                        Elegir es una acción indelegable, y parece aconsejable para el mejor gobierno, que la fuerza política ganadora nos represente a “todos”, no sólo a sus votantes y afines. Por ello, contra la abstención, parece recomendable el ejercicio responsable del derecho y la obligación de participar, incluso con el voto en blanco.

6.- En un tiempo de superficialidad, contra el voto fácil y visceral, ¿qué mejor respuesta que la reflexión y el análisis de los programas ofrecidos?

 

                        Es obligación del cristiano ahondar en los programas electorales y no quedarse en los titulares, porque la profundización es un vehículo de paz

 

7.- Insertos en una cultura que exalta el éxito, la suerte y el saber aprovechar las oportunidades, contra el “oportunismo” de quienes calculan la ocasión conveniente, anteponiéndola a la defensa de la verdad y la justicia, el ciudadano responsable debe oponer un voto soportado en convicciones ideológicas y morales, así como en la valoración de la ejecutoria de quienes reclaman nuestro voto.

 

8.- Tras el recuento de votos, antes que el reconocimiento de las virtudes del contrario, los ganadores ponen énfasis en la exaltación de su victoria. ¿No sería mejor ponderar las dificultades de un triunfo en buena lid que destacar los defectos del contrario?

 

                        Un comportamiento de esta naturaleza, denotaría el respeto que nos merece el elector como ciudadano que decide  y la limpieza del proceso, por encima del desprecio que nos merece el contrario.

 

9.- Por su parte, los perdedores, contra el reconocimiento de la victoria de quienes han merecido la confianza de los votantes, hacen una interpretación interesada de los resultados, maquillando su derrota.

 

                        ¿No sería más honesto reconocer que, en democracia, la mayoría obtenida procede del legítimo derecho de todo ciudadano a expresar su opinión?

 

10. Por fin, pasadas las elecciones, ¿contra la exclusión del derrotado, no sería aconsejable la invitación a su participación en las tareas públicas de mayor trascendencia como la educación, la política antiterrorista, la planificación de recursos hidráulicos...? ¿No sería aconsejable tener claro que la “cosa pública” es de todos, que el alcance de estas actuaciones supera a la legislatura y que deben construirse sobre el consenso y el interés de todos?

 

Y agotado el decálogo, concluimos haciendo un par de observaciones, de mayor interés en la medida en que nos sintamos miembros de una Iglesia comprometida con el reino de Dios en la tierra:

 

  • Parece obligado para los cristianos, constatar desde la práctica, el respeto y promoción de los derechos individuales y sociales a la luz del Evangelio.

 

  • Y de igual modo, siguiendo siempre la recta conciencia, procurar conocer directamente la orientación de la Iglesia sobre las elecciones, sin quedarse en los titulares o frases aisladas.

 

Febrero 2007

 


Publicado por verdenaranja @ 23:09  | Caritas
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El equipo de  Caritas Diocesana de Tenerife "El Surco" nos remite información de charla informativ a sobre proyectos y colectivos con los que rabaja.

LA CHARLA ES EL MARTES 4 DE MARZO A LAS 20.30 EN LOS SALONES 
PARROQUIALES DE LA  PARROQUIA DEL PILAR DE SANTA CRUZ DE TENERIFE



Buenos días!!!


Les remito la información de la charla informativa que dará Caritas Diocesana de Tenerife sobre los proyectos y colectivos con los que  trabajamos (inmigrantes, personas sin hogar, 3ª edad, mujeres,  familia, empleo...). Es bueno que la sociedad conozca  los recursos  con los que contamos para poder ayudar a aquellas personas que nos  encontremos en nuestro camino. Muchas veces podemos ayudar a alguien  sólo con derivarlo al sitio adecuado.


Esta charla/exposición será impartida por los coordinadores de Cáritas  Diocesana en los salones de la  Parroquia Ntra Sra del Pilar en S/C de  Tenerife, a las 20:30h. (Entrada por la calle San Lucas).


Ruego la mayor difusión posible, y por supuesto la aistencia de todos  ( para ayudar hay que conocer).


Muchísimas gracias en nombre de los últimos y no atendidos.
Att:
Irene Bernal (coordinadora del DPAC)


Atentamente les saluda

Miguel Angel Gonzalez Martin - Equipo de El Surco - Cáritas Tenerife

[email protected]   http://comerciojustoelsurco.blogspot.com/

El Surco
Calle Juan Pablo II, 26
38004 - Santa Cruz de Tenerife
Islas Canarias - España
Tfno.: 922 272 862
Fax: 922 272 862


HORARIO: lunes a viernes de 10:00 a 13:30 y tardes de 17:00 a 20:00
          sábado de 10:00 a 13:00


Publicado por verdenaranja @ 22:42  | Caritas
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Discurso que dirigió Benedicto XVI el jueves, 28 de Febrero de 2008, a los obispos de la Conferencia Episcopal de El Salvador, con quienes se había reunido personalmente en días pasados, con motivo de su visita ad limina apostolorum.

 

 

Queridos Hermanos en el Episcopado:


1. Con gran alegría os recibo en este día en el que, con motivo de vuestra visita Ad limina, habéis venido hasta las tumbas de los Apóstoles para reforzar los lazos de comunión de vuestras respectivas Iglesias Particulares con la Sede Apostólica. Mi dicha es aún mayor porque ésta es la primera vez que tengo la oportunidad de encontrarme con vosotros como Sucesor de Pedro. Agradezco a Mons. Fernando Sáez Lacalle, Arzobispo de San Salvador y Presidente de la Conferencia Episcopal, las atentas palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. A través de vosotros, envío un saludo especial a vuestros sacerdotes, religiosos y fieles laicos, que con generosidad e infatigable esfuerzo viven y anuncian la Buena Nueva de la Redención que Cristo nos ha traído, verdadera y única esperanza para todas las gentes.


En su mayoría, el pueblo salvadoreño se caracteriza por tener una fe viva y un profundo sentimiento religioso. El Evangelio, llevado allí por los primeros misioneros y predicado también con fervor por pastores llenos de amor de Dios, como Mons. Óscar Arnulfo Romero, ha arraigado ampliamente en esa hermosa tierra, dando frutos abundantes de vida cristiana y de santidad. Una vez más, queridos Hermanos Obispos, se ha hecho realidad la capacidad transformadora del mensaje de salvación, que la Iglesia está llamada a anunciar, porque ciertamente «la Palabra de Dios no está encadenada» (2 Tm 2, 9) y es viva y eficaz (cf. Hb 4, 12).


2. Como Pastores de la Iglesia, vuestros corazones se conmueven al contemplar las graves necesidades del pueblo que os ha sido encomendado, y al que queréis servir con amor y dedicación. A causa de la situación de pobreza muchos se ven obligados a emigrar en busca de mejores condiciones de vida, lo cual provoca a menudo consecuencias negativas para la estabilidad del matrimonio y de la familia. Sé también de los esfuerzos que estáis haciendo para promover la reconciliación y la paz en vuestro País, y superar así dolorosos acontecimientos del pasado.


Al mismo tiempo, habéis dedicado una carta pastoral en 2005 al problema de la violencia, considerado como el más grave en vuestra Nación. Al analizar sus causas, reconocéis que el incremento de la violencia es consecuencia inmediata de otras lacras sociales más profundas, como la pobreza, la falta de educación, la progresiva pérdida de aquellos valores que han forjado desde siempre el alma salvadoreña y la disgregación familiar. En efecto, la familia es un bien indispensable para la Iglesia y la sociedad, así como un factor básico para construir la paz (cf. Mensaje Jornada Mundial de la Paz 2008, n. 3). Por eso, sentís la necesidad de revitalizar y fortalecer en todas las Diócesis una adecuada y eficaz pastoral familiar, que ofrezca a los jóvenes una sólida formación espiritual y afectiva, que les ayude a descubrir la belleza del plan de Dios sobre el amor humano, y les permita vivir con coherencia los auténticos valores del matrimonio y de la familia, como la ternura y el respeto mutuo, el dominio de sí, la entrega total y la fidelidad constante.


3. Frente a la pobreza de tantas personas, se siente como una necesidad ineludible la de mejorar las estructuras y condiciones económicas que permitan a todos llevar una vida digna. Pero no se ha de olvidar que el hombre no es un simple producto de las condiciones materiales o sociales en que vive. Necesita más, aspira a más de lo que la ciencia o cualquier iniciativa humana puede dar. Hay en él una inmensa sed de Dios. Sí, queridos Hermanos Obispos, los hombres anhelan a Dios en lo más íntimo de su corazón, y Él es el único que puede apagar su sed de plenitud y de vida, porque sólo Él nos puede dar la certeza de un amor incondicionado, de un amor más fuerte que la muerte (cf. Spe salvi, 26). «El hombre necesita a Dios, de lo contrario queda sin esperanza» (ibíd., 23).


Por ello es preciso impulsar un ambicioso y audaz esfuerzo de evangelización en vuestras comunidades diocesanas, orientado a facilitar en todos los fieles ese encuentro íntimo con Cristo vivo que está a la base y en el origen del ser cristiano (cf. Deus caritas est, 1). Una pastoral, por tanto, que esté centrada «en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste» (Novo millennio ineunte, 29). Hay que ayudar a los fieles laicos a que descubran cada vez más la riqueza espiritual de su bautismo, por el cual están «llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor» (Lumen gentium, 40), y que iluminará su compromiso de dar testimonio de Cristo en medio de la sociedad humana (cf. Gaudium et spes, 43). Para cumplir esta altísima vocación necesitan estar bien enraizados en una intensa vida de oración, escuchar asidua y humildemente la Palabra de Dios y participar frecuentemente en los sacramentos, así como adquirir un fuerte sentido de pertenencia eclesial y una sólida formación doctrinal, especialmente en cuanto se refiere a la doctrina social de la Iglesia, donde encontrarán criterios y orientaciones claras para poder iluminar cristianamente la sociedad en la que viven.


4. En vuestra solicitud pastoral, los sacerdotes han de ocupar un lugar muy especial. Con ellos os unen lazos estrechísimos en virtud del Sacramento del Orden que han recibido y de la participación en la misma misión evangelizadora. Ellos merecen vuestros mejores desvelos y vuestra cercanía a cada uno, conociendo su situación personal, atendiéndolos en todas sus necesidades espirituales y materiales y animándoles a proseguir con gozo su camino de santidad sacerdotal. Imitad en esto el ejemplo de Jesús, que consideraba amigos suyos a quienes estaban con Él (cf. Jn 15, 15).


Como fundamento y principio visible de unidad en vuestras Iglesias particulares (cf. Lumen gentium, 23) os aliento a ser promotores y modelos de comunión en el propio presbiterio, encareciendo a vivir la concordia y la unión de todos los sacerdotes entre sí y en torno a su Obispo, como manifestación de vuestro afecto de padre y hermano, sin dejar de corregir las situaciones irregulares cuando sea necesario.


El amor y la fidelidad del sacerdote a su vocación será la mejor y más eficaz pastoral vocacional, así como un ejemplo y estímulo para vuestros seminaristas, que son el corazón de vuestras Diócesis, y en los que tenéis que volcar vuestros mejores recursos y energías (cf. Optatam totius, 5), porque son esperanza para vuestras Iglesias.


Seguid también con atención la vida y el quehacer de los Institutos religiosos, estimando y promoviendo en vuestras comunidades diocesanas la vocación y misión específicas de la vida consagrada (cf. Lumen gentium, 44), y alentándolos a colaborar en la actividad pastoral diocesana para enriquecer, «con su presencia y su ministerio, la comunión eclesial» (Exhort. ap. Pastores gregis, 50).


5. Si bien los desafíos que tenéis ante vosotros son enormes y parecen superiores a vuestras fuerzas y capacidades, sabéis que podéis acudir con confianza al Señor, para quien nada hay imposible (cf. Lc 1, 37), y abrir vuestro corazón al impulso de la gracia divina. En ese contacto constante con Jesús, el Buen Pastor, en la oración, madurarán los mejores proyectos pastorales para vuestras comunidades y seréis verdaderamente ministros de esperanza para todos vuestros hermanos (cf. Pastores gregis, 3), pues Él es quien hace fecundo vuestro ministerio episcopal, que, a su vez, ha de ser un reflejo auténtico de vuestra caridad pastoral, a imagen de Aquel que vino «no a ser servido, sino a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10, 45).


6. Queridos Hermanos, al final de nuestro encuentro os agradezco de nuevo vuestra entrega generosa a la Iglesia y os acompaño con mi oración, para que en todos vuestros retos pastorales os llenen de esperanza y de ánimo las palabras del Señor Jesús: «he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). Os estrecho en mi corazón con un abrazo de paz, en el que incluyo a los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos de vuestras Iglesias locales. Sobre cada uno de vosotros y de vuestros fieles diocesanos imploro la constante protección de la Virgen María Reina de la Paz, Patrona de El Salvador, a la vez que os imparto con gran afecto la Bendición Apostólica.


[© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]


Publicado por verdenaranja @ 22:34  | Habla el Papa
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Cuarto Domingo

 
2 Marzo 2008


Jn 9, 5

 

 

Yo soy la luz del mundo

 

 

Te alabo Padre

por tu Hijo Jesucristo.

 

Él ha venido

a manifestar en su Vida

las obras de Dios y a iluminar
la ceguera de mi fe.

 

Humedece el barro seco
de mi pecado,

para que Tú lo moldees
a imagen de tu Hijo,
y llegue a ser luz
para mis hermanos.

 

¡VENGA TU ESPÍRITU
SOBRE MI OSCURIDAD
y me guíe hacia Ti,

que eres la Luz!


Amén

 

Texto: Hermanas Clarisas de Huesca - Dibujo: Auck
Editado por FNP a.s.b.l.,
17, rue de I'Hópital - B-6060 GIIly
con licencia eclesiástica por el Obispado de Huesca.


Publicado por verdenaranja @ 22:26  | Oraciones
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CUARTO DOMINGO DE CUARESMA


 «Soy la luz del mundo» (Jn 9, 5)


Hoy la Palabra de Dios viene a nosotros para ser de nuevo lámpara que alumbra nuestro caminar. Algunas veces sentimos que caminamos en tinieblas, sin saber adónde vamos, nos sentimos enfermos y ciegos en muchos aspectos, pero el Señor no se desentiende de nosotros. Jesús nos ofrece una nueva vida, una vida llena de alegría e iluminada por su presen­cia.

En el Bautismo fuimos elegidos y ungidos con el Espíritu Santo, la fuerza que nos hace capaces para realizar obras buenas. El encuentro con Jesús y la presencia del Espíritu resplandecerá en nosotros para alumbrar a otros hermanos que viven en tinieblas.


Publicado por verdenaranja @ 22:20  | Espiritualidad
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Jueves, 28 de febrero de 2008

Carta semanal del Arzobispo de Valencia don Agustín García-Gasco Vicente para el domingo 27 de Enero de 2008.

La familia nace del "sí" responsable y definitivo


La familia es la fuente e inspiración de la paz. Toda comunidad humana, desde la local hasta la que forman todos los pueblos de la tierra, necesita esta inspiración para conseguir una paz verdadera. Así lo señala Benedicto XVI en el Mensaje de la Paz de 2008. Sólo cuando estamos dispuestos a concebir la humanidad como una gran familia podemos avanzar en el compromiso por la libertad y la justicia para las personas, sin exclusiones ni discriminaciones.


Cuando las sociedades se inspiran en el modelo de la comunidad familiar facilitan la iniciativa y la participación de las personas. El Papa nos advierte que «la familia nace del “sí” responsable y definitivo de un hombre y de una mujer, y vive del “sí” consciente de los hijos que poco a poco van formando parte de ella». La familia nace del compromiso estable y duradero del varón y de la mujer que se dan y se reciben en alianza matrimonial, y crece con la lealtad y la gratitud de los hijos.


La libertad crece en la medida en que somos capaces de establecer relaciones personales consistentes, en la medida que confiamos en los demás y nos hacemos dignos de confianza. Es un error despreciar la capacidad de mantener los propios compromisos, tan esencial para articular los derechos y los deberes en una sociedad libre y democrática. El divorcio no ayuda a promover la capacidad de compromiso. La libertad individual necesaria para los grandes compromisos de la vida puede verse truncada por los vaivenes en las que acaban formándose personas de comportamiento errático.


Quien contrae verdadero matrimonio sabe en qué está comprometiendo su voluntad. El consentimiento y la entrega del varón a la mujer y de la mujer al varón, maduros y responsables, son expresiones de la libertad humana que favorecen una comunidad de vida estable, al servicio de los derechos de los niños a una educación en el amor. Las dificultades propias de la convivencia no llevan fatalmente a tener que romper los compromisos: se puede y se debe ayudar a superarlas, a proponer con esperanza una maduración en el amor y en la entrega.


El sí de los hijos, al que alude Benedicto XVI, introduce en la vida social la lealtad hacia los mayores, hacia aquellos a los que debemos la vida, la nutrición y la educación. Así se expresa la gratitud por los dones recibidos, y se reconoce que nuestros deberes hacia los demás justifican nuestros derechos. La gratitud hacia nuestros padres conduce a reconocer todo lo que hemos recibido de Dios, nuestro Padre.

El Santo Padre señala que «para prosperar, la comunidad familiar necesita del consenso generoso de todos sus miembros” el éxito de la convivencia familiar radica en que pide que todos estén activos para construirla, cada uno desde su propio papel e identidad.


Esta dinámica propia de la vida familiar es altamente beneficiosa para toda comunicación humana, porque consigue favorecer la verdadera participación social activa. El amor que se aprende en la familia debe impregnar todas las relaciones sociales. La familia no es un asunto meramente privado: es la levadura de la mejor convivencia.


El Santo Padre nos insta a que abramos los ojos a esta lógica del amor, imprescindible para construir una paz estable y duradera. Los seres humanos no sólo somos compañeros de viaje. Somos verdaderamente humanos, hijos de un mismo Padre, cuyo Amor es nuestro origen y destino.


Reconocer a Dios en el origen de la familia humana no es un camino más hacia la paz. Es el camino que verdaderamente garantiza la conjunción entre libertad y verdad, entre progreso científico y dignidad humana. «Sobre la base de este principio supremo se puede percibir el valor incondicionado de todo ser humano y, así, poner las premisas para la construcción de una humanidad pacificada. Sin este fundamento trascendente, la sociedad es sólo una agrupación de ciudadanos, y no una comunidad de hermanos y hermanas, llamados a formar una gran familia».


Es cierto que en muchas ocasiones las vicisitudes del mundo actual ignoran o desprecian la importancia de las relaciones familiares. Las personas que formamos la Iglesia en Valencia tenemos un compromiso para convertir en realidad la conciliación de la vida laboral y familiar, la superación de las crisis matrimoniales mediante la mediación familiar o la formación de los hijos.


Las familias cristianas tienen encomendadas la labor de ser fuente, luz y fermento de la comunidad. Ignorar, desnaturalizar, o desfigurar la esencia de la familia es una causa de desestructuración de la propia sociedad. El amor a la familia, apoyado en el amor de Dios, garantiza un futuro en paz. En el espejo de las virtudes familiares está llamado a mirarse lo mejor de una convivencia verdaderamente humana.


Con mi bendición y afecto,


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ZENIT publica la quinta y última intervención de Benedicto XVI en la audiencia general del miércoles 27 de Febrero de 2008 dedicada a la figura de san Agustín de Hipona, en esta ocasión, consagrada a su conversión.

  

 

Queridos hermanos y hermanas:

Con el encuentro de hoy quisiera concluir la presentación de la figura de san Agustín. Tras detenernos en su vida, en sus obras, y en algunos aspectos de su pensamiento, hoy quisiera volver a recordar su experiencia interior, que hizo de él uno de los más grandes convertidos de la historia cristiana. A esta
experiencia dediqué en particular mi reflexión durante la peregrinación que hice a Pavía, el año pasado, para venerar los restos mortales de este padre de la Iglesia. De este modo quise expresar el homenaje de toda la Iglesia católica, y al mismo tiempo hacer visible mi personal devoción y reconocimiento por una figura a la que me siento sumamente unido por la importancia que ha tenido en mi vida de teólogo, de sacerdote y de pastor.


Todavía hoy es posible recorrer las vivencias de san Agustín gracias sobre todo a «Las Confesiones», escritas para alabanza de Dios, que constituyen el origen de una de las formas literarias más específicas de Occidente, la autobiografía, es decir la expresión personal del conocimiento de sí mismo. Pues bien, quien quiera que se acerque a este extraordinario y fascinante libro, todavía hoy sumamente leído, se da cuenta fácilmente de que la conversión de Agustín no fue repentina ni tuvo lugar plenamente desde el inicio, sino que puede ser definida más bien como un auténtico camino, que sigue siendo un modelo para cada uno de nosotros.


Este itinerario culminó ciertamente con la conversión y después con el bautismo, pero no se concluyó con aquella Vigilia pascual del año 387, cuando en Milán el profesor de retórica africano fue bautizado por el obispo Ambrosio. El camino de conversión de Agustín continuó humildemente hasta el final de su vida, hasta el punto de que se puede verdaderamente decir que sus diferentes etapas --se pueden distinguir fácilmente tres-- son una única y gran conversión.


La primera conversión
San Agustín fue un buscador apasionado de la verdad: lo fue desde el inicio y después durante toda su vida. La primera etapa en su camino de conversión se realizó precisamente en el acercamiento progresivo al cristianismo. En realidad, él había recibido de la madre Mónica, con la que siempre estuvo muy unido, una educación cristiana y, a pesar de que había vivido en los años de juventud una vida desordenada, siempre sintió una profunda atracción por Cristo, habiendo bebido el amor por el nombre del Señor con la leche materna, como él mismo subraya (Cf. «Las Confesiones», III, 4, 8).


Pero la filosofía, sobre todo la de orientación platónica, también había contribuido a acercarle a Cristo, manifestándole la existencia del Logos, la razón creadora. Los libros de los filósofos le indicaban que existe la razón, de la que procede todo el mundo, pero no le decían cómo alcanzar este Logos, que parecía tan alejado. Sólo la lectura de las cartas de san Pablo, en la fe la Iglesia católica, le reveló plenamente la verdad. Esta experiencia fue sintetizada por Agustín en una de las páginas más famosas de «Las Confesiones»: cuenta que, en el tormento de sus reflexiones, retirado en un jardín, escuchó de repente una voz infantil que repetía una cantinela, nunca antes escuchada: «tolle, lege, tolle, lege», «toma, lee, toma, lee» (VIII, 12,29). Entonces se acordó de la conversión de Antonio, padre del monaquismo, y con atención volvió a tomar un códice de san Pablo que poco antes tenía entre manos: lo abrió y la mirada se fijó en el pasaje de la carta a los Romanos en el que el apóstol exhorta a abandonar las obras de la carne y a revestirse de Cristo (13, 13-14).


Había comprendido que esa palabra, en aquel momento, se dirigía personalmente a él, procedía de Dios a través del apóstol y le indicaba qué es lo que tenía que hacer en ese momento. De este modo sintió cómo se despejaban las tinieblas de la duda y se era liberado para entregarse totalmente a Cristo: «Habías convertido a ti mi ser», comenta («Las Confesiones», VIII, 12,30). Esta fue la primera y decisiva conversión.


El profesor de retórica africano llegó a esta etapa fundamental en su largo camino gracias a su pasión por el hombre y por la verdad, pasión que le llevó a buscar a Dios, grande e inaccesible. La fe en Cristo le hizo comprender que Dios no estaba tan alejado como parecía. Se había hecho cercano a nosotros, convirtiéndose en uno de nosotros. En este sentido, la fe en Cristo llevó a cumplimiento la larga búsqueda de Agustín en el camino de la verdad. Sólo un Dios que se ha hecho «tocable», uno de nosotros, era en último término un Dios al que se podía rezar, por el que se podía vivir y con el que se podía vivir.


La segunda conversión

Es un camino que hay que recorrer con valentía y al mismo tiempo con humildad, abiertos a una purificación permanente, algo que cada uno de nosotros siempre necesita. Pero el camino de Agustín no había concluido con aquella Vigilia pascual del año 387, como hemos dicho. Al regresar a África, fundó un pequeño monasterio y se retiró en él, junto a unos pocos amigos, para dedicarse a la vida contemplativa y de estudio. Este era el sueño de su vida. Ahora estaba llamado a vivir totalmente para la verdad, con la verdad, en la amistad de Cristo, que es la verdad. Un hermoso sueño que duró tres años, hasta que, a pesar suyo, fue consagrado sacerdote en Hipona y destinado a servir a los fieles. Ciertamente siguió viviendo con Cristo y por Cristo, pero al servicio de todos. Esto era muy difícil para él, pero comprendió desde el inicio que sólo viviendo para los demás, y no simplemente para su contemplación privada, podía realmente vivir con Cristo y por Cristo.

De este modo, renunciando a una vida consagrada sólo a la meditación, Agustín aprendió, a veces con dificultad, a poner a disposición el fruto de su inteligencia para beneficio de los demás. Aprendió a comunicar su fe a la gente sencilla y a vivir así para ella en aquella ciudad que se convirtió en la suya, desempeñando sin cansarse una generosa actividad, que describe con estas palabras en uno de sus bellísimos sermones: «Predicar continuamente, discutir, reprender, edificar, estar a disposición de todos, es un ingente cargo y un gran peso, un enorme cansancio» («Sermón» 339, 4). Pero él cargó con este peso, comprendiendo que precisamente de este modo podía estar más cerca de Cristo. Su segunda conversión consistió en comprender que se llega a los demás con sencillez y humildad.


La tercera conversión

Pero hay una última etapa en el camino de Agustín, una tercera conversión: es la que le llevó cada día de su vida a pedir perdón a Dios. Al inicio, había pensado que una vez bautizado, en la vida de comunión con Cristo, en los sacramentos, en la celebración de la Eucaristía, llegaría a la vida propuesta por el Sermón de la Montaña: la perfección donada en el bautismo y reconfirmada por la Eucaristía.

En la última parte de su vida comprendió que lo que había dicho en sus primeras predicaciones sobre el Sermón de la Montaña --es decir, que nosotros, como cristianos, vivimos ahora este ideal permanentemente-- estaba equivocado. Sólo el mismo Cristo realiza verdadera y completamente el Sermón de la Montaña. Nosotros tenemos siempre necesidad de ser lavados por Cristo, que nos lava los pies, y de ser renovados por Él. Tenemos necesidad de conversión permanente. Hasta el final necesitamos esta humildad que reconoce que somos pecadores en camino, hasta que el Señor nos da la mano definitivamente y nos introduce en la vida eterna. Agustín murió con esta última actitud de humildad, vivida día tras día.


Esta actitud de humildad profunda ante el único Señor Jesús le introdujo en la experiencia de una humildad también intelectual. Agustín, que es una de las figuras más grandes en la historia del pensamiento, quiso en los últimos años de su vida someter a un lúcido examen crítico sus numerosísimas obras. Surgieron así las «Retractationes» («revisiones»), que de este modo introducen su pensamiento teológico, verdaderamente grande, en la fe humilde y santa de aquella a la que llama simplemente con el nombre de Catholica, es decir, la Iglesia. «He comprendido --escribe precisamente en este originalísimo libro (I, 19, 1-3)-- que sólo uno es verdaderamente perfecto y que las palabras del Sermón de la Montaña sólo son realizadas totalmente por uno solo: en Jesucristo mismo. Toda la Iglesia, por el contrario, todos nosotros, incluidos los apóstoles, tenemos que rezar cada día: "perdona nuestras ofensas así como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden"».

Convertido a Cristo, que es verdad y amor, Agustín le siguió durante toda la vida y se convirtió en un modelo para todo ser humano, para todos nosotros en la búsqueda de Dios. Por este motivo quise concluir mi peregrinación a Pavía volviendo a entregar espiritualmente a la Iglesia y al mundo, ante la tumba de este grande enamorado de Dios, mi primera encíclica, Deus caritas est. Ésta, de hecho, tiene una gran deuda, sobre todo en su primera parte, con el pensamiento de san Agustín.


También hoy, como en su época, la humanidad tiene necesidad de conocer y sobre todo de vivir esta realidad fundamental: Dios es amor y el encuentro con él es la única respuesta a las inquietudes del corazón humano. Un corazón en el que vive la esperanza --quizá todavía oscura e inconsciente en muchos de nuestros contemporáneos--, para nosotros los cristianos abre ya hoy al futuro, hasta el punto de que san Pablo escribió que «en esperanza fuimos salvados» (Romanos, 8, 24). A la esperanza he querido dedicar mi segunda encíclica, Spe salvi, que también ha contraído una gran deuda con Agustín y su encuentro con Dios.


Un escrito sumamente hermoso de Agustín define la oración como expresión del deseo y afirma que Dios responde ensanchando hacia él nuestro corazón. Por nuestra parte, tenemos que purificar nuestros deseos y nuestras esperanzas para acoger la dulzura de Dios (Cf. San Agustín, «In Ioannis», 4, 6). Sólo ésta nos salva, abriéndonos además a los demás. Recemos, por tanto, para que en nuestra vida se nos conceda cada día seguir el ejemplo de este gran convertido, encontrando como él en todo momento de nuestra vida al Señor Jesús, el único que nos salva, que nos purifica y nos da la verdadera alegría, la verdadera vida.


[Al final de la audiencia, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]


Queridos hermanos y hermanas:

San Agustín es uno de los más grandes convertidos de la historia cristiana. En su libro «Las Confesiones» nos ha dejado una descripción de su experiencia interior de conversión, que continuó durante toda su vida y en la que se pueden ver tres etapas. La primera consiste en su acercamiento progresivo al cristianismo, hasta llegar al bautismo. Su pasión por el ser humano y por la verdad le llevó a buscar a Dios. Un Dios que en Jesús se ha hecho cercano a los hombres haciéndose uno de nosotros. Así, la fe en Cristo culminó su larga búsqueda de la verdad. Más tarde fue consagrado sacerdote, renunciando a una vida sólo de meditación y estudio, para poder servir a los fieles. La última etapa se caracteriza por la profunda humildad intelectual y ante el Señor, con la que sometió a examen crítico sus numerosas obras, para introducir así su pensamiento teológico en la fe de la Iglesia. Agustín es, por tanto, un modelo para cuántos buscan la verdad, enseñándonos que únicamente en el encuentro con Dios, que es amor, el corazón humano puede encontrar respuesta a sus inquietudes.

Saludo cordialmente a los visitantes de lengua española. En particular, a los formadores y seminaristas de Córdoba, con su Obispo, a los que animo a seguir con entusiasmo su preparación al sacerdocio. Saludo también a las Cofradías del Cristo de la Expiración de Sevilla y de Málaga, a los distintos grupos de estudiantes y peregrinos venidos de Argentina, Chile, España, México, y de otros países latinoamericanos. Siguiendo el ejemplo de san Agustín, os exhorto a fijar vuestra mirada en Cristo, que se entregó por nosotros, y proseguir con esperanza vuestro camino de conversión cuaresmal. Muchas gracias.


[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]


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INTENCIÓN MISIONERA - “Para que los cristianos, que en tantas partes del mundo y de varias maneras son perseguidos, por causa del Evangelio, sostenidos por la fuerza del Espíritu Santo, sigan testimoniando la Palabra de Dios con valentía y franqueza”. Comentario a la intención Misionera indicada por el Santo Padre para el mes de marzo de 2008.

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La Iglesia será siempre perseguida. No debemos asombrarnos de que sea así. Esa persecución fue anunciada por Jesús: “Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán” (Jn 15, 20).

A imagen de su Maestro, la Iglesia sufre el rechazo del mundo. La persecución es siempre dolorosa e injusta, pero es un signo de la vitalidad de la Iglesia, de su fidelidad a la Palabra y a la persona de Cristo. “También hoy, desde diversos lugares del mundo, con frecuencia llegan noticias de misioneros, sacerdotes, obispos, religiosos, religiosas y fieles laicos perseguidos, encarcelados, torturados, privados de libertad o impedidos de ejercerla por ser discípulos de Cristo y apóstoles del Evangelio. A veces se sufre y se muere también por la comunión con la Iglesia universal y la fidelidad al Papa”, recordó Benedicto XVI en el ángelus del día de la fiesta de San Estaban, primer mártir de la Iglesia, el 26 de diciembre del 2007.

El Santo Padre menciona en su intención misionera para este mes, la variedad de las formas de persecución. En las distintas áreas del mundo se constatan formas diversas de persecución. Quizá en el occidente no existe una persecución violenta, pero se humilla a la Iglesia con el desprecio, la indiferencia y, con frecuencia, la mofa de las realidades cristianas, de los contenidos de la fe y de Dios mismo. En países de misión, sigue estando presente la persecución violenta y muchos hermanos nuestros, siguen derramando su sangre como el testimonio supremo de su amor a Cristo. “El martirio - escribe Juan pablo II en la Incarnationis Mysterium - es la prueba más elocuente de la verdad de la fe, que sabe dar un rostro humano incluso a las más violentas de la muertes y manifiesta la belleza en las más atroces persecuciones” (n.13)

No podemos olvidarnos de nuestros hermanos que viven constantemente en situación de Iglesia perseguida. Nuestra oración ha de ser la muestra de nuestra comunión con ellos. S. Agustín habla del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, que sigue sangrando en algunos de sus miembros. Y S. Pablo expresa con claridad esa comunión de vida y de dolor que debe existir entre los miembros de Cristo: “Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él”. (1 Cor 12, 26). Si algún miembro de la Iglesia no experimenta dolor ante el dolor de otros miembros, hay que poner en duda su unión vital al Cuerpo Místico de Cristo.

Hemos de pedir una constante efusión del Espíritu Santo para nuestros hermanos perseguidos. Como expresa el prefacio de la Misa de los mártires, Dios hace de la fragilidad del hombre el testimonio de su fuerza. En la valentía de la confesión de la fe, se manifiesta cómo Dios sostiene con su amor la debilidad humana.

Pidamos para que nuestros misioneros sean fieles a la verdad del Evangelio. Desde los comienzos, S. Juan Bautista sufrió el martirio por ser fiel la verdad. La Iglesia de Dios vivo es “fundamento y columna de la verdad” (1 Tim 3, 15).

Una gran tentación ha sido siempre el comprometer la verdad para evitar las dificultades y persecuciones. Por eso, tenemos que dar gracias a Dios por el testimonio valiente de tantos misioneros que son fieles al Señor, sin miedo ninguno incluso ante las amenazas violentas.

Pidamos para que nuestros hermanos perseguidos sientan el gozo prometido por Cristo en medio de las dificultades: “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros” (Mt 5, 10-12).
Una Iglesia que es Esposa de Cristo perseguido, debe vivir como Él, sin asustarse la persecución y gozándose de asemejarse a su Maestro: “La Iglesia debe caminar, por moción del Espíritu Santo, por el mismo camino que Cristo siguió, es decir, por el camino de la pobreza, de la obediencia, del servicio, y de la inmolación de sí mismo hasta la muerte, de la que salió victorioso por su resurrección. Pues así caminaron en la esperanza todos los Apóstoles, que con muchas tribulaciones y sufrimientos completaron lo que falta a la pasión de Cristo en provecho de su Cuerpo, que es la Iglesia. Semilla fue también, muchas veces, la sangre de los cristianos” (AG, 5). (Agencia Fides 28/2/2008 Líneas: 56 Palabras: 828)


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VATICANO - AVE MARIA por mons. Luciano Alimandi - Dios se quiere donar

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El pasaje evangélico de la Samaritana, del III Domingo de Cuaresma del Ciclo A, es de una riqueza extraordinaria. Cada vez que uno lo lee se queda apasionado por el intenso diálogo entre Jesús y esa mujer de Samaria. El Santo Padre Benedicto XVI, recordando la gran doctrina de San Agustín, a propósito del pedido de Cristo a la samaritana, “dame de beber”, afirmó: “sí, Dios tiene sed de nuestra fe y de nuestro amor. Como un padre bueno y misericordioso desea para nosotros todo el bien posible y este bien es Él mismo. La mujer de Samaria en cambio representa la insatisfacción existencial de quien no ha encontrado lo que busca: ha tenido ‘cinco maridos’ y ahora convive con otro hombre; su ir y venir del pozo para recoger agua expresa un vivir repetitivo y resignado. Todo cambió, sin embargo, para ella ese día, gracias al coloquio con el Señor Jesús…” (Benedicto XVI, Ángelus del 24 de febrero de 2008).

Reconocer que confiar en Dios significa recibir “todo el bien posible” que, como nos recuerda el Papa, es Dios mismo, significa vivir la dinámica de la conversión a Dios: renunciar a una mentalidad centrada en el ego, que engaña al hombre con su autosuficiencia, para acoger el don de Dios. El hombre, sin Dios, está destinado en modo inevitable a la insatisfacción, porque su mismo límite creatural lo delimita en todo, también en el “darse” o “procurarse” la alegría, el amor, la serenidad… El hombre sin Dios no puede engañarse de llegar a la alegría sin límites, al amor ilimitado y eterno, a aquella agua viva de la que, justamente, habla Jesús a la samaritana.

La felicidad, que es el otro nombre del agua viva, puede ser donada solamente por Quien la posee, y el hombre no la posee. Solo Dios la puede comunicar a quienes se confían a Él y Lo siguen.
El agua viva, don del Espíritu Santo, puede ser transmitida sólo por el Señor Jesús, que el Padre ha mandado al mundo para dar a los hombres la vida eterna, es decir la felicidad sin fin. Como nos lo recuerda el Papa, la “sed de infinito” “puede ser saciada solamente por el agua que Jesús ofrece, el agua viva del Espíritu” (Benedicto XVI, homilía del 24 de febrero de 2008).

El hombre puede donar a su semejante afecto, dinero, poder, gloria humana, honor, carrera… pero no le puede dar la felicidad sin fin que, siendo un bien ilimitado, pertenece a la esfera divina, infinita.
El agua viva surge sólo de la fuente divina. La samaritana iba a un pozo que seguramente era profundo, pero limitado, en cambio la sed que tenía de felicidad y de amor era ilimitada. Esta mujer, nos dice el Santo Padre, “representa la insatisfacción existencial de quien no ha encontrado aquello que busca”. Cuantas veces el hombre busca lo infinito, lo eterno, el bienestar… pero lamentablemente sigue buscándolo dentro a un pozo, dentro a una realidad, aquella terrena, que no puede contenerlo. ¡Cuántos pozos profundos, pero vacíos, cuántos pozos con agua estancada, hemos encontrado en nuestro camino! Llevamos dentro de nosotros deseos inmensos y nos engañamos fácilmente de poder realizarlos con nuestras fuerzas.

En el camino de la conversión, qué grande gracia es encontrar al Señor Jesús, que nos espera paciente cerca de nuestros pozos vacíos de sentido. Cuando, como la samaritana, estamos ya cansados de las cosas del mundo, de los pozos casi vacíos, entonces se hace particularmente presente el divino Maestro. Él nos pide de beber, nos pide la confianza de saciar nuestro corazón y si confiamos descubrimos la alegría de haber encontrado el verdadero pozo, la fuente de agua cristalina.

Entonces, como por encanto, como para la samaritana, todo aquello que antes era importante ahora ya no cuenta, la realidad verdadera se convierte en otra, se convierte en aquel Hombre-Dios, que pide para poder dar. El secreto de la felicidad consiste en invertir el proceso del egoísmo: olvidarnos de nosotros mismos, para hacer espacio a Otro, al Señor de la vida y de la felicidad. Negarse a sí mismo para encontrar a Dios. Si reniego del pecado encuentro la gracia, si renuncio a mí encuentro a Dios y a los hermanos. “Si conocieses el don de Dios”, la felicidad que Él te quiere dar. Cuantas veces un sacerdote debería repetirlo a sí mismo, o una mujer que se está preguntando ¿“me convierto o no en madre”, “pienso en mí o en aquel que sin mi no podrá venir al mundo”? Si conocieses el don de la Vida, inmediatamente te lanzarías en el pozo del amor y allí encontrarías la fuerza para vencer el egoísmo.
Madre Teresa de Calcula, con la sabiduría típica de los santos, explicaba la razón del donarse a Dios: “¿Por qué tenemos que donarnos a Dios? Porque Dios se ha dado a nosotros. ¿Si Dios, que no nos debe nada, está dispuesto a donarse a Si mismo, nosotros responderemos sólo con un pequeña parte de nosotros mismos? Donarse plenamente a Dios es un modo de recibir a Dios mismo. Yo para Dios y Dios para mí. Vivo por Dios y renuncio a mi misma, induciendo a Dios de esta manera a vivir para mí. Por lo tanto para poseer a Dio debemos permitirle de poseer nuestra alma” (B. Teresa de Calcuta). (Agencia Fides 27/2/2008; líneas 59, palabras 899)


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REDACCIÓN DE “IGLESIA NIVARIENSE”

C. San Agustín, nº 28

38201. La Laguna. Tenerife.

Tfno. 922-314961 / Fax. 922-256362

e-mail: [email protected]

 

BOLETÍN 274

 

 

Este sábado, a las 11 de la mañana, serán ordenados en la Sede Catedralicia tres nuevos presbíteros: Agalac Alonso, Sixto Pérez y Sergio Melián.

 

El domingo, desde las 10 de la mañana, se concentrarán los catequistas de la diócesis en Chinguaro a fin de implementar su tradicional encuentro, desarrollado este año bajo el lema: “la parroquia hogar de la catequesis”. Toda la información la tienen en www.delegaciondecatequesis.com.

 

Desde la víspera, o sea, el sábado a las 21 horas los catequistas más jóvenes realizarán en la zona de Chinguaro, concretamente en el monasterio del Socorro, una Vigilia de Oración.

 

Precisamente los más jóvenes tuvieron una Vigilia de Oración organizada por la delegación de juventud, y los miembros de la JEC realizaron otro tanto en el templo del Sobradillo.

 

De acuerdo con el nuevo Plan Pastoral y dentro de la actual programación del curso que quiere incidir en el tema de la parroquia, se han preparado las IV Jornadas de Formación ante la realidad de la inmigración bajo el lema: “Tu parroquia, lugar de encuentro”. Las mismas se van a desarrollar los días 5, 6 y 7 de marzo, en el Seminario Diocesano, de 19:00 a 21:30 horas.

 

Una clave de nuestro futuro: Educar en valores, es el lema de las jornadas que la delegación de enseñanza ha previsto para los próximos días 3 y 4 de marzo en el Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias. Están dirigidas a padres, catequistas, jóvenes y educadores de todo tipo.  Fernando Lucini y María Cobos serán los encargados de guiar las reflexiones.

 

Durante esta semana se viene desarrollando en el edificio del Seminario (La Verdellada), una nueva jornada de “Ética y Política” centrada, en esta ocasión, en la cuestión del desarrollo, al cumplirse cuarenta años de la publicación de la encíclica del Papa Pablo VI sobre el desarrollo de los pueblos (Populorum Progressio).Su programa lo pueden encontrar en la web www.cettenerife.org.

 

Algunas de estas conferencias fueron celebradas, igualmente, en el aula Torres Padilla de S. Sebastián de La Gomera.

 

El Consejo Diocesano de Economía se ha reunido esta semana para presentar los balances y la cuenta de resultados del ejercicio económico correspondiente al año 2007, el cual fue aprobado por todos los consejeros.

 

El próximo jueves, 6 de marzo, se realizará la lectura del Pregón de la Semana Santa de La Laguna a cargo de Vicente Cruz Gil, Canónigo Penitenciario. El acto se desarrollará a las 20.30 en el monasterio de Santa Catalina de Siena.

 

Por otro lado, desde el sábado primero de marzo y hasta el día ocho, a las 20 horas, las Casas Capitulares de la Catedral acogen las VI Jornadas Cofrades que incluyen distintos actos como conferencias, una exposición en la Sede de la Caixa de la ciudad de aguere, etc.

 

El movimiento Cursillos de Cristiandad celebró solemnemente sus bodas de oro de presencia en Canarias. El obispo presidió una Eucaristía en la tarde del domingo. A los distintos actos asistieron cursillistas de distintas islas del archipiélago y la responsable nacional de este movimiento de Iglesia.

 

A pesar de que en la noche las circunstancias metereológicas no eran favorables y, a primeras horas de la mañana, en La Laguna seguía amenazando lluvia, se pudo desarrollar con total normalidad la Peregrinación Diocesana de Oración por la Paz a Candelaria. La misma concluyó con la Eucaristía que presidió el Obispo cerca del mediodía en la Basílica, la cual fue transmitida por COPE-Tenerife.

 

El domingo día 9 en el colegio de los Salesianos de la Cuesta se va a desarrollar el Encuentro Diocesano de Pastoral Social, bajo el lema: austeridad para compartir.

 

Este año se cumplen diez años de la puesta en marcha de la primera experiencia de Comercio Justo con la tienda Surco, en Santa Cruz de Tenerife. En esta tienda se venden productos que vienen del sur, Latinoamérica, Asia, África y, son en su mayoría, de alimentación como cacao, café, chocolate, mermeladas, además de productos de artesanía o textiles. La característica es que todos son  elaborados en cooperativas del sur".

 

Caja Canarias organiza un ciclo de conciertos de música religiosa, con las Diócesis presentes en Canarias. Son 17 los conciertos programados en Tenerife, Gran Canaria, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro. Abre la programación el cuarteto Atlántico el 1 de marzo en la capital tinerfeña y le sigue el 5 en La Laguna Camerata Lacunensis.

 

En la capital herreña se reúnen el lunes representantes del obispado, la parroquia y las administraciones públicas a fin de estudiar la restauración del templo de S. Pedro de El Mocanal, tras conocerse, oficialmente, la subvención que ha concedido el Gobierno de España.

 

Por otro lado, también en la isla del meridiano, los profesores de Religión desarrollaron una especial acción formativa durante estos días bajo el titulo: ser persona y aprender a relacionarse. El mismo lo impartió Rosa   Martín de la Delegación de Enseñanza

 

El domingo se desarrolló, en Centro Parroquial de Tejina, el Festival de la Infancia Misionera, se lleva organizando en la Parroquia de San Bartolomé durante más de 50 años, donde los niños y niñas de Catequesis, así como grupos de adultos tienen una jornada donde con cantos y representaciones teatrales se quiere concienciar sobre las misiones y cómo los niños son también evangelizadores.

 

La Comunidad Parroquial de los Santos Reyes, en Valle Gran Rey, ha venido celebrando su II Semana Bíblica. Este año  se profundizó sobre el Libro de Los Salmos. Se ha reflexionado sobre los aspectos generales de este libro, los géneros literarios, terminando la Semana con la oración con los salmos, profundizando sobre la Liturgia de las Horas.

 

Miembros del Equipo Directivo de Cáritas Diocesana están visitando los Arciprestazgos para encontrarse con los párrocos. Se trata de una iniciativa dentro del Año de la Parroquia con el fin de potenciar donde las haya y animar a su creación de las Cáritas Parroquiales como expresión de una parroquia que hace memoria de Jesucristo en su servicio a los desfavorecidos. En dichas reuniones se ofrece la posibilidad de impartir cursillos de sensibilización de cara a que se susciten vocaciones de cristianos dispuestos a trabajar en este campo.

 

Siguiendo con Cáritas, sus responsables han informado al periódico El Día que el contexto socioeconómico actual puede acarrear en los próximos años un incremento de la pobreza en Canarias. Cáritas cuenta en esta diócesis con casi mil voluntarios, a la que se suman 89 personas que están contratadas.

 

Asimismo se está aprovechando estas reuniones para ir presentando en cada Arciprestazgo la Campaña "Austeridad para compartir", que está suscitando mucho interés en los medios de comunicación, como un folleto editado por el Área de Pastoral Social -"Guía de Recursos del Área de Pastoral Social", se titula- que recoge las diversas actividades e instituciones socio-caritativas de  nuestra Diócesis Nivariense.

 

Tacoronte acogió los principales actos con motivo de la celebración de los santos patronos del Movimiento Apostólico de Mayores, Vida Ascendente.

 

Durante los días 23 Y 24 de febrero de 2008 se han celebrado en El Escorial , organizadas por el Departamento de Pastoral Obrera y presididas por Monseñor Antonio Algora, las XIII Jornadas de Delegados, Directores de Secretariados de Pastoral Obrera y responsables generales y de formación de los Movimientos Obreros Cristianos.

 

Los fieles de la capital tinerfeña pudieron realizar en el templo de la concepción el tradicional Besa mano de la imagen de la Virgen de la Esperanza Macarena como acto previo a la Semana Santa.


Mi?rcoles, 27 de febrero de 2008

Los Obispos de las Jurisdicciones Eclesiásticas de la selva peruana (los Vicariato Apostólico de San Ramón, Pucallpa, Puerto Maldonado, San José del Amazonas y Jaén) han emitido un comunicado al termino del Encuentro de Pastoral Indígena de la Selva del Perú realizado en Lima

Comunicado de los obispos de la selva peruana frente a la situación actual de la amazonía

 

En el Encuentro de Pastoral Indígena de la Amazonía Peruana, realizado en la ciudad de Lima del 11 al 15 de febrero de este año, nos hemos reunido 52 participantes de seis Vicariatos de la Amazonía (Obispos, sacerdotes, religiosas e indígenas) y representantes del Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP).


Este encuentro se realizó después de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe en Aparecida (Brasil, 2007), cuyo mensaje nos pide relanzar, en nombre del Evangelio, la acción misionera para que todos los pueblos de Latinoamérica tengan vida plena en Cristo.

Por eso, queremos compartir algunas reflexiones y desafíos relacionados con el desarrollo humano y medioambiente: Constatamos que:


“En las decisiones sobre las riquezas de la biodiversidad y de la naturaleza, las poblaciones tradicionales han sido prácticamente excluidas. La naturaleza ha sido y continúa siendo agredida. La tierra fue depredada. Las aguas están siendo tratadas como si fueran una mercancía negociable por las empresas…” (Aparecida 2007 No. 84).


Para muchos analistas, la Amazonía es hoy en día la segunda región geopolítica más estratégica del mundo. En el Perú, representa más del 60% del territorio nacional, colocando al país como uno de los ocho países megadiversos. Unida a esta diversidad biológica, existe milenariamente una gran diversidad cultural que requiere un desarrollo con rostro humano; sin embargo, constatamos que grandes sectores de la población amazónica viven en condiciones de extrema pobreza y sin posibilidades de una vida digna.


Es importante subrayar los compromisos y tratados internacionales que el Estado peruano ha suscrito en materia de derechos humanos, derechos indígenas, biodiversidad y medio ambiente. Se destaca el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, entre otros.


En el contexto actual, expresamos nuestra honda preocupación por la situación de los pueblos indígenas y ribereños de la Amazonía peruana que mantienen condiciones de marginación, exclusión y pobreza. Como señala la V Conferencia Episcopal en Aparecida:


“Hoy, los pueblos indígenas están amenazados en su existencia física, cultural y espiritual; en su modos de vida, en sus identidades; en su diversidad; en sus territorios y proyectos” (No. 90).

En particular, nos preocupan los procesos de inversión privada en la selva; los proyectos de ley 840 (denominado “Ley de la Selva"), 1770, 1990 y 1992; las concesiones y adjudicaciones de las tierras y los bosques; la exploración y explotación minera y petrolera, porque pueden amenazar la supervivencia física y sociocultural de los pueblos indígenas e incrementar los conflictos socioambientales en la Amazonía.


La elaboración y ejecución de políticas de desarrollo nacional que involucren a la Amazonía no deben ser contrarias al respeto a las culturas existentes, al medio ambiente y a los derechos humanos. Las aspiraciones y propuestas de un Estado promotor del cambio deben responder a modelos de desarrollo basados en la inclusión, la equidad y la justicia en el marco de los derechos humanos universales.

Los argumentos para la formulación de políticas de desarrollo en selva deben considerar los siguientes elementos: la seguridad jurídica de los territorios indígenas, la relación de los pueblos indígenas con estos territorios, el respeto a sus instituciones y autoridades, el derecho de consulta, la participación ciudadana y el cuidado del medio ambiente.


Esperamos que las actuales políticas de desarrollo de la selva se replanteen desde un “modelo alternativo integral y solidario basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana que se fundamente en el evangelio de la justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes y que supere la lógica utilitarista e individualista, que no somete a criterios éticos los poderes económicos y tecnológicos” (Aparecida 2007, 474c).

 

Por ello, pedimos al estado peruano promover una participación efectiva de los propios interesados en el diseño y ejecución de las políticas de desarrollo del país, en cumplimiento de las normas internacionales suscritas, que garanticen la vigencia de los derechos humanos de los pueblos indígenas. La Amazonía es parte importante de las Américas y del Perú. Estamos todos “unidos por la defensa de la vida, los valores y el desarrollo de los pueblos indígenas de la Amazonía peruana”.

Obispos, misioneros, misioneras y agentes de pastoral indígenas de los Vicariatos Apostólicos de la Amazonía peruana y el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP), los cuales aparecen a continuación.

 

Monseñor Gerardo Zerdin (Obispo del Vicariato de San Ramón)

 

Monseñor Francisco González (Obispo del Vicariato de Puerto Maldonado)

 

Monseñor Alberto Campos (Obispo del Vicariato San José de Amazonas)

 

Monseñor Juan Luis Martin (Obispo del Vicariato de Pucallpa)

 

Monseñor Gaetano Galbusera (Obispo Coadjutor del Vicariato de Pucallpa)

 

Monseñor Santiago García de la Rasilla (Obispo del Vicariato de Jaén)


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Discurso que pronunció el domingo, 24 de Febrero de 2008, el cardenal  Tarcisio Bertone, secretario de Estado, al inaugurar este domingo el obispado de Guantánamo-Baracoa:

 

Querido Señor Obispo de Guantánamo-Baracoa;

Queridos Hermanos en el Episcopado;

Honorables Autoridades Civiles;

Estimados sacerdotes, religiosos y fieles todos en el Señor:


Como muy bien ha recordado Su Excelencia, Mons. Wilfredo Pino, el 24 de enero de 1998, el Papa Juan Pablo II, al terminar la Misa que celebró en Santiago de Cuba, anunció la creación de una nueva Diócesis, la de Guantánamo-Baracoa. Hoy, diez años después, tenemos la dicha de inaugurar esta sede del Obispado, iniciada por Mons. Carlos Jesús Baladrón Valdés, y que ha contado con la colaboración y la ayuda de tantas personas e instituciones civiles y eclesiales, a las que agradecemos su esfuerzo, al mismo tiempo que manifestamos nuestro reconocimiento a los constructores de la misma por el estupendo trabajo realizado.


En aquella ocasión, el venerado Papa animó a todos los sacerdotes y fieles «a edificar, como piedras vivas en torno a su pastor, esta Iglesia particular» (Homilía en Santiago de Cuba, 24-I-1998). Desde entonces, esta joven Comunidad Diocesana de Guantánamo-Baracoa ha ido creciendo y consolidándose cada vez más, y un paso importante son estas instalaciones que vamos a inaugurar. De alguna manera, podríamos decir que ellas representan como un fruto visible, así como un recuerdo perenne de ese llamado que el Santo Padre les hizo a empeñarse en la construcción del edificio espiritual que es la Iglesia. Ciertamente, los medios materiales son muy necesarios y, sin ellos, sería muy difícil poder llevar a cabo de modo adecuado cualquier labor pastoral o de evangelización. Pero, aún siendo cierto esto, estamos también plenamente convencidos de que lo más importante para nosotros, la realidad verdaderamente determinante, es la presencia del Señor Jesús en medio de su Iglesia. Él es nuestro tesoro, nuestra riqueza, el bien más grande que poseemos y que queremos compartir con todos. Todo lo demás debe estar al servicio de esta realidad y de esta misión: anunciar al mundo entero el amor de Cristo, el único que puede llenar plenamente los corazones humanos con su mensaje de fe y esperanza.

La Iglesia, edificada por el Espíritu Santo sobre la piedra angular que es Cristo, es también para los cristianos como su casa común y su hogar. En ella hemos sido engendrados a la vida del espíritu, y ella, como buena madre, nos acoge en su seno, nos alimenta con su palabra y nos fortalece con sus sacramentos. Cuántas gracias tenemos que dar a Dios, queridos hermanos, por habernos concedido la fe y habernos hecho hijos suyos, por estos hermanos nuestros que nos ha dado para formar juntos la gran familia de los hijos de Dios. Les animo con todas mis fuerzas a que cada una de las comunidades eclesiales de esta Diócesis sea verdaderamente ese espacio de libertad, de comunión y reconciliación, de amor fraterno y pacífica convivencia, que permita a todos los que se acerquen a la Iglesia experimentar la alegría de la fe, el amor de Dios y la esperanza que tanto anhelan.


Toda esta maravillosa realidad encontrará aquí, en esta Sede del Obispado, una fuente continua de irradiación misionera y evangelizadora. Desde aquí, el Obispo, en unión con sus colaboradores más inmediatos, podrá alentar e impulsar toda la labor pastoral de la Diócesis, haciendo que todos se sientan responsables de esta apasionante tarea y gozosos de poder entregarse en la Iglesia al servicio de la fe y del Evangelio de la paz y de la reconciliación.


Les felicito, queridos hermanos, por este acontecimiento tan importante en la vida de esta Diócesis, y les invito a continuar trabajando en esta Iglesia Particular sintiendo el aliento y la cercanía espiritual del Papa Benedicto XVI. Pueden estar seguros que en cuanto llegue a Roma transmitiré al Santo Padre todo el cariño y el afecto de los guantanameros, así como la belleza de esta Sede del Obispado que ahora vamos a inaugurar.


Muchísimas gracias a todos y que Dios les bendiga.


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ZENIT publica el discurso que dirigió Benedicto XVI el lunes, 25 de Febrero de 2008, al recibir en audiencia a los participantes en el congreso sobre el tema «Junto al enfermo incurable y al moribundo: orientaciones éticas y operativas», convocado por la Academia Pontificia para la Vida con ocasión de su asamblea general, que se celebra estos días en el Vaticano.

 

Queridos hermanos y hermanas:


Con alegría os saludo a todos los que participáis en el congreso convocado por la Academia Pontificia para la Vida sobre el tema «Junto al enfermo incurable y al moribundo: orientaciones éticas y operativas». El Congreso se celebra con motivo de la XIV Asamblea General de la Academia, cuyos miembros también participan en esta audiencia. Doy las gracias ante todo al presidente, monseñor Sgreccia, por su gentil saludo; junto a él doy las gracias a toda la presidencia, al consejo directivo de la Academia Pontificia, a todos los colaboradores y miembros ordinarios, honorarios y corresponsales. Quiero dirigir un saludo agradecido a los conferenciantes en este importante congreso, así como a todos los participantes que proceden de diferentes países del mundo. Vuestro generoso compromiso y vuestro testimonio merecen verdaderamente encomio.


La simple consideración de los títulos de las intervenciones en el congreso permite percibir el amplio panorama de vuestra reflexión y el interés que reviste para estos momentos, en particular en el mundo secularizado de hoy. Tratáis de responder a los numerosos problemas planteados cada día por el incesante progreso de las ciencias médicas, cuya actividad recibe cada vez más el apoyo de instrumentos tecnológicos de elevado nivel. Ante todo esto, emerge con urgencia el desafío para todos, en especial para la Iglesia, vivificada por el Señor resucitado, de ofrecer al amplio horizonte de la vida humana el esplendor de la verdad revelada y el apoyo de la esperanza.

 

Cuando se apaga una vida, ya sea en edad avanzada, en la aurora de la existencia terrena, o en pleno florecimiento por causas imprevistas, no hay que ver en esto un simple hecho biológico que se agota, o una biografía que se cierra, sino más bien un nuevo nacimiento y una existencia renovada, ofrecida por el Resucitado a quien no se ha opuesto voluntariamente a su Amor.

 

Con la muerte se concluye la experiencia terrena, pero a través de la muerte se abre también para cada uno de nosotros, más allá del tiempo, la vida plena y definitiva. El Señor de la vida está presente junto al enfermo como quien vive y da la vida, pues ha dicho: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Juan 10,10). «Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá» (Juan 11, 25) y «Yo le resucitaré el último día» (Juan 6, 54). En ese momento solemne y sacro, todos los esfuerzos realizados en la esperanza cristiana para mejorarnos a nosotros mismos y al mundo que se nos ha encomendado, purificados por la Gracia, encuentran su sentido y se enriquecen gracias al amor de Dios Creador y Padre. Cuando, en el momento de la muerte, la relación de Dios se realiza plenamente en el encuentro con «Aquel que no muere, que es la Vida misma y el Amor mismo, entonces estamos en la vida. Entonces vivimos» (carta encíclica Spe salvi, 27).

 

Para la comunidad de los creyentes, este encuentro del moribundo con la Fuente de la Vida y del Amor representa un don que tiene un valor para todos, que enriquece la comunión de todos los fieles. Debe suscitar el interés y la participación de la comunidad, no sólo de la familia de los parientes próximos, sino, en la medida y en las formas posibles, de toda la comunidad que ha estado ligada a la persona que muere. Ningún creyente debería morir en la soledad y en el abandono.

 

La Madre Teresa de Calcuta ponía una particular atención por acoger a los pobres y a los abandonados para que al menos en el momento de la muerte pudieran experimentar, en el abrazo de las hermanas y de los hermanos, el calor del Padre.

Pero la comunidad cristiana, con sus vínculos particulares de comunión sobrenatural, no es la única que está comprometida en acompañar y celebrar en sus miembros el misterio del dolor y de la muerte y la aurora de la nueva vida. En realidad, toda la sociedad a través de sus instituciones sanitarias y civiles está llamada a respetar la vida y la dignidad del enfermo grave y del moribundo.

 

Aun siendo conscientes de que «no es la ciencia la que redime al hombre» (Benedicto XVI, Spe salvi, 26), toda la sociedad y en particular los sectores relacionados con la ciencia médica deben expresar la solidaridad del amor, la salvaguardia y el respeto de la vida humana en todos los momentos de su desarrollo terreno, sobre todo cuando padece una enfermedad o se encuentra en su fase terminal.

Más en concreto, se trata de asegurar a toda persona que lo necesite el apoyo necesario por medio de terapias e intervenciones médicas adecuadas, administradas según los criterios de la proporcionalidad médica, siempre teniendo en cuenta el deber moral de suministrar (por parte del médico) y de acoger (por parte del paciente) aquellos medios de preservación de la vida que, en la situación concreta, resulten «ordinarios».

 

Por el contrario, en lo que se refiere a las terapias consideradas arriesgadas o que puedan juzgarse prudentemente como «extraordinarias», recurrir a ellas es moralmente lícito, aunque facultativo. Además, es necesario asegurar siempre a cada persona los cuidados necesarios y debidos, además del apoyo a las familias más probadas por la enfermedad de uno de sus miembros, sobre todo si es grave o se prolonga.

Así como en el derecho laboral normalmente se reconocen los derechos específicos de los familiares en el momento de un nacimiento, del mismo modo y especialmente en ciertas circunstancias deberían reconocerse unos derechos parecidos a los familiares próximos en el momento de la enfermedad terminal de su allegado. Una sociedad solidaria y humanitaria no puede dejar de tener en cuenta las difíciles condiciones de las familias que, en ocasiones durante largos períodos, tienen que cargar con el peso de la asistencia a domicilio de enfermos graves no autosuficientes. Un mayor respeto de la vida humana individual pasa inevitablemente por la solidaridad concreta de todos y cada uno, constituyendo uno de los desafíos más urgentes de nuestro tiempo.

Como he recordado en la encíclica Spe salvi, «la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre. Esto es válido tanto para el individuo como para la sociedad. Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana» (n. 38).

 

En una sociedad compleja, fuertemente influenciada por las dinámicas de la productividad y por las exigencias de la economía, las personas frágiles y las familias más pobres corren el riesgo, en los momentos dificultad económica y/o de enfermedad, de quedar atropelladas. En las grandes ciudades hay cada vez más personas ancianas y solas, incluso en los momentos de enfermedad grave y de cercanía a la muerte. En estas situaciones, se hacen agudas las presiones de la eutanasia, sobre todo cuando se insinúa una visión utilitarista en relación con la persona. Aprovecho esta oportunidad para recordar, una vez más, la firme y constante condena ética de toda forma de eutanasia directa, según la enseñanza tradicional de la Iglesia.

El esfuerzo, uniendo sinergias, de la sociedad civil y de la comunidad de los creyentes debe orientarse a que todos puedan no sólo vivir con dignidad y responsablemente, sino también atravesar el momento de la prueba y de la muerte en la mejor condición de fraternidad y solidaridad, incluso cuando la muerte se da en una familia pobre o en el lecho de un hospital.

 

La Iglesia, con sus instituciones ya establecidas y con nuevas iniciativas, está llamada a ofrecer el testimonio de caridad operante, especialmente ante las situaciones críticas de personas no autosuficientes y privadas de apoyos familiares, y ante los enfermos graves que necesitan cuidados paliativos, así como una apropiada asistencia religiosa. Por una parte, la movilización espiritual de las comunidades parroquiales y diocesanas, y por otra, la creación o potenciación de las estructuras dependientes de la Iglesia, podrán alentar y sensibilizar a todo el ambiente social para que se ofrezca y testimonie solidaridad y caridad a todo hombre que sufre, en particular quien se acerca al momento de la muerte.

 

La sociedad, por su parte, debe asegurar el debido apoyo a las familias que quieren atender en casa, durante largos períodos, a enfermos afligidos por patologías degenerativas (tumorales o neurodegenerativas, etc.) o necesitados de una asistencia particularmente comprometedora. De manera especial, se necesita el compromiso de todas las fuerzas vivas y responsables de la sociedad con esas instituciones de asistencia específica que necesitan un personal numeroso y especializado así como equipos particularmente caros. Las sinergias entre la Iglesia y las instituciones pueden ser especialmente importantes en estos campos para asegurar la ayuda necesaria a la vida humana en el momento de la fragilidad.

 

Deseando que en este congreso internacional, celebrado en concomitancia con el Jubileo de las apariciones de Lourdes, se puedan encontrar nuevas propuestas para aliviar la situación de quienes tiene que afrontar formas terminales de enfermedad, os exhorto a continuar con vuestro benemérito compromiso al servicio de la vida en cada una de sus fases. Con estos sentimientos, os aseguro mi oración en apoyo a vuestro trabajo y os acompaño con una bendición apostólica especial.

 

[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]


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"EL ESPÍRITU DEL SEÑOR: APUNTES DE NEUMATOLOGÍA" Sistematización teológica del tratatlo del Espíritu Santo. Vinculación trinitaria y eclesiológica del tratado del Espíritu Santo.

 

 

EL ESPÍRITU SANTO EN LA LITURGIA

 

Jesucristo (Jesús, el Cristo: el ungido por el Espíritu Santo) ha salvado a los hombres de una vez y para siempre: es Él quien se encarnó, nació, vivió, murió y resucitó por cada hombre, por ti, por mí.

Las acciones salvíficas de Cristo son hechos históricos, acaecidos hace veinte siglos, irrepetibles, singulares... ¿Cómo me pueden afectar a mi? Yo, que vivo en el siglo XXI, ¿cómo puedo participar de la salvación realizada por Cristo hace tanto tiempo?

 

Jesús mismo instituye y crea unos signos, unos misterios (los sacramentos) a través de los cuales se comunica personalmente y nos da su gracia salvadora en cada época y situación, también hoy. La Iglesia, que celebra esos sacramentos, es la depositaria de esos misterios. Ahora bien, es tarea del Espíritu, que viene a la Iglesia en Pentecostés, hacer visiblemente presente a Cristo resucitado a través de esos signos para que los hombres se hagan contemporáneos de sus acciones salvíficas: especialmente de su muerte y resurrección. Las acciones capaces de actualizar los misterios de Cristo en el hoy de la Iglesia se llaman Sagrada Liturgia.

 

En la Liturgia, el Espíritu Santo actúa en los sacramentos para que la Iglesia viva la vida de Cristo resucitado'. Cuando el Espíritu encuentra en nosotros las disposiciones de la fe que Él mismo suscita, entonces se realiza una verdadera cooperación: la liturgia viene así a ser la obra común del Espíritu Santo y de la Iglesia.

 

¿Cómo actúa el Espíritu Santo en la Liturgia de la Iglesia? Lo mismo que actuó en el tiempo de la economía de la salvación:

 

prepara la Iglesia para el encuentro con su Señor,

recuerda y manifiesta a Cristo a la fe de la asamblea;

hace presente y actualiza el misterio de Cristo por su poder transformador;

el Espíritu de comunión une a la Iglesia a la vida y a la misión de Cristo.


(Para esta parte puede confrontarse el Catecismo de la Iglesia Católica (CIE) nn. 1091-1109).

 

  1. La Liturgia perpetúa Pentecostés 

La Liturgia es llamada "sacramento del Espíritu", porque llena de sí mismo todas las acciones litúrgicas. Por la presencia y acción del Espíritu, la Liturgia es el lugar donde Cristo actúa y es ofrecido, especialmente su Misterio Pascual.

 

Con la llamada "epíclesis" la Iglesia, por medio del ministro ordenado, invoca la presencia del Espíritu Santo en la Liturgia, para que se realicen los misterios de la salvación. El sacerdote, a través de la epíclesis, invoca al Padre para que envíe su Espíritu y haga presente, en los signos y en las palabras, a Cristo y sus acciones salvíficas (sacramentos), para la gloria de Dios y santificación de los hombres. El Espíritu lo da Dios, no el hombre; pero Dios siempre escucha la oración del que actúa en nombre y en persona de Cristo Cabeza del Cuerpo de la Iglesia y en nombre y representación de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote.

 

Cristo viene en la Liturgia de la Iglesia y está presente en el Espíritu, por el cual la presencia de Cristo en la Liturgia está ligada a la potencia de la epíclesis, siempre escuchada por el Padre. Esto sucede de modo peculiar en la Eucaristía, pero toda la Liturgia y los demás sacramentos hacen participar de la salvación y nos dan la gracia que significan por la eficacia de la epíclesis, que hace así de la Liturgia un Pentecostés perenne.

 

2. En la Liturgia, el Espíritu Santo hace presente el pasado.

 

La Liturgia no sólo recuerda los acontecimientos que nos salvaron, sino que los actualiza, los hace presentes. Efectivamente, el Misterio Pascual de Cristo se celebra, no se repite; son las celebraciones las que se repiten; y en cada una de ellas tiene lugar la efusión del Espíritu Santo (epíclesis), que actualiza el único misterio. Este es el motivo por el que el sacerdote-ministro que preside una celebración litúrgica, eucarística o de otros sacramentos, dice o anuncia: "Hoy Cristo ha nacido", o dice "Cristo resucita", no hace una ficción literaria, sino que lo dice en verdad. La Iglesia reunida participa realmente de la fuerza salvadora de Cristo y celebra los misterios del Señor por la fuerza del Espíritu, que nos hace entrar en el misterio real y actualmente.

Esta acción del Espíritu en la Liturgia, por la que nos hace actual el misterio realizado en el pasado, se llama anamnesis o memorial, que significa recuerdo. Sólo que el Espíritu en la Liturgia no se limita a recordar a la asamblea por la Palabra lo que Cristo ha hecho por el pueblo, sino que lo hace actualmente presente por la celebración.

 

3. En la Liturgia, el Espíritu nos hace pregustar el futuro

 

La anamnesis o memorial en la Liturgia no significa sólo que la presencia del Espíritu Santo recuerda y hace presente el acontecimiento salvador de Cristo que ya sucedió, sino que también apunta al futuro. La anamnesis litúrgica es la acción del Espíritu Santo que apresura la venida del Reino de Dios, que nos hace ir adelante hacia la plenitud de la salvación ya iniciada, pero que camina hacia su perfección final. En la espera y la esperanza nos hace realmente anticipar la comunión plena con la Santísima Trinidad.

 

4. En la Liturgia, el Espíritu Santo reúne a los fieles en la unidad.

 

La Liturgia, especialmente la Eucaristía, es la sinaxis, es decir, la asamblea de los fieles reunidos en unidad y comunión. En la Eucaristía existe una doble epíclesis o una epíclesis en dos partes: la primera, sobre el pan y el vino para que el Espíritu Santo los convierta en el Cuerpo entregado de Cristo y en la Sangre de Cristo, derramada para el perdón de los pecados. La segunda epíclesis, se pide la efusión del Espíritu Santo para que a todos los que participan del único Cuerpo eucarístico de Cristo los constituya en un solo Cuerpo (místico) de Cristo.

 

La finalidad de la misión del Espíritu Santo en toda acción litúrgica es poner en comunión con Cristo para formar su Cuerpo. El fruto del Espíritu Santo en la Liturgia es tanto la comunión con la Santísima Trinidad como la comunión fraterna. Por esta presencia y acción del Espíritu se puede decir que la Iglesia es en Cristo como un sacramento de la unión íntima de todos los hombres con Dios y de todos los hombres entre sí (misterio de comunión, ver Lumen Gentium n° 1).

 

5. En la Liturgia, el Espíritu Santo vivifica la Palabra

 

La Palabra de Dios es inspirada por el Espíritu Santo, por tanto siempre el Espíritu Santo actúa en el que lee y ora la Biblia para que sea Palabra de Vida, Palabra Salvadora, Buena Noticia del Reino. Pero, proclamada y escuchada en la Liturgia posee una particular vitalidad y una eficacia real.

 

El Espíritu Santo actúa en el ministro que proclama la Palabra de Dios, para que sea Cristo quien hable en el aquí y ahora de la celebración. Actúa en quienes la escuchan suscitando en ellos la fe para acogerla como Palabra de Dios que es en sus corazones, para que sea un encuentro con Cristo Palabra. Así, escuchada y acogida en la fe, el Espíritu actúa para que sea Palabra vivida y encarnada en la existencia de los fieles, que lleva al compromiso, a construir el Reino de Dios.

 

Para la reflexión personal y compartir en grupo:

 

  1. El presbítero es otro Cristo, es decir, otro "Ungido por el Espíritu Santo" que lo hace participar de Jesucristo, Cabeza de la Iglesia, Sumo Sacerdote y único Buen Pastor. Entre otras, mi misión como ministro de los sacramentos me hace celebrar la Liturgia: liturgia eucarística, pastoral de los sacramentos de la eucaristía, penitencia, unción de enfermos, pastoral de la preparación para la confirmación, Liturgia de las horas, otros sacramentales... ¿Cómo vivo y preparo estas celebraciones? ¿Cómo podría mejorar mi presidencia de las celebraciones litúrgicas? La rutina, la cosificación, el liturgismo, la no valoración de lo ritual, ritualismo...

 

2. Los sacramentos, aún siendo signos eficaces por sí mismos por ser acción y presencia de Cristo, necesitan de la respuesta de fe de quienes lo reciben y participan para poder dar fruto. El presbítero como ministro de estos sacramentos tiene un papel esencial como mediador de Cristo y del Espíritu Santo a favor de la comunidad y de cada uno de los que participan. Reviso mi fe, mi forma de celebrar los sacramentos, mi participación activa en la Eucaristía, cómo me alimento y me nutro de la vida de Cristo en los Sacramentos... Reviso si soy un "funcionario" o si la celebración me sirve para unirme más a Cristo... ¿preparo las celebraciones por amor a los hermanos de mi comunidad parroquial?

 

3. La predicación de la Palabra de Dios sólo es efectiva si soy fiel a la Palabra, a mi comunidad parroquial, y al Espíritu Santo que la inspira. ¿Acojo, creo, me apropio la Palabra de Dios?, ¿estudio y preparo la predicación de la Palabra, las homilías? ¿Cómo podría ser mejor pastor e instrumento del Espíritu de Cristo en la predicación? ¿Me dejo guiar por el Espíritu que inspiró la Palabra de Dios


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Martes, 26 de febrero de 2008

Palabras que pronunció el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, en la tarde del sábado 23 de Febrero de 2008 durante el rezo del Santo Rosario en el Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, en Santiago de Cuba.

 

Señor Arzobispo de Santiago de Cuba,

Queridos Hermanos en el Episcopado,

Hermanos sacerdotes, religiosos y religiosas,

Queridos jóvenes,

Hermanas y hermanos todos en el Señor:

 

Con motivo del X aniversario de la Coronación de la Virgen de la Caridad del Cobre, como Reina y Patrona de Cuba, realizada por Juan Pablo II durante su viaje apostólico a esta Nación, hemos llegado a este célebre Santuario mariano para rezar el Santo Rosario. Lo hacemos en el marco del IV Centenario de la aparición de la Virgen, en el que recordamos el amor que la Madre de Dios, manifestó por esta tierra y por sus hijos, cuando tres jóvenes recogieron su imagen en las aguas del mar. Hoy, conscientes de la presencia de María en su historia, son Ustedes quienes la acogen en sus corazones, con el eco todavía vivo de las Palabras del Papa Peregrino, el cual los invitaba a no tener miedo de abrir sus corazones a Cristo.


Con el rezo del Rosario aprendemos de María a contemplar la belleza del rostro de su Hijo y a experimentar la profundidad de su amor. Es un recordar, un hacer memoria, una contemplación saludable, una meditación y una súplica. Es un recorrido por la vida de Jesús. Por ello "María ha sido definida como el libro... sobre el cual se ha escrito la doctrina del Hijo" (CARD. TARCISIO BERTONE, Homilía en la Misa concelebrada con los Nuncios Apostólicos de Latinoamérica, 17.2.2007). El Rosario, la mejor tradición del arte de la oración, tiene un fuerte arraigo en la misma vida, ya que ilumina el misterio del corazón del hombre. En el rezo del Rosario hay una profunda actitud contemplativa de los misterios de la vida del Señor, una meditación pausada, mientras se desgranan las plegarias a María según la mejor tradición del arte de la oración, y particularmente benéfica en un mundo dominado a veces por el apresuramiento y la proliferación de voces que acaparan nuestra atención.


Sobre el trasfondo de las Avemarías se va poniendo en las manos de la Madre de Dios y Madre nuestra todo aquello que embarga "la vida del individuo, la familia, la nación, la Iglesia y la humanidad. Experiencias personales o del prójimo, sobre todo de las personas cercanas o que llevamos más en el corazón. De este modo la sencilla plegaria del Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana" (cf. JUAN PABLO II, Rosarium Virginis Mariae, 2).


Con los Misterios de Gozo hemos recordado esta tarde la encarnación y la vida oculta de Cristo. Según las palabras del Ángel, María se hizo templo de Dios de una forma única: fue Madre del Hijo de Dios. "Vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo". A lo que, con entero consentimiento y disponibilidad, respondió con aquellas palabras que nos abrieron la puerta a la salvación: "He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Gracias a Ella, mujer totalmente abierta a los planes de Dios, se cumple la venida definitiva al mundo del Salvador, el esperado de los tiempos. Por eso todas las generaciones la llamarán desde entonces bienaventurada (cf. Lc 1, 48). También Cristo al entrar en este mundo dice: "He aquí que vengo, oh Dios, para cumplir tu voluntad" (cf. Hb 10,5-7). Los dos "he aquí", el del Hijo y el de la Madre, se encuentran íntimamente en el misterio de salvación de todo el género humano. Y Ustedes también pueden participar en él renovando hoy su propio "heme aquí".


Así lo han hecho sus antepasados confiando a Dios con la práctica de esta plegaria mariana, la vida y la causa de la Iglesia que peregrina en Cuba. Del mismo modo que en momentos decisivos para la cristiandad se invocó a la Virgen del Rosario como propiciadora de la salvación, también el pueblo cubano en momentos cruciales de su propia historia, se ha confiado a la Virgen de la Caridad.

Hoy han venido hasta este Santuario jóvenes de diversas diócesis, especialmente de la que nos acoge, Santiago de Cuba, así como de las diócesis de Holguín y del Santísimo Salvador de Bayamo y Manzanillo.


Queridos jóvenes, gracias por su significativa presencia, que nos habla de un país joven con un futuro prometedor. Demuestren a la sociedad actual que, como decía el Papa Juan Pablo II, "pueden ser modernos y seguir a Jesús" (Oración al final de la Ceremonia de Canonización en Madrid, 4.5.2003). Ustedes son los herederos de la memoria de las comunidades cristianas que, en medio de pruebas y dificultades, han sabido transmitir a lo largo de la historia su fe genuina. Ahora les corresponde ser el presente y el futuro de la Iglesia en Cuba. Esto debe animarles a crecer cada día más en la fe y a entregarse desinteresadamente, aún a costa de sacrificios, a la causa del Evangelio, y a trabajar en favor de todos, especialmente de aquellos que más los necesitan, los pobres, los marginados, los excluidos, los enfermos y también de sus coetáneos, que en muchas ocasiones, a causa de su misma juventud, son los más vulnerables.


Sean voz de los que no tienen voz. Hoy tienen ante Ustedes nuevos desafíos, nuevos y numerosos problemas, y también nuevas esperanzas, sobre todo en los temas que conciernen a la dignidad de la persona y a sus derechos fundamentales. Defiendan la vida desde su concepción a su término natural y proclamen siempre la verdad. La verdad sobre el matrimonio y la familia, de un valor insustituible para toda la sociedad y también para su pueblo. Las familias cubanas, sus propias familias, han de ser ejemplo de fortaleza en las pruebas, y de alegría y confianza en el futuro. No olviden nunca la misión que el Señor les ha encomendado. Retomen con confianza el Rosario entre las manos, redescubriendo el rostro de Cristo, y llevando su amor y su Evangelio a su vida cotidiana, a la Universidad, a sus puestos de trabajo, a sus ambientes y a sus amigos. Hagan presente con su propio testimonio los valores del diálogo y del respeto mutuo, de la solidaridad, de la libertad y de la paz. Fomenten la esperanza y estén dispuestos a dejarlo todo para seguir a Cristo.


Pongan bajo la protección de María sus proyectos. Ella les acompañará en el camino de la evangelización como Madre de todos. El pueblo cubano ha experimentado siempre los beneficios de su protección maternal. Así lo afirmaba Juan Pablo II al decir que la historia cubana está jalonada de maravillosas muestras de amor a su Patrona.


Queridos jóvenes, amados hermanos, continúen dirigiéndose a Ella con serenidad de espíritu, pero al mismo tiempo con audacia apostólica, para que Ella siga siendo escudo y amparo, como cantan en su himno.


Confío sus vidas a María, bajo la venerada advocación de la Virgen de la Caridad del Cobre. Pongo en sus manos las dificultades y aspiraciones de todos los hijos de esta querida tierra. Que, como en el pasado, sea Ella quien guíe y sostenga sus pasos hacia el cielo y les aliente "a vivir de tal modo que en la sociedad reinen siempre los auténticos valores morales, que constituyen el rico patrimonio espiritual heredado de los mayores" (JUAN PABLO II, Homilía en Santiago de Cuba, 24.1.1998, n. 3).

Que esta plegaria de hoy sea para todos motivo de aliento y esperanza, sabiendo que cuentan con la especial cercanía del Papa Benedicto XVI, del cual les transmito su afectuosa Bendición Apostólica.

 


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Homilía que pronunció el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, en la Celebración Eucarística que presidió en la mañana del sábado 23 de Febrero de 2008 en la diócesis cubana de Santa Clara.


«¡Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios!» (Sal 102,1-2).

 

Estas palabras del salmo que hemos proclamado expresan acertadamente mis sentimientos de gozo al poder estar aquí con todos Ustedes, para compartir la fe que nos une y transmitir la cercanía espiritual de Su Santidad Benedicto XVI a esta Iglesia particular de santa Clara, que está en sus oraciones y por la que se interesa con paterna solicitud. Él me encargó que les dijera a todos Ustedes que ocupan un puesto especial en el corazón del Papa.


Dirijo un fraterno saludo al Señor Obispo de Santa Clara, Monseñor Marcelo Arturo González Amador, a los queridos Hermanos en el Episcopado, a los Sacerdotes, a los Diáconos, a los Seminaristas, a las comunidades Religiosas y a los miembros de las distintas Parroquias de esta Diócesis, así como a los fieles venidos de Cienfuegos y de otros lugares. Saludo también cordialmente a las Autoridades nacionales y locales que nos acompañan.


Animados por el salmista, que nos ha invitado a no olvidar los beneficios del Señor, queremos elevar en esta Eucaristía una ferviente alabanza a Dios por haber bendecido esta tierra, "la más hermosa que ojos humanos han visto", con aquella memorable visita que el Siervo de Dios Juan Pablo II realizara a la misma, hace ahora diez años.


El monumento al Papa, que dentro de poco tendré el honor de inaugurar, perpetuará este recuerdo y evocará continuamente que el Santo Padre vino a Cuba a compartir con todos Ustedes la "convicción profunda de que el Mensaje del Evangelio conduce al amor, a la entrega, al sacrificio y al perdón, de modo que si un pueblo recorre este camino es un pueblo con esperanza de un futuro mejor" (Discurso en la ceremonia de bienvenida en el Aeropuerto Internacional "José Martí", 21.1.1998, n. 4).

Fue justamente aquí, un 22 de enero de 1998, donde el venerado Pontífice presidió por vez primera la Santa Misa en suelo cubano para pedir por las familias de esta Nación.


Con un solo corazón, imploramos del Señor que continúe sosteniendo con su gracia la abnegada e ingente labor evangelizadora que Pastores y fieles están llevando a cabo en esta tierra, a la vez que deseamos renovar la plegaria que Juan Pablo II dirigiera a Dios por los matrimonios y las familias cubanas, para que fieles a las virtudes que las distinguen, entre las que destacan la solidaridad y la confianza mutua, el respeto de los hijos hacia los padres y la voluntad de construir un mundo mejor sin reparar en sacrificios, sepan afrontar los retos actuales apoyados en Jesús, el único que puede colmar verdaderamente la felicidad a la que todo hombre aspira (Cf. JUAN PABLO II, Homilía en la Misa celebrada en el Instituto Superior de Cultura Física "Manuel Fajardo" de Santa Clara. 22.1.1998, nn. 3-4).

Como hoy San Lucas nos ha presentado, Cristo vino al mundo para revelarnos que Dios es Padre de inmensa misericordia y que nosotros somos sus hijos, destinatarios privilegiados de su amor. No somos, por tanto, esclavos de nadie. Somos hijos amados de Dios y esta dignidad nunca se nos podrá arrebatar.


En este mundo todo acaba. Lo único que jamás se agota es el amor de Dios, que no quiere que se pierda ni uno solo de sus hijos, antes bien, su corazón rebosa de júbilo cuando el hombre responde a su amistad. Por este motivo, bien pudo afirmar Su Santidad Benedicto XVI, que "sólo el amor de Dios puede cambiar desde dentro la existencia del hombre y, en consecuencia, de toda sociedad, porque sólo su amor infinito lo libra del pecado, que es la raíz de todo mal. Si es verdad que Dios es justicia -proseguía el Papa-, no hay que olvidar que, sobre todo, es amor: si odia el pecado, es porque ama infinitamente a cada persona humana. Nos ama a cada uno de nosotros, y su fidelidad es tan profunda que no se desanima ni siquiera ante nuestro rechazo" (Homilía en la Parroquia romana de Santa Felicidad e hijos, mártires. 25.3.2007).


La certeza de la bondad de Dios ha de suscitar en nuestro interior manantiales de esperanza e impulsarnos a poner en práctica la palabra de Cristo, que nos pide seguir sus huellas y acoger a todos sin distinción, incluso a los que no comparten nuestra fe. Así, imitaremos al Padre celestial, que respeta la libertad de cada uno y atrae a todos hacia sí con su amor inquebrantable. Al mismo tiempo, se pondrá de manifiesto que los cristianos estamos llamados, no a devolver mal por mal, sino a ofrecer a nuestros semejantes lo mejor que tenemos: el amor de Dios revelado en Cristo Jesús, amor que es más fuerte que cualquier agravio.


En sintonía con esta enseñanza, tengamos la valentía de ser testigos de la caridad de Cristo allá donde estemos, ya sea en el hogar o en la fábrica, en el hospital o por la calle. Las circunstancias podrán cambiar, lo que debe permanecer inmutable es nuestra identificación con los sentimientos y las actitudes de Jesús. Entonces, lograremos con su gracia edificar una civilización en donde la mentira, la injusticia, la opresión o la violencia sean derrotadas por la fuerza del perdón y la verdad. Dios nos dio prueba de que esto es posible, pues en Cristo crucificado y resucitado nos mostró que la última palabra en la historia no la tiene el mal, sino el bien.


En este camino, no faltarán contrariedades y problemas. Ahora bien, nada debe amedrentarnos. En medio de nuestras vicisitudes, la confianza en el Señor, la escucha atenta de su Palabra, la participación asidua en los Sacramentos y la oración personal deben ser la fuente de nuestra fortaleza. No seamos remisos, pues, y busquemos el tiempo y los medios para profundizar en el conocimiento de Cristo, y para afianzar nuestros vínculos de amistad con Él. Jesús no es un personaje de ficción o un simple héroe. Tampoco es una idea abstracta, sino una Persona, "que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención" (1 Co 1,30). Jesús es el Pastor anunciado por Miqueas en la primera lectura (Cf. Miq 7,14-20). Por tanto, Él nunca abandonará a su grey. Que nadie se sienta, pues, olvidado o solo, abandonado o fracasado, porque Dios se ha encarnado en Cristo para entender nuestro lenguaje y para que ninguno de nuestros sufrimientos le fuera ajeno.


Que lo tengan esto en cuenta, particularmente, los jóvenes que participan en esta celebración y aquellos otros que, gracias a su palabra, podrán recibir la Buena Noticia de que Dios los ama y quiere compartir con ellos el camino de la vida.


Queridos jóvenes, permítanme Ustedes que les proponga con sencillez que miren al Señor Jesús. Él los enriquecerá con su gracia para que se atrevan a emprender el camino del amor que no exige, sino que se entrega sin pedir nada a cambio. Dejen que Jesús los transforme por dentro y tengan la valentía de preguntarse si Él los llama a seguirlo con una vida de especial consagración, para que Ustedes sean dispensadores de sus misterios y se dediquen a servir a los demás desinteresadamente.

Los invito a que se hagan eco de estas palabras entre sus coetáneos y amigos. Con su compromiso y testimonio de fe, sean para los que les rodean un signo que los lleve a interpelarse y los conduzca a descubrir que el hombre nuevo es aquel que tiene la audacia de amar a Dios, y a los demás, con todo su corazón.


Queridos hermanos, la novedad que hace realmente libre al hombre no viene de una propuesta humana, sino de Dios, que nos ha amado primero y nos ha dado ejemplo. Que ninguno de los aquí presentes se contente simplemente con realizar lo debido o lo que está estipulado, sino que la caridad de Ustedes desborde toda medida y alcance a descubrir las necesidades del otro para ponerse a su disposición con entrañas de misericordia. Que sepan Ustedes conmoverse ante las desdichas de los demás, dando así cumplimiento a las palabras de Cristo, que dijo: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40). Para que su amor sea duradero y desprendido, el cristiano debe orar a Dios sin desfallecer. Sin ello, el servicio a los demás corre el riesgo de convertirse en mera filantropía, o tal vez en propaganda, y fácilmente puede decaer ante la magnitud de los desafíos y urgencias que debe que afrontar. Por el contrario, si se reza con perseverancia, de esa oración mana aquella serenidad que, por encima de las incomprensiones y confusiones del mundo que le rodea, permite al discípulo de Jesús implicarse con constancia en la historia cotidiana, con el convencimiento de que Dios es Padre y lo ama, aunque su silencio siga siendo a menudo incomprensible para él (Cf. Deus caritas est, 38).


Queridos hermanos, les ruego que, al terminar esta celebración, lleven Ustedes el saludo y el afecto del Papa a todos los hogares de esta Diócesis y de los sitios de donde provienen, particularmente a aquellos en donde haya personas que sufren, niños o ancianos. A todos ellos díganles que el Señor los quiere y que nunca los dejará solos.


Pongo todas estas intenciones bajo la mirada de la Virgen María, a quien los hijos de esta Patria veneran con el glorioso título de la Caridad del Cobre. Acudan a Ella, porque Ella les llevará siempre a Jesús, fruto bendito de su seno. A la Madre de Dios le suplico que los custodie en su amor y les ayude en su vida diaria.

Amén.

 


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Discurso que el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, pronunció en la mañana del sábado 23 de Febrero de 2008, en Santa Clara, con ocasión de la inauguración del monumento dedicado a Juan Pablo II a los diez años de su visita a Cuba.

 

Querido Señor Obispo de Santa Clara,
Amados Hermanos en el Episcopado,
Honorables Autoridades,
Señoras y Señores.

 

Nos hemos reunido aquí para un acto con el cual se quiere hacer visible y duradera la singular y emocionante experiencia vivida por la Iglesia y el pueblo cubano con la visita a esta bendita isla del Siervo de Dios, el Papa Juan Pablo II, hace diez años. Ya el lugar mismo es particularmente significativo, pues en Santa Clara celebró su primera misa en estas tierras, dejando aquí la primera huella de su intenso camino como «mensajero de la esperanza» por otros lugares del País para compartir con los cubanos «su profundo espíritu religioso, sus afanes, alegrías y sufrimientos, celebrando, como miembros de una gran familia, el misterio del Amor divino y hacerlo presente más profundamente en la vida y en la historia de este noble pueblo» (Discurso de llegada, 21-1-1998, 3).

El monumento erigido aquí al recordado Pontífice es también un signo de que aquella peregrinación suya sigue iluminando hoy a la Iglesia y a los cubanos que anhelan los más altos valores espirituales para ellos y su querida Patria.

Saludo cordialmente a los Hermanos Obispos, a los sacerdotes, religiosos y religiosas, así como a las Autoridades aquí presentes y a cuantos han querido participar en este acto. Agradezco a los que han hecho posible la realización de este hermoso Monumento al querido Papa Juan Pablo II, a la Diócesis de Santa Clara, en particular a su querido y valiente Obispo, Monseñor Marcelo Arturo González Amador, a las Autoridades del País, a los realizadores del proyecto, a los artistas que lo han plasmado y a los benefactores que han colaborado en esta hermosa iniciativa.

El elemento más importante de este monumento, una estatua Juan Pablo II sobre el fondo de una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, esta cargado de significado. Refleja la profunda devoción del recordado Papa a nuestra Madre del cielo, a quien confió su ministerio apostólico, como rezaba su mismo lema episcopal, "Totus tuus". Bajo su amparo maternal emprendió su visita a Cuba, y encontró también aquí a la Patrona de los cubanos, que envuelve a todos bajo su manto, los une y los protege. Se perfila así un espléndido programa para dar a entender a quienes anuncian a Cristo, único salvador de la humanidad, que cuentan con la protección de aquella Mujer singular, a la que Dios confió la acogida en el mundo de su Hijo, los cuidados maternales durante sus primeros pasos en la tierra y que Cristo, ya en la cruz, nos entregó como Madre de todos los creyentes.

La evocación de María, Madre de Dios y madre nuestra, hace pensar de manera natural en la familia, en nuestras familias. Juan Pablo II habló de ellas con pasión precisamente aquí, en Santa Clara, haciendo una ardiente llamada: «¡Cuba: cuida a tus familias para que conserves sano tu corazón!» (Homilía en Santa Clara, 22-1-1998, 7). Y poco después añadió: «En el proceso de construir su futuro con todos y para el bien de todos, la familia, la escuela y la Iglesia deben formar una comunidad educativa donde los hijos de Cuba puedan crecer en humanidad» (ibíd.). Éste es un mensaje crucial también hoy y válido para el futuro de toda nación y de la familia humana misma.

Desde ahora, este espacio monumental recordará a los cristianos que por aquí transiten un acontecimiento que marcó un hito en la historia de la Iglesia y de Cuba, indicándoles al mismo tiempo el compromiso de ser testigos de la verdad del Evangelio y de transmitirla a las nuevas generaciones. Es de esperar que este monumento no se reduzca a un objeto de contemplación o admiración, sino que sea un motivo de reflexión y de inspiración para proseguir por el camino de fe y de la construcción de un mundo mejor y más fraterno, que es la razón por la cual ha sido erigido. Para muchos será también una llamada a la esperanza de que el pueblo cubano ensanche su corazón para dejar que entre Dios y para que los más altos valores humanos plasmen cada vez más su querida Patria.

Durante las jornadas en que Juan Pablo II estuvo en Cuba, el mundo entero pudo seguir con interés y emoción los acontecimientos que aquí se desarrollaban, dándose así un paso en el deseo ferviente que Juan Pablo II expresó apenas llegar: «Que Cuba se abra con todas sus magníficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba» (Discurso de llegada, 21-1-1998,5). Con este Monumento, Cuba cuenta con algo más que la embellece para sus moradores y que puede mostrar con afabilidad a quienes la visitan. También éste puede ser un buen fruto, tanto de la visita del venerado Pontífice hace diez años como de este monumento que ahora se inaugura.

Quisiera terminar con lo que, en realidad, es lo primero: cumplir fielmente el encargo que me ha sido encomendado como Secretario de Estado para la inauguración de este monumento en el décimo aniversario de la presencia de Juan Pablo II en Cuba, y que consiste en transmitirles, queridos hermanos y hermanas, el saludo cordial del Santo Padre Benedicto XVI. Antes de iniciar este viaje, me dijo: «Haz presente a la Iglesia y al pueblo de Cuba la paternal cercanía del Papa y la certeza de mi oración constante por los hijos de esa querida Nación. Ellos recibieron con afecto a mi venerado Predecesor y él los invitó a colaborar para conseguir un mundo mejor. Todo un mensaje de esperanza que no ha perdido su actualidad. Llévales como prenda de mi amor pastoral la Bendición Apostólica».

Muchas gracias.

 


Publicado por verdenaranja @ 22:17  | Hablan los obispos
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 ZENIT publica las palabras de Benedicto XVI pronunciadas con ocasión rezo del Ángelus, el domingo 24 de Febrero de 2008, ante miles de fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, en el Vaticano.
 


Queridos hermanos y hermanas:

En este tercer domingo de Cuaresma la liturgia vuelve a proponer este año uno de los textos más bellos y profundos de la Biblia: el diálogo entre Jesús y la samaritana (Jn 4,5-42). San Agustín, el que estoy hablando ampliamente en las catequesis de los miércoles, estaba justamente fascinado por este relato, e hizo de él un comentario memorable. Es imposible condensar en una breve explicación la riqueza de este página evangélica: hay que leerla y meditarla personalmente, identificándose con aquella mujer que, un día como los demás, fue a sacar agua del pozo y encontró allí a Jesús, sentado al lado, «fatigado del viaje», en el calor de mediodía. «Dame de beber», le dijo, dejándola muy sorprendida: en efecto, era inusual que un judío dirigiera la palabra a una mujer samaritana, y además desconocida. Pero la sorpresa de la mujer estaba destinada a aumentar: Jesús habló de un «agua viva» capaz de extinguir la sed y convertirse en ella «en fuente de agua que brota para vida eterna»; demostró además que conocía su vida personal; reveló que había llegado la hora de adorar al único y verdadero Dios en espíritu y en verdad; y al final le confío --cosa rarísima-- que era el Mesías.


Todo esto a partir de la experiencia real y sensible de la sed. El tema de la sed recorre todo el Evangelio de Juan: desde el encuentro con la samaritana, a la gran profecía durante la fiesta de las Tiendas (Jn 7,37-38), hasta la Cruz, cuando Jesús, antes de morir, dijo, para que se cumpliera la Escritura: «Tengo sed» (Jn 19,28). La sed de Cristo es una puerta de entrada al misterio de Dios, que se hizo sediento para saciarnos, como se hizo pobre para enriquecernos (2 Co 8,9). Sí; Dios tiene sed de nuestra fe y de nuestro amor. Como un padre bueno y misericordioso desea para nosotros todo el bien posible, y este bien es Él mismo. La mujer de Samaría representa en cambio la insatisfacción existencial de quien no ha encontrado lo que busca: ha tenido «cinco maridos» y ahora convive con otro hombree; su ir y venir al pozo para sacar agua expresa una existencia repetitiva y resignada. Sin embargo para ella todo cambió aquel día, gracias a la conversación con el Señor Jesús, que le estremeció hasta el punto de hacer que abandonara el cántaro de agua y corriera para decir a la gente de la ciudad: «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?» (Jn 4,28-29).


Queridos hermanos y hermanas: abramos también nosotros el corazón a la escucha confiada de la palabra de Dios para encontrar, como la samaritana, a Jesús que nos revela su amor y nos dice: el Mesías, tu salvador, «soy yo, el que te está hablando» (Jn 4,26). Que nos obtenga este don María, primera y perfecta discípula del Verbo hecho carne.

[Al final del Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español dijo:]

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los jóvenes de la diócesis de Vic, a los grupos de las Parroquias de San José Obrero, de Cáceres, y de la Inmaculada Concepción de Mahón, Menorca, junto con la Cofradía de San Pedro Apóstol, así como a los educadores y alumnos del Colegio diocesano Mater Dei de Segorbe-Castellón.


Invito a todos a dejar que Cristo entre en nuestro corazón, como hizo la Samaritana de que nos habla el Evangelio de hoy, y a la que Jesús iluminó la vida y mostró el agua que apaga la sed más profunda. Feliz domingo.


[Traducción del original italiano por Marta Lago.

 


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Conclusiones del primer encuentro internacional sobre la pastoral de los sin techo sobre el tema «En Cristo y con la Iglesia, al servicio de los sin techo», que ha distribuido ahora la entidad organizadora, el Consejo Pontificio de la Pastoral para los Inmigrantes e Itinerantes. El encuentro se había celebrado del 26 al 27 de noviembre de 2007.

"EN CRISTO Y CON LA IGLESIA, AL SERVICIO DE LOS SIN TECHO"

I. El acontecimiento

El 26-27 de noviembre de 2007, se celebró el III Encuentro Internacional sobre la Pastoral de la Carretera, en la sede del Pontificio Consejo de la pastoral para los Emigrantes e Itinerantes, Palacio San Calixto, Ciudad del Vaticano.

Participaron cuatro Obispos, muchos Directores Nacionales o Representantes de las Conferencias Episcopales y expertos, procedentes de veintiocho es entre los cuales Alemania, Argentina, Australia, Bélgica, Bolivia, Bosnia y Herzegovina, Brasil, Burundi, Canadá, Chile, China, Corea, Egipto, Eritrea, Estados Unidos, Francia, Holanda, Inglaterra, Irlanda, Italia, Japón, La India, Portugal, República Eslovaca, Rumanía, Sudáfrica, Taiwán y Zimbabwe. De las Ordenes religiosas estaban presentes Capuchinos, Misioneras de la Caridad, Hermanitas de Jesús, y las Misioneras Combonianas. También estaban representados la Soberana Orden de Malta, el SECAM, y el CCEE. Estaban presentes, además, asociaciones y movimientos, entre los cuales "Aux Captifs la Liberation", FEANTSA, FIO, la Comunidad Juan XXIII y la de San Egidio, la Sociedad San Vicente de Paúl y SELAVIP.

El Presidente del Pontificio Consejo, Su Eminencia el Cardenal Renato Rafael Martino, dirigió unas palabras de saludo a los participantes. Llamó la atención sobre cómo la presencia de un número tan considerable de personas procedentes de distintas partes del mundo era la señal de que nos estábamos enfrentando a un fenómeno de carácter global. Destacó, además, cómo la realidad de los sin techo no era un fenómeno reciente. Desde los orígenes, con la expulsión de nuestros antepasados del jardín del Edén, los hombres y mujeres han ido deambulando por los senderos del mundo. De hecho, desde siempre los cristianos han intentado responder, con solicitud pastoral, a las adversidades de los pobres y de los sin techo. El Presidente enunció una serie de indicadores que, en la vida de la Iglesia, desde el Magisterio ordinario hasta otras directrices, han orientado a los Cristianos en su atención pastoral hacia los sin techo. Por último, e inspirándose en el mensaje propuesto por el Santo Padre Benedicto XVI en la Carta Encíclica "Deus caritas est", subrayó cómo, aunque el evangelio no ofrezca de inmediato soluciones a los problemas, tenemos aquí que dejarnos llevar por el deseo de amar al próximo y de descubrir en él el rostro de Cristo. Por lo tanto, el servicio a los sin techo "se convierte en una profunda revelación del amor de Dios hacia la humanidad".

A continuación, el Arzobispo Agostino Marchetto, Secretario del Dicasterio, pronunció el discurso programático con el título: "¿Señor, cuando te hemos visto...?" (Mt 25,44). Así se centró tanto el tono como el desafío del encuentro, remitiendo al mandamiento del Señor éste saber reconocer siempre el rostro de Cristo en los pobres y marginados. Antes de nada, el Excmo. Secretario explicó que cuando hablamos de los sin techo, de hecho nos enfrentamos a la falta de tutela de los derechos humanos fundamentales. Además, no sólo describió la realidad de este fenómeno global, sino también las diferentes facetas en que éste se manifiesta. No obstante estas diversidades, la falta de una morada fija, casi siempre, lleva a las personas a la desastrosa espiral de la falta de sanidad, de la pobreza y de la marginación. Por estas razones, las necesidades de los sin techo reclaman una clara respuesta tanto humana come eclesial, que se basará no sólo en la satisfacción de las necesidades fundamentales, sino también en la tutela de su dignidad como personas. Al mismo tiempo, la Iglesia tiene que desarrollar una específica pastoral que sepa ver a la persona en cuanto tal, más allá de sus necesidades, ya que realmente ella ha sido creada a imagen y semejanza de Dios. Este es el desafío para las comunidades cristianas: transformarse en lugares de acogida donde no sólo se acoja al Señor mismo en las personas sin techo, sino también donde haya un reciproco acompañamiento en el proceso de su rehabilitación y reintegración.

Durante ese primer día, los participantes tuvieron la ocasión de presentarse y de intercambiar opiniones sobre las respectivas experiencias de apostolado. Éstas corroboraron no sólo la importante aportación que se ha llevado a cabo en el ámbito de la atención pastoral de los sin techo, sino también la extraordinaria diversidad de situaciones en las que cada uno se encuentra y lleva a cabo su tarea.

A lo largo de los dos días los congresistas se dividieron en distintos grupos lingüísticos, con el propósito de compartir experiencias de buenas realizaciones, metodologías, logros y fracasos en la atención pastoral de los sin techo. Durante el segundo día, los grupos profundizaron en las características de lo que tendría que constituir el fundamento de la respuesta eclesial. Se les entregaron varias preguntas para facilitar la reflexión y el dialogo.

Lo más destacable de la segunda jornada fue la extensa intervención del Profesor Mario Pollo de la LUMSA y de la Universidad Salesiana de Roma. Trazó un panorama global del fenómeno de los sin techo y de las consiguientes y distintas respuestas pastorales, obtenidas de una encuesta realizada anteriormente por el Pontificio Consejo entre los distintos participantes.

La tarde del segundo día se dedicó a la Mesa Redonda acerca de "el compromiso humano y la atención pastoral de los sin techo". La Baronesa Martine Jonet, de la Soberana Orden de Malta, el Señor Roger Playwin, Director Nacional de la Sociedad de San Vicente de Paúl, en los Estados Unidos de América, don Barnabe d'Souza, Director del centro de acogida Don Bosco, en la India, el Señor Cristiano Gianfreda, de la Comunidad de Papa Juan XXIII y Sor Maria Cristina Bove Roletti, Coordinadora Nacional de la Pastoral de la Calle de Brasil, expusieron sus experiencias con respecto a las situaciones particulares de los Países donde viven y de sus organizaciones, "descubriendo" los principios que tendrían que dirigir esta actividad pastoral y sus nuevas estrategias. De modo especial, señalaron no sólo la importancia de la atención de los sin techo sino también la importancia de manifestar el valor y la dignidad de sus propias vidas.

La parte conclusiva del encuentro, se dedicó a la presentación del aporte de los grupos de trabajo y a la lectura de las conclusiones y recomendaciones. El Congreso terminó expresando el vivo deseo de continuar el dialogo y el intercambio fraternal de experiencias en el ámbito de la pastoral para los sin techo.

II. Conclusiones

1.         Debido a su condición, la persona sin morada fija tiene una singularidad y unicidad irrepetible. En una sociedad que lee las relaciones sociales en función de los intereses económicos, la Iglesia asume la misión de restituir el valor de la gratuidad, de la relación en su sentido más profundo.

2.         En nuestro contexto histórico y social existen personas que identifican al pobre come aquel que ha fracasado, tanto en el orden de la naturaleza humana como de las necesidades humanas. Esto lleva a considerar la pobreza como la consecuencia de una vida sin valores y, en consecuencia, una culpa. Por lo tanto se ve la pobreza como una situación de la cual es casi imposible emanciparse. Su duración es una señal capaz de estigmatizar para siempre le existencia humana.

3.         El destino de una persona sin techo está ulteriormente "marcado" si se considera su situación como resultado de una "elección". ¿Quien podría elegir vivir del cuento o una existencia marcada por la inestabilidad para si y para su propia familia? Sin embargo, la búsqueda de la justicia nace del reconocimiento del pobre, con el convencimiento de que definirlo con un nombre equivocado significa añadir una injusticia a otra injusticia.

4.         A menudo nos enfrentamos con la idea de que una persona que no tiene morada fija es una persona "diferente". Es como si la pobreza fuera un problema que concierne a los demás. En realidad no hay diferencias, porque vivimos en una "sociedad de riesgo" en la que nadie puede estar seguro de no acabar siendo pobre.

5.         En cada uno de los cinco continentes el ejemplo y la abnegación de las comunidades cristianas respecto a los "últimos entre los últimos" es una señal evidente del amor de Dios hacia la persona humana, viva donde viva y en la situación existencial en que se encuentre. Esto resulta aún más evidente en las actividades específicas que se llevan a cabo, incluso cuando se adoptan metodologías distintas y las opciones a nivel de la organización dependen de los Países en los que se concreta la actividad pastoral. De hecho, lo que se realiza está caracterizado por distintos valores fundamentales que constituyen su trasfondo teológico.

6.         Entre todos los valores es de particular importancia a dimensión relacional. Al aceptar la definición de quien está sin morada fija como "un sujeto que se halla en condiciones de pobreza material y no material, portador de estreches complicadas, dinámicas y multiformes", hecho patente en la falta de morada fija, podemos constatar que la carencia relacional es un elemento que puede  circunscribir y provocar una vida de pobreza. A partir de ello, hay que trazar el itinerario hacia una mayor confianza, una vida verdadera y significativa, en la que se pueda considerar a las demás personas como amigos, y ello es posible también en sitios en los que no hayan "estructuras", como la calle. Ella puede, por lo tanto, ser un sitio pedagógico, pero también pastoral, para alcanzar una promoción humana, un cambio.  

7.         Para que se realice, la Iglesia, la comunidad local, actúa en el territorio, solícita a las necesidades emergentes y ofrece el apoyo para individuar las soluciones. En este itinerario se insertan a las personas sin morada fija en un recorrido de reconciliación, así como están involucrados todos aquellos que viven en un determinado territorio. Este procedimiento de reconciliación reclama necesariamente una complementariedad existencial. Sólo a través de las relaciones la persona humana puede descubrir y reconocer a sí misma.                      

8.         Los cambios políticos y los fenómenos sociales en continua transformación necesitan de una acción profética por parte de las Iglesias locales. Hoy en día constatamos que ellas están constantemente comprometidas en defensa de la vida, a través de sus elecciones y el testimonio de que el amor a Cristo es una fuente de curación de las heridas de la indiferencia.

9.         Algunos elementos esenciales encaminan la "mejor actividad pastoral" entre los sin morada fija que implica compartir. Hacerse partícipe de un destino común es el resultado de profundas relaciones, en las que la manera de ver al pobre es purificada. Esa visión purificada corrobora la persuasión que existen personas capaces de llevar en sus corazones el destino de los demás y, entretanto atestigua - a través del trabajo de los agentes pastorales - que Dios ama hic et nunc (aquí y ahora).           

10.       Creer en la importancia de las relaciones, pone la dimensión de la promoción humana al lado de aquella del auxilio material, ser agentes pedagógicos y considerar que el camino por recorrer, para evitar graves formas de marginación, es innovador e importante, implica pensar, proponer y creer en una acción pastoral global.  

11.       Los sin morada fija representan, en todo caso, un desafío para toda la sociedad, llamada a la corresponsabilidad en la promoción de un acercamiento apasionado con el problema. Hay que tratar de comprender la situación y no tanto de encontrar una explicación, que podría degenerar en clasificación impropia. No hay que considerar a la persona como un objeto, destinatario de intervenciones establecidas de antemano. Ello necesita de un proyecto que no estigmatice sino que tenga la lógica de una verdadera inclusión. No obstante, la acogida permanece limitada, frágil, insuficiente, pero hay que llenarla de un compromiso deliberado y constante. Espontaneismo, fragmentación y obstáculos son elementos que se necesita contrastar con un acercamiento integral, duradero y sostenible.            

12.       La sensibilización consiguiente - en el contexto de un proceso hermenéutico - es el camino a través del cual se puede pensar y proyectar un futuro diferente, en el que la dignidad sea descubierta de nuevo (y no sólo restituida). Por el hecho de que cada persona es en sí misma un ser único e irrepetible, en cuanto hijo de Dios, es fundamental respetar el tiempo necesario para el crecimiento y el cambio. Esto es verdad también para la comunidad eclesial implicada en la solicitud hacia el próximo.

13.       Hay que ser "veraces" en cada relación de naturaleza pastoral. Vivir la verdad en el ejercicio de la caridad tendría que constituir la base de toda eventual actividad. Esa verdad exige una demostración de su gratuidad, de su origen y de sus razones más profundas. podemos decir que el paradigma de una Iglesia que está cerca de sus hijos, aunque ellos estén a menudo lejos de "casa", es en lo que debería consistir su "ser sal y luz".

14.       Proporcionar una "casa" es por lo tanto la misión intrínseca de toda actividad pastoral, en este ámbito. No se trata simplemente de ofrecer un amparo, sino un lugar donde las personas puedan ser ellas mismas en toda su plenitud y dignidad. Se trata por tanto de un lugar donde se pueda construir su propia morada relacional y desarrollar cada dimensión de la existencia, incluida la espiritual.

15.       El número de personas sin techo tiende al aumento tanto en los Países industrializados como en aquellos que están en vía de desarrollo, en las grandes ciudades y en las zonas rurales, entre los ciudadanos residentes e inmigrantes, incluso hombres, mujeres de toda edad y niños. 

16.       La Iglesia, a través de sus múltiples instituciones, socorre a los sin techo gracias a comedores, refugios, cursos de formación profesional y empleo, advocacy, poniendo a disposición practicas para la contratación del empleo como parte integrante del proceso de integración en la comunidad y garantizando asistencia pastoral.

17.       Se encuentra aquí un lugar para la ordinaria, territorial, actividad pastoral de la Iglesia, y también para aquella específica, que tiene que ser holística, multidimensional, espiritual, social y relacional.

18.       El cuidado pastoral tendría que ser comprendido en el sentido más amplio, al ser la respuesta a las necesidades materiales y espirituales.

19.       El ministerio de la acogida, sobretodo respecto a los marginados, es también parte integrante de la vida parroquial. Si en la comunidad no se consideran a los pobres y a los sin morada fija, la Iglesia non puede considerarse "completa". Existe además una clara conexión entre las obras de la caridad y las exigencias de la justicia.              

III. Recomendaciones

Para la sociedad

1.         Al ser la realidad socio-económica muy complicada y llevar a cabo obras de justicia significa vivir la justicia, es necesario actuar en medio de la complejidad evitando las fragmentaciones. Además la perdida de valores desestabiliza la convivencia social así que las Iglesias locales tendrían que presentar una perspectiva axiológica que reconduzca al hombre hacia el hombre. 

2.         Para alcanzar estos logros es importante crear una "red" local, en la que se reconozcan las responsabilidades y las competencias, dando la preferencia a la programación antes que a la intervención en situaciones de emergencia. Que se fomenten entonces encuentros para la coordinación intra-eclesial y extra-eclesial como oportunidad para definir objetivos comunes. Asimismo, que haya recíproca comprensión de los lenguajes utilizados para analizar y hacer frente a las necesidades de los sin morada fija. Es también de esta manera que se fomentará el desarrollo de su cuidado pastoral purificado de los estereotipos, de los "perjuicios" y de las divisiones ideológicas.   

3.         aunque haya organizaciones o grupos que se sienten facultados a ocuparse de los sin morada fija, es oportuno volver a entregar las respectivas responsabilidades a las autoridades civiles, centrales y locales.  

4.         Se fomenten trabajo y viviendas, incluso en la perspectiva de los derechos fundamentales. Entre ellos, hay que insertar también el de la salud, no sólo en el sentido de ausencia de patologías, sino como posibilidad de acceso al bienestar existencial.            

5.         Por lo tanto es oportuno que en cada acción pastoral para los sin techo - como la acogida, el trabajo, la atención psicológica, el acompañamiento educativo, etc. - se asuman, dentro de lo posible, los limites humanos, con el fin de evitar el fracaso. Ello significa que hay que tener unos objetivos realistas y realizables.

6.         Hablando de personas que viven sin morada fija, que se desarrollen nuevas y respetuosas expresiones lingüísticas para denominarles.

7.         Sin juzgar a las personas, las actividades de servicio tengan como blanco la promoción de la calidad de la vida y soluciones a largo plazo, ofrecidas de manera respetuosa tomando en consideración la Doctrina social de la Iglesia sobre la dignidad de la persona humana. Además, que esas intervenciones aspiren a la trasformación total.         

Para la Iglesia

8.         El compromiso eclesial a favor de los sin techo se base en la verdad fundamental de que en ellos se hace presente Cristo que sufre y ha resucitado. Siguiendo el ejemplo de Cristo, es necesario escucharles, darles confianza y crear relaciones. Para lograrlo, la Iglesia tiene que salir a su encuentro en la calle, con una implicación positiva.

9.         De cara a ofrecer un mejor servicio a los sin techo, es necesario fomentar la colaboración entre instituciones eclesiales, poniendo fin a la tendencia de actuar a solas, a veces con espíritu de competición. Se alienta a una adecuada cooperación con las Autoridades civiles, con otras denominaciones religiosas y con Instituciones no confesionales que comparten las mismas preocupaciones y los mismos objetivos. Que se anime también las iniciativas ecuménicas.

10.       Las personas sin techo han de ser estimulados a participar, en la medida de lo posible, en la vida social y eclesial. Que en los programas destinados a ellos se tengan en cuenta sus respectivas experiencias, convicciones, culturas y necesidades, implicando a las mismas personas en su tarea de recuperación y evitando crear dependencias.

11.       Que las personas sean tratadas como seres únicos, reconociendo en ellas la imagen y la semejanza de Dios, y que se les llame a cada uno por su nombre.

12.       A pesar de las dificultades en los contextos donde se opera, parece oportuno recorrer con convicción los itinerarios de la justicia, afirmando la especificidad de la misión de la Iglesia.

13.       Por lo tanto, es necesario y oportuno conocer esta realidad tanto a través del estudio como a través de la acogida, como resultado de la relación. Los pobres forman parte de la comunidad eclesial y como pobres tienen que ser acogidos de la misma manera que se acoge a las familias en dificultad, a las viudas, etc. Cada persona tiene su historia y problemas específicos que hay que conocer y afrontar. Los sin techo tienen que ser considerados portadores de derechos y no considerados sólo como un listado de necesidades por satisfacer.

14.       Se les ha de dar la posibilidad de poder expresarse en la Iglesia y en los acontecimientos públicos. Ello puede realizarse también en la dimensión típica del teatro o de los demás medios de comunicación.

15.       Los estudiantes también han de participar, en los distintos niveles de formación, para que aprendan lo que hay debajo de la situación de los sin techo y puedan ayudar según su nivel.

16.       Que en las parroquias se fomenten las buenas relaciones familiares y comunitarias, de tal manera que se puedan individuar las necesidades locales emergentes y se pueda realizar una acción preventiva, que frene la aparición del fenómeno de los sin techo.

17.       Hay que utilizar los Documentos eclesiales como un recurso para ofrecer un ministerio eficaz.

18.       Se pongan a disposición adecuadas medidas de financiación que permitan a los laicos ofrecer su propia contribución a la pastoral de las personas sin techo.

Para las Conferencias Episcopales y las correspondientes Estructuras Jerárquicas de las Iglesias Orientales Católicas

19.       Que las Conferencias Episcopales y las correspondientes Estructuras Jerárquicas de las Iglesias Orientales Católicas hagan obra de advocacy en favor de los derechos a la casa y al desarrollo, en el espíritu de la Populorum Progressio. Una buena actividad de asesoramiento nace de informaciones fiables. Los Obispos locales pueden entrar en conocimiento del tema en cuestión mediante las propias asociaciones y otras que actúan en sus diócesis/eparquías.

20.       Un camino de fuerte compromiso implica la intervención de las Conferencias Episcopales y de las correspondientes Estructuras Jerárquicas de las Iglesias Orientales Católicas, el auxilio de la Santa Sede, la iluminación del Magisterio pontificio.

21.       En ese marco, las Conferencias Episcopales y correspondientes Estructuras Jerárquicas de las Iglesias Orientales Católicas propongan orientaciones sobre las obras de financiación, a fin de sustentar las actividades especificas en apoyo de las personas sin techo, proyectar un futuro distinto, ayudar a todos aquellos que trabajan por los pobres (a menudo también ellos en condiciones de pobreza).

22.       La Sagrada Liturgia podría expresar esa solicitud a través de signos litúrgicos que manifiesten el lugar central de los pobres en el corazón de Dios. Una jornada de oración para remediar las pobrezas extremas (tal vez el 17 de octubre, jornada mundial contra la pobreza), podría contribuir en ese sentido.

Para las diócesis/eparquías

23.       Los bienes eclesiales no utilizados (edificios) podrían ponerse a disposición como viviendas económicas y residencias. Las diócesis/eparquías consideren la oportunidad de disponer de un proyecto para las viviendas de los sin techo como signo concreto de este primer Encuentro Internacional, si todavía no lo han hecho.

24.       Los Seminaristas, religiosos, agentes pastorales reciban elementos de formación sobre la Doctrina social de la Iglesia y sobre la pastoral de los pobres y de los marginados.

25.       Se alimente una mayor presencia del Diaconado permanente en el servicio a los pobres y a los sin techo.

26.       Que se estimule una mejor interrelación en las actividades de los religiosos y de las religiosas y de las asociaciones que cuentan con amplia tradición en el marco de los servicios sociales.

Para las parroquias y las comunidades

27.       Las parroquias sean "comunidades de acogida". Se favorezca la constitución de "comités sociales" para promover e individuar las obras de misericordia corporal.

28.       Las homilías y formas de catequesis han de prestar atención a las desventuras de los sin techo y a las consiguientes respuestas cristianas.

29.       Para ser una comunidad cristiana de acogida, se debe dejar a un lado los perjuicios, y llevar a cabo una labor de reconocimiento. En ese sentido, no existen pobres que sean prerrogativa exclusiva de la acción de uno en particular. En todo caso, siempre es la comunidad la que tiene que hacerse cargo de ello, aún cuando se trate de una acción de restitución de la responsabilidad. En un determinado territorio, una comunidad es acogedora cuando es capaz de individuar la necesidad y de ofrecer repuestas flexibles, que se alejen de la "burocratización". Por lo tanto las comunidades eclesiales deben asumir el riesgo de vivir una caridad profética.

30.       Es conveniente que dentro de las comunidades eclesiales se reconozca la presencia de habilidades que se puedan poner a disposición. Que se acompañe esas capacidades con propuestas formativas capaces de ofrecer elementos útiles para la comprensión de la realidad.

31.       De hecho, en las parroquias es posible promover "obras que sean signos", para afirmar profecía, interés y compromiso de las comunidades cristianas hacia los sin techo. A nivel local, especialmente, es oportuno percibir las señales del sufrimiento y antes aún los de la estrechez, que puede prevenirse si se da un amplio espacio a la escucha de todo lo que la persona está pasando y experimentando.

32.       Que todas las parroquias y los demás grupos eclesiales acepten el mandato evangélico de acoger a los extranjeros y, entre ellos, de cuidar de la mejor manera al indigente y al que no tiene un techo. Los sacerdotes y los directores espirituales tienen que estar siempre disponibles respecto a los sin techo, sobretodo en las situaciones críticas de su vida y en las ocasiones de luto.

33.       La comunidad local, la Iglesia, el pueblo de Dios, están llamados también a creer en el futuro de las personas sin techo. Esto se puede realizar a través de la constante comunicación, en las medidas y en los tiempos oportunos. Toda ocasión destinada a "dar voz al que no tiene voz" (ver las experiencias de los llamados diarios de la calle) es una posibilidad capaz de cambiar la percepción que las personas sin techo tienen de sí mismos, y también la consideración y la comprensión de la sociedad con respecto a ellos. Todo esto es un paso hacia el incremento de la confianza en sí mismos y en la vida. 

Para el Consejo Pontificio

34.       Que el Consejo Pontificio de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes, con la ayuda de los participantes, redacte un listado de las organizaciones que actúan con los sin techo, para facilitar el intercambio de "modelos" y simplificar la comunicación y la coordinación.

35.       El Consejo Pontificio dedique también una semana cada año a la sensibilización sobre las necesidades pastorales de las personas sin techo, tal vez en concomitancia con las jornadas internacionales que se les dedican.

36.       El presente Encuentro no tendría que ser el primero ni tampoco el último; es importante que haya una continuación.

[Traducción distribuida por el Consejo Pontificio de la Pastoral para los Inmigrantes e Itinerantes]

 


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Lunes, 25 de febrero de 2008

El obispo de Tarahumara, región montañosa e indígena del Norte de México, en el estado de Chihuahua, monseñor Rafael Sandoval Sandoval M.N.M., ha escrito una reflexión pastoral sobre el anuncio de Cristo entre los indígenas por parte de los jóvenes.

ANUNCIAR EXPLÍCITAMENTE A JESUCRISTO

  

1. ALGUNAS REALIDADES QUE ADVIERTO

Muchos católicos se están alejando hacia otras religiones, en particular a confesiones y sectas protestantes. Tal problema no es tan simple. Pero algunos de ellos dicen que, hasta que se cambiaron, encontraron a Jesucristo. De hecho, los hermanos separados empiezan con la predicación sencilla: "Acepta a Jesucristo como tu Salvador personal, y serás salvo". Esto también lo oímos decir a quienes se adhieren a movimientos como la renovación en el Espíritu Santo. Encontrarse con Cristo, cambia sus vidas.

Yo mismo, cuando voy a las comunidades, insisto mucho en el Kerigma. Anuncio explícitamente a Jesucristo como único Salvador. Veo que el pueblo tiene hambre de conocerlo y seguirlo. Me pregunto pues: ¿Por qué no saciamos esa hambre? ¿Por qué callar su Nombre y su Persona?

¿Por qué no darle a Jesucristo el lugar que le corresponde? ¿Por qué no poner siempre la Eucaristía como centro de toda reunión? ¿Por qué callar el Kerigma? Es verdad que en las culturas ya están las "Semillas del Verbo", pero ¿Por qué quedarnos sólo en ellas sin anunciar que la plenitud de la Revelación está en Cristo?

2. ILUMINACIÓN

Ciertamente que el testimonio de vida es fundamental, pero se requiere "el anuncio explícito, adaptado a las diversas circunstancias y constantemente actualizado" (Ev Nuntiandi 29). Hace falta anunciar que Cristo es el camino, la verdad, la vida; que Él es Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero...". Aunque no falte quien diga que eso de "Dios de Dios..." es incomprensible para la gente, yo noto que los sencillos lo entienden muy bien.

¿No será esto una imposición o violencia contra la libertad religiosa? ¿Para qué anunciar el Evangelio si lo que salva es la rectitud de corazón? ¿No bastan las "Semillas del Verbo" esparcidas por el mismo Señor? ¿Para qué evangelizar a los indígenas, cuando ellos viven mejor que nosotros?

Son frases que se escuchan hoy por doquier. Es verdad que toda imposición es una violencia a la conciencia de los otros. Pero proponer la verdad evangélica y la salvación que ofrece Jesucristo, y hacerlo con respeto y sin coacción, lejos de ser un atentado contra la libertad religiosa, es un homenaje a esta libertad, a la cual se ofrece la elección de camino que incluso los no creyentes juzgan noble y exaltante. Es un derecho y un deber en todo evangelizador proponer la verdad de Cristo; y es un derecho de todos el recibir el anuncio de la Buena Nueva de salvación que es el mismo Cristo. Jesucristo se identifica con el Reino, y callarlo sería una vergüenza.

El Apóstol Juan dice: "Todo aquél que reconoce a Jesucristo, Palabra de Dios, hecha hombre, es de Dios. Todo aquél que no reconoce a Jesús, no es de Dios, sino que su espíritu es del anticristo.... ¿Quién es el que vence al mundo? Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios... Dios nos ha dado la vida eterna y esa vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo, tiene la vida; quien no tiene al Hijo, no tiene la vida" (1 Jn 5, 5.11-12).

Los Apóstoles dicen convencidos: "Él es la piedra angular. No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos... No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído" (Hechos 4, 11-12. 20). "No cesaban de enseñar y anunciar la Buena Nueva de Cristo Jesús cada día en el Templo y por todas las casas" (Hechos 5, 42).

Algunos de los muchos textos del apasionado Pablo nos indican lo mismo: "Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo" (Rom 10,9). "Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios... No quise saber entre ustedes sino a Jesucristo, y éste crucificado" (1 Cor 1,23-24; 2,2). "¡Ay de mí, si no predicara el Evangelio!" (Ib 9,16).

"No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos de ustedes por Jesús" (2 Cor 4,5). "Somos embajadores de Cristo, como si Dios mismo los exhortara por medio de nosotros" (Ib 5,20). "Vivo, pero no soy yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gál 2,20). "Sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en ustedes" (Ib 4,19). "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales, en los cielos, en Cristo" (Ef 1,3). "A mí, el menor de todos los santos, me fue concedida esta gracia: la de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo" (Ib 3,8)... "Hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud en Cristo" (Ib 4,13).

"Para mí la vida es Cristo" (Filp 1,21). "Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura con tal de ganar a Cristo" (Ib 3,7-8). "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Ib 4,13). "El es imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación... El es también la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia... Dios tuvo a bien hacer residir en El toda la Plenitud" (Col 1,15.18-19). "Hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús" (1 Tim 2,5). "Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo" (2 Tim 4,2).

Los papas han insistido mucho en esto. Basta por ahora recordar lo que nos dijo Benedicto XVI, al inicio de su pontificado: "¡No teman! ¡Abran, más todavía, abran de par en par las puertas a Cristo!...quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada -absolutamente nada- de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera... ¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí, abran, abran de par en par las puertas a Cristo y encontrarán la verdadera vida".

Los obispos, en Aparecida, nos dicen: "Aquí está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias.

Éste es el mejor servicio - ¡su servicio!- que la Iglesia tiene que ofrecer a las personas y naciones" (No. 14). "Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo" (No. 29). "Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado" (No. 18).

3. ¿QUÉ HACER?

Primeramente estar enamorados de Cristo. Un enamorado no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él salva. Sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro (Aparecida 146 y 147). Lo primero es vivir por Él, con Él y en Él, pues "No todo el que dice Señor, Señor, sino el que hace la voluntad del Padre". Seguirlo es ir con Él, apostar por Él y vivir como Él. Es vivir "conmigo, contento, trabajando". Ningún elemento puede faltar. Los peligros son: "vivir contentos, trabajando, pero sin Él", "vivir con Él, trabajando, pero sin alegría", o "vivir con Él, contentos, pero sin trabajar". No nos hicimos cristianos para servir a los pobres, sino por el Señor, al que, luego, encontraremos en los pobres. Si no existe este fundamento en el corazón, todo se desbaratará muy pronto. No caer en lo que algunas sectas hacen: piensan que los símbolos, mitos y ritos indígenas están llenos de supersticiones y de ignorancia. Decir esto es no conocer la fe de nuestros pueblos y condenarlos a priori. Es no conocer y apreciar su espiritualidad profunda. Lo que no se conoce se rechaza. Hay que descubrir a Cristo en las culturas, anunciarlo explícitamente, ayudar a madurar la fe cristiana y purificar lo que no es conforme al Evangelio. El Evangelio es el criterio válido y definitivo de discernimiento, fuente de vida para nuestros pueblos. Hay que participar en los ritos, mitos y símbolos indígenas, y tratar de comprender su significado real de lo que hacen y piensan. Hay que respetar su manera de acceder a Cristo, sus formas de asumir y expresar su mensaje. Pero también hay que presentarles a Jesucristo vivo, al Espíritu y a María. Ellos no lo rechazan, sino que lo aceptan con gozo y como fuente de liberación. Cuando los indígenas descubren la Eucaristía, le dan grande valor. Ellos le tienen mucho respeto y lo tratan con mucha delicadeza. Anunciar el encuentro con Cristo no es espiritualismo alienante ni enajenación de los sufrimientos del pueblo. Todo lo contrario. Cuando alguien descubre a Jesús, sea de la cultura que sea, no puede menos que poner todo su empeño en que otros lo conozcan y, con la luz y la fortaleza de su Espíritu, hace cuanto está de su parte para que la realidad se transforme, como Él lo hizo: "Los seguidores de Jesús deben dejarse guiar constantemente por el Espíritu, y hacer propia la pasión por el Padre y el Reino: anunciar la Buena Nueva a los pobres, curar a los enfermos, consolar a los tristes, liberar a los cautivos y anunciar a todos el año de gracia del Señor" (Aparecida, 152).

Anunciar a Cristo no empobrece a las culturas, al contrario, las enriquece.

4. CRISTO NECESITA DE LOS JÓVENES

Hoy vivimos en una batalla de la muerte contra la vida. La vida está amenazada por fuerzas hostiles. La familia está siendo atacada, y los niños son los más frágiles. Cristo necesita a los jóvenes para que anuncien la vida. Por eso digan "Sí" a la vida. La lucha es larga y seguirá. Pongan, como dijo Juan Pablo II, su entusiasmo y sus talentos al servicio de la vida. No teman anunciar a Cristo.

La generación de jóvenes tiene que sentir el llamado urgente para la tarea "¡Ay de mí si no evangelizare!". La Iglesia necesita de sus energías juveniles para hacer que el Evangelio de la vida penetre en las estructuras de la sociedad.

No teman anunciarlo en las calles y lugares públicos. No es momento de avergonzarse del Evangelio. Es momento de estar orgullosos de Jesucristo, y predicarlo desde las azoteas; de salir a caminos para invitar al Banquete que Dios ha preparado para su Pueblo.

El Evangelio, que es el mismo Cristo, no es para estar oculto; tiene que ser colocado en una tribuna para que el pueblo alabe al Padre. Llamen, pues, a las puertas para que compartan la libertad. La gente ansía la libertad, la luz y la vida que Cristo nos trajo en abundancia.

Que la Virgen de Guadalupe y el Santo Juan Diego nos ayuden para servir a nuestros pueblos.

Con mi afecto y bendición

+Rafael Sandoval Sandoval M.N.M:

Obispo de Tarahumara


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Saludo que dirigió el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, a los representantes del clero, religiosos y laicos y en el obispado de Santa Clara en la tarde del viernes 22 de Febrero de 2008.

Querido Señor Obispo de Santa Clara,

Queridos Hermanas y Hermanos todos en el Señor:

Agradezco vivamente el calor humano y el esmero con que han preparado este acto y la deferente acogida que me han dispensado. Expreso mi cordial gratitud por las afectuosas palabras de bienvenida en nombre de los sacerdotes, religiosos y laicos que trabajan en el Obispado, y les manifiesto con sinceridad el gozo que siento por volver a estar aquí, para compartir con Ustedes su alegría al recordar la visita del Papa Juan Pablo II a esta ciudad hace diez años.

Precisamente en Santa Clara, en el Campo de Deportes del Instituto Superior de Cultura Física "Manuel Fajardo", que tuve la oportunidad de visitar, el Papa celebró su primera Misa en tierras cubanas, ante una Asamblea de fieles exultantes de poder celebrar su fe junto al Sucesor de Pedro.

Con la inauguración del Monumento en honor de Juan Pablo II, no sólo se hará perdurable la memoria de su presencia en esta ciudad, sino que también será una ocasión para recordar continuamente la perenne actualidad de su mensaje lleno de fe y de esperanza y, de modo especial, sus palabras a favor del matrimonio y la familia.

En efecto, cada día experimentamos con mayor claridad la importancia de la familia, tanto en nuestra propia vida personal como en la sociedad en general. La Iglesia, que es la gran familia de los hijos de Dios, siente de modo especial todo lo que daña o perjudica al matrimonio, oscureciendo su auténtica naturaleza, y lucha con todas sus energías para que resplandezca siempre la belleza y la bondad de su vocación al servicio de la vida y del ser humano.

Quisiera que mis palabras fueran de aliento para todos Ustedes que, trabajando en el Obispado de Santa Clara, se entregan al servicio de la Iglesia para colaborar, cada uno con su vocación específica y con una tarea concreta, en la obra de evangelización que lleva a cabo la entera Comunidad Diocesana. Es un gran don de Dios, y al mismo tiempo, una gran responsabilidad, poder servir a la Iglesia y a nuestros hermanos. De esta manera, vivimos nuestra vocación de discípulos de Aquel que no vino a «ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20, 28).

Los animo a realizar siempre sus tareas con alegría, conscientes de que la importancia y el valor de los trabajos se mide sobre todo por el amor con que se llevan a cabo.

Por último, los invito a trabajar siempre muy unidos a su Obispo como colaboradores cercanos en su misión pastoral, experimentando así el gozo de sentirse miembros vivos y activos de la Iglesia de Cristo.

De nuevo, les agradezco su calurosa acogida y les manifiesto la seguridad de mi oración por todos Ustedes y sus familias, así como el aliento y la cercanía espiritual que el Papa Benedicto XVI me ha encargado de transmitirles.

Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

 


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EUROPA/ESPAÑA - Domingo 2 de marzo Jornada Misionera de Hispanoamérica con el lema “América Latina, continente en misión”. En la actualidad hay 878 los sacerdotes españoles en misión

Madrid (Agencia Fides) - La Iglesia de España celebra el próximo domingo 2 de marzo la Jornada Misionera de Hispanoamérica organizada por la Comisión de Misioneros y Cooperación entre las Iglesias de la Conferencia Episcopal Española, que este año lleva por lema “América Latina, continente en misión”.

“Hace sesenta años que la Conferencia de Metropolitanos de España apostó fuerte para responder a uno de los más urgentes desafíos en la misión de la Iglesia: la difusión de la Buena Noticia de Jesucristo. De aquella inquietud misionera y poniendo sus ojos, sobre todo, en América por muchas razones tanto históricas como culturales, nació la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA)”, se lee en el Mensaje de Presentación de la Jornada de Mons. Ramón del Hoyo, Obispo de Jaén y Presidente de la Comisión Episcopal de Misiones. Desde entonces son más de 2.300 los sacerdotes diocesanos que han servido a la evangelización en aquel continente. “Nunca las diócesis españolas han dejado de mirar hacia aquellas queridas tierras a las que nuestros antepasados llevaron el Evangelio - continua el Mensaje - Son cientos y miles de religiosos, religiosas, sacerdotes y laicos los que han ido tomando el relevo para portar la antorcha de luz y de amor del Evangelio de Jesucristo en aquel continente”.

El cardenal Giovanni Battista Re, Presidente de la pontificia Comisión para América Latina también ha enviado un Mensaje con motivo de esta Jornada en el que recuerda que “todo fiel de América Latina y del mundo entero, debe ser discípulo y misionero” Esta es una apremiante invitación “se dirige a los cristianos de los países latinoamericanos y se hace extensiva a los cristianos de otras latitudes, y que tiene, especialmente en la porción del pueblo de Dios que peregrina en España, resonancias muy particulares”. Pero España “no es solo cuna de vocaciones misioneras, sino que en lo últimos años ha comenzado a ser también destino de sacerdotes que deciden dejar su patria para ejercer su ministerio en España y colaborar con la cada vez más compleja y amplia pastoral de los inmigrantes”.

Según los datos ofrecidos por la Comisión Episcopal de misioneros durante el 2007 fueron 18 los sacerdotes enviados por la OCSHA a América sobre todo a Perú. En la actualidad son 878 los sacerdotes españoles en misión de los cuales 360 pertenecen a la OCSHA y 518 a otros grupos. En cuanto a las diócesis la que más sacerdotes diocesanos tiene en misión es Madrid con un total de 77, seguida de Burgos con 54, Pamplona-Tudela con 48 y Toledo con 47. en la actualidad hay un total de 75 sacerdotes diocesanos españoles presentes en África sobre todo en Zimbabwe (17) y Angola (11). En América se encuentran 785 sacerdotes, estando el grupo más numeroso en Perú (128), seguido de Estados Unidos (87), Venezuela (78) y Brasil (73), En Asia hay un total de 18 sacerdotes españoles sobre todo en Japón (9). (RG) (Agencia Fides 25/2/2008 Líneas: 37 Palabras: 511)

Links:
Para mayor información
http://www.conferenciaepiscopal.es/misiones/hispanoamerica/2008/folleto.pdf


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Desde la Delegación de Ensañanza de la Diócesis de Tenerife se nos remite este artículo para nuestra reflexión.



TRANSFORMAR LA CULTURA DE LA MUERTE


(Detrás de este concepto están: aborto, pena de muerte, guerra, eutanasia, hambre, producción y comercio de armamento, injustas condiciones del comercio internacional, los millones de personas que no tienen acceso a la atención sanitaria en países pobres y en los ricos, la destrucción de las selvas tropicales y otros muchos ataques al medio ambiente, la violencia doméstica contra mujeres y niños, o los accidentes que podrían evitarse con mejores condiciones laborales. Todas estas realidades apuntan a una situación en la que la vida humana no se considera como el centro de la organización social)



El difunto cardenal de Chicago, Joseph Bernardin, lanzó en 1983 una propuesta integral conocida como “la túnica sin costura”, con la que animaba a una “ética consecuente con la vida” que no dejaría de lado ninguno de los grandes asuntos relacionados con este tema básica, amplio e interconectado. Bernardín no sólo defendió la necesidad de tal ética consecuente de la vida, sino que además esbozó la actitud necesaria para mantenerla y los principios que deberían darle forma. En otras palabras, propuso una cosmovisión global  y una cultura que buscara encarnar una “ética social heroica”.

 

Escribía así: “Si alguien mantiene, como hacemos nosotros, que el derecho de cada feto a nacer debería ser protegido por la ley civil y apoyado por un consenso civil, entonces nuestras responsabilidades morales, políticas y económicas no se detienen en el momento del nacimiento. Lo que defienden el derecho a la vida de los más débiles entre nosotros deber ser igualmente visibles a la hora de apoyar la calidad de vida de los indefensos entre nosotros: las personas mayores y los jóvenes, los hambrientos y las personas sin hogar, el inmigrante indocumentado y el trabajador en paro. Tal calidad de vida se traduce en posturas políticas y económicas concretas sobre fiscalidad, generación de empleo, políticas de bienestar y protección social, nutrición y programas alimentarios y sanidad”.

 

La coherencia interna del discurso ético requiere claramente que consideremos con la misma fuerza los asuntos de “derecho a la vida” y los de “calidad de vida”. Me gustaría señalar, sin embargo, que un enfoque meramente legal no resolverá estas cuestiones. Aun reconocimiento la importancia de las materias judiciales (decisiones legales sobre el aborto, sobre la cancelación de la deuda externa o sobre el hecho de ir a la guerra tienen consecuencias reales en la vida concreta de las personas), hay otro aspecto que con frecuencia pasa desapercibido.

 

 Me refiero a la práctica de una ética consecuente de la vida en nuestra praxis cotidiana. El problema que tenemos delante no es el de un sistema legal que no protege la vida, sino el de una cultura de violencia, muerte, lucro e interés propio que socava las bases de la vida y la paz. Las comunidades cristianas deben contribuir a esta tarea creando un contexto compartido en el que optar por los pobres, dar a luz y educar a los niños, acoger a los inmigrantes y refugiados, practicar la igualdad de género en las situaciones cotidianas, ayudar a los presos y a las personas con adicciones, o cuidar de los ancianos, sean prácticas comunes que se promueven y se alimentan por la comunidad misma. Solo entonces seremos capaces de hablar consecuentemente de una cultura de la vida y la paz, encarnada en las mentes, cosmovisiones, acciones, hábitos, relaciones, instituciones y estructuras humanas. Sólo entonces podremos hablar de una auténtica transformación de la cultura hacia la noviolencia radical.

 

(Daniel Izusquiza, sj. Enraizados en Jesucristo. Editorial Sal Térrea, 2008. paginas 109-110).


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DOMINGO 4 DE CUARESMA / A
2 de marzo de 2008

 

 

Jesús es la fuente de agua que mana hasta la vida eterna; Jesús es la luz del mundo; Jesús es la resurrección y la vida para todos los que creen en él. Que su gracia esté con todos vosotros.

 

Nos vamos acercando a la Pascua. Dentro de tres semanas, en la Vigilia Pascual, encenderemos un cirio en medio de la noche, y lo seguiremos, y de él tomaremos la luz para nuestros pequeños cirios. Y luego, con esos pequeños cirios en las manos, renovaremos las promesas de nuestro bautismo.

Hoy, el evangelio que escucharemos nos ayudará a entender más lo que este rito significa. Jesús es la luz del mundo, Jesús es quien nos abre los ojos, como hizo con el ciego de nacimiento. Y por eso nosotros queremos seguirle, y fortalecer nuestra fe en él

 

A. penitencial: Ahora, en silencio, pidamos que la luz de Jesucristo ilumine nuestra oscuridad. (Silencio más largo).

 

Confesemos juntos nuestros pecados: Yo confieso ante Dios todopoderoso...

Dios todopoderoso tenga misericordia...

 

Y ahora, desde nuestra debilidad, invoquemos a Aquel que nos ama y tendrá piedad de nosotros: SEÑOR, TEN PIEDAD / CRISTO, TEN PIEDAD / SEÑOR, TEN PIEDAD.

 

1. lectura (1 Samuel 16,1.6-7.10-13a): En estos domin­gos de Cuaresma vamos siguiendo los principales momentos de la historia de la salvación de Dios. Hoy se nos presenta el principio de la historia de David, el gran rey de Israel.

 

2. lectura (Efesios 5,8-14): San Pablo, en la segunda lec­tura, nos exhorta a vivir como bautizados, como hijos de Dios; a vivir en la luz de Cristo, y no en la tiniebla del pecado.

 

Antes del evangelio (Evo Juan 9,1-41): Jesús se hace presente en medio de nosotros, y se nos acerca como se acercó al ciego de nacimiento. Dejemos que él cure nuestra ceguera. Pongámonos de pie para recibirle.

 

Oración universal: A Jesús, que es la luz que brilla en la oscuridad, pidámosle por nosotros y por toda la humanidad cantando: KYRIE, ELEISON

 

Por la Iglesia. Que, como Jesús, sepa acercarse amo­rosamente a todos los que viven en situaciones de oscuridad y de dolor. KYRIE, ELEISON. R/ KYRIE, ELEISON.


Por los jóvenes y adultos que se preparan para recibir el bautismo. Que el Señor los llene de su gracia y de su amor. KYRIE, ELEISON.


Por los que no creen en Cristo. Que lleguen a descubrir la alegría que él nos trae. KYRIE, ELEISON.


Por los que no tienen lo necesario para vivir. Que los que dominan el poder del dinero hagan posible que los bienes de este mundo lleguen a todos. KYRIE, ELEISON.

Por nosotros. Que el Señor abra nuestro corazón a su Palabra que nos llama a la conversión. KYRIE, ELEISON.

Escúchanos, Señor. Tú eres la luz del mundo. Tú eres nuestra alegría. Envíanos tu Espíritu para que nos renueve, y nos haga siempre fieles a tu gracia. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

 

Padrenuestro: Como hijos de la luz, como hijos de Dios, nos atrevemos a decir:

 

Invitación a la comunión: Este es el Cordero de Dios, Jesús, la fuente de agua viva, la luz que ilumina a la humanidad entera, el vencedor de la muerte. Dichosos los invitados a la cena del Señor.


CPL 


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Domingo, 24 de febrero de 2008

AFRICA/NIGERIA - La dignidad del hombre al centro de la reflexión de la Asamblea Plenaria de los Obispos nigerianos

Abuja (Agencia Fides) - “Damos gracias a Dios por su bondad hacia su Iglesia y hacia nuestra nación. No obstante las presiones y las constricciones, no obstante las infidelidades de la debilidad humana, la Iglesia de Dios en Nigeria crece y se fortalece”, afirman los Obispos de Nigeria al final de su primera reunión plenaria del 2008, que se realizó en Abuja, del 11 al 16 de febrero. Al final de los trabajos la Conferencia Episcopal nigeriana ha publicado un comunicado intitulado “Restoring our Nation”, que ha sido enviado a la Agencia Fides. (Traducción particular no oficial desde el Inglés)



RESTABLECIEMDO NUESTRA NACIÓN

 

Comunicado al final de la Primera Reunión Plenaria de la Conferencia de Obispos Católicos de Nigeria (CBCN) en el Centro de Retiro y Congreso del Divino Amor, Sabaon Lgbe, Abuja

11 al 16 de Febrero de 2008

 

PREÁMBULO

 

Nosotros, miembros de la Conferencia de Obispos Católicos de Nigeria, tuvimos nuestra Primera Reunión Plenaria del año 2008 en el Centro de Retiro y Congreso del Divino Amor (DRACC), Sbon Lugbe, Abuja, desde el 11 al 16 de Febrero de 2008. Reflexionamos piadosamente y discutimos sobre el tema: Restaurar todas las cosas en Cristo: Ahora presentamos nuestro comunicado a la Iglesia y a la nación.

 

II. NUESTRA GRATITUD A DIOS

 

2. El Espíritu Santo reaviva en nosotros  nuestra fe en un único Dios. Damos gracias al “Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien, en nuestra unión con Cristo, nos ha dado toda bendición espiritual”. El ha hecho que conozcamos el misterio de su  voluntad: “atraer todo bajo Cristo como Cabeza, todo en los cielos y sobre la tierra” (Ef 1, 3-10). Cristo, “el Hijo primogénito, que ha resucitado de la muerte” (Col 1, 18) es el Defensor Universal de la dignidad humana. El restauró nuestra dignidad reconciliándonos al padre y uno a otro por su muerte en la cruz.

 

Para la Iglesia

 

3. Damos gracias a  Dios por su bondad para con la Iglesia en nuestra tierra y en nuestra nación: A pesar de todas las presiones y coacciones, a pesar de las infidelidades ocasionadas por las debilidades humanas, la Iglesia de Dios en Nigeria está creciendo  cada vez más. Desde nuestra última Asamblea Plenaria en Ado Ekiti, en Septiembre de 2007  la Iglesia en Nigeria ha sido bendecida con tres nuevos obispos y dos nuevos arzobispos. El Reverendísimo Anthony Adaji, M.S.P., Obispo auxiliar de Idah, fue ordenado el 22 de Septiembre de 2007, el Reverendísimo Emmanuel Badejo, Obispo Coadjutor de Oyo, fue ordenado el 29 de Octubre de 2007, y el Reverendísimo  Hyacinth Egbebo, M.S.P., Obispo Auxiliar de Bomadi, fue ordenado el 2 de Febrero de 2008. La Sede Metropolitana vacante de Benin fue cubierta el 24 de Diciembre de 2007, por el traslado desde la Diócesis  de Warri del Reverendísimo Richard Burke, S.P.S. Sucede al Reverendísimo Patrick Ebosele. El 31 de Enero de 2008, el Reverendísimo Matthew Ndagoso, anterior Obispo de Maiduguri, fue colocado como tercer arzobispo metropolitano  de Kaduna, sucediendo al Reverendísimo  Peter Yariyok Jatau. Expresamos profunda gratitud y respeto al Arzobispo emérito  Ekpu y al Arzobispo emérito Jatau por los muchos años de servicio dedicados al Señor y a su pueblo. También felicitamos a los Obispos y Arzobispos. Quiera el Señor darles a cada uno de ellos la fuerza, el coraje y la sabiduría que necesitan como líderes del pueblo de Dios.

 

Para la nación

 

4. Damos gracias al Buen Dios por nuestro país de Nigeria, especialmente por la armonía y paz relativas que hemos disfrutado en el país. Esto no es porque las elecciones de Abril de 2007 y las elecciones locales subsiguientes salieran bien. Es más bien porque la gracia y la misericordia de Dios han mantenido la paciencia de nuestro pueblo ante la descarada y cruda provocación. Esto no justifica, por ningún medio, autocomplacencia por parte de aquellos responsables de nuestros asuntos públicos. El camino para mostrar gratitud por la misericordia de Dios es el camino de hacer las cosas bien.

A pesar de la corta paz de los tribunales de elección, vemos la mano de Dios en las decisiones valientes de la magistratura en los tribunales de elección y en otros tribunales de más alta instancia. Vemos el resurgimiento gradual de una magistratura verdaderamente libre e independiente. Animamos a la magistratura a ser constantemente valiente al establecer la verdad y al distribuir justicia en todas las materias.  Esta voluntad asegura la estabilidad de nuestro proceso democrático. Hace casi un año después de las elecciones generales. Por eso, pedimos que las discusiones electorales sean tratadas con habilidad, porque, como el refrán dice,  justicia retrasada es justicia negada.  El hecho que muchos casos desde el último año de elección estén todavía con el tribunal genera un sentido de inseguridad en muchos titulares de oficina pública. También constituye una mayor distracción del pesado y delicado oficio de gobierno.

 

 

VIOLACIÓN DE LA DIGNIDAD HUMANA

 

Las defectuosas elecciones federales y de estado de 2007, y las elecciones  posteriores de gobierno local, representan un recuerdo brutal que existe una cultura de violación de la dignidad humana en nuestro país. Los derechos de cada nigeriano como seres humanos son violados por algunas políticas que son mal concebidos con pequeña o  ninguna aportación del pueblo.

Incluso algunas buenas políticas son puestas en práctica mal. Los nigerianos observan que muchos de nuestros líderes en todos los niveles de gobierno, suponen que son omniscientes y omnipotentes por el mero hecho que presidan una oficina o parastatal gubernamental. Nuestro pueblo es testigo de muchas manifestaciones de la presunción errónea de que el poder es conocimiento y que estar en una oficina es monopolizar la sabiduría.  Esta clase de pensamiento anima a la arbitrariedad al diseñar políticas y realización. Viola la dignidad humana porque excluye al pueblo del proceso de gobierno.

 

6. La dignidad humana de los Nigerianos es también violada cuando los derechos de él o de ella como ciudadanos de Nigeria no son reconocidos más allá de las fronteras de su casa solariega. Esta es la dicotomía del “colono indígena”  que se manifiesta en etnocentrismo. Valoramos la sabiduría del principio detrás del “sistema de cuotas” y la  “política de carácter federal”. Pero la operación de esta política algunas veces llega a hacer a algunos nigerianos ciudadanos de segunda clase o incluso forasteros indiscutibles en su mismo país y priva a Nigeria de los servicios de sus hijos e hijas más competentes.

 

7.  Anotamos con satisfacción el compromiso del Presidente Umar Yar´Adua en su discurso inaugural a ser un líder-servidor. El hecho que esta noción tenga unas fuertes raíces bíblicas nos capacita a identificarnos con él. Cristo Jesús mismo nos enseño: “El que quiera ser primero debe ser el último de todos y ser el siervo de todos” (Mc 9, 35). “Si alguno de vosotros quiere ser grande, debe ser el siervo de los demás; y uno de vosotros quiere ser primero, debe ser esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir, y a dar su vida para redimir a muchos” (Mc 10, 43-45). Mientras alabamos al Presidente por este empeño, le pedimos asegurar que solo aquellos que participen de esta noción de liderazgo sean nombrados para estar en su Gobierno. Para ello no es suficiente oír esto del Presidente, es también necesario que esto se manifieste en las expresiones y conductas de sus ministros y cabezas de parastatales. Exhortamos a todos los titulares de oficina pública respetar a cada ciudadano Nigeriano en el desempeño de sus deberes. Entonces serán auténticos servidores civiles y no señores y dueños de los ciudadanos.

 

REFORMA Y HUMANA Y POLÍTICAS

 

8.  Nuestro país necesita reforma radical a través de políticas centradas en la persona en el sector de la educación. Apreciamos las campañas montadas por individuos bien intencionados que urjan a la Asamblea Nacional aprobar el Proyecto de Ley de los Derechos del Niño. Juzgando desde instancias crecientes y degradantes de crímenes como abuso de niños, tráfico de niños, abandono de niños, etc..  esta ley es necesaria. No obstante, el patrimonio mayor que podemos dar a nuestros niños es una buena educación. Por tanto urgimos al gobierno aprobar la Ley de los Derechos del Niño. Al mismo tiempo, el gobierno no debería continuar injuriando al niño. Un gobierno que niegue una educación buena y cualitativa del niño, rehusando proveer para el niño la escuela que los padres del niño quieran, está abusando del niño. Somos todos conscientes que nuestras escuelas públicas no tienen buena infraestructura. Carecen de maestros adecuados y cualificados. Un buen número de políticos y servidores civiles no envían a sus hijos a las escuelas públicas. ¿No es entonces un abuso de niños enviarles a estas escuelas? Cada niño nigeriano tiene el derecho a la educación. Es responsabilidad del gobierno equipar adecuadamente las escuelas públicas. Es también la responsabilidad del gobierno contribuir a la educación de un niño en una escuela privada. Exhortamos a nuestros legisladores a aprobar el Proyecto de ley de los Derechos del Niño y a derogar cualquier ley que discrimine a algunos niños a causa de la religión o status de sus padres.

 

La NUC y colegios privados

 

9. La formulación y la implementación de políticas en materias de educación no se deberían dejar solo a los oficiales del gobierno. Hacer eso es violar la libertad de las partes interesadas en el sector. Instalará un régimen en el que el gobierno unilateralmente determina lo que se enseña y lo que se aprende en nuestras escuelas. Esto no se ajustará a los principios democráticos. Es desde este punto de vista que expresamos nuestro descontento con una política recientemente anunciada y aplicada retroactivamente de la Comisión de Universidades Nacionales (NUC). Esta política concierne a colegios afiliados, especialmente a nuestros seminarios e instituciones religiosas. Mientras vemos la necesidad de regular la educación de la universidad, una función tan noble no se debería hacer fuera de la ley. Los derechos constitucionales de los ciudadanos nigerianos no se deberían violar. En muchos países del mundo, la existencia de colegios afiliados ayuda a prevenir la superpoblación de campus universitarios. En Nigeria, consta que algunos colegios afiliados tienen mejores instalaciones y están mejor equipados que incluso las universidades a las que están afiliados. También consta que hacen sus instalaciones disponibles para profesores y estudiantes de tales universidades. Igualmente consta que la primera universidad de Nigeria, la Universidad de Ibadan, comenzó como un colegio afiliado de la Universidad de Londres. La salud de la educación universitaria se pone en peligro cuando la Comisión de las Universidades Nacionales opera en un camino que presenta al claustro universitario como superfluo. La política que bloquea a licenciados de instituciones religiosas afiliadas a las universidades nigerianas desde la búsqueda  de nombramientos laicos, y o la admisión a educación superior laica, es una violación de la Sección 42 de la Constitución de 1999. El deber de la NUC no es legislativo. Es regulador y asesor. Por tanto, animamos a la NUC a implicar a las partes interesadas a desempeñar este deber. Pedimos que la injusticia inherente en la política sea rectificada sin dilación.

 

10. El desarrollo auténtico está centrado sobre la persona humana y orienta a la persona humana a su destino sobrenatural en Dios. Es el logro de la realización personal dentro nuestra realización colectiva. Ni es justa la disponibilidad de la infraestructura, ni es justa una cuestión de índices económicos envidiables. Mientras todos estos son necesarios, no son suficientes donde el respeto de la dignidad humana está faltando. Nuestro país experimenta la ausencia del auténtico desarrollo a causa de nuestro bajísimo índice de respeto de la dignidad humana. Es porque nuestra humanidad está empobrecida que nosotros experimentamos pobreza económica. La pobreza económica conduce por sí misma a la inseguridad de vida y a la pobreza en una nación donde la corrupción e incompetencia ha mutilado nuestra política, y muchas otras instituciones y sectores de nuestra vida nacional. La crisis del Delta del Níger, por ejemplo, se resolverá cuando se dé una mayor atención al desarrollo humano y al desarrollo infraestructural..

 

V.  NUESTRA ACTITUD PARA DIOS

 

11. En todo lo que hacemos, nuestra actitud hacia Dios importa. La violación de la dignidad humana es  por sí misma fácil de encontrar en nuestro fracaso en dar a Dios lo debido. La violación de los derechos humanos es por tanto una manifestación de la violación de los propios derechos de Dios. Porque, como Cristo dijo: “Cualquier cosa que hagáis a los pequeños de mis hermanos, me la hacéis a mí” (Mt 25, 40-45).  Por la vía de una paradoja, parece que no haya lugar para Dios en nuestro país, aunque hay espacio para fabricar muchos lugares de culto. Si la situación en nuestro país está para cambiar, debemos empezar a respetar los derechos de Dios respetando los derechos humanos y civiles de nuestros ciudadanos.

Cristo Jesús nos ofrece la posibilidad de cambio positivo llamándonos a la santidad. Esta llamada a la santidad está dirigida a todos, independientemente de la afiliación religiosa. El camino a la santidad pasa por el camino de relación interpersonal – relación con Dios y relación de uno para con el otro. Es el camino de conversión a lo bueno, a la verdad y a Dios. Es el camino de responsabilidad personal y colectiva para cooperar con Dios en la  restauración de todas las cosas en Cristo. En este tiempo  de Cuaresma, recibimos una llamada renovada a la santidad. Es una llamada a pisar el sendero del arrepentimiento del pecado, una llamada a la conversión a Jesús, el Camino, la Verdad y la Vida  (Jn 14, 16). Si la conversión es para cambiar, debemos reencubrir la palabra de Dios como elemento de nuestra vida espiritual y para nuestras vidas como ciudadanos de Nigeria.

 

12. La palabra de Dios puede hacernos buenos discípulos de Cristo y buenos ciudadanos de nuestro país. Nuestra participación en la tarea de hacer nuestro país un lugar mejor se puede hacer cuando permitimos que la palabra de Dios nos dé claras indicaciones al dirigir las tareas que afrontamos como un país. Nuestras intenciones serán en el nombre de Dios cuando nuestras palabras y acciones estén cimentadas en una profunda reflexión sobre la palabra de Dios. Esta palabra es una espada de doble filo (cf. Heb 4, 12), capaz de ayudarnos a discernir y a actuar. Nuestra contribución a la tarea de la construcción de la nación debe empezar de nuevo desde el Evangelio. Debemos ser personas del Evangelio, preparados a  seguir a Jesús sin compromiso. Miramos hacia la celebración el Año de San Pablo, ese gran predicador de la palabra de Dios, que empieza en Junio de este año. También miramos al Sínodo Mundial de Obispos que tendrá lugar en Octubre este año, con el tema: “La Palabra de Dios en la Vida y la Misión de la Iglesia”. En orden a ser signos e instrumentos de la restauración de todas las cosas en Cristo, debemos estar preparados a proclamar y ser testigos de la palabra de Dios.

 

VI.  NUESTRO COMPROMISO

 

13 Por nuestra parte, nosotros como Iglesia nos comprometemos a permanecer contra la injusticia, abuso de los derechos humanos, corrupción y discriminación en la Iglesia y la Sociedad. Desafiamos a nuestros políticos cristianos a apostar por los valores cristianos y a trabajar fuertemente por una sociedad mejor. Llamamos a todos los católicos a revitalizar su compromiso al mandamiento de la empresa misionera y a llevar la buena nueva a todos a través de su testimonio.

 

14. Conscientes del papel vital que la educación universitaria puede jugar en la restauración nacional, miramos a admitir estudiantes en la Universidad Veritas de Nigeria (VUNA) este año. Apostamos en llevar una Universidad que se destaque por la excelencia espiritual, moral y académica, una universidad donde la  generación más joven será  formada para ser testigos líderes de este país.

 

VII. CONCLUSIÓN

 

15. Nuestra fe en Cristo en el que Dios está restaurando todas las cosas nos da la confianza que podemos construir un país mejor. Al prepararnos para celebrar nuestro Segundo Congreso Nacional Mariano, que tendrá lugar el 30 y 31 de Mayo de 2008, en el Papal Ground, Kubwa, Abuja, encomendamos a nuestro país y a su maravilloso pueblo en la tierra de nuestro Señor a través de la intercesión de María, Madre de Dios y Reina de Nigeria, ella que oyó la palabra de Dios y la cumplió.

 

Reverendísimo Félix Alaba Job

Arzobispo de Ibadan

Presidente

 

Reverendísimo Lucius  Ugorji

Obispo de  Umuahia

Secretario

 

 


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Homilía que pronunció el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, al celebrar en la mañana de el viernes, 22 de Febrero de 2008,  la misa en el monasterio de Santa Teresa de las Carmelitas Descalzas de La Habana.

 

Queridas hermanas en el Señor:


Es para mí motivo de gran alegría poder celebrar la Santa Misa de la fiesta de la Cátedra del Apóstol San Pedro en este Monasterio de Carmelitas Descalzas, juntamente con la Madres Dominicas presentes en esta querida Nación.

La confesión del Pescador de Galilea, apenas proclamada en el Evangelio, y la respuesta de Cristo: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16,18), resuenan hoy, con particular énfasis, en nuestros corazones y nos invitan a unirnos desde estas tierras cubanas al Sucesor de Pedro, con esa íntima cercanía de quien está muy dentro "en el corazón de la Iglesia" (Vita consecrata, 46).

El ejemplo de Pedro, su encuentro personal con Jesucristo, su firmeza en la fe y sus enseñanzas deben ser estímulo para renovar el entusiasmo por vivir según los criterios del Reino de Dios y dar testimonio del amor al Evangelio. La Iglesia, tal y como les exhortaba el recordado Papa Juan Pablo II, hace ahora diez años, espera de Ustedes una existencia transfigurada por la profesión de los consejos evangélicos, que crean comunión tanto en la comunidad, como en la Iglesia y en el mundo (Encuentro con el clero, religiosos y religiosas, seminaristas y laicos en la catedral metropolitana de La Habana, 25.01.2005).

Efectivamente, la Iglesia y el mundo esperan su entrañable acompañamiento, con su oración incesante, en los grandes y pequeños acontecimientos, tanto de la Iglesia universal como de la sociedad concreta en la que viven. A sus rezos se encomiendan especialmente las actividades evangelizadoras y de apostolado, y cuantos están encargados de llevarlas a cabo. No se puede concebir ninguna acción pastoral sin el sustento de la oración (Cf. CARD. TARCISIO BERTONE, Carta a los Monasterios contemplativos, 15.09.06).


Por ello, han de ofrecer plegarias muy especialmente por el Santo Padre, como Pastor de toda la Iglesia. También sus claustros han de ser como santuarios donde, cum Petro et sub Petro, se viva en plenitud el misterio de la Iglesia, esposa de Cristo, con las peculiaridades de sus propios carismas, y se exprese un testimonio de inmolación y de unidad.


Asimismo, sus renuncias y sacrificios deben transformarse también en ofrenda agradable al Señor, que sostenga especialmente a los numerosos pastores, sacerdotes y religiosos, así como a tantos laicos que, desde la inquebrantable fidelidad a Cristo y a su Iglesia, acompañan con su entrega generosa a los hermanos en todas sus vicisitudes, defendiendo los derechos inalienables de la persona y la dignidad que le es propia como ser creado a imagen de Dios.


La tarea es vital y apasionante, pues consiste en colaborar, desde lo recóndito del claustro, en la construcción de una auténtica sociedad, muchas veces herida y desarmada de valores, privada de identidad, invertebrada, escasa de fe y lejana de Dios. Les exhorto vivamente a ser artífices, de este modo a veces incomprendido, de una nueva humanidad. Les aliento a vivir santamente su vocación, para ser ejemplo, modelo e inspiración para todos los cubanos, ayudándolos en todo momento a dar vigor a su profundo espíritu religioso, a la vez que los acompañan en sus aspiraciones, alegrías y sufrimientos.


Al animarles, Hermanas, a esta misión, no desconozco las dificultades del mundo actual y los dramas que sufre cotidianamente la sociedad. Por ello, que su oración consista "en amar mucho" (Cf. SANTA TERESA, Castillo Interior, IV,1,7). Comprométanse cada día a amar más y a dar testimonio, con gozo y esperanza, desde el silencio de la vida cotidiana, de la belleza de Dios, que todo lo puede y todo lo transforma.


Rueguen también sin cesar para que el Señor ilumine las conciencias de los que tienen en sus manos la responsabilidad de proporcionar una vida digna a los ciudadanos, de instaurar la paz y la justicia, promoviendo la solidaridad en favor especialmente de los más necesitados. Pidan ardientemente para que se favorezca el desarrollo de los valores humanos, éticos y religiosos, cuya ausencia afecta particularmente a los jóvenes. Y nunca se olviden de las familias, para que sigan siendo depositarias de un rico patrimonio de virtudes cristianas y transmisoras de la fe y de los grandes valores que manan del Evangelio.


Finalmente, imploro de la divina misericordia que a través de su vida sencilla y transparente, el Señor bendiga abundantemente sus Monasterios. No se dejen vencer por el cansancio o el desánimo, aún cuando surjan obstáculos y sinsabores. Prorsus in Domino! Recen por sus propias comunidades contemplativas y por las vocaciones, para que se acreciente en Cuba el inestimable testimonio de una entrega total al Señor en la vida recogida de los Monasterios que siguen las huellas profundas del carisma carmelitano y dominico. Pidamos a Dios que su oración y su presencia despierte en muchos jóvenes el deseo de seguir a Cristo en el ministerio sacerdotal o en la vida consagrada.


Ayuden al pueblo cubano a mirar el futuro con la esperanza que solo se encuentra en Cristo.


Queridas hermanas, antes de finalizar quiero renovar el llamado que hice a todos los Monasterios contemplativos al principio del trabajo que como Secretario de Estado me fue confiado por Su Santidad Benedicto XVI. Acompáñenme con sus plegarias. Sigo confiando mi ministerio a sus oraciones.

Gracias por su presencia en esta tierra, caracterizada por una historia tan singular. Cuba las necesita porque los cubanos, como todos los hombres, necesitan a Dios. A semejanza del Príncipe de los Apóstoles, muéstrenle que sólo Cristo es "el Mesías, el Hijo de Dios vivo" Mt 16, 16).


Su Santidad les asegura su cercanía espiritual y su afecto, y las encomienda a la protección maternal de la Santísima Virgen bajo la advocación del Monte Carmelo, así como a la intercesión de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Santo Domingo de Guzmán y Santa Catalina de Siena.

Qué Dios las bendiga.


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 Discurso que dirigió el jueves, 21 de Febrero de 2008, el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, a los seminaristas durante su visita al Seminario Archidiocesano de San Carlos y San Ambrosio de La Habana.

 

Señor Cardenal Arzobispo de La Habana,

Hermanos en el Episcopado,

Señor Rector,

Queridos Formadores y Seminaristas.

Dirijo mi cordial saludo a todos, agradeciendo la calurosa y fraterna acogida que me están dispensando en este Seminario Archidiocesano de San Carlos y San Ambrosio, donde cursan sus estudios todos los alumnos de Teología de las once circunscripciones eclesiásticas de Cuba y la mayor parte de los de Filosofía.


Doy gracias al Señor Rector por las amables palabras que me ha dirigido, a las cuales correspondo con reconocimiento y aprecio. Considero un don de Dios este encuentro con todos Ustedes, futuros pastores de la Iglesia que peregrina en Cuba.

Les traigo el saludo paterno de Su Santidad Benedicto XVI, que me encomendó vivamente decirles que los tiene muy presentes en su oración, pidiendo a Dios que los sostenga con su gracia en este camino que están recorriendo para llegar un día, si así es la voluntad divina, a ser pastores del rebaño de Dios, convirtiéndose en modelo de la grey que se les encomiende (Cf. 1 Pe 5,1-4).


La Iglesia en Cuba, como en otras partes del mundo, necesita sacerdotes apasionados por el Señor y muy cercanos a sus hermanos; sacerdotes que sobresalgan por su doctrina y celo apostólico, que hablen a Dios de sus hermanos y a éstos del amor que Él les tiene, y que todo esto lo hagan con dedicación intachable. La Iglesia tiene puestos sus ojos en Ustedes, que son motivo de esperanza para quienes amamos a Cristo y nos esforzamos por difundir su Evangelio.


Ustedes, queridos Seminaristas, dentro de poco, si Dios quiere, se van a incorporar como sacerdotes a un rico patrimonio espiritual, en el que se alternan gozos y sufrimientos, períodos de esplendor y períodos de dificultades. Contemplen con fe y gratitud a los preclaros testigos del Evangelio que los precedieron, imiten su audacia y, con la ayuda y el ejemplo de sus Formadores, afronten con decisión estos años de Seminario, aprovechándolos al máximo para crecer en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres (Cf. Lc 2,40).


Al ver sus rostros radiantes de entusiasmo y deseos de servir al pueblo de Dios, me han venido a la mente aquellos años en que yo también me preparaba con ilusión al Presbiterado. Fueron años felices e intensos de oración, estudio y convivencia fraterna. Estoy convencido de que el Seminario es un tiempo de gracia.


También lo pensaba así el venerado Juan Pablo II, que vino a Cuba como "mensajero de la verdad y la esperanza", hace ahora diez años. Mi presencia entre Ustedes tiene el propósito de conmemorar este importante aniversario. En esta circunstancia, podemos recordar las palabras que el Papa dirigió a los Seminaristas en la Catedral metropolitana de La Habana, aquel 25 de enero de 1998, cuando los alentaba a implicarse en "una sólida formación humana y cristiana, en la que la vida espiritual ocupe un lugar preferencial". Y añadió: "Así se prepararán mejor para desempañar el apostolado que más adelante se les confíe. Miren con esperanza el futuro en el que tendrán especiales responsabilidades. Para ello, afiancen la fidelidad a Cristo y a su Evangelio, el amor a la Iglesia, la dedicación a su pueblo". Además, los invitó a que en los claustros del Seminario se continuara "fomentando la fecunda síntesis entre piedad y virtud, entre fe y cultura, entre amor a Cristo y a su Iglesia y amor al pueblo" (n.5).

Ciertamente, el Seminario es un tiempo para ahondar en la amistad con Cristo y para robustecer nuestro sentido de Iglesia, porque también a Ustedes, como a aquellos dos discípulos de Juan que vieron pasar a Jesús, el Señor les invita a estar con Él (cf. Jn 1,35-39).


Este pasaje evangélico nos puede ayudar a comprender el Seminario como una escuela para aprender de Jesús, nuestro Maestro, profundizando continuamente en sus palabras y misión. Permanezcan, pues, con Él, asuman sus mismos sentimientos, identifíquense con su afán por hacer en todo momento la voluntad del Padre, imiten su entrega generosa y déjense conquistar por su amor sin límites.

A este propósito, Su Santidad Benedicto XVI, hablando del Seminario en su Viaje Apostólico con motivo de la XX Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, decía lo siguiente: "Sois seminaristas, es decir, jóvenes que con vistas a una importante misión en la Iglesia, se encuentran en un tiempo fuerte de búsqueda de una relación personal con Cristo y del encuentro con Él. Esto es el seminario: más que un lugar, es un tiempo significativo en la vida de un discípulo de Jesús... Cada uno a su modo... se pone en camino, experimenta también la oscuridad y, bajo la guía de Dios, puede llegar a la meta".


Estas apreciaciones del Papa no eran fruto de una simple teoría. Él mismo las puso en práctica mientras fue Seminarista. El año pasado, cuando el Santo Padre estuvo en el Seminario Mayor de Roma con ocasión de la fiesta de su Patrona, la Virgen de la Confianza, tuvo la oportunidad de hablar de sus prioridades en sus años de preparación al Sacerdocio. Su Santidad contó cómo su amor a Cristo fue madurando en el Seminario ante todo con la oración, luego con la vida litúrgica, centrada en la Eucaristía y en la Palabra de Dios, con la disciplina de vida, el estudio serio y la comunión fraterna con los otros hermanos seminaristas y con los fieles (Cf. Encuentro con los Seminaristas del Seminario Mayor de Roma, 17.2.2007, n.2).


Queridos amigos, hagan suyas estas recomendaciones del Santo Padre y tengan siempre en cuenta que están en esta Institución para escuchar, una y otra vez, cómo Cristo los llama a dialogar con Él y a ahondar en el amor infinito que les tiene. Bien saben que Él los eligió por pura benevolencia, no a causa de los méritos que Ustedes tienen. Siéntanse, pues, destinatarios privilegiados de este amor y respondan a esta predilección divina con humilde generosidad.


Ojalá que nunca se oscurezca esta verdad en sus corazones, porque la meta que se les presenta es muy exigente. Han de prepararse bien a la misma con una formación ejemplar, sin limitarse a la mera superación de unos requisitos académicos. El estudio ha de ser, pues, riguroso, ordenado y concienzudo, en consonancia con la trascendental labor que les aguarda: llevar a sus contemporáneos la Buena Nueva de la salvación, nutriéndolos con la Eucaristía y mostrándoles al mismo tiempo, de palabra y con el propio testimonio, que Dios es amor.


Sé que sus Formadores, a quienes la Iglesia agradece el encomiable esfuerzo que están realizando y a los que animo a seguir en esta noble tarea, se preocupan de que la formación de Ustedes sea integral, profunda y completa, para que puedan ser excelentes misioneros de Jesucristo.

Queridos Formadores, continúen fomentando la dimensión espiritual en los Seminaristas para que sientan aprecio por la oración, la Eucaristía, el conocimiento de la Palabra de Dios y de la tradición viva de la Iglesia, la confesión frecuente, la comunión fraterna con sus compañeros y la ascesis como participación en la cruz de Cristo.


Sigan ahondando en la formación humana, que ayudará al aspirante al Sacerdocio a adquirir la madurez de su personalidad, caracterizada por el sentido de responsabilidad y el buen uso de la libertad, por la fidelidad a la palabra dada, por la capacidad de asumir libremente compromisos definitivos como los que entraña la vocación de consagración a Dios en el celibato sacerdotal y los demás aspectos del ministerio presbiteral (Cf. Optatam Totius, n. 11; Pastores Dabo Vobis, nn. 43-44).

Es importante igualmente la formación cultural, con un esmerado cultivo de las diversas disciplinas académicas, de modo que los Seminaristas se capaciten para iluminar la coyuntura del momento con la luz del Evangelio y de las ciencias humanas.


En definitiva, y como afirma el Concilio Vaticano II: "Toda la educación de los seminaristas debe tender a la formación de verdaderos pastores de almas, a ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, Maestro, Sacerdote y Pastor... Todos los aspectos de la formación -el espiritual, el intelectual, el disciplinar-, deben estar conjuntamente dirigidos a dicha finalidad pastoral" (Optatam Totius, n.4).


Queridos amigos, los desafíos son grandes y complejos. ¡No tengan miedo! En este itinerario, permítanme que les diga, cuentan con una aliada inestimable. Me refiero a María, la Madre de Jesús. Estoy seguro de que Ustedes, como san Juan en el Calvario, ya han acogido a la Virgen "en su casa", es decir, en su corazón, en su vida, en sus alegrías y dificultades (Cf. Jn 19,25-27).


En la escuela de María se preparó Jesús para su ministerio de Buen Pastor. Así también, en la escuela de María, el futuro pastor de almas ha de forjar su personalidad como discípulo fiel de Cristo.

Que Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, vele sobre Ustedes, sus Formadores y los Bienhechores de esta casa. ¡Que Ella bendiga su camino hacia el sacerdocio! La Virgen dará el toque materno definitivo a su formación y los conducirá a su Hijo diciéndoles: "Hagan lo que Él les diga" (Jn 2,5).


A Ella me dirijo ahora para suplicarle: "Virgen María, en tus manos pongo todas estas intenciones y a tu Inmaculado Corazón consagro todos estos jóvenes y sus anhelos de santidad. Custódialos bajo tu amparo y hazlos amigos fuertes y valerosos de Cristo, para gloria de Dios, bien de la Iglesia y salvación del mundo".

¡Muchas gracias!


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Homilía que pronunció el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, el jueves 22 de Febrero de 2008 durante la celebración eucarística que presidió en la catedral de La Habana.

 


Señor Cardenal,

Queridos Hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio,

Queridos Religiosos y Religiosas,

Honorables Autoridades,

Representantes del Cuerpo Diplomático,

Hermanas y Hermanos en el Señor.


Hoy celebramos de forma anticipada la fiesta de la Cátedra del Apóstol San Pedro y lo hacemos en una circunstancia ciertamente singular, pues recordamos el décimo aniversario de la visita que el amado Siervo de Dios, el Papa Juan Pablo II, realizara a Cuba. Él vino como mensajero de la verdad y la esperanza cumpliendo así la misión que el Señor le había confiado: ser Pastor de la Iglesia universal.

En la primera lectura, tomada del libro del profeta Ezequiel, hemos escuchado cómo el Señor en persona se preocupa de guiar a su grey, haciendo volver al redil a las ovejas descarriadas, curando a las enfermas, guardando a las gordas y fuertes y apacentando a todas como es debido (cf. Ez 34, 11-16). Éste es el proyecto que Él tiene para toda la humanidad. En efecto, todas las naciones de la tierra han sido llamadas por Dios para formar un solo pueblo que se deje conducir por Él, como el rebaño por el Pastor. A la Iglesia se le ha encomendado esta tarea, para lo cual no se apoya en seguridades humanas o materiales, sino en la gracia divina, pues su quehacer consiste en conducir a los hombres y mujeres del mundo a Cristo, para que haya un solo rebaño y un solo Pastor.

El pasaje evangélico que hoy se ha proclamado nos describe el origen de esta misión y también cómo ha de ser llevada a término. Siempre nos impresionan las palabras con las que el apóstol Pedro profesa su fe: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16,16). Ante esta confesión del Príncipe de los Apóstoles, Cristo responde con una afirmación que resuena fuertemente en nuestra alma: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16,18). Con estas palabras, Jesús revela a Pedro la tarea que le confía, es decir, la de ser el fundamento que dará consistencia a todo el edificio espiritual de la Iglesia. Las tres metáforas a las que Cristo recurre para ello son muy claras en sí mismas: Pedro será el cimiento firme sobre el que se apoyará la construcción de la Iglesia; tendrá las llaves del Reino de los cielos y, por último, podrá atar o desatar, en el sentido de admitir o rehusar aquello que crea necesario para la vida de la Iglesia que, sin embargo, es y seguirá siendo siempre del Señor.


El ministerio eclesial confiado a Pedro y a sus Sucesores es garantía de la unidad de la Iglesia, de la integridad del depósito de la fe y principio de comunión de todos los miembros del pueblo de Dios. Por consiguiente, la cátedra de Pedro, que hoy celebramos, no se apoya en fuerzas humanas, en "la carne y la sangre", sino en Cristo, piedra angular. También nosotros, como Simón, nos sentimos felices porque sabemos que nuestra gloria no está en nosotros mismos, sino en el designio eterno y providente de Dios, que envió a su Hijo, el Buen Pastor, para apacentar el rebaño y congregar a los hijos de Dios dispersos, ofreciéndose a sí mismo en el altar de la cruz como Cordero humilde y víctima expiatoria.

Este modelo de Pastor, que los Apóstoles aprendieron a conocer e imitar estando con Jesús, queda reflejado en la segunda lectura, en la que Pedro se define como "testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a manifestarse" (1 Pe 1,5). Son palabras que incluso en su estructura esencial evocan el misterio pascual que ilumina nuestros corazones, especialmente en estos días cuaresmales. Pedro ha sido modelado como Pastor por Jesús, Buen Pastor, y por el dinamismo de su Pascua. Pedro escribió estas palabras ya anciano, sabiendo que se encaminaba hacia el ocaso de su vida, que terminó finalmente con el martirio. En esos momentos fue capaz de describir la verdadera alegría y de dónde procede: su fuente es Cristo, confesado y amado con nuestra fe débil pero sincera. Por este motivo pudo escribir a los cristianos de su comunidad y decirnos también a nosotros: "No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él, y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzado así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación" (1 Pe 1,8-9).


La Iglesia está fundada sobre la base firme de Pedro y su testimonio del mensaje de Cristo. La "cátedra" de Pedro es precisamente el símbolo de su misión, del lugar que ocupa y del papel que desempeña en el pueblo de Dios. A sus Sucesores corresponde transmitir y enseñar la verdad del Evangelio, vigilar por su integridad y pureza, así como proclamarla de manera auténtica. De este modo, los fieles tienen la seguridad de no desviarse del camino de salvación abierto por el Señor y estar en la verdadera senda que conduce a la plenitud del Reino de Dios.


Queridos hermanos y hermanas, el relato evangélico de hoy nos muestra el origen divino de la Iglesia y cómo ésta es esencialmente una comunidad de fe. A la profesión de fe del Príncipe de los Apóstoles, Jesús responde asegurando que el poder del infierno no derrotará a la Iglesia (cf. Mt 16,18). Ella nace, por tanto, de la voluntad de Dios y se mantiene viva y activa en el mundo gracias a su Espíritu. Esta verdad une a los católicos del mundo entero y alienta a todos los bautizados para que sean parte activa de esta gran familia, que tiene como fin vivir ella misma con gozo la gracia de haber encontrado al Señor y anunciar su Evangelio de salvación. Colocada como llama en el corazón de la humanidad, como levadura y sal entre los hombres de cualquier raza y cultura, la Iglesia pide ser reconocida y respetada en su misión, sin ánimo de imponer, sino de proponer el Evangelio a cuantos encuentra en su camino.

El mensaje de salvación que la Iglesia brinda hoy a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, mensaje de justicia y de paz, de verdad y libertad, de fraternidad y amor, es el mismo que viene anunciando a la humanidad desde que comenzó a dar sus primeros pasos, hace más de dos mil años, y que ha sido confirmado además con el testimonio de los mártires y de los santos.


Con la proclamación del Evangelio de Cristo, la Iglesia ha dado una gran aportación a este continente, y en particular a Cuba, alentando el respeto de la vida humana desde su concepción a su término natural, tutelando el valor de la familia fundada en el matrimonio de un hombre y una mujer, defendiendo la libertad de conciencia y la libertad religiosa y promoviendo la inviolable dignidad de la persona humana. A lo largo de los siglos, esta verdad del Evangelio ha guiado los pasos de muchos cristianos en su tarea de ser sembradores de justicia y de paz. Más aún, los principios de libertad, igualdad y fraternidad, que en los últimos siglos se han afianzado fuertemente en la conciencia de los pueblos, tienen un cimiento sólido en el Evangelio y un desarrollo creciente en el pensamiento y en la conducta de los creyentes en Cristo. A este respecto, conviene recordar cómo ya en el siglo cuarto, San Agustín fue testigo de que la Palabra de Cristo era la respuesta al anhelo de libertad que hay en el corazón de cada hombre. San Francisco, el pobrecillo de Asís, se convirtió en el siglo trece en promotor infatigable de la fraternidad que brota del Evangelio y del amor de Cristo por los pobres. De la verdad evangélica que hace libres y del amor de Dios que convierte a todos los hombres en hermanos han sido testigos los miles y miles de hombres y mujeres que, a través de los siglos, han dedicado su vida por completo al servicio del necesitado, a la educación de la juventud, a la asistencia de los enfermos y encarcelados, dando así origen a iniciativas y obras de misericordia corporales y espirituales, movidos sólo por el amor a Dios y al prójimo.

Numerosos Institutos Religiosos y muchas otras personas se han dedicado con abnegación, y lo siguen haciendo, al servicio de los pobres, también aquí en Cuba. Es incalculable el bien que han hecho y hacen en esta hermosa Isla las religiosas y religiosos dedicados a cuidar a los ancianos, a los enfermos y a los menesterosos. Precisamente este año se espera la elevación a los altares del primer Beato cubano, el Padre Olallo Valdés. Este insigne hijo de su tierra, nacido en La Habana, fue abandonado en la casa de Beneficencia de esta ciudad y criado y educado por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Siendo joven ingresó en la Orden de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios y en ella se consagró durante más de cincuenta años a una hermosa labor asistencial en Camagüey, atendiendo a los leprosos y a los desvalidos, a los abandonados y despreciados por la sociedad.


Tampoco hemos de olvidar a tantas Congregaciones Religiosas que, sobre todo durante el siglo veinte, llevaron a cabo en Cuba una extraordinaria y hermosa labor educativa en centros de enseñanza y en humildes escuelas parroquiales, en talleres de aprendizaje y en hogares para niños y niñas sin amparo familiar. Muchos de Ustedes recuerdan esto con amor y gratitud.


La Iglesia, al cumplir esta misión de educar, responde a la instrucción de Cristo a sus discípulos para que se ocuparan de los pequeños, porque de ellos es el Reino de los cielos (cf. Mt 18,1-5; 19,13-15). Fieles a este encargo del Señor, en 1728, los Dominicos fundaron la Universidad Pontificia de San Jerónimo de La Habana, donde se formaron en filosofía, derecho, teología y otras disciplinas varias generaciones de cubanos ilustres. Con ese mismo espíritu, poco después, el Obispo Pedro Miguel Morell de Santa Cruz, en su visita pastoral a Cuba, creó escuelas en cada uno de los caseríos y poblados que visitaba. Y cabe destacar sobre todo el Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio, en cuyas aulas enseñaron el Siervo de Dios, Padre Félix Varela, y el Padre José Agustín Caballero, y donde estudiaron los forjadores de la cultura cubana y, propiamente hablando, del pensamiento nacional cubano.


Queridos hermanos y hermanas, demos gracias a Dios porque la realidad de la Iglesia en Cuba a través de los siglos ha sido una presencia beneficiosa, marcada por una intensa acción educativa, de promoción humana y de respeto a la vida de toda persona. Ella, fiel a las enseñanzas de Cristo, aspira a estar cada vez más presente y activa en medio de la sociedad con las modalidades propias del mundo actual, llevando a cabo al mismo tiempo su apremiante misión de enseñar, sanar, asistir al pobre y promover la dignidad de todos los seres humanos en su dignidad, ya sean marginados, desplazados o encarcelados. En este sentido, quiero recordar con gozo el trabajo que "Caritas" cubana está realizando en favor de los ancianos, y sus esfuerzos por llegar hasta sus hogares y atenderlos, así como su afán por ayudar a las personas enfermas, solas o necesitadas. Todo ello es posible gracias a la cooperación de muchos voluntarios que, en los diez años desde que el Papa visitara Cuba, han ido creciendo en número, en generosidad y en compromiso solidario. La caridad cristiana y eclesial tiene también en Cuba algunas manifestaciones en la educación de niños y jóvenes con dificultades escolares, y se abriga la esperanza de que se pueda ensanchar sin reservas este importante campo de su misión.


A la vez que me alegro al ver todo este fervor pastoral y misionero, saludo con cordialidad y gratitud al Señor Cardenal Arzobispo de La Habana, que ha tenido la amabilidad de invitarme a presidir esta solemne Eucaristía. Saludo igualmente con afecto al Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, a los demás Hermanos Obispos, a los Sacerdotes, a los Religiosos y Religiosas, así como a los seglares que colaboran en labores eclesiales, principalmente a los que desempeñan su apostolado con los jóvenes, que son la esperanza y el futuro de la Iglesia. Dirijo asimismo mi saludo a las Autoridades aquí presentes, a los representantes del Cuerpo Diplomático y a las personalidades que hoy nos han querido acompañar.


Tengo el honor y el gozo de transmitir a todos y cada uno de Ustedes la cercanía espiritual de Su Santidad Benedicto XVI, así como su aliento para proseguir en el camino que están recorriendo. El Sucesor de San Pedro sigue con paterna solicitud la vida y la actividad de la Iglesia en esta querida Nación y conoce los anhelos y preocupaciones de todos Ustedes. Así mismo, les asegura un recuerdo en su oración, para que Dios bendiga sus esfuerzos evangelizadores y despierte en sus parroquias muchas y santas vocaciones sacerdotales y religiosas para el servicio del pueblo de Dios.


El campo en el que la Iglesia está presente es muy vasto y son muchos los niños, adolescentes, jóvenes, enfermos, ancianos, personas que tienen sed de Dios y a los que ella se dirige como Madre, proponiéndoles a Cristo como Redentor del hombre y de todo hombre. Su Evangelio es fuente de la que brotan aquellos valores cristianos que son también profundamente humanos y humanizadores. La Iglesia desea poder ampliar sin límites el radio de su acción a otros ámbitos, para contribuir con tesón al bien común del pueblo cubano.


A María Santísima, venerada con mucha devoción por los cubanos bajo la advocación de la Caridad del Cobre, confío las aspiraciones que todos Ustedes llevan en el corazón, queridos hermanos y hermanas. Que Ella les ayude a colmarlas plenamente.


Con estos deseos, que son objeto de nuestras plegarias, nos disponemos a acoger a Jesús, que se va a hacer realmente presente entre nosotros en la Eucaristía. Su presencia nos colmará de alegría y otorgará sentido y valor a vuestros anhelos de auténtico bien. Amén.

 


Publicado por verdenaranja @ 22:08  | Hablan los obispos
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 «Viva y eficaz es la Palabra de Dios» (Hebreos, 4, 12) es el tema las meditaciones que siguen esta Cuaresma de 2008 Benedicto XVI y sus colaboradores de la Curia por el predicador de la Casa Pontifica --el padre Raniero Cantalamessa O.F.M. Cap.-. La primera de ellas, este viernes, ha tenido por título «Jesús comenzó a predicar - La Palabra de Dios en la vida de Cristo». Ofrecemos íntegramente su contenido.  (Zenit)

 

Cuaresma 2008 en la Casa Pontificia

Primera Predicación

 

"JESÚS COMENZÓ A PREDICAR"


La Palabra


A la vista del Sínodo de los obispos del próximo octubre, he pensado dedicar la predicación cuaresmal de este año al tema de la Palabra de Dios. Meditaremos sucesivamente sobre el anuncio del evangelio en la vida de Cristo, esto es, sobre el Jesús «que predica», sobre el anuncio en la misión de la Iglesia, o sea, sobre el Cristo «predicado», sobre la Palabra de Dios como medio de santificación personal, la lectio divina, y sobre la relación entre el Espíritu y la Palabra, en la práctica, la lectura espiritual de la Biblia.

Empezamos esta predicación el día en que la Iglesia celebra la festividad de la Cátedra de san Pedro, y esto no carece de significado en nuestro tema. Nos ofrece ante todo la ocasión de rendir el homenaje de nuestro afecto y devoción a quien ocupa hoy la sede petrina, el Santo Padre Benedicto XVI. Nos recuerda también aquello que el propio apóstol Pedro escribe en su Segunda Carta, esto es, que «ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia» (2 P 1,20) y que por ello toda interpretación de la Palabra de Dios debe conmensurarse con la tradición viva de la Iglesia, cuya interpretación auténtica está confiada al magisterio apostólico y, de manera singular, al magisterio petrino.

Es bello, en una circunstancia como ésta y en el contexto del actual diálogo ecuménico, recordar un conocido texto de san Ireneo: «Dado que sería demasiado extenso enumerar las sucesiones de todas las Iglesias, tomaremos la Iglesia grandísima y antiquísima y de todos conocida, la Iglesia fundada y establecida en Roma por los gloriosísimos apóstoles Pedro y Pablo... Con esta Iglesia, en razón de su origen más excelente (propter potentiorem principalitatem), debe necesariamente estar de acuerdo toda Iglesia, esto es, los fieles que proceden de toda parte -aquella en la que para todos los hombres siempre se ha conservado la Tradición que viene de los apóstoles» [1].

Con este espíritu, no sin temor y temblor, me preparo a presentar mis reflexiones sobre el tema vital de la Palabra de Dios, en presencia del sucesor de Pedro, obispo de la Iglesia de Roma.


1. La predicación en la vida de Jesús


Después del relato el bautismo de Jesús, el evangelista Marcos prosigue su narración diciendo: «Marchó Jesús a Galilea y proclamaba el Evangelio de Dios: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertios y creed en el Evangelio"» (Mc 1, 14 s.). Mateo escribe más brevemente: «Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: "Convertios, porque el Reino de los Cielos ha llegado"» (Mt 4, 17). Con estas palabras empieza el «Evangelio», entendido como la buena noticia «de» Jesús -esto es, traída por Jesús y de la que Él es el sujeto--, diferente de la buena noticia «sobre» Jesús de la sucesiva predicación apostólica, en la que Jesús es el objeto.

Se trata de un evento que ocupa un lugar bien preciso en el tiempo y en el espacio: sucede «en Galilea», «después de que Juan fue arrestado». El verbo empleado por los evangelistas, «comenzó a predicar», pone fuertemente de relieve que se trata de un «inicio», de algo nuevo no sólo en la vida de Jesús, sino en la historia misma de la salvación. La Carta a los Hebreos expresa así la novedad: «Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo» (Hb 1,1-2). Comienza un tiempo particular de salvación, un kairos nuevo, que se extiende durante cerca de dos años y medio (desde el otoño del año 27 hasta la primavera del año 30 d.C.).

Jesús atribuía a esta actividad suya tal importancia como para decir que había sido enviado por el Padre y consagrado con la unción del Espíritu precisamente para esto, o sea, «para anunciar a los pobres la Buena Nueva» (Lc 4, 18). En una ocasión, cuando algunos querían entretenerle, pide a los apóstoles partir, diciéndoles: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique, pues para eso he venido» (Mc 1,38).

La predicación forma parte de los llamados «misterios de la vida de Cristo» y es como tal que a él nos acercamos. Con la palabra «misterio» se entiende, en este contexto, un evento de la vida de Jesús portador de un significado salvífico que como tal se celebra por la Iglesia en su liturgia [2]. Si no existe una fiesta litúrgica específica de la predicación de Jesús es porque ésta se recuerda en cada liturgia de la Iglesia. La «liturgia de la Palabra» en la Misa no es sino la actualización litúrgica del Jesús que predica. Un texto del Concilio Vaticano II dice: Cristo «está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla» [3].

Igual que, en la historia, después de haber predicado el Reino de Dios, Jesús fue a Jerusalén a ofrecerse en sacrificio al Padre, en la liturgia, después de haber proclamado nuevamente su palabra, Jesús renueva el ofrecimiento de sí al Padre a través de la acción eucarística. Cuando al final del prefacio decimos: «Bendito el que viene en nombre del Señor: Hosanna en lo alto del Cielo», nos trasladamos idealmente a ese momento en que Jesús entra en Jerusalén para celebrar allí su Pascua; es donde termina el tiempo de la predicación y comienza el tiempo de la pasión.

La predicación de Jesús es por lo tanto un «misterio» porque no contiene sólo la revelación de una doctrina, sino que explica el misterio mismo de la persona de Cristo; es esencial para entender tanto el precedente -el misterio de la encarnación- como el siguiente: el misterio pascual. Sin la palabra de Jesús, serían eventos mudos. Feliz intuición la de Juan Pablo II cuando introdujo la predicación del Reino entre los «misterios luminosos» que añadió a los gozosos, dolorosos y gloriosos del Rosario, junto al bautismo de Jesús, las bodas de Caná, la transfiguración y la institución de la Eucaristía.


2. La predicación de Cristo continúa en la Iglesia


El autor de la epístola a los Hebreos escribía bastante tiempo después de la muerte de Jesús, por lo tanto mucho después de que Él hubiera dejado de hablar; sin embargo dice que Dios nos ha hablado por medio del Hijo «en estos últimos tiempos». Así que considera los días en que vive como parte de los «días de Jesús». Por eso, un poco más adelante, citando la palabra del Salmo «Si oís hoy su voz no endurezcáis vuestros corazones», la aplica a los cristianos diciendo: «¡Mirad hermanos! Que no haya en ninguno de vosotros un corazón maleado por la incredulidad que le haga apostatar de Dios vivo; antes bien exhortaos mutuamente cada día mientras dure este hoy» (Hb 3, 7s.).

Dios habla, por lo tanto, también hoy en la Iglesia, y habla «por medio del Hijo». «Dios -se lee en la Dei Verbum--, que habló en otro tiempo, habla sin intermisión con la Esposa de su amado Hijo; y el Espíritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena viva en la Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los creyentes en la verdad entera, y hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente» [4].

¿Pero cómo y dónde podemos oír esta «voz suya»? La revelación divina está cerrada; en cierto sentido, ya no hay más palabras de Dios. Más he aquí que descubrimos otra afinidad entre Palabra y Eucaristía. La Eucaristía está presente en toda la historia de la salvación: en el Antiguo Testamento, como figura (el cordero pascual, el sacrificio de Melquisedec, el maná), en el Nuevo Testamento, como evento (la muerte y resurrección de Cristo), en la Iglesia, como sacramento (la Misa).

El sacrificio de Cristo está consumado y concluido en la cruz; en cierto sentido, por lo tanto, ya no hay más sacrificios de Cristo; con todo, sabemos que existe todavía un sacrificio y es el único sacrificio de la Cruz que se hace presente y operante en el sacrificio eucarístico; el evento continúa en el sacramento, la historia en la liturgia. Algo análogo sucede con la palabra de Cristo: ha cesado de existir como evento, pero existe aún como sacramento.

En la Biblia, la palabra de Dios (dabar), especialmente en la forma particular que asume en los profetas, constituye siempre un aconteciendo; es una palabra-evento, o sea, una palabra que crea una situación que lleva a cabo siempre algo nuevo en la historia. La repetida expresión: «la palabra de Yahveh se dirigió a...», podría traducirse por: «la palabra de Yahveh asumió forma concreta en...» (en Ezequiel, en Ageo, en Zacarías, etcétera).

Este tipo de palabra-evento se prolonga hasta Juan bautista; en Lucas, de hecho, leemos: «En el año quince del imperio de Tiberio César..., la palabra de Dios fue dirigida a (factum est verbum Domini super) Juan, hijo de Zacarías, en el desierto» (Lc 3, 1 ss.). Después de este momento, tal fórmula desaparece por completo de la Biblia y en su lugar surge otra: ya no «Factum est verbum Domini», sino: «Verbum caro fac­tum est»: la Palabra se hizo carne (Jn 1, 14). ¡El evento ahora es una persona! Jamás se encuentra la frase: «la palabra de Dios se dirigió a Jesús», porque Él es la Palabra. A las realizaciones provisionales de la palabra de Dios en los profetas, sucede ahora la realización plena y definitiva.

Dándonos al Hijo -escribe san Juan de la Cruz-- Dios nos ha dicho todo de una sola vez y ya no tiene más que revelar. Dios se ha hecho, en cierto sentido, mudo, al no tener más que decir [5]. Pero hay que entenderlo bien: Dios calla en cuanto que no dice cosas nuevas respecto de las que dijo Jesús, no en el sentido de que ya no habla más; ¡Él dice siempre de nuevo lo que dijo una vez en Jesús!


3. La palabra sacramento que se oye


Ya no hay más palabras-evento en la Iglesia, pero hay palabras-sacramento. Las palabras-sacramento son las palabras de Dios «sucedidas» una vez para siempre y recogidas en la Biblia, que vuelven a ser «realidad activa» cada vez que la Iglesia las proclama con autoridad y el Espíritu que las ha inspirado vuelve a encenderlas en el corazón de quien las escucha. «Él recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros», dice Jesús del Espíritu Santo (Jn 16,14).

Cuando se habla de la Palabra como «sacramento», se toma este término no en el sentido técnico y restringido de los «siete sacramentos», sino en el sentido más amplio por el que se habla de Cristo como el «primordial sacramento del Padre» y de la Iglesia como del «sacramento universal de salvación» [6]. Teniendo presente la definición que san Agustín da del sacramento como «una palabra que se ve» (verbum visibile) [7], se suele definir, por contraste, la palabra como «un sacramento que se oye» (sacramentum audibile).

En cada sacramento se distingue un signo visible y la realidad invisible que es la gracia. La palabra que leemos en la Biblia, en sí misma, no es más que un signo material (como el agua y el pan), un conjunto de sílabas muertas o, como mucho, una palabra del vocabulario humano como las demás; pero cuando interviene la fe y la iluminación del Espíritu Santo, a través de este signo entramos misteriosamente en contacto con la viva verdad y voluntad de Dios y oímos la voz misma de Cristo.

«El cuerpo de Cristo -escribe Bossuet-- no está más realmente presente en el adorable sacramento de cuanto la verdad de Cristo lo está en la predicación evangélica. En el misterio de la Eucaristía las especies que veis son signos, pero lo que en ellas se encierra es el mismo cuerpo de Cristo; en la Escritura, las palabras que oís son signos, pero el pensamiento que os dan es la verdad misma del Hijo de Dios».

La sacramentalidad de la palabra de Dios se revela en el hecho de que a veces aquella actúa manifiestamente más allá de la comprensión de la persona, que puede ser limitada e imperfecta; obra casi por sí misma, ex opere operato, como se dice en teología.

Cuando el profeta Eliseo dijo a Naamán el sirio, quien había ido a verle para que le curara de la lepra, que se lavara siete veces en el Jordán, le respondió indignado. «¿Acaso el Abaná y el Farfar, ríos de Damasco, no son mejores que todas las aguas de Israel? ¿No podría bañarme en ellos para quedar limpio?» (2 R 5, 12). Naamán tenía razón: los ríos de Siria eran, sin duda, mejores y más caudalosos; sin embargo, se curó bañándose en el Jordán y su carne quedó como la de un niño, cosa que jamás habría ocurrido si se hubiera bañado en los grandes ríos de su país.

Así es la palabra de Dios contenida en las Escrituras. Entre la gente y también en la Iglesia ha habido y habrá libros mejores que algunos libros de la Biblia, más refinados literariamente y más edificantes religiosamente (piénsese en La imitación de Cristo), pero ninguno de ellos obra como lo hace el más modesto de los libros inspirados. Existe, en las palabras de la Escritura, algo que actúa más allá de toda explicación humana; hay una desproporción evidente entre el signo y la realidad que produce, cosa que permite pensar, precisamente, en la eficacia de los sacramentos.

Las «aguas de Israel», que son las Escrituras divinamente inspiradas, continúan hoy curando de la lepra de los pecados; al terminar de leer el pasaje del evangelio de la Misa, la Iglesia invita al ministro a besar el libro y a decir: «Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados» (per evangelica dicta deleantur nostra delicta). El poder sanador de la palabra de Dios se atestigua en la propia Escritura: «No los curó hierba ni emoliente alguno -se dice de Israel en el desierto--, sino tu palabra, Señor, que todo lo sana» (Sb 16,12).

La experiencia lo confirma. Oí a una persona dar el siguiente testimonio en un programa de televisión en el que participé. Se trataba de un alcohólico en fase avanzada; no aguantaba más de dos horas sin beber; la familia estaba al borde de la desesperación. Le invitaron con su esposa a un encuentro sobre la palabra de Dios. Allí alguien leyó un pasaje de la Escritura. Una frase le atravesó como una llamarada de fuego y sintió que se había sanado. Después, cada vez que le tentaba la bebida, corría a abrir la Biblia en aquel punto y sólo con releer las palabras sentía que le volvía la fortaleza, ahora que estaba del todo recuperado. Cuando quiso decir cuál era la frase, se le quebró la voz de la emoción. Era la palabra del Cantar de los cantares: «Mejor son que el vino tus amores» (Ct 1,2). Estas sencillas palabras, aparentemente ajenas a su situación, habían realizado el milagro. Un episodio similar se lee en El peregrino ruso. Pero el más célebre es el de Agustín. Al leer las palabras de Pablo a los Romanos (13, 11 ss.): «Despojémonos de las obras de las tinieblas... Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de lujurias y desenfrenos», sintió una «luz de serenidad» que le asaltaba el corazón y comprendió que se había curado de la esclavitud de la carne [8].


4. La liturgia de la palabra


Hay un ámbito y un momento en la vida de la Iglesia donde Jesús habla hoy de la manera más solemne y más segura, y es la liturgia de la palabra en la Misa. En los inicios de la Iglesia la liturgia de la palabra estaba separada de la liturgia eucarística. Los discípulos -refieren los Hechos de los Apóstoles-- «acudían al templo todos los días» (Hch 2, 43); allí escuchaban la lectura de la Biblia, recitaban los salmos y las oraciones junto a los demás judíos; realizaban lo que se hace en la liturgia de la palabra; luego se reunían aparte, en sus casas, para «partir el pan», o sea, para celebrar la Eucaristía (Hch 2, 43)

Pronto esta praxis se hizo imposible tanto por la hostilidad respecto a ellos, por parte de la comunidad judía, como porque las Escrituras ya habían adquirido para ellos un sentido nuevo, del todo orientado a Cristo. Fue así como también la escucha de la Escritura se trasladó del templo y de la sinagoga a los lugares de culto cristianos, transformándose en la actual liturgia de la palabra que precede a la oración eucarística.

San Justino, en el siglo II, hace una descripción de la celebración eucarística en la que ya están presentes todos los elementos esenciales de la futura Misa. No sólo la liturgia de la palabra es parte integrante de ella, sino que a las lecturas del Antiguo Testamento se han sumado las que el santo llama «las memorias de los apóstoles», o bien los evangelios y las cartas, en la práctica el Nuevo Testamento.

Escuchadas en la liturgia, las lecturas bíblicas adquieren un sentido nuevo y más fuerte que cuando se leen en otros contextos. No tienen tanto el objetivo de conocer mejor la Biblia, como cuando ésta se lee en casa o en una escuela bíblica, cuanto el de reconocer a quién se hace presente al partir el pan, iluminar cada vez un aspecto particular del misterio que se va a recibir. Esto aparece de modo casi programático en el episodio de los dos discípulos de Emaús: fue escuchando la explicación de las Escrituras como su corazón empezó a arder, de manera que fueron capaces de reconocerle después al partir el pan.

Un ejemplo entre muchos: las lecturas del XXIX domingo del tiempo ordinario del ciclo B. La primera lectura es un pasaje del siervo doliente que carga con las iniquidades del pueblo (Is 53, 2-11); la segunda lectura habla de Cristo sumo sacerdote probado en todo como nosotros, excepto en el pecado; el pasaje evangélico habla del Hijo del hombre que ha venido a dar la vida en rescate de muchos. Juntos, estos tres pasajes sacan a la luz un aspecto fundamental del misterio que se va a celebrar y a recibir en la liturgia eucarística.

En la Misa las palabras y los episodios de la Biblia no sólo se narran, sino que se reviven; la memoria se convierte en realidad y presencia. Lo que sucedió «en aquel tiempo», ocurre «en este tiempo», «hoy» (hodie), como ama expresarse la liturgia. No somos sólo oyentes de la palabra, sino interlocutores y actores en ella. Es a nosotros, ahí presentes, a quienes se dirige la palabra; estamos llamados a ocupar el lugar de los personajes evocados.

También aquí algunos ejemplos ayudan a entender. Se lee, en la primera lectura, el episodio de Dios que habla a Moisés desde la zarza ardiente: nosotros estamos, en Misa, ante la verdadera zarza ardiente... Se lee de Isaías que recibió en los labios la brasa que le purifica para la misión: nosotros vamos a recibir en los labios la verdadera brasa, a aquél que ha venido a traer fuego a la tierra... Ezequiel es invitado a comer el rollo de los oráculos proféticos y nosotros nos preparamos para comer a quien es la palabra misma hecha carne y hecha pan.

La cuestión se aclara más aún si pasamos del Antiguo al Nuevo Testamento, de la primera lectura al pasaje evangélico. La mujer que sufría hemorragias está segura de curarse sólo con tocar la orla del manto de Jesús: ¿qué decir de nosotros, que estamos a punto de tocar mucho más que el borde de sus vestidos? Una vez escuchaba en el evangelio el episodio de Zaqueo y me impactó su «actualidad». Era yo Zaqueo; se dirigían a mí las  palabras: «Hoy debo ir a tu casa»; era de mí de quien se podía decir: «¡Se ha ido a alojar a casa de un pecador!»; y era a mí, después de recibirle en la comunión, a quien Jesús decía: «Hoy la salvación ha entrado en esta casa».

Y así con cada episodio evangélico. ¿Cómo no identificarse en Misa con el paralítico a quien Jesús dice: "Tus pecados te son perdonados" y "Levántate y ve a tu casa", con Simeón que estrecha entre sus brazos al Niño Jesús, con Tomás que toca vacilante sus llagas? En la celebración del día, el evangelio de este viernes de la segunda semana de Cuaresma narra la parábola de los viñadores homicidas (Mt 21, 33-45): «Finalmente les envió a su hijo diciendo: "A mi hijo le respetarán"». Recuerdo el efecto de estas palabras sobre mí mientras las oía en una ocasión, más bien distraídamente. Ese mismo Hijo está a punto de entregárseme en la comunión: ¿estaba yo preparado para recibirle con el respeto que el Padre celestial se esperaba?

No sólo los hechos, sino también las palabras del evangelio escuchadas en Misa adquieren un sentido nuevo y más fuerte. Un día de verano estaba celebrando Misa en un pequeño monasterio de clausura. El pasaje evangélico era de Mateo, 12. Jamás olvidará la impresión que me causaron las palabras de Jesús: «Ahora aquí hay algo más que Jonás... Ahora aquí hay algo más que Salomón». Era como si las escuchara en aquel momento por primera vez. Comprendía que esos dos adverbios «ahora» y «aquí» significaban verdaderamente ahora y aquí, o sea, en aquel momento y en aquel lugar, no sólo en el tiempo en que Jesús estaba en la tierra, hace tantos siglos. Desde ese día de verano, tales palabras me son queridas y familiares de forma nueva. Con frecuencia, en Misa, en el momento en que hago la genuflexión y me levanto después de la consagración, me brota repetir, para mis adentros: «¡Ahora aquí hay algo más que Jonás! ¡Ahora aquí hay algo más que Salomón!».

«Vosotros que estáis acostumbrados a tomar parte en los divinos misterios -decía Orígenes a los cristianos de su tiempo--, cuando recibís el cuerpo del Señor lo conserváis con todo cuidado y toda veneración para que ni una partícula caiga al suelo, para que nada ser pierda del don consagrado. Estáis convencidos, justamente, de que es una culpa dejar caer sus fragmentos por descuido. Si por conservar su cuerpo sois tan cautos -y es justo que lo seáis--, sabed que descuidar la palabra de Dios no es culpa menor que descuidar su cuerpo» [9].

Entre las muchas palabras de Dios que oímos cada día en Misa o en la Liturgia de las Horas, hay casi siempre una destinada en particular a nosotros. Por sí sola puede llenar toda nuestra jornada e iluminar nuestra oración. Se trata de no dejarla caer en el vacío. Diversas esculturas y bajorrelieves del antiguo Oriente muestran al escriba en acto de recoger la voz del soberano que dicta o habla; se le ve absolutamente pendiente: piernas cruzadas, tronco erguido, ojos bien abiertos, oído atento. Es la actitud que en Isaías se atribuye al Siervo del Señor: «Cada mañana despierta mi oído para escuchar como los discípulos» (Is 50, 4). Así deberíamos ser nosotros cuando se proclama la palabra de Dios.

Acojamos, por lo tanto, como dirigida a nosotros, la exhortación que se lee en el Prólogo de la Regla de san Benito [10]: «Abiertos nuestros ojos a la luz divina, escuchemos con oído atento y lleno de estupor la voz divina que cada día se nos dirige y grita: Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón (Sal 94, 8), y también: El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias» [v. Ap 2 y 3. Ndt]

[Traducción del original italiano por Marta Lago]

 

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[1]  S. Ireneo, Adv. Haer. III, 2.

[2] Cf. S. Agostino, Lettere, 55, 1,2.

[3] Sacrosanctum concilium 7.

[4] Dei Verbum, 8.

[5] Cf. S. Giovanni della Croce, Salita al monte Carmelo II, 22, 4-5.

[6] Cf. Lumen Gentium, 48.

[7] S. Agostino, Trattati sul vangelo di Giovanni, 80,3;

[8] S. Agostino, Confessioni, VIII,12.

[9] Origene, In Exod. hom. XIII, 3.

[10] Regole monastiche d'occidente, Qiqajon, Comunità di Bose, 1989, p. 53.

 

de Dios en la vida de Cristo

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Discurso que dirigió el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, el viernes 22 de Febrero de 2008,  a las religiosas y religiosos de Cuba reunidos en el monasterio de Santa Teresa de las Carmelitas Descalzas de La Habana.

 

 

Queridos religiosos y religiosas:

Es hermoso estar con todos Ustedes, llamados por el Señor Jesús para ser testigos de su Evangelio en medio de este noble pueblo, a través de los diversos carismas de sus Institutos y de su compromiso misionero y apostólico. Muchos de Ustedes provienen de distintos países y dan con ello testimonio de la catolicidad de la Iglesia y la universalidad de su misión. Pero, sobre todo, les acomuna íntimamente su total consagración al Reino de Dios y su entrega a los hijos e hijas de Cuba, para que abran sus corazones a la esperanza y al amor de Jesucristo, llevando así la luz del Evangelio a esta querida Nación.


Agradezco vivamente las amables palabras que me han dirigido y que me han llegado al corazón, puesto que también yo pertenezco a una Familia Religiosa. En efecto, la intercesión y el ejemplo de San Juan Bosco me sirven de valioso estímulo para cumplir mi actual ministerio eclesial. Como solía decir el Cardenal August Hlond, que fue Primado de Polonia e hijo espiritual también de Don Bosco, "en la Congregación salesiana he aprendido que el trabajo no es carga ni cruz, sino alegría" (Cf. C. BISSOLI, Un pastore della Chiesa in tempi difficili, Salesianum, n. 44 (1982) 743).


Queridos hermanos, están aquí reunidos como una gran familia representando a todos los consagrados y consagradas de Cuba, para manifestar la vitalidad de la Iglesia, que no obstante las dificultades, sigue trazando caminos de solidaridad.


He venido a esta preciosa isla caribeña para conmemorar el décimo aniversario del significativo viaje pastoral que a la misma efectuara el venerado Papa Juan Pablo II. El legado que él dejó no ha perdido valor. Es un magnífico tesoro que sigue enriqueciendo a los que tienen la hermosa tarea de evangelizar al querido pueblo cubano.


En la Catedral de La Habana, aquel inolvidable 25 de enero de 1998, el Papa elevaba una alabanza a Dios por la presencia en esta tierra de personas consagradas de diversos Institutos, a las que agradecía "el meritorio y reconocido trabajo pastoral y el servicio prestado a Cristo en los pobres, los enfermos y los ancianos" (Al clero, a los religiosos, religiosas, seminaristas y laicos reunidos en la Catedral de La Habana. 25.1.1998, n. 4).


En nombre de Su Santidad Benedicto XVI, quisiera expresarles el afecto e interés de toda la Iglesia, que conoce bien el empeño de Ustedes y el camino que están recorriendo entre vicisitudes y desafíos, y en el que la Palabra de Dios, que siempre aparece como luz y lámpara, les sirve de guía y de consuelo (Cf. Sal 119,105). Que la penuria de medios o las insuficientes infraestructuras, así como otras delicadas situaciones, sean para Ustedes, más que una contrariedad, una oportunidad privilegiada para vigorizar la confianza en Dios, cuyos designios de amor nunca defraudan. Sus ansias de superación y su perseverancia en el bien obrar mostrarán la belleza de nuestra fe y serán un remedio eficaz ante los posibles brotes de secularización y abatimiento.


La providencia de Dios, que no descansa, mantiene viva la esperanza de que las Familias Religiosas en Cuba puedan contar con numerosos operarios del Evangelio y desplegar un más amplio apostolado. A la oración ferviente al Dueño de la mies, para que suscite en esta Nación generosos y humildes trabajadores en medio de su viña, se añaden los esfuerzos por promover en la misma la presencia de nuevos Institutos Religiosos, de tal manera que un número suficiente de sacerdotes y personas consagradas puedan brindar la atención pastoral que el pueblo cubano requiere. Les aseguro que no faltará la solicitud de la Sede Apostólica en este propósito.


A este respecto, les invito a cultivar el campo de la pastoral vocacional, sin miedo de presentar a los jóvenes este maravilloso horizonte existencial. Es más, siempre se ha de ayudar a cada joven para que descubra y responda con presteza al llamado que Dios le hace y en el que encontrará la auténtica plenitud de su vida.


Al concluir el gran Jubileo del año 2000, el Santo Padre Juan Pablo II alentaba a "hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión" y señalaba como primordial desafío el "proponer una espiritualidad de comunión" (Novo millennio ineunte, n. 43). Percibo con alegría que esas indicaciones están muy presentes en la vida y el quehacer de las comunidades religiosas de Cuba.


El afianzamiento de esta fecunda espiritualidad de comunión en el interior de las propias comunidades religiosas, entre todos los Institutos de Vida consagrada y con los Pastores de la

Iglesia facilitará un diálogo constante animado por la humildad, en el que resplandezca la estima recíproca y la búsqueda conjunta del carisma más grande, que es el del amor (cf. 1 Co 12,31-13,13).

De este modo, Ustedes podrán vivir su propio carisma insertados profundamente en la vida diocesana y llevar la luz de Cristo a las comunidades parroquiales y a otros grupos eclesiales.

 

Esta colaboración infatigable es tenida en gran estima por los Obispos y sacerdotes, que aprecian altamente su testimonio evangelizador, igual que los fieles laicos, atraídos por su vinculación a Cristo y el constante compromiso que tienen por los necesitados.


Mi presencia en este encuentro de fe, de plegaria y de cercanía espiritual quiere transmitirles un mensaje que avive en Ustedes, que eligieron un camino de especial seguimiento de Cristo, el propósito de robustecer su amistad con Él y de poner su Palabra en el centro de su corazón.

La próxima Sesión Ordinaria del Sínodo de los Obispos, dedicada a la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia, puede representar una oportunidad única para profundizar en su escucha y puesta en práctica (cf. Lc 8,21).


Como afirmaba recientemente el Papa, la Vida consagrada está enraizada en el Evangelio, que es su regla suprema y la fuente que la ha inspirado durante siglos y a la que debe volver constantemente si quiere mantenerse viva y ofrecer muchos frutos para el bien de las almas (cf. A los religiosos y religiosas en la Fiesta de la Presentación del Señor. 2.2.2008).


Como oyentes dóciles de la Palabra, interpretada en la tradición viva de la Iglesia, aprenderán a proclamar a Cristo como el verdadero Maestro, a identificarse en todo momento con la voluntad de Dios Padre y a amar a la Iglesia, en la que habita el Espíritu Santo como en un templo (Cf. 1 Co 3,16; 6,19). Así demostrarán el vivo deseo que tienen de permanecer bajo el señorío de Cristo, Verbo Encarnado, el único que puede colmar nuestros anhelos más profundos, de modo que no nos dejemos cautivar por otras metas contingentes y frecuentemente engañosas.


A este respecto, les ayudará mucho la práctica cotidiana de la lectio divina, con la que podrán compartir los bienes que la gracia de Dios les regala, fortalecerán la cohesión de cada comunidad religiosa y fomentarán el espíritu comunitario de su servicio a la evangelización. Serán de este modo un vivo reflejo de la fraternidad propia de la Iglesia naciente, donde todos "acudían asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones" (Hch, 2,42).


Además, de la Palabra contemplada (cf. Lc 10,39) brotará un manantial de paz y serenidad para afrontar las contrariedades que puedan surgir en distintos ámbitos, pues en ella se nos enseña a valorar al hombre desde la perspectiva de Dios, que es amor perenne (cf. 1 Jn 4,7-21).

La Palabra de Dios será también luz para mirar hacia el futuro con ilusión, para interpretar los signos de los tiempos y hacer presente entre sus hermanos el Reino de Dios, su misericordia y su bondad, dando consuelo a los tristes, visitando a los enfermos, asistiendo a los pobres y acompañando la soledad de aquellos que se sienten olvidados o deprimidos.


El pueblo de Dios espera mucho de Ustedes. No lo defrauden en la donación generosa.

"Gratis lo han recibido, denlo gratis" (Mt 10,8). Tengan presente que son transparencia de Cristo, espejo de la Iglesia y fuente de esperanza. Todo lo que de palabra u obra realicen, háganlo con inquebrantable fidelidad al Magisterio de la Iglesia y al carisma de santidad de sus fundadores y fundadoras. Así darán una respuesta benéfica y evangélica a las urgencias del mundo de hoy.


La tarea apasionante e ingente que tienen ante sí hace imprescindible una preparación sólida, ya desde los primeros años de formación, que ha de continuarse luego con el estudio personal serio y con una formación permanente en diversas disciplinas humanas, eclesiásticas y espirituales. Cuanto más conozcan a Cristo, más podrán amarlo y mejor podrán servir a los hermanos.


"He aquí que hago nuevas todas las cosas" (Ap 21,5). Estas palabras del Apocalipsis fueron el eje de una asamblea reciente de la Conferencia Cubana de Religiosos (CONCUR). En efecto, queridos hermanos y hermanas, el Señor puede renovar todo el mundo: "Envías tu espíritu y son creados y renuevas la faz de la tierra" (Sal 104,30). Dios no sólo renueva la creación, sino sobre todo al hombre "que nace del agua y del Espíritu" (Jn 3,5). El Espíritu de Dios sopla donde quiere, y hoy siento que Él está aquí presente sobre Ustedes y dentro de Ustedes, para hacerles hombres y mujeres interiormente renovados, porque no dejan de acoger la Palabra de Dios (cf. Lc 2,19.51) para anunciarla después con alegría a los que esperan de Ustedes una vida de absoluta fidelidad a Cristo, a la Iglesia universal presidida en la caridad por el Papa, a las Iglesias particulares regidas por los Obispos, al carisma que les es propio y a los anhelos más nobles que tiene esta insigne Nación.


Queridos hermanos y hermanas, no puedo despedirme de Ustedes sin proponerles a María Santísima, Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, como el perfecto modelo de su fidelidad. En ella hallarán la primera discípula, la mujer del silencio y del consuelo, el auxilio de los cristianos y la puerta del cielo. Amando a María, imitándola y proclamando sus alabanzas encontrarán siempre abierto el corazón del pueblo cubano.


Al amparo de la Madre de Dios les confío, sabiendo que Ella les dará su mano para que sean testigos y misioneros del Evangelio en esta bendita tierra. Porque Ustedes "no solamente tienen una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir" (Vita Consecrata, n.110).


Muchas gracias.

 


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 Mensaje que ha escrito Benedicto XVI con motivo de la XLV Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que se celebra el 13 de abril  de 2008, cuarto domingo de Pascua y cuyo tema es este año «Las vocaciones al servicio de la Iglesia-misión».

 

Queridos hermanos y hermanas:

1.   Para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el 13 de abril de 2008, he escogido como tema: Las vocaciones al servicio de la Iglesia-misión. Jesús Resucitado confió a los Apóstoles el mensaje: «Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19), garantizándoles: «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). La Iglesia es misionera en su conjunto y en cada uno de sus miembros. Si por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación cada cristiano está llamado a dar testimonio y a anunciar el Evangelio, la dimensión misionera está especial e íntimamente unida a la vocación sacerdotal. En la alianza con Israel, Dios confió a hombres escogidos, llamados por Él y enviados al pueblo en su nombre, la misión profética y sacerdotal. Así lo hizo, por ejemplo, con Moisés: «Ve, pues, -le dijo el Señor- yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo... cuando hayas sacado al pueblo de Egipto, me daréis culto en este monte» (Ex 3, 10.12). Y lo mismo hizo con los profetas.

2.   Las promesas hechas a los padres se realizaron plenamente en Jesucristo. A este respecto, el Concilio Vaticano II dice: «Vino, pues, el Hijo, enviado por el Padre, que nos eligió en Él antes de la creación del mundo, y nos predestinó a ser sus hijos adoptivos... Cristo, por tanto, para hacer la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio, y nos redimió con su obediencia» (Const. dogm. Lumen gentium, 3). Y Jesús escogió como estrechos colaboradores suyos en el ministerio mesiánico a unos discípulos, ya en su vida pública, durante la predicación en Galilea. Por ejemplo, cuando en la multiplicación de los panes, dijo a los Apóstoles: «Dadles vosotros de comer» (Mt 14, 16), impulsándolos así a hacerse cargo de las necesidades del gentío, al que quería ofrecer pan que lo saciara, pero también revelar el pan «que perdura, dando vida eterna» (Jn 6, 27). Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque mientras recorría pueblos y ciudades, los encontraba cansados y abatidos «como ovejas que no tienen pastor» (cf. Mt 9, 36). De aquella mirada de amor brotaba la invitación a los discípulos: «Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 38), y envió a los Doce «a la ovejas perdidas de Israel», con instrucciones precisas. Si nos detenemos a meditar el pasaje del Evangelio de Mateo denominado «discurso misionero», descubrimos todos los aspectos que caracterizan la actividad misionera de una comunidad cristiana que quiera permanecer fiel al ejemplo y a las enseñanzas de Jesús. Corresponder a la llamada del Señor comporta afrontar con prudencia y sencillez cualquier peligro e incluso persecuciones, ya que «un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo» (Mt 10, 24). Al hacerse una sola cosa con el Maestro, los discípulos ya no están solos para anunciar el Reino de los cielos, sino que el mismo Jesús es quien actúa en ellos: «El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado» (Mt 10, 40). Y además, como verdaderos testigos, «revestidos de la fuerza que viene de lo alto» (cf. Lc 24, 49), predican «la conversión y el perdón de los pecados» (Lc 24, 47) a todo el mundo.

3.   Precisamente porque el Señor los envía, los Doce son llamados «apóstoles», destinados a recorrer los caminos del mundo anunciando el Evangelio como testigos de la muerte y resurrección de Cristo. San Pablo escribe a los cristianos de Corinto: «Nosotros -es decir, los Apóstoles- predicamos a Cristo crucificado» (1 Co 1, 23). En ese proceso de evangelización, el libro de los Hechos de los Apóstoles atribuye un papel muy importante también a otros discípulos, cuya vocación misionera brota de circunstancias providenciales, incluso dolorosas, como el ser expulsados de la propia tierra por ser seguidores de Jesús (cf. 8, 1-4). El Espíritu Santo permite que esta prueba se transforme en ocasión de gracia, y se convierta en oportunidad para que el nombre del Señor sea anunciado a otras gentes y se ensanche así el círculo de la comunidad cristiana. Se trata de hombres y mujeres que, como escribe Lucas en el libro de los Hechos, «han dedicado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo» (15, 26). El primero de todos, llamado por el mismo Señor a ser un verdadero Apóstol, es sin duda alguna Pablo de Tarso. La historia de Pablo, el mayor misionero de todos los tiempos, lleva a descubrir, bajo muchos puntos de vista, el vínculo que existe entre vocación y misión. Acusado por sus adversarios de no estar autorizado para el apostolado, recurre repetidas veces precisamente a la vocación recibida directamente del Señor (cf. Rm 1, 1; Ga 1, 11-12.15-17).

4.   Al principio, como también después, lo que «apremia» a los Apóstoles (cf. 2 Co 5, 14) es siempre «el amor de Cristo». Fieles servidores de la Iglesia, dóciles a la acción del Espíritu Santo, innumerables misioneros han seguido a lo largo de los siglos las huellas de los primeros apóstoles. El Concilio Vaticano II hace notar que «aunque la tarea de propagar la fe incumbe a todo discípulo de Cristo según su condición, Cristo Señor llama siempre de entre sus discípulos a los que quiere para que estén con Él y para enviarlos a predicar a las gentes (cf. Mc 3, 13-15)» (Decr. Ad gentes, 23). El amor de Cristo, de hecho, viene comunicado a los hermanos con ejemplos y palabras; con toda la vida. «La vocación especial de los misioneros ad vitam -escribió mi venerado predecesor Juan Pablo II- conserva toda su validez: representa el paradigma del compromiso misionero de la Iglesia, que siempre necesita donaciones radicales y totales, impulsos nuevos y valientes» (Encl. Redemptoris missio, 66).

5.   Entre las personas dedicadas totalmente al servicio del Evangelio se encuentran de modo particular los sacerdotes llamados a proclamar la Palabra de Dios, administrar los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación, entregados al servicio de los más pequeños, de los enfermos, de los que sufren, de los pobres y de cuantos pasan por momentos difíciles en regiones de la tierra donde hay tal vez multitudes que aún hoy no han tenido un verdadero encuentro con Jesucristo. A ellos, los misioneros llevan el primer anuncio de su amor redentor. Las estadísticas indican que el número de bautizados aumenta cada año gracias a la acción pastoral de esos sacerdotes, totalmente consagrados a la salvación de los hermanos. En ese contexto, se expresa un agradecimiento especial «a los presbíteros fidei donum, que con competencia y generosa dedicación, sin escatimar energías en el servicio a la misión de la Iglesia, edifican la comunidad anunciando la Palabra de Dios y partiendo el Pan de Vida. Hay que dar gracias a Dios por tantos sacerdotes que han sufrido hasta el sacrificio de la propia vida por servir a Cristo... Se trata de testimonios conmovedores que pueden impulsar a muchos jóvenes a seguir a Cristo y a dar su vida por los demás, encontrando así la vida verdadera» (Exhort. apost. Sacramentum caritatis, 26). A través de sus sacerdotes, Jesús se hace presente entre los hombres de hoy hasta los confines últimos de la tierra.

6.   Siempre ha habido en la Iglesia muchos hombres y mujeres que, movidos por la acción del Espíritu Santo, han escogido vivir el Evangelio con radicalidad, haciendo profesión de los votos de castidad, pobreza y obediencia. Esas pléyades de religiosos y religiosas, pertenecientes a innumerables Institutos de vida contemplativa y activa, «han tenido hasta ahora y siguen teniendo gran participación en la evangelización del mundo» (Decr. Ad gentes, 40). Con su oración continua y comunitaria, los religiosos de vida contemplativa interceden incesantemente por toda la humanidad; los de vida activa, con su multiforme acción caritativa, dan a todos el testimonio vivo del amor y de la misericordia de Dios. Refiriéndose a estos apóstoles de nuestro tiempo, el Siervo de Dios Pablo VI escribió: «Gracias a su consagración religiosa, ellos son, por excelencia, voluntarios y libres para abandonar todo y lanzarse a anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Ellos son emprendedores y su apostolado está frecuentemente marcado por una originalidad y una imaginación que suscitan admiración. Son generosos: se les encuentra no raras veces en la vanguardia de la misión y afrontando los más grandes riesgos para su santidad y su propia vida. Sí, en verdad, la Iglesia les debe muchísimo» (Exhort. apost. Evangelii nuntiandi, 69).

7.   Además, para que la Iglesia pueda continuar y desarrollar la misión que Cristo le confió, y no falten los evangelizadores que el mundo tanto necesita, es preciso que nunca deje de haber en las comunidades cristianas una constante educación en la fe de los niños y de los adultos; es necesario mantener vivo en los fieles un sentido activo de responsabilidad misional y una participación solidaria con los pueblos de toda la tierra. El don de la fe llama a todos los cristianos a cooperar en la evangelización. Esta toma de conciencia se alimenta por medio de la predicación y la catequesis, la liturgia y una constante formación en la oración; se incrementa con el ejercicio de la acogida, de la caridad, del acompañamiento espiritual, de la reflexión y del discernimiento, así como de la planificación pastoral, una de cuyas partes integrantes es la atención vocacional.

8.   Las vocaciones al sacerdocio ministerial y a la vida consagrada sólo florecen en un terreno espiritualmente bien cultivado. De hecho, las comunidades cristianas que viven intensamente la dimensión misionera del ministerio de la Iglesia nunca se cerrarán en sí mismas. La misión, como testimonio del amor divino, resulta especialmente eficaz cuando se comparte «para que el mundo crea» (cf. Jn 17, 21). El don de la vocación es un don que la Iglesia implora cada día al Espíritu Santo. Como en los comienzos, reunida en torno a la Virgen María, Reina de los Apóstoles, la comunidad eclesial aprende de ella a pedir al Señor que florezcan nuevos apóstoles que sepan vivir la fe y el amor necesarios para la misión.

9.   Mientras confío esta reflexión a todas las Comunidades eclesiales, para que la hagán suya y, sobre todo, les sirva de inspiración para la oración, aliento el esfuerzo de cuantos trabajan con fe y generosidad en favor de las vocaciones, y envío de corazón a los educadores, a los catequistas y a todos, especialmente a los jóvenes en etapa vocacional, una especial Bendición Apostólica.

      Vaticano, 3 diciembre 2007

[Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede

© Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]


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Comentario a las lecturas del domingo tercero de Cuaresma  - A publicado en Diario de Avisos el domingo 24 de Febrero de 2008 bajo el epígrafe “el domingo, fiesta de los cristianos”.

 

Beber es un

gran placer

 

DANIEL PADILLA

 

M e cautivan las historias de conversos, su itinerario hacia Dios. Por lo que tienen de aventura humana. Y por lo que tienen, sobre todo, de misterioso actuar de la gra­cia. Pablo de Tarso, Agustín de Hipona, Francisco de Asís. Son ejemplos espléndidos. Tienen mucho que decir desde su acti­tud de "búsqueda".

 

¿Y la samaritana? Una lectura somera del evangelio podría dejarnos la imagen de una mujer ligera: "¡Había tenido cinco maridos! ¡Ahora vivía con uno que no era el suyo! ¡Vaya, va-ya, una mujer frívola!" Pero si analizamos los pasos que va dando en este mediodía caluroso, si escuchamos su diálogo junto al pozo, cambiaremos de opinión. Son pasos que quedan señalados en los sucesivos calificativos que aplica a Jesús, a medida que le conoce. Todo un itinerario religioso. Veámoslo.

 

Judío. Es el primer paso: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí?" Eso es lo que ella vio de entrada: un judío, un enemigo de raza. Ningún judío pronunciaba nunca la palabra "sa­maritano". ¡Tanto se odiaban! ¡Poco prometía, por tanto, este encuentro!

Señor. Así le llamaba después. Al decir Jesús: "si tú supie­ras quién es el que te pide..., yo podría darte un agua de vida eterna...", ella da un nuevo paso: "Dadme, Señor, de esa agua". Empieza a conocer a Jesús. Se da cuenta de que El no es el necesitado, sino ella. Jesús no pide, Jesús da. Aunque pa­rezca otra cosa, amigos, en toda conversión el primer paso lo da Dios: "Nadie puede venir a mí, si no es atraído por mi Pa­dre". Por eso ella, ya con gran respeto, le llama "Señor".

 

Profeta. Pero sigamos. Hay un tercer paso. En él aunque la mujer sedienta todavía no entiende quién es el que le pide ni de qué misteriosa agua le habla, llama a Jesús "profeta". Intuye que aquel hombre no es como los demás. Ve que le está adivi­nando su vida: "Cinco maridos has tenido..." Se da cuenta de que todos sus devaneos, toda su trayectoria humana, hasta su conciencia, están ahora bajo la mirada limpia y amorosa de aquel judío. Comprende que El no viene a beber. Y confiesa: "Veo que eres un profeta".

El Cristo. Pero hay más. Ella entonces se revuelve. Lucha, intenta desviar el tema. Y plantea una cuestión antigua: "Uste­des adoran en Jerusalén y nosotros en el Garizín". Quiere despistar a Jesús. Los discípulos que vuelven de la ciudad con ali­mentos, vienen además en su ayuda. Pero Jesús tiene "otro ali­mento". La siembra que ha hecho comienza a dar frutos. En efecto, la mujer se va. Pero ya es una mujer "marcada", un apóstol en ciernes. Dará testimonio de Jesús a los samaritanos y le llamará "Mesías": "Vengan. Verán a un hombre que me ha dicho cuanto he hecho. ¿Será acaso el Mesías?" Era ya hora de romper, por inútil, su cántaro.

 

Salvador del mundo: Y, punto final. No sólo ella, sino todos los samaritanos que, por iniciativa de ella, fueron al lugar, vieron a Jesús y oyeron su palabra. Y, en una bella profesión de fe comunitaria, dijeron: "Ya no creemos por tu palabra, sino por-que nosotros mismos lo hemos visto. Y sabemos que éste es el Mesías, el Salvador del Mundo".

 

No era la samaritana una mujer frívola, no. Supo recorrer un brioso itinerario desde las tinieblas hasta la luz. Dejó las "aguas que vuelven a dar sed" por las que "manan vida eter­na". ¡Ojalá yo, cristiano sediento de todas las corrientes, su­piera como ella hacer un camino. Un camino escalonado y progresivo. Un camino que pasara por Jesús-Judío Universal, por Jesús-Señor, por Jesús-Profeta, por Jesús-Mesías hasta lle­gar a Jesús-Salvador del mundo.

 

¡Beber es un gran placer! Pero, claro, ¡hay pozos... y pozos!


Publicado por verdenaranja @ 18:19  | Espiritualidad
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S?bado, 23 de febrero de 2008

Carta pastoral con motivo del Día del Seminario (9 de marzo de 2008) de su Eminencia el Cardenal de Sevilla  Don Carlos Amigo Vallejo.

SI ESCUCHAS HOY SU VOZ

 

Si escuchas hoy la voz de Dios, que no se endurezca tu corazón. Al contrario: déjate llevar de la mano de Dios. Buena recomendación es ésta, particularmente dirigida a quienes son llamados por el Señor para responder a una vocación de servicio a la Iglesia, en el ministerio sacerdotal.

 

            Tenemos que reflexionar sobre estas palabras con motivo del Día del seminario. Pues, cuando hablamos del Seminario, no debemos identificarlo solamente con el lugar donde se forman los seminaristas, sino que es algo propio de todos, que nos incumbe y que siempre tenemos que considerar como una tarea personal.

 

            El Seminario y las vocaciones para el sacerdocio son algo inseparable. Por eso, la promoción de nuevos candidatos que se preparen para ser sacerdotes, también nos responsabiliza a cada uno. Hay que “ayudar” a Dios para que su llamada tenga respuesta en el corazón de los hombres.

 

            Unos u otros, todos, tenemos que emprender una entusiasmada y eficaz campaña vocacional. Lo primero, hablarle a Dios y decirle cuánta necesidad de sacerdotes tiene su Iglesia. Pedirle, y confiar que su ayuda no nos ha de faltar. Esta oración de súplica es imprescindible.

 

            Después, hablar de Dios a la familia y a los jóvenes, y decirles lo que el Señor quiere y lo que la Iglesia necesita: sacerdotes que sirvan a la comunidad, que haya jóvenes que se presten a ser esos servidores.

 

            A los jóvenes habrá que presentarles la posibilidad de ser sacerdotes, no sólo como una opción más en la vida, sino como la primera que se debe elegir, si uno se siente llamado para ello.

 

            Los jóvenes y la familia son el objetivo pastoral diocesano para este año. Como decía en la carta pastoral Juventud y Familia, la vocación es una llamada de Dios, que se traduce en un deseo interior de seguir fielmente a Jesucristo y realizar la misión de acercar los hombres a Dios.

 

 

            El Señor sigue poniendo en el corazón de los jóvenes el deseo de servir a Jesucristo y a su Iglesia. Pero esa propuesta vocacional se encuentra con el parapeto del miedo a tomar una decisión generosa y valiente, y a emprender el camino para ser sacerdote. Puede existir, incluso, un temor a perder la libertad. Cuando, más bien, habría que decir que esa libertad ya se encuentra hipotecada por el temor, y que solamente se puede liberar en una incondicional entrega a Jesucristo y al bien de los demás. Acerquemos los jóvenes a Cristo, pongámosles a su lado, hagámosles ver el rostro del Señor. Lo demás vendrá por añadidura.

 

            En la familia es donde, con el apoyo de los padres, se puede escuchar mejor la llamada vocacional al sacerdocio. La familia es escuela de los más grandes ideales. También el de la vocación al sacerdocio. Que los padres recuerden a los hijos que, si Jesús les llama, que no tengan miedo. Que confíen en Él y no quedarán decepcionados. Pero, ese temor a seguir la vocación sacerdotal, no sólo es de los hijos. También los padres sienten inquietud y hasta miedo de los riesgos a los que se expone su hijo. ¡No tengáis miedo! La alegría de ver feliz a vuestro hijo pagará con creces la inseguridad que ahora podáis sentir.

 

            Si escuchas hoy su voz y la sigues, habrás llenado tu vida con los sentimientos y el ministerio de Cristo. Si escuchas hoy su voz, no esperes a responder mañana, cuando hayas disipado todas las dudas, pues el corazón puede endurecerse y olvidar.

 

            Esperamos vuestra ayuda para el sostenimiento de nuestro Seminario, pero, sobre todo, la oración de súplica al Señor, Padre y Pastor de nuestra Iglesia para que nos conceda las vocaciones que necesitamos. Seguro que seremos escuchados.

 

            Con mi bendición.


 

 

            + Carlos Amigo Vallejo

            Cardenal Arzobispo de Sevilla

 

 

 

 


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VATICANO - “La Dominus Iesus y las religiones" de Su Exc. Mons. Angelo Amato, Arzobispo Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe (tercera parte)

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Por gentil concesión de "L’Osservatore Romano", la Agencia Fides publica el texto integral de la Conferencia del año Académico 2007-2008 del instituto Teológico de Asís, pronunciada por Su Exc. Mons. Angelo Amato, Arzobispo Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre el tema “la Dominus Iesus y las religiones". Las traducciones en las diversas lenguas han sido realizadas por la Agencia Fides, no revisadas por el autor.

La doctrina cristológica: Jesucristo salvador único y universal
Ahora analizaremos de manera sintética el contenido de los seis capítulos de la Declaración. En los primeros tres, de contenido cristológico, son esencialmente tres las afirmaciones doctrinales que la Dominus Iesus quiere remarcar en contraposición a las interpretaciones erróneas y ambiguas del evento central de la revelación cristiana, es decir sobre el significado y el valor universal del misterio de la encarnación del Verbo.

Plenitud y carácter definitivo de la revelación de Jesucristo
Antes que nada encontramos la afirmación de la plenitud y el carácter definitivo de la revelación cristiana en contraposición a la hipótesis del carácter limitado, incompleto e imperfecto de la revelación de Jesucristo, considerada complementaria a la presente en otras religiones, ya que la plena y completa verdad de Dios no podría ser monopolio de ninguna religión histórica.
Esta posición es considerada contraria a la fe de la Iglesia. Jesús, en cuanto Verbo del Padre, es «el camino, la verdad y la vida » (Juan, 14,6). Y es sólo Él quién nos revela la plenitud del misterio de Dios: «A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha revelado» (Juan 1,18).
Así pues, la persona divina del Verbo encarnado sería la fuente de la plena, completa y universal revelación cristiana: «La verdad sobre Dios no es abolida o reducida porque sea dicha en lenguaje humano. Ella, en cambio, sigue siendo única, plena y completa porque quien habla y actúa es el Hijo de Dios encarnado» (n. 6). Por lo tanto la revelación cristiana lleva a su realización cualquier otra manifestación salvífica de Dios a la humanidad.
En este contexto se aclara, entre otras cosas, el valor de los textos sagrados de otras religiones, que no pueden ser considerados «inspirados» en sentido estricto ya que la Iglesia reserva dicha calificación a los libros canónicos del Antiguo y del Nuevo Testamento, en cuanto inspirados por el Espíritu Santo (n. 8). Sin embargo, la Iglesia reconoce y aprecia la riqueza espiritual de los pueblos, aunque contengan insuficiencias, lagunas y errores. Por lo tanto, «los libros sagrados de otras religiones, que de hecho alimentan y guían la existencia de sus seguidores, reciben del misterio de Cristo aquellos elementos de bondad y gracia que están en ellos presentes» (n. 8).
Al respecto se podría observar también que las obras clásicas de la teología y de la espiritualidad cristiana, aún cuando contienen extraordinarias luces de verdad y de sabiduría humana y divina, no son por eso llamadas inspiradas. La Declaración implícitamente invita a los cristianos a redescubrir, ante el desafío del conocimiento de los libros sagrados de otras religiones, la incomparable riqueza de la literatura cristiana oriental y occidental y sus múltiples y maravillosas concreciones litúrgicas y espirituales.

Unidad de la economía salvífica del Verbo encarnado y del Espíritu Santo
En segundo lugar, la Declaración busca contrastar algunas tesis que, queriendo fundar teológicamente el pluralismo religioso, relativizan y disminuyen la originalidad del misterio de Cristo.
Por ejemplo, en contraposición a los que consideran a Jesús de Nazaret como una de las muchas encarnaciones histórico-salvíficas del Verbo eterno, se reafirma la unidad personal existente entre el Verbo eterno y Jesús de Nazaret. Es contrario a la fe cristiana introducir cualquier tipo de separación entre el Verbo y Jesucristo: Jesús es el Verbo encarnado, una sola persona e inseparable, hecho hombre para la salvación de todos (n. 10).

También están los que proponen una doble economía de la salvación, la del Verbo eterno que sería distinta a la del Verbo encarnado: «La primera tendría una plusvalía de universalidad respecto a la segunda, limitada solamente a los cristianos, aunque si bien en ella la presencia de Dios sería más plena» (n. 9). La Declaración rechaza esta definición y reafirma la fe de la Iglesia en una única economía de la salvación querida por Dios Uno y Trino, «cuya fuente y centro es el misterio de la encarnación del Verbo, mediador de la gracia divina en el plan de la creación y de la redención» (n. 11). Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, es el único mediador y redentor de toda la humanidad y si se encuentran elementos de salvación y gracia fuera del cristianismo, estos tienen su fuente y su centro en el misterio de la encarnación del Verbo.

También se considera contraria a la fe católica la hipótesis de una economía del Espíritu Santo distinta e independiente de la del Verbo encarnado y con un carácter más universal. La encarnación del Verbo es un evento de salvación trinitario: «el misterio de Jesús, Verbo encarnado, constituye el lugar de la presencia del Espíritu Santo y la razón de su efusión a la humanidad, no sólo en los tiempos mesiánicos, sino también antes de su venida en la historia» (n. 12). Existe pues una única economía divina trinitaria que abarca a la humanidad entera, por lo que «los hombres no pueden entrar en comunión con Dios si no es por medio de Cristo y bajo la acción del Espíritu» (n. 12).

Unicidad y universalidad en el misterio salvífico de Jesucristo
Recogiendo los numerosos datos bíblicos y magisteriales, se declara que «la voluntad salvífica universal de Dios Uno y Trino es ofrecida y cumplida una vez para siempre en el misterio de la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios» (n. 14). En este sentido se puede y se debe decir que Jesucristo tiene, para el género humano y su historia, un significado y un valor singular y único, sólo de él propio, exclusivo, universal y absoluto. El Verbo de Dios encarnado es el fin de la historia humana, “punto de convergencia hacia el cual tienden los deseos de la historia y de la civilización”, centro de la humanidad, gozo del corazón humano y plenitud total de sus aspiraciones: es precisamente esta singularidad única de Cristo la que le confiere un significado absoluto y universal (DI n. 15). (3 - continua) (Agencia Fides 22/2/2008; Líneas: 79 Palabras: 1066 )


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Día 22 de Febrero
Fiesta La Cátedra del Apóstol San Pedro


Triunfando con la Voluntad de Dios


En esta Fiesta, en que celebramos "La Cátedra de san Pedro", Príncipe de los Apóstoles, podemos fijarnos en el ejemplo de fidelidad a Jesucristo que brilla sobremanera en el que fue, antes de ser elegido, un pescador de tantos en Galilea. Quiso, con la llamada de Cristo, que su vida no fuera sino lo que el Hijo de Dios determinara. Y podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que todo el interés de Pedro, a pesar de su carácter fuerte e impetuoso, se centraba de modo exclusivo en Jesús. Así lo vemos en algunos pasajes evangélicos, de modo particular en el Evangelio de Marcos, su compañero de apostolado. Era su deseo cumplir hasta el detalle la voluntad de Jesús, que es tanto como decir cumplir la voluntad de Dios. Este identificarse con el Maestro, cumpliendo su voluntad, no es propio únicamente de Pedro, identifica a todos los santos, pues ninguno puede serlo al margen de la voluntad de Dios.


        Cuando parece que un cierto ideal de la persona consistiría en desenvolverse en la vida guiado únicamente por el propio criterio, sin más punto de referencia que el parecer personal; cuando bastantes consideran definitivas sus opiniones, y suficientes –por ser suyas– para configurar la propia vida del mejor modo posible; nos ofrece hoy la Iglesia –Nuestra Madre–, para edificación de todos los fieles, el estímulo de la obediencia. Cuantos deseamos conducirnos con la segura esperanza de la Vida Eterna, no lo haremos de acuerdo con nuestro parecer, ya que la Eterna Bienaventuranza no es un proyecto humano. Se comprende con facilidad que no es una decisión del hombre nuestra existencia en este mundo, ni, claro está, la Vida Eterna en intimidad con Dios, que conocemos por Revelación.


        Pedro, habiendo conocido el extraordinario e inalcanzable poder y majestad de Jesucristo, se mantiene inamoviblemente fiel al Maestro, cuando bastantes le abandonan porque no comprenden sus palabras. Señor, ¿a quién iremos? –le responde–, Tú tienes palabras de Vida Eterna. Así se expresa el Príncipe en el crítico momento –para muchos– de la deslealtad. Cuando aparecen haber perdido sentido los milagros realizados; cuando su vida admirable y sus palabras, cargadas de autoridad, no significan ya nada para la mayoría, Pedro confía aún en Jesús. Su persona será para él siempre merecedora de toda confianza: hay que creerle siempre y obedecerle; con Cristo no tiene sentido dudar. El criterio de Jesús tendrá en todo momento para este apóstol una autoridad absoluta. Las palabras y deseos del Maestro tienen mucha más fuerza para él que sus propios pensamientos.


        Parece muy claro, por lo demás, que la mayor hazaña o reflexión de cualquier hombre, por decisiva que parezca, no pasa, en la práctica, de ser algo necesariamente vinculado a lo caduco, como el mismo hombre. De hecho, son muy pocos en proporción las mujeres y los hombres que han pasado a la historia. En cambio, identificados con Dios, que en Jesucristo nos hace posible conocer su voluntad, aunque los hombres tengan poca relevancia para el acontecer humano, se hacen eternos e inapreciablemente valiosos: como ha previsto Dios. Muchos, todos los santos, han logrado ya, sin fama ni espectáculo, acrecentar su vida absolutamente –no sólo un poco para el mundo–, porque con toda sencillez procuraron vivir según el querer divino.


        Obediencia. Que en nosotros se haga Su Voluntad: hágase Tu voluntad en la tierra como en el Cielo, rezamos con la oración que Cristo nos enseñó. Pidámosle que, en efecto, cada día sea para todos más decisivo, no tanto hacer lo que queremos, cuánto lo que Él quiere; firmemente convencidos de que no nos hace mejores ni más grandes en la vida salirnos con "la nuestra". Lo único que –de verdad– nos hace grandes, aunque no lo parezca, es que Dios se salda con "la suya" en nosotros. Comprobaremos, a partir de esta docilidad humilde, que nos va mejor además en las relaciones interpersonales. Guiados por intereses solamente nuestros, que con demasiada frecuencia son egoístas, tenemos sobrada experiencia –por desgracia– de la sociedad tensa que de ordinario hemos de soportar. También por lograr una convivencia en paz, nos conviene dejarnos conducir por los mandamientos de nuestro Creador. Siendo el autor del hombre, tiene la ciencia exacta –la ley moral– para el más correcto desenvolvimiento en sociedad.


        Pedro pecó. Fue débil en aquel momento y posiblemente en otros muchos que no nos han revelado las Escrituras. Sin embargo, a pesar de sus pecados, volvió al Señor y hoy podemos celebrar su Cátedra: su autoridad, concedida por Jesucristo y asentada en Roma como Pastor universal de la Iglesia. Recordamos con alegría que su arrepentimiento –lloró amargamente, relata San Marcos tras haber negado a Cristo–, era manifestación de su amor a Jesús, más fuerte que cualquiera de sus pecados.


        El hombre más feliz y perfecto es aquel en quien mejor se cumple la voluntad de nuestro Creador y Señor. Así es nuestra Madre, la más maravillosa de las criaturas: hizo en mí cosas grandes el que es Todopoderoso, puede afirmar. Implorando su asistencia maternal sabremos imitarla.

 

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Día 24 de Febrero
III Domingo de Cuaresma

 

"Si conocieras el don de Dios..."



        Ante este episodio que nos presenta hoy la Liturgia de la Palabra, debemos encomendarnos al Espíritu Santo con la esperanza de captar, por su luz, la enseñanza que se nos ofrece. Son muchos los rasgos aleccionadores de la escena. Fijémonos sólo en uno y de carácter general: que en realidad no suceden las cosas sólo humanamente, en un sentido exclusivamente terreno y, por así decir, recortado del término humano. Como entre Jesús y esa mujer, para nosotros todo sucede sobrenaturalmente. En los negocios estrictamente humanos el que pide espera recibir; pero aquí Jesús pide para dar. Cuando en lo humano damos algo favorecemos a otro, sin embargo, a Dios no le podemos favorecer. Siempre resulta favorecido el que decide ser generoso con Él. Siendo Dios puro don, enriquece siempre; hasta cuando pide y le damos.


        Así ha sucedido desde el principio con la Creación, con la revelación de Dios a los patriarcas..., a los profetas...: en cada momento los hombres han tenido la oportunidad de secundar la voluntad divina. Así con Jesucristo, como aquel día junto al pozo de Sicar, y así continúa otorgándonos sus dones cada vez que tenemos la impresión de cumplir con lo que Dios nos pide o de llevar a cabo lo que más le agrada. Es preciso reconocer que, por voluntad de Dios, somos mucho más de lo que imaginamos; pues tenemos –solamente los hombres– la capacidad de conocer a Dios y de conformar nuestra voluntad con la suya. En esto consiste la libertad y por esto es, en lo humano, el mayor don que de Dios hemos recibido. La grandeza de libertad consiste en que es una permanente oportunidad, concedida a los hombres de modo exclusivo –vale la pena insistir en ello– de recibir dones de Dios: que en cada momento nos podemos identificar, de algún modo, con Él dando, dándonos, amando.


        ¿Libertad para ser independiente, para realizar mi antojo, para sentirme dueño y señor de mí mismo, para imponer mi voluntad con autonomía en mis cosas? Sí, desde luego. Pero es claro que no consiste en eso la grandeza de la libertad. ¿Qué importancia tiene que se lleve a cabo lo mío, mi "gran" decisión? No pasa de ser eso –por genial que me parezca– la ocurrencia de una criatura, una gran criatura si queremos por ser hombres, pero una criatura al fin y al cabo. ¡Qué diferente si lo que se lleva a cabo es una voluntad divina, siendo también la mía! He aquí la grandeza de la libertad: la oportunidad permanente que tiene el hombre de actuar a lo divino. Que sólo se entiende cuando esa libertad va de la mano con la unidad; que es tanto como decir que se asienta en la genuina verdad del hodos calormbre.
        Es lógico, por consiguiente, que Jesús muestre su extrañeza a la mujer, que se resiste en un primer momento a acceder a su petición por considerarse superior. Pero hacer lo que Dios desea supone identificarse de algún modo con Él; por eso, siempre es favorecido el que cumple su voluntad. Aunque parezca que se hace algo por Dios, más bien se recibe lo que Dios concede: actuar a lo divino y, de algún modo, ser como Él. Esto es ser "a su imagen y semejanza"; precisamente lo que marca la diferencia entre el hombre y el resto de la Creación que contemplamos, lo que nos eleva de tal modo, incluso sobre nosotros mismos, que –como ya se ha dicho–, por nuestra grandeza, nunca acabamos de comprendernos.

        Jesús, por su parte, habiéndose hecho hombre, hijo de María, se pone a nuestra altura siendo Dios; para que siendo hombres y con su misma Madre, le podamos amar de verdad.


NOVEDADES FLUVIUM


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Tercer Domingo de Cuaresma - A

 

24 Febrero 2008

Jn 4, 7

 

Dame de beber

 

 

Te alabo Padre

por tu Hijo Jesucristo.

 

Él me da el Agua de la Vida

y sacia mi sed de eternidad.

Él me enseña a adorarte

en espíritu y verdad.

 

Tú que eres la Fuente de agua viva

renueva mi Bautismo;

Hazme un auténtico cristiano

QUE VIVA SÓLO DE TI, para Ti

y para mis hermanos.

 

Hazme fiel a tu llamada de amor

que me has hecho

por el Espíritu Santo.

Amén





 

Texto: Hermanas Clarisas de Huesca


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 ZENIT.org publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap. --predicador de la Casa Pontificia-- a la Liturgia de la Palabra del domingo, III de Cuaresma, 24 de Febrero de 2008. 

 III Domingo de Cuaresma
Éxodo 17, 3-7; Romanos 5,1-2.5-8; Juan 4, 5-42

A la samaritana, y a todos los que en alguna medida se reconocen en su situación, Jesús hace una propuesta radical en el Evangelio de este domino: buscar otro «agua», dar un sentido y un horizonte nuevo a la propia vida. ¡Un horizonte eterno! «El agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para la vida eterna». Eternidad es una palabra que ha caído en «desuso». Se ha convertido en una especie de tabú para el hombre moderno. Se cree que este pensamiento puede apartar del compromiso histórico concreto para cambiar el mundo, que es una evasión, un «desperdiciar en el cielo los tesoros destinados a la tierra», decía Hegel.

¿Pero cuál es el resultado? La vida, el dolor humano, todo se hace inmensamente más absurdo. Se ha perdido la medida. Si falta el contrapeso de la eternidad, todo sufrimiento, todo sacrificio, parece absurdo, desproporcionado, nos «desequilibra», nos echa por tierra. San Pablo escribió: «La leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna». En comparación con la eternidad de la gloria, el peso de la tribulación le parece «ligero» (¡a él, que sufrió tanto en la vida!) precisamente porque es «de un momento». En efecto, añade: «Las cosas visibles son pasajeras, más las invisibles son eternas» (2 Co 4, 17-18).

El filósofo Miguel de Unamuno (que además era un pensador «laico»), a un amigo que le reprochaba, como si fuera orgullo o presunción, su búsqueda de eternidad, respondía en estos términos: «No digo que merezcamos un más allá, ni que la lógica lo demuestre; digo que lo necesitamos, merezcámoslo o no, simplemente. Digo que lo que pasa no me satisface, que tengo sed de eternidad, y que sin ésta todo me es indiferente. Sin ella no existe ya alegría de vivir... Es demasiado fácil afirmar: "Hay que vivir, hay que conformarse con esta vida". ¿Y los que no se conforman?». No es quien desea la eternidad el que muestra que no ama la vida, sino quien no la desea, dado que se resigna tan fácilmente al pensamiento de que aquella deba terminar.

Sería una enorme ganancia, no sólo para la Iglesia, sino también para la sociedad, redescubrir el sentido de eternidad. Ayudaría a reencontrar el equilibrio, a relativizar las cosas, a no caer en la desesperación ante las injusticias y el dolor que hay en el mundo, aún luchando contra ellas. A vivir menos frenéticamente.

En la vida de cada persona ha habido un momento en que se ha tenido cierta intuición de eternidad, aún confuso... Hay que estar atentos a no buscar la experiencia del infinito en la droga, en el sexo desenfrenado y en otras cosas en las que, al final, sólo queda desilusión y muerte. «Todo el que beba de este agua volverá a tener sed», dijo Jesús a la samaritana. Hay que buscar lo infinito en lo alto, no hacia abajo; por encima de la razón, no por debajo de ella, en las ebriedades irracionales.

Está claro que no basta con saber que existe la eternidad; se necesita también saber qué hacer para alcanzarla. Preguntarse, como el joven rico del Evangelio: «Maestro, ¿qué debo hacer para tener la vida eterna?». Leopardi, en la poesía El Infinito, habla de un cercado que oculta de la vista el último horizonte. ¿Cual es para nosotros este cercado, este obstáculo que nos impide mirar hacia el horizonte último, hacia lo eterno? La samaritana, aquel día, comprendió que debía cambiar algo en su vida si deseaba obtener la "vida eterna", porque en poco tiempo la encontramos transformada en una evangelizadora que relata a todos, sin vergüenza, cuanto le ha dicho Jesús.

[Traducción del original italiano realizada por Marta Lago]


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TERCER DOMINGO DE CUARESMA
«Dame de beber» (Jn 4,7b)

El pueblo judío que camina por el desierto hacia la tierra prometida encuentra pruebas y dificultades por el camino: sienten sed. Ante esta dificultad surge la duda de la cercanía y la mano de Dios sobre ellos.

Nosotros también caminamos por la vida en medio de dificultades, y algunas veces entre protestas y desalientos. Sentimos una sed grande, sed de amar y ser amados, sed de perdonar y ser perdonados.

íHay en nuestro corazón sed de tantas cosas...!

Hoy Jesús se nos presenta como el agua viva. Él, que se acerca a hablar con una pecadora pública, que cargó con los pecados de todos los hombres, nos ofrece su amor y su perdón.

Conociendo nuestro corazón, se ofrece como agua que salta hasta la vida eterna.


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Viernes, 22 de febrero de 2008

En la mañana deL jueves, 21 de Febrero de 2008, Benedicto XVI recibió en audiencia especial a los miembros de la Congregación General de la Compañía de Jesús. Antes de escuchar las palabras del Papa, el nuevo prepósito general, el padre Adolfo Nicolás, le dirigió el siguiente saludo:

Beatísimo Padre,

Deseo que mi primera palabra a nombre mío y de todos los presentes, sea un caluroso «gracias» a Vuestra Santidad que ha querido benignamente recibir hoy a todos los miembros de la Congregación General reunida estos días en Roma, después de haberle dado el precioso don de una carta que, por su contenido y su tono positivo, alentador y afectuoso, ha sido recibida con gran aprecio por toda la Compañía de Jesús.

Sentimos, ciertamente, gratitud y un fuerte lazo de comunión al vernos confirmados en nuestra misión de trabajar en las fronteras: allí donde de debaten la fe y la razón; la fe y la justicia, la fe y el saber, así como en el campo de la reflexión y responsable investigación teológica.

Estamos agradecidos a Su Santidad por habernos exhortado una vez más a perseverar en nuestra tradición ignaciana de servicio allí donde el Evangelio y la Iglesia se enfrentan con el mayor desafío: un servicio que a veces pone en peligro la propia tranquilidad, la reputación y la seguridad. Por eso, es motivo de gran consolación constatar que Vuestra Santidad está al corriente de los peligros a que tal empeño nos expone.

Permítame, Santo Padre, que vuelva otra vez a la benévola y generosa carta que ha dirigido a mi predecesor, el Padre Kolvenbach, y a través de él a todos nosotros. La hemos recibido con un corazón abierto; la hemos meditado, hemos reflexionado sobre ella, hemos cambiado impresiones y estamos decididos a transmitir a toda la Compañía de Jesús su mensaje y la necesidad de aceptarlo incondicionalmente. Nos proponemos, además, llevar el espíritu de tal mensaje a todas nuestras estructuras de formación y, a partir de ahora, crear ocasiones de reflexión y diálogo sobre su contenido. Ocasiones que serán de ayuda a nuestros compañeros empeñados en la investigación y el servicio.

Nuestra Congregación General, a la que Vuestra Santidad ha hecho sentir su paternal aliento, busca en la oración y discernimiento el camino hacia una renovación del empeño de la Compañía al servicio de la Iglesia y de la humanidad.

Lo que nos inspira y nos impele es el Evangelio y el Espíritu de Cristo: sin la centralidad del Señor Jesús en nuestra vida, nuestras actividades apostólicas no tendrían razón de ser. Del Señor Jesús aprendemos a estar cerca de los pobres, de los que sufren y de los excluidos de este mundo. La espiritualidad de la Compañía de Jesús brota de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Y es precisamente a la luz de los Ejercicios Espirituales - fuente de inspiración de las Constituciones de la Compañía - que la Congregación General examina estos días nuestra identidad y nuestra misión. Los Ejercicios Espirituales, antes que ser un instrumento inapreciable de apostolado, son para los el jesuita la medida de su propia madurez espiritual.

En comunión con la Iglesia y guiados por su magisterio buscamos dedicarnos con dedicación al servicio, al discernimiento y a la investigación. La generosidad de tantos jesuitas que trabajan denodadamente por el Reino de Dios hasta dar su propia vida no atenúa el sentido de responsabilidad que la Compañía siente tener en la Iglesia. Responsabilidad que Su Santidad confirma en su carta cuando dice que «la obra evangelizadora de la Iglesia cuenta con la responsabilidad formativa que la Compañía tiene en el campo de la teología, de la espiritualidad y de la misión. Junto con el sentido de responsabilidad debe acompañaros la humildad, reconociendo que el misterio de Dios y del hombre es mucho más grande que nuestra capacidad de comprensión».

Nos entristece, Santo Padre, que la inevitable limitación y superficialidad de algunos de entre nosotros vengan usadas a veces para dramatizar y presentar como conflicto y oposición lo que en muchos casos no pasa de ser manifestación de nuestros límites y de la imperfección humana, o de las inevitables tensiones de la vida cuotidiana.

Nada de esto, sin embargo nos desanima ni apaga nuestra pasión no sólo por servir a la Iglesia sino con mayor radicalidad aún, conforme al espíritu y la tradición ignaciana, amar a la Iglesia jerárquica y al Santo Padre, Vicario de Cristo.

«En todo amar y servir». Este es el retrato de Ignacio. Esta es la carta de identidad del auténtico jesuita.

Por eso consideramos muy significativo para nosotros este encuentro con Su Santidad en la vigilia de la fiesta de la Cátedra de San Pedro, día de oración y de unión con el Papa y su altísimo servicio de magisterio universal que nos permite presentarle nuestros mejores deseos.

Y ahora, Santo Padre, estamos dispuestos, prontos y deseosos de escuchar sus palabras. 


[Traducción del original italiano distribuida por la Congregación General de la Compañía de Jesús]

 


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Discurso que dirigió el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estados de Benedicto XVI, en La Habana a los obispos cubanos con motivo del décimo aniversario del viaje a Cuba de Juan Pablo II.

 

Señor Cardenal,

Señor Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba,

Queridos Hermanos en el Episcopado:

Agradezco a Mons. Juan García Rodríguez, Arzobispo de Camagüey y Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, las cordiales palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de todos, y a las que correspondo con la expresión de mi sincero afecto y mi profunda estima.


En primer lugar, quisiera hacerme intérprete de los sentimientos del Santo Padre Benedicto XVI, quien, ante este viaje mío a Cuba, me encargó transmitirles a Ustedes su afectuoso saludo y su cercanía espiritual. En efecto, el Papa conoce bien la situación de la Iglesia cubana, la lleva en su corazón y la tiene muy presente en sus oraciones. Por eso espera con vivo deseo la próxima visita ad limina de los obispos cubanos, para poder así encontrarlos personalmente y estrechar los vínculos de comunión que tan fuertemente unen a los Pastores de esta noble Nación con la Sede Apostólica.


Doy gracias al Señor por la oportunidad que me ofrece de poder estar aquí con todos Ustedes y, de modo especial, en este momento en el que la Iglesia cubana celebra el décimo aniversario de la inolvidable visita del Papa Juan Pablo II a este País. Estoy plenamente convencido de que esta efeméride será también un tiempo de gracia abundante y una ocasión privilegiada para impulsar una intensa labor pastoral que, por un lado, permita consolidar los frutos espirituales ya cosechados durante estos años y, por otro, produzca una honda renovación de la vida cristiana en todo el Pueblo de Dios que camina en esta hermosa tierra.


Les animo, pues, queridos hermanos obispos, a intensificar aún más si cabe la acción pastoral que con tanta dedicación y empeño están llevando a cabo. Permítanme recordarles algo que Ustedes, como solícitos Pastores ya conocen bien: la importancia y la primacía que, tanto en la vida personal como en nuestro ministerio episcopal, debemos dar a la oración y al trato íntimo con el Señor en la vida espiritual. Sabemos también que en su ministerio los obispos deben atender muchos compromisos, programar numerosas actividades y hacer frente a muchas necesidades. Sin embargo, como ha dicho el Papa Benedicto XVI, «en la vida de un sucesor de los Apóstoles el primer lugar debe estar reservado para Dios. Especialmente de este modo ayudamos a nuestros fieles» (Discurso a los Obispos nombrados en el último año, 22-IX-2007). De esta manera, toda nuestra acción pastoral al servicio de los fieles y de la Iglesia será verdaderamente fecunda (cf. Juan Pablo II, Ex. ap. Pastores Gregis, n. 12), porque en la intimidad de la oración con Cristo es donde maduran los mejores proyectos e iniciativas pastorales, y donde el corazón se llena de confianza y fortaleza ante las dificultades, con la seguridad de que es el Señor quien actúa en nosotros y a través de nosotros.


Les aliento también a seguir robusteciendo el espíritu de comunión entre todos los obispos, como miembros del Colegio Apostólico, y con el Papa. Todos Ustedes deben sentirse acompañados y sostenidos por sus hermanos en el Episcopado, como manifestación concreta de ese afecto colegial que nos une (ibíd. n. 8), y por la unión con el Sucesor de Pedro, a quien se le encomendó confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22,32). Les puedo asegurar el interés y el apoyo del Santo Padre por cada uno de Ustedes. En efecto, el testimonio de caridad fraterna y de unidad entre los obispos será, sin duda alguna, el mejor espejo en el que los fieles podrán ver reflejado el misterio de unidad que es la Iglesia.

Este espíritu de comunión ha de embargar a toda la comunidad cristiana, especialmente por la labor cercana y constante de los sacerdotes y personas consagradas, que con su ministerio y consagración colaboran estrechamente con la misión de los Pastores. A éstos, pues, corresponde una tarea inderogable de ocuparse de su formación, inicial y permanente, y de atenderlos con solicitud en todo lo que se refiere a su vida espiritual y sus afanes apostólicos, sin descuidar los aspectos personales y ambientales que pueden incidir en el ejercicio gozoso y abnegado de sus tareas.


Además, en Cuba se hace hoy de manera tangible la verdad de las palabras de Jesucristo: "La mies es abundante y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe operarios a su mies" (Mt 9,37-38). Una oración a la que debe ir vinculada una acción pastoral vocacional seria, sistemática y capilar, que haga llegar al corazón de los jóvenes cubanos el llamado a una entrega incondicional al Señor y a su Reino de amor, los acompañe con paciencia, delicadeza y solicitud en todas las etapas del discernimiento vocacional y muestre a las familias y comunidades cristianas la belleza de una vida totalmente dedicada a Cristo y a la Iglesia.


Albergo la esperanza de que la celebración de este aniversario de la visita del Papa Juan Pablo II a esta bendita tierra contribuya a dar un nuevo impulso a las relaciones entre el Estado y la Iglesia Católica en Cuba, para que en espíritu de respeto y entendimiento mutuo, la Iglesia pueda llevar a cabo plenamente su misión, estrictamente pastoral y al servicio de sus fieles, con la debida libertad.


A este respecto, desearía aprovechar el coloquio que tendremos a continuación para dialogar con Ustedes acerca de este importante aspecto de las relaciones entre la Iglesia y el Estado.


Por último, me dirijo a la Virgen María, Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, para encomendarle los frutos de esta visita, al mismo tiempo que le pido por todos Ustedes, y sus comunidades diocesanas, para que Dios les bendiga, les llene de amor y esperanza, y recompense sus desvelos al servicio de Dios y de la Iglesia.


Muchísimas gracias.


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Como en otras ocasiones la Conferencia del Episcopado Dominicano ha publicado un Mensaje a todos los fieles en la conmemoración del día de la Independencia Nacional sobre el tema "La Responsabilidad del Laico en la Vida Pública”,

CONFERENCIA DEL EPISCOPADO DOMINICANO

 


MENSAJE 27 DE FEBRERO 2008

Conferencia del Episcopado Dominicano

MENSAJE DE FEBRERO 2008


TEMA: ¨LA RESPONSABILIDAD DEL LAICO EN LA VIDA PUBLICA¨.

 

NO TE PIDO QUE LOS SAQUES DEL MUNDO,
SINO QUE LOS GUARDES DEL MAL (Jn 17, 15).

 

Introducción

 

Como todos los años, los Obispos queremos hacerles llegar a todos los dominicanos nuestro mensaje de fe, de esperanza y amor, con ocasión de la conmemoración del día de la Independencia Nacional. Hace parte de nuestros deberes el “instruir e iluminar la conciencia de los fieles, sobre todo de los que están comprometidos en la vida política, para que su acción esté siempre al servicio de la promoción integral de la persona y del bien común”
(Compendio de Doctrina Social de la Iglesia No 571).

 

En nuestros anteriores mensajes al pueblo dominicano hemos recordado algunos principios en el campo ético y moral, que hemos de asumir todos los que amamos el país y queremos desarrollarlo juntos.

 

  1. La palabra de Dios nos ilumina

 

En la Carta Pastoral de este año con ocasión de la celebración de la Virgen de la Altagracia, tomamos como punto de referencia la escena bíblica de la boda de Caná. Para este Mensaje actual, en ocasión de la fiesta de nuestra Independencia Nacional, nos dejamos iluminar por el mismo evangelista en su capitulo 17, versículo 15: “No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del mal”.

 

Los discípulos y misioneros del Señor, están llamados a transformar la política tradicional, haciendo una buena política. El Papa Juan Pablo II señala que ¨La secularidad es la nota característica y propia del laico y de su espiritualidad que lo lleva a actuar en la vida familiar, social, laboral y política, a cuya evangelización es llamado…. América necesita laicos cristianos que puedan asumir responsabilidades directivas en la sociedad. Es urgente formar hombres y mujeres capaces de actuar, según su propia vocación en la vida pública, orientándola al bien común¨ (Ecclesia in América No. 44).

 

Todo ser humano y con ellos los discípulos de Jesús son llamados también a permanecer firmes en medio del mundo, creando alternativas de esperanza y de amor, sin ceder a las amenazas y halagos que este les ofrece, haciendo posible una relación de hermanos y hermanas en todo el género humano. El “mal” es aquí la nueva denominación para la tentación de querer hacernos dios, como Satanás y Adán, lo que puede ser traducido al mismo tiempo en el dios-dinero, el dios-placer o el dios-poder, que son generadores de injusticia entre los seres humanos. “Cuán fuerte es la seducción de las riquezas materiales y cuán tajante tiene que ser nuestra decisión de no idolatrarlas, lo afirma Jesús de manera categórica: “No pueden servir a Dios y al dinero” (Lc. 16,13) (Mensaje Benedicto XVI, Cuaresma 2008).

Ceder, por consiguiente, a la ambición, al deseo del provecho personal, que se puede
encontrar en cualquier ambiente, es hacerse cómplice de la opresión y de la maldad. El
discípulo de Cristo y toda persona de buena voluntad no puede asociarse con el mal que está en el mundo, pero tampoco puede escaparse del mundo que le toca vivir.

 

  1. El ser humano y la política.

 

Todo ser humano goza de una dimensión social que lo conduce irremisiblemente a conformar familia, comunidad y sociedad, siendo él en sí mismo, eje y centro de la dinámica social. Más aún, la persona que es el fundamento de la vida social, desarrolla su actividad humana procurando el bien común, motivo y fin del accionar político. La política es una experiencia que aglutina todos los esfuerzos humanos, siempre orientada al bien común.

 

¨La humanidad comprende cada vez con mayor claridad que se halla ligada por un destino único que exige asumir la responsabilidad en común, inspirada por un humanismo integral y solidario: ve que esta unidad de destino con frecuencia está condicionada e incluso impuesta por la técnica o por la economía y percibe la necesidad de una mayor conciencia moral que oriente el camino común¨ (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Introducción No.6).

 

Todo servicio social y muy particularmente el servicio como político en la administración pública, supone la integridad no de una persona común, sino de un funcionario con una visión de la ética y la moral y un modo de ser y de vivir que respeta, eleva, promueve y defiende la dignidad de la persona humana. Un auténtico político no puede eludir lo ético y lo moral del humanismo integral y solidario. Sin ética ni moral, es propicio el ambiente para la corrupción, la creciente inequidad, el elevado índice de pobreza y la triste exclusión de los desposeídos y marginados. El rostro humano y humanizante de la política, se construye sobre las bases de una auténtica vida ética y moral.

 

  1. Los cristianos laicos y la política.

 

Todo cristiano, por su condición de ser hermano, está llamado a participar en la vida política o cualquier otra actividad pública. Y puede agregar que por su condición de discípulo de Jesús aporta luces y actitudes del Evangelio, que favorecerán el mundo político. Juan Pablo Duarte es modelo de hombre y cristiano comprometido con la vida pública y política.

 

El Papa Benedicto XVI nos recuerda en su primera Encíclica Deus Caritas est (Dios es Amor) que el origen y la meta de la política se encuentra en la justicia. Es en este punto donde la fe y la política se encuentran (Cfr No. 28). El Documento de Aparecida (La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe) señala el hecho de que crece en la población el desencanto por la política y particularmente por la democracia, en razón de que las promesas de una vida mejor y más justa no se cumplieron o se cumplieron sólo a medias.

 

No se puede olvidar que la democracia y la participación política son fruto de la formación que se hace realidad solamente cuando los ciudadanos son conscientes de sus derechos fundamentales y de sus deberes correspondientes (DA 77).

 

Constituye, un llamado del Señor, que muchos laicos y laicas participen con conciencia
cristiana responsable en lugares claves de la sociedad, los cuales el Documento de Aparecida los describe como “centros de decisiones”, a saber, los ambientes políticos, empresariales, sindicales y en todo tipo de asociaciones que promuevan el bien común. (Cfr DA 492:507:519).

 

  1. El bien común compromiso de todos.

 

El servicio generoso a la comunidad en la búsqueda y conquista del Bien Común es la esencia de la política y exige a los que detentan el poder o lo buscan, sean cristianos o no, virtudes especificas, como son: inteligencia, capacidad de sacrificio, preparación, renuncia de intereses propios, altura de miras, nobleza, ecuanimidad, flexibilidad, entrega, honestidad, humildad, sencillez, madurez, creatividad (Cfr Mensaje de la Conferencia del Episcopado Dominicano, Febrero 1999). Nada tan reñido con esto como el irrespeto, desconfianza, prejuicio, malas jugadas, venganzas, acusaciones y vituperios mutuos a los que desde hace tiempo estamos asistiendo. El daño a sí mismos, a los partidos y a la nación entera que esto produce, es gravísimo y nada querido ni deseado por nuestro pueblo dominicano.

 

  1. En política actúa en conciencia y promueve el bien común.

 

Para el mes de febrero del 2008, el Plan Nacional de Pastoral de la Iglesia presenta como valores a reflexionar la conciencia política y la democracia.

“La verdad sobre el bien y el mal se reconoce en modo práctico y concreto en el juicio de la conciencia, que lleva a asumir la responsabilidad del bien cumplido o del mal cometido. Así, en el juicio práctico de la conciencia, que impone a la persona la obligación de realizar un determinado acto, se manifiesta el vínculo de la libertad con la verdad. Precisamente por esto la conciencia se expresa con actos de –juicio-, que reflejan la verdad sobre el bien, y no como –decisiones- arbitrarias. La madurez y responsabilidad de estos juicios, y --en definitiva, del hombre, que es su sujeto--, se demuestran no con la liberación de la conciencia de la verdad objetiva, a favor de una presunta autonomía de las propias decisiones, sino, al contrario, con una apremiante búsqueda de la verdad y con dejarse guiar por ella en el obrar.¨(Compendio de Doctrina Social de la Iglesia No. 139).

 

Así en política la conciencia nos lleva a actuar con claros criterios de compromiso con la comunidad y el país, tratando de participar en las soluciones de los problemas que afectan a la mayoría; como también a elegir y a decidir de acuerdo al bien y a la verdad y no en contra de lo que pienso y quiero en el fondo de mí mismo.

 

Recordemos la enseñanza de la Iglesia en torno a la democracia: “Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la “subjetividad” de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad” (Centesimus Annus 46). Mientras no haya una justa distribución de las riquezas, una erradicación de la miseria y una disminución de la pobreza, no se puede hablar de democracia plena y total.

 

Un sistema político auténtico supone sobre todo la búsqueda del bien común, el cual se traduce en el respeto y la promoción de los derechos fundamentales de la persona, el desarrollo de los bienes espirituales y temporales de la persona y de la sociedad, la paz y la seguridad de todos (Cfr Catecismo de la Iglesia Católica 408). ¨Conciencia política¨, no significa ¨búsqueda del bien de un partido político, sino búsqueda del bien común¨.

 

6.  Sobre la campaña electoral

 

Reiteramos para estas elecciones lo que proponíamos en el Mensaje de Febrero del año 2000: “El pueblo dominicano desea un debate de altura, mutuamente respetuoso, centrado no en la descalificación y ataques mutuo, sino en la visión de la problemática nacional y en las soluciones concretas que cada uno le daría. Lo que interesa es saber el programa de cada candidato: qué va a hacer, cómo, con qué recursos y en qué plazos. No tiene sentido en estos momentos que sea una campaña cara y derrochadora. Todo el mundo desea que sea austera y serena y sin graves alteraciones del orden. Es hora ya de dar muestras de que somos un pueblo maduro: ciudadanos, partidos y candidatos”.

 

Quien auténticamente determina la permanencia o sustitución en el poder es el soberano pueblo dominicano en elecciones libres y limpias. Por ello, creemos que el duro enfrentamiento en el que están metidos nuestros partidos mayoritarios a nada bueno puede conducir. El daño que está produciendo no se limita al quehacer político, sino que afecta a la educación en valores, a la economía y a la vida social.

Deseamos ardientemente que se imponga la cordura sobre la insensatez, la concordia sobre la discordia, la temperancia sobre la intolerancia, el dialogo sobre el altercado, la patria sobre el partido. (cfr. Mensaje Febrero 1999).

 

Clama al cielo la cuantiosa suma de dinero que se derrocha en propagandas y caravanas, cuando existen tantas urgencias prioritarias por resolver en el país, tantos proyectos por realizar en la educación, en la seguridad social, en los hospitales y escuelas, en recintos carcelarios dignos y dignificantes, en viviendas decorosas y en fin, en la definitiva solución del problema energético.

 

Algo bochornoso en todo esto es la clara y mutua acusación de corrupción, imperante entre los políticos, que afecta directamente a los mismos pobres, cuando se desvían los recursos que han de destinarse para el desarrollo humano y social de todos los dominicanos.

 

Llamamos la atención sobre el fenómeno de la corrupción generalizada y su impunidad, fruto de la inversión de valores en la sociedad de hoy, la cual socava la democracia y el estado de derecho, da pie a violaciones de los derechos humanos, distorsiona los mercados, menoscaba la calidad de vida y permite el florecimiento de la delincuencia organizada, el terrorismo y otras amenazas a la seguridad humana. (Cfr Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción, Prefacio. 31 Octubre 2003).

7. Sobre el voto

 

Recordamos que votar es un derecho y un deber. Abstenerse sin una razón suficientemente grave es faltar a una obligación moral. No se trata de elegir lo ideal, sino escoger lo mejor de lo que hay. Lograr que los seres humanos y la democracia maduren es fruto de un proceso largo y lento. Por lo que el voto debe ser consciente, serio y responsable. (Cfr Mensaje Febrero 2000). Esto quiere decir que el voto debe estar fundado en razones sólidas y honestas. No solo en sentimientos o intereses personales, grupales o partidistas.

 

En consecuencia se debe votar por aquel que en conciencia se crea que es más apto, idóneo, capaz, competente, hábil y calificado para administrar y conducir, ética, digna, y eficazmente el desarrollo humano integral de nuestro país. De ahí se deriva como algo inconcebible la compra y venta de votos que equivaldría a la compra y venta de conciencias. Todo esto ha de llevar a los dominicanos a un recto discernimiento en el momento de hacer política o de elegir a un candidato para que los represente y conduzca con responsabilidad los destinos de la Nación.

 

8.  Criterios del buen gobernar que deben inspirar el voto en conciencia

 

Por considerarlo de sumo interés para la nación dominicana en este momento histórico en que nos preparamos para llevar a cabo una decisión cívica, en el ejercicio democrático del voto, retomamos los quince criterios del buen gobernar que deben inspirar el voto en conciencia y que compartimos con nuestro pueblo dominicano en el Mensaje del 19 de abril del 2004, a saber;

 

1. Promover, defender y exigir el Bien Común y servir honesta, competente y eficazmente.
2. Asegurar y vigilar los servicios básicos.
3. Respetar y defender la vida humana en cualquier fase de su desarrollo en que se encuentre.
4. Preocuparse especialmente de los más débiles y necesitados.
5. Promover y defender las asociaciones intermedias entre los individuos y el Estado.
6. Distribuir bienes, beneficios, servicios y cargas con justicia y equidad.
7. Proteger los recursos naturales de los ataques del egoísmo irracional.
8. Estimular la iniciativa privada, coordinarla, regularla.
9. Respetar al Poder Legislativo y al Poder Judicial.
10. Mantener en un mundo crecientemente intercomunicado buenas relaciones internacionales.
11. Respetar, promover y defender la legitima libertad y castigar toda clase de libertinaje.
12. Perseguir la corrupción en todas sus modalidades.
13. Vigilar la economía nacional, prevenir y castigar el mal manejo bancario y trazar las políticas económicas necesarias y adecuadas.
14. Distribuir con sabiduría y justicia los recursos disponibles.
15. Contar en todo momento realísticamente con las posibilidades y limitaciones, virtudes y efectos de nuestro pueblo.

 

9.  Fomentemos nuestros valores culturales

 

Estamos en un cambio de época. Pero ese hecho no significa que haya que arrasar con todo, ni tenga que arrastrarnos a una necesaria inversión de valores. Al contrario, los valores culturales que no son una moda que pasa, son los que identifican a los pueblos y permanecen siempre, rescindiendo de la época en que se estén viviendo. Los valores culturales son esas herencias que nos han legado nuestros antepasados que no deben ser cambiados, porque forman parte de a misma identidad de la persona y de la sociedad.

Somos un pueblo rico en valores éticos, orales, sociales y religiosos. Entre estos tenemos: el amor a la patria, el espíritu de servicio, sentido de solidaridad, el amor a la familia (a los hijos, a los padres, a los familiares), la fe en Dios, el amor a la Virgen, el amor a los símbolos patrios (la bandera, el escudo, los Padres de a Patria), profunda sensibilidad ante el dolor ajeno, sentido de pertenencia y de identidad con personas, historia, ambiente y entorno físico que forman parte de sí, el apego a las costumbres tradiciones, como son las oraciones rezadas y aprendidas en la familia, la bendición de los adres a sus hijos, entre otros.

 

La cultura repercute positiva o negativamente en la vida social, económica y política de nuestra nación y ha de ser motivo de preocupación cómo integrar con nuestros profundos valores ancestrales los nuevos valores que traen los cambios actuales como: una mayor conciencia de la libertad, de la dignidad de la mujer, de los derechos humanos, de la ciencia, e la técnica, de la economía y la política.

 

10.  Recomendaciones prácticas

 

El Señor nos ha puesto en la tierra para que seamos hombres y mujeres de bien en medio de todo lo bueno existente y los males que nos amenazan. Por eso queremos hacer ahora, para terminar, otras reflexiones prácticas siempre apegados a los principios éticos y morales inmutables, a las leyes y a las normas que crean relaciones armónicas entre nosotros.

 

1. Invitamos a asumir los valores específicos de una buena convivencia ciudadana, como son: la verdad, la justicia, la fraternidad, la paz, el respeto, la solidaridad y la tolerancia. Estos valores se concretizan en actitudes como: clara conciencia política, responsabilidad social, amor al trabajo, honradez administrativa y generosidad.

2. Llamamos a poner en alto, hoy más que nunca, nuestros valores culturales, que nos identifican como pueblo y como nación. El amor y el servicio a la patria ha de estar por encima de los intereses particulares, grupales y partidistas.

3. Invitamos a todos a crear espacios de discusión y de reflexión para aportar ideas, proyectos comunes y criterios claros de acción, ya que se trata de construir entre todos el país que anhelamos y deseamos, sin descalificar o menospreciar a los que piensan de una manera distinta. Para esto es necesario fomentar el diálogo sincero, diáfano y respetuoso en base a los programas de gobierno que debe presentar cada candidato.

4. Urgimos, según nos enseña la Doctrina Social de la Iglesia, a incentivar el principio de una economía solidaria, contraria a una economía neoliberal, que priorice de manera planificada las inversiones del Estado en los sectores marginados y empobrecidos, de modo que todos los dominicanos tengan su acta de nacimiento, sean participes de una vivienda digna con servicio sanitario, una educación de calidad, una salud y seguridad social eficiente, acceso a una energía eléctrica asegurada, unas calles dignas e higiénicas para vivir como seres humanos n un ambiente ecológico saludable, comunicación vial de todas las comunidades, l acceso a los medios de comunicación, al transporte, centros comunitarios de entretenimiento sano, centros deportivos y de desarrollo del arte, la cultura, la música, centros de formación y capacitación de la mujer, de la niñez, discapacitados y ancianos. Es decir, que la tarea política por excelencia sea el Bien común, planificado con metas definidas a corto, mediano y largo plazo.

5. Exhortamos a hacer una opción fundamental y preferencial por el establecimiento el desarrollo de políticas públicas y privadas que se encaminen a la solución puntual y efectiva de las causas de la extrema pobreza, de la inequidad y la exclusión, de tal manera que la abundancia, el crecimiento y el desarrollo, no contraste con la alarmante brecha entre ricos y pobres.

6. Dirigimos nuestro mensaje a los responsables del quehacer político, económico y social del país. No hay necesidad de ocasionar una tormenta destructiva y derrochadora de recursos, los cuales no son propiedad exclusiva de ningún partido.

7. Esperamos que se manifieste la madurez democrática de partidos y pueblo, en una campaña electoral centrada en la racionalidad y el respeto mutuo, en la confrontación de ideas y la búsqueda de  convergencias en las diferencias.

 

Conclusión

 

Sintámonos todos responsables de construir una patria basada en valores inmutables. Que cada dominicano sepa asumir el desafío de la ética que va de la mano con el desarrollo y el compromiso de ser coherente ante su conciencia, ante la patria, ante el ejercicio democrático de un voto libre y en la creación de un clima de reflexión y oración que nos conduzca y nos motive a procurar siempre el Bien Común.

Que el Señor nos guarde siempre en su paz y sea el mismo Señor quien nos ilumine a todos en el ejercicio democrático de elegir nuestras próximas autoridades.

Les bendicen,

 

1. Su Eminencia Reverendísima Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez, Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo;

2. Su Excelencia Reverendísima Monseñor. Ramón Benito De La Rosa y Carpio, Arzobispo Metropolitano de Santiago de los Caballeros y Presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano;

3. Su Excelencia Reverendísima Monseñor Jesús Maria de Jesús Moya, Obispo de San Francisco de Macorís;

4. Su Excelencia Reverendísima Monseñor José Dolores Grullón Estrella, Obispo de San Juan de la Maguana;

5. Su Excelencia Reverendísima Monseñor Antonio Camilo González, Obispo de La Vega;

6. Su Excelencia Reverendísima Monseñor Gregorio Nicanor Peña Rodríguez, Obispo de la Altagracia, Higüey;

7. Su Excelencia Reverendísima Monseñor Francisco Ozoria Acosta, Obispo de San Pedro de Macorís;

8. Su Excelencia Reverendísima Monseñor Freddy Antonio Bretón Martínez, Obispo de Bani;

9. Su Excelencia Reverendísima Monseñor Rafael Leonidas Felipe Núñez, Obispo de Barahona;

10. Su Excelencia Reverendísima Monseñor Diómedes Espinal de León, Obispo de Mao-Montecristi;

11. Su Excelencia Reverendísima Monseñor Julio César Corniel Amaro, Obispo de Puerto Plata;

12. Su Excelencia Reverendísima Monseñor Roque Adames Rodríguez, Obispo Emérito;

13. Su Excelencia Reverendísima Monseñor Juan Antonio Flores Santana, Arzobispo Emérito;

14. Su Excelencia Reverendísima Monseñor Fabio Mamerto Rivas, SDB, Obispo Emérito;

15. Su Excelencia Reverendísima Monseñor Jerónimo Tomás Abreu Herrera, Obispo Emérito;

16. Su Excelencia Reverendísima Monseñor Francisco José Arnaiz, S.J., Obispo Emérito;

17. Su Excelencia Reverendísima Monseñor Amancio Escapa, OCD, Obispo Auxiliar del

Arzobispo de Santo Domingo;

18. Su Excelencia Reverendísima Monseñor Pablo Cedano Cedano, Obispo Auxiliar del Arzobispo de Santo Domingo;

19. Su Excelencia Reverendísima Monseñor Valentín Reynoso Hidalgo, Obispo Auxiliar del Arzobispo de Santiago de los Caballeros;

 


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VATICANO - Mensaje del Papa a los Obispos de Cuba con ocasión del X aniversario de la visita de Juan Pablo II: deber de gratitud y renovación del impulso evangelizador.


A los Obispos de Cuba
con motivo del X aniversario de la visita de Juan Pablo II al País

Queridos Hermanos en el Episcopado:

«El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo» (Rm 15,13). Estas palabras del Apóstol resuenan de nuevo entre vosotros al celebrar con emoción la memorable visita del Siervo de Dios Juan Pablo II a tierras cubanas, a las que llegó con el propósito de «animarlos en la esperanza, alentarlos en la caridad» (Ceremonia de llegada, 21-1-1998,3).

El rememorar diez años después aquellas inolvidables jornadas para la Iglesia y el pueblo cubano, vividas también bajo la mirada emocionada de todo el mundo, es sin duda un deber de gratitud para con mi venerado Predecesor, así como manifestación de un ardiente propósito de renovar el auténtico impulso evangelizador que él dejó profundamente impreso en el corazón de todos.
Saludo entrañablemente al Señor Cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana, al Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, Mons. Juan García Rodríguez, así como a cada uno de los demás Obispos que la componen. Me siento espiritualmente entre vosotros, como testimonia la presencia del Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado, y renuevo al mismo tiempo la estima del Sucesor de Pedro por vuestros desvelos pastorales, así como mi cercanía a las aspiraciones y preocupaciones de todos los cubanos. Pido constantemente al Señor que les dé fortaleza y generosidad para vivir cada vez más intensamente su fe y trabajar en favor de un mundo iluminado por el Evangelio.

El anuncio del Evangelio de Cristo sigue encontrando en Cuba corazones bien dispuestos para acogerlo, lo que conlleva una responsabilidad constante para ayudarles a crecer en la vida espiritual, proponiéndoles ese «alto grado de la vida cristiana ordinaria» (Novo millennio ineunte, 19) propio de la vocación a la santidad de todo bautizado. Anunciar la recta doctrina, iniciar en la escucha y profundización de la Palabra de Dios, promover la participación en los sacramentos y fomentar la vida de oración, son metas primarias de la acción pastoral, pues llevar a todos la salvación de Cristo es el núcleo mismo de la misión de la Iglesia.

En ocasiones, algunas comunidades cristianas se ven abrumadas por las dificultades, por la escasez de recursos, la indiferencia o incluso el recelo, que pueden inducir al desánimo. En estos casos, el buen discípulo se verá confortado por las palabras del Maestro: «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino» (Lc 12, 32). El creyente sabe que siempre puede poner su esperanza en Cristo Jesús, nuestro Señor, que no defrauda (cf. 1 Ts 1,3) y colma de alegría su corazón (cf. 1 P 1,6), dando sentido y fecundidad a su vida de fe.

En efecto, una pequeña luz puede iluminar toda la casa, la levadura es poca cosa, pero hace fermentar toda la masa (cf. Mt 13,33). Cuántas veces pequeños gestos de amistad y buena volunta, gestos sencillos y cotidianos de respeto, atención al que sufre o entrega desinteresada al bien de los demás, hacen entrever el amor sin límites de Dios por todos y cada uno.

Por eso adquiere también una gran importancia la misión que la Iglesia en Cuba desarrolla en favor de los más necesitados, con obras concretas de servicio y atención a los hombres y mujeres de cualquier condición, que merecen ser sostenidos no sólo en sus necesidades materiales, sino acogidos con afecto y comprensión. El Papa agradece profundamente el esfuerzo y el sacrificio de las personas y comunidades entregadas a estas tareas, siguiendo el ejemplo de Cristo, que «no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos» (Mc 10,45).

Queridos Hermanos, tenéis en vuestras manos el cuidado de la viña del Señor en Cuba, donde el anuncio del Evangelio llegó hace cinco siglos y cuyos valores tuvieron gran influencia en el nacimiento de la Nación, por obra sobre todo del Siervo de Dios Félix Varela y el propagador del amor entre los cubanos y entre todos los hombres, que fue José Martí. En esos valores veían un elemento vital también para la concordia y el porvenir venturoso de la Patria.

Esta herencia ha calado hondo en el alma cubana, que hoy necesita de vuestra generosa solicitud pastoral para reavivarla cada vez más, mostrando que la Iglesia, centrando su mirada en Jesucristo, tiende a hacer el bien, a promover la dignidad de la persona y, sembrando sentimientos de comprensión, misericordia y reconciliación, contribuye a la mejora del hombre y de la sociedad.
Sabéis que contáis con la cercanía del Papa y la fraterna oración y colaboración de otras Iglesias particulares diseminadas por el mundo entero.

Os ruego que llevéis mi afectuoso saludo a los sacerdotes, comunidades religiosas y fieles laicos, así como a todos los cubanos, por los que invoco a la Virgen de la Caridad del Cobre con las mismas palabras con las que oró ante ella mi venerado Predecesor Juan Pablo II durante la visita que estamos conmemorando: «Haz de la nación cubana un hogar de hermanos y hermanas para que este pueblo abra de par en par su mente, su corazón y su vida a Cristo, único Salvador y Redentor» (Homilía en Santiago, 24-1-1998, 6).

Con una especial Bendición Apostólica

BENEDICTUS PP. XVI


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VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA por don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - Atención a los partidarios del nuevo panteón

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Surgen en nuestros tiempos declaraciones e iniciativas que izan en la propia bandera el estandarte del “diálogo entre religiones”, encontrando partidarios también en aquellos que tienen una idea vaga de la religión y más aún del dialogo, si no es “pro domo sua”. No es nueva la idea, repropuesta recientemente, de construir un ‘palacio de las religiones’. Alguien ya lo había pensado en la vigilia del Jubileo del dos mil. Generalmente los partidarios son ex o post marxistas que, dejando de lado la crítica a las religiones de Marx y Feuerbach, se hacen a sí mismos recientes emperadores de la pax religiosa y de la laicidad del estado. Se profesan abiertos y tolerantes, pero en el fondo desean redimensionar el rol del catolicismo.

Preferimos estar del lado del emperador Constantino que escribió: “Cada uno podrá seguir la religión más adapta a la propia conciencia”. Es una fórmula del célebre edicto emitido en Milán el 313, que es, en potencia, el reconocimiento de la libertad de conciencia. En otra parte dice: “Para dar a los cristianos y a todos los demás el poder de seguir la religión que cada quien quiera”. Signos de tolerancia tras manadas de persecuciones, los habían habido también antes, pero la novedad aquí es total y exclusivamente el concepto de libertad religiosa: el derecho de la divinitas de ser adorada como quiere, funda en las personas la potestad de seguir la religión que cada uno hubiese querido (cfr M. Sordi, I cristiani e l’impero romano, Milano, Jaca Book).

He aquí el fundamento de la laicidad del estado, como se dice hoy en día: el estado reconoce una instancia distinta de sí, de cuyos derechos no es ni la fuente ni moderador, y a la cual no debe dar ‘concesiones’, y con la cual puede y debe relacionarse.

He aquí en germen, la idea de libertad y democracia que reconoce que el estado no es la fuente absoluta del poder. Por ello, la libertad religiosa no es una concesión que nace del estado: esta es en cambio originaria del yo, un derecho inalienable de la persona, y el estado debe reconocerlo.
Si se reconoce que la divinidad tiene el derecho de ser adorada, se deduce la libertad de todos de practicar el propio culto y la propia fe religiosa según conciencia. Constantino ha puesto los fundamentos para el reconocimiento de los derechos del hombre, que son incondicionados e indisponibles. Si además se reconoce la libertad de culto no solo como derecho de la persona, sino como derecho asociativo, de un cuerpo social originario, como es la Iglesia. Es reconocido el derecho de los cristianos a ser Iglesia. Es cierto, lo ve como algo funcional, con realismo político, se trata de la unidad del imperio, pero convocando Nicea y afirmando la divinidad de Cristo pone el fundamento de la original posición cristiana frente a todas las religiones.

El reconocimiento de la libertad religiosa, como libertad de la persona, y la libertad de la Iglesia del Estado permiten que emerja, como fuerza que irrumpe, la verdad del cristianismo en el mundo antiguo de los dioses, frente al culto antiguo, el politeísmo del Panteón, en el que los dioses eran admitidos.
La afirmación del Dios no solo único, mas UNO, tiene una fuerza “desmitizadora” enorme, una victoria sobre la superstición, sobre el formalismo, la doble verdad del culto público y del escepticismo privado: el cristianismo irrumpe como reconciliación entre razón y religión.

Justamente porque la verdad no es un mito o una fórmula ritual o ideología de estado, sino que es “vir qui adest”, según Agustín, es decir un Hombre presente, tenemos aquí la raíz de la tolerancia. El cristianismo tiene un rol especial a ser jugado, porque es la más universal de las religiones: no se limita a un lugar o a una época, a un idioma dado, aunque la radicación histórica de la Encarnación es fundamental. La experiencia educativa de la Iglesia es verdadera para todo el mundo.
En cuanto al concepto de diálogo, no es otro, al menos para los cristianos, que la prosecución del gran diálogo iniciado desde el principio por el ‘Logos’ por medio de los profetas y, en los últimos dos milenios, con la Encarnación (cf. Carta a los Hebreos 1,1): ¿No es acaso el Evangelio el ‘diálogo entre Dios y el hombre’ de cada generación? No ya entre las religiones, pues resultaría en realidad una abstracción por el hecho de tratarse de sistemas definidos, sino más bien entre las culturas o incluso mejor entre las filosofías de los hombres.

Precisamente en Regensburg el Papa reafirmó la urgencia de ese diálogo, ampliando el concepto de razón y su uso. No es este, sin embargo, el momento para realizar una profundización sistemática. Por otra parte el Papa recordó que el Occidente, censurando a Dios, no puede dialogar con las otras culturas del mundo que permanecen desconcertadas ante nuestra secularización, entendida como rechazo de la razón, de lo sagrado y, en definitiva de Dios.

Por ello, el así llamado diálogo interreligioso necesita de un cambio de método: es la dirección a que apuntan las palabras del Papa en Baviera. La cuestión fe-razón, hoy, tiene que ver tanto con los musulmanes como con los cristianos y laicos no creyentes, en Europa y fuera de ella. Los que estén de acuerdo con este análisis, ¡únanse! Es la otra indicación del Papa Benedicto, ya trazada por lo demás cuando era Cardenal Ratzinger. No se necesitan, en Roma, ‘palacios’ para el diálogo: basta y sobra el de la ONU en Nueva York. (Agencia Fides 21/2/2008; líneas, palabras)


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Enviado por Carlos Peinó Agrelo Peregrino, cursillista, colaborador en la Positio super virtutibus del Siervo de Dios Manuel Aparici.



MANUEL APARICI. RECORDANDO LA HISTORIA

«DECIR MANUEL APARICI

 ERA DECIR JUVENTUD DE ACCIÓN CATÓLICA»

 

Si quisiéramos hacer un resumen de toda su labor al frente de la Juventud de Acción Católica tendríamos que decir que es la historia de esa Juventud en la que puso su alma y su vida [1]. Fue su artífice y sostén; porque «decir Manuel Aparici era decir Juventud de Acción Católica» [2] . En él está encerrada casi toda la historia y el espíritu de esa Juventud, «¡que él quería unida en torno al Papa y a los Obispos!» [3].

            Su figura, su vida, su obra y espiritualidad, que impresionó a quienes le conocieron, llenan una página de la historia religiosa de España en el siglo XX y le convierten en testimonio vivo y modelo ejemplar de apóstoles seglares y de sacerdotes [4].

Su vida fue muy sencilla pero intensamente vivida al servicio de Dios, de la Iglesia y del Papa, en los hermanos. «Quienes convivimos con él aquellos dramáticos años podemos testimoniar que, siguiendo a Nuestro Señor, él tenía sed de almas, viva sed de almas [...]» [5].

Comenzó desde joven a recorrer el camino de la perfección y avanzó en él con paso firme, constante y decidido, afrontando las dificultades que lleva consigo la marcha hacia la santidad. Así, un martes 3 de noviembre de 1931, anota en su Diario Espiritual: «Únicamente siendo yo santo podré santificar a los demás».


            «Treinta años al servicio de la Iglesia y del Papa, de los jóvenes y de los sacerdotes de España –escribe en SIGNO de fecha 5 de enero de 1965 el Rvdo. D. José Manuel de Córdoba [6]–. Puede que alguien dedique largas columnas a enumerar las empresas apostólicas de la Juventud de Acción Católica Española que Manuel Aparici dirigió, durante tantos años como Presidente seglar y, después de su ordenación sacerdotal, como Consiliario Nacional. Se reconocerá, yo creo, al menos después de muerto, que fue el gran constructor de los cimientos de la Acción Católica Española. Y luego, en una línea, se añadirá una coletilla: “Tras nueve años de enfermedad, murió el día 28 de agosto de 1964”.

            »Treinta años de acción pasan en un vuelo, tanto más vertiginosamente cuanto más dinámica haya sido. Pero nueve años de sufrimiento, hora tras hora, ¿se tiene bien la idea de la eternidad interminable de minutos y de cruces que supone? Esta prodigiosa actividad apostólica de una larga pasión de enfermo “porque quiso”, es tan valiosa y eficaz que, comparada con sus treinta años de acción, reducen éstos a un simple prólogo de la verdadera obra de Manuel Aparici en la Iglesia.

            »Digo “porque quiso” y me ha concedido la gracia, que ahora creo el deber participar a los demás, principalmente a los jóvenes y a los sacerdotes consiliarios, de conocer algo de lo que ha sido esta etapa decisiva de su vocación de apóstol. No quiero guardar para mí sólo este testimonio de oro de ley que he recibido. Fue un Apóstol con vocación de crucificado que él mismo pidió a Cristo como culminación de todo su apostolado en la Acción Católica, porque vivió la Acción Católica como un “brazo” de la Cruz».


            «Una vida de cruz ofrecida día a día a Dios, como víctima [7]. Hizo inmolación de sí mismo por este ideal. El P. Llanos, S.J. escribe en SIGNO: «Así como en la estampa bendita. Nos dijeron: “Hemos encontrado al Mesías”. Era como una consigna que se transmitía. Acudíamos como Natanael, como Felipe y le encontramos bajo formas diversas. Allí junto al lago. Yo, en forma de vocación y abandonando las redes; Antonio Rivera y mis hermanos en forma de martirio; Herrera, Romero de Lema y Mauro Rubio, en forma de mitra; Artajo, Ruiz Jiménez y Mariano Rubio, como camino político; Manuel Aparici, tras un sillón de enfermo y la cruz ... Todos fuimos encontrando al Mesías en aquella hora romántica, juvenil [...]» [8]. «Amarrado a un sillón y con permanentes dolores, dando consejos y testimonio» [9].


            «[...] Murió crucificado con Cristo, como el quería y pedía, apurando hasta el final las heces del cáliz amargo por sus grandes dolores físicos y morales, así como por sus tremendas pruebas y tentaciones [10], superando todo con valentía cristiana, con amor inmenso, con dignidad singular y ofreciéndolo a Dios por Cristo, lleno del Espíritu Santo, con María y los Santos, llevando consigo a todos sus hermanos los hombres, con gozo impresionante y admirable» [11].

            Falleció santamente el 28 de agosto de 1964, viernes, hacia las dos de la tarde, un día de San Agustín, que tanto citaba, justo dieciséis años después de la peregrinación a Santiago de Compostela de 1948, Año Santo Jacobeo, ideal de santidad por él propuesto a la juventud española y del mundo, cuyo recuerdo sigue vivo en la memoria de muchos.

            Una crisis cardiaca de las muchas que sufrió. No la soportó. Le administran los últimos sacramentos. Tratan de reanimarlo. Es inútil. Falló el corazón. En esos momentos estaban a su lado sus hermanos Rafael y Matilde y su primo Alfredo.


            «[...] Entregó su espíritu en las manos del Padre como un hijo chiquitín. No le ha dado tiempo a hablarnos del amor del Padre. Sus cartas hablarán por él [...]. La vida de Cristo ha matado ya su muerte y ahora vive. Y también matará nuestras muertes y viviremos con Él y con él. Hasta pronto ... en cualquier momento. Cuando hayamos cumplido “las cosas que faltan a la pasión de Cristo en nuestra carne en pro de su Cuerpo que es la Iglesia”» [12].

            «A pesar de tratarse de una muerte ya anunciada, produjo entre todos los que le conocíamos una gran consternación, de una manera unánime [...]» [13]. «Su fallecimiento fue una conmoción nacional en los ambientes de la Acción Católica [....]» [14]. «Todos sintieron su muerte y revivieron su admiración por la figura sacerdotal ejemplar que se reflejaba al exterior [...]» [15].


            «Tallado, diría yo, –dice Rvdo. D. Mariano Barriocanal– para el sacerdocio, vino a ser lo que esperaba y fuertemente anhelaba, siendo el sacerdote santo, probado en el crisol de una larga y dolorosa enfermedad, que le sirvió para inmolarse y ofrecerse a Dios como víctima de propiciación a ejemplo del Sumo Sacerdote Jesucristo, inmolado en la Cruz.

            »[...] Informes bien verídicos me aseguran  que su última enfermedad, sobre todo, fue una auténtica y verdadera inmolación sacerdotal» [16].

 

Pero ¿cuál ha sido la verdadera vida de Manual Aparici? ¿Cuál su apostolado más fecundo? ¿El de sus años de “líder” juvenil? [17]. ¿El de su callada época de seminarista? ¿El de sus difíciles tiempos de Consiliario? ¿O el de sus ocho años de agonizante?

«La  verdadera  vida  de  Manuel Aparici ha sido su muerte –escribe en ECCLESIA el Rvdo. D. Miguel Benzo, Consiliario de la Junta Nacional [18]–. Una muerte de ocho años. El incansable viajero  atado a un sillón. El apóstol impaciente, en la impotencia completa de actuar. El orador de Zaragoza y Santiago capaz apenas de una conversación, con la ayuda muchas veces de oxígeno. El enamorado de su sacerdocio, imposibilitado con frecuencia para decir Misa en su pequeño oratorio. Una muerte gustada cada vez más profunda, hora a hora en la soledad. Con él se fue uno de los hombres que más honda huella han dejado en la Acción Católica y en la Iglesia de España durante esos treinta años [de los 30 a los 60]. Nos brindó el ejemplo casi heroico, casi inimitable– de un apóstol vigoroso.


»Diariamente la muerte hacía su obra en Manuel Aparici y la vida en cuantos se acercaban a él. Porque sólo cuando ninguna fuerza humana y ninguna ilusión mantiene al hombre podemos estar seguros de que si, a pesar de todo, permanece en pie, es que el poder de Dios le sostiene.

»Todos los que seguimos trabajando, más o menos acertadamente, en esa Acción Católica a la que Manuel Aparici dio su vida, esperamos que su intercesión invisible cerca de Dios, sea aun más eficaz para el apostolado seglar español de lo que fue su presencia entusiasta entre nosotros».

 

            Al día siguiente de su muerte, Antonio García-Pablos y González Quijano, su sucesor en la Presidencia Nacional [19], escribe en el Diario YA lo siguiente bajo el título GUÍA Y EJEMPLO DE UNA GENERACIÓN:


            «Manuel Aparici ha muerto. Con él se nos va uno de los hombres que más profunda huella ha dejado en la Acción Católica y en la Iglesia de España durante los últimos treinta años.


            »Siete años de Presidente Nacional de los Jóvenes de Acción Católica, vividos con una plena dedicación apostólica, le ponen en el candelero como ejemplo y guía de una promoción juvenil de más de seis mil muchachos que convencidos de haber participado en una Cruzada [20], entran en Seminarios y Noviciados dispuestos a entregarse al Señor por la renovación de la vida cristiana en España. Y muchos millares más, procedentes de ambas zonas, formados en el Ideal que Aparici y sus colaboradores habían propuesto y defendido en el periodo del 33 al 40, se asoman a las nuevas responsabilidades familiares, profesionales, sociales y políticas con el firme propósito de dar en todos los ambientes un vivo testimonio apostólico. El trabajo incansable, las dotes de organización, pero, sobre todo, la fidelidad al pensamiento pontificio y a las directrices de la Jerarquía y la profundidad de su vida sobrenatural hacen de Aparici el hermano mayor, el “Capitán de Peregrinos”, el jefe indiscutible de una generación de jóvenes que han dado a España Obispos, ministros, profesionales destacados, militantes obreros y rurales, sacerdotes y religiosos, dirigentes apostólicos que hoy actúan en primera fila en todos los sectores de la vida nacional.


            »Luego, Consiliario Nacional de la Juventud. A veces no era difícil descubrir al antiguo Presidente. Como en los últimos tiempos del jefe seglar, fácilmente se adivinaba al próximo pastor de almas. La forja de dirigentes, los cursillos, las peregrinaciones.

            »Por último, la etapa del dolor. Ocho años de penosa -de veras- enfermedad. Que ata a una butaca al apóstol incansable. Pero que desde ella ha irradiado a antiguos y nuevos sacerdotes y dirigentes seglares la doctrina y el ejemplo de una vida por completo entregada al Cristo total, Cabeza y miembros.

            »Manuel Aparici ha muerto. En un día de San Agustín, que tanto citaba. En un aniversario de la Peregrinación a Santiago, ideal de santidad por él propuesto a la juventud española y del mundo. Pero para cuantos le conocimos y tratamos, para los que trabajamos a su lado y de él tanto recibimos, será para siempre, en el sacerdocio o en el mundo, donde quiera que estemos, el acicate y el estímulo, el punto de referencia. Con el recuerdo de que en el primer lugar de la jerarquía de valores para el apóstol está la vida interior sobrenatural y el testimonio de la propia conducta. Que es lo que de verdad acerca a los alejados, convence a los que vacilan, enciende a los tibios.

            »Mientras nosotros bendecimos tu memoria, que el Señor te premie y nos alcance ser imitadores tuyos».

 

«Vivió ejemplarmente toda su vida y ésta es hoy su heroicidad en la vida –dice Mons. Maximino Romero de Lema, uno de los grandes amigos de Manuel Aparici–. Y éste es hoy su mensaje: Como seglar, un joven que se convierte a Cristo en plena juventud y que valientemente, sin temores humanos, a velas desplegadas, se empeña en vivir el Evangelio, para llevarlo a todos los jóvenes, como luz de Cristo.

»Como sacerdote un ejemplo de fe, de obediencia, de humildad, de trabajo, de transparencia, de dar su vida al prójimo y de oración que alimentaba su vida interior» [21].

 

Una vida ejemplar y luminosa, digna de imitarse. ¡Cuánto bien podría hacer, en la Iglesia de hoy, su ejemplo!

 

                Él, cursillista que va camino de los altares, si Dios quiere, Presidente Nacional de los Jóvenes de Acción Católica de España y, una vez ordenado sacerdote, Consiliario Nacional de los mismos. «Capitán de Peregrinos», título que le dieron sus amados jóvenes. Es una de las figuras más importantes de la Iglesia española en el siglo XX, humilde converso, apóstol infatigable y apóstol con vocación de crucificado, que él mismo pidió al Señor y éste le concedió; él, con su tesón, hizo revivir, y de qué modo, el Camino de Santiago; él anticipándose en muchísimas cosas al Concilio Vaticano II, dio el matiz peregrinante a esa Juventud; él fue el artífice y el alma de la magna peregrinación mundial juvenil a Santiago de Compostela el 28 de agosto de 1948; él fue el creador en 1940 de los Cursillos de Adelantados, Jefes y Guías de Peregrinos para dar base espiritual honda a los jóvenes «adelantados» camino de Santiago, y después antecedente de los Cursillos de Cristiandad, los cuales recogen entre otros muchos elementos el espíritu peregrinante de Manuel Aparici.; él fue ...


Han pasado los años. Y en quienes le conocieron y trataron, o recibieron el influjo de su apostolado, se afianza su fama de santidad, al que el cardenal D. Ángel Herrera Oria, uno de sus grandes amigos, calificó de «Coloso de Cristo, de la Iglesia y del Papa» [22].Con estas palabras del Cardenal podríamos resumir la figura de este gran apóstol de nuestro tiempo.

         
   Es, pues, un deber de justicia y de gratitud en nuestra doble  condición de peregrino y cursillista, dedicarle estas líneas, a su recuerdo y memoria.

 



[1]  A lo largo de todo el texto empleo indistintamente el yo como el plural mayestático.

Conocióa Manuel Aparici en 1935 siendo éste Presidente del Consejo Superior de los Jóvenes de Acción Católica. Él era miembro del Consejo Diocesano de Madrid-Alcalá. En julio de 1936 Manuel Aparici le nombró Delegado del Consejo Superior en los Cursos de verano que se celebraran en el Colegio Cántabro de Santander. Director de SIGNO, testigo en su Causa de Canonización, etc. (C.P. pp. 9886-9893).

[2]  SIGNO de fecha 17 de noviembre de 1948.

[3]  Mons. Maximino Romero de Lema (C.P. pp. 9814-9832).

Entrañable amigo. Estrecho colaborador de Manuel Aparici y testigo en su Causa de Canonización, a quien conoció siendo él Presidente de la Junta Diocesana de la Juventud de Acción Católica de Santiago de Compostela, y más directamente en 1933. Este año es llamado al Consejo Nacional de la Juventud de Acción Católica como Vocal de Piedad, siendo Vicepresidente Manuel Aparici. Su trato fue de amistad y de mutua confianza. Duró toda la vida. El día de su muerte, D. Maximino rezó el rosario en casa del finado y presidió su funeral de «corpore in sepulto»; era el primer funeral que celebrada como Obispo., etc. Participó en el Cursillo de Adelantado de Peregrinos celebrado en 1940 en La Coruña dirigido por Manuel Aparici. Memorable Cursillo ... Algo inolvidable (José Luis López Mosteiro, testigo. C.P. pp. 406-420).

José Luis López Mosteiro conoció a Manuel Aparici en 1937. Perteneció a la Acción Católica desde muy joven (tenía 15 años) llegando a ocupar altos cargos en la misma y otros muchos fuera de ella. Cursillista de Adelantado de Peregrinos en 1940, en memorable cursillo dirigido por Manuel Aparici en La Coruña ... Algo inolvidable. Ha sido testigo en su Causa de Canonización, etc. (C.P. pp. 406-420).

[4]  Dado que en la página web de la Asociación de Peregrinos de la Iglesia está la voz de Manuel Aparici, Ese joven es ..., su Biografía, Testamento Espiritual y otras muchas publicaciones tales como Manuel Aparici: La Acción Católica y el Apostolado Seglar, Manuel Aparici: Periodista y Orador, Manuel Aparici y la Eucaristía, Manuel Aparici y los Cursillos de Cristiandad, El Ideal Peregrinante, Juventud Obrera, Causa de Canonización, Centenario, etc., que recomendamos al lector, nos vamos a limitar a ofrecer unas pinceladas sobre su figura, su vida y su obra tomadas de la misma no siempre referenciadas explícitamente.

[5]  Manuel Vigil y Vázquez

Conoció a Manuel Aparici en 1935 siendo éste Presidente del Consejo Superior de los Jóvenes de Acción Católica. Él era miembro del Consejo Diocesano de Madrid-Alcalá. En julio de 1936 Manuel Aparici le nombró Delegado del Consejo Superior en los Cursos de verano que se celebraran en el Colegio Cántabro de Santander. Director de SIGNO, testigo en su Causa de Canonización, etc. (C.P. pp. 9886-9893).

[6]  Gran amigo de Manuel Aparici y dirigido suyo. Siendo seglar fue miembro del I Consejo Superior de la Juventud de Acción Católica constituido en 1940. Manuel Aparici, a pesar de contar ya con 37 años, continuaba de Presidente Nacional por decisión expresa de la Jerarquía. «En esta Mesa del Consejo nos sentábamos –afirma– ... los miembros del Consejo ...  y sus colaboradores. Que yo sepa, dos o tres han llegado a ministros, varios a Directores Generales, etc. ... Yo estaba allí inmerecidamente, entre aquellos muchachos de extraordinaria valía, gracias al afecto personal del Presidente Manuel Aparici» (SIGNO de fecha 28 de marzo de 1959).

[7]  Mons. Ricardo Blanco, Obispo Auxiliar de Madrid-Alcalá, al glosar la personalidad de Manuel Aparici la evocó en tres facetas: «humilde converso», «apóstol infatigable» y «gran víctima». Conoció y trató íntimamente al Siervo de Dios. Testigo muy cualificado según el Rvdo. D. José Manuel de Lapuerta y Quintero, también testigo, Párroco de Santa María Magdalena, de Madrid, Consiliario de la Unión Española de Hermandades Profesionales y de la Asociación de Peregrinos de la Iglesia, etc. (C.P. pp. 45-47).

Siendo sacerdote, el Sr. Obispo participó en el Cursillo de Adelantado de Peregrinos celebrado en 1940 en La Coruña dirigido por Manuel Aparici. Memorable Cursillo ... Algo inolvidable (José Luis López Mosteiro, testigo. C.P. pp. 406-420).

[8]  SIGNO de fecha 5 de enero de 1965.

[9]  Alejandro Fernández Pombo (C.P. p. 9458).

Ha pertenecido a la Acción Católica desde su adolescencia formando parte de los Consejos Parroquiales, Diocesano y Nacional. Conoció a Manuel Aparici desde entonces, indirectamente a través de SIGNO. Lo trató personalmente por vez primera en los años 50 siendo ya Consiliario Nacional de los Jóvenes de Acción Católica. En 1955 y a partir de esta fecha, como colaborador del Consejo Superior y Director del Diario YA y de SIGNO. Visitaba con frecuencia a Manuel Aparici cuando éste ya no podía salir de casa y muchas noches las pasaba con él, noches que tenía que pasarlas en vela por prescripción facultativa. Su amistad fue frecuente, espiritualmente íntima hasta su muerte. Además ha sido testigo en su Causa de Canonización, etc. (C.P. pp. 166-182).

[10]  «Cristo, en la tentación –decía Manuel Aparici–, no dobló su rodilla ante Satanás; pero, en el Cenáculo, ante Judas (que tenía a Satanás en el corazón) la dobló para ganar aquella alma» (Mons. Jesús Espinosa Rodríguez. C.P. pp. 9839-9843)-

[11]  José Díaz Rincón

Pertenece a la Acción Católica desde que cumplió los dieciséis años: Presidente Parroquial. Fundador y Presidente del Centro de Tropa, para soldados de Acción Católica, de 1951 a 1953 en la Academia de Infantería de Toledo, donde hizo el servicio militar; Presidente Diocesano de los Jóvenes de Acción Católica de Toledo de 1954 a 1957. En esos años colaboró mucho con el Consejo Superior especialmente en los Cursillos de Cristiandad siendo Consiliario el Siervo de Dios. Presidente Diocesano del reciente Movimiento Rural de Adultos de Acción Católica de 1958 a 1969. Presidente Nacional del Movimiento Rural de Adultos de 1969 a 1977; Vicepresidente de la Federación Internacional de Movimientos de Adultos Rurales Católicos de 1972 a 1978. Miembro del Pontificio Consejo para los Laicos en Roma de 1984 a 1990. En la actualidad colabora con la Comisión Diocesana en el Movimiento de Acción Católica General y en diversas estructuras pastorales de su propia Diócesis. Conoció al Siervo de Dios cuando tenía 19 años y era Presidente de Centro. Le trató hasta su muerte, o sea, 15 años y 6 meses muy intensos en la vida del Siervo de Dios y en la suya. El trato puede calificarse de muy asiduo, intenso, espiritual y apostólica, sobre todo a partir de las vísperas de Navidad de 1953. Fue su director espiritual desde mayo de 1954 hasta el día de su muerte. Al final, el Siervo de Dios le pidió  que se dirigiese con D. José Rivera Ramírez, hermano de «El Ángel del Alcázar», diciéndole: «Pepe está criado a mis pechos, aunque tú casi no le conoces ten confianza absoluta en él, es un sacerdote muy joven y muy santo». Cada día este singular sacerdote ejercía una fuerza y atracción más poderosa en él. Ha sido testigo en su Causa de Canonización, etc. (C.P. pp. 220-254).

[12]  Rvdo. D. José Manuel de Córdoba (SIGNO de fecha 5 de enero de 1965).

[13]  Alejandro Fernández Pombo (C.P. pp 166-182).

[14]  José María Máiz Bermejo

Formó parte de la Acción Católica desde su juventud. Conoció a Manuel Aparici a principios del año 1938 y lo trató hasta su muerte. Dirigente del Consejo Diocesano de los Jóvenes de Acción Católica de Santiago de Compostela, siendo Presidente Nacional Manuel Aparici. Colaboró con él en el Consejo Superior. Como médico cirujano operó al Siervo de Dios y como tal le trató en más de una ocasión incluso estando ya gravemente enfermo. Ha sido testigo en su Causa de Canonización. Manuel Aparici le impuso el crucifijo de Propagandistas del Consejo Superior, etc. (C.P. pp. 82-94).

[15]  Mons. José Cerviño y Cerviño

Conoció al Siervo de Dios cuando ambos estudiaban en la Universidad Pontificia de Salamanca. Tenía el testigo 27 años. Le trató durante tres años aproximadamente: los dos primeros personalmente, en el Colegio Mayor Sacerdotal «Jaime Balmes». El último, por carta. El trato era bastante íntimo, la coincidencia en querer vivir a fondo el espíritu sacerdotal. La interrupción de estos contactos se debió a la distancia geográfica y a los compromisos pastorales respectivos. Durante su estancia en el citado Colegio Mayor procuraron dar vida a la Academia «Juan de Ávila» para su formación espiritual y pastoral, incluso utilizaron como lema el «pro eis» evangélico, para expresar su preocupación por los sacerdotes. Este lema pasó más tarde a ser el de su escudo episcopal. Se debió, en gran parte, al influjo que ejerció sobre él aquella experiencia de vida sacerdotal orientada por el Siervo de Dios. Ha confiado en su valimiento por su santificación y su labor apostólica. Lo ha tenido en su vida como modelo de entrega al Señor y a los hermanos (C.P. pp 449-461).

[16]  Conoció personalmente al Siervo de Dios en los días de la guerra con motivo de su estancia en Burgos; antes sólo por referencia. Le trató frecuentemente y conversó con él sobre temas de apostolado. Consiliario de la Federación de Estudiantes Católicos, cuya finalidad y misión apostólica coincidía con los fines y objetivos de los Jóvenes de Acción Católica. Hospedado el Siervo de Dios en uno de los pisos donde vivía él, el subía a comer en la misma mesa en que lo hacía el testigo. Estas circunstancias le dieron ocasión para tratar al Siervo de Dios con alguna intimidad y conocer su fondo espiritual y sus afanes apostólicos (C.P. 9844-9845).

[17]  Bonnín le reconoce a Eduardo Suárez del Real en «Eduardo Bonnín un aprendiz de cristiano», p. 23, segunda edición revisada: marzo de 2002 (en adelante EBAC) que hacen faltan líderes cristianos «que se tomen en serio y se empleen a fondo para posibilitar lo cristiano en la vida» (EBAC p. 53). Sin embargo, cuando aquél le califica de líder de un movimiento, le contesta: «[...] yo no me considero un líder. Eso de subyugar, de mandar, de electrizar o de fanatizar no va conmigo [...]» (EBAC p. 110). No obstante, Bibiloni dice de él que «[...] era mirado como líder del grupo [...] (EBAC p. 176).

Este libro, como el de Francisco Forteza, «Historia y memoria de Cursillos», primera edición, febrero del 1992, edición digital, agosto 2000 puesta en Internet, y desde 2202 forma parte, como aquél, de la Colección: CURSILLOS DE CRISTIANDAD. Dirección: Jesús R. Valls. FUNDACIÓN DE CURSILLOS DE CRISTIANDAD. LIBROS LIBRES. Son publicaciones de la Fundación Bonnín Aguilar. «Tal como yo lo veo –nos decía Ismael Sahún, administrador de la página web Cursillos y Cursillistas y de la Fundación, libros, por su E-Mail de fecha 3 de enero de 2207–, estos libros están supervisados cuando no escritos, por Eduardo Bonnín [...]».

También forma parte de la misma Colección el libro de Guillermo Bibiloni «Historia de los Cursillos de Cristiandad. Mallorca 1944-2001» (en adelante HCC), primera edición abril 2002.

[18]  De fecha 5 de septiembre de 1964 (C.P. p. 9190).

Tenía una relación muy estrecha con Manuel Aparici (declara el Obispo de Salamanca Mons. Mauro Rubio Repullés, testigo: C.P. pp. 462-482). Muy buen amigo. Maestro de ceremonia en la primera Misa del Siervo de Dios. Asistió a su funeral. Siendo seglar como Manuel Aparici intervino con él en el Cursillo de Adelantados de Peregrinos celebrado en La Coruña en 1.940, año de su creación por el Siervo de Dios. Memorable Cursillo ... Algo inolvidable (declara José Luis López Mosteiro, testigo. C.P. pp. 406-420). Fueron compañeros en el Seminario (declara José María Máiz Bermejo, testigo: C.P. pp. 82-94). Manuel Aparici promovió su nombramiento para Consiliario Nacional de las Juventudes Universitarias, etc. (declara Salvador Sánchez Terán, testigo: C.P. pp. 269-282).

Mons. Mauro Rubio conoció a Manuel Aparici en 1939. Le trató desde este momento hasta su muerte en 1964. El trato fue asiduo, amigable e incluso, espiritual; trato que nunca se debilitó. Estudiaron los dos en el Seminario de Madrid. Fueron condiscípulos durante seis años, pero Manuel Aparici se ordenó un año antes. Fue subdiácono en la primera Misa del Siervo de Dios. Éste promovió su nombramiento para las Juventudes Obreras, sustituyendo más tarde a Manuel Aparici en la Consilaría Nacional de los Jóvenes de Acción Católica, por grave enfermedad. Era el año 1960. Tan pronto conoció su muerte vino corriendo de Salamanca a casa del finado y asistió a su funeral oficiado por D. Maximino. Fue testigo en su Causa de Canonización, etc. (C. P. 462-482).

Salvador Sánchez Terán ingresó en la Acción Católica en 1950. Conoció a Manuel Aparici en 1955, y unos meses después, en 1956, se incorporó al Consejo Superior de los Jóvenes de Acción Católica primero como colaborador y luego como Director del Secretariado de Cursillos de Cristiandad llegando a Presidente Nacional en 1959 siendo Consiliario Manuel Aparici. Su trato con él fue asiduo, visitándole incluso con frecuencia cuando cayó enfermo. Ha sido testigo en su Causa de Canonización, etc. (C.P. pp. 269-282).

[19]  Íntimo amigo a quien Manuel Aparici hizo entrega de su Testamento Espiritual, que el testigo calificó de «documento capital, que para él es una reliquia. Se trata de un cuaderno manuscrito en el que el Siervo de Dios le dio sus consejos al sucederle en la Presidencia Nacional de la Juventud de Acción Católica. Quizá sea uno de los documentos más reveladores de la grandeza de su alma», dice el testigo (C.P. p. 362). «El contenido de este Testamento -afirman por su parte los Peritos Teólogos en su Informe (C.P. pp. 9639-9784)- es un verdadero privilegio para quien fue dirigido; demuestra la sabiduría, experiencia, y exquisita fundamentación teológica y moral del pensamiento de Manuel Aparici con una proyección de futuro, digna de tenerse en cuenta para todos quienes en el peregrinar de la vida tenemos que guiarnos por los sabios y sensatos consejos de vida y amor aplicados a la Nueva Evangelización (C.P. p. 362). Participó en el Cursillo de Adelantado de Peregrinos celebrado en 1940 en La Coruña dirigido por Manuel Aparici ... ... Algo inolvidable (José Luis López Mosteiro, testigo C.P. pp. 406-420).

[20]  «El sentido de Cruzada era el de Manuel Aparici, de sed de almas para Cristo» (Manuel Vigil y Vázquez. C.P. pp. 9886-9893).

[21]  C.P. 9814-9832.

«[...] El primero de una generación de sacerdotes, la generación de Aparici, que pasó de la Juventud de Acción Católica al seminario, como Benzo, Rubio, Córdoba, Llanos, Campmany y tantas otros» (Alejandro Fernández Pombo. Su escrito del 15 de marzo de 2004).

[22]  Mons. Mauro Rubio Repullés (C.P. 462-482).


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Enviado por Carlos Peinó Agrelo Peregrino, cursillista, colaborador en la Positio super virtutibus del Siervo de Dios Manuel Aparici.



MANUEL APARICI. RECORDANDO LA HISTORIA

GÉNESIS DE LA PEREGRINACIÓN A SANTIAGO

 

            «Todo empezó en diciembre de 1932, en Santander, al celebrarse el II Congreso Nacional de la Juventud de Acción Católica. En este Congreso se adoptó el acuerdo  de celebrar el III Congreso Nacional, cinco años después, en Santiago de Compostela, porque 1937 sería Año Santo Jacobeo.


»En 1934  se celebra el Año Jubilar de la Redención. En el mes de marzo, 1.000 jóvenes, presididos por el Arzobispo de Toledo Primado de España y con Manuel Aparici como Vicepresidente del Consejo en funciones de Presidente, acuden en peregrinación a Roma. Su presencia en el Coliseo es –en frase de Mons. Gomá– “algo excepcional, una manifestación de espíritu cristiano verdadero”. Se ratifica la vocación peregrinante  de  la  Juventud  de  Acción  Católica  Española. Además –según afirma en su testimonio Manuel Martínez Pereiro, íntimo colaborador de Aparici y presente en aquella peregrinación–: “Los frutos obtenidos en la peregrinación a Roma movieron al Consejo Central a considerar las ventajas de la idea peregrinante e insistir en ella. El III Congreso, que, conforme a lo acordado en el II de Santander, había de celebrarse en Santiago de Compostela en 1937, Año Santo Jacobeo, era la gran oportunidad para poner en práctica aquella decisión del Consejo”. Se quería prepararlo con tiempo suficiente sobre todo en el orden espiritual porque –añade– “se aspiraba a que ante todo y sobre todo la marcha hacia Santiago significara un cambio profundo en los corazones, las almas y las conductas de los jóvenes”. Se habían descubierto dos cosas: que la práctica de la peregrinación, bien preparada y realizada, era un medio adecuado para el perfeccionamiento espiritual, y que a Santiago había que ir en verdadera peregrinación. Aparici piensa –y lo dice en su Diario– que la peregrinación a Roma había sido la primera etapa de un peregrinar espiritual a Compostela.


            »Pero la mente y el corazón de Manuel Aparici iban aún más lejos. Y arrastraba al Consejo» [1].


            En la IV Asamblea Nacional, celebrada en Cofrentes (Valencia) en 1935 [...] Manuel Aparici concibe una idea grandiosa: realizar para el verano de 1937 una gran Peregrinación a Santiago: –¡100.000 jóvenes!– [2].


            «Manuel Martínez Pereiro nos dice: “Por otra parte, iba ganando terreno la idea de avanzar tanto en intensidad como en extensión: y así se pensó primero en ampliar nuestro esfuerzo a la juventud hispanoamericana, a la que sin duda había apuntado el Apóstol al querer que sus restos mortales fuesen desde el Oriente al Finisterre del mundo entonces conocido, y después a los jóvenes europeos para que no olvidasen los viejos caminos jacobeos y preparasen la nueva Europa que no acaba de encontrar su brújula”.


            »El solo hecho –se piensa– de proponer a los Jóvenes de Acción Católica de la Hispanidad un gran ideal sería capaz de vincular en caridad a España con sus veinte hijas. Pues este Ideal era superior a las fuerzas de todos y cada uno de los pueblos por separado, pero lo que resultaba dificilísimo para cada uno de los miembros de la familia hispánica, resultaba hacedero para la Hispanidad en su conjunto. Por eso, la amplia proyección de este plan movió al Presidente a someterlo al Cardenal Arzobispo de Toledo, Primado de España, Mons. Goma, como Presidente de la Junta Suprema de la Acción Católica Española.


            »Expuesto el proyecto, en enero de 1936, a la Jerarquía española en la persona del Sr. Cardenal, éste lo recibió con entusiasmo y lo bendijo, pero les hizo ver que empresa de tal envergadura, que transcendía a las facultades de la Jerarquía de la Iglesia española, requería la aprobación y bendición del Santo Padre y les aconsejó ponerse al habla con Mons. Tedeschini, Nuncio de Su Santidad en España, quien, a su vez, aconsejó exponerlo al Santo Padre.


            »Con tal fin, el 28 de enero de 1936 Manuel Aparici, Presidente Nacional, salió para Roma acompañado de Javier Aznar, Vocal de Peregrinación del Consejo. Los recibió, el día 31, el Cardenal Pacelli, que aprueba y bendice el proyecto y les alienta en su labor en España y en la misión de la Juventud de Acción Católica Española en la tarea de la Hispanidad. Es más, les hizo ver que España tenía olvidados sus deberes de madre con los pueblos de América y Filipinas que había engendrado a la fe de Cristo, diciéndoles que las madres nunca tienen cumplida su misión; que no basta engendrar a los hijos y educarlos, sino que siempre tienen que preocuparse de que lleguen a la máxima perfección. Les prometió la más calurosa ayuda de la Santa Sede y que al día siguiente serían recibidos en audiencia por Su Santidad el Papa, que les mostraría la profunda complacencia con que veía los proyectos de la Juventud de Acción Católica de España.


            »Y el 1 de febrero de 1936 eran recibidos, en audiencia especial, por Su Santidad el Papa Pío XI –era la segunda vez que recibía a Manuel Aparici en audiencia especial–, y le expusieron el proyecto de la gran peregrinación juvenil de 100.000 jóvenes a Santiago de Compostela para 1937.

»Manuel Aparici le dice:

 

»“Las almas huyen del Señor; por todas partes la apostasía y el materialismo aumentan; allí en España tenemos un sepulcro casi olvidado entre sombras de paganía; pero él guarda los restos de un Apóstol. ¡Padre! Déjanos que convoquemos junto a sus cenizas a las Juventudes de Acción Católica de las Españas. Allí aprenderemos su lección. Y la Juventud de Acción Católica de la Hispanidad será un solo apóstol. Se llenará de tu angustia por las almas y se aplicará del todo a tu servicio”.

 

            »El Santo Padre acogió el proyecto con gran satisfacción, dándoles su bendición más paternal, amplia y generosa para la Peregrinación y el Congreso». Y la peregrinación comenzó-

»Llega el año 1937 . Es Año Santo en Compostela. La peregrinación no puede realizarse a causa de la guerra que sufre nuestra Patria. Pero se peregrina en espíritu en una y otra zona en que está dividida España. En ellos hay un solo deseo: forjar la Vanguardia de Cristiandad. Excepcionalmente, por concesión especial de la Santa Sede, el Año Santo se extiende a 1938; pero la paz sigue sin llegar.

»Entretanto, el 14 de marzo de 1937, Pío XI publica su encíclica Mit brennender Sorge. En ella pide “Una Cristiandad ejemplo y guía para el mundo profundamente enfermo” Estas son sus palabras: “Una Cristiandad en que todos los miembros vigilen sobre sí mismos, que deseche toda tendencia a lo puramente exterior y mundano, que se atenga seriamente a los preceptos de Dios y de la Iglesia, y se mantenga, por consiguiente, en el amor de Dios y en la solícita caridad para el prójimo, podrá y deberá ser ejemplo y guía para el mundo profundamente enfermo, que busca sostén y dirección, si es que no se quiere que sobrevenga una enorme catástrofe o una decadencia indescriptible”.


»La Juventud católica española, capitaneada por Manuel Aparici y peregrina en espíritu hacia Santiago, encuentra en esta llamada una aceptación de su ofrecimiento. Y responde, a su vez: La Hispanidad debe ser la Vanguardia de Cristiandad, de esa Cristiandad ejemplar que el Papa pide. Porque sólo España, junto a sus hijas, puede poner tantas almas al servicio de la Iglesia, para salvar al mundo.

»Años de guerra: años de heroísmo y de martirio. “El Ángel del Alcázar”, Antonio Rivera, se había dado a sí mismo la consigna: “¡Para Santiago, santo!”. Bajo este lema, y tras su ejemplo, miles de “Peregrinos de Santiago en los campos de batalla” (como se denominan los jóvenes encuadrados en los “Centros de Vanguardia”) y los que viven años de catacumba en los “Centros clandestinos”, caminan en espíritu a Compostela. En ellos hay un solo deseo: forjar la Vanguardia de la Cristiandad ejemplar, y una sola ilusión: la de que a España le espera un Continente “para marchar tras ella por el Camino Real de la Santa Cruz”» [3].


            «[...] A partir de entonces, al conjuro del nombre jacobeo, el ritmo de la marcha se hizo más vivo por momentos, mientras se iba perfilando el proyecto con pasión y minuciosidad. Santiago es la impaciencia y la osadía apostólica [...]. Y el Señor Santiago había quedado para siempre en tierra española hasta la resurrección de la carne [...]» [4].

 

 

 

 



[1]  De la ponencia impartida por el Rvdo. D. José Manuel de Lapuerta y Quintero: «Ideal Peregrinante y Vanguardia de Cristiandad: Unidad en la fe de los Pueblos Hispanos» en el Congreso Nacional celebrado con motivo del Centenario del Nacimiento del Siervo de Dios Manuel Aparici Navarro. Madrid, Noviembre 2003 (Libro de Actas).

[2]  Boletín de Dirigentes, julio-agosto de 1946.

[3]  De la ponencia impartida por el Rvdo. D. José Manuel de Lapuerta y Quintero: «Ideal Peregrinante y Vanguardia de Cristiandad: Unidad en la fe de los Pueblos Hispanos» en el Congreso Nacional celebrado con motivo del Centenario del Nacimiento del Siervo de Dios Manuel Aparici Navarro. Madrid, Noviembre 2003 (Libro de Actas).

[4]  Manuel Vigil y Vázquez (SIGNO de fecha 4 de mayo de 1950).


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Enviado por Carlos Peinó Agrelo Peregrino, cursillista, colaborador en la Positio super virtutibus del Siervo de Dios Manuel Aparici.



MANUEL APARICI: RECORDANDO LA HISTORIA

CONVOCATORIA DE LA PEREGRINACIÓN A SANTIAGO

 

            «En aquel tiempo –le dice Bonnín a Mons. Cordes–, el Consejo Superior de los Jóvenes de Acción Católica había sido invitado por su Presidente Nacional Manuel Aparici [...] a convocar en Santiago de Compostela a 100.000 jóvenes dispuestos a vivir en gracia de Dios en respuesta a las afirmaciones que el Papa Pío XI había hecho en la Encíclica «Con viva ansia», de 1937 [...]» [1].

 

            La convocatoria no se hizo –como afirma Bonnín– en respuesta a las afirmaciones que había hecho el Papa Pío XI en su Encíclica Mit Brennender Sorge (Con viva ansiedad) publicada el 17 de marzo de 1937 en plena guerra civil española,

            Un año antes de su publicación, el 1 de febrero de 1936 –como acabamos de ver–, el Santo Padre había dado a Manuel Aparici su bendición más paternal, amplia y generosa para la Peregrinación y el Congreso.

 

            Asimismo, le dice Bonnín a Mons. Cordes que «una delegación de jóvenes de Acción Católica fue a Roma para prometer al Santo Padre que sería España la que ofreciera aquella cristian-dad que el Papa deseaba» [2].

            La Encíclica –repetimos– fue promulgada por Pío XI en plena guerra civil española. Por tanto, de haber ido a Roma la Delegación de jóvenes de que habla Bonnín tuvo que ser en plena contienda. De ella nada sabemos y Bonnín tampoco dice en que fecha fue ni quien la formaba. ¿No se referirá a la visita que el 1 de febrero de 1936 hizo Manuel Aparici a Roma acompañado del Vocal de Peregrinaciones, Javier Aznar, para exponer al Santo Padre el proyecto de la gran peregrinación juvenil de 100.000 jóvenes a Santiago de Compostela para 1937?

            Manuel Aparici responde al llamamiento pontificio proponiendo que la peregrinación prevista a Santiago sea una llamada, una incitación para que España fuese principio de esa «Cristiandad ejemplo» para proclamarla en Santiago y convocar a los pueblos de Hispanoamérica a sumarse a tan excelsa misión.

            Puede pensarse que ¿acaso el ofrecimiento de Manuel Aparici al Papa, de hacer de las Juventudes Católicas del Mundo Hispánico un sólo apóstol, sugirió en la mente del Santo Padre la idea de una «Cristiandad ejemplar»?



[1]  SDE p. 56.

[2] SDE pp. 56 y 57.


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Enviado por Carlos Peinó Agrelo Peregrino, cursillista, colaborador en la Positio super virtutibus del Siervo de Dios Manuel Aparici.



MANUEL APARICI: RECORDANDO LA HISTORIA

EXPRESIONES DE AQUELLOS AÑOS

 

            «[...] En aquellos años –le dice Bonnín a Mons. Cordes–, se hicieron famosas las expresiones: “En Santiago, santos” e “Ir en peregrinación no sirve de nada, ir de peregrinación con fe es abrir un camino”» [1]. Sin embargo, a Eduardo Suárez le dice: «Para Santiago, santos» y “Peregrinar no es nada, peregrinar con fe es abrir camino» [2].

 

            Las expresiones correctas son las que le dice a Eduardo Suárez no las que le dice a Mons. Cordes.


            La primera se debe a Antonio Rivera,  «El Ángel del Alcázar» y la segunda a Manuel Aparici.

            «Movido por las ideas de Manuel Aparici, Antonio Rivera en unos Ejercicios Espirituales escribió su propósito: «Para Santiago he de ser santo». Muerto Antonio Rivera, este grito –«¡Para Santiago, santos!»– fue el lema de los jóvenes peregrinos en los largos años de caminar en espíritu hacia Compostela» [3].


            Manuel Aparici insistía tanto a la Juventud de Acción Católica en esta idea de peregrinar porque peregrinar es el estilo propio de la vida cristiana y tal vez, también, el estilo de la vida española. Pero –les repetía– «peregrinar, no es nada; peregrinar con fe es abrir  camino al Reino de Dios: en la propia alma y, como consecuencia, en la de los demás» [4].


«La vida de D. Manuel la entiendo como una proyección de la esperanza en su actividad, en su deseo y trabajo por llevar los jóvenes a Cristo; más aún, asumió los sufrimientos de Cristo en esta labor de conquista de la juventud, que la materializó en su frase: “Peregrinar no es nada, peregrinar con fe es abrir camino”; pues entiendo que el que abre un camino espera encontrar lo que busca al final del mismo, y él buscaba la gloria del Padre» [5].


            «Peregrinar no es nada, peregrinar con fe es abrir camino. Este era su “ritornello” peregrinante» [6].

            «Peregrinar –decía– no es nada; peregrinar con fe es abrir camino al Reino de Dios: en la propia alma y, como consecuencia, en la de los demás» [7].



 [1]  SDE p. 57.

[2]  EBAC p. 36.

[3]  Biografía del Siervo de Dios puesta en la página web por la Asociación de Peregrinos de la Iglesia: http://www.peregrinosdelaiglesia.org, apartado C: Después de la Guerra (1939-1941)

[4]  Informe de los Peritos Archivistas (C.P. pp. 9504-9638).

[5]  Virgilio José López Cid.

Fue Presidente del Consejo Diocesano de los Jóvenes de Acción Católica de Orense. Miembro de la Asociación Católica de Propagandistas, etc. Conoció a Manuel Aparici en 1934, testigo en su Causa de Canonización, etc. (C.P. pp. 135-151).

[6]  José López Mosteiro (C.P. pp. 406-420)

[7]  Informe de los Peritos Archivistas (C.P. pp. 9504-9638).


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Jueves, 21 de febrero de 2008

La Oficina de Prensa del Obispado de Tenerife nos remite el siguiente artículo del obispo diocesano Don Bernardo Álvarez Afonso, en su segunda parte.
De parte del Obispo


(Ver primera parte)

 

 

Séptima peregrinación a Candelaria por la paz (II)

 

BERNARDO ÁLVAREZ AFONSO

 

Tal y como les anunciaba ayer, el próximo sábado 23 de febrero tendrá lugar la "Séptima peregrinación a Candelaria en oración por la paz". Este es un moti­vo suficiente para profundizar un poco más sobre esta importante cuestión. Los cristianos, como seguidores de Jesucristo, estamos llamados a "trabajar por la paz" de todas la formas posibles. Primero, siendo nosotros mismos personas pacíficas de tal modo que, en todas nuestras relaciones familiares y sociales, nunca recurramos a ninguna forma de violencia (física, verbal o moral) con­tra las personas. Para ser "constructores de la paz", ante todo, debemos ser nosotros mismos justos y honrados con los demás (sin aprovecharse ni abusar de nadie), ser responsables en nuestro trabajo, ser solidarios con los más débiles, no extorsionar ni amenazar a nadie,... Además, los cristianos debemos ser siempre "constructo­res de la paz" -orando y trabajando- para que en una hu­manidad dividida por las guerras, las enemistades y las discordias, los enemigos vuelvan a la amistad, los adver­sarios se den la mano y los pueblos busquen el común en­tendimiento. Cada vez que celebramos la Misa le pedi­mos a Dios que "nos conceda la paz y la unidad", por me-dio del sacerdote recibimos "la paz del Señor" y, tam­bién, "nos damos fraternalmente la paz" como expresión de nuestra voluntad de reconciliación y de comunión con todas las personas en la vida diaria y, al mismo tiempo, como compromiso de ser "instrumentos de paz" donde quiera que nos encontremos.

 

Sin duda, la paz entre los individuos y los pueblos, la capacidad de vivir unos con otros -aunque seamos dife­rentes- estableciendo relaciones de justicia y solidaridad, supone un esfuerzo permanente, un esfuerzo que debe comenzar por desterrar de uno mismo cualquier senti-miento de discordia y división. Y aquí es donde todos ex­perimentamos una enorme fragilidad, pues instintiva-mente somos propensos al rencor, el odio y la venganza cuando sentimos que los demás nos hacen daño. Por eso, la paz que todos deseamos, la paz del corazón que hace posible una verdadera convivencia -sin ver en los demás un rival o un peligro para mi vida- es una paz que va más allá de la ausencia de guerras o conflictos. Es una paz que los cristianos creemos que "sólo Dios nos puede dar", porque sólo El puede sanar los corazones heridos por el odio y los deseos de venganza, como rezamos en la liturgia, "con tu acción eficaz consigues, Señor, que el amor venza al odio, la venganza deje paso a la indulgen­cia, y la discordia se convierta en amor mutuo". En un mundo herido por los conflictos, la divisiones y los inte­reses egoístas, sólo Dios pues iluminar las mentes y mover las voluntades para buscar y realizar el camino que conduce a la paz.

 

Nuestra "peregrinación a Candelaria en oración por la paz" se apoya en la certeza de que la paz es posible por-que "es Dios quien nos da la paz". Como decía Juan Pa­blo II: "Con la fuerza vivificante de su gracia, Dios pue­de abrir caminos a la paz allí donde parece que sólo hay obstáculos y obstrucciones; puede reforzar y ampliar la solidaridad de la familia humana, a pesar de prolongadas historias de divisiones y de luchas" (Juan Pablo II).

 

Peregrinamos a Candelaria, en oración por la paz, el próximo 23 de febrero. Pueden unirse a nosotros todos los que quieran. Salimos a las 6 de la mañana de la igle­sia de Santo Domingo de La Laguna; a las 10'30 nos concentramos al inicio de la "avenida de las Caletillas"; a las 11.30 celebramos la Misa en la Basílica de Candelaria. Orar por la paz significa orar por el pleno desarrollo de la familia. Orar por la paz significa orar por la justicia, por un adecuado ordenamiento en la vida interna de las naciones y en las relaciones entre ellas. Quiere decir también rogar por la libertad, especialmente por la libertad religiosa, que es un derecho fundamental -humano y civil- de todo individuo y cuyo sano ejercicio contribuye enormemente a la causa de la paz en el mundo. Orar por la paz significa abrir el corazón a la acción renovadora de Dios para que haga de nosotros "instrumentos de su paz".


Artículo publicado en la revista “Iglesia Nivariense” ENERO 2008, número 80.

Nicomedes Naranjo Ojeda

Psicólogo

 

APRENDE A DIALOGAR

PARA SER FELIZ EN PAREJA

 

El título de este libro dice por sí solo el objetivo que pre­tende conseguir. La impor­tancia del diálogo es tal, que sin él no sería posible ningún tipo de convivencia. Diariamente podemos comprobar que grandes crisis entre países son resueltas satisfactoriamente mediante la acción acertada de estrategias diplomáticas, o lo que es lo mismo, dialogando. Pues también con el diálogo se resuelven las grandes crisis entre las personas, parejas, familias o grupos sociales.

 

Pero el diálogo no es, entre otras cosas, ni monólogo ni imposición de criterios o ideas, el diálogo debe sustentarse en unas bases fuertes que lo hagan posible por mucho tiempo, algunas de estas bases son: la sin­ceridad, la confianza y un respeto profundo. Aspectos todos ellos, inte­rrelacionados.

 

Es el respeto, un valor que debe impregnar toda relación humana. Contrariamente a lo que con frecuen­cia ocurre, puede faltarse al respeto de mil maneras diferentes, la más frecuente tal vez; no escuchar, inte­rrumpir a nuestro interlocutor, a esto puede seguir múltiples gestos, que indican que no respetarnos a quien dirige a nosotros su mensaje.

En el matrimonio y en la familia, crisol de la sociedad y escuela de valores, es donde, entre otros muchos, se aprende el respeto, la generosidad, la solidaridad... y otros tantos valores, que serán los que puestos en práctica en la vida cotidiana junto a otras personas y familias que tam­bién compartan esos valores, hará que estemos cada día más cerca de esa sociedad más justa y solidaria que todos anhelamos, no olvidando ni un solo instante, que cada uno de nosotros forma parte de esa sociedad a la que culpamos frecuentemente de nuestros infortunios.

 

Las relaciones de pareja son, sin duda, las que mayor riqueza aportan al ser humano, pero también pueden aportar a ese ser humano, gran sufri­miento, precisamente por esa intimidad que está presente entre ambos.

 

Si comprendemos las diferencias individuales (también, y de manera especial. las que se dan entre sexos), si practicarnos la aceptación de las diferencias, si nos mostrarnos gene­rosos, pensando más en dar que en recibir, si tomarnos como un objetivo claro hacer feliz a nuestro compañero de vida, si somos sinceros y veraces en nuestra relación, mostrando lo que somos, sin apariencias falsas de nuestra realidad, si confiarnos, en nosotros mismos y en el otro cono seres capaces de encontrar campos de juego común, si nuestra relación es respetuosa, podemos afirmar que tenemos las bases más importantes para una vida gratificante, pero si a todo esto, añadimos la firme voluntad de encuentro, de llegar a acuerdos con la persona que hemos elegido para compartir la vida, y si además, empleamos unas adecua-das estrategias de diálogo, tenemos garantizado, no sólo momentos agra­dables en nuestra vida, sino una vida realmente gratificante.

 


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EUROPA/ESPAÑA - Del Informe sobre el respeto de la libertad religiosa en España en los años 2004 - 2008 se detecta “una tendencia a restringir la presencia pública de toda manifestación religiosa”

Madrid (Agencia Fides) - Hay en España un retroceso en el respeto debido a las creencias, que convierte a los creyentes en ciudadanos de segunda, según se desprende del Informe presentado ayer por el Observatorio para la Libertad Religiosa y de Conciencia (OLRC), “100 motivos para estar alerta”. En dicho Informe se analiza, a través de las declaraciones de los responsables políticos y entidades públicas, el respeto a la Libertad Religiosa en España en los años 2004 - 2008.

Para Marcial Cuquerella, presidente del OLRC “la situación de la libertad religiosa es uno de los principales indicadores de la defensa de las libertades en una sociedad. Su respeto facilita que los ciudadanos crean o dejen de creer en aquello que elijan, y les permite tomar decisiones basadas en tales creencias, expresándolas, si así lo desean, de manera pública”. Sin embargo, este informe “demuestra que se viene detectando un retroceso en el respeto debido a las creencias de los ciudadanos, con una orientación dirigida a restringir la presencia pública de toda manifestación religiosa”.

El OLRC ha recogido, a modo de ejemplo, 100 declaraciones públicas de diferentes instituciones, personajes públicos o partidos políticos que considera significativas a la hora de explicar e ilustrar este retroceso en la libertad religiosa, y que, tanto por los autores, como por la naturaleza de dichas declaraciones son motivos suficientes para estar alerta. Señala Cuquerella, “tanto el Estado como algunos agentes políticos transmiten la idea de que quienes pertenecen a determinados grupos religiosos o de creencias son ciudadanos de segunda clase, incapaces de aportar nada al diálogo y al proceso democrático del país”. “Se abandona, en consecuencia, el pluralismo, para optar (faltando a la neutralidad) por una creencia muy concreta que pretende alzarse como monopolio del espacio público”. (RG) (Agencia Fides 21/2/2008 Líneas: 25 Palabras: 320)

Links:
Para leer el Informe “100 motivos para estar alerta”
http://www.libertadreligiosa.es/informes/100razonesolrc.pdf


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VATICANO - AVE MARIA por Mons. Luciano Alimandi - Convertirse cada día

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El tiempo de Cuaresma debería ser para todo cristiano un momento crucial, acentuando el cambio de pensamiento y de vida que se hace cotidiano en aquel que quiere seguir realmente a Jesús. En el Evangelio la palabra “cotidiano” se repite muchas veces, por ejemplo, hablando de las exigencias del seguimiento de Cristo, el Señor afirma: “cada día” es necesario tomar la propia cruz para seguirlo (cf. Lc 9, 23). “Cada día” es sinónimo de “totalidad”, de donación que precisamente porque es “cotidiana” se renueva y no se fragmenta, no se debilita. Como el agua viva que, fluyendo en continuación se mantiene fresca y limpia, así la vida espiritual se mantiene viva recibiendo continuamente la gracia que brota de Jesús. De esta manera podemos entender bien la necesidad de “rezar incesantemente”.

Una gran tentación en el camino de la conversión es la de detenerse, la de “estancarse”: permaneciendo los mismos de siempre, no nos renovamos y nos engañamos a nosotros mismos y a los demás con un “cristianismo” hecho de hábitos y de “metas alcanzadas”. El camino de la Cuaresma nos invita a remover esa ilusión, la palabra de Jesús nos dice más fuerte que nunca: “convertíos y creed en el Evangelio”. La conversión para ser autentica no se puede detener; el verdadero cristiano experimenta la dinámica de la conversión como un camino de seguimiento de Jesús que no se puede interrumpir, porque a nivel espiritual quién se detiene retrocede. “Ninguno que poniendo su mano al arado mira atrás, es apto para el reino de Dios” (Lc 9, 62)

Para no interrumpir la propia conversión, es decir el camino para llegar a ser cristianos, no tenemos otra posibilidad que la de convertirnos cotidianamente: cada día negarnos a nosotros mismos y nuestras ambiciones con la fuerza dinámica del amor. El egoísmo tiene su propia dinámica que es también cotidiana y que nos empuja a buscar satisfacer nuestro “ego”. Sólo dándose integralmente al Señor, día a día, el discípulo se conforma cada vez más a Su Maestro y podrá alcanzar así la alegría, la luz y el amor.

Si el cristiano se lamenta de no poseer la alegría, la luz y el amor entonces no le queda sino hacer un profundo examen de conciencia para descubrir aquellos espacios donde aún prevalece la fuerza del egoísmo sobre la dinámica de la conversión.

Dios no es avaro de sí mismo, no se guarda, sino más bien es el hombre quién no se dona, como lo describe muy bien Santa Teresa de Ávila: “pues en llegando a tener con perfección este verdadero amor de Dios, trae consigo todos los bienes. Somos tan caros y tan tardíos de darnos del todo a Dios, que, como Su Majestad no quiere gocemos de cosa tan preciosa sin gran precio, no acabamos de disponernos” (Vida, cap. 11, n. 1).

Nos cuesta mucho morir a nosotros mismos, pero el resultado que podemos alcanzar es el más grande: hacer que Jesús viva en nosotros. Además no es posible una dinámica de conversión que no suponga un cotidiano “negarse a uno mismo” que nos permita, precisamente, vivir para Jesús. La palabra de Dios nos indica claramente que sólo los que se pierden a si mismos, los que se donan por completo a Dios logran verdaderamente encontrarse con Él y gozarlo ya desde acá: “buscarás al Señor tu Dios, y Lo hallarás si Lo buscas con todo tu corazón y con toda tu alma” (DT 4, 29). El camino cuaresmal es, por lo tanto, un camino de donación y de abandono a Dios, que culmina en la Pascua con un nuevo nacimiento en Jesús. El Santo Padre Benedicto XVI describe la dinámica con estas iluminadoras palabras: “La invitación de Jesús a cargar con la propia cruz y seguirle, en un primer momento puede parecer dura y contraria de lo que queremos; nos puede parecer que va contra nuestro deseo de realización personal. Pero si lo miramos bien, nos damos cuenta de que no es así: el testimonio de los santos demuestra que en la cruz de Cristo, en el amor que se entrega, renunciando a la posesión de sí mismo, se encuentra la profunda serenidad que es manantial de entrega generosa a los hermanos, en especial, a los pobres y necesitados. Y esto también nos da alegría a nosotros mismos. El camino cuaresmal de conversión, que hoy emprendemos con toda la Iglesia, se convierte, por tanto, en la ocasión propicia, ‘el momento favorable’ (cf. 2 Co 6, 2) para renovar nuestro abandono filial en las manos de Dios y para poner en práctica lo que Jesús sigue repitiéndonos: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame’ (Mc 8, 34), y así emprenda el camino del amor y de la auténtica felicidad (...) Pidamos a la Virgen, Madre de Dios y de la Iglesia, que nos acompañe en el camino cuaresmal, para que sea un camino de auténtica conversión. Dejémonos guiar por ella y llegaremos interiormente renovados a la celebración del gran misterio de la Pascua de Cristo, revelación suprema del amor misericordioso de Dios. (Benedicto XVI, Audiencia General del 6 de febrero de 2008). (Agencia Fides 20/2/2008; líneas 56, palabras 878)


Publicado por verdenaranja @ 21:31  | Espiritualidad
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 REDACCIÓN DE “IGLESIA NIVARIENSE”

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Tfno. 922-314961 / Fax. 922-256362

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BOLETÍN 273

 

  

 

  • El movimiento de Cursillos de Cristiandad desarrollará su Ultreya Interdiocesana el sábado, 23 de febrero, en la Casa de la Iglesia, a partir de las 17:00 horas. Esta jornada concluirá con una Vigilia Testimonial de Oración dirigida por el religioso mercedario Fray Nacho Blasco, compositor e intérprete de varios discos, responsable del Secretariado de Pastoral Penitenciaria en Orihuela, Alicante y capellán de la prisión de Fontcalent. Asimismo, el acto institucional para celebrar el aniversario se desarrollará el domingo, en el colegio de las Madres Dominicas, en Geneto a las 16:30 horas. 
  • También este sábado se celebrará la “Séptima peregrinación a Candelaria en oración por la paz”. Un  acto que, como siempre, pretende despertar la conciencia de todos sobre el valor de la paz (y de los peligros que la amenazan) y, al mismo tiempo, pedir a Dios que todas las personas, familias, pueblos y naciones de la Tierra disfruten de una paz estable y duradera.  
  • Durante esta semana se ha desarrollada en la parroquia de S. Lorenzo Mártir, en el arciprestazgo de Granadilla, una “Semana de Evangelización” promovida por la Delegación Diocesana para el Primer Anuncio.   
  • Durante este tiempo de Cuaresma siguen llevándose a cabo especiales acciones pastorales. Así la Delegación de Jóvenes realiza este viernes a partir de las 20:00 horas una Vigilia de Oración en la Casa lagunera de la juventud. 
  • El pasado domingo, las distintas comunidades parroquiales de El Hierro organizaron un especial retiro de cuaresma en el Templo de la Concepción de la capital herreña. 

     
    Por otro lado, el Obispo dirigió a los sacerdotes del arciprestazgo de Güímar un retiro espiritual en estos días. 
  • Ha partido a la Casa del Padre el sacerdote Francisco Llamas, a los ochenta años. El Obispo presidió la misa exequial en la parroquia del Sagrado Corazón de la capital tinerfeña, en la que prestaba en los últimos años sus servicios pastorales don Francisco.  

 

  • La diócesis, a través de su departamento correspondiente, ofrece una excelente ayuda a nuestros hermanos y hermanas sordos.
    Una página web cuyo  blog dispone de magníficos recursos: homilía de cada domingo, oraciones, oraciones de la Misa... y todo traducido en la Lengua de Signos. http://pastoraldelsordo.blogspot.com/.
  •  La Iglesia católica no se plantea a cambiar el modelo actual de financiación acordado en el 2006 con el Gobierno, según ha dicho el vicesecretario para Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal, Fernando Giménez Barriocanal en el marco de las "II Jornadas de Responsables de Economía de las Diócesis" que se celebraron en Córdoba. A las mismas asistieron el Ecónomo, Viceecónomo y la contable de la Diócesis Nivariense. Así mismo ha indicado Giménez, como informa la agencia  Efe, que el acuerdo  con el Estado de finales de 2006 "acaba de ponerse en marcha" y en él ha recordado "la Iglesia no recibe dinero del Estado como subvención, sino sólo lo que los contribuyentes asignan" en su declaración de la renta.  
  • En los Salones parroquiales de los Remedios en los Llanos de Aridane se han reunido todos los coordinadores arciprestales de catequesis a fin de preparar el encuentro diocesano de este sector pastoral.  
  • Continuando en La Palma, concretamente en Tazacorte, el Delegado Diocesano de Pastoral de la Salud, Ismael Rodríguez, se reúne este viernes con los agentes pastorales de este sector de la isla en una jornada de intercambio de experiencias y de formación.  
  • A partir del  próximo fin de semana comenzará la campaña vocacional a favor del Seminario. El propio Obispo ha escrito una carta en relación a esta jornada en la que, entre otras cosas afirma que “estar atentos a “la voz de Dios”, y más en concreto a lo que Dios nos pide en relación con el Seminario y las vocaciones sacerdotales nos compete a todos, y a todo lo que configura la Iglesia Diocesana: las personas e instituciones, los órganos de planificación pastoral y las mismas acciones pastorales,… Nadie debe hacer oídos sordos a la “voz del Señor” que nos hace oír su voz en nuestra situación actual (con sus posibilidades y dificultades) y nos llama a valorar, proclamar y promover el “Evangelio de la vocación sacerdotal”. 
  • El barrio de Tierra del Trigo, en  Los Silos, acogió  diferentes actos con motivo del primer centenario de la bendición de la ermita y la imagen de Nuestra Señora de Lourdes. Las actividades se hicieron coincidir con la celebración de la festividad de la patrona. La eucaristía con motivo de esta efeméride estuvo presidida por el obispo de la Diócesis Nivariense, Bernardo Álvarez. 
  • Una Eucaristía celebrada en el templo de Santa Úrsula, en Adeje, recordó a las víctimas del reciente crimen acaecido en el barrio de los Olivos. La misma estuvo presidida por el Obispo. 
  • El maestro cantero Fernando Mena, en su empresa ubicada en el sur de Tenerife, ha mostrado a EL DÍA lo avanzado que lleva la construcción de las nuevas columnas del Obispado, que sustituirán en breve a las que resultaron rotas en el incendio de que fue objeto dicho edificio el 23 de enero de 2006. Mena destacó que no todas las columnas y varios de sus elementos serán nuevos, ya que muchas partes de las antiguas serán utilizadas y restauradas en pequeñas partes.
  • El próximo 24 de febrero, con motivo de celebrar la festividad de S. Simeón y Santa Ana, el movimiento “Vida Ascendente” realizará una charla-coloquio en la parroquia de Santa Catalina, en Tacoronte. Posteriormente disfrutarán de un almuerzo en Pueblo Chico.  
  • La Delegación de Migraciones está enviando el material de  la IV Jornada de formación ante la realidad de la migración, a desarrollar a partir del cinco de marzo bajo el lema “tu parroquia, lugar de encuentro”. 
  • Recientemente, nuestro Obispo Emérito, Felipe Fernández, que se encontraba de paso en Tenerife, recibió a una comisión de la Adoración Nocturna de la Diócesis, integrada por el consiliario, Manuel Betancourt, el presidente, Juan García y el vicepresidente, Rafael Díaz Llanos. Fernández recordó la importancia de la “Comunión Espiritual” para los Adoradores, los cuales le ofrecieron, en sus próximas vigilias, rezar por una mejoría del Parkinson que padece, y para que no pierda la voz. 
  • “Una clave de nuestro futuro: Educar en valores”, es el lema de las jornadas que la delegación de enseñanza ha previsto para los próximos días 3 y 4 de marzo en el Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias. Las mismas están dirigidas a padres, catequistas, jóvenes y educadores de todo tipo. Fernando Lucini y María Cobos serán los encargados de guiar las reflexiones. 
  • De acuerdo con el nuevo Plan Pastoral y dentro de la actual programación del curso que quiere incidir en el tema de la parroquia, se han preparado las IV Jornadas de Formación ante la realidad de la inmigración bajo el lema: “Tu parroquia, lugar de encuentro”. Las mismas se van a desarrollar los días 5, 6 y 7 de marzo, en el Seminario Diocesano, de 19:00 a 21:30 horas. 
  • El pasado domingo tuvo que suspenderse, debido a las circunstancias metereológicas, el programado encuentro arciprestal de catequistas en Barlovento, La Palma. 
  • El sábado 16 de febrero de 1928 nacía en la localidad palmera de Mazo, Mons. Elías Yanes. Es sacerdote desde 1952 y obispo desde 1970.Fue obispo auxiliar de Oviedo de 1970 a 1977, año en que fue destinado a la Archidiócesis de Zaragoza, que rigió hasta junio de 2005. En la CEE ha sido secretario general (1972-1977), presidente de la Comisión Episcopal de Enseñanza (1978–1987), vicepresidente (1987-1993), presidente (1993-1999) y vocal del comité ejecutivo (1999-2005). Desde su jubilación en junio de 2005 sigue residiendo en Zaragoza y pertenece a la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis. 
  • La iglesia de Guamasa de Santa Rosa de Lima será restaurada y ampliada y no derribada. La decisión la ha adoptado el Obispado una vez que ha analizado el informe de la Unidad de Patrimonio Histórico del Cabildo Insular de Tenerife, que es partidario de su conservación. El párroco de la zona, Domingo Marrero, ha hecho una llamada a los vecinos “para que se unan e ilusionen en el proyecto común de conservar nuestra iglesia, mejorarla de cara al futuro y a la hora de que albergue más fieles”.  
  • La revista de Binter Canarias “NT”, ha publicado en su número de febrero, un reportaje sobre la iglesia de El Salvador, en Santa Cruz de La Palma. Este templo tan singular del archipiélago cuenta con una portada clasicista, ricos artesonados y una interesante iconografía en su retablo mayor, etc. 
  • El obispo, Bernardo Álvarez presidirá la Eucaristía con motivo de la festividad de San Juan de Dios, el próximo 8 de marzo. La celebración tendrá lugar a las 12:00 horas en el Hospital de San Juan de Dios de Tenerife.

Mi?rcoles, 20 de febrero de 2008
.- Al retomar las Catequesis de los miércoles luego de sus Ejercicios Espirituales, el Papa Benedicto XVI retornó al tema de la vida y obras de San Agustín de Hipona y lo señaló como el autor que explica el modelo de una laicidad bien entendida.

El Pontífice comenzó destacando la figura de San Agustín –a quien dedicó una cuarta Audiencia general- como "gran testigo de Cristo", cuyas innumerables obras "son de importancia capital, y no sólo para la historia del cristianismo".

El ejemplo más claro, explicó el Papa, son las Confesiones, uno de los libros de la antigüedad cristiana más leídos hasta ahora. Escritas entre el 397 y el 400, durante su episcopado, son una "meditación interior" realizada delante de Dios, que describen "el camino interior" del antiguo intelectual, una "confesión de sus propias debilidades", "de sus propios pecados", pero también una alabanza a Dios, una mirada de la propia miseria a la luz de Dios que se convierte en agradecimiento a Él por el amor, que "trasforma y eleva a Dios mismo".

"Son una especie de autobiografía, pero autobiografía en la forma de un diálogo con Dios. Y este género literario refleja precisamente la vida de San Agustín, que era una vida no cerrada en sí misma, tampoco una vida dispersa en tantas cosas, sino sustancialmente una vida vivida como diálogo con Dios y así una vida para los otros", dijo el Pontífice.

Luego agregó: "Y existen muchos hermanos que gustan de estas obras, y debo decir que yo soy uno de estos hermanos".

El Santo Padre ilustró luego algunas obras del Obispo de Hipona, elencando, junto a las famosas "Retractaciones" – dos libros en los cuales San Agustín, ya anciano revisó todos sus escritos dejando "una enseñanza de sinceridad y de humildad intelectual"- las más de 330 cartas y las casi 600 homilías, "fruto de cuarenta años de predicación" que hacen pensar en cerca de 4,000 prédicas, muchas de las cuales "transcritas y corregidas", para responder a los herejes, interpretar las Sagradas Escrituras y edificar a los hijos de la Iglesia.

Benedicto XVI se refirió luego a la monumental "Ciudad de Dios", que describió como "una obra imponente y decisiva para el desarrollo del pensamiento político occidental y para la teología cristiana de la historia".

El Pontífice se refirió a los 22 tomos que San Agustín escribió para responder a las acusaciones de los paganos que culpaban al cristianismo de la caída de Roma, aduciendo que un Dios que no había podido impedir que la caput mundi (la cabeza del mundo) fuera arrasada por los Godos el 410, no podía ser un Dios en el cual confiar.

San Agustín explicó qué se puede esperar de Dios y que no, "cual es la relación entre la esfera política y la esfera de la fe y de la Iglesia".

"También hoy este libro es una fuente para definir bien la verdadera laicidad y la competencia de la Iglesia, la gran verdadera esperanza que nos da la fe", explicó el Pontífice; y agregó que "por tanto, el libro es una presentación de la historia de la humanidad gobernada por la Providencia divina pero dividida en dos amores. Este es su diseño fundamental, su interpretación de la historia: la lucha de dos amores, el amor a sí hasta la indiferencia por Dios y el amor a Dios hasta la indiferencia de sí, a la plena libertad de sí para los otros, en la luz de Dios".

El Papa Benedicto XVI citó luego, de la larga lista de obras agustinianas el tratado De Trinitate (Sobre la Trinidad) , que el Santo definió como "único creador del mundo", "círculo de amor" y "misterio insondable" que "en las Tres Personas es la más real y profunda unidad del único Dios".

También se refirió a la obra "De doctrina Christiana", que definió como "una verdadera y auténtica introducción cultural a la interpretación de la Biblia y en definitiva al mismo cristianismo"; al "De catechizandis rudibus", dedicado a los problemas de la instrucción de muchos cristianos analfabetos.

No dejó de mencionar "la multitud de homilías, frecuentemente pronunciadas improvisadamente, transcritas por taquígrafos durante la predicación e inmediatamente puestas en circulación".

El Papa recordó que, de este amor del Santo por los libros existen antiguas reproducciones iconográficas, como el fresco del siglo VI en la Sancta Sanctorum Laterano, donde se ve a San Agustín representado con un códice en las manos.

Benedicto XVI recordó finalmente las palabras del primer biógrafo de San Agustín, Posidio, que definió a su amigo Obispo como "siempre vivo" en sus obras.

"Sí, también para nosotros habría sido muy bello poder escucharlo en vivo. Pero está realmente vivo en sus escritos, está presente en nosotros y así vemos la permanente vitalidad de la fe a la cual dedicó toda su vida", concluyó el Santo Padre.


Publicado por verdenaranja @ 23:50
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 ZENIT.org  publica la intervención de Benedicto XVI en la audiencia general del miércoles, 20 de Febrero de 2008, la cuarta que dedica a presentar la figura de san Agustín de Hipona, y en particular, a sus obras.

Queridos hermanos y hermanas:

Tras la pausa de los ejercicios espirituales de la semana pasada, volvemos hoy a presentar la gran figura de san Agustín, sobre quien ya he hablado varias veces en las catequesis del miércoles. Es el padre de la Iglesia que ha dejado el mayor número de obras, y de éstas quiero hablar brevemente. Algunos de los escritos de Agustín son de importancia capital, y no sólo para la historia del cristianismo sino también para la formación de toda la cultura occidental: el ejemplo más claro son las «Confesiones», sin duda uno de los libros de la antigüedad cristiana más leídos todavía hoy. Al igual que varios padres de la Iglesia de los primeros siglos, aunque en una medida incomparablemente más amplia, también el obispo de Hipona ejerció una influencia persistente, como se puede ver por la sobreabundante tradición manuscrita de sus obras, que son extraordinariamente numerosas.

Él mismo las revisó años antes de morir en las «Retractaciones» y poco después de su muerte fueron cuidadosamente registradas en el «Indiculus» (Índice), añadido por el fiel amigo Posidio a la biografía de san Agustín, «Vita Augustini». La lista de las obras de Agustín fue realizada con el objetivo explícito de salvaguardar su memoria, mientras la invasión de los vándalos se extendía por toda África romana y contabiliza 1.300 escritos numerados por su autor, junto con otros «que no pueden numerarse porque no puso ningún número». Obispo de una ciudad cercana, Posidio dictaba estas palabras precisamente en Hipona, donde se había refugiado y donde había asistido a la muerte de su amigo, y casi seguramente se basaba en el catálogo de la biblioteca personal de Agustín. Hoy han sobrevivido más de 300 cartas del obispo de Hipona, y casi 600 homilías, pero éstas eran originalmente muchas más, quizá incluso entre 3.000 y 4.000, fruto de cuatro décadas de predicación del antiguo orador, que había decidido seguir a Jesús y dejar de hablar a los grandes de la corte imperial para dirigirse a la población sencilla de Hipona.

En años recientes, el descubrimiento de un grupo de cartas y de algunas homilías han enriquecido el conocimiento de este gran padre de la Iglesia. «Muchos libros --escribe Posidio-- fueron redactados por él y publicados, muchas predicaciones fueron pronunciadas en la iglesia, trascritas y corregidas, ya sea para confutar a herejes ya sea para interpretar las Sagradas Escrituras para edificación de los santos hijos de la Iglesia. Estas obras --subraya el obispo amigo-- son tan numerosas que a duras penas un estudioso tiene la posibilidad de leerlas y aprender a conocerlas» («Vita Augustini», 18, 9).

Entre la producción literaria de Agustín, por tanto, más de mil publicaciones divididas en escritos filosóficos, apologéticos, doctrinales, morales, monásticos, exegéticos y contra los herejes, así como las cartas y homilías, destacan algunas obras excepcionales de gran importancia teológica y filosófica. Ante todo, hay que recordar las «Confesiones», antes mencionadas, escritas en trece libros entre los años 397 y 400 para alabanza de Dios. Son una especie de autobiografía en forma de diálogo con Dios. Este género literario refleja la vida de san Agustín, que no estaba cerrada en sí misma, despistada en mil cosas, sino vivida esencialmente como un diálogo con Dios y, de este modo, una vida con los demás.

Ya de por sí el título, «Confesiones», indica el carácter específico de esta biografía. Esta palabra «confessiones» en el latín cristiano desarrollado por la tradición de los Salmos tiene dos significados, que se entrecruzan. «Confessiones» indica, en primer lugar, la confesión de las propias debilidades, de la miseria de los pecados; pero al mismo tiempo, «confessiones» significa alabanza a Dios, reconocimiento de Dios. Ver la propia miseria a la luz de Dios se convierte en alabanza de Dios y en acción de gracias, pues Dios nos ama y nos acepta, nos transforma y nos eleva hacia sí mismo.

Él mismo escribió sobre estas «Confesiones», que tuvieron gran éxito ya en vida de san Agustín: «Han ejercido sobre mí un gran impacto mientras las escribía y lo siguen ejerciendo todavía cuando las vuelvo a leer. Hay muchos hermanos a quienes les gustan estas obras» («Retractaciones», II, 6): y tengo que reconocer que yo también soy uno de estos «hermanos». Y gracias a las «Confesiones» podemos seguir, paso a paso, el camino interior de este hombre extraordinario y apasionado de Dios.

Menos difundidas, aunque igualmente originales y muy importantes son, además, las «Retractationes» [Revisiones], redactadas en dos libros en torno al año 427, en las que san Agustín, ya anciano, hace una «revisión» («retractatio») de toda su obra escrita, dejando así un documento literario singular y sumamente precioso, pero al mismo tiempo una enseñanza de sinceridad y de humildad intelectual.

«De civitate Dei» [La Ciudad de Dios] obra imponente y decisiva para el desarrollo del pensamiento político occidental y para la teología cristiana de la historia, fue escrita entre los años 413 y 426 en 22 libros. La ocasión era el saqueo de Roma por parte de los godos en el año 410. Muchos paganos, todavía en vida, así como muchos cristianos habían dicho: Roma ha caído, ahora el Dios cristiano y los apóstoles ya no pueden proteger la ciudad. Durante la presencia de las divinidades paganas, Roma era la «caput mundi», la gran capital, y nadie podía imaginar que cayera en manos de los enemigos. Ahora, con el Dios cristiano, esta gran ciudad ya no parecía segura. Por tanto, el Dios de los cristianos no protegía, no podía ser el Dios a quien encomendarse. A esta objeción, que también tocaba profundamente el corazón de los cristianos, responde san Agustín con esta grandiosa obra, el «De civitate Dei», aclarando qué es lo que debían esperarse de Dios y qué es lo que no podían esperar de Él, cuál es la relación entre la esfera política y la esfera de la fe, de la Iglesia. Todavía hoy este libro es una fuente para definir bien la auténtica laicidad y la competencia de la Iglesia, la gran esperanza que nos da la fe.

Este gran libro es una presentación de la historia de la humanidad gobernada por la Providencia divina, pero actualmente dividida en dos amores. Y este es el designio fundamental, su interpretación de la historia, la lucha entre dos amores: el amor propio, «hasta llegar a menospreciar a Dios» y el amor a Dios «hasta llegar al desprecio de sí mismo», («De civitate Dei», XIV, 28), a la plena libertad de uno mismo a través de los demás a la luz de Dios. Este es quizá el libro más grande de san Agustín, de una importancia permanente.

Asimismo es importante el «De Trinitate» [Sobre la Trinidad], obra en quince libros sobre el núcleo principal de la fe cristiana, la fe en el Dios trinitario, escrita en dos tiempos: entre los años 399 y 412 los primeros doce libros, publicados sin que Agustín lo supiera, quien los completó hacia el año 420 y revisó la obra completa. En él reflexiona sobre el rostro de Dios y trata de comprender este misterio de Dios que es único, el único creador del mundo, de todos nosotros, y que sin embargo este Dios único es trinitario, un círculo de amor. Trata de comprender el misterio insondable: precisamente su ser trinitario, en tres Personas, es la unidad más real y profunda del único Dios.

El «De doctrina Christiana» [Sobre la doctrina cristiana] es una auténtica introducción cultural a la interpretación de la Biblia y, en definitiva, al mismo cristianismo, que tuvo una importancia decisiva en la formación de la cultura occidental.

A pesar de toda su humildad, Agustín fue ciertamente consciente de su propia talla intelectual. Pero para él era más importante llevar el mensaje cristiano a los sencillos que redactar grandes obras de elevado nivel teológico. Su intención más profunda, que le guió durante toda su vida, se puede ver en una carta escrita al colega Evodio, en la que le comunica la decisión de dejar de dictar por el momento los libros del «De Trinitate», «pues son demasiado cansados y creo que pueden ser entendidos por unos pocos; hacen más falta textos que esperamos que sean útiles para muchos» («Epistulae», 169, 1, 1). Por tanto, para él era más útil comunicar la fe de manera comprensible para todos, que escribir grandes obras teológicas.

La responsabilidad agudamente experimentada por la divulgación del mensaje cristiano se encuentra en el origen de escritos como el «De catechizandis rudibus», una teoría y también una aplicación de la catequesis, o el «Psalmus contra partem Donati». Los donatistas eran el gran problema de África y de san Agustín, un cisma que quería ser africano. Decían: la auténtica cristiandad es la africana. Se oponían a la unidad de la Iglesia. Contra este cisma, el gran obispo luchó durante toda su vida, tratando de convencer a los donatistas de que sólo en la unidad incluso la africanidad puede ser verdadera. Y para que le entendieran los sencillos, que no podían comprender el gran latín del orador, dijo: tengo que escribir incluso con errores gramaticales, en un latín muy simplificado. Y lo hizo, sobre todo en este «Psalmus», una especie de sencilla poesía contra los donatistas para ayudar a toda la gente a comprender que sólo en la unidad de la Iglesia se realiza realmente nuestra relación con Dios y crece la paz en el mundo.

En esta producción destinada a un gran público tiene una particular importancia el gran número de sus homilías, con frecuencia improvisadas, transcritas por taquígrafos durante la predicación e inmediatamente puestas en circulación. Entre éstas, destacan las bellísimas «Enarrationes in Psalmos», muy leídas en la Edad Media. La publicación de los miles de homilías de Agustín, con frecuencia sin control del autor, explica tanto su amplia difusión como su vitalidad. Inmediatamente las predicaciones del obispo de Hipona se convertían, por la fama del autor, en textos sumamente requeridos y eran utilizados también por los demás obispos y sacerdotes como modelos, adaptados siempre a nuevos contextos.

En la tradición iconográfica, un fresco de Letrán que se remonta al siglo IV, representa a san Agustín con un libro en la mano, no sólo para expresar su producción literaria, que tanta influencia tuvo en el pensamiento de los cristianos, sino también para expresa su amor por los libros, por la literatura y el conocimiento de la gran cultura precedente. A su muerte no dejó nada, cuenta Posidio, pero «recomendaba siempre que se conservara para las futuras generaciones la biblioteca de la iglesia con todos sus códices», sobre todo los de sus obras. En éstas, subraya Posidio, Agustín está «siempre vivo» y es de utilidad para quien lee sus escritos, aunque como él dice, «creo que pudieron sacar más provecho de su contacto los que le pudieron ver y escuchar cuando hablaba personalmente en la iglesia, y sobre todo los que fueron testigos de su vida cotidiana entre la gente» («Vita Augustini», 31). Sí, también para nosotros sería hermoso poderle sentir vivo. Pero está realmente vivo en sus escritos, está presente en nosotros y de este modo vemos también la permanente vitalidad de la fe por la que dio toda su vida.

[Al final de la audiencia, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]

Queridos hermanos y hermanas:

Continuamos la catequesis sobre san Agustín, gran testigo de Cristo, muy querido por mis predecesores y al que yo mismo he estudiado y meditado mucho. De su inmensa producción literaria, destacan algunas obras de capital importancia. Así las Confesiones, donde podemos seguir paso a paso su camino interior de conversión. También las Retractationes, en las cuales el obispo, ya anciano, hace una revisión de toda su obra escrita.

En De civitate Dei, obra decisiva para el desarrollo del pensamiento político occidental y para la teología cristiana de la historia, presenta la historia de la humanidad gobernada por la divina Providencia. En De Trinitate trata sobre el principal núcleo de la fe cristiana y el De doctrina Cristiana es una verdadera introducción al cristianismo, que tuvo una importancia decisiva en la formación de la cultura occidental.

Consciente de la necesidad de la divulgación del mensaje cristiano escribe el De catechizandis rudibus, dedicado a la instrucción de muchos cristianos analfabetos y el Psalmus contra partem Donati, de argumento doctrinal. En Enarrationes in Psalmos se hallan muchas homilías recogidas por taquígrafos durante las predicaciones del santo, cuya fama hizo que se divulgasen ampliamente y fuesen muy consultadas.

Saludo a los peregrinos de lengua española, especialmente a las Hijas de María Auxiliadora y a los estudiantes del Colegio Mater Salvatoris y Nuestra Señora del Huerto. Que en esta Cuaresma, el ejemplo de san Agustín, la lectura de sus obras, su mensaje y su camino interior os ayuden a un encuentro personal con Jesucristo que cambie totalmente vuestras vidas. ¡Muchas gracias!

[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina

© Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]

 


Publicado por verdenaranja @ 23:46  | Habla el Papa
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MANUEL APARICI. RECORDANDO LA HISTORIA

CAUSA DE CANONIZACIÓN DEL CURSILLISTA


¿DINAMIZARON DE VERDAD LOS CURSILLOS DE CRISTIANDAD

LA PEREGRINACIÓN A SANTIAGO? ¿TIENEN MUCHO QUE VER CON ELLA

 

            Forteza afirma que Bonnín «[...] relaciona lo vivido en el Cursillo de Peregrinos con sus inquietudes personales más profundas y con su experiencia catalizadora de los ambientes descristianizados. Llegó a la conclusión de que algo a la vez similar y diferente de aquel Cursillo de Jefes de Peregrino, podría conseguir dinamizar en cristiano no sólo un acontecimiento determinado –como la Peregrinación a Santiago–, sino la vida normal y diaria de los ambientes reales y concretos» [1].

 

                Al menos en la Península, no, dado que  el primer Cursillo de Cristiandad que se dio en ella, fuera de Mallorca,  fue –según él– en la Archidiócesis de Valencia del 15 al 19 de agosto de 1953 [2]; es decir, cinco años después de haber tenido lugar la Peregrinación a Santiago. ¿En Mallorca?

                «¿Qué hace en la década de los cuarenta ese puñado de jóvenes laicos a quienes Dios ha concedido el carisma fundacional [...]? –se pregunta Bibiloni–. Se reúnen –dice– , preparan la peregrinación a Santiago, hacen una vez al año ejercicios espirituales, y retiros cada mes, fundan escuelas de formación, participan en Cursillos de Adelantados y de Jefes de Peregrinos, van forjando paulatinamente la estructura de lo que pronto será y hoy sigue siendo un cursillo de cristiandad. Y sobre todo oran, meditan y leen [...]» [3], pero no dice que esa juventud asista a Cursillos de Cristiandad. ¿Por qué?

                Por otro lado, preguntarnos ¿por qué ese interés en querer relacionar los Cursillos de Cristiandad con la Peregrinación a Santiago? ¿A qué fin responde tal empeño?

 

            «El clima generado por los cursillos permitió, entre otras muchas cosas –añade Forteza–, que la participación mallorquina en la peregrinación a Santiago fuera una de las más destacadas por su número y espíritu [...]» [4].

 

                ¿A qué tipo de cursillos se refiere Forteza?  Indefinición. ¿No crees, amigo lector, que de haberse querido referir a los Cursillos e Cristiandad no hubiese desaprovechado la oportunidad de hacerlo constar así.

 

«Es evidente –escribe Bibiloni– que los Cursillos de Cristiandad tienen mucho que ver con los de Adelantados y de Jefes de Peregrinos y no menos con la Peregrinación a Santiago [...]» [5].

 

                Es evidente que los Cursillos de Cristiandad tienen mucho que ver con los Cursillos de Adelantados y de Jefes  de Peregrinos creados por Manuel Aparici en 1940, pero no con la Peregrinación a Santiago a menos en la Península como acabamos de ver. ¿En Mallorca?

                «¿Qué hace en la década de los cuarenta ese puñado de jóvenes laicos a quienes Dios ha concedido el carisma fundacional [...]? –se pregunta Bibiloni–. Se reúnen –dice– , preparan la peregrinación a Santiago, hacen una vez al año ejercicios espirituales, y retiros cada mes, fundan escuelas de formación, participan en Cursillos de Adelantados y de Jefes de Peregrinos, van forjando paulatinamente la estructura de lo que pronto será y hoy sigue siendo un cursillo de cristiandad. Y sobre todo oran, meditan y leen [...]» [6], pero no dice que esa juventud asista a Cursillos de Cristiandad. ¿Por qué?

                ¿Por qué ese interés en querer relacionar los Cursillos de Cristiandad con la Peregrinación a Santiago? ¿A qué fin responde tal empeño nos preguntamos de nuevo?

 



[1]  HYMC p. 19.

[2]  HYMC p. 73.

[3]  HCC p. 34.

[4]  HYMC p. 32.

[5]  HCC p. 28.

[6]  HCC p. 34.


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MANUEL APARICI: RECORDANDO LA HISTORIA

CAUSA DE CANONIZACIÓN DEL CURSILLISTA


DESPUÉS DE SANTIAGO, ¿QUÉ?

 

            Ésta era la pregunta que se hacían muchos.

           

            1.         Eduardo Bonnín

 

«No podía sustraerme –le dice Bonnín a Mons. Cordes– a la preocupación de lo que sucedería tras la gran peregrinación, y con otros amigos nos preguntábamos: Y después de Santiago, ¿qué pasará? [...]» [1]; palabras que recoge más tarde Bibiloni casi literalmente. Escribe: «Habla Eduardo: “Yo no podía sustraerme de ninguna manera a la preocupante idea de lo que pasaría después de la magna peregrinación, y con algunos amigos más, nos preguntábamos: ¿Y después de Santiago, qué? [...]» [2].

 

            2.         Bartolomé Riutort

 

            «[...] Se hizo la peregrinación. La meta estaba ya casi alcanzada [...], pero al terminar la meta “¿Iba a acabarse todo?” Después de Santiago “¿qué?” Debía fermentar y concretarse en algo todo el movimiento peregrinante, no tanto natural pero sí espiritual.

            »El hecho de ir a Santiago era ya lo de menos si se había logrado la peregrinación del espíritu y fue cuando surgió algo que se llevaba muy dentro: “hacer de cada hombre, de cada joven un templo del Espíritu Santo; que en todas las líneas de la sociedad se viviera Cristo, se sintieran todos Hijos de Dios por la Gracia –desde el primer hasta el último ciudadano–, el hombre de cualquier raza o nación; se sintieran todos Hijos de Dios de verdad. Hacía falta que la doctrina y el estilo de Cristo llegara genuinamente a todos los rincones.

            »¿Cómo hacerlo? Las filas de la Acción Católica se nutrían de los que sentían la llamada del apostolado y la idea de llevar y caminar a Santiago; las estrofas del himno eran subyacentes por sí “llevar almas de joven a Cristo ...”. La espiritualidad de Santiago se consiguió con los Cursillos de Guías y Adelantados de Peregrinos inyectar nueva sabia en las filas de quienes militábamos en Acción Católica [3]. Así se consiguió preparar unos cuadros para que la peregrinación a Santiago llegara a buen fin. Repito que no dejaba de preocupar la idea de que después de Santiago no se podía colgar el bordón de peregrino y a vegetar. Se debía hacer algo; claro que no se podía hablar de peregrinar de nuevo, pero sí de un eterno peregrinar de todos los que estaban fuera de la línea de Cristo, pesaba sobre todos esta imponente misión, pero que haremos, pues que vamos a decir: QUE VIVAN EN GRACIA, que es lo único que vale la pena» [4].

 

            3.         Eduardo Suárez

 

            «Precisamente –le pregunta Eduardo Suárez a Bonnín– en una carta que te dirigió el 3 de mayo de 1997, y a la cual he podido tener acceso porque, como tú sabes, le ha interesado darle difusión, el padre Cesáreo te señala [entre otras muchas cosas] que [...] “ese joven [Bonnín] fue también a Santiago. Y, al regresar, cuando los del Consejo de la Juventud de Acción Católica Mallorquina (CJACM), se preguntaron ¿qué hacemos? Esos cursillos que han dado tanto fruto, ¿por qué no los continuamos? Y alguien replicó: “No pude ser porque esos Cursillos eran para conquistar jóvenes para una Peregrinación a Santiago, que ya se hizo. Otro puntualizó. Pero pueden organizarse para conquistar para la Acción Católica”.

            »La historia sigue por sus propios derroteros, a pesar de que es muy sencillo comprobar documentalmente que aquello no fue así. Sin embargo, me he permitido leerte todo esto para conocer tu opinión» [5].

 

                La pregunta de Eduardo Suárez a Bonnín consta de dos partes perfectamente diferenciadas. Una, el texto de la carta del padre Cesáreo; otra, las palabras de Eduardo Suárez.

                Eduardo Suárez no acepta la versión del padre Cesáreo. Se limita a decir que es muy sencillo comprobar documentalmente que aquello no fue así, pero no aporta prueba alguna que acredite lo contrario ni siquiera hace comentario alguno. Sin embargo, desea conocer la opinión de Bonnín. Éste nada le dice sobre este particular.

 

            4.         Mons. Hervás

 

            «[...] Aquella siembra del Ideal Peregrinante y de anhelos de santidad [por parte de Manuel Aparici] –escribe Mons. Hervás– había de proyectarse más allá del objetivo material de la peregrinación, con ansias de hacer perenne este Ideal y mantener en continua vibración a la juventud española» [6] .

 

            5.         Manuel Vigil y Vázquez

 

            Al anochecer de aquel día, de la magna Peregrinación mundial juvenil a Santiago en agosto de 1948, «[...] las ondas de la radio trajeron ante la enfervorizada muchedumbre juvenil la palabra del Papa, que habló en un dulce español, acordando el esplendoroso pasado de Santiago y preguntándose si toda esa gloria católica iba a quedar en un recuerdo añejo, y añadiendo él mismo que los jóvenes católicos de España, con su deseo de forjar una Cristiandad ejemplo, están respondiendo que no. Los añejos recuerdo son renovada realidad» [7].

 

            6.         Radiomensaje de S.S. Pío XII

 

            En su mensaje, tras una bella evocación histórica de Compostela, del Camino de Santiago y del término de las peregrinaciones con el abrazo a la imagen del apóstol, se preguntaba: «Pero ¿habría de quedarse todo en recuerdos añejos o en memorias muertas?». Y el Papa se respondía, diciendo: «Y he aquí que vosotros, para mostrar vuestra juventud intacta, para proclamar la sublime locura de un Dios crucificado y para forjar en vosotros mismos una Cristiandad ejemplar, habéis respondido rotundamente que no. Los añejos recuerdos y las vetustas memorias, al conjuro de vuestro vibrante entusiasmo juvenil, se han convertido de nuevo en realidad» [8].

 

            7.         Mons. Pla y Deniel

                        Cardenal Arzobispo de Toledo

 

            «En 1958, al cumplirse los diez años de la histórica peregrinación a Compostela, el Cardenal Primado, D. Enrique Pla y Deniel, reitera la vigencia del Ideal Peregrinante al escribir en SIGNO [9] que: “al rememorar la Peregrinación de los jóvenes acampados en Santiago, representando a todos los Jóvenes de Acción Católica Española, con verdadero espíritu de “peregrinos”, que es espíritu de piedad, de entusiasmo idealista, de penitencia y de sacrificio, ¿yo qué os voy a decir, yo qué os puedo y debo decir? “Conservad el espíritu” ... el espíritu de aquella Peregrinación, pues sólo así seguirá siendo lo que debe ser la Juventud de Acción Católica Española”» [10].

 

            8.         Juan Candela Martínez

 

En el prólogo del libro Compromiso de Peregrino, modesta edición, 1948, que recoge el pensamiento de Manuel Aparici modesta edición, 1948, Juan Candela Martínez, a la sazón Presidente del Consejo Diocesano de los Jóvenes de Acción Católica de Murcia [11], cuando Manuel Aparici era Presidente Nacional, escribe:

 

«La aportación en este sentido de Manuel Aparici es valiosísima para la Juventud de Acción Católica de España. Con ello se responde también a la pregunta de muchos: ¿Qué hacer, qué decir, qué pensar cuando regresemos de Santiago? Para quienes planteen el problema de forma radical y casi angustiosa, él da una visión de la peregrinación como tarea permanente […]».

 

            9.         SIGNO

 

            «Pero tras Santiago, ¿qué?. El semanario editorializa que no fue un fin sino un comienzo para “el retorno a nuestros mejores ideales”. La tensión peregrinante con su acerado sentido espiritual se mantiene en alto [...]. Pero al cabo de los años [...] ya se ve que Santiago de Compostela sigue en el punto de mira de la Cristiandad. Los hechos cantan.

            »Aquella dinámica peregrinante que [...] Manuel Aparici supo despertar hace más de medio siglo en la juventud española de entonces, persiste a pesar de los pesares; persiste pese a los más bien durmientes años 50 y los alborotados años 60 [...]» [12].

 

 



[1]  SDE p. 57.

[2]  HCC p. 37.

[3]  « Es un de los nombres del equipo de iniciadores que guardan los Archivos del MCC ad perpetuam rei memoriam (EBAC p. 102 y HCC pp. 31 y 32). Intervino en numerosos Cursillos de Cristiandad y fue  nombrado Presidente Diocesano de los Jóvenes de Acción Católica de Mallorca en enero de 1953.

[4]  http://www.cursillos.net/Barlome.htm

[5] EBAC pp. 69 y 70.

[6]  «Los Cursillos de Cristiandad, instrumento de renovación cristiana. Juan Hervás, Obispo» (KERYGMA, Boletín del Secretariado Nacional de Cursillos de Cristiandad de España, núm. 82, noviembre-diciembre 1998, p. 13).

[7]  SIGNO de fecha 4 de marzo de 1950.

Conoció a Manuel Aparici en 1935 siendo éste Presidente del Consejo Superior de los Jóvenes de Acción Católica. Él era miembro del Consejo Diocesano de Madrid-Alcalá. En julio de 1936 Manuel Aparici le nombró Delegado del Consejo Superior en los Cursos de verano que se celebraran en el Colegio Cántabro de Santander. Director de SIGNO, testigo en su Causa de Canonización, etc. (C.P. pp. 9886-9893).

[8] Página web: http://www.peregrinosdelaiglesia.org

[9]  De fecha 6 de septiembre de 1958.

[10]  Los días 29 y 30 de noviembre de 2003, con motivo del Centenario del Nacimiento de Manuel Aparici, tenía lugar el Congreso Nacional bajo la Presidencia de Honor del Emmo. y Rvdmo. Sr. D. Antonio María Rouco Varela, Cardenal Arzobispo de Madrid. Una de las ponencias –que se facilita como anexo– estuvo dedicada al «Ideal Peregrinante y Vanguardia de Cristiandad: Unidad en la fe de los Pueblos Hispanos». Ponente: Rvdo. D. José Manuel de Lapuerta y Quintero, Consiliario de la Asociación de Peregrinos de la Iglesia y testigo en su Causa de Canonización.

[11]  Conoció a Manuel Aparici en la Peregrinación de los Jóvenes de Acción Católica al Pilar de Zaragoza en 1940. Tenía 21 años. Más tarde le trató como Consiliario Nacional; él seguía siendo Presidente Diocesano. El trato fue muy amistoso y fraterno, con un fondo de espiritualidad y afán apostólico. Ha sido testigo en su Causa de Canonización, etc. (C.P. pp. 628-642).

[12]  Manuel Vigil y Vázquez, testigo. «El drama de la Acción católica y el “Nacionalcatolicismo”», pp. 100-101.


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El Delegado de Migraciones de la Diócesis de Tenerife anuncia Jornadas de Formación bajo el lema "Tu parroquia, lugar de encuentro".

Delegación
de Migraciones
Diócesis de San Cristóbal de La Laguna
Tenerife - La Palma • La Gomera - El Hierro


San Cristóbal de La Laguna, 14 de Febrero de 2008

Querido hermano en Cristo:


Ante todo, un saludo afectuoso y el deseo de un buen camino cuaresmal hacia la Pascua, queriendo ser y hacer memoria de Jesucristo Resucitado. Después de haber celebrado el Día de las Migraciones el pasado mes de enero, ahora te enviamos el material de las Jornadas de Formación que también celebramos anualmente ya que, en palabras de Benedicto XV!, la realidad de la inmigración es uno de los "signos de nuestro tiempo" al que se hace necesario dar una respuesta acertada desde la fe, desde el Evangelio, desde la misma vida de la Iglesia, en el "aquí y ahora" de nuestras parroquias y de toda la Diócesis.


De acuerdo con el nuevo Plan Pastoral y dentro de nuestra programación, que quiere incidir en la parroquia durante el presente curso, hemos preparado las IV Jornadas de Formación ante la realidad de la inmigración, bajo el lema: "Tu parroquia, lugar de encuentro", que se van a desarrollar los días 5, 6 y 7 de Marzo (miércoles, jueves y viernes), en el Seminario Diocesano en horario de tarde, de 19 a 21,30 horas y que serán dirigidas por varios colaboradores de la Delegación de Migraciones con experiencia en el campo que nos ocupa.


Queremos recordar que las jornadas están abiertas a la participación de cualquier persona sensible a esta realidad; pero, de manera especial, a aquellos -seglares y consagrados- que estén desarrollando labores en el campo de la pastoral con inmigrantes o que deseen iniciarse en el trabajo directo de la acogida y la integración de los inmigrantes en la vida de nuestras comunidades parroquiales. Igualmente pensamos que pueden ser válidas para catequistas, miembros de grupos de animación litúrgica, profesores de religión, voluntariado de Cáritas y para cualquier agente de pastoral que vea la urgencia de no desatender este campo de la evangelización. Así mismo, sería bueno que participaran algunos inmigrantes que, integrados ya en nuestras parroquias, pudieran ser puentes de integración para otros que están llegando.


Te animamos a que acojas esta llamada que nos hace el Señor y a que hagas partícipe de ella a cuantos creas que puedan estar interesados, sabiendo que el esfuerzo revertirá en beneficio para la vida de nuestra Iglesia Diocesana.


VATICANO - Las respuestas de la Iglesia y de la sociedad al aumento de las personas sin techo: "en ellos se hace presente el Cristo doliente y resucitado"

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - "El compromiso eclesial a favor de los sin techo se base en la verdad fundamental de que en ellos se hace presente Cristo que sufre y ha resucitado. Siguiendo el ejemplo de Cristo, es necesario escucharles, darles confianza y crear relaciones. Para lograrlo, la Iglesia tiene que salir a su encuentro en la calle, con una implicación positiva". Es una de las numerosas "Recomendaciones" que han surgido del Primer Encuentro Internacional sobre la Pastoral de los sin techo, promovido por el Consejo Pontificio para la pastoral de los Emigrantes e itinerantes, que se ha desarrollado del 26-27 de noviembre en el Vaticano. El Documento final, apenas publicado, recorre en síntesis los trabajos del congreso, reconduce las conclusiones y recomendaciones.

Entre los 19 puntos en que se articulan las Conclusiones, se recuerda ante todo que "debido a su condición, la persona sin morada fija tiene una singularidad y unicidad irrepetible. En una sociedad que lee las relaciones sociales en función de los intereses económicos, la Iglesia asume la misión de restituir el valor de la gratuidad, de la relación en su sentido más profundo". Para algunos "consideran la pobreza como la consecuencia de una vida sin valores y, en consecuencia, una culpa. Por lo tanto se ve la pobreza como una situación de la cual es casi imposible emanciparse”. Se recuerda sin embargo que vivimos en una "sociedad de riesgo", en la que nadie puede estar seguro de no acabar siendo pobre.
Se subraya a continuación el compromiso de la Iglesia: "En cada uno de los cinco continentes el ejemplo y la abnegación de las comunidades cristianas respecto a los "últimos entre los últimos" es una señal evidente del amor de Dios hacia la persona humana, viva donde viva y en la situación existencial en que se encuentre… La Iglesia, a través de sus múltiples instituciones, socorre a los sin techo gracias a comedores, refugios, cursos de formación profesional y empleo, advocacy, poniendo a disposición practicas para la contratación del empleo como parte integrante del proceso de integración en la comunidad y garantizando asistencia pastoral. Los cambios políticos y los fenómenos sociales en continua transformación necesitan de una acción profética por parte de las Iglesias locales. Hoy en día constatamos que ellas están constantemente comprometidas en defensa de la vida, a través de sus elecciones y el testimonio de que el amor a Cristo es una fuente de curación de las heridas de la indiferencia”.

Desde el momento que "el número de las personas sin techo tiende a aumentar sea en los Países industrializados como en aquellos en vías de desarrollo, en las grandes ciudades y en las zonas rurales, entre ciudadanos domiciliados e inmigrantes, incluidos hombres, mujeres de todas las edades y niños", los participantes en el encuentro subrayan que "los sin techo representan un desafío para toda la sociedad, que está llamada a la corresponsabilidad en la promoción de un acercamiento apasionado al problema".

Son por último, 36 las "Recomendaciones" que constituyen la tercera parte del Documento final del encuentro. Se recomienda a la sociedad entre otras cosas "crear una “rede” local, en la que se reconozcan las responsabilidades y las competencias, dando la preferencia a la programación antes que a la intervención en situaciones de emergencia". A la Iglesia se le recomienda la "fomentar la colaboración entre instituciones eclesiales, poniendo fin a la tendencia de actuar a solas, a veces con espíritu de competición" y la cooperación con las autoridades civiles, las otras denominaciones religiosas y con instituciones no confesionales. "Las Conferencias Episcopales y las correspondientes Estructuras Jerárquicas de las Iglesias Orientales Católicas hagan obra de “advocacy” en favor de los derechos a la casa y al desarrollo, en el espíritu de la Populorum Progressio", además se propone un día de oración para recordar las pobrezas extremas, quizá el 17 de octubre, día mundial contra la pobreza. A las Diócesis se sugiere destinar edificios eclesiales inutilizados como viviendas económicas y geriátricos, además de formar a los seminaristas, religiosos y agentes pastorales sobre los temas de la doctrina social de la Iglesia y sobre la atención pastoral de los pobres y marginados. Que las parroquias se conviertan en auténticas "comunidades de acogida": por tanto homilías y catequesis " han de prestar atención a las desventuras de los sin techo y a las consiguientes respuestas cristianas”.

Por último, el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes debe redactar un listado de las organizaciones que actúan con los sin techo, para facilitar el intercambio de "modelos" y simplificar la comunicación y la coordinación; dedicar cada año una semana a la sensibilización sobre las necesidades pastorales de las personas sin techo; dar una continuación a este primer Congreso. (S.L) (Agencia Fides 19/2/2008 - Líneas: 58 Palabras: 812)

Links:
El texto completo del Documento final
http://www.fides.org/ita/vita_chiesa/2008/pcpmi_190208.html


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La oficina de Prensa del Obispado nos ha remitido el siguiente artículo del obispo de Tenerife Don Bernardo Álvarez Afonso.

De parte del Obispo
(Ver segunda parte)

“Séptima peregrinación a Candelaria por la paz”(I)

 

El próximo sábado 23 de febrero tendrá lugar la “Séptima peregrinación a Candelaria en oración por la paz”. Un  acto que, como siempre, lo hacemos con el fin de despertar la conciencia de todos sobre el valor de la paz (y de los peligros que la amenazan) y, al mismo tiempo, pedir a Dios que todas las personas, familias, pueblos y naciones de la Tierra disfruten de una paz estable y duradera.

Han pasado ya seis años desde que, en enero de 2002, el entonces Papa Juan Pablo II, enormemente preocupado ante un posible conflicto bélico en Irak, pidió a todos los católicos que hiciéramos encuentros de reflexión y oración a favor de la paz. Ya ese año, el último sábado de enero, organizamos en nuestra Diócesis una “peregrinación a Candelaria en oración por la paz”  uniéndonos al profundo deseo del Papa de impedir la guerra en Irak. Lamentablemente, al año siguiente, en marzo de 2003, se inició la guerra de Irak: un terrible conflicto —aún sin resolver— que está dejando tras de sí una pérdida continua de vidas humanas y una degradación cada vez mayor de las condiciones de vida para el conjunto de la población, situación que, a su vez, genera nuevos enfrentamientos —incluso entre los propios irakíes— en una espiral de violencia que no parece tener fin.

A esta —ya crónica— situación de Irak hay que unir todos los demás conflictos bélicos y acciones terroristas que perviven en diversos países de los cinco continentes (se habla de 30 conflictos armados y más de 40 grupos terroristas en activo en todo el mundo), sin olvidar, además, el peligro de nuevos conflictos por intereses de poder (ideológicos, estratégicos y económicos) y la amenaza que siempre supone para la paz la miseria y las injusticias en las que viven millones de personas. Cuando falta la justicia y el respeto a los derechos humanos es imposible la paz, pues como dice la Biblia, “la justicia y la paz se besan”  y “la paz es el fruto de la justicia”.

Este año, en consonancia con el Mensaje del Papa Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Paz, nuestro lema es “Familia humana, comunidad de paz”. Haciendo un parangón con la familia natural, el Papa nos recuerda que para la construcción de una  humanidad pacificada es necesario partir del hecho de que los seres humanos no formamos sólo una agrupación de ciudadanos, sino una comunidad de hermanos y hermanas, llamados a formar una gran familia sobre la base del reconocimiento de “Dios como fuente de la propia existencia y la de los demás”. Todos tenemos un “Padre común”, por eso, “los pueblos de la tierra están llamados a establecer entre sí relaciones de solidaridad y colaboración, como corresponde a los miembros de la única familia humana”. Para la consecución del ideal de la paz, el Papa considera fundamental la protección de la familia, ya que “la negación o restricción de los derechos de la familia, al oscurecer la verdad sobre el hombre, amenaza los fundamentos mismos de la paz”. La familia “es la principal «agencia» de paz”, por tanto, el debilitamiento de la institución familiar es una amenaza para la paz.

Resulta muy iluminador el Mensaje del Papa, por cuanto nos pone ante los ojos la defensa de la familia como una tarea de primer orden para construir la paz de la comunidad en todas sus dimensiones (local, nacional, internacional). La familia es una realidad que nos toca a todos muy de cerca, y en la que todos estamos insertos, por tanto, trabajando por el bien de la familia estamos trabajando por la paz. El mismo Benedicto XVI nos dice en su Mensaje algunos aspectos a tener en cuenta: “Todo lo que contribuye a debilitar la familia fundada en el matrimonio de un hombre y una mujer, lo que directa o indirectamente dificulta su disponibilidad para la acogida responsable de una nueva vida, lo que se opone a su derecho de ser la primera responsable de la educación de los hijos, es un impedimento objetivo para el camino de la paz. La familia tiene necesidad de una casa, del trabajo y del debido reconocimiento de la actividad doméstica de los padres; de escuela para los hijos, de asistencia sanitaria básica para todos. Cuando la sociedad y la política no se esfuerzan en ayudar a la familia en estos campos, se privan de un recurso esencial para el servicio de la paz” (n. 5).

 

† Bernardo Álvarez Afonso

                                                                                  Obispo Nivariense


Martes, 19 de febrero de 2008

ZENIT.org  publica el discurso que dirigió Benedicto XVI el lunes, 18 de febrero de 2008, a los miembros del Consejo Ejecutivo de las Uniones Internacionales de los Superiores y Superioras Mayores, reunidos en el Vaticano para reflexionar sobre «algunos aspectos particularmente actuales e importantes de la Vida Consagrada».

Queridos hermanos y hermanas:

Al final de esta mañana de reflexión común sobre algunos aspectos particularmente actuales e importantes de la vida consagrada en nuestro tiempo, quisiera ante todo dar las gracias al Señor que nos ha ofrecido la posibilidad de este encuentro sumamente provechoso para todos. Hemos tenido la posibilidad de analizar juntos las potencialidades y las expectativas, las esperanzas y las dificultades que hoy encuentran los institutos de vida consagrada.

He escuchado con gran atención e interés vuestros testimonios, vuestras experiencias y he tomado nota de vuestras peticiones. Todos advertimos que en la sociedad moderna globalizada cada vez es más difícil anunciar y testimoniar el Evangelio. Si esto es válido para todos los bautizados, con mayor razón es válido para las personas que Jesús llama a su seguimiento de manera más radical a través de la consagración religiosa. El proceso de secularización que avanza en la cultura contemporánea no ahorra, desgraciadamente, ni siquiera a las comunidades religiosas.

Sin embargo no hay que descorazonarse porque, cómo habéis recordado, si las nubes se adensan en el horizonte de la vida religiosa, también surgen y están en constante aumento las señales de un despertar providencial que suscita motivos de esperanza. El Espíritu Santo sopla con fuerza en la Iglesia suscitando una fidelidad nueva en los institutos históricos, junto a formas nuevas de consagración religiosa en consonancia con las exigencias del tiempo. Hoy, como en todas las épocas, no faltan almas generosas dispuestas a abandonar a todos y a todo para abrazar a Cristo y su Evangelio, consagrando a su servicio su existencia dentro de comunidades caracterizadas por el entusiasmo, la generosidad y la alegría. Lo que caracteriza a estas nuevas experiencias de vida consagrada es el deseo común de pobreza evangélica practicada radicalmente, de amor fiel a la Iglesia, de dedicación generosa al prójimo, sobre todo a esas pobrezas espirituales típicas de la época contemporánea

Al igual que mis venerados predecesores, en varias ocasiones yo también he querido subrayar que los hombres de hoy experimentan una fuerte atracción religiosa y espiritual, pero sólo están dispuestos a escuchar y a seguir a quien testimonia con coherencia su adhesión a Cristo. Y es interesante constatar que tienen riqueza de vocaciones aquellos institutos que han conservado y han escogido un tenor de vida con frecuencia muy austero y fiel al Evangelio vivido «sine glossa».

Pienso en tantas comunidades de fieles y en las nuevas experiencias de vida consagrada que vosotros conocéis muy bien; pienso en el trabajo misionero de muchos grupos y movimientos eclesiales, de los que surgen muchas vocaciones sacerdotales y religiosas; pienso en las muchachas y en los jóvenes que lo dejan todo para entrar en monasterios y conventos de clausura. Es verdad, lo podemos decir con alegría, también hoy el Señor sigue mandando obreros a su viña y enriqueciendo a su pueblo con muchas y santas vocaciones. Le damos las gracias por esto y le pedimos que al entusiasmo de las decisiones iniciales --muchos jóvenes de hecho emprenden la senda de la perfección evangélica y entran en nuevas formas de vida consagrada tras conmovedoras conversiones-- le siga el compromiso de la perseverancia en un auténtico camino de perfección ascética y espiritual, un camino de verdadera santidad.

Por lo que se refiere a las órdenes y congregaciones con una larga tradición en la Iglesia, se constata, como vosotros mismos lo habéis subrayado, que en las últimas décadas en casi todas --tanto las masculinas como las femeninas-- se ha dado una difícil crisis debida al envejecimiento de sus miembros y a una disminución, más o menos acentuada de las vocaciones, y a veces incluso a un "cansancio" espiritual y carismático.

Esta crisis, en ciertos casos, ha sido incluso preocupante. Junto a situaciones difíciles, se dan también signos de recuperación positiva, sobre todo cuando las comunidades deciden volver a sus orígenes para vivir más de acuerdo con el espíritu del fundador. En casi todos los últimos capítulos generales de los institutos religiosos, el tema recurrente ha sido el redescubrimiento del carisma fundacional para encarnarlo de forma nueva en el presente. Redescubrir el espíritu de los orígenes, profundizar en el conocimiento del fundador y de la fundadora, ha ayudado a imprimir a los institutos un nuevo y prometedor impulso ascético, apostólico y misionero. De este modo se han revitalizado obras y actividades de siglos; hay nuevas iniciativas de auténtica actuación del carisma de los fundadores. Es necesario seguir caminando por este camino, rezando al Señor para que lleve a pleno cumplimiento la obra que Él comenzó.

Al entrar en el tercer milenio, mi venerado predecesor, el siervo de Dios Juan Pablo II invitó  a toda la comunidad a «volver a comenzar desde Cristo» (carta apostólica Novo millennio ineunte, números 29 ss.). ¡Sí! También los institutos de vida consagrada, si quieren mantener o volver a encontrar su vitalidad y eficacia apostólica, tienen que «volver a comenzar desde Cristo»¸ continuamente. Él es la roca firme sobre la que tenéis que construir vuestras comunidades y cada uno de vuestros proyectos de renovación comunitaria y apostólica.

Queridos hermanos y hermanas: gracias de corazón por atención que prestáis al cumplimiento de vuestro comprometedor servicio de guía de vuestras familias religiosas. El Papa está junto a vosotros, os alienta y asegura a cada una de vuestras comunidades un recuerdo cotidiano en la oración.

Al terminar este encuentro, quisiera una vez más saludar con afecto al cardenal secretario de Estado y al cardenal Franc Rodé, así como a cada uno de vosotros. Os pido que saludéis a todos vuestros hermanos en religión, en particular a los ancianos que han servido durante mucho tiempo a vuestros institutos, a los enfermos que contribuyen a la obra de redención con sus sufrimientos, a los jóvenes que son la esperanza de vuestras diferentes familias religiosas y de la Iglesia. A todos os encomiendo a la maternal protección de María, modelo excelso de vida consagrada mientras os bendigo cordialmente.

[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina

© Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]

 


Publicado por verdenaranja @ 23:08  | Habla el Papa
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Carlos Peinó Agrelo Peregrino, cursillista, colaborador en la redacción de la Positio super virtutibus del Siervo de Dios Manuel Aparici nos envía la siguiente información.


MANUEL APARICI: RECORDANDO LA HISTORIA

VOCALÍA DE RECONSTRUCCIÓN ESPIRITUAL

 

«Repetía mucho la frase del Señor, cuando manifestaba su pena por la muchedumbre que le seguía sin comer y que andaba como ovejas sin pastor, en un momento en que, con motivo de la guerra, una parte considerable de la juventud se encontraba en los cuarteles y en las cárceles [1]; para atenderlos tuvo especialísimo interés en organizar y desarrollar el Apostolado Castrense y el trabajo en las prisiones, aspecto éste en el que tuve experiencia en mi demarcación de La Coruña, como fueron bautizos de adultos, apadrinados por los Coroneles de los Regimientos; y casos similares en las cárceles» [2].

            El Secretariado continuó durante el Curso 1940/1941 la labor iniciada en el anterior, despertando entre los dirigentes y socios en general el entusiasmo e interés hacia este apostolado tan necesario en las circunstancias de entonces y ahora.

            Varios Consejeros Diocesanos –entre ellos el de Palma de Mallorca– organizaron unos grupos de visitadores de cárceles y ayuda a sus familiares, que actuaron en las principales prisiones de España bajo la dirección de los capellanes.

            «[...] El nuevo presidente, José Font [...], –escribe Forteza– propuso la designación del recién llegado –repetimos– para una de las vocalías del Consejo Diocesano, la de “reconstrucción espiritual” –curioso nombre, con evidente sabor de posguerra, que casualmente expresa de forma muy gráfica la labor que a Bonnín le esperaba–» [3].

 

            Ferragut –según Bibiloni– deja la Presidencia Diocesana en julio de 1943 y entra José Font [4], año en que éste  propone a Bonnín para la Vocalía de Reconstrucción Espiritual. Sin embargo, Bibiloni escribe en otro momento que Bonnín fue designado Vocal de Reconstrucción Espiritual en noviembre de 1942, es decir meses antes de que el nuevo Presidente le propusiese para esta Vocalía [5]. ¿Cuál de las dos afirmaciones es la correcta?

 

            «Ese fue –le dice Bonnín a Eduardo Suárez– el nombre que le dieron [...]» [6].

 

            Ante todo reconocer públicamente la gran labor que ha realizado Bonnín con los presos y sus familiares como expresarle nuestro agradecimiento y gratitud.

            Seguidamente aclarar el origen de ese curioso nombre del que habla Forteza y decir quien le dio ese nombre que Bonnín desconoce: Quien se lo dio tiene nombre y apellidos: Manuel Aparici, Vocalía que creó a nivel nacional al final de la guerra [7].

 

            «Una de las preocupaciones más grandes que tuvo D. Manuel –afirma José Ángel Ayala Galán– fue la  reconstrucción espiritual de la España de la posguerra. A mí me tocó colaborar en la Vocalía que creó el Siervo de Dios con el nombre de «Reconstrucción Espiritual», dedicándose principalmente a las cárceles, presos y familiares pues, en su opinión, era el problema más grave en esos momentos para la juventud. Fue una labor enorme que no ha sido suficientemente apreciada  pues abarcó todas las cárceles de España y tuvo una proyección extraordinaria en todas las familias» [8].

            «[...] Una de las obras que animó y apoyó al final de la Guerra –declara Mons. Mauro Rubio Repullés [9]– fue la visita a las cárceles y el trabajo apostólico con los encarcelados, la cercanía a las personas que pensaban de manera diferente, la tolerancia con personas con ideas distintas [la obra de la reconciliación y del perdón, y, como expresión de todo ello, de la Caridad para con el prójimo [...]».

            «[...] Con ellos y sus familiares –dice José Díaz Rincón– hizo una impresionante labor humana, caritativa, social y apostólica [...]» [10].

            «[...] Se entregó apasionadamente a esta tarea –asegura Miguel García de Madariaga–, pues se consideraba responsable de toda la juventud española y quería hacerlo a través de la Juventud de Acción Católica [...]» [11].  «[...] Fue una tarea ardua, difícil –afirma Manuel Gómez del Río–, que requirió de D. Manuel una fortaleza, un gran esfuerzo y una continuidad que exigía grandes sacrificios. Se dedicó en cuerpo y alma a la Juventud. Y  en  esta  situación  yo  siempre  le vi  tranquilo,  optimista,  dispuesto, alegre [...]» [12].

            «Existía una gran colonia de presos que trabajaban en la reconstrucción del Alcázar y en la nueva construcción de la Academia de Infantería, con ellos y sus familiares –dice José Díaz Rincón– hizo una impresionante labor humana, caritativa, social y apostólica que encomendó a la Acción Católica diocesana» .

            «La influencia de Manuel Aparici en la reconstrucción espiritual de España en la posguerra –dice el Rvdo. D. Antonio Garrigós Meseguer– me parece muy importante. Sobre todo porque supo crear un estilo de vida cristiana en la juventud [...]. Creo que es muy reveladora una anécdota que escuché en aquellos tiempos: un hombre que estaba en la cárcel [...] escribía a su mujer: “si veis a una persona que lleva en la solapa una crucecita verde, confiad en él: lo encontraréis dispuesto a ayudaros”. Aunque esa actitud de curar heridas [...] fue adoptada por muchos católicos en aquella época [...] fue una característica muy acentuada en Manolo y en la Juventud de Acción Católica que él inspiró tanto siendo seglar, como en el puesto de Consiliario [...]. Sólo Dios sabe hasta donde esa semilla fecundó el porvenir de nuestra Patria» [13].

            «A Manolo Aparici, ciertamente, su profundidad en la asidua meditación del Evangelio –afirma Mons. Maximino Romero de Lema, Arzobispo– le daba como fruto el amor a todos realizado prácticamente en la obra de reconciliación y de perdón. ¿Actividades concretas? Era ocupación de todos los días (por los mismos años Ángel Herrera era Capellán de Cárceles)» [14].

«Recuerdo claramente -declara Alejandro Fernández Pombo- las exhortaciones que me hacía a mí y a otros jóvenes del Consejo, para practicar y vivir también sencilla y austeramente, y preocuparnos de la pobreza de los demás y tratar de remediarla. En este sentido, hacía referencias directas al mundo de los suburbios, uno de los mayores problemas de Madrid en aquella época, aconsejándonos al menos nuestra presencia allí» [15].

            Y «ponía de manifiesto la responsabilidad y riesgos que comportaba la riqueza, siguiendo plenamente el espíritu evangélico, y los ejemplos que Cristo exponía en sus parábolas», declara Miguel García de Madariaga [16].

            «Por otro lado, algunas Diócesis y más concretamente la de Madrid–Alcalá, inició durante el curso el apostolado de los suburbios, consiguiendo atraer la atención de los jóvenes de centros constituidos en Parroquias de barrios ricos, hacia las gentes de los míseros barrios que rodeaban a las grandes poblaciones» [17].

            «Los jóvenes fueron enrolados en los grupos de vanguardia y retaguardia, actuando los primeros en ayuda de los necesitados y los segundos proporcionando a la vanguardia aquellos víveres, medicinas, resolución de asuntos, etc. necesarios para realizar su apostolado» [18].

Cerca de 10.000 muchachos se consagran especialmente al apostolado en cárceles, hospitales y suburbios.



[1]  De todas las actividades desplegadas por Manuel Aparici sólo nos referimos a cárceles y a suburbios.

[2]  José Luis López Mosteiro (C.P. 406/420)

[3]  HYMC p. 21.

[4]  HCC p. 230.

[5]  HCC p. 230.

[6]  EBAC p. 37.

[7]  «Julio Masip, Presidente de la Unión Diocesana de Asturias, fue llamado por el Consejo Superior para encargarle la Vocalía de Reconstrucción Espiritual, noticia que recoge SIGNO en su número 92, de 18 de octubre de 1941» (Rvdo. D. Francisco Escobar García-Cabezo, Consiliario Diocesano de los Jóvenes de Acción Católica de Asturias, «Juventudes Católicas de Asturias. Treinta Años de Historia, Oviedo». Año Santo Compostelano. 1976).

[8]  C.P. pp. 95-116.

[9]  C.P. pp. 462-482.

[10]  C.P. pp. 220-254.

[11]  C.P. pp. 183-200.

[12]  C.P. pp. 377-392.

[13]  C.P. pp. 340-351.

[14]  C.P. pp. 9814-9832.

[15]  C.P. 340-351.

[16]  C.P. 183-200.

[17]  Manuel Vigil y González. SIGNO de fecha 4 de marzo de 1950 y Memoria General del Curso 1940/1941 de la Asociación de Jóvenes de Acción Católica. Consejo Superior.

[18]  Rvdo. D. Antonio Garrigós Meseguer (C.P. 340-351)


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Carlos Peinó Agrelo Peregrino, cursillista, colaborador en la redacción de la Positio super virtutibus del Siervo de Dios Manuel Aparici nos envía la siguiente información.



MANUEL APARICI

LA OBRA DE RECONCILIACIÓN Y DEL PERDÓN

 

«Repetía mucho la frase del Señor, cuando manifestaba su pena por la muchedumbre que le seguía sin comer y que andaba como ovejas sin pastor, en un momento en que, con motivo de la guerra, una parte considerable de la juventud se encontraba en los cuarteles y en las cárceles; para atenderlos tuvo especialísimo interés en organizar y desarrollar el Apostolado Castrense y el trabajo en las prisiones».

 

            Una de sus preocupaciones más grandes fue la reconstrucción espiritual de España de la postguerra. Para ello creó el Secretariado de Reconstrucción Espiritual. Su influencia fue muy importante sobre todo porque supo crear un estilo de vida cristiana en la juventud.

 

            «Su profundidad en la asidua meditación del Evangelio le daba como fruto el amor a todos realizado prácticamente en la obra de reconciliación y del perdón. Era ocupación de todos los días».

 

            «Una de las obras que animó y apoyó fue la visita a las cárceles y el trabajo apostólico con los encarcelados y familiares, la cercanía a las personas que pensaban de manera diferente, la tolerancia con personas con ideas distintas, y, como expresión de todo ello, de la caridad para con el prójimo» «pues, en su opinión, era el problema más grave en esos momentos para la juventud. Fue una labor enorme que no ha sido suficientemente apreciada, pues abarcó todas las cárceles de España y tuvo una proyección extraordinaria en todas las familias».

 

            ¿Actividades concretas?

 

            «Existía una gran colonia de presos que trabajaban en la reconstrucción del Alcázar y en la nueva construcción de la Academia de Infantería, con ellos y sus familiares hizo una impresionante labor humana, caritativa, social y apostólica que encomendó a la Acción Católica diocesana».

 

            «Es muy reveladora una anécdota que escuché en aquellos tiempos: un hombre que estaba en la cárcel escribía a su mujer: “si veis a una persona que lleva en la solapa una crucecita verde, confiad en él: lo encontraréis dispuesto a ayudaros».

            El Secretariado continuó durante el Curso 1940/1941 la labor iniciada en el anterior, despertando entre los dirigentes y socios en general el entusiasmo e interés hacia este apostolado tan necesario en las circunstancias de entonces y ahora. De todas las actividades desplegadas por él sólo nos referimos a cárceles y a suburbios.

 

            Varios Consejeros Diocesanos organizaron unos grupos de visitadores de cárceles y ayuda a sus familiares, que actuaron en las principales prisiones de España bajo la dirección de los capellanes.

 

            Por otro lado, algunas Diócesis y más concretamente la de Madrid–Alcalá, inició durante el curso el apostolado de los suburbios, consiguiendo atraer la atención de los jóvenes de centros constituidos en Parroquias de barrios ricos, hacia las gentes de los míseros barrios que rodeaban a las grandes poblaciones.

 

            Los jóvenes fueron enrolados en los grupos de vanguardia y retaguardia, actuando los primeros en ayuda de los necesitados y los segundos proporcionando a la vanguardia aquellos víveres, medicinas, resolución de asuntos, etc. necesarios para realizar su apostolado

 

            «Aunque esa actitud de curar heridas ... fue adoptada por muchos católicos en aquella época ... fue una característica muy acentuada en él, tanto de seglar como de sacerdote, y en la Juventud de Acción Católica que él inspiró ... Creo que fue uno de los elementos que configuró un modo de ser español de la posguerra, Sólo Dios sabe hasta donde esa semilla fecundó el porvenir de nuestra Patria».

 

Cerca de 10.000 muchachos se consagran especialmente al apostolado en cárceles, hospitales y suburbios (Bordón Marzo 3).

 

 


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Carlos Peinó Agrelo Peregrino, cursillista, colaborador en la redacción de la Positio super virtutibus del Siervo de Dios Manuel Aparici nos sigueenviando información.

MANUEL APARICI: RECORDANDO LA HISTORIA

CAUSA DE CANONIZACIÓN DEL CURSILLISTA

FORMADOR DE DIRIGENTES

 

            «El problema más importante que tiene la Juventud de Acción Católica en aquellos años –le dice Manuel Aparici a Alberto Martín Artajo a la sazón Director seglar de la Junta Técnica Nacional de Acción Católica– era cubrir los huecos dejados en sus cuadros directivos por los siete mil jóvenes que triunfaron con ocasión de la Cruzada [...]»[1], pero resultaba difícil buscar las personas adecuadas que pudieran dirigirla y, sin embargo, era urgente cubrir rápidamente esos puestos.

            Precisamente, «uno de los puntos que se trató en la Asamblea Nacional de Toledo fue [...] «la reorganización de la Obra y las actuaciones más aconsejables durante el año 1940. Asimismo, se estimuló a los Consejos Diocesanos a reanudar la organización de Cursillos de Formación de Dirigentes [...].

            »Así, en 1940, se organizan los primeros Cursillos de Formación en varias Diócesis, además de los Cursillos Nacionales y de Formación de Profesores de Cursillos para consejeros y propagandistas del Consejo Superior dirigidos estos últimos por Manuel Aparici.

            »La satisfactoria experiencia obtenida con ellos anima al Consejo Superior a proseguir el camino emprendido y a proponer a los Presidentes Diocesanos un plan orgánico y completo de formación de dirigentes del que nacieran los cuadros eficientes que la Acción Católica juvenil necesitaba y les ofrece su ayuda.

            »Comprendía este plan: Cursillos de Adelantados de Peregrinos (dirigentes diocesanos), de Jefes de Peregrinos (dirigentes comarcales y parroquiales), de Guías de Peregrinos (jefes de decuria) y de Instructores Parroquiales de Aspirantes. La realización de este plan fue la preocupación primera del Consejo Superior de la Rama de los Jóvenes de Acción Católica en 1941.

            »En esos años, la Obra se consagra a la tarea de formación de dirigentes y a la intensificación de los trabajos apostólicos, no sólo en el campo de la Acción Católica, sino en todas las instituciones sociales, infundiendo en los miembros de la Rama una verdadera y auténtica orientación apostólica para la vida, que la hacía reaccionar en todo instante como enviados del Señor» [2].

            «Esta renovación era todavía más difícil toda vez que «tras la enorme sangría de la guerra -escribe Aparici- viene ahora otra no menos gloriosa mutilación en el cuerpo de la ya veterana Juventud de Acción Católica. A centenares, estos jóvenes, se dan a los Seminarios y a los Noviciados para cubrir los huecos de los 11.000 sacerdotes sacrificados por los enemigos de Dios [3] [...]. Muchos renunciaron a sus carreras recién terminadas o a un brillante porvenir ya al alcance de la mano ... » [4].

 

            «Una vez más Manuel Aparici volvió a ser el hombre de absoluta dedicación a esta tarea, el instrumento “natural” del Señor por su historia anterior y por su labor en aquellos años en los cuales el espíritu de la Juventud sale enfervorizado. Continuaba de Presidente Nacional a pesar de que ya contaba casi con 37 años» [5].



[1]  Carta de fecha 15 de julio de 1940 (C.P. pp. 9067-9072).

[2]  Informe de los Peritos Archivistas (C.P. pp. 9504-9638).

[3]  «Una de las actividades que tenía in mente Manuel Aparici, después de la guerra, era la provisión de vocaciones sacerdotales, no sólo para el clero regular sino también para las órdenes religiosas» (Felipe González Sánchez. C.P. pp. 283-300).

[4]  Informe de los Peritos Archivistas (C.P. pp. 9504-9638).

[5]  Informe de los Peritos Archivistas (C.P. pp. 9504-9638).


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Lunes, 18 de febrero de 2008

(ZENIT.org) Como es tradicional a inicios de Cuaresma, Benedicto XVI se reunió con los párrocos y el clero de la diócesis de Roma el pasado día 7 de febrero de 2008. El encuentro se desarrolló en forma de diálogo entre el Santo Padre y los participantes. Publicamos la última pregunta y la respuesta que brindó espontáneamente el Papa.

 

[Don Massimo Tellan, párroco:]

Santidad, vivimos inmersos en un mundo con inflación de palabras, a menudo sin significado, que desorientan el corazón humano hasta el punto de que lo hacen sordo a la Palabra de verdad:  Dios hecho carne con el rostro de Jesús. Esa Palabra queda oscurecida en medio de la selva de imágenes ambiguas y efímeras con las que nos bombardean sin cesar. ¿Cómo educar en la fe, a través del binomio palabra-imagen? ¿Cómo podemos volver a recuperar el arte de narrar la fe e introducir el misterio, como se hacía en el pasado, a través de la imagen? ¿Cómo educar en la búsqueda y la contemplación de la verdadera belleza? A este propósito, queremos regalarle un icono de Cristo atado a la columna, imagen de la humanidad que asumió el Verbo.

[Benedicto XVI:]

Gracias por este hermosísimo regalo. Me alegra que no sólo tengamos palabras, sino también imágenes. Vemos que también hoy la meditación cristiana suscita nuevas imágenes; renace la cultura cristiana, la iconografía cristiana. Sí, vivimos en una inflación de palabras, de imágenes. Por eso, es difícil crear espacio para la palabra y para la imagen. Me parece que precisamente en la situación de nuestro mundo, que todos conocemos, que es también nuestro sufrimiento, el sufrimiento de cada uno, el tiempo de Cuaresma cobra un nuevo significado. Ciertamente, el ayuno corporal, durante algún tiempo considerado pasado de moda, hoy se presenta a todos como necesario. No es difícil comprender que debemos ayunar. A veces nos encontramos ante ciertas exageraciones debidas a un ideal de belleza equivocado. Pero, en cualquier caso, el ayuno corporal es importante, porque somos cuerpo y alma, y la disciplina del cuerpo, también la disciplina material, es importante para la vida espiritual, que siempre es vida encarnada en una persona que es cuerpo y alma.

Esta es una dimensión. Hoy crecen y se manifiestan otras dimensiones. Me parece que precisamente el tiempo de Cuaresma podría ser también un tiempo de ayuno de palabras y de imágenes. Necesitamos un poco de silencio, necesitamos un espacio sin el bombardeo permanente de imágenes. En este sentido, hacer accesible y comprensible hoy el significado de cuarenta días de disciplina exterior e interior es muy importante para ayudarnos a comprender que una dimensión de nuestra Cuaresma, de esta disciplina corporal y espiritual, es crearnos espacios de silencio y también sin imágenes, para volver a abrir nuestro corazón a la imagen verdadera y a la palabra verdadera.

Me parece prometedor que también hoy se vea que hay un renacimiento del arte cristiano, tanto de una música meditativa -como por ejemplo la que surgió en Taizé-, como también, remitiéndome al arte del icono, de un arte cristiano que se mantiene en el ámbito de las grandes reglas del arte iconológico del pasado, pero ampliándose a las experiencias y a las visiones de hoy.

Donde hay una verdadera y profunda meditación de la Palabra, donde entramos realmente en la contemplación de esta visibilidad de Dios en el mundo, de la realidad palpable de Dios en el mundo, nacen también nuevas imágenes, nuevas posibilidades de hacer visibles los acontecimientos de la salvación. Esta es precisamente la consecuencia del acontecimiento de la Encarnación. El Antiguo Testamento prohibía todas las imágenes y debía prohibirlas en un mundo lleno de divinidades. Había un gran vacío, que se manifestaba en el interior del templo, donde, en contraste con otros templos, no había ninguna imagen, sino sólo el trono vacío de la Palabra, la presencia misteriosa del Dios invisible, no circunscrito por nuestras imágenes.

Pero luego el paso nuevo consistió en que ese Dios misterioso nos libró de la inflación de las imágenes, también de un tiempo lleno de imágenes de divinidades, y nos dio la libertad de la visión de lo esencial. Apareció con un rostro, con un cuerpo, con una historia humana que, al mismo tiempo, es una historia divina. Una historia que prosigue en la historia de los santos, de los mártires, de los santos de la caridad, de la palabra, que son siempre explicación, continuación -en el Cuerpo de Cristo- de esta vida suya divina y humana, y nos da las imágenes fundamentales, en las cuales -más allá de las superficiales, que ocultan la realidad- podemos abrir la mirada hacia la Verdad misma. En este sentido, me parece excesivo el período iconoclástico del posconcilio, que sin embargo tenía su sentido, porque tal vez era necesario librarse de una superficialidad de demasiadas imágenes.

Volvamos ahora al conocimiento del Dios que se hizo hombre. Como dice la carta a los Efesios, él es la verdadera imagen. Y en esta verdadera imagen vemos -por encima de las apariencias que ocultan la verdad- la Verdad misma:  "Quien me ve, ve al Padre". En este sentido, yo diría que, con mucho respeto y con mucha reverencia, podemos volver a encontrar un arte cristiano y también las grandes y esenciales representaciones del misterio de Dios en la tradición iconográfica de la Iglesia. Así podremos redescubrir la imagen verdadera, cubierta por las apariencias.

Realmente, la educación cristiana tiene la tarea importante de librarnos de las palabras por la Palabra, que exige continuamente espacios de silencio, de meditación, de profundización, de abstinencia, de disciplina. También la educación con respecto a la verdadera imagen, es decir, al redescubrimiento de los grandes iconos creados en la cristiandad a lo largo de la historia:  con la humildad nos libramos de las imágenes superficiales. Este tipo de iconoclasma siempre es necesario para redescubrir la imagen, es decir, las imágenes fundamentales que manifiestan la presencia de Dios en la carne.

Esta es una dimensión fundamental de la educación en la fe, en el verdadero humanismo, que buscamos en este tiempo en Roma. Hemos redescubierto el icono con sus reglas muy severas, sin las bellezas del Renacimiento. Así podemos volver también nosotros a un camino de redescubrimiento humilde de las grandes imágenes, hacia una liberación siempre nueva de las demasiadas palabras, de las demasiadas imágenes, para redescubrir las imágenes esenciales que nos son necesarias. Dios mismo nos ha mostrado su imagen y nosotros podemos volver a encontrar esta imagen con una profunda meditación de la Palabra, que hace renacer las imágenes.


Así pues, pidamos al Señor que nos ayude en este camino de verdadera educación, de reeducación en la fe, que no sólo es escuchar, sino también ver.


[Traducción distribuida por la Santa Sede


© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]

 


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Carta semanal del Arzobispo de Valencia Don Agustín García-Gasco Vicente para el domingo 20 de Enero de 2008.

La familia, educadora de la paz
 

En la sana vida familiar se experimentan algunos de los elementos más esenciales de la paz. La familia es la primera e insustituible educadora de la paz. En su seno, los hermanos aprenden a relacionarse con justicia y amor; los padres, a ejercer la autoridad para el bien de todos y cada uno de los miembros de la familia, para el bien común familiar; los niños pequeños, los ancianos y los enfermos a recibir un servicio afectuoso que les expresa un amor de predilección; todos a ayudarse mutuamente en las necesidades y a estar dispuestos a acogerse y a perdonarse.

La familia es la célula primera y vital de la sociedad, su verdadero fundamento, ya que permite tener experiencias determinantes de paz. Así lo sentencia Benedicto XVI en su Mensaje de Paz para el año 2008. Dada la misión esencial de paz, resulta particularmente intolerable la violencia cometida dentro de la familia, contra la mujer o los hijos, sanos o enfermos, nacidos o por nacer, o contra los progenitores.

Benedicto XVI insiste en que ninguna comunidad humana puede prescindir del servicio que presta la familia.

El Santo Padre propone el lenguaje familiar como un lenguaje de paz. Se trata de la gramática que todos los niños y niñas aprenden de los gestos y de las miradas de mamá y de papá, incluso antes que de sus palabras. El don de los hijos amorosamente aceptado suscita en el ser humano un lenguaje de paz al que es necesario acudir para mantener vivo el vocabulario de la paz.

La familia tiene el deber de educar a sus miembros en la paz, en la justicia, en la libertad, en la solidaridad, en el amor. Para cumplir con este deber, la familia tiene unos derechos específicos. Los ordenamientos jurídicos han de acogerlos, respetarlos y promoverlos. La gran conquista de civilización jurídica de valor universal, la Declaración Universal de los Derechos humanos, sentencia que «la familia es el núcleo natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a ser protegida por la sociedad y por el Estado».

Para que se reconozca mejor la especial dignidad jurídica de la familia, la Santa Sede ha querido publicar la Carta de los Derechos de la familia. El preámbulo señala que «los derechos de la persona, aunque expresados como derechos del individuo, tienen una dimensión fundamentalmente social que halla su expresión innata y vital en la familia». Los derechos de la familia manifiestan y explicitan la ley natural, inscrita en el corazón del ser humano y que la razón le manifiesta.

El Santo Padre advierte que la negación o restricción de los derechos de la familia, al oscurecer la verdad sobre el hombre, amenaza los fundamentos mismos de la paz. «Quien obstaculiza la institución familiar, aunque sea inconscientemente, hace que la paz de toda la comunidad, nacional e internacional, sea frágil porque debilita lo que, de hecho, es la primera agencia de paz».

Tenemos que ser conscientes de que «todo lo que contribuye a debilitar la familia fundada en el matrimonio de un hombre y una mujer, lo que directa o indirectamente dificulta su disponibilidad para la acogida responsable de la nueva vida, lo que se opone a su derecho de ser la primera responsable de la educación de los hijos, es un impedimento objetivo para el camino de la paz».

La misión de la familia es tan esencial para el servicio de la paz que merece ser ayudada en sus necesidades: casa; trabajo de los padres y madres; reconocimiento de la actividad doméstica de los mismos; escuela para los hijos y asistencia sanitaria para todos.

El Santo Padre nos recuerda que los medios de comunicación tienen un gran potencial educativo, y por ello pueden ejercer su especial responsabilidad en la promoción del respeto por la familia, ilustrar sus esperanzas y derechos, resaltar su belleza. En cada familia hay diariamente pequeños y grandes momentos de generosidad, de entrega, de amor, de esfuerzo e incluso de heroísmo que no puede ni debe de ocultarse.

Cuando se apuesta por la familia, se robustece la paz y se hace más sólida la democracia. La libertad más alta del ser humano es la libertad para amar, que se aprende y se ejercita en la familia.

Con mi bendición y afecto,


Publicado por verdenaranja @ 22:58  | Hablan los obispos
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Enrique Monasterio

Un safari en mi pasillo


Símbolos de poder han existido siempre y seguirán existiendo por los siglos de los siglos. La corona de los monarcas, el penacho de plumas del jefe sioux, los galones y estrellas de los militares y los arreos indumentarios de los alcaldes, cumplen esa función: significan que quienes los ostentan tienen autoridad y, por tanto, deben ser tratados con respeto y reverencia.

        La mayor parte de estos signos son convencionales y podrían ser sustituidos por otros igualmente arbitrarios. Entre una corona de oro y una boina colorada no hay, en el fondo, tanta diferencia. Sin embargo algunos distintivos sí que tienen relación directa y práctica con la potestad que significan. Así, por ejemplo, la vara de mando que todavía hoy llevan ciertos munícipes, fue al principio un contundente garrote para desanimar a los díscolos. 

        Este siglo que comienza tiene también sus propios signos de poder, actualizados por la tecnología. Ahora, en las familias, el símbolo de la autoridad, la esencia misma de la patria potestad, se concentra en un aparatito minúsculo y lleno de botones, que, con toda lógica, se llama "el mando": me refiero al mando a distancia, por supuesto.

        El invento tiene pocos años. Yo lo vi por primera vez en 1980, en casa de un amigo que me invitó a ver un partido de fútbol. Cuatro lustros después, el mando ha aprendido latín: abre el garaje de la casa, enciende la tele, pone un disco, graba una película, modula el volumen, cambia de canal, reemplaza el compacto, conecta la alarma, activa el lavaplatos, acuna al bebé…

        Con un mando a distancia los terroristas hacen volar por los aires sus coches-bomba, y con otro algo más complejo Bush y Putin pueden mandar el Planeta a freír monas.

        Hace algún tiempo, un perturbado, en un ataque de surrealismo lírico, secuestró un avión utilizando como arma el  mando a distancia de su televisor. Y pocos años antes, en Nápoles, un enérgico marido acuchillaba a su mujer, porque le escondía el mando cada vez que la tele transmitía un partido de Maradona. 

        Tengo para mí que, si Jesús hubiese venido a la tierra en el siglo XXI, no habría prometido a San Pedro las llaves del Reino, sino el mando a distancia, que viene a ser lo mismo.

         El caso es que los hogares de España se han llenado de mandos y de confusión. Los niños manejan unos y los padres otros, con lo que la guerra digital se hace inevitable. Por otra parte, estos artilugios tienen la tendencia a esconderse bajo los cojines de los sofás, a mimetizarse en las estanterías de las habitaciones y a desaparecer en el dormitorio de los chicos. De ahí que, cuando el padre de familia necesita encender la televisión y toma el mando, lo más normal es que ponga en marcha el de la batidora o suene el tocadiscos con el último alarido de U2.

Además, como la capacidad tecnológica de los adolescentes es mayor que la de los adultos, los chavales se van haciendo con el mando en la mayoría de las casa: ellos controlan la tele, programan y graban las películas con sorprendente anticipación, manipulan, bobinan, rebobinan, mezclan imágenes, borran, cliquean, resetean…, y todo a tanta velocidad que no hay padre, madre ni abuela capaz de seguirlos. 

        El problema es grave. Ya sabíamos desde hace tiempo que la batalla entre generaciones pintaba mal para los padres, pero lo que se avecina puede ser definitivo. Si los progenitores no vencen esta contienda, muy pronto serán controlados por una cuadrilla de androides impúberes, que no se despegarán del sofá materno ni con agua caliente.

        Quiero decir que la lucha por apoderarse del mando a distancia es una verdadera guerra civil a escala familiar en la que está en juego el futuro de la civilización occidental. 

        ¿Y qué pueden hacer los padres de familia? 

        Mi hermano Toni, que es hombre práctico pero autoritario, sugiere que se invente un mando capaz de controlarlo todo e incluso de paralizar a niños, suegras y cuñadas cuando sea necesario. Kloster pide que se expida un carné de manejar mandos a distancia, igual que el de conducir, tras someter al candidato a penosas pruebas psicotécnicas. 

        Y uno, que debe cerrar ya el artículo, siente la tentación de elaborar un bando alertando al personal, como el alcalde de Móstoles en 1808, de que "la Patria (potestad) está en peligro y hay que venir a salvarla". Esta vez los culpables no son los franceses, sino el letargo de los padres y la Tribu Danone, que se ha quedado con el mando.

 

 

 

NOVEDADES FLUVIUM


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CARTA DEL CONSEJO DE ASUNTOS ECONOMICOS A LOS PARROCOS

 

Campaña sobre el

sostenimiento de la Iglesia Católica

Cuaresma 2008

Todos somos Iglesia. Es tiempo de compartir.

 

 

Mendoza, Noviembre de 2007


A cada uno de los Párrocos

de la Iglesia en la Argentina

 

 

Querido hermano:

 

            Vistos los frutos obtenidos en las Campañas anteriores, los obispos de la Argentina hemos decidido continuar con esta experiencia, realizando la 4º Campaña sobre el sostenimiento de la Iglesia, en Cuaresma de 2008.

 

La principal intención de estas Campañas es colaborar contigo y tu comunidad parroquial, para facilitar la tarea de CONCIENTIZAR al pueblo de Dios en su responsabilidad de sostener la tarea evangelizadora. Aunque las diócesis y parroquias viven situaciones distintas, todos compartimos la necesidad de informar y de educar al pueblo de Dios en estos temas.

 

Como se trata de una Campaña Nacional, es amplia y general en su planteo. Por lo tanto, será necesario adaptarla a cada realidad particular, ya sea diocesana como parroquial. En esto es fundamental tu rol. Te invitamos a una reflexión con otros sacerdotes y con los principales referentes de tu comunidad, en orden a pensar cómo aprovecharla en forma creativa.

 

Las principales CARACTERÍSTICAS de la Campaña son:

 

 

1) OBJETIVOS:

Animar la responsabilidad de cada católico a una mayor participación en el sostenimiento de la tarea evangelizadora

Informar a los fieles sobre cómo se sostiene actualmente la Iglesia católica

 

2) LEMA: Todos somos Iglesia. Es tiempo de compartir.

 

3) FECHA: 4º Domingo de Cuaresma (1 y 2 de marzo de 2008), y también algunos días más, a criterio de cada diócesis.

 

4)  ESTILO: los pastores se dirigen al pueblo de Dios, siendo sus DESTINATARIOS principales los fieles que participan de la vida comunitaria parroquial.

 

 

           

Como en los años anteriores, con ayuda del Equipo Nacional Compartir, se prepararon los siguientes MATERIALES:

1)         Carta de los Obispos a cada uno de los católicos para ser leída en las misas del 1 y 2 de marzo de 2008 (4º domingo de Cuaresma). En la medida de las posibilidades, sería bueno entregar una copia a cada familia.

2)         Folleto explicativo sobre el sostenimiento de la obra evangelizadora de la Iglesia para ser entregado a los fieles. El mismo se ofrece en dos modelos (tríptico y díptico) para que cada uno pueda optar por el diseño que le parezca más adecuado para sus fieles.

3)         Afiche sobre la Campaña para exponer en los templos y otras comunidades.

4)         Spot radial

5) Subsidio para la liturgia del 4º Domingo de Cuaresma que favorezca la reflexión sobre el sostenimiento de la evangelización.

 

Gracias al aporte de la Conferencia Episcopal Argentina ($30.000) y la colaboración de la Universidad Católica Argentina ($5.000) se enviará a cada diócesis en febrero de 2008 la cantidad de Afiches necesarios para colocar en todas las parroquias y otros centros de culto. También se envía una muestra de todos los materiales desarrollados al Obispo y a cada una de las parroquias.

 

La impresión en cantidad de la Carta de los Obispos y del Folleto (en sus dos modelos) queda a cargo de cada diócesis, según decisión del Obispo. Para ello enviamos al Obispado un CD con los archivos; y también ofrecimos los servicios de una imprenta de Buenos Aires para la multiplicación de los folletos (trípticos color), que deben encargarse antes del 20 de diciembre de 2007.

 

Adjunto encontrarás un ejemplar de los siguientes materiales: Carta de los Obispos a cada uno de los católicos, Folleto (tríptico y díptico) y Afiche.

 

En el mes de febrero de 2008 enviaremos al Obispado los afiches en cantidad suficiente para todas las parroquias y otros centros de culto, y a cada parroquia el Subsidio para la liturgia y una Guía con sugerencias para implementar la Campaña.

 

Si bien esta Campaña no pretende llegar a todos los habitantes, según la conveniencia y posibilidad de cada  diócesis, convendrá tener en cuenta la utilización de los MEDIOS MASIVOS DE COMUNICACIÓN, a fin de que se conozca y comprenda más allá de sus destinatarios inmediatos. Para esto se preparan una Gacetilla de prensa y un Spot radial, ambos disponibles a partir de febrero en la página web de la Conferencia Episcopal (www.cea.org.ar o en www.prensa-cea.com.ar),  y en la página Web del Plan Compartir (www.compartir.org.ar).

 

            Es evidente que para lograr un progresivo cambio de mentalidad sobre el sostenimiento de la obra evangelizadora en la Iglesia, pastores y laicos, debemos comprometernos en un CAMINO DE CONVERSIÓN PERSONAL Y COMUNITARIA. Esto significa, crecer como comunidad parroquial en corresponsabilidad, transparencia, pobreza evangélica, eficacia, solidaridad y ejemplaridad.

 

Creemos que la Campaña es una ocasión muy propicia para dialogar con nuestra gente. Para contarle que se hace en la parroquia, por qué y cómo lo hacemos, con qué sostenemos las múltiples actividades pastorales y qué se necesita.

 

            Con los Obispos del CAE, Mons. Mario Cargnello y Mons. Joaquín Sucunza, te invitamos a promover esta Campaña Nacional en tu comunidad, a fin de dar pasos concretos que revitalicen el camino que con tanto esfuerzo venimos realizando.

 

            Gracias por tu esfuerzo generoso en la comunidad confiada. Recemos unos por otros para que Dios nos conceda abundantes frutos. Con afecto cordial

 

José María Arancibia

Arzobispo de Mendoza

Presidente del CAE

 

 

 

 


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Todos somos Iglesia,

es tiempo de compartir

 

 

 

Carta de los Obispos 

a cada uno de los católicos 

 

Querido hermano, querida hermana:

Los Obispos te escribimos de nuevo, sobre la responsabilidad que compartimos.

Hace 10 años, entregamos la carta pastoral "Compartir la multiforme gracia de Dios", dirigida a cada uno de los católicos, sobre el sostenimiento de nuestra Iglesia.


Desde entonces, trabajamos con empeño y esperanza para que los bautizados vivamos a fondo la responsabilidad de sostener entre todos la gran familia de la Iglesia que formamos, y que quiere estar presente y acompañarte, en todos los momentos de tu vida.


Dios, nuestro Padre, nos ha compartido la riqueza de sus dones. Jesús, el Hijo de Dios y nuestro hermano, murió para salvarnos. El Espíritu nos da su fuerza para vivir el Evangelio y para llevar el mensaje de amor y salvación a nuestros hermanos. Vivamos nuestra fe con alegría y compromiso, poniendo nuestros dones al servicio de la comunión.


Tu persona es única e irremplazable, como lo es cada miembro de tu familia. Tu tiempo y tus talentos son necesarios para que tu comunidad tenga calor de hogar, y así pueda acoger a todos, especialmente a los más desprotegidos, pobres y sufrientes.


Por eso agradecemos tu entrega y tu esfuerzo, y te animamos a seguir ayudando en tu comunidad que tanto lo necesita, poniendo tus dones y tus bienes materiales al servicio de la obra evangelizadora.

Todos somos Iglesia, todos somos familia. Es tiempo de compartir lo que somos y tenemos para que el mensaje de salvación llegue a todos.


Que Jesús, Camino, Verdad y Vida, renueve nuestro corazón en la alegría y el amor que brotan de su Pascua.

 

Los obispos de la Argentina  

 

Febrero de 2008, tiempo de Cuaresma, en preparación para la Pascua


Publicado por verdenaranja @ 22:22  | Hablan los obispos
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Tarahumara (Agencia Fides) - Mons. Rafael Sandoval Sandoval, Obispo de Tarahumara (Mexico), en un Mensaje enviado a los fieles de su diócesis, les pide a todos anunciar explícitamente a Jesucristo, como único salvador, sobre todo ante el desafío que supone a presencia cada vez mayor de tantas sectas a las que se pasan muchos católicos.

ANUNCIAR EXPLÍCITAMENTE A JESUCRISTO

Mi saludo a los coordinadores de la Pastoral juvenil y de adolescentes de esta diócesis de Tarahumara. Sé que se están preparando para la próxima asamblea que se llevará a cabo en Cerocahui, y que tendrá como tema: “Somos familia”. Los animo a que pongan toda su ilusión para que brille la única Luz que ilumina este mundo: Jesucristo.

 

1. ALGUNAS REALIDADES QUE ADVIERTO

Muchos católicos se están alejando hacia otras religiones, en particular a confesiones y sectas protestantes. Tal problema no es tan simple. Pero algunos de ellos dicen que, hasta que se cambiaron, encontraron a Jesucristo. De hecho, los hermanos separados empiezan con la predicación sencilla: “Acepta a Jesucristo como tu Salvador personal, y serás salvo”. Esto también lo oímos decir a quienes se adhieren a movimientos como la renovación en el Espíritu Santo. Encontrarse con Cristo, cambia sus vidas.

 

Yo mismo, cuando voy a las comunidades, insisto mucho en el Kerigma. Anuncio explícitamente a Jesucristo como único Salvador. Veo que el pueblo tiene hambre de conocerlo y seguirlo. Me pregunto pues: ¿Por qué no saciamos esa hambre? ¿Por qué callar su Nombre y

su Persona?

 

¿Por qué no darle a Jesucristo el lugar que le corresponde? ¿Por qué no poner siempre la Eucaristía como centro de toda reunión? ¿Por qué callar el Kerigma? Es verdad que en las culturas ya están las “Semillas del Verbo”, pero ¿Por qué quedarnos sólo en ellas sin anunciar que la plenitud de la Revelación está en Cristo?

 

2. ILUMINACIÓN

Ciertamente que el testimonio de vida es fundamental, pero se requiere “el anuncio explícito, adaptado a las diversas circunstancias y constantemente actualizado” (Ev Nuntiandi 29). Hace falta anunciar que Cristo es el camino, la verdad, la vida; que Él es Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero…”. Aunque no falte quien diga que eso de “Dios de Dios…” es incomprensible para la gente, yo noto que los sencillos lo entienden muy bien.

 

¿No será esto una imposición o violencia contra la libertad religiosa? ¿Para qué anunciar el Evangelio si lo que salva es la rectitud de corazón? ¿No bastan las “Semillas del Verbo” esparcidas por el mismo Señor? ¿Para qué evangelizar a los indígenas, cuando ellos viven mejor que nosotros?

 

Son frases que se escuchan hoy por doquier.

Es verdad que toda imposición es una violencia a la conciencia de los otros. Pero proponer la verdad evangélica y la salvación que ofrece Jesucristo, y hacerlo con respeto y sin coacción, lejos de ser un atentado contra la libertad religiosa, es un homenaje a esta libertad, a la cual se ofrece la elección de camino que incluso los no creyentes juzgan noble y exaltante. Es un derecho y un deber en todo evangelizador proponer la verdad de Cristo; y es un derecho de todos el recibir el anuncio de la Buena Nueva de salvación que es el mismo Cristo. Jesucristo se identifica con el Reino, y callarlo sería una vergüenza.

 

El Apóstol Juan dice: “Todo aquél que reconoce a Jesucristo, Palabra de Dios, hecha hombre, es de Dios. Todo aquél que no reconoce a Jesús, no es de Dios, sino que su espíritu es del anticristo…. ¿Quién es el que vence al mundo? Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios… Dios nos ha dado la vida eterna y esa vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo, tiene la vida; quien no tiene al Hijo, no tiene la vida” (1 Jn 5, 5.11-12).

 

Los Apóstoles dicen convencidos: “Él es la piedra angular. No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos… No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hechos 4, 11-12. 20). “No cesaban de enseñar y anunciar la Buena Nueva de Cristo Jesús cada día en el Templo y por todas las casas” (Hechos 5, 42).

 

Algunos de los muchos textos del apasionado Pablo nos indican lo mismo: “Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Rom 10,9). “Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios… No quise saber entre ustedes sino a Jesucristo, y éste crucificado” (1 Cor 1,23-24; 2,2). “¡Ay de mí, si no predicara el Evangelio!” (Ib 9,16).

 

“No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos de ustedes por Jesús” (2 Cor 4,5). “Somos embajadores de Cristo, como si Dios mismo los exhortara por medio de nosotros” (Ib 5,20). “Vivo, pero no soy yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20). “Sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en ustedes” (Ib 4,19). “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales, en los cielos, en Cristo” (Ef 1,3). “A mí, el menor de todos los santos, me fue concedida esta gracia: la de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo” (Ib 3,8)… “Hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud en Cristo” (Ib 4,13).

 

“Para mí la vida es Cristo” (Filp 1,21). “Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura con tal de ganar a Cristo” (Ib 3,7-8). “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Ib 4,13). “El es imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación… El es también la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia… Dios tuvo a bien hacer residir en El toda la Plenitud” (Col 1,15.18-19). “Hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús” (1 Tim 2,5). “Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo” (2 Tim 4,2).

 

Los papas han insistido mucho en esto. Basta por ahora recordar lo que nos dijo Benedicto XVI, al inicio de su pontificado: “¡No teman! ¡Abran, más todavía, abran de par en par las puertas a Cristo!…quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada –absolutamente nada– de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera… ¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí, abran, abran de par en par las puertas a Cristo y encontrarán la verdadera vida”.

 

Los obispos, en Aparecida, nos dicen: “Aquí está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias.

 

Éste es el mejor servicio – ¡su servicio!– que la Iglesia tiene que ofrecer a las personas y naciones” (No. 14). “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (No. 29). “Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado” (No. 18).

 

3. ¿QUÉ HACER?

• Primeramente estar enamorados de Cristo. Un enamorado no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él salva. Sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro (Aparecida 146 y 147). Lo primero es vivir por Él, con Él y en Él, pues “No todo el que dice Señor, Señor, sino el que hace la voluntad del Padre”.

• Seguirlo es ir con Él, apostar por Él y vivir como Él. Es vivir “conmigo, contento, trabajando”. Ningún elemento puede faltar. Los peligros son: “vivir contentos, trabajando, pero sin Él”, “vivir con Él, trabajando, pero sin alegría”, o “vivir con Él, contentos, pero sin trabajar”. No nos hicimos cristianos para servir a los pobres, sino por el Señor, al que, luego, encontraremos en los pobres. Si no existe este fundamento en el corazón, todo se desbaratará muy pronto.

• No caer en lo que algunas sectas hacen: piensan que los símbolos, mitos y ritos indígenas están llenos de supersticiones y de ignorancia. Decir esto es no conocer la fe de nuestros pueblos y condenarlos a priori. Es no conocer y apreciar su espiritualidad profunda. Lo que no se conoce se rechaza.

• Hay que descubrir a Cristo en las culturas, anunciarlo explícitamente, ayudar a madurar la fe cristiana y purificar lo que no es conforme al Evangelio. El Evangelio es el criterio válido y definitivo de discernimiento, fuente de vida para nuestros pueblos.

• Hay que participar en los ritos, mitos y símbolos indígenas, y tratar de comprender su significado real de lo que hacen y piensan. Hay que respetar su manera de acceder a Cristo, sus formas de asumir y expresar su mensaje. Pero también hay que presentarles a Jesucristo vivo, al Espíritu y a María. Ellos no lo rechazan, sino que lo aceptan con gozo y como fuente de liberación. Cuando los indígenas descubren la Eucaristía, le dan grande valor. Ellos le tienen mucho respeto y lo tratan con mucha delicadeza.

• Anunciar el encuentro con Cristo no es espiritualismo alienante ni enajenación de los sufrimientos del pueblo. Todo lo contrario. Cuando alguien descubre a Jesús, sea de la cultura que sea, no puede menos que poner todo su empeño en que otros lo conozcan y, con la luz y la fortaleza de su Espíritu, hace cuanto está de su parte para que la realidad se transforme, como Él lo hizo: “Los seguidores de Jesús deben dejarse guiar constantemente por el Espíritu, y hacer propia la pasión por el Padre y el Reino: anunciar la Buena Nueva a los pobres, curar a los enfermos, consolar a los tristes, liberar a los cautivos y anunciar a todos el año de gracia del Señor” (Aparecida, 152).

Anunciar a Cristo no empobrece a las culturas, al contrario, las enriquece.

 

4. CRISTO NECESITA DE LOS JÓVENES

Hoy vivimos en una batalla de la muerte contra la vida. La vida está amenazada por fuerzas hostiles. La familia está siendo atacada, y los niños son los más frágiles. Cristo necesita a los jóvenes para que anuncien la vida. Por eso digan “Sí” a la vida. La lucha es larga y seguirá. Pongan, como dijo Juan Pablo II, su entusiasmo y sus talentos al servicio de la vida. No teman anunciar a Cristo.

 

La generación de jóvenes tiene que sentir el llamado urgente para la tarea “¡Ay de mí si no evangelizare!”. La Iglesia necesita de sus energías juveniles para hacer que el Evangelio de la vida penetre en las estructuras de la sociedad.

 

No teman anunciarlo en las calles y lugares públicos. No es momento de avergonzarse del Evangelio. Es momento de estar orgullosos de Jesucristo, y predicarlo desde las azoteas; de salir a caminos para invitar al Banquete que Dios ha preparado para su Pueblo.

 

El Evangelio, que es el mismo Cristo, no es para estar oculto; tiene que ser colocado en una tribuna para que el pueblo alabe al Padre. Llamen, pues, a las puertas para que compartan la libertad. La gente ansía la libertad, la luz y la vida que Cristo nos trajo en abundancia.

Que la Virgen de Guadalupe y el Santo Juan Diego nos ayuden para servir a nuestros pueblos.

 

Con mi afecto y bendición

 

 

+Rafael Sandoval Sandoval M.N.M:

Obispo de Tarahumara

 

 


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Domingo, 17 de febrero de 2008

 

Carta Semanal del obispo de Córdoba Don Juan José Asenjo Pelegrina para el día 3 de Febrero de 2008 en la sección LA VOZ DEL PASTOR

 

El Evangelio en el corazón

 

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS:

El próximo sábado 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor, celebraremos la Jornada de la Vida Consagrada, cuya finalidad es visibilizar nuestra estima por este género de vida y dar gracias a Dios por el signo extraordinario de la presencia amorosa de Dios en el mundo que son los consagrados y por el don que supone para nuestra Diócesis su testimonio y su trabajo pastoral. Al millar largo de religiosos y religiosas de vida activa, se suman los miembros de los institutos seculares y de las sociedades de vida apostólica, las vírgenes consagradas y los más de doscientos monjes y monjas contemplativos que hacen de su vida una ofrenda a la Santísima Trinidad, siendo para nuestras comunidades un verdadero caudal de energía sobrenatural. Celebraremos esta Jornada con una solemne Eucaristía en la Catedral. En ella, los propios consagrados darán gracias a Dios por el don de la vocación, por la predilección que el Señor ha tenido con ellos  al elegirles como amigos, al llamarles a su intimidad y al enviarles como mensajeros y testigos. 

La celebración del Sínodo de los Obispos en el próximo otoño sobre “La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia  ”ha facilitado la elección del lema de la Jornada en este año: “El Evangelio en el corazón. La Palabra de Dios en la Vida consagrada”.Con este lema se nos quiere recordar que la Lectio divina ha sido siempre el quehacer fundamental de los miembros de la vida contemplativa y el secreto manantial en el que se han alimentado todos aquellos que, habiendo escuchado la invitación de Jesús a seguirle, lo han dejado todo para estar con Él y para compartir su misión. A ellos y a nosotros, sacerdotes y laicos cristianos, senos recuerda con este lema el puesto singular que la Palabra de Dios debe ocupar en nuestra vida. 


El Concilio Vaticano II pidió a los católicos una mayor veneración de la Palabra de Dios, que debe serla fuente permanente de nuestra oración y meditación. En las vísperas del Gran Jubileo del año 2000,el Papa Juan Pablo II nos emplazaba a revisar “hasta qué punto la Palabra de Dios ha llegado a ser plenamente la inspiradora de toda la existencia cristiana”(TMA 36), como nos pidiera el Concilio. Es verdad que en los últimos cuarenta años se ha recorrido un largo camino. Muchos cristianos conocen mejor la Palabra de Dios, que ha comenzado a ser, junto con la Eucaristía, el manantial de su alimento espiritual. Hemos de reconocer, sin embargo, que nos queda todavía mucho camino por recorrer. 

En la Sagrada Escritura, y muy especialmente en los Evangelios, nos encontramos con Jesucristo, con su vida, su palabra, su mensaje, su doctrina y sus sentimientos; en ellos percibimos su naturaleza divina y humana; su oración y unión con el Padre y también su cercanía a los hombres, su compasión eficaz ante los dolores, los sufrimientos y las urgencias de sus hermanos. En el Evangelio palpamos su fidelidad, su amor a la verdad, su generosidad, su heroísmo y su entrega hasta la muerte por nuestra salvación. 

Sólo se ama aquello que bien se conoce. Sólo amaremos de verdad al Señor y nos entusiasmaremos en su seguimiento e imitación, si nos dejamos fascinar por su vida, si de verdad lo conocemos a través de la lectura asidua del Evangelio, que debería ser un compromiso diario de todo buen cristiano. “Desconocer la Escritura es desconocer a Cristo” nos dice San Jerónimo, pues en él se encuentra “la ciencia suprema de Cristo” (Fil. 3, 8).

Pero no toda lectura del Evangelio es igualmente provechosa. Quien se acerca a él con una curiosidad puramente intelectual, no se enriquece con los frutos espirituales que en él se encierran .Debemos leerlo, pues, en un clima de piedad, de unción religiosa y de oración, en un clima de escucha de quien nos habla a través de su Palabra y que espera nuestra respuesta en un diálogo cálido y amoroso. Hemos de leerlo además con una actitud de conversión, de humildad y pobreza, dispuestos a confrontar el mensaje luminoso de Jesús con nuestra propia vida, con sus deficiencias, miserias y cobardías, dispuestos a dejar que el testimonio y la luz de Jesús penetren en lo más recóndito de nuestro corazón. “La Palabra de Dioses viva y eficaz, más penetrante que espada de doble filo” (Hebr 4, 12). Ella “nos enseña, nos convence, nos dirige a la justicia y nos lleva a la perfección” (2 Tim3, 16-17) y “puede edificar y dar la herencia a todos los que han sido santificados” (Hech 20, 32). Pero su eficacia está condicionada a que nos dejemos modelar y transformar por ella. Sóloa sí el Señor se convertirá en el centro de nuestra vida, en fuente de plenitud humana y de gozo espiritual. 

Mi saludo y mi bendición para todos los fieles de la Diócesis y muy especialmente para vosotros, queridos consagrados, con afecto fraterno y gratitud. 

Sólo amaremos de verdad al Señor y nos entusiasmaremos en su seguimiento e imitación, si nos dejamos fascinar por su vida, si de verdad lo conocemos a través de a lectura asidua del Evangelio, que debería ser un compromiso diario de todo buen cristiano.


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17 Febrero (ACI).- Al reflexionar sobre el pasaje de la Transfiguración del Señor durante la oración del Ángelus de este domingo al mediodía, el Papa Benedicto XVI propuso este pasaje, junto al del primer domingo de Cuaresma, como los “pilares” de este tiempo y de toda la vida cristiana.

“Prosiguiendo el camino penitencial, la liturgia, después de habernos presentado el domingo pasado las tentaciones de Jesús en el desierto, nos invita a reflexionar sobre el evento extraordinario de la Transfiguración en el monte”, dijo el Pontífice.

El Papa señaló que mientras el pasaje de la tentación es  “preludio del gran duelo final de la Pasión, la Transfiguración “anticipa la gloria de la Resurrección”.

Por un lado “vemos a Jesús plenamente hombre”, por otro; “contemplamos al Hijo de Dios, que diviniza nuestra humanidad”.

“De esta manera –prosiguió- podemos decir que estos dos domingos fungen de columnas sobre las cuales se apoya todo el edificio de la Cuaresma hasta la Pascua, e incluso toda la estructura de la vida cristiana, que consiste esencialmente en el dinamismo pascual: de la muerte a la vida”.

El monte Tabor, explicó el Santo Padre, “es el lugar elevado respecto a la existencia cotidiana, donde se respira el aire puro de la creación”. “Es el lugar de la oración, donde se está en la presencia del Señor”, agregó.

“La Transfiguración es un acontecimiento de oración: orando Jesús se sumerge en Dios, se une íntimamente a Él, adhiere con su propia voluntad la voluntad de amor del Padre, y así la luz lo invade y aparece visiblemente la verdad de su ser: Él es Dios, Luz de Luz”; señaló el Papa, al indicar la relación de las vestiduras blancas y radiantes de Jesús en el Bautismo.

“Aquí está el punto crucial: la Transfiguración es anticipo de la resurrección, pero ésta presupone la muerte. Jesús manifiesta a los Apóstoles su gloria, para que tengan la fuerza de enfrentar el escándalo de la cruz, y comprendan que es necesario pasar a través de muchas tribulaciones para llegar al Reino de Dios”, dijo el Papa.

El Pontífice concluyó: “Para entrar en la vida eterna es necesario escuchar a Jesús, seguirlo por el camino de la cruz, llevando como Él la esperanza de la resurrección. ‘Spe salvi’, salvados por la esperanza. Hoy podemos decir: ‘Transfigurados por la esperanza’”.

 


 ZENIT.org publica la intervención de Benedicto XVI antes y después de rezar la oración mariana del Ángelus del domingo 17 de Febrero de 2008 junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.

 

Queridos hermanos y hermanas:

Se concluyeron ayer, aquí, en el Palacio Apostólico, los ejercicios espirituales que, como todos los años, han congregado en la oración y en la meditación al Papa y a sus colaboradores de la Curia Romana. Doy las gracias a cuantos han estado espiritualmente cerca de nosotros: que el Señor les recompense por su generosidad.

Hoy, segundo domingo de Cuaresma, continuando con el camino penitencial, la liturgia, tras habernos presentado el domingo pasado el Evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto, nos invita a reflexionar sobre el acontecimiento extraordinario de la Transfiguración en el monte. Considerados juntos ambos episodios anticipan el misterio pascual: la lucha de Jesús con el tentador preanuncia el gran duelo final de la Pasión, mientras la luz de su Cuerpo transfigurado anticipa la gloria de la Resurrección. Por una parte, vemos a Jesús plenamente hombre, que comparte con nosotros incluso la tentación; por otra, le contemplamos como Hijo de Dios, que diviniza nuestra humanidad.

De esta manera, podemos decir que estos dos domingos constituyen pilares sobre los que se apoya todo el edificio de la Cuaresma hasta la Pascua, es más, toda la estructura de la vida cristiana, que consiste esencialmente en el dinamismo pascual: de la muerte a la vida.

La montaña, el Tabor como el Sinaí, es el lugar de la cercanía con Dios. Es el lugar elevado respecto a la existencia cotidiana en el que se respira el aire puro de la creación. Es el lugar de la oración, donde se está en presencia del Señor, como Moisés y como Elías, que aparecen junto a Jesús transfigurado y hablan con él del «éxodo» que le espera en Jerusalén, es decir, de su Pascua. La Transfiguración es un acontecimiento de oración: al rezar, Jesús se sumerge en Dios, se une íntimamente a Él, adhiere con su propia voluntad humana a la voluntad de amor del Padre, y de este modo la luz le penetra y aparece visiblemente la verdad de su ser: él es Dios, Luz de Luz. Incluso los vestidos de Jesús se vuelven blancos y resplandecientes.

Esto recuerda al Bautismo, el vestido blanco que llevan los neófitos. Quien renace en el Bautismo es revestido de luz, anticipando la existencia celestial, que el Apocalipsis representa con el símbolo de las vestiduras blancas (Cf. Apocalipsis 7, 9.13). Aquí está el punto crucial: la transfiguración anticipa la resurrección, pero ésta presupone la muerte. Jesús manifiesta a los apóstoles su gloria para que tengan la fuerza de afrontar el escándalo de la cruz, y comprendan que es necesario pasar a través de muchas tribulaciones para llegar al Reino de Dios.

La voz del Padre, que resuena en lo alto, proclama a Jesús como su Hijo predilecto, como en el bautismo del Jordán, añadiendo: «Escuchadle» (Mateo 17, 5). Para entrar en la vida eterna es necesario escuchar a Jesús, seguirle por el camino de la cruz, llevando en el corazón como Él la esperanza de la resurrección. «Spe salvi», salvados en la esperanza. Hoy podemos decir: «Transfigurados en la esperanza».

Dirigiéndonos ahora con la oración a María, reconocemos en ella a la criatura humana transfigurada interiormente por la gracia de Cristo y encomendémonos a su guía para recorrer con fe y generosidad el camino de la Cuaresma.

[Al final del Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en siete idiomas. En italiano comenzó diciendo:]

Sigo con preocupación las persistentes manifestaciones de tensión en el Líbano. Desde hace casi tres meses el país no logra escoger un jefe de Estado. Los esfuerzos para componer la crisis y el apoyo ofrecido por numerosos exponentes de relevancia de la comunidad internacional, aunque todavía no han logrado resultados, demuestran la intención de encontrar un presidente sentido como tal por todos los libaneses y de sentar los cimientos para superar las divisiones existentes. Por desgracia no faltan tampoco motivos de preocupación, sobre todo a causa de la inesperada violencia verbal o de cuantos ponen su confianza en la fuerza de las armas y en la eliminación física de los adversarios.

Junto al patriarca maronita y junto a todos los obispos libaneses os pido que os unáis a mi súplica a Nuestra Señora del Líbano para que aliente a los ciudadanos de esa querida nación y, en particular a los políticos, a trabajar con tenacidad a favor de la reconciliación, de un diálogo verdaderamente sincero, de la pacífica convivencia y del bien de una patria profundamente sentida como común.

[En español, dijo:]

Dirijo mi cordial saludo a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, especialmente a los fieles provenientes de las parroquias de San Lorenzo y de Nuestra Señora del Rosario de La Unión (Murcia). En este segundo Domingo de Cuaresma, la Iglesia nos invita a contemplar a Cristo, transfigurado en el monte Tabor, para que, iluminados por su Palabra, podamos vencer las pruebas cotidianas de la vida y ser en medio del mundo testigos de su gloria. ¡Muchas gracias!

[Al final, en su saludó en italiano, concluyó:]

Pienso de manera particular en los familiares de las personas desaparecidas el 4 de enero pasado en Venezuela, asegurándoles mi oración.

[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina

© Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]

 


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Y YA VAN 50 AÑOS... 

Se dice pronto, pero es cierto. Ya van 50 años desde que el Espíritu hizo surgir en nuestras islas el Movimiento de Cursillos de Cristiandad y desde ese momento no ha dejado de dar frutos y de, como se decía en aquellos inicios, “ganar para Cristo a nuevos hermanos”.

Hoy, con gozo, cuando celebramos sus bodas de oro en el declarado para toda la Iglesia universal, Año de San Pablo, miramos atrás y agradecemos a Dios lo grande que ha estado con cada uno de nosotros y en la vida de tantos hermanos y hermanas nuestros que han tratado de vivir “lo fundamental cristiano”. Pedimos perdón, por lo que a lo largo de este tiempo no ha respondido a su querer colocándolo en su misericordia y miramos con esperanza al futuro, pidiéndole que siga dirigiéndonos con su mano y podamos seguir siendo, como hasta ahora lo hemos intentado, instrumentos útiles.

Por todo esto, les convocamos e invitamos a unirse a esta Acción de gracias con los actos que hemos preparado para la Ultreya Interdiocesana y la celebración Institucional de los 50 años al servicio de la Diócesis Nivariense.

Nos gustaría contar con vuestra presencia.

¡DE COLORES! 

Secretariados Diocesanos de MCC en Canarias
 

PROGRAMA DE ACTOS Y CELEBRACIONES

 

Sábado 23 de Febrero - CASA DE LA IGLESIA – TRASERA DEL SEMINARIO

 

17:00: Acogida y reparto de material.

17:30: Oración de Inicio.

17:45: Saludo de bienvenida a cargo de la Presidenta de la Escuela de

Cursillos de Tenerife Dña.Lourdes Suárez Alonso. Saludo del Presidente de

la Escuela de Cursillos de Gran Canaria D. Santiago Rodríguez

Sarmiento. Presentación de la Ultreya Interdiocesana.

18:15: ”SEÑOR, TÚ LO SABES TODO. TÚ SABES QUE TE AMO. (JN.21)"

Reflexión y Retiro a cargo del Consiliario Diocesano de Tenerife Rvdo. D.

Eduardo Rodríguez Rodríguez.

19:00: Espacio de oración y silencio para favorecer el encuentro con

Dios y la reflexión personal.

20:30: VIGILIA TESTIMONIAL DE ORACIÓN con motivo de los 50 Años del

M.C.C. en Canarias, dirigida por el religioso mercedario “Fray Nacho

Blasco”, compositor e intérprete de varios discos, responsable del

Secretariado de Pastoral Penitenciaria en Orihuela– Alicante y capellán

de la prisión de Fontcalent.

 

Domingo 24 de Febrero – COLEGIO MM. DOMINICAS DE GENETO

 

10:30: Acogida. Animación.

11:00: Oración de Inicio.

11:15: Saludo y presentación del segundo día de la Ultreya

Interdiocesana. Inauguración de la Exposición conmemorativa.

11:30: CHARLA: “CURSILLOS DE CRISTIANDAD: PASADO, PRESENTE Y

FUTURO” Impartida por Dña. Mª Dolores Negrillo Martínez, Presidenta

Nacional del M.C.C.

12:30 horas: Descanso.

13:00: Presentación de la publicación: "Cursillos de Cristiandad. 50 años

de servicio a la Diócesis" elaborado por miembros del movimiento.

13:30: Testimonios

14:00: Almuerzo compartido.

15:30: Sobremesa.

 

16:30: ACTO INSTITUCIONAL

 

Saludo de Bienvenida a todos los que se incorporan a cargo de la

Presidenta Diocesana Dña. Lourdes Suárez Alonso.

Presentación: “Haz memoria: 50 años de servicio a la Diócesis”

Palabras de los distintos invitados.

Palabras del Sr. Obispo de la Diócesis.

18:00: SOLEMNE EUCARISTÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS con motivo de las

Bodas de Oro del M.C.C. presidida por el Obispo de la Diócesis D.

Bernardo Álvarez Afonso .

19:00: Clausura de la Ultreya y Ágape Fraterno

¡DE COLORES!

www.cursillosdetenerife.com

 

 


"SI ESCUCHAS HOY SU VOZ..."
(ante el Día del Seminario 2008)

Índice de documentos

Queridos diocesanos:

 

Celebramos de nuevo el Día del Seminario, como cada año, en torno a la Fiesta de San José. En esta ocasión viene adelantado al domingo 9 de marzo, sobre todo en lo que se refiere a la Colecta Pro-seminario en las parroquias y capillas, para no hacerla coincidir con la Semana Santa. Nunca insistiremos lo suficiente sobre la importancia del Seminario en la vida de la Diócesis y de la relevancia que tiene esta celebración anual para avivar la conciencia del pueblo cristiano sobre la necesidad de las vocaciones al sacerdocio y de la corresponsabilidad de todos en la formación de los futuros sacerdotes.

No debemos olvidarlo, sin el ministerio ordenado no es posible la Iglesia, pues "el sacerdocio, junto con la Palabra de Dios y los signos sacramentales, a cuyo servicio está, pertenece a los elementos constitutivos de la Iglesia" (PDV 16). Los sacerdotes son para el servicio de todos los fieles que constituyen el pueblo de Dios, salen de la propia Iglesia y son preparados por la misma Iglesia; pero, ante todo, el sacerdote es siempre un don de Dios, que es quien elige y llama a los que quiere para ponerlos al servicio de su pueblo y es Él quien los consagra "para el anuncio del Evangelio al mundo y para la edificación de la Iglesia, personificando a Cristo, Cabeza y Pastor, y en su nombre" (PDV 15). A nosotros nos corresponde colaborar, con todos los medios posibles, para que —en aquellos que Él ha elegido— la llamada de Dios no quede frustrada y podamos contar con muchos, buenos y santos sacerdotes que puedan ayudar al Pueblo de Dios a ejercitar con fidelidad y plenitud su vida cristiana, constituyendo así una Iglesia viva y misionera.

Por eso, todo lo que hacemos en el Seminario, en las parroquias, en los colegios, en los movimientos, en los grupos cristianos, etc., a favor de las vocaciones y de la formación de los futuros sacerdotes es siempre un beneficio para toda la Iglesia, pues, tanto en su origen como en su permanencia, la comunidad cristiana se sustenta en este don de Dios que es el ministerio ordenado: "Por medio del sacerdocio ministerial la Iglesia toma conciencia en la fe de que no proviene de sí misma, sino de la gracia de Cristo en el Espíritu Santo" (PDV 16). Es decir, que la vida que Cristo comunica a su Iglesia, en la Palabra y en los Sacramentos, nos la da por medio del ministerio de los sacerdotes, de ahí su importancia y necesidad para la pervivencia de la Iglesia en cualquier tiempo y lugar.

El lema elegido para el Día del Seminario de este año es una frase del salmo 94: "si escuchas hoy su voz". ¿A quién se dirigen estas palabras y qué significan? ¿De quién es esa voz? ¿Qué nos dice esa voz? Y, "si escuchas hoy su voz", ¿qué hay que hacer? Por el mismo salmo sabemos que "la voz" es la Dios, que habla siempre, también "hoy", y que "si la escuchamos" no debemos endurecer el corazón, es decir no debemos hacer oídos sordos a su palabra, sino prestarle atención y hacer lo que nos pide: "si escucháis hoy la voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón" (Sal. 94, 7-8). En cuanto al destinatario, esa voz se dirige a todos y a cada uno, aunque no a todos les pida lo mismo. Por tanto: Dios habla a cada persona concreta, habla hoy y quiere que le escuchemos. Como leemos en los evangelios, los verdaderos discípulos de Jesús son "los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen" (Lc. 8,21) y al presentarse como el Buen Pastor dijo: "Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen" (Jn. 10,27). Igual que Dios "nos hace caso" cuando le hablamos, pues "cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias" (Salmo 33,18), también nosotros confiadamente debemos escuchar su voz en la seguridad de que siguiendo su Palabra no nos equivocamos nunca.

Pero, lamentablemente, no siempre es así. Todos conocemos el refrán: "No hay peor sordo que el que no quiere oír". Y también aquello de: "Por un oído le entra y por el otro el sale". Son expresiones que ponen de manifestó una ausencia de auténtica escucha. Escuchar de verdad supone "apropiarse" (hacer propio, tomar como asunto personal) aquello que se nos dice, es dejarse afectar, darse por aludido, implicarse de lleno, ponerlo en práctica. Como es evidente, todo lo que Dios nos dice es para nuestro bien. Podemos estar completamente seguros: Dios nunca nos dirá, ni pedirá, nada que nos perjudique, su voluntad coincide con nuestra felicidad. Admitir esto de todo corazón es el criterio fundamental para saber si tenemos fe y confiamos plenamente en Dios. El mismo Jesús nos lo dice, "el que es de Dios escucha las Palabras de Dios" (Jn. 8,47), y promete la felicidad a los que se la toman en serio: "Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen" (Lc. 11,27). Pero, también, puesto que nos ama y quiere lo mejor para nosotros, es Dios mismo quien nos previene de las consecuencias de "hacer oídos sordos" a su voz: "Mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no me quiso obedecer; yo no me opuse a la dureza de su corazón, dejé que caminaran según sus antojos. ¡Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino! Yo le libraría en un momento de sus desgracias" (Salmo 80, 13-14).

Ahora bien, ¿de qué nos habla Dios? ¿Qué nos dice? Ciertamente la Palabra de Dios "alumbra" todas las dimensiones de la vida, hasta el punto que los creyentes decimos: "Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero" (Sal. 118, 105) y haremos bien, siempre y más ahora que estamos en Cuaresma, en dedicar tiempo a la escucha de la Palabra de Dios, tanto mediante la lectura de la Biblia como participando en las charlas, retiros, predicaciones, ejercicios espirituales, catequesis, etc., que se organizan en las parroquias. Seguro que nos será de gran provecho, pues como cantamos en la liturgia: "tu Palabra me da vida, confío en ti, Señor; tu Palabra es eterna, en ella esperaré". Pero, si nos centramos en el Día del Seminario, el lema "si escuchas hoy su voz" es una llamada concreta a estar atentos a la voz Dios en relación con las vocaciones sacerdotales y la formación de los futuros sacerdotes. ¿Qué nos dice Dios, sobre esta cuestión, a nosotros los cristianos de esta Iglesia Diocesana Nivariense que vive en La Gomera, La Palma, El Hierro y Tenerife?

Ante todo, cada uno de los cristianos, hemos de "escuchar la voz de Dios" que, por medio de la Iglesia, nos recuerda la importancia y necesidad del ministerio sacerdotal, porque "los sacerdotes son, en la Iglesia y para la Iglesia, una representación sacramental de Jesucristo Cabeza y Pastor" (PDV 15), y, consecuentemente, quiere que reconozcamos, valoremos y aprovechemos para nuestra santificación el ministerio que realizan los sacerdotes; nos pide que con nuestra oración y apoyo les ayudemos a ser buenos servidores del pueblo de Dios, que estemos atentos a sus necesidades y colaboremos en sus tareas pastorales, que estemos cercanos y les apoyemos en los momentos de dificultad… No me canso de repetirlo, el que tengamos, muchos, buenos y santos sacerdotes, además del propio sacerdote, depende de todo el pueblo de Dios.

Deben "escuchar hoy la voz del Señor", los mismos sacerdotes que, llamados por Dios a "personificar a Cristo Cabeza y Pastor de la Iglesia", han de llevar una vida conforme a la vocación a la que han sido llamados, tanto en su vida personal como en su ministerio. Haciéndolo así, su vida —como la de Cristo Buen Pastor— se convierte en "voz de Dios" para todos los cristianos y, particularmente en ejemplo-llamada (mediación) para que muchos niños, adolescentes y jóvenes descubran la llamada del Dios a ser sacerdotes. Por eso, el Concilio Vaticano II exhorta "a todos los sacerdotes a que, usando los medios oportunos recomendados por la Iglesia, se esfuercen siempre hacia una mayor santidad, con la que de día en día se conviertan en ministros más aptos para el servicio de todo el Pueblo de Dios" (PO 12). Los sacerdotes ya han dicho "sí" a la voz de Dios, pero son conscientes de que su respuesta no es cosa de un día, ni es sólo de palabra. La voz del Señor resuena constantemente en el corazón del sacerdote, llamándole a perseverar fielmente en la realización de los compromisos adquiridos el día de la ordenación. Por la propia salvación, por la importancia y eficacia del ministerio ordenado, por el futuro de la Iglesia, por la necesidad de buenos sacerdotes que sean modelo para la comunidad y particularmente para los jóvenes, por el aumento de las vocaciones, porque ha de ser estímulo para los seminaristas, porque ha de preocuparse por "dejar alguien que le sustituya cuando él falte"…, ningún sacerdote puede pasar por alto la amplia repercusión de su ministerio, por tanto, "si escuchas hoy su voz"…

Han de estar muy "atentos a la voz de Dios" los seminaristas, del Seminario Mayor y del Seminario Menor. Ellos ya han sentido la llamada del Señor y han dado un primer paso: ir al Seminario. Allí están en proceso de discernimiento y formación para verificar, con la ayuda de los formadores, la autenticidad de la vocación e ir capacitándose para responder a la misma con una vida coherente. Cada uno —pues la llamada de Dios es personal— en su edad y nivel de formación ha de ir dando respuesta a lo que el Señor le pide, pues la vocación es un diálogo permanente de Dios con aquellos que Él llama y, con gran respeto a su libertad, progresivamente les va descubriendo el alcance de la vocación sacerdotal. Los seminaristas "escuchan la voz del Señor" cuando aprovechan todo lo que el Seminario les ofrece y dejándose guiar por aquellos que el Señor ha puesto como "mediación" para su crecimiento humano, cristiano y sacerdotal, van conformando su vida a la de Cristo, el Buen Pastor que da la vida por los demás. Todo lo que es y hace el Seminario está al servicio de esta finalidad. Es mucho el esfuerzo que se hace en nuestra Diócesis para tener un Semanario, son muchas las personas que con su trabajo, su oración, su generosidad,… mantienen viva esta institución diocesana. A todos ellos quiero agradecer su amor y dedicación a nuestro Seminario. A los seminaristas les invito a "no echar en saco roto" esta gracia de Dios y a ser prontos en responder con generosidad a la llamada de Dios, asumiendo cada uno su responsabilidad en la oración, el estudio, la vida comunitaria y las demás facetas de la formación que el Seminario les ofrece. "Si escuchas hoy su voz"…

También, deben "escuchar la voz de Dios", sin echarse atrás, los niños, adolescentes, jóvenes y adultos que sientan interiormente la llamada del Señor a ser sacerdotes. Como nos cuenta la Biblia del joven Samuel, ante la voz de Dios, la verdadera actitud creyente no puede ser otra que la de "habla, Señor, que tu siervo escucha". No deben acallar esa voz que resuena en su interior, rechazándola sin mediar ninguna reflexión y sin consultarlo con quienes nos pueden ayudar. No hay porque asustarse, Dios llama a quien quiere, a cualquier hora y a cualquier edad de la vida, da igual que uno sea niño, joven o adulto y, aunque nos parezca difícil o imposible, aunque creamos que no valemos o no somos capaces, si Él nos llama es Él quien lo hará posible. Tenemos que pedir insistentemente al Señor para que ninguno de los que creemos en Él seamos sordos a su llamada.

A fin de cuentas la vocación al sacerdocio no es una opción que uno escoge a su gusto, sino una iniciativa del Señor que nos elige a nosotros y nos llama a ser sacerdotes. Ante esta llamada podemos decir "sí, cuenta conmigo", como hizo la Virgen María y como hicieron los apóstoles, y tantos otros a través de la historia de la Iglesia, o podemos decir "no" y marcharnos por otro camino, como hizo el Joven Rico del Evangelio y tantos otros que escucharon la voz del Señor y endurecieron el corazón. No hay que temer. Nadie como Dios sabe lo que más nos conviene, por eso, confiados en Él —como tantas veces les digo a los chicos y chicas al recibir la Confirmación— a la hora de plantearse lo que queremos ser de mayores, preguntemos una y otra vez, hasta que lo tengamos claro: "Señor, ¿qué quieres que haga? ¿Qué quieres que yo sea?". Con la oración y la ayuda de nuestra familia y de otras personas de confianza, podemos estar seguros que, tarde o temprano, conoceremos lo que el Señor quiere de nosotros y, si su voluntad es que seamos sacerdote, u otra vocación especial en la Iglesia, entonces, "sí escuchas hoy su voz"…

Asimismo, las familias cristianas deben "escuchar la voz del Señor" cuando perciben que uno de sus miembros es llamado al sacerdocio, aunque sea el único hijo. De hecho ya lo hacen las familias de los actuales sacerdotes y seminaristas que, no sin sacrificio, respetan la vocación de sus hijos y les apoyan para que puedan responder con generosidad a la llamada del Señor. En nombre de toda la Diócesis doy gracias a Dios por ello y expreso también mi gratitud a tantas familias que no sólo han permitido y permiten que sus hijos sigan la vocación al sacerdocio, sino que colaboran eficazmente para que, si esa es la voluntad de Dios, lleguen a ser buenos y santos sacerdotes.

Pero, para que esta "voz de Dios" encuentre eco, tanto en quien es llamado al sacerdocio como en su familia, es necesario que los hogares cristianos sean cada vez más "iglesia doméstica" donde —de acuerdo con el plan de Dios— se vive la unidad en el amor y se da paso a la vida, donde se educa y se vive la fe, donde las nuevas generaciones son de verdad iniciadas en la fe cristiana, pues donde no arraiga la fe es muy difícil —aunque no imposible— que surja una vocación. Si Jesucristo no significa nada para un niño, un adolescente, un joven, un adulto, es impensable que la llamada "ven y sígueme", que Jesús hizo a los Apóstoles y a tantos otros a través de la historia, sea percibida y mucho menos que encuentre acogida en el corazón humano. Por eso, el lema del Día del Seminario, "si escuchas hoy su voz", es para las familias una llamada a vivir su propia vocación cristiana con plenitud, como base y posibilidad para que entre sus miembros surgen vocaciones al sacerdocio o a la vida consagrada y, también, para la perseverancia de aquellos que ya han sido llamados y están en el Seminario o en casas de formación.

En fin, estar atentos a "la voz de Dios", y más en concreto a lo que Dios nos pide en relación con el Seminario y las vocaciones sacerdotales nos compete a todos, y a todo lo que configura la Iglesia Diocesana: las personas e instituciones, los órganos de planificación pastoral y las mismas acciones pastorales,… Nadie debe hacer oídos sordos a la "voz del Señor" que nos hace oír su voz en nuestra situación actual (con sus posibilidades y dificultades) y nos llama a valorar, proclamar y promover el "Evangelio de la vocación sacerdotal". Pero esta llamada se dirige especialmente y más en concreto, a los que tienen responsabilidad en el ámbito educativo: los padres, los sacerdotes, catequistas, profesores,… quienes, conscientes de que la vocación sacerdotal surge de la confluencia entre la llamada de Dios y la respuesta de la persona, han de propiciar en las nuevas generaciones el encuentro con Dios y animarles a estar atentos a lo que el Señor les pide, e incluso, —respetando la libertad personal— atreverse a proponerles con entusiasmo y como algo que merece la pena la posibilidad de que el Señor les llame al sacerdocio. Dios se vale —casi siempre— de otras personas para manifestarnos su voluntad y, por tanto, también se sirve de nosotros para llamar a algunos al ministerio sacerdotal. El nos llama a ser "instrumentos" para hacer oír su voz en otros.  Así que, "si escuchas hoy su voz"… Es una enorme responsabilidad. Por tanto, sabiendo que es Él quien llama y nos encarga esta misión, no permitamos que por nuestra desidia, temor, pasividad o indiferencia, alguien quede privado de oír la llamada del Señor que le invita a ser "pescador de hombres".

Por último, a lo que sin ninguna duda nos llama el Señor a todos, es a "orar al dueño de la mies para envíe obreros a su mies" (Mt. 9,37), porque el trabajo es mucho y los operarios pocos. La vocación sacerdotal es un regalo del Señor que debemos pedir constante y confiadamente para que no falten en su Iglesia ministros que, dando su vida por Dios en servicio a los hermanos, "personifiquen a Cristo Cabeza y Pastor de la Iglesia". Unamos a nuestra oración la generosidad de nuestros donativos para ayudar al sostenimiento del Seminario y de su misión de formar los sacerdotes que un día serán nuestros párrocos. "Si escuchas hoy su voz"…

Con todo afecto y gratitud, les bendice en el Señor,

 

† Bernardo Álvarez Afonso

         Obispo

 

 


DOMINGO 3 DE CUARESMA
24 de febrero del 2008
Domingo de la samaritana

 

Jesús es la fuente de agua que mana hasta la vida eterna; Jesús es la luz del mundo; Jesús es la re­surrección y la vida para todos los que creen en él. Que su gracia esté con todos vosotros.

Poco a poco vamos avanzando hacia la Pascua. Y este año, en los tres domingos centrales de la Cuaresma, escucharemos aquellas historias tan conocidas de la samaritana, el ciego de nacimiento y la resurrección de Lázaro. Son unos textos fun­damentales que ya desde la antigua Iglesia han servido para preparar a aquellos que en la próxima Pascua han de recibir el bautismo. Que nos ayuden también a nosotros a renovar nuestra adhesión a Jesús muerto y resucitado.

A. penitencial: Ante Dios que nos ama, reconozcamos nuestro pecado. (Silencio más largo).

Confesemos juntos nuestros pecados: Yo confieso ante Dios todopoderoso...

Dios todopoderoso tenga misericordia...

Y ahora, desde nuestra debilidad, invoquemos a Aquel que nos ama y tendrá piedad de nosotros:

SEÑOR, TEN PIEDAD / CRISTO, TEN PIEDAD / SEÑOR, TEN PIEDAD (cantado).

1 lectura (Éxodo 17,3-7): En esta primera lectura, recor­damos otro de los momentos centrales de la historia de la salvación. El pueblo de Israel, liberado de Egipto, se encuentra en el desierto. Y una vez más se rebela contra Dios. Pero Dios, a través de Moisés, mantiene su fidelidad y les da el agua que necesitaban para calmar su sed.

2. lectura (Romanos 5,1-2.5-8): Recordemos ahora, con las palabras de san Pablo, que el perdón y la salvación nos vienen del gran amor de Dios, que se ha mani­festado en Jesús, muerto por nosotros, yen el don de su Espíritu derramado en nuestros corazones.

Antes de la aclamación (Ev.: Juan 4,5-42): Dispongá­monos a escuchar a Jesús, que se acerca a nosotros como se acercó a la mujer samaritana. El es la fuente del agua de la vida. Recibámoslo con corazón abierto. Pongámonos de pie.

Oración universal: A Jesús, que es la fuente de agua viva, pidámosle por nosotros y por toda la humani­dad cantando: KYRIE, ELEISON.

Por la Iglesia, por todos los que la formamos. Que vivamos con fe y sinceridad este tiempo de conversión. KYRIE, ELEISON. R/ KYRIE, ELEISON.

Por los que viven alejados de la fe y de la comunidad cristiana. Que encuentren en Jesús la fuente de agua que sacie su sed de valores auténticos. KYRIE, ELEISON.

Por todos aquellos que en el próximo tiempo de Pascua recibirán el bautismo, la confirmación o la primera comunión. Que vivan cada día con mayor profundidad su adhesión a Jesucristo. KYRIE, ELEISON.

Por los inmigrantes que viven entre nosotros. Que puedan encontrar la vida digna que todo ser humano merece. KYRIE, ELEISON.

Por nosotros. Que nos preparemos de verdad para poder celebrar con mucha alegría la Pascua del Señor. KYRIE, ELEISON.

Escúchanos, Señor, y derrama tu amor sobre nosotros. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Padrenuestro: Confiando plenamente en nuestro Padre Dios, nos atrevemos a decir:

Invitación a la comunión: Este es el Cordero de Dios, Jesús, la fuente de agua viva, la luz que ilumina a la humanidad entera, el vencedor de la muerte. Dichosos los invitados a la cena del Señor.

 

CPL


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Comentario a las lecturas del domingo segundo de Cuaresma - A publicado en el Diario de Avisos el 17 de Febrero de 2008 bajo el epígrafe "el domingo, fiesta de los cristianos".

¿Tres tiendas
o una sola?

DANIEL PADILLA

Dos son las sensaciones que me invaden ante el pasaje de la transfiguración. Una, de sintonía con el entusiasmo de Pedro. Otra, de aceptación inmediata de la lección re-alista de Jesús. En primer lugar, me enternece la expresión espontánea de Pedro, su admiración ante el portento: "¡Qué bien estamos aquí! ¡Hagamos tres tiendas!". Es el grito de un niño ante lo insólito, ante lo inesperado y agradable. El evangelio recoge varias de estas corazonadas suyas: "Aunque todos te dejen, yo jamás te dejaré", cuando Jesús anunció la traición. "¡Lejos de ti tal cosa!", cuando se encaminaba a su pasión. "A mí no me lavarás los pies nunca", cuando vio al maestro arrodillado, humillado ante sus discípulos. Pero era así: impulsivo, pasional, de emociones repentinas y nobles, un poco atolondrado.

Y a mí me reconforta saber eso: que así de vulnerable y hu-mano era nuestro primer pontífice, aquella "roca" sobre la que Cristo iba a "edificar su Iglesia". Me hace mucho bien. Porque también nosotros somos así. Nos gustan los resultados esplendorosos, las liturgias solemnes y brillantes, las procesiones compactas, los argumentos apologéticos contundentes, las con-versiones fulgurantes. Nos apuntamos fácilmente a un modelo de Iglesia triunfalista y exitosa. Pensando en mí confesaré que en mis años de estudiante, configurado sin duda por el contexto de la época, soñaba en un apostolado deslumbrante. Mi filosofía, mi teología, mis estudios jurídicos serían armas infalibles para "llevar de calle" a mis feligreses. Mis formadores me animaban a rezar por ellos y me vibraban las impaciencias y rotundidades de Javier cantadas en "El divino impaciente", que fue puesto en escena en los jardines del Seminario, bajo la dirección de D. Sotero, un sacerdote extraordinario:

"Desde entonces, mi alma,
decidí correr allá:
que a ese pueblo de letrados,
que, con hambre de verdad,
lleva preguntando siglos,
yo le voy a contestar".

Creo que todos, más o menos, tendemos a eso: a aceptar lo esplendoroso del Tabor, a decir con Pedro: "¡Qué bien estamos aquí!". Y queremos perpetuar nuestros éxitos, las pequeñas "transfiguraciones" que Dios, por su bondad, permite en nuestro camino. Enseguida ponemos "tres tiendas".

Pero les he dicho tambié n que esta página me trae una segunda reacción: la de aceptar la "salida de la visión". "Hora es ya de despertar del sueño", dirá San Pablo. Y Jesús, una vez terminada la escena, invita a los suyos a descender al llano, a lo normal, a silenciar la visión, a abrazarse a la cruz de lo "continuo". Es necesario aprender eso, amigos. La vida monótona, el sudar la camiseta cada día, el atravesar nuestras "no-ches oscuras" con sencillez, es lo que nos llevará al definitivo Tabor. A Jesús le pidieron más de una vez una señal. Pero no cayó en la trampa. San Ignacio de Loyola decía: "La virtud más eminente es hacer sencillamente lo que tenemos que hacer".

El Tabor, por lo tanto, amigos, es la excepción. Lo normal, el pan de cada día, es el discurrir por el llano, con nuestra mochila a cuestas, peregrinos como el pueblo de Israel. Ya llegará el momento de decir como Pedro: "¡Qué bien estamos aquí!". Y podremos poner "tres tiendas". Aunque tres, no. Basta una sola. Definitiva y amplia. "Un tabernáculo perfecto, hecho no por manos de hombres, sino de ángeles".


Publicado por verdenaranja @ 18:34  | Espiritualidad
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S?bado, 16 de febrero de 2008

 Alfonso Aguiló

www.interrogantes.net

 

        Todos sospechamos cuando algo es sorprendentemente fácil. Vemos anuncios de prodigiosos métodos para aprender inglés en 15 días sin salir de casa, o de magníficos sistemas de ganar dinero sin riesgos ni apenas trabajo, o de adelgazar sin esfuerzo, o de misteriosos masters que casi pueden hacerse por correspondencia... y, casi siempre, desconfiamos de tales promesas, porque casi nada se puede conseguir en 15 días, ni sin riesgos, ni por correspondencia, ni sin esfuerzo.

        Todos sabemos que lo que vale, cuesta; y que, además, generalmente cuesta bastante. Y sabemos que cualquier objetivo medianamente serio en la vida lleva aparejado un esfuerzo y una renuncia de los que difícilmente se puede escapar.

        Por eso, entre la gente sensata cada vez está más de moda lo exigente. Cada vez se entiende mejor que para prepararse bien profesionalmente haga falta cursar unos estudios costosos o sujetarse a unas normas duras; o que en beneficio del adecuado tono de una empresa o de un ambiente, sea preciso vestir con arreglo a unos criterios, a veces muy estrictos; o que tengas que aguantarte sin fumar en tal circunstancia, y cueste cumplirlo. La gente sensata lo entiende, y no considera que por ello pierda la libertad, porque, pese a la natural inclinación a la comodidad, los valores verdaderos siempre han tenido un atractivo superior. Son personas que no se dejan seducir por esas promesas electoralistas que algunos hacen a la gente de poca voluntad, por esos paraísos fáciles al alcance de la mano.

        En cambio, entre los flojos no está de moda lo exigente. Y como son bastantes, provocan que sutiles y oscuros intereses hagan fortuna con ellos vendiéndoles ideas vacías, de facilonería disfrazada de trascendencia. Son subproductos idealistas que combinan en distintas dosis principios como el no renunciar a nada, vivir sin complicarse la vida, procurar rehuir siempre lo que resulte costoso, y otros semejantes que suelen acogerse a la simpleza de medir la felicidad en términos de placer sensible.

        —Hablas del placer como si para ser feliz hubiera que estar todo el día sufriendo...

        No se trata de sufrir por sufrir. Lo que sucede es que quien evita a toda costa lo que contraría sus gustos o le supone esfuerzo, precisamente por no querer renunciar a nada inmediato placentero, tarde o temprano acaba sumergiéndose en la pereza o el egoísmo.

        A veces no nos damos cuenta del daño que nos hacemos con la excesiva indulgencia con nosotros mismos.

        —Pues creo que lo del placer tiene más adeptos...

        Es un problema de planteamiento ante la vida. Hay quien dijo que la pereza seduce; el trabajo satisface. Y puede decirse lo mismo de casi todos los vicios: ejercen un fuerte poder de seducción, pero no resuelven nada; lo que satisface realmente es la virtud.

        Por eso es tan fácil inventar teorías que inciten a las malas pasiones y tener éxito, porque siempre hay mucha gente que se deja seducir por ellas. Pero la felicidad suele ir unida a los corazones generosos y enamorados, curtidos en la renuncia.

        Recuerda lo que sucedió aquella vez en la sinagoga de Cafarnaúm, cuando el Señor predicaba esa doctrina sublime, atractiva para la gente humilde y para los grandes intelectuales, pero dura y exigente.

        Le escuchaban muchos porque su modo de hablar era distinto al que estaban acostumbrados: hablaba con enorme fuerza y autoridad. Exigía una conversión verdadera, del corazón. Fue entonces, cuando muchos de sus discípulos empezaron a murmurar diciendo: "dura es esta enseñanza ¿quién podrá escucharla?", y desde entonces ya no le seguían.

        Y se quedaron sólo unos pocos, pero unos pocos que a la vuelta de unos años habrían evangelizado todo un imperio.

        Jesucristo no decía a la gente lo que los comodones querían escuchar. Y lo que sucedió ese día con aquellos que le abandonaron es lo mismo que pasa ahora con todos esos que quieren fabricarse una religión a medida, una forma de entender sus obligaciones con Dios y con los demás que rezuma claudicación.

        Son personas que abren como un enorme paréntesis que envuelve cada vez más las exigencias morales, que procuran no pensar en aquello que les reproche su modo de vivir. El resultado final de ese difícil equilibrio entre lo que deberían hacer y lo que realmente hacen, sigue a la letra aquel viejo adagio: "el que no vive como piensa, acaba pensando como vive"; y quien empezó cediendo en pequeñas cosas justificándose con unas sencillas disquisiciones, acaba dudando de todo y creando un revoltijo de ideas con las que intenta inútilmente tranquilizar su conciencia. Sus convicciones terminan por ser algo cambiante, una pseudoreligión que pronto se desvanece.

        Todo lo que Dios nos pide, es porque nos conviene. Hemos de perder el miedo a esa exigencia. Dios no manda cosas para fastidiar. Seguir sus designios es algo necesario para el correcto funcionamiento humano, aunque a veces no lo entendamos. Pretender rechazarlo sería como querer utilizar un automóvil años y años sin seguir las indicaciones de mantenimiento, con la excusa de que no lo entendemos: acabaría por griparse por falta de aceite, o nos estrellaríamos por haberse consumido el líquido de frenos.

NOVEDADES FLUVIUM


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Día 6 de Febrero
Miércoles de Ceniza

 Para Dios la vida 

 

   Hacemos oración, ahora como siempre, porque vivimos en la profunda persuasión de ser para Dios. Nos llena considerar que nuestro Creador y Señor de todo cuanto existe, nos ha destinado a Sí. Nuestra vida, de hecho, puede y debe ser un permanente fluir nuestro hacia Él y de Dios a nosotros. La tarea nuestra en la oración, en su sentido más amplio y verdadero, es fomentar esa corriente que no queremos que se detenga.

        Hoy, que comenzamos otra vez el tiempo de Cuaresma, es muy oportuno considerar expresamente ese convencimiento tan básico y tan del fundamento de nuestra vida. A partir de él y guiados por el Espíritu Santo –dulce huésped del alma, luz beatísima–, brotarán en cada uno consecuencias eficaces, propósitos de mejora. Porque no debemos conformarnos con sabernos iluminados por la claridad de Dios, que colma de sentido y seguridad nuestra existencia. La plenitud que, gracias a Él, sentimos debe ser punto de partida, además de motivo de alegría y agradecimiento. Dios se nos ha mostrado y nos ha revelado lo que somos y podemos por Él.

        En esta nueva Cuaresma nos encomendamos al auxilio de Dios nuestro Señor, para ser capaces de esa vida a la que estamos destinados en libertad por el amor de Dios. Necesitamos su auxilio, porque una y otra vez sentimos también la tentación de ignorar a Dios, aunque no sea de modo expreso. De tal manera tendemos a metemos en nuestras cosas, que, en ocasiones, ni actuamos por Él en el transcurso de la jornada, ni encontramos momentos para la meditación: ese tiempo de reflexión personal acerca de Dios y de nuestra vida en Él, que nunca debemos abandonar.

        Arrepentidos de los defectos que reconocemos, con deseos sinceros de agradar más a Dios y suplicando confiados su auxilio, iremos concretando propósitos que serán eficaces en la medida de nuestra humildad. Porque no hay más remedio que proponerse de intento "desaparecer de la escena"; ante nosotros y ante los demás: ocultarme y desaparecer es lo mío, que sólo Jesús se luzca, decía san Josemaría. De otro modo podría sucedernos como a aquél que, satisfecho por fin –contaba, bromeando, monseñor Escrivá–, declaraba: treinta años llevo luchando por ser humilde y ya puedo descansar porque, por fin, lo he conseguido.

        Es claro que debemos mejorar y que sólo es verdadero el progreso si se manifiesta en la conducta –por sus obras los conoceréis–; pero ni el crecimiento en virtud ni el prestigio alcanzado, que es manifestación de perfección, pueden ser el fin último de nuestros deseos de mejora. Debemos ser santos, y el santo vive para Dios en el sentido más radical de la expresión. Unicamente busca su gloria: todo lo demás se os dará por añadidura, asegura Nuestro Señor. De ahí que el cristiano que busca la santidad –y por eso la perfección– luchando contra sus defectos y exigiéndose más y más en virtud, no aparta sus ojos de Dios. Sólo por Él se esfuerza. También por Dios procura que su buena conducta sea conocida, siguiendo aquel otro consejo de Jesús: Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos. Porque, en el fondo, siempre es la gloria de Dios lo que busca el discípulo de Cristo.

        Es lo mismo que, con ejemplos prácticos, esponone Jesús en este otro pasaje de san Mateo que hoy contemplamos al comenzar la Cuaresma: Guardaos bien de hacer vuestra justicia delante de los hombres con el fin de que os vean; de otro modo no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los Cielos. E insiste el Señor en que hagamos el bien sólo para nuestro Padre Dios, sin caer en farsas de dobles intenciones; como sería buscar su amor y su premio, y además un aplauso humano a modo de anticipo.

        Vigilemos, con la luz del Paráclito, para descubrir intenciones torcidas que puedan desviar de Dios la eficacia de nuestros esfuerzos por ser mejores. Y tengamos confianza en su amor generoso, ¡espléndido!, de Padre con sus hijos buenos.

        María es siempre luz animante, también cuando las cosas cuestan, como en esta Cuaresma en que nos hemos decidido por Dios –más "decididamente"–, y notamos también más la fatiga al negarnos en tantas cosas. 

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Publicado por verdenaranja @ 23:14  | Espiritualidad
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  El experto en la vida del Beato Papa Pío IX, Francesco Guglietta, reveló en un artículo publicado por L'Osservatore Romano, cómo el Pontífice decidió consultar a los obispos del mundo para proclamar el dogma de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre de 1854.    

 Guglietta señala que la revolución que terminó con la proclamación de la "República Romana" en 1848 y forzó al Papa a refugiarse durante nueve meses en Gaeta –la ciudad marítima entre Roma y Nápoles-, tuvo un efecto profundo en el Pontífice, que como el Cardenal Giovanni Maria Mastai Ferretti, había simpatizado abiertamente con los movimientos revolucionarios europeos.
  
      "En este lapso de tiempo, en efecto, Pío IX perdió progresivamente confianza en los procesos de 'revolución' que tenían lugar en Europa y tomó distancia del ambiente católico liberal, comenzando a ver en el movimiento de insurrección, así como en la 'modernidad' de entonces, una peligrosa insidia para la vida de la Iglesia", escribe Guglietta.

        El experto señala que "comprender lo que aconteció en la forma de pensar de Pío IX en Gaeta tiene una relevancia histórica notable", que sigue siendo "una investigación aún poco explorada".

        Sin embargo, dice el historiador, sí consta que el tiempo del Papa en Gaeta fue fundamental para la decisión de proclamar el dogma mariano de la Inmaculada Concepción.

        "De manera un poco romántica en Gaeta, la tradición oral narra que fue la prolongada oración del Beato Pío IX frente a la imagen de la Inmaculada Concepción de Scipione Pulzone conservada en la espléndida Capilla de Oro del complejo de la 'Annunziata', la que lo convenció de la bondad y fundamento del dogma mariano", dice Guglietta.

        Sin embargo, más relevante históricamente es un episodio relatado por el historiador y catedrático francés Louis Baunard.

        Baunard "narra de Pío IX que contemplando el mar agitado de Gaeta escuchó y meditó las palabras del Cardenal Luigi Lambruschini: 'Beatísimo Padre, Usted no podrá curar el mundo sino con la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Solo esta definición dogmática podrá restablecer el sentido de las verdades cristianas y retraer las inteligencias de las sendas del naturalismo en las que se pierden'".

        Según Guglietta, el tema del naturalismo, que despreciaba toda verdad sobrenatural, podría considerarse como "la cuestión de fondo" que impulsó al Papa a la proclamación del dogma. "La afirmación de la Concepción Inmaculada de la Virgen ponía sólidas bases para afirmar y consolidar la certeza de la primacía de la gracia y de la obra de la Providencia en la vida de los hombres".

        El historiador señala que Pío IX, pese a su entusiasmo, acogió la idea de realizar una consulta con el episcopado mundial, que expresó su parecer positivo, y llevó finalmente a la proclamación del dogma. 

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Día 17 de Febrero
II Domingo de Cuaresma

Santa Misa

 

En primer lugar: la elección. Al monte suben con Jesús solamente algunos que Jesús determina para participar con Él en algo muy especial. Lo mismo sucede en el Cenáculo. Muchos otros, también partidarios del Señor y de su doctrina, no son invitados ese día tan singular. Recordemos a las multitudes que le seguían, o a aquellos setenta y dos enviados en cierta ocasión a predicar en su nombre. No es, por tanto, un derecho que todos tengan, participar en todos los aspectos de la misión que Cristo ha venido a traer al mundo. Aunque el Señor salvará a todos los hombres –dio su Vida por todos–, se apoyará sólo en algunos para ciertos ministerios: en los que Él designe con una específica llamada o vocación. Se trata, por eso, de un especial privilegio, puesto que, en su origen, no hay mérito alguno por parte de los elegidos.

         Sí existe, sin embargo, deber de gratitud en uno u otro caso, aunque la respuesta a la llamada pueda representar una trabajosa tarea, que en ciertos momentos se hace más ardua, pues configura al que la recibe con Cristo paciente en la Cruz. Pero por esto mismo es la misión más excelsa en que podemos pensar, la que mayor bien reporta a la humanidad y la que, de suyo, reviste de más honor a quien la lleva a cabo. Pensemos sobre todo en ser uno con Cristo al celebrar la Eucaristía.

         Por supuesto, no tenemos capacidad para valorar adecuadamente lo que supone una Misa, para los que participan en la celebración, y menos todavía si comulgan sacramentalmente. De la tarea del sacerdote celebrante lo mejor será no decir nada, y encomendarnos al Paráclito para que nos inspire, por poco que sea, algo de lo que supone celebrar verdaderamente el mismo Sacrificio Redentor de Jesucristo.

         En segundo lugar, se ve con claridad que, en ambos momentos, se requiere la fe en Jesús como Mesías, y en la divinidad del mensaje y del don que se difunde. Una fe que, como la llamada o vocación, se recibe necesariamente al modo de don y se puede, sin embargo, acrecentar, pero como incremento del don divino: en la medida en que Dios nos otorga más fe. Bueno es, por tanto, pedir incesantemente esta virtud, junto a la esperanza y a la caridad, que tienen también a Dios mismo como objeto. La categoría del ser humano, en última instancia, dependerá siempre de su fe, esperanza y caridad. Y, concretando más aún, se puede afirmar sin ninguna duda que, en definitiva, la categoría de una persona depende de la fe que tenga en la Santa Misa.

         El tercer elemento, que hoy consideramos, presente en el Tabor así como en la Eucaristía, es el contenido del mensaje o don que se difunde. Como en la cumbre del monte Pedro percibe algo muy especial que invade a los presentes e invita a prolongar ese momento y le hace exclamar: ¡Señor, qué bien estamos aquí; si quieres haré aquí tres tiendas...!, declara el príncipe de los apóstoles con toda franqueza; con la comunión eucarística se difunde y participa, de modo objetivo, una nueva existencia, sobrenatural, inexplicable, debida a un don de Dios a los hombres muy singula: la comunión espiritual y efectiva con la Trinidad.

         No es habitual, en todo caso, percibir bienestar alguno por recibir sacramentalmente el Cuerpo del Señor cuando comulgamos, a pesar de que todo acto de fe, en cuanto que incluye el convencimiento de recibir el afecto divino, tiende a inundarnos de paz. Sin embargo, aunque no se refleje sensiblemente, a menos que sea esa la voluntad de Dios, por la comunión eucarística participamos ya realmente de la vida divina, según las palabras del propio Cristo: el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

         María no es sacerdote. Sin embargo, nadie como Ella ha participado en el Sacrificio del Hijo de Dios hecho hombre. Concluímos, por tanto, suplicándo: Yo quisiera Señor recibiros con aquella pureza, humildad y devoción; con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos.

NOVEDADES FLUVIUM




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Carta que ha escrito monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, obispo de Huesca y de Jaca, con el título «De nuevo la cuaresma ¿más?». 

De nuevo la cuaresma ¿más?

Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, obispo de Huesca y de Jaca

Queridos Hermanos y amigos: paz y bien.

Parecía que ya estaba todo claro, que Jesús había resucitado y así lo cantamos convencidos el año pasado con sonoros aleluyas. La victoria sobre el mal en todas sus formas, la del pecado y de la muerte, eran ya cosa sabida, era coser y cantar. Pero hete aquí que llega esta época en la que nuevamente nos ponemos en ese mismo trance penitente, y se nos invita otra vez a ayunar, a orar y a dar limosna, como si de pronto alguien dijera que había salido mal y tendremos que volver a empezar. Por eso alguno se preguntará: ¿pero no habíamos quedado que Cristo había ya resucitado?

Sin que sea cíclica la liturgia cristiana, sin que sea el cuento de nunca acabar, sí que es cierto que el Señor ha resucitado... Sí, Él ha resucitado, pero nosotros no. Por eso ante los textos y los gestos de la liturgia de este tiempo, sin demasiado esfuerzo nos encontraremos con nuestras viejas dificultades para vivir de veras nuestra vida cristiana: habrá una luz que necesitarán nuestros rincones más oscuros, y un bálsamo nuestras heridas no cicatrizadas, y será la verdad la que nuestros engaños reparen, y la belleza y la bondad lo que transformen nuestra deformidad y maldades. Porque seguimos siendo mendigos de esa gracia que el Señor nos obtuvo con su resurrección, mendigos de esa gracia nosotros que somos pecadores.

Los tres gestos que ya desde el comienzo de la cuaresma se nos indicaban son tres formas de educar nuestra vida creyente como fieles cristianos, tres maneras con las que la Iglesia y el mismo Dios acompañan nuestra vida.

La oración en primer lugar. Cada mañana Dios abre a nuestros ojos todo un mundo sobre el que alienta su vida como en el soplo primero de la creación. Sabernos mirados por sus ojos, guardados por sus manos, amados por su corazón, es lo que nuestros hermanos los santos han acertado a vivir. Dios está presente en nuestros pasos, como padre solícito tras todos nuestros regresos pródigos, como padre gozoso cuando nos tiene en su hogar. Orar como diálogo con este Buen Dios en la trama de la vida, en lo que a diario nos acontece para pedirle entenderlo, para saber ofrecerlo, para acoger su compañía. La palabra de Dios de cada día, la celebración de la santa Misa, el sacramento de la confesión de nuestros pecados, serán citas de nuestro camino orante en la cuaresma.

En segundo lugar el ayuno. Cristo ayunó y nosotros debemos entender su razón purificadora que despierta nuestra conciencia tantas veces adormilada o distraída. Pero también el ayuno es un gesto solidario que nos pone junto a quienes no pueden elegir porque toda su vida es un ayuno de cosas esenciales, de dignidad, de paz y justicia, una vida hambrienta de verdadera humanidad. Y ayunando como Jesús, y en comunión solidaria con los prójimos, venimos a juzgar nuestras pequeñas o grandes opulencias: tantas cosas inútiles y superfluas que seguimos engullendo sin que nos nutran ni alimenten.

Por último, la limosna. Todo nos ha sido dado, todo es don de Dios. Y el nombre cristiano del compartir fraterno es precisamente la limosna. Además de unas monedas o una cantidad que podemos ingresar en nuestras organizaciones católicas (Manos Unidas, Cáritas, etc.), se nos pide a nosotros mismos ser esa limosna: mi fe, mi esperanza y mi caridad son las virtudes limosneras que cristianamente debo también saber dar como testimonio ante los hermanos y ante la sociedad.

Tiempo de cuaresma. Tiempo de conversión, de volver la mirada al Señor dejándonos mirar por Él; de mirar a cada hermano como somos mirados por Dios.

Recibid mi afecto y mi bendición.

Mons. Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca

 


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ZENIT publica el artículo que ha escrito el cardenal Jaime Ortega Alamino, arzobispo de La Habana, en la revista «Palabra Nueva» con motivo del décimo aniversario de la visita de Juan Pablo II a Cuba.

Diez años de la visita de Juan Pablo II a Cuba: El paso de Dios por nuestro pueblo

Por cardenal Jaime Ortega Alamino

La Habana, por ser la capital del país, fue el sitio donde el Papa Juan Pablo II desplegó una actividad más amplia y diversa durante su memorable visita pastoral a Cuba.

Esta visita ha sido inolvidable para todos los que participamos en ella preparándola, acompañando al Santo Padre, en mi caso en todos sus desplazamientos por nuestro país, concelebrando junto a él la Eucaristía. Mas el recuerdo no es sólo de quienes tuvimos la dicha de estar tan cerca del Papa. Al pasar de los años he podido constatar cómo la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba se grabó en la memoria del pueblo cubano, de los pueblos de Latinoamérica, de Europa, de América del Norte y del mundo entero.

Difícilmente otra visita papal ha tenido la resonancia mediática y popular que alcanzó el viaje a Cuba del Papa Juan Pablo II. Muchas personas en distintas partes del mundo, al encontrarse conmigo, me identifican "porque usted siempre estaba junto al Papa en su visita a Cuba". Y preguntados si vieron algunas de las transmisiones televisivas nos dicen: "todas, aun a altas horas de la noche", cuando la distancia geográfica hacía que las transmisiones llegaran a esas horas incómodas. No narro estos hechos para propiciar un análisis sociopolítico, siempre discutible, sobre las causas de aquel interés no manifestado por otros acontecimientos en relación con nuestro país. Baste para tratar de explicarlo una apreciación de bulto, con cierto sabor popular: "El Papa, oriundo de un país comunista, como fue Polonia, visitaba otro país que utilizaba (y utiliza aún), la palabra comunista en su definición política". A su propio país el Papa había vuelto, pero tenía razones humanas, patrióticas, afectivas para hacerlo. Cuba era el primer país comunista, fuera del suyo, que él visitaba, y no olvidemos que "comunismo", por el sesgo soviético del marxismo-leninismo, ha significado ateísmo. El razonamiento que subyace, pues, a esta consideración es: vamos a ver al Papa, que "es el hombre de Dios", qué hace, qué dice, cómo lo tratan y reciben en un "país sin Dios". Es el antiguo tema bíblico de la luz y las tinieblas. Pero el mismo Santo Padre, acogido muy cordialmente por las autoridades cubanas y con cariño y entusiasmo desbordante por las multitudes, que vibraban con sus palabras, pudo captar, y así lo expresó, "el alma cristiana" del pueblo cubano. El ateísmo oficial de años anteriores había borrado en cierto grado la memoria cristiana del pueblo, se había cavado un foso más o menos hondo entre el Evangelio de Jesucristo y la nueva cultura emergente cerrada a la trascendencia. Muchos querían rezar, pero no sabían cómo, desconocían las oraciones tradicionales que sus padres y abuelos recitaron. Ese era el estado espiritual del cubano que iba a recibir el impacto de la visita del Papa Juan Pablo II.

Resumir los beneficios de esa visita para la Iglesia y para el pueblo cubano es una tarea casi imposible si no nos situamos dentro del ámbito verdaderamente religioso, o sea, donde el hombre y la mujer se relacionan con el Creador, establecen lazos con Él, se religan a Dios, que eso quiere decir la palabra religión. Sólo así se llega a comprender en algún grado qué efectos saludables trajo a nuestro pueblo la visita del Papa Juan Pablo II.


Poder cantar en la Plaza de la Revolución de La Habana con ritmo cubano aquel estribillo pegajoso: "el que siembra amor, cosecha amor, el que siembra amor, amor tendrá"; darse el abrazo de paz entre desconocidos mientras el coro de 450 voces, acompañado por la orquesta sinfónica, cantaba "Paz en la tierra... que el gozo eterno reine en nuestro corazón", sentir que un millón de voces estaban rezando aquel Padrenuestro de siempre, el de nuestros padres, el de nuestros abuelos, cuando resonaba aún en los oídos de todos la voz grave y firme del padre de la cristiandad que repetía: ¡No tengan miedo de abrir sus corazones a Cristo! Todo eso tocaba y estremecía las fibras más hondas de nuestro ser. Sí, el alma cristiana del pueblo cubano estaba allí y el Papa se dio cuenta de ello. Lo que tal vez no supo tan rápidamente el Santo Padre fue que era él mismo, el Papa Juan Pablo II, quien estaba haciendo aflorar el alma sumergida de los cubanos. Esa fue la vibración inexplicable que sacudió la Plaza cuando el coro comenzó a cantar el Aleluya de Händel al final de la Misa. Ese fue el tesoro precioso que quedó en el corazón de los cubanos después de la visita del Papa y esto es inexpresable por quienes lo vivieron y lo grabaron en sus memorias y es inexplicable, como todo lo que tiene que ver con el misterio de Dios en nuestras vidas, por los que quieren ser "observadores imparciales" y usan para las cosas inefables el inapropiado lenguaje de las Matemáticas, de la Sociología o de la Fenomenología. Se suceden así palabras huecas o falsas, porque cuando Dios actúa por medio de sus hombres y mujeres santos la única palabra adecuada para describir esa acción es milagro.

¡Cuántas veces vimos en aquellos días de gracia cómo la acción maravillosa del amor de Dios se manifestaba a través de su Pastor en la tierra! No me refiero sólo a las homilías y discursos del Papa, que están bien conservados en libros y otras publicaciones y contienen enseñanzas que al pasar los años resultan aún más válidas para Cuba y para el mundo.

En verdad, sus palabras supieron tocar hondamente los corazones. Pero hay una palabra no escrita, no pronunciada, que dice dulcemente lo anhelado en secreto por el ser humano, que revela el misterio de Dios y descubre al hombre su propio misterio. De esas palabras sin voz fui varias veces testigo en aquellas horas felices.

Era la mañana del primer día del Papa Juan Pablo II en Cuba. El Santo Padre, que había descansado algo durante la noche en la Nunciatura Apostólica después del largo viaje del día anterior desde Roma hasta La Habana, se aprestaba a partir para su primera gran celebración en Santa Clara. Mientras preparaba su partida en el interior de la residencia, un coro de niños de seis a nueve años de edad de una escuela de arte de La Habana, dirigidos por su profesora, saludaban el despertar del Papa cantando en el jardín de la Nunciatura, situados sobre el césped. Cuando el Papa salió de la casa ellos continuaron cantando y el Santo Padre, pasando de modo inesperado y dificultosamente sobre la pequeña cerca del jardín, entró al terreno alfombrado de hierba fina y comenzó a tocar las cabezas de los niños y niñas del coro, caminando lentamente entre ellos. Grandes lágrimas comenzaron a correr por las mejillas de los niños, cuyas miradas no se apartaban de la figura blanca del Pontífice a medida que sus voces se iban apagando una a una al ser tocados por el Papa. El lenguaje del silencio correspondía perfectamente a sus miradas. No hace falta voz cuando vemos lo invisible.

Una escena similar, pero en otro escenario y con otros actores se dio en el Santuario de San Lázaro en el Rincón, donde se habían trasladado los pacientes del vecino hospital antileproso. Era el encuentro del Papa con el mundo del dolor. Hubo una celebración de la Palabra de Dios que concluyó con una hermosa homilía del Papa sobre la enfermedad y los sufrimientos que ocasiona, los límites que impone y el desafío que representa para quienes deben cuidar del enfermo. Era impresionante oír a un hombre que conocía en carne propia las penalidades de la enfermedad hablar serenamente del dolor de quienes padecen por cualquier causa: enfermedad, prisión, discriminación, soledad, y del deber cristiano de tenderles la mano. Decir aquello alguien que no sólo sabía de dolores corporales, sino de guerras y ruinas, cuyo país, ocupado por Alemania en tiempos del nazismo, albergó el más terrible campo de concentración del mundo, que sufrió después por largo tiempo la ocupación soviética... Carol Woytila, Juan Pablo II era allí símbolo vivo del hombre enfrentado al dolor y a la crueldad y erguido en la fe como un heraldo de esperanza. En El Rincón la palabra del Papa tuvo el acento propio de lo vivido, sin la amargura de la queja. ¡Cómo hubiera querido que esta celebración de El Rincón hubiese sido televisada para el pueblo cubano! Allí fuimos unos pocos los presentes. Cuando fuera de Cuba los que siguieron aquellos momentos por televisión comentan la emoción que experimentaron, vuelvo siempre mentalmente al Santuario de San Lázaro y contemplo de nuevo al Papa, descendiendo de lo alto al finalizar sus palabras para recorrer entre sillas de ruedas y bancos de iglesia el pequeño templo atestado de pacientes del leprosorio y de enfermos de SIDA del Sanatorio cercano que se hallaban allí. Quiso el Santo Padre, tropezando con las sillas a veces, inclinándose peligrosamente otras, tocar a cada uno. ¿Qué había en aquel andar vacilante, en ese gesto tierno, que nos hizo a todos, enfermos y médicos, ministros del Señor y funcionarios del Ministerio de Salud Pública, cruzar nuestras miradas llenas de lágrimas? No eran ahora niños pequeños impactados por una figura blanca, eran enfermos y sanos, adultos y jóvenes palpando también lo invisible, y lo invisible es el amor. ¿No nos dice el Apóstol y evangelista San Juan que Dios es amor y que a Dios nadie lo ha visto nunca? Pero en algunos hombres, como en Juan Pablo II, el amor se hace visible, Dios se hace visible.

Cada mañana, a la salida para el aeropuerto desde la Nunciatura, para las celebraciones de Santa Clara, Camagüey y Santiago de Cuba, 7ª Avenida y todo el recorrido del Papa hacia el aeropuerto se llenaban de gente que en las aceras esperaba el paso del cortejo papal. Nadie había descrito el recorrido y estaban allí sin que nadie los convocara. Allí estaban los niños con sus uniformes para ir después a la escuela, los trabajadores antes de entrar a sus centros laborales, los adultos y ancianos en las puertas y ventanas de sus casas. El Papa se sentaba en el asiento delantero del auto para poder ir saludando a todos, que agitaban, con voces de júbilo, sus manos y pañuelos y poco después del mediodía, cuando el pueblo calculaba la hora del regreso, de nuevo se agolpaban hombres, mujeres y niños para ver pasar al Papa, y así los tres días.

Algunos periodistas extranjeros me preguntaban en aquellos días: ¿Quién convoca al pueblo, la Iglesia o el Estado?

La respuesta correcta, que no dí entonces, hubiera sido: es el Amor quien convoca, u otra equivalente: es Dios quien ha convocado, porque la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba fue el paso del Amor entre nosotros, cubanos, el paso de Dios por nuestro pueblo.


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El Área  de Pastoral Social  de la Diócesis de Tenerife ha difundido un tríptico con una reflexión para ayudar a llevar adelante la campaña "Auteridad par compartir".

 

OJOS ABIERTOS

Vivimos en una época de cambios acelerados; después de habitar el planeta durante miles de años, sólo hemos necesitado unas cuantas décadas para llegar a la energía nuclear, a la revolución informática o a la bioingeniería. 

Asistimos a un cambio en la percepción del trabajo y, con ello, de la forma de vida. Estamos ante un nuevo y profundo cambio en la economía, pasando de una sociedad
industrial a otra de servicios. 

Ante esta imagen de desarrollo, descubrimos la violación de la dignidad de las personas, en forma de actitudes egoístas, intolerantes o xenófobas. El funcionamiento de este sistema, genera bolsas de pobreza y de exclusión social en colectivos, pueblos e, incluso, continentes, que se convierten en población sobrante, fuera del sistema. 

La pobreza se asienta no sólo en el Sur del Planeta, sino que también en el Norte existen
grupos de excluidos y de empobrecidos. Además, en los mal llamados países del Tercer
Mundo, se han creado grandes fortunas, por supuesto, minoritarias. 

Históricamente, existían redes de solidaridad primaria que resolvían gran parte de los problemas sociales.

En la actualidad, la mayoría de estas redes de solidaridad (familia, parroquia, comunidad, gremios,...) han desaparecido o se encuentran muy debilitadas. 

El mercado económico y los medios de comunicación se presentan como la única salida a estas situaciones.
Aparecen como los símbolos del nuevo orden mundial, influido por el sistema neoliberal capitalista, que absorbe a la persona en su espiral de dinero y poder y la
incapacita para la solidaridad y el compromiso responsable participativo en el bien común. 

Detectamos la ineficacia de ciertos programas que, en general, sirven más para la buena imagen de los que los realizan y su rentabilidad política, que para responder a las necesidades reales de los ciudadanos y ciudadanas. 

Sin embargo, detectamos una creciente preocupación por lograr un desarrollo sostenible
y por el cuidado responsable del Medio Ambiente. 

 

CORAZÓN SENSIBLE 

El acercamiento a esta realidad sufriente, nos invita a todos, de modo especial a los  creyentes en un Dios Padre misericordioso, a no estar impasibles.
La dignidad de la persona, el dolor y el sufrimiento de tantas víctimas, nos mueven a implicarnos en su favor y a participar en la transformación de las personas, de las estructuras y de la sociedad. 

El patrón de desarrollo de un Norte poderoso sólo es sostenible si se mantiene la desigualdad extrema. be otra manera, los recursos mundiales no alcanzan para todos. Nacer en un país significa poder vivir más de ochenta años, mientras que nacer en otro supone no llegar los cuarenta. 

La falta de trabajo produce pánico social; no tenerlo supone sentirse olvidado y lleva consigo la exclusión y la miseria. El sistema excluye, convirtiendo a personas en objetos inútiles. 

El "tener más" se asocia a "ser feliz" y las nuevas técnicas nos facilitan caer en el consumismo 

Actualmente, nuestra sociedad se encuentra baja de valores éticos, "vale todo" para el
enriquecimiento económico y aunque esta cultura no satisface al ser humano, se acallan las conciencias de modo acrítico y consumista. 

El SISTEMA se esfuerza en aparecer y demostrar que es solidario con las víctimas,
pero la propia realidad de éstas, nos demuestra que la causa de su situación está
en el propio SISTEMA. 

La solidaridad, el compartir, la austeridad, la dignidad de la persona, etc., no pueden ser manipulados ni empleados al servicio de intereses que no sean para rescatar a las víctimas de su situación y devolverles su dignidad como personas.. 

Porque creemos en ello y porque aspiramos a una sociedad más humana, es por lo que
pretendemos explorar y andar, junto con otros, nuevos caminos de justicia, que nos vayan llevando a la realización de una sociedad diferente, más justa, fraterna y pacífica. 

MANO PRONTA 

Las pinceladas de la realidad descritas anteriormente, iluminadas por la mirada de Dios Padre, que nos hace hermanos y hermanas, nos impulsan a cambiar nuestra forma de vivir y de actuar. Este es un modo de ser y hacer memoria viva de Jesucristo que vivió comprometido. 

La construcción de un espacio social alternativo donde se respeten los derechos y la dignidad de todas las personas, en la línea del proyecto del Reino de Dios es imposible sin este cambio en las actitudes personales y en los comportamientos. 

La iniciativa "AUSTERIDAD PARA COMPARTIR" pretende:

Promover una forma de ser y un e vida que favorezcan el cambio d personales, colectivas y sociales en hábitos de solidaridad, de participación, de compromiso activo y responsable que den como resultado la

transformación de la persona y del tejido social. 

ACTITUDES A FOMENTAR

Austeridad para compartir tiene como objetivos principales: En el ámbito de la vida privada y relaciones cercanas

Consumo responsable y crítico. Las 3 Rs.

Igualdad y no violencia.

En el ámbito laboral.

Defender el "Trabajar menos para trabajar todos".

Participación.

En el ámbito social y eclesial.

Participar como ciudadanos/as con carácter solidario en las decisiones colectivas.

Reclamar cauces de participación.


24 de enero de 2008,
Víspera de la fiesta de la Conversión de San Pablo
 

 

Estimados compañeros sacerdotes

El pasado Octubre tuvo conmigo Don Bernardo el detalle inesperado, pero agradable a la vez, aunque de mucha responsabilidad, de elegirme para colaborar con él en el estudio y discernimiento de la realidad de la Piedad Popular en nuestra Diócesis. Acepté sin mediar palabra, pues ha sido la Piedad de nuestra gente algo que siempre me ha interesado, unas veces para fortalecerla y otras para corregirla, acertadamente unas y erróneamente otras, pero siempre tuve claro que la Piedad Popular era un PUENTE válido por donde suelen transitar las "COSAS" de Dios. 

Este curso quisiera que diéramos un paso: Que nos sentáramos los sacerdotes en los arciprestazgos y reflexionáramos sobre esta realidad tan importante, y cómo la estamos integrando en nuestro Ministerio. No hablar tanto de las desviaciones de la Piedad Popular, que también podría darse el caso, sino sobre todo de nosotros mismos y de cómo discernimos las distintas situaciones que se dan. No para quejarnos de las rutinas posibles o reales en la que está sumida la Piedad Popular, y lamentarnos y salir desanimados, sino para ver QUE se puede hacer, ya que la Piedad Popular es un hermoso puente para la transmisión de la fe, de hecho ha sido un instrumento providencial para la conservación de la fe allí donde los cristianos se veían privados de atención pastoral. Y salir alentados en la esperanza de que podemos hacer algo y que estamos haciendo algo por ese precioso mundo del "misterio", de lo escondido, y que sólo le es revelado a la gente sencilla. 

Te invito, pues, a participar en este reto y que en cada Arciprestazgo se nombre al sacerdote mas sensibilizado en este tema, para ir dando pasos acordes a lo que nos pedía el Sínodo y a lo que impulsa el Directorio de la Piedad Popular que en el año 2002 nos dio a conocer el Vaticano. 

Te mantendré informado de las distintas cosas que vayamos preparando. Quizá algún día te haremos llegar hojas informativas o trípticos o folletos... para su distribución en las parroquias.

 

Un saludo cordial y mi fe en que vas a regalarnos tu confianza y tu oración.

Argelio Dómínguez Rodríguez

Delegado  de Piedad Popular

 


Segundo Domingo 

17 Febrero 2008

Mt 17, 7
Levantaos, no temáis

 

 

Te alabo Padre
por tu Hijo Jesucristo. 

Él se transfigura cada día
delante de mi en la Eucaristía
y me alimenta
con su Cuerpo y su Palabra. 

Hazme gozar de tu Presencia
amorosa y continua;
que ella me anime
a cargar con alegría

la cruz de mis dificultades. 

TRANSFIGURA MIS TEMORES
EN UNA PLENA
ONFIANZA EN TI.
Sea tu Espíritu quien
lo realice en mí!
Amén

 

Texto: Hermanas Clarisas de Huesca - Dibujo: Auck
Editado por FNP a.s.b.I.,
17, rue de PHBpital- B-6060 Gilly
con licencia eclesiástica por el Obispado de Huesca


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ZENIT publica el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap., predicador de la Casa Pontificia, a la Liturgia de la Palabra del  domingo II de Cuaresma, 17 de Febrero de 2008. 

II Domingo de Cuaresma 

Génesis 12, 1-4a; 2 Timoteo 1, 8b-10; Mateo 17, 1-9 

Se transfiguró ante ellos 

 

¿Por qué la fe, las prácticas religiosas están en declive y no parecen constituir, al menos para la mayoría, el punto de fuerza en la vida? ¿Por qué el tedio, el cansancio, la molestia al cumplir los propios deberes de creyentes? ¿Por qué los jóvenes no sienten que les atraen? ¿Por qué, en resumen, esta monotonía y esta falta de gozo entre los creyentes en Cristo? El episodio de la transfiguración nos ayuda a dar una respuesta a estos interrogantes. 

¿Qué significó la transfiguración para los tres discípulos que la presenciaron? Hasta entonces habían conocido a Jesús en su apariencia externa, un hombre no distinto a los demás, de quien conocían su procedencia, sus costumbres, su tono de voz... Ahora conocen a otro Jesús, al verdadero Jesús, al que no se consigue ver con los ojos de todos los días, a la luz normal del sol, sino que es fruto de una revelación imprevista, de un cambio, de un don. 

Para que las cosas cambien también para nosotros, como para aquellos tres discípulos en el Tabor, es necesario que suceda en nuestra vida algo semejante a lo que ocurre a un chico o a una chica cuando se enamoran. En el enamoramiento el otro, el amado, que antes era uno de tantos, o tal vez un desconocido, de golpe se convierte en único, el único que interesa en el mundo. Todo lo demás retrocede y se sitúa en un fondo neutro. No se es capaz de pensar en otra cosa. Sucede una auténtica transfiguración. La persona amada se contempla como en un halo luminoso. Todo aparece bello en ella, hasta los defectos. Si acaso, se siente indignidad hacia ella. El amor verdadero genera humildad. Algo cambia también concretamente hasta en los hábitos de vida. He conocido a chicos a quienes por la mañana sus padres no lograban sacar de la cama para ir al colegio; si se les encontraba un trabajo, en poco tiempo lo abandonaban; o bien descuidaban los estudios sin llegar a licenciarse nunca... Después, cuando se han enamorado de alguien y se han hecho novios, por la mañana saltan de la cama, están impacientes por finalizar los estudios, si tienen un trabajo lo cuidan mucho. ¿Qué ha ocurrido? Nada, sencillamente lo que antes hacían por constricción ahora lo hacen por atracción. Y la atracción es capaz e hacer cosas que ninguna constricción logra; pone alas a los pies. «Cada uno», decía el poeta Ovidio, «es atraído por el objeto del propio placer». 

Algo por el estilo, decía, debería suceder una vez en la vida para ser verdaderos cristianos, convencidos, gozosos se serlo. «¡Pero a la chica o al chico se le ve, se toca!». Respondo: también a Jesús se le ve y se le toca, pero con otros ojos y con otras manos: del corazón, de la fe. Él está resucitado y está vivo. Es un ser concreto, no una abstracción, para quien ha tenido esta experiencia y este conocimiento. Más aún, con Jesús las cosas van incluso mejor. En el enamoramiento humano hay artificio, atribuyendo al amado cualidades de las que tal vez carece y con el tiempo frecuentemente se está obligado a cambiar de opinión. En el caso de Jesús, cuanto más se le conoce y se está a su lado, más se descubren nuevos motivos para estar enamorados de Él y seguros de la propia elección. 

Esto no quiere decir que hay que estar tranquilos y esperar, también con Cristo, el clásico «flechazo». Si un chico, o una chica, pasa todo el tiempo encerrado en casa sin ver a nadie, jamás sucederá nada en su vida. ¡Para enamorarse hay que frecuentarse! Si uno está convencido, o sencillamente comienza a pensar que tal vez conocer a Jesús de este modo distinto, trasfigurado, es bello y vale la pena, entonces es necesario que empiece a «frecuentarlo», a leer sus escritos. ¡Sus cartas de amor son el Evangelio! Es ahí donde Él se revela, se «transfigura». Su casa es la Iglesia: es ahí donde se le encuentra.

[Traducción del original italiano realizada por Marta Lago]

 


Publicado por verdenaranja @ 10:50  | Espiritualidad
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Viernes, 15 de febrero de 2008

 (ZENIT.org).- Como es costumbre, este Viernes Santo los católicos están llamados a ofrecer un gesto de caridad, contribuyendo con las necesidades de la Iglesia en Tierra Santa. El cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación par las Iglesias Orientales, ha enviado una carta a la jerarquía católica para solicitar la ayuda de los fieles. Esta es la misiva:


Excelencia Reverendísima:

En la visita a este Dicasterio por el 90º aniversario de su fundación, el Papa Benedicto XVI hizo una llamada paternal a la paz en Tierra Santa y en el Medio Oriente. Era el 9 de junio de 2007, y en esa circunstancia el Santo Padre me nombraba Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales.

En el mismo mes habrían seguido otros dos pronunciamientos pontificios, llenos de inquietud por la incierta situación de dicha área geográfica, y de benevolencia hacia todos sus habitantes.

Deseo unir a esta carta aquellas luminosas palabras, mientras por primera vez me dirijo a los hermanos Obispos de todo el mundo y a sus respectivas Iglesias para pedir, precisamente en nombre del Santo Padre, que continúen sosteniendo espiritual y materialmente a la Comunidad católica en Tierra Santa. Son aquellas palabras el más convincente y autorizado llamamiento a la solidaridad.

Comenzando mi servicio a las Iglesias Orientales he advertido esta especial responsabilidad y, junto con los Colaboradores del Dicasterio y a un grupo de Embajadores y Amigos, he querido encender delante del Icono de la Santa Madre de Dios, una simple lámpara, como invitación a la constante y tenaz oración por la paz.

Es la ausencia de una paz estable la que agudiza antiguos problemas en los Santos Lugares y crea otros nuevos, además de agravar la pobreza. Los cristianos que viven allí merecen, por tanto, la atención prioritaria de la Iglesia católica y de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, las cuales tienen siempre necesidad del "carisma vivo de los orígenes" y de la singular vocación ecuménica e interreligiosa de las que aquéllos son portadores.

La Colecta del Viernes Santo asume un especial relieve. Ha sido colocada por los Sumos Pontífices en un día tan significativo para dar testimonio de la común pertenencia a la Tierra que en el fluir de la historia permanece como la "silenciosa testigo de la vida terrena del Salvador", según la feliz expresión del Papa Benedicto XVI.

Se espera que dicha Colecta reciba una constante acogida por parte de todas las Iglesias locales, para que pueda crecer el movimiento de caridad que, por mandato del Papa, nuestra Congregación coordina con el fin de garantizar a la Tierra Santa, de manera ordenada y proporcionada, la ayuda que requieren la ordinaria vida eclesial y otras particulares necesidades.

De este modo, la comunidad latina, congregada en torno al Patriarcado de Jerusalén y a la Custodia Franciscana, pero también las otras Iglesias orientales católicas, según prudentes y probadas normas pontificias, podrán beneficiarse de la caridad de todos los católicos, no con carácter ocasional sino con la suficiente seguridad y continuidad que permita mirar al futuro con esperanza. Por medio de la comunidad católica, además, la caridad se extenderá sin distinción religiosa, cultural o política, sobre todo a favor de las generaciones jóvenes, que -por citar sólo el más apreciado entre los servicios que les son ofrecidos- podrán seguir beneficiándose de la cualificada y difundida obra educativa católica.

Entre las urgencias que han de afrontarse está siempre el fenómeno imparable de la emigración, por la que las comunidades cristianas se exponen al peligro de perder sus mejores recursos humanos. No podemos dejar de promover nada que pueda servir para garantizar que, junto a los monumentales testimonios históricos del cristianismo, sean siempre las comunidades vivas las que celebren el misterio de Cristo, nuestra paz.

Deseo elogiar a las Iglesias particulares por lo mucho que hacen de modo directo para el bien de la Tierra Santa, especialmente gracias a las peregrinaciones y a las iniciativas promovidas por crecientes formas de voluntariado, y al empeño, siempre laudable, de las parroquias y de las familias religiosas, así como también de las instituciones históricas, fundaciones y asociaciones.

Pero animo cordialmente de modo singular a todos los Obispos, hermanos en el episcopado, a privilegiar, por su finalidad y características específicas, la "Colecta Pro Terra Sancta".

Y, con gusto, uno a esta carta un documento informativo, preparado por esta Congregación y la Custodia Franciscana, sobre las obras realizadas en el año 2007, quedando a disposición especialmente de los Obispos, y de los sacerdotes a quienes aquéllos hayan encomendado este encargo, para cualquier ayuda que pueda servir en el cumplimiento del deber de fraterna caridad que a todos une con la Tierra del Señor Jesús.

Concluyo haciendo presente, desde ahora, la profunda gratitud del Santo Padre por el apoyo a una causa de importancia tan vital para la Iglesia y para la humanidad. Es un agradecimiento que también comparten nuestra Congregación y todas las comunidades latinas y orientales de Tierra Santa.

Con los sentimientos de la más cordial y fraterna consideración.

Suyo devmo.

Leonardo Card. Sandri
Prefecto

Antonio Maria Vegliò
Arzobispo Secretario

 

[Traducción distribuida por la Santa Sede]


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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 15 febrero 2008 (ZENIT.org).- La Custodia de Tierra Santa promueve proyectos y actividades en los santos lugares de la redención para apoyar a los cristianos del lugar y a los peregrinos. Este es el informe de 2006-2007.

CUSTODIA DE TIERRA SANTA
Orden de los Franciscanos Menores

Relación sumaria de los gastos de 2006-2007

La Custodia de Tierra Santa ha continuado sosteniendo proyectos y actividades en los Santos Lugares de la Redención, en la asistencia a los peregrinos y en el mantenimiento de las obras apostólicas (cfr. Pablo VI, Exhortación Apostólica Nobis in animo). Éstos han sido los principales proyectos de 2006-2007:

I. Lugares Santos / Peregrinos
A. Ain Karem
1. Restauración del Asilo, dedicado a la acogida de pequeños grupos de peregrinos con programas particulares de experiencia de meditación y de oración.

2. Santuario de San Juan Bautista en el Desierto: construcción de la zona de aparcamiento, restauración del antiguo muro del cercado y de algunos ambientes para la acogida de grupos concretos de peregrinos y para la experiencia de la soledad.

B. Belén

1. Renovación del antiguo Santuario de la Gruta de la Leche, que ha consistido en la restauración de la antigua Capilla y en su conexión con la nueva Iglesia, bendecida en el mes de enero de 2007. Al mismo tiempo se han proseguido y completado (mayo de 2007) los trabajos de restauración, así como de construcción de una nueva ala, en el Convento adyacente, donde se hospedan las monjas que colaboran en el servicio del Santuario.

2. Renovación del Convento y del Santuario del Campo de los Pastores, con particular atención a la protección de los restos arqueológicos (abril de 2006).

3. Restauración completa de la Capilla de Santa Elena en el interior del Santuario de Belén, aumentando su espacio para la acogida de los peregrinos y la celebración de la Santa Misa.

C. Caná de Galilea

Renovación del techo de la Iglesia, así como del patio y de los espacios anejos, y añadido de un piso a la casa que aloja a las religiosas que colaboran en el servicio del Santuario.

D. Jerusalén

1. Restauración completa de un piso y del techo del convento de la Flagelación, y restauraciones parciales del Santuario de la Flagelación y la Condena.

2. Intervenciones de diversa naturaleza en el Santuario de Getsemaní y en la Gruta de los Apóstoles, para facilitar el acceso y la acogida de los peregrinos. Inicio del proyecto de reordenación del Valle del Cedrón, entre el Santuario y la muralla de la Jerusalén antigua.

E. Jaffa

Conclusión de la primera fase de la restauración del Santuario de San Pedro en Jaffa, que consiste en la renovación completa del externo de la Iglesia y del Convento.

F. Nazaret

1. Proyecto de las vías de acceso, de las visitas al Santuario y de las procesiones. La conclusión del proyecto está prevista para el mes de mayo de 2008.

2. Conclusión de la restauración del convento de Séforis. La realización del proyecto de la cubierta de la antigua Iglesia espera a la obtención de los permisos de las autoridades civiles.

II. Lugares Santos / Comunidades Locales

A. Obras a favor de los jóvenes

1. 290 becas de estudio universitarias. La beca de estudio prevé el financiamiento completo de los estudios, de una duración de cuatro años, para los estudiantes cristianos que frecuentan las diversas Universidades de la Región (Universidades de Belén, Hebraica, de Bir Zeit, de Amman y otras).

2. Construcción del Catholic Action Sport Center en Belén. Este complejo ha sido terminado en el mes de marzo de 2007.

3. (Belén) Proyecto de Formación e introducción en el mundo del trabajo de Licenciados noveles. Se ha sostenido en 2006 la inserción de veinte jóvenes, cualificados y con méritos, en el mundo del trabajo, ofreciendo para ello a empresas e instituciones seleccionadas el pago de dos tercios del coste retributivo durante doce meses. De este modo los jóvenes tienen la posibilidad de adquirir una experiencia laboral y las empresas, a su vez, de conocer y formar nuevo personal en vistas de una eventual posterior contratación.

4. (Belén) Proyecto de formación y reinserción en el mundo laboral de los parados. Es un proyecto análogo al anterior, pero que tiene como objetivo la re-cualificación y la reinserción en el mundo del trabajo de cuarenta y dos personas que, a causa del cierre de los Territorios, han perdido el empleo que tenían en Jerusalén o en otras partes de Tierra Santa.

5. (Belén) Sostenimiento de las empresas artesanales. En 2006 se ha sostenido a una decena de pequeñas empresas artesanas mediante la dotación de piezas de recambio, de equipos para la producción y de auxilios para garantizar la seguridad en su actividad laboral.

B. Obras a favor de las familias

1. (Belén) El Franciscan Family Center desarrolla un conjunto de actividades de consultoría familiar cristiana, es decir, de apoyo, prevención y ayuda al crecimiento de las familias, y sobre todo de los matrimonios jóvenes. El Centro asiste mensualmente al menos a un centenar de familias.

2. (Belén) Casa Franciscana del Niño. acoge más de veinte niños de edades entre seis y doce años provenientes de familias pobres y con diversos tipos de dificultad. Los niños, además de la acogida y de la asistencia en el estudio, son seguidos por un educador, un asistente social y un psicólogo. El proyecto se desarrolla en estrecho contacto con el Centro Franciscano de la Familia y con voluntarios locales.

3. (Belén) Asistencia médica. Este proyecto se actúa desplegando diversos tipos de asistencia sanitaria y se pone en coordinación con el Franciscan Family Center, con Caritas, y con la Bethlehem Arab Society for Rehabilitation. Este proyecto asegura cobertura, parcial o completa, de los gastos médicos de los pacientes mediante el pago del costo de los fármacos de las visitas médicas y del de las hospitalizaciones. En 2006 han sido cuarenta las familias que han recibido un sostenimiento fijo y un centenar las que lo han recibido ocasionalmente.

C. Obras de sostenimiento escolar

1. Construcción de un nuevo piso en la Escuela Femenina de Belén. Con la nueva construcción se ha añadido un laboratorio y algunas aulas que han permitido potenciar la enseñanza en la escuela.

2. Restauración y ampliación de los espacios en la Escuela Masculina de Belén. Los nuevos ambientes permitirán aumentar el número de alumnos.

3. Proyecto de restauración y de reestructuración del teatro de la Escuela Masculina de Jerusalén.

4. Ampliación de la Escuela Elementar de Jericó (cuya conclusión está prevista para el 2008).

5. Conclusión de la reestructuración de la escuela de Jaffa.

D. Construcción de apartamentos para los pobres y para jóvenes matrimonios

1. St. Francis Housing Proyect en Belén. Consiste en la construcción de veinte apartamentos para otras tantas familias; se trata sobre todo de matrimonios jóvenes con dificultades para encontrar un apartamento o a quienes resulta imposible hacer frente al coste de un alquiler a precio de mercado. A la vez, la construcción misma de los apartamentos ha permitido crear trabajo para noventa y cinco familias de la clase trabajadora de Belén. El proyecto terminado será inaugurado en enero de 2008.

2. St. Catherin Housing Proyect en Belén. Fue inaugurado en octubre de 2006 y consiste en la construcción de veinticuatro apartamentos para asegurar un vivienda a las familias cristianas.

3. Restauración de viviendas en la ciudad Vieja de Jerusalén. Las viejas casas, frecuentemente del período otomano, ya no resultan habitables y sus moradores se ven obligados a abandonarlas. El Proyecto prevé una restauración progresiva de esas viviendas, de manera que más de trescientas familias cristianas puedan permanecer en la Ciudad Vieja.

E. Otras obras culturales

1. Todos los años la Custodia de Tierra Santa mantiene económicamente a la Facultad de Ciencias Bíblicas y de Arqueología del Studium Biblicum Franciscanum de Jerusalén. Aparte del sostenimiento de toda la actividad de la Facultad, se ofrecen a unos treinta alumnos provenientes de diversas diócesis y provincias religiosas becas de estudio, que incluyen la pensión completa.

2. El Franciscan Multimedia Center es un Centro de medios de difusión para el apoyo a las televisiones y radios católicas, que permite ofrecerles material audiovisual en diversas lenguas sobre la Tierra Santa y la presencia cristiana en ella.


(ZENIT.org).- Como es tradicional a inicios de Cuaresma, Benedicto XVI se reunió con los párrocos y el clero de la diócesis de Roma el pasado 7 de febrero de 2008. El encuentro se desarrolló en forma de diálogo entre el Santo Padre y los participantes. Proseguimos con la publicación de las preguntas y de las respuestas que brindó espontáneamente el Papa.  

 

[Don Alberto Orlando, vicario parroquial de Santa María Madre de la Providencia:] 

Soy don Alberto Orlando, vice párroco de la parroquia de Santa María Madre de la Providencia. Desearía presentarle una dificultad vivida en Loreto con los jóvenes al año pasado [donde se celebró el Ágora de los jóvenes italianos -al que acudieron medio millón- el 1 y 2 de septiembre. Ndt]. Pasamos en Loreto una jornada bellísima, pero entre tantas cosas estupendas percibimos una cierta distancia entre usted y los jóvenes. Llegamos por la tarde. No conseguimos acomodarnos, ver ni oír. Cuando llegó la noche usted se marchó y nos quedamos como a merced de la televisión, que en cierto sentido nos usó. Pero los jóvenes tienen necesidad de calor. Una joven me dijo, por ejemplo: «Normalmente el Papa nos llama "queridos jóvenes"; en cambio hoy nos ha llamado "jóvenes amigos"». Y estaba muy contenta por ello. ¿Cómo no subrayar este particular, esta cercanía? La conexión televisiva con Loreto era muy fría, muy lejana; también el momento de la oración tuvo dificultades, porque estaba ligado a los puntos de luz que permanecieron cerrados hasta tarde, al menos hasta que no terminó el espectáculo televisivo. Lo segundo que nos creó alguna dificultad fue en cambio la liturgia del día después, un poco agotadora sobre todo en cantos y música. En el momento del Aleluya, por poner un ejemplo, una joven observó que, a pesar del calor, estas canciones y la música se prolongaban muchísimo, como si a nadie le importara la incomodidad del que se veía estrechado por la multitud. Y se trataba de chavales que todos los domingos participan en misa. Estas son las dos preguntas: ¿por qué esta distancia entre usted y ellos? Y ¿cómo conciliar el tesoro de la liturgia en toda la solemnidad con el sentimiento, el afecto y la emotividad que nutre a los jóvenes, cosa que necesitan tanto? Desearía asimismo un consejo: cómo equilibrarnos entre solemnidad y emotividad. También porque somos nosotros mismos, los sacerdotes, los que con frecuencia nos preguntamos qué capacidad tenemos de vivir con sencillez la emoción y el sentimiento. Y siendo ministros del sacramento desearíamos poder orientar sentimiento y emotividad hacia un justo equilibrio.

 

[Benedicto XVI:] 

El primer punto que se me propone está relacionado con la situación organizativa: la encontré así como estaba, así que no sé si era posible tal vez organizarlo de una manera distinta. Considerando los miles de personas que había, era imposible, me parece, conseguir que todos estuvieran igual de próximas. Es más, por ello hicimos un recorrido con el vehículo, para tener un poco de cercanía con cada una. Pero tendremos en cuenta esto y veremos si en el futuro, en otros encuentros con miles y miles de personas, es posible hacer algo diferente. Con todo, me parece importante que crezca el sentimiento de una cercanía interior, que encuentre el puente que nos une aunque estemos físicamente lejanos. Un gran problema es, en cambio, el de las liturgias en las que participan masas de personas. Recuerdo que en 1960, durante el gran congreso eucarístico internacional de Munich, se intentaba dar una nueva fisonomía a los congresos eucarísticos, que hasta entonces eran sólo actos de adoración. Se quería poner en el centro la celebración de la Eucaristía como acto de la presencia del misterio celebrado. Pero inmediatamente surgió la cuestión sobre cómo hacerlo posible. Adorar -se decía- se puede hacer también a distancia; pero para celebrar es necesaria una comunidad limitada que pueda interactuar con el misterio, por lo tanto una comunidad que debía ser asamblea en torno a la celebración del misterio. Muchos eran contrarios a la celebración de la Eucaristía en público con cien mil personas. Decían que no era posible precisamente por la estructura misma de la Eucaristía, que exige la comunidad para la comunión. Había también grandes personalidades, muy respetables, entre los contrarios a esta solución. Después el profesor Jungmann, gran liturgista, uno de los grandes arquitectos de la reforma litúrgica, creó el concepto de statio orbis, esto es, regresó a la statio Romae donde justamente en tiempo de Cuaresma los fieles se reúnen en un punto, la statio: así que permanecen en statio como los soldados por Cristo; luego van juntos a la Eucaristía. Si ésta, dijo, era la statio de la ciudad de Roma, donde la ciudad de Roma se reúne, entonces ésta es la statio orbis. Y desde aquel momento tenemos las celebraciones eucarísticas con la participación de masas. Para mí, debo decirlo, permanece un problema, porque la comunión concreta en la celebración es fundamental y por lo tanto no encuentro que se haya dado realmente con la respuesta definitiva. También en el Sínodo pasado planteé este interrogante, que en cambio no halló respuesta. Igualmente promoví otra cuestión, sobre la concelebración en masa: porque si concelebran, por ejemplo, mil sacerdotes, no se sabe si existe aún la estructura querida por el Señor. Pero en todo caso son interrogantes. Y así, se le ha presentado a usted la dificultad al participar en una celebración de masa durante la cual no es posible que todos estén involucrados por igual. Por lo tanto se debe elegir un cierto estilo para conservar esa dignidad que siempre es necesaria para la Eucaristía, y la comunidad no es uniforme y la experiencia de la participación en lo que allí se vive es diferente; para algunos es ciertamente insuficiente. Pero no ha dependido de mí, sino más bien de quienes se ocuparon de la preparación.

Se debe reflexionar bien sobre qué hacer en estas situaciones, cómo responder a los desafíos de estos momentos. Si no me equivoco, había una orquesta de discapacitados que interpretaban la música y tal vez la idea era precisamente mostrar que también ellos pueden animar la sagrada celebración y no deben verse nunca relegados, sino ser actores primarios. De tal forma todos, amando a aquellos, no se sintieron relegados, sino más bien involucrados. Me parece una reflexión muy respetable y la comparto. Naturalmente, en cambio, persiste el problema fundamental. Pero me parece que también aquí, sabiendo qué es la Eucaristía, aunque no se tenga la posibilidad de una actividad exterior como se desearía para sentirse copartícipes, se entra en ella con el corazón, como dice el antiguo imperativo en la Iglesia, creado tal vez precisamente para los que estaban detrás en la basílica: «¡Levantemos el corazón! Ahora todos salimos de nosotros mismos, así todos estamos con el Señor y estamos juntos». Como he dicho, no niego el problema, pero si seguimos realmente esta palabra, «¡Levantemos el corazón!», encontraremos a todos, también en situaciones difíciles y a veces discutibles, en la verdadera participación activa.

 

[Monseñor Renzo Martinelli, delegado de la Pontificia Academia de la Inmaculada:] 

Santo Padre: desearía sobre todo agradecerle las especificaciones que hizo el domingo pasado en el Ángelus respecto a sus intenciones, porque siempre formamos a los fieles para que oren por el Papa, y cuando usted pide rezar por los consagrados, por la jornada de la vida, por los frutos de conversión de la Cuaresma, la concreción de estos puntos evidencia aún más una comunión interior, pero también la consciencia de estar cerca de sus intenciones. También es de estos días la gracia de poder orar ante la Inmaculada en el aniversario de Lourdes. Volviendo al problema de la emergencia educativa, la pregunta es ésta: recientemente usted ha dicho a los obispos eslovenos esta frase: «Si por ejemplo se concibe al hombre según una tendencia hoy difundida de manera individualista», cómo justificar el esfuerzo por la construcción de una comunidad justa y solidaria. Entré en el seminario a los once años y fui educado un poco en una mentalidad en la que existía mi yo, y después junto a mi yo otro yo un poco moralista para conformarse a Cristo, y al final mi libertad, como dice usted en su libro Jesús de Nazaret, es como si se condujera de forma esclava, como esclavitud, cuando comenta el tema del hermano mayor de la parábola del hijo pródigo. Y todo esto crea división: cómo proponer en cambio a los jóvenes aquello en lo que usted insiste siempre, esto es, que el yo del cristiano, cuando se ha investido de Cristo, ya no es más yo. La identidad del cristiano, dijo usted con mucha profundidad en Verona, es el yo que ya no es yo, porque existe el sujeto de comunión de Cristo. Cómo proponer, Santidad, esta conversión, esta nueva modalidad, esta originalidad cristiana de ser una comunión que propone eficazmente la novedad de la experiencia cristiana.

 

[Benedicto XVI:] 

Es la gran cuestión que todo sacerdote que es responsable de otros se plantea hoy en día. También para él mismo, naturalmente. Es verdad que en el siglo XX existía la tendencia a una devoción individualista, para salvar sobre todo la propia alma y crear méritos también calculables que se podían, en ciertas listas, hasta indicar con números. Y ciertamente todo el movimiento del Concilio Vaticano II quiso superar este individualismo.

No desearía juzgar a estas generaciones pasadas, que en cambio, a su modo, intentaron servir así a los demás. Pero allí estaba el peligro de que sobre todo se quisiera salvar la propia alma; a ello le seguía una exteriorización de la piedad que al final encontraba la fe como un peso, no como una liberación. Y ciertamente es voluntad fundamental de la nueva pastoral indicada por el Concilio Vaticano II salir de esta visión demasiado restringida del cristianismo y descubrir que yo salvo mi alma sólo donándola, como nos ha dicho hoy el Señor en el Evangelio; sólo liberándome de mí, saliendo de mí; como Dios hizo en el Hijo, que sale de ser Él mismo Dios para salvarnos a nosotros. Y nosotros entramos en este movimiento del Hijo, buscamos salir de nosotros mismos porque sabemos dónde llegar. Y no caemos en el vacío, sino que nos dejamos a nosotros mismos abandonándonos en el Señor, saliendo, poniéndonos a su disposición, como quiere Él, no como pensemos nosotros.

Ésta es la verdadera obediencia cristiana, que es liberad: no como querría yo, con mi proyecto de vida para mí, sino poniéndome a su disposición, para que Él disponga de mí. Y poniéndome en sus manos soy libre. Pero es un gran salto que nunca se hace definitivamente. Pienso aquí en San Agustín, quien muchas veces nos ha dicho esto. Inicialmente, después de la conversión, pensaba que había llegado a la cumbre y que vivía en el paraíso de la novedad de ser cristiano. Después descubrió que el dificultoso camino de la vida proseguía, si bien desde aquel momento siempre en la luz de Dios, y que era necesario dar cada día de nuevo este salto desde uno mismo; dar este yo para que muera y se renueve en el gran yo de Cristo que es, de una determinada forma muy cierta, el yo común de todos nosotros, nuestro yo.

Pero diría que nosotros mismos debemos, precisamente en la Eucaristía -que es este gran y profundo encuentro con el Señor donde me dejo caer en sus manos--, dar este gran paso. Cuánto más lo aprendamos nosotros mismos, más podremos expresarlo a los demás y hacerlo comprensible, accesible a otros. Sólo caminando con el Señor, abandonándonos en la comunión de Iglesia a su apertura, no viviendo para mí -ya sea para una vida terrenal gozosa, ya sea sólo por una felicidad personal--, sino haciéndome instrumento de su paz, vivo bien y aprendo este valor ante los desafíos de cada día, siempre nuevos y graves, frecuentemente casi irrealizables. Me abandono porque tú lo quieres, y estoy seguro de que así avanzo bien. Podemos sólo rogar que el Señor nos ayude a hacer este camino cada día, para ayudar, iluminar de esta manera a los demás, motivarles para que puedan ser así liberados y redimidos.

 

Traducción del original italiano por Marta Lago


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AMERICA/MEXICO - San Juan Diego propuesto como modelo de discípulo y misionero en el XIII Congreso Nacional de la Infancia y Adolescencia Misionera. Carta del obispo de Cuautitlán Guillermo Ortiz Mondragón

 

Cuautitlán: Invitación para participar con el CONIAM 

Muy estimados hermanos miembros de la RIIAL: 

Les saludo con afecto deseándoles un tiempo de Cuaresma lleno de la Palabra de Vida que nos transforma para la comunión por el servicio a los más necesitados. Les comunico con mucha esperanza que el XIII Congreso Nacional de la Infancia y la Adolescencia Misionera, se realizará en la Diócesis de Cuautitlán, del 14 al 17 de Febrero del presente. 

Somos Iglesia Comunión que tiene la Misión de anunciar a Jesucristo. Por eso queremos que este evento sea una oportunidad para fortalecer esta identidad en cada Diócesis de la Iglesia que peregrina en México. De manera especial, que podamos trasmitir a todos los niños y adolescentes la invitación de Iglesia para encontrarse con Jesucristo de modo que, en comunión con los pastores, sean también misioneros del Evangelio en su familia, en su escuela, en su ambiente.

Este evento es oportunidad también para que la sociedad toda vuelva la mirada sobre la niñez y la adolescencia en todos los municipios y estados de nuestra República pues, siendo un alto porcentaje de la población, cobra gran importancia para quienes tienen la tarea de la Educación, de modo que, además de enseñar conocimientos, sea transmisora de valores que no sólo mantengan un equilibrio social, sino que proyecten a los niños y adolescentes a aspirar a un desarrollo pleno. Sobre todo para los padres de familia, es una invitación a renovar su comunión y responder mejor su responsabilidad de transmitir la fe a sus hijos y ser, como familia, escuela del más rico humanismo. 

En el marco de esta tarea educativa del Estado y de la Familia, está la Iglesia llamada a ser Luz y Sal. Tiene el gran desafío de conducir a cada fiel en su camino de educación en la fe para que se convierta en testigo de Jesucristo y transforme su ambiente participando en la edificación del Reino. Hemos elegido a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, nativo de Cuautitlán, como nuestro modelo para ser como él, discípulos y misioneros. La razón es la siguiente. Cuauhtlatoatzin (águila que habla, o el que habla como águila) nació en el barrio de Cayacatl aquí en Cuautitlán, según el Nican Mopohua. Se calcula, por otros datos que fue hacia el año 1457. Para 1521, año de la caída de la Gran Tenochtitlan (donde se asentó la actual Ciudad de México), había ya alcanzado la edad de 64 años. 

Tenochtitlan, Tlaltelolco, Atzcapotzalco y Cuautitlán eran los grandes centros urbanos y de comercio de aquella época. Por esa razón, más que Tenochtitlan, que había quedado devastada por la conquista, fue Cuautitlán un centro de evangelización. En 1522 llegaron los primeros frailes y probablemente hacia el 1524 fue bautizado con el nombre de Juan Diego. Desde entonces no dejó de frecuentar su peregrinar hacia Tlaltelolco para recibir la enseñanza de los sacerdotes. 

Conviene recordar que los misioneros, pero más los conquistadores, se preocuparon por imponer costumbres y criterios en la vida de los nativos. Ellos tenían la costumbre de bañarse dos o tres veces al día, andaban semidesnudos. Les prohibieron ambas cosas. Por eso su vestimenta tiene ya otra forma, el calzón largo y la camisa de manta. De paso esto propició que por falta de aseo y con el cubierto el cuerpo, pronto hubiera entre ellos plagas de piojos, pulgas y, en consecuencia, otras enfermedades. 

Cuando la Madre del Cielo, nuestra Señora de Guadalupe, vino a su encuentro en 1531, Juan Diego tenía ya siete años de haber sido bautizado y de mantenerse fiel a la catequesis. Ya era, podríamos decir, discípulo del Señor a través de la Doctrina de los frailes franciscanos. Según un testimonio asentado en las Actas del 1666, el Obispo le concedió el poder recibir la Comunión tres veces por semana, atendiendo a su devota y constante presencia en la Eucaristía; según una tradición el mismo Obispo le regaló su sombrero pues al verlo tan constante se lo dio para que se resguardara del sol. Es la razón por la que en la pintura de Cabrera es representado con un sombrero negro, no español sino eclesiástico, y que no se pone en la cabeza sino que o está en el piso o lo lleva en el pecho. 

El encuentro con la Virgen le da a Juan Diego un gran impulso en su vida de fe. Tiene la experiencia del Cielo, escucha hablar en su propia lengua y contempla las expresiones propias de su religiosidad, pero sobre todo la Morenita le dice que es la Madre del Verdadero Dios por Quien se vive. Toda la experiencia que vive Juan Diego lo llena de Dios y se convierte en mensajero de la Virgen de Guadalupe y, después, al quedar al cuidado de la Ermita erigida para conservar su Tilma, se convierte en catequista. Él con gran gozo transmite a sus paisanos y a los europeos que siguen llegando, el Mensaje de Jesucristo y la alegría de su encuentro con la misma Madre del Señor. Por eso nuestro lema es una invitación a todos, especialmente a los niños y adolescentes para “Que seas como san Juan Diego, discípulo y misionero”. 

Me dirijo a Ustedes, queridos hermanos y hermanas miembros de la RIIAL, con el fin de buscar caminos de atención a los niños y adolescentes. Muchos de ustedes han hecho una gran labor difundiendo los valores del Evangelio de la Vida, creando lugares de encuentro en el ciberespacio, propiciando el diálogo y la confluencia de caminos. 

Seguramente este XIII Congreso de la Infancia y la Adolescencia Misionera nos dará a todos la oportunidad de tomar conciencia de nuestro ser Iglesia Misionera y de ver en San Juan Diego Cuauhtlatoatzin un modelo para aprender a ser discípulos y misioneros. 

Estamos procurando, a través de Catolic.net poder dar información sobre el evento. Aunque con pocos recursos, pero con el espíritu que hemos aprendido en la RIIAL, tenemos la página [email protected] por si quieren consultar o enviar algún reportaje o preguntas. El sacerdote encargado de Comunicación en esta Diócesis es el P. Francisco Pérez Téllez [email protected] por si pueden conectarse con él.

Unidos en oración y comunión:

 

+ Guillermo Ortiz Mondragón

Obispo de Cuautitlán

 

 

 

 

 

 

 

 


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San José (Agencia Fides) - “Educación de calidad para todos” es el titulo del Mensaje dado por la Conferencia Episcopal de Costa Rica con motivo del inicio del curso lectivo 2008 en el país, en el que realizan un llamamiento urgente para que la tarea educativa garantice una formación integral de la persona y se de una educación de calidad.

MENSAJE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE COSTA RICA CON MOTIVO DEL INICIO DEL CURSO LECTIVO DE 2008