Comentario a las lecturas del Domingo Pascua - A publicado en el Diario de Avisos el 23 de Marzo de 2008 bajo el epígrafe "el domingo, fiesta de los cristianos".
Conjugando
el verbo pasar
DANIEL PADILLA
Cada semana, con deseos de cercanía, hago esta sencilla glosa evangélica, preparando el "domingo". La sección, en tono de aviso, se titula así: "El domingo, fiesta de los cristianos". Hoy es domingo. El domingo de los domingos. Hoy es Pascua.
Y Pascua significa "paso". Lo sabe cualquier alumno de primaria. Pero, como esto de "pasar" puede tener varias lecturas, convendrá clarificar qué "paso" es ése de la Pascua cristiana.
Hay un primer modo de "pasar". El simple devenir de las cosas. "Todo fluye", decía Heráclito. "Nuestras vidas son los ríos que van a dar en el mar", melancolizaba Manrique. Y Teilhard de Chardin pintaba la evolución impresionante del universo entero "en marcha hacia el espíritu". Pero, dejando a los sabios, cada uno comprueba su propio "pasar". Nuestros tejidos se renuevan constantemente. Antes de un mes, tendré una piel distinta. Totalmente otra. No es éste, claro, el "pasar" de la Pascua.
Tampoco hablamos aquí del "pasotismo". Eso, más que "pasar" es dejar que "las cosas y los sucesos pasen", mientras uno permanece en la indiferencia: "Si se hunde el mundo, que se hunda". O aquello más ligero: "¡A mi plin, yo duermo en Pikolín!". Esa actitud está —ya lo comprenderán- en las antípodas del Evangelio. No es ése el "paso".
Hay un tercer modo de "pasar", de hondas resonancias cristianas. "Como el tiempo pasa, es menester apreciarlo". Es la parábola de "los talentos". O aquello de Pablo: "Mientras tenemos tiempo, hagamos el bien". ¡Qué bellas cartas, a este respecto las que se cruzaron el obispo Iniesta y Butragueño! Aludiendo a la gloria efímera de los "ídolos", decía el Buitre: "Sé que Butragueño pasará mucho antes que Picasso". Y le contestaba el obispo: "También Picasso pasará, Emilio. El único que no pasará es Jesús, que dijo: "Mis palabras no pasarán". Por eso te pido, amigo mío, que le conozcas y que le reconozcas ante los hombres".
Pero la Pascua cristiana es el "paso" de la muerte de Cristo bendito a una vida ya plena. No a la vida anterior, tan vulnerable y menesterosa. Sino a una vida, en la que "la muerte no tenga ningún lugar". En la vigilia de anoche entre símbolos y lecturas gratificantes, hemos evocado esta Pascua, que tiene tres vertientes.
La creación. "En el principio creó Dios el cielo y la tierra. Y vio que todo era bueno". Era el paso del no-ser, al ser. Luego el hombre emborronó el paisaje. Pero la Pascua volvió a recrearlo todo. Desde entonces, cada avance de la ciencia, cada nueva medicina, cada amanecer, un niño que nace, son una nueva creación: "Yo hago nuevas todas las cosas".
La liberación. Los israelitas "pasaron" el mar y se libraron. Ese "paso" no ha terminado. Los que se adentran en el mar del Misterio Pascual de Cristo, poco a poco se van librando de todas las esclavitudes.
La resurrección. Un ángel dijo ante el sepulcro: "Ha resucitado. No está aquí". Desde entonces todos los mensajeros han predicado ese kerigma: "Nosotros somos testigos de la resurrección del Señor". Y Pablo especialmente atento a la unión existente entre los miembros y la cabeza del cuerpo, completó el argumento: "Si Cristo resucitó, también nosotros debemos resucitar". Si no, "vana seria nuestra fe".
Hoy es domingo, amigos. El día de nuestra fe. El día de nuestra esperanza. El día de nuestra alegría. "Hoy es el día que hizo el Señor". El domingo de los domingos. ¡La Pascua! En el "gloria" deben sonar las campanillas. ¡Al mediodia, tenemos que brindar! ¡Felicidades!