Arículo publicado en la revista "Iglesia Nivariense" de la Diócesis de Tenerife, número 81 FEBRERO 2008.
LA RIQUEZA DE LAS PARROQUIAS
No me estoy refiriendo a esas riquezas materiales que, efectivamente, existen en nuestras iglesias, que no se pueden vender por muchas razones, y que es bueno conocer para evitar malos entendidos.
En muchas iglesias existen imágenes adornadas con joyas de mayor o menor valor, que han sido donadas para adornar determinada imagen, joya de la que no se puede disponer para otro fin, salvo que el donante lo autorice.
También existen tallas e imágenes adquiridas por suscripción popular y donaciones. de las que tampoco se puede disponer.
En su conjunto la Iglesia en general tiene un patrimonio rico. Es más, mantenerlo en buenas condiciones, le supone soportar su mantenimiento, motivo por el cual se ve obligada a enjugar dicho gasto con la cuota que hay que pagar al entrar en determinados museos eclesiales.
Y eso es bueno saberlo, ya que con frecuencia se habla de las riquezas de la Iglesia, de las que, repito, no puede disponer.
De ahí que a los cristianos se les esté orientando de forma que sus donativos puedan ser destinados a alguna de las múltiples obras sociales que mantiene.
Pero al escribir sobre las riquezas de la parroquia no me estoy refiriendo a riquezas materiales. Esta frase de "la riqueza de las parroquias" se la oí decir a un párroco, joven y con sólida formación, refiriéndose a sus parroquianos mayores. Y comparto plenamente el que los mayores —entre los que me incluyo— somos la riqueza de las parroquias, de la Iglesia.
Llevar el peso de una parroquia es algo que el párroco solo no puede afrontar, máxime si además -como pasa en nuestra diócesis— lleva más de una.
Su principal labor pastoral es anunciar la Palabra, celebrar la eucaristía, confesar, pero además debe contar con sus catequistas para preparar las Primeras Comuniones, tener colaboración en las eucaristías con lectores, cantos, preparar el altar, realizar la colecta. Pero además ha de celebrar los oficios en entierros, llevar sus libros de nacimientos, confirmación, matrimonios, incluso la contabilidad de la o las parroquias.
También tiene que visitar enfermos de la parroquia, llevar sus comuniones, celebrar la Semana Santa, la fiesta del patrono de la parroquia...
Y precisamente ahí es donde aparece la riqueza de las parroquias, formada principalmente por esos numerosos cristianos, que, generosamente, dedican parte de su tiempo en colaborar en las labores de las parroquias, orientados y animados por su párroco, principal responsable de la marcha de las mismas.
Y hay trabajo para todos, desde dar clases a inmigrantes, a trabajar con alcohólicos. de ayudar a madres solteras, a matrimonios en dificultad, de visitar la cárcel a ayudar a discapacitados.
Alegrémonos si vemos nuestros templos llenos de mayores, formando esa riqueza que con generosidad, permite que el Dios con nosotros llegue a muchos hogares.
Un testimonio que, cara a la sociedad, vale más que mil palabras.