Lunes, 31 de marzo de 2008

Publicado en la HOJA DE DIFUSIÓN PARROQUIAL DE SANTA RITA DE CASIA DE PUNTA BRAVA Y DE SAN PABLO EN LAS DEHESAS - PUERTO DE LA CRUZ, Número 140.


ALGUNOS CONSEJOS PARA PONER EN PRÁCTICA

 

En el respeto se inspiran todas las virtudes. Hablando de Dios has de respetar el nombre de Dios, la palabra de Dios, el templo y todo lo sagrado, con un profundo respeto a todo lo que se relaciona con el culto a Dios. Los mismos sacerdotes y cuantos estamos consagra-dos a Dios, debemos respetarnos a nosotros mismos. En verdad «estamos comprometidos» y no nos perte­necemos libremente. Hemos elegido a Dios libremen­te y con todas las consecuencias. Como cristianos, debemos respetar nuestra dignidad y cuanto hagamos debemos hacerlo con la dignidad de un cristiano, de alguien que debe hablar, actuar y aún pensar como el mismo Cristo. Este es un ideal posible de conseguir. Si no fuera así, el mismo Cristo no nos hubiera dicho que debemos ser perfectos como el Padre Dios es per­fecto. Hemos de respetar el honor, la fama, el prestigio personal de los demás y estar convencidos de que en cada prójimo vive el mismo Cristo y está queriéndole. Y cualquier cosa que le hagas mal le duele al mismo Dios. Al contrario ayúdales para que cada persona que encuentres se dé cuenta que lleva a Dios dentro y quiere que se salve, ¿por qué te pones nervioso con el que vino a decirte algo que para tí es desagradable?. Es­cucha en silencio. Deja hablar aunque lo que esté diciendo sea mentira o te esté ofendiendo a tí o a la institución a la que perteneces tú. Oye la conversación hasta el final, sin interrumpir y luego que dejen hablar a ti, sin interrumpirte. No se trata de tragarse todo lo que te digan y si no hay modo de aclarar tus ideas y el otro sigue con la misma actitud, creo que lo mejor es dejar el asunto para otro día. Porque si no, se cae en un "dialogo de sordos".

 

Conserva los modos. No levantes la voz, aunque estés convencido que tú tienes la verdad y la otra persona esté equivocada. Ten cuidado con las palabras que digas. No le ofendas en modo alguno con tus palabras, aunque la otra persona trate de decir que eres tú el que mientes, el que está equivocado, porque si le hieres, entonces se acaba el diálogo y lo tenemos más en contra. La otra persona buscará cómo defenderse y puede volverse más agresiva y más insultante y también empiece a chillar, a insul­tar y todo puede terminar mal. Así no se consigue nada. Lo mejor es que se sienten a dialogar, en serenidad, en calma y con cuidado con los que están oyendo, porque pueden dar versiones completamen­te distintas de la realidad. A nadie le gusta que le saquen los colores delante de otros. Tenemos que tener prudencia y no llamar la atención en público, aunque tengas toda la razón. No impongas por la fuerza tu verdad, porque también puedes estar equi­vocado. Debes respetarte a ti mismo, pues, eres propiedad de la divinidad.

 

Llevas grabada la imagen del mismo Dios. En ti habita la Santísima Trinidad y siempre estás ante la presencia amorosa de Dios. Respeta a cada perso­na humana porque en cada hombre, en cada mujer está plasmada la imagen del mismo Dios. No seas nunca un ordinario, ni un vulgar en tu vocabulario, no seas chabacano en tus modales, en tu educación, en tu compostura, en tu modo de sentarte, cami­nar, arrodillarte. Ponte elegante ante Dios con todo el respeto y la veneración. Debes respetar y amar todo cuanto ha sido creado por Dios y al hombre de una manera más especial, porque es la obra estrella de cuanto creó, ya que lo ha hecho a su imagen y semejanza y lo elevó a un estado sobre-natural con un destino final en El Cielo. Está claro que Dios nos espera en El Cielo. En el juicio final cuando el Señor divide a todos los seres humanos en dos grandes grupos, a un lado los que cumplie­ron sus santos mandamientos y en el otro los que quebrantaron esas mismas leyes y no pidieron perdón, ni rectificaron. ¿Qué dirá al primer grupo? Entren, los benditos de mi padre: «a heredar El Cielo preparado para ustedes antes de ser creado el universo entero» y al otro grupo dirá: «fuera de aquí, malditos, vayan al infierno preparado por el diablo y para los que le siguen»

 

Mira en todo la huella de Dios. Fíjate en todo lo creado y podrás decir: por aquí pasó Dios dejando trozos de su amor, de su belleza, de su orden, de su inteligencia, de su bondad infinita. Por eso el respeto a todas las criaturas aún a las inanimadas. Cada una cumpliendo al pie de la letra su misión. Respeta los lugares sagrados: el templo, las imá­genes, las personas. La vida es lo más serio que tenemos y hemos de respetar profundamente cada minuto que Dios prolongue nuestra vida, como algo sagrado. Decir vida, es decir amor y decir amor es decir Dios, porque Dios es amor. Estamos siempre bajo la presencia y la mirada de Dios. Respeta especialmente a los niños, porque Dios se remira en ellos. Nunca le hagas daño ni le des mal ejem­plo. El Señor dice que al que le de un mal ejemplo a un niño, más le valdría que le metieran por el cogote una piedra de molino y lo tiraran al mar. ¡Cuidado con las palabras que utilices! ¡Cuidado con tu manera de contestar! Nadie tiene la culpa de los problemas que te atormentan. No se trata de desahogarte y descargar en cualquiera el estado de tensión en que te encuentras, porque quizá te haya ocurrido a ti algo adverso y estás mal, y casi sin darte cuenta te sale el mal humor y la agarras con quien no tiene culpa de nada. Esto sencillamente no es justo. Que la pague el que tenga la culpa.


Publicado por verdenaranja @ 22:44  | Espiritualidad
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