Jueves, 20 de marzo de 2008

Artículo semanal del Padre Fernando Lorente, o.h., publicado en EL DÍA en la sección CRITERIOS el miércoles 19 de Marzo de 2008 bajo el epígrafe "Luz en el Camino".

Luz en el Camino Fernando Lorente, o.h. *

Desde el primer día de Jueves Santo


EN JUEVES SANTO se requiere primordialmente hablar y escribir de la Eucaristía, de la caridad y del sacerdocio. Maravillosa trinidad que manifiesta y pone sobre la mesa: el corazón de la Humanidad, la promesa salvadora de Dios y el aval de su propio amor. Todo manifestado en la entrega sin medida del Señor Crucificado Y así, presentados la verdad y el misterio, enseguida nos percatamos de cuánto vamos a necesitar de las advertencias divinas manifestadas muy antiguamente. Como entonces, también nosotros ahora tenemos la misma necesidad de ellas: "Que no rebroten las raíces amargas, que el celemín de pensamientos racionales no apague la luz de la sabiduría, que no sean tinieblas quienes hablen".


La Eucaristía es un misterio que hacemos memoria de la última cena de Jesús en la víspera de su Pasión.


Los cristianos celebramos y vimos la actualización y presencia. Renovación del ofrecimiento sin condiciones y alimento nuevo para un hombre, también nuevo, renacido en la pascua del Señor resucitado. Misterio tan grande no puede quedar atrasado en el racionalismo de una experiencia limitada y sensible. Es misterio de fe y es otra ciencia la que se necesita para verificarlo y vivirlo. Como el amor todo lo puede, no es de extrañar que rompa las distancias entre el misterio y la vida. Nuevo sería el mandamiento para el hombre renacido: amarás a los demás como a ti se te ha querido. Sin olvidar que es pretensión mentirosa el decir que se busca sinceramente a Dios sin procurar el bien del hermano. Y, desde ese día del primer Jueves Santo, las relaciones entre los hombres tienen nuevo código y referencia para la conducta: el amor insondable de Cristo.


Todos los seres humanos somos los amigos de Cristo. Y, entre ellos, los que él ha elegido para hacer memoria, actualidad, de las palabras y de los signos. Los sacerdotes hablan con las palabras de Cristo y realizan los signos que Cristo hacía. Elegidos de entre los hombres, llevan consigo la debilidad de quienes somos pecadores. Llamados por Jesucristo, y revestidos con gracia y levadura nuevas, enseñan lo que han oído y renuevan en los sacramentos, lo que han visto hacer a su Señor: perdonar los pecados, bendecir y consagrar el pan, cuidar de los enfermos y de los pobres, anunciar el año de gracia del Señor.


En el día de Jueves Santo se cumple esta Escritura. No es registro que da fe de un hecho que ha sucedido, sino confirmación de la actualidad. Esto es en lo que creemos y esto es lo que vivimos apoyados en la fe, que es también confianza sin límite en quien nos ha manifestado amor tan grande. Y ahora es cuando aparecen las raíces amargas, los celemines que ensombrecen y las tinieblas empeñadas en hablar. Aducen razones de la falta de eficacia que tiene la fe, pues no se ve la transformación que la creencia realiza en el comportamiento de las personas. Puede ser que contemplen a Dios, pero los demás no ven a Dios reflejado en la conducta diaria de los creyentes. Para algunos, la religión no es sino un resto de la historia definitivamente pasada. Las verdades de la fe, simple alienación. Los misterios, relatos imaginados. Para otros, y por favor que Dios les ha hecho, religión y fe, verdad y misterio, es sabiduría nueva que vivir y luz para enseñar. Y haciéndolo todo con sencillez y humildad, para que se vea bien clara la luz, pues si la vasija que la lleva es de barro, más se evidencia que el resplandor tan admirable solamente puede llegar de fuentes que superan cualquier conocimiento humano.


La batalla se ha hecho contienda diaria. Ayer, don Carnal y doña Cuaresma libraron el duro combate. La ceniza haría de árbitro y discernimiento y la Cuaresma se alzaría con el triunfo. Ahora, la batalla es constante, diaria. Es casi obligado, en cada momento, hacer elección entre lo auténtico y lo fascinante. La apariencia engaña y la escoria se confunde con el buen metal y el trigo con la cizaña. Continuamente se presentan al sufrido contemplador modelos para el equívoco. Más que ofrecer valores, se facilitan utilidades. No se dan criterios, sino ambigüedades para la opinión. Cada Jueves Santo se cumple esta Escritura. Y la Iglesia, como depositaria y garante de la fe, trata de recordarlo, haciendo leer el Evangelio como pan de cada día para alimento de la fe. En esto se ocupa el magisterio y servicio en la caridad del sucesor de Pedro, del Papa. Recordando a los Papas, no como críticas negativas, tenemos que gozarnos de Juan Pablo II y de su sucesor, Benedicto XVIII, por sus magníficos documentos: "Veritas splendor". Y "Deus Charitas", entre otros, respectivamente, que constituyen un maravilloso canto a la verdad, a la honestidad del conocimiento, a la valoración de la conciencia, al reconocimiento sincero de la luz.


Son palabras repetidas en forma y momentos diversos, pero con la misma rotundidad evangélica. Hoy se cumple esta Escritura. El Jueves Santo, vivido en la profundidad sincera de la fe y desde hace dos mil años, lo atestigua y confirma. Día del mandamiento nuevo fraterno y del pan y del hombre revestido de la novedad de una Pascua y de un testamento permanentemente nuevo. Y es que con el Jueves Santo llega, un año más, la memoria del pan de cada día: creer en Dios y servir con amor fraterno y sin medida, pues todo lo demás vendrá por añadidura. Por eso, las personas que viven con sinceridad la fe mantienen una actitud mental de amor que se traduce en una actitud vital de servicio para todos, sin distinción.


* Capellán de la clínica

S. Juan de Dios


Publicado por verdenaranja @ 10:58  | Espiritualidad
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