Domingo, 16 de marzo de 2008

Comentario a las lecturas del Domingo de Ramos, publicado en el Diario de Avisos el 18 de Marzo de 2008 bajo el epígrafe "el domingo, fiesta de los cristianos".

Palmas y pitos


DANIEL PADILLA


Lo probaste todo, Señor: los `hosannas' y los 'crucifí­cales', las palmas y los pitos. Te aclamaron como a `Mesías': -"Bendito el que viene en nombre del Señor...".Y te mataron, torturándote como a un "infame": - "Fue contado entre los malhechores". Como los ídolos de las multitudes -los grandes toreros o los `Maradonas' de turno- tuviste tardes triunfales y mañanas catastróficas. Con una diferencia, claro. Nuestros ídolos, cuando salen al terreno de actuación, no saben lo que allá les espera: si el triunfo o el abucheo. Tú sí lo sabías. Cuando ibas a Jeru­salén, eras consciente de todo. De que, hoy domingo, es el día de las palmas, de los mantos tendidos, de los "ho­sannas". Y de que, cinco días después, "las cañas se volverían lanzas" y las palmas, pitos.

 

Ya, niño recién nacido, en los brazos de tu madre, es­cuchaste una profecía: "Este niño será blanco de contradicción para muchos". Y así lo entendiste: unos, te acla­marían; otros, pedirían tu muerte. Pero no al azar, a cara y cruz, como dependiendo simplemente de una tarde de aciertos o desaciertos. Tu suerte estaba echada. Por eso ahora, mientras te aclaman, -¡oh paradoja!- Tu "lloras so­bre Jerusalén". Porque, siendo la ciudad elegida y amada de Dios, "en ella se van a cumplir todas las cosas predichas por los profetas".

 

Lo tuyo no es, pues, una carambola, un casual acierto de los dados. Lo tuyo estaba escrito. El domingo, las palmas. Y el viernes, los pitos. Lo sabías de siempre. Y así ahora, mientras subes entre aclamaciones, desde Betania a Jeru­salén, te das perfecta cuenta de que, a pesar del triunfo, eres "el ídolo caído". Del mismo modo, cinco días más tarde, aunque derrotado hasta el infinito, absolutamente iner­me y exhalando tu último suspiro, tendrás conciencia de "haber triunfado". En tu interior pensarás: "¿Dónde está, muerte, tu victoria?".

 

Ante este telón de fondo, que enmarca toda la Semana Santa, me invaden dos sentimientos.

 

El primero, de confusión. A mí, tan tambaleante en mis ideas, tan poco clarificado en mis criterios, me turba verte con una mente tan clara. Muchas veces quisieron aclamarte, publicar tus portentos. Así, después de la transfigura­ción. Así, al resucitar a la hija de Jairo. Incluso quisieron nombrarte "Rey". Pero tú lo evitaste siempre. "No ha lle­gado mi hora", decías. Pero ahora, sí. Ahora, que vas a la muerte, aceptas esa aclamación: "Esta es la hora o el po­der de las tinieblas".

 

Me turba esa constatación: Verte a Ti tan clarividente, y verme a mí, tan poco sabedor de mí mismo, tan descono­cedor de "mi hora", con mi pobre personalidad tan poco definida. Sin saber nunca mi papel.

 

El segundo sentimiento es la vergüenza. Porque me veo retratado en esas eternas turbas que hoy aclaman y mañana condenan, hoy juran fidelidades y mañana se pierden en traiciones. Soy así: hoy digo, y mañana desdigo. Pasado, bendigo. Y al siguiente, maldigo. No es sólo mi mente la que está confusa, sino que es mi voluntad la que oscila en­tre el "quiero y no puedo" y el "puedo y no quiero". ¡Así anda de herida y depauperada! Palmas y pitos son el compás binario en el que enmarco todos mis pasos, todos mis propósitos, todos mis amores. Y así, en mi propia vida, no sé encajar ni las alabanzas, porque me marean, ni las críticas, porque me derrumban.

 

Tengo miedo, mucho miedo, de ser la concreción exac­ta del célebre fragmento evangélico: "Una caña cascada por el viento".


Publicado por verdenaranja @ 17:06  | Espiritualidad
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