Mi?rcoles, 09 de abril de 2008
Artículo semanal del Padre Fernando Lorente, o. h., publicado en EL DÍA el miércoles 2 de Abril en la sección CRITERIOS bajo el epígrafe "Luz en el Camino".

Un hombre llamado Cavallo

FECHA HISTÓRICA para la Iglesia y para el mundo de hoy. Se cumplen tres años de la muerte de Juan Pablo II. A los notarios de la crónica mundial, que somos los periodistas, dice un escritor español, corresponde levantar acta de las cosas que pasan. Yo no soy periodista, pero la admiración que siempre he sentido por este Papa, contemplando su vida tan ejemplar, me ha motivado a escribir muchos artículos en este diario, recopilados, cien de ellos (6-IV-2005), en un libro con el título "Homenaje Jubilar a Juan Pablo II". En recuerdo de la fecha de su muerte, transcribimos uno de los mismos.

"Un regalo de Dios en la Tierra". Los seres humanos somos regalos de Dios. Él nos trae a la Tierra y nos recoge cuando Él quiere para el Cielo. Esto es lo que contemplamos en la vida de Juan Pablo II y en su entrega firme a Dios por el camino de la verdad de su Hijo. Como regalo de Dios, qué maravillosa huella hemos venido contemplando en toda su existencia hasta en sus últimos momentos. En la Iglesia y en el mundo, hoy queda la heroicidad de toda su vida, como pocas, si no la única, plenamente marcada en sus múltiples y variadas obras apostólicas en todos los continentes. ¿Y dónde encontrar esta asombrosa realidad tan humana como divina? Nos basta recordar estos hechos:

l. La aparición, sobre todo, en los últimos años, de numerosos libros y artículos sobre este Papa, iluminando el camino terminal del siglo XX y el comienzo del siglo XXI. ¿Y qué nos reclaman estas publicaciones, sus encíclicas y comunicaciones?

2. Conocer la dimensión heroica de este joven polaco: huérfano que pasa desde la fábrica, de la persecución de la Universidad y el Seminario hasta llegar a ser la máxima autoridad de la Iglesia Católica.

3. Conocer que el mundo de hoy se ha hecho consciente de lo que ha sido Juan Pablo II: el último de los gigantes en el escenario mundial. Entre tantos otros, este Papa ha sabido decir a la Humanidad justamente lo que ésta necesita y lo que no quiere oír ni cumplir.

4. Con el conocimiento que tiene Juan Pablo II sobre la Revolución Francesa (siglo XVIII), la Primera y Segunda Guerra mundiales, los poderes comunistas, socialistas y capitalistas (siglo XX), y con su misión imparable de vida apostólica, descubrió las tareas y metas hacia una sociedad mejor, pero sin dejar de mostrar la perplejidad social y moral reinante en los protagonistas políticos, cuyas consecuencias, manifiestamente nocivas, las sufren siempre los gremios más necesitados. Esta situación la descubre Juan Pablo II, y, con su tesón humano en buscar la verdad histórica, trabaja por introducir a la Iglesia en el siglo que hemos comenzado, el XXI. Y todo con la máxima claridad, firmeza y esperanza, marcando las grandes causas de la Humanidad (la vida, la justicia, la solidaridad cristiana y política, el ser humano -en todos sus momentos de nuestra existencia- como valor absoluto, Dios como lo primero necesario); las grandes fidelidades y tareas de la Iglesia (el Evangelio vivo y vivido, la palabra apostólica transmitida, la unión de todos los que creen en Cristo, los pobres de la tierra, la justicia entre los continentes).

Aquí se repite que Juan Pablo II quiso concluir su pontificado haciendo en sentido inverso el camino de S. Pedro y S. Pablo, desde Roma a Jerusalén. Revivir allí el destino de Cristo y visitar los lugares de Abraham, de Moisés y de los profetas. Frente a los mitos que rebajan al hombre sumergiéndolo en la naturaleza puramente materialista, Juan Pablo II quiere proclamar al hombre-historia, al hombre-persona, al hombre-vocación divina, ascendiendo hasta la cumbre de Sinaí, para confesar al Dios Creador y Señor de la Historia en el que judíos, cristianos y musulmanes se encuentran.

¡Qué maravilloso regalo de Dios para la Tierra fue Juan Pablo II! Que él nos haga recordar todos los años en esta fecha histórica, dos de abril, que también nosotros somos regalos de Dios en la Tierra, porque somos destinados a ser sus mensajeros desde nuestra propia vocación y estados de vida que cada uno hayamos elegido.

 

* Capellán de la clínica S. Juan de Dios


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